Los pies de Cristina Torralbo
Siempre me había gustado Cristina T. Era delgada, ni alta ni baja, con un bello rostro de ojos grandes y pelo corto, ahora teñido de color caoba. Era una hermosa treintañera que me ponía cachondo, con sus pequeñas y respingonas tetitas, su también pequeña cintura y su culo, pequeño y plano. Pero sobre todo me gustaban sus piernas, unas piernas perfectas, deliciosamente torneadas y dibujadas, con todas las formas maravillosamente bien definidas. Nunca le había visto l as tetas, ni el culo, pero si le había visto las piernas, un par de veces, tres, para ser exactos.
Una vez, la primera, se las ví cubiertas por unas eróticas medias blancas, completamente ajustadas a las sublimes formas de sus muslos y de sus pantorrillas. La segunda y tercera vez, se las ví desnudas, pues el objeto de mi deseo llevaba falda corta y pude vérselas desde medio muslo hacia abajo. Eran unas piernas delgadas, pero no flacas que, como ya he dicho, mostraban todas las formas en su plenitud, no como esas otras piernas femeninas que no me gustan nada-aunque eso es puro gusto personal-unas piernas de esas que más parecen jamones.
Le había visto las piernas, si, pero no los pies. Yo los imaginaba delgados y alargados, y, al igual que sus piernas, guardando todas las formas y contornos de un bello pie femenino desnudo. Soñaba muchas veces, medio despierto, que le desnudaba los pies y que me ponía a lamerlos, a olerlos a pleno pulmón. En esos sueños eróticos, incluso añadía un extraño toque: sus pies olían ligeramente, ya saben, un ligero olor a pies. . . y eso me ponía aún más cachondo y ella rompía a reír.
Aunque, claro, no se limitaban a eso mis sueños eróticos con Cristina Torralbo, ni mucho menos. En definitiva, deseaba follármela, pero también pensaba que sería maravilloso simplemente el verla desnuda y, si eso no era posible, por lo menos, verle las piernas y, sobre todo, los pies, que me ponían cada vez más caliente solo de imaginarlos.
Otra cosa más antes de pasar al relato en sí objeto de este envío. Yo había visto muchas veces a Cristina T., pero las piernas, como he dicho, solo había podido vérselas en tres ocasiones. Extraño, me dije. Teniendo unas piernas tan bellas, debería mostrarlas más a menudo, pensaba yo. Y entonces, atando cabos, llegué a una conclusión que no sabía si era acertada o no, pero que me ponía extrañamente cachondo: Cristina Torralbo tenía mucho vello en las piernas y por eso usaba pantalones la mayor parte del tiempo. ¿Qué como llegué a esa conclusión? Pues bien, en una ocasión, la bella Cristina llevaba un escote menos recatado de lo normal en ella y pude verle la parte superior de las tetas, en concreto, el delicioso valle que se abría entre los dos previsiblemente pequeños-melones.
Y la tenía cubierta de pelos. No muchos, pero si unos cuantos. Luego, pensé, es velluda, mi objeto de deseo sexual es peluda. Su deliciosa y blanca piel está cubierta de pelos, de la cabeza a los pies. Ahora que lo pensaba, Cristina Torralbo también tenía bastantes pelos en los brazos. . . No me costaba nada imaginármela desnuda, cubierta de vello, de la cabeza a los pies, no en plan la mujer barbuda, ya me entienden., pero si una suave capa de pelos oscuros cubriendo su maravillosa y nacarada piel. Y eso era algo que no me desagradaba.
Así pues, suponía que había descubierto el secreto de la manía de Cristina por los pantalones. No los usaba más que para ocultar sus piernas cubiertas de vello. Las veces que pude disfrutar de la visión de sus excelsas piernas desnudas se había depilado a fondo.
¿Depilado?¿Y se habría depilado totalmente?Ya saben. . . ¿se habría depilado la entrepierna? Me inclinaba por la respuesta negativa. Más bien me imaginaba la entrepierna de Cristina Torralbo cubierta por un abundante matorral oscuro, delicioso preludio de un maravilloso coño sonrosado y jugoso.
En definitiva, que Cristina Torralbo me ponía cachondo. La deseaba cada vez más. Siempre la tenía presente en todas mis masturbaciones ; en estas ocasiones, mi mente me presentaba con mucha frecuencia largas y duraderas visiones de las piernas de Cristina y, sobre todo, de sus pies. . . Muchas veces, me pajeaba imaginando que estaba lamiéndole los pies a una Cristina Torralbo totalmente desnuda que sonreía al sentir las caricias de mi lengua.
Bien; la deseaba pero no sabía como conseguirla. Ligar con ella estaba fuera de lugar; era de una clase distinta a la mía, completamente distinta. Ni siquiera me miraría. Tendría que imaginar otro modo de conseguir acostarme con ella. Pensé en aplicarle cloroformo de manera sorpresiva para así poder raptarla sin que ni siquiera supiese quien había sido. Una vez en mi poder, mientras aún estaba inconsciente, la desnudaría y la ataría a una mesa, boca abajo. Le aplicaría más cloroformo, para que no se despertase en el momento cumbre y luego, la violaría a placer. Me masturbé muchas veces imaginando a Cristina totalmente desnuda, atada boca abajo sobre una mesa, pero no simplemente tumbada sobre ella, sino de pie, con las piernas separadas atadas a cada pata de la mesa y el cuerpo inclinado hacia delante, aplastado contra el tablero de la mesa, de forma tal que su agujero anal y su coñito quedaran por igual a la vista y a mi merced.
¡Cuantas veces me corrí imaginando que le daba por el culo a Cristina Torralbo mientras ella, incosciente, no se enteraba de nada!En mi calenturienta imaginación, el agujero del culo de mi adorada Cristina era pequeño y estrecho, un delicioso objeto de deseo que yo penetraba sin contemplaciones y disfrutando cada milímetro. Me imaginaba a mí mismo dándole por el culo una y otra vez, sin descanso, hasta derramar mi pasión sobre sus pequeñas nalgas, mientras con mis manos acariciaba su espalda y sus hombros y mi nariz se hundía en su oloroso pelo.
¡Tenía que encontrar un modo de follármela!¡No podía seguir masturbándome una vez y otra, pensando en ella, fantaseando con su desnudo cuerpo, con sus piernas y. . . con sus pies!Porque cada vez más, mi mente me diseñaba maravillosos episodios en los que me perdía durante horas, lamiendo los pies desnudos de la desnuda Cristina Torralbo. ¡La deseaba!¡Necesitaba penetrarla, follarla, joderla, echar un polvo con ella, tirarmela, metérsela por el culo, metérsela por el coño, metérsela por la boca, aplastar mi hinchado pene contra sus hermosos pies desnudos y correrme entre sus dedos!Oh, si, cuanto deseaba correrme sobre sus pies y ver como mi leche se derramaba entre sus dedos.
En fin, que seguí pensando en diversos modos de follar con Cristina T. y ninguno me convencía. Hasta que, una noche, en medio de mis fantasías eróticas, se me ocurriò. ¿Por qué, simplemente, no le escribía una carta, diciéndole que me parecía la mujer más bella y sexy del mundo, y que estaría más que dispuesto a pagar una determinada cantidad de dinero por, digamos, algunos "favores"?El primer favor que le pediría no sería el de follar con ella, sino el de, simplemente, verle los pies y, a ser posible, que me dejara lamerselos. Si aceptaba y podía por fin acariciar los pies de Cristina Torralbo, la vez siguiente le pediría que me dejara verle las piernas al completo. Más adelante, podría, tal vez, pedirle que se desnudara y. . . ohhh, creo que me estoy poniendo demasiado cachondo.
Bueno, el caso es que, pensando que no perdía nada por intentarlo, le escribí una carta. En ella, le decía que era la mujer más hermosa del mundo y que no hacía más que soñar con ella. Luego, pasaba al asunto; en definitiva, le proponía un trato: si ella me enseñaba los pies y me dejaba lamérselos, yo le pagaría una determinada suma de dinero, que no voy a detallar aquí ahora, pero que era, teniendo en cuenta la petición, bastante importante. Para afirmar mi buena voluntad, le adjuntaba un cheque con una cantidad de regalo. Si aceptaba, tendría que ir a un sitio público un día y una hora determinadas. Luego, ambos nos iríamos a su casa o a la mía, como ella quisiera. Además, en la carta le decía quien era yo, ya que me conocía, para evitar suspicacias. ¿Qué si no tenía miedo de que se riera de mí y de que se lo contara a todo el mundo?Bueno, no estaba haciendo nada malo. Solo era un hombre que sabía reconocer que voluntariamente la mujer de sus sueños nunca aceptaría sus requerimientos, así que decide ofrecerle dinero.
En definitiva, se preguntarán, ¿no estaba yo pensando en convertir a Cristina en una prostituta?De ninguna manera. Ella no se dedicaba a eso, tenía su propio trabajo. Yo lo veía simplemente como una compensación monetaria al hecho de tomarse la molestia de acceder a mis deseos carnales.
El hecho es que envié la carta. Y esperé a que llegase el día por mí señalado. Fui al sitio público en concreto, un centro comercial de la ciudad bastante conocido y me puse a dar vueltas, observando, por si la hermosa Cristina decidía venir.
Ya estaba a punto de irme, frustrado, a mi casa, cuando la vía llegar. El corazón me dio un vuelco. ¡No sabía como actuar, no sabía qué decir!Allí estaba, vestida con una blusa y un pantalón crema, con gafas oscuras y zapatos de medio tacón que revelaban la parte superior de sus excelsos pies. Se acercó a mí. Yo parecía un poste telefónico. Y antes de que se me ocurriera que decir, habló ella:
-Vamos a mi casa, no queda lejos. -
-C. . como tú quieras, Cristina. -contesté, con la mejor de mis sonrisas. ¡Entónces, mi fantasía se realizaba!¡Cristina Torralbo me invitaba a su casa. . . y el objetivo era ni más ni menos que verle los pies y lamerselos!Tenía la polla hinchada y mi excitación iba en aumento. Durante el escaso trayecto, no hablamos nada. Ibamos uno junto al otro, sin decirnos nada. Yo no hacía más que admirar su belleza, su blanca piel, su precioso pelo teñido de caoba, sus pequeños hombros, cubiertos apenas por la blusa, su espalda, su culito, pequeño y, bueno, no tan plano, algo resaltaba, aunque no mucho, a traves de los pantalones.
Llegamos a un portal elegante. . . o al menos a mí me lo parecía. Subimos al ascensor y nos detuvimos en cierto piso. Ella abrió la puerta con su llave y me hizo pasar al interior, bastante bien amueblado. Soltó las llaves sobre una mesita del vestíbulo y se fue hacia adentro. Yo me quedé en la puerta, sin saber que hacer. El salón era amplio y la luz de la tarde se filtraba por unas ventanas cubiertas por pesadas cortinas blancas. Al poco rato, volvió la bella Cristina. Ahora, ya no llevaba puestas las gafas y pude disfrutar de la visión de sus grandes y hermosos ojos oscuros.
-Bueno-dijo, mirándome a los ojos-¿Traes el dinero?
-Si-dije yo, sacando un sobre del bolsillo de mi chaqueta-Aquí está, tal como te dije en la carta.
-Ah, si. La carta-dijo ella, cogiendo el sobre que le tendía y examinando su interior. Cuando se quedó satisfecha, lo puso a un lado, sobre la misma mesa en que había depositado las llaves y me hizo señas para que me sentara en un sofá. Así lo hice y Cristina hizo lo propio, frente a mí.
Entónces, con un gesto que nunca olvidaré, se descalzó. Primero se quitó un zapato, con una de sus manos. Luego, el otro, usando la misma mano. Los zapatos cayeron a un lado y sus hermosos pies desnudos pisaron el suelo. Me tomé mi tiempo para admirarlos. Efectivamente, tal como había supuesto, una fina capa de pelos cubría la parte superior de aquellos deliciosos pies. ¡Y eso los hacia aún más hermosos, no sé muy bien porqué!Eran unos pies alargados, finos, delgados, con los rasgos marcados, como a mí me gustaban y como yo me los había imaginado, aunque en vivo eran mil veces más apetecibles. Las uñas no estaban pintadas y sobresalían ligeramente de los dedos, recortadas en redondo. Sin que yo tuviera que decirle nada, los levantó hacia atrás, para que pudiera verlos por debajo. La planta de aquellos pies era magnífica, con unos talones de un color de piel un poco más oscuro y unas maravillosas arrugas que dividían las dos zonas, los talones y la parte delantera del pie.
Me arrodillé ante ella. Me acerqué, me incliné ante aquellos bellos pies y apliqué mi nariz a la planta de uno de ellos. Aspiré profundamente, olí a pleno pulmón el pie de Cristina Torralbo, mientras mi pene palpitaba de excitación y con una mano acariciaba el otro pie.
-Ohh. . siii. . que bien huele. . sniiff. . . -decía yo, mientras aspiraba profundamente el aroma de su pie desnudo.
-¿De verdad?-dijo ella con indolencia-Pues precisamente, hoy no me he duchado todavía, así que. . .
La verdad era que su maravilloso pie olía un poco a, ya saben, pero solo un poco. . . a pie. Pero eso no me importaba en absoluto. Y para demostrarselo a la bella Cristina, saqué la lengua y me puse a lamerlo con decisión, saboreando el gusto de aquella blanca y tersa piel, saboreando incluso el gusto de su sudor, del sudor de su pie. Después de una primera lamida, me dediqué más en concreto a lamer cada dedo por separado, sin olvidar los espacios entre cada dedito, hasta dejarle el pìe total y completamente lamido.
-Hummm. . . que bien sabe tu pie, Cristina. . . me pasaría toda la vida lamiendotelos-le dije.
-Vamos, no exageres y sigue con lo tuyo, que todavía te queda el otro. -me dijo ella, sonriendo, y presentándome el otro pie.
Yo entonces, simplemente, me puse a lamerle el otro pie. Se lo lamí por completo, por arriba y por debajo, degustando lentamente el sabor de su piel desnuda, chupando cada dedo por separado, deteniéndome sobre todo en el maravilloso dedito gordo.
-Bueno-dijo ella-creo que esto ha terminado-y así diciendo, retiró sus pies hacia atrás y los puso en el suelo, dispuesta a ponerse los zapatos de nuevo.
-Cristina, por favor. . . todavía no-supliqué yo.
-Nada, creo que ya has tenido suficiente por ahora. . . y, además, tengo que irme.
-Vamos. . . aunque sea, dejame verte las piernas. . . quítate los pantalones y dejame verte las piernas. . . por favor.
-¡Las piernas!No me dijiste nada de las piernas. . . creo que, si me las quieres ver, tendrás que pagar. . . otra cantidad.
Esas palabras me llegaron hondo. Significaban que Cristina Torralbo estaba dispuesta a todo, por dinero. O, me decía yo, por lo menos, a casi todo. Así que, después de ofrecerle una cantidad y ella rechazarla, alcanzamos un acuerdo. La cantidad se la pagaría más adelante, pues ella confiaba en que me tenía en su poder y que no me rajaría sin pagar, puesto que la deseaba con locura. Y tenía razón.
-Entónces-dije yo-quítate los pantalones, por favor, hermosa Cristina.
Y ella, sonriendo, se volvió de espaldas y se bajó los pantalones. Durante un instante, pude verle el culo, cubierto por unas bragas, para mi desgracia, normales, no tipo tanga, como había soñado. Luego, la blusa cayó como un telón sobre las amplias bragas color carne y no pude ver nada más. Bueno, me dije, por lo menos, veré las sublimes piernas de Cristina Torralbo.
Y vaya si las ví.
Durante no sé cuantos minutos, permanecí extasiado, contemplando sus excelsas piernas desnudas, unas piernas perfectas, sublimes, maravillosas, escrupulosamente dibujadas, con todos sus rasgos marcados al milímetro, unas piernas delgadas, pero no flacas, con sustancia, pero sin nada de sobra.
-Puedes cerrar la boca-me dijo ella, riendose, mientras se daba la vuelta. Y es que yo había abierto la boca en una muda expresión de maravillado asombro y, literalmente, se me caía la baba. Al segundo vistazo pude percatarme de que aquellas deliciosas piernas estaban cubiertas por una fina capa de pelos negros. . . pero eso no me importaba en absoluto, es más, casi le daba al asunto un aspecto más, como diría yo, morboso, obsceno, más excitante y erótico. Cristina, como dándose cuenta de que le miraba los pelos de las piernas, me dijo, casi avergonzada:
-Es que. . . verás, tenía que haberme depilado y. . . ya verás, la próxima vez, no habrá ni un solo pelo. . . depiladas no están tan mal.
-¿Mal?-dije yo-¿Mal?¡Están perfectas!¡Tienes las piernas más perfectas que he visto jamás!¡y no me importa en absoluto que no te hayas depilado, la verdad!. . . en realidad, casi me gustan más así, con pelos, son más. . . reales, más. . . desnudas, si, eso. . . parecen unas piernas mucho más desnudas que si te las hubieras depilado.
-¿De verdad te gustan?-dijo Cristina Torralbo, sonriendo. -Nunca había pensado que fueran tan. . . atractivas para los hombres. . .
-Son más que atractivas, son un imán, por lo menos para mí. Me pasaría la vida entera mirándote las piernas y no me cansaría nunca, Cristina. Y no digamos nada de tus maravillosos pies. . .
Aquí, Cristina sonrió de nuevo, visiblemente halagada. Y, como para recompensarme, se sentó de perfil sobre el sillón y alzó sus bellas piernas en el aire, inclinando sus sublimes pies hacia delante.
Mi polla estaba a punto de perder el control. La tenía tiesa y dura y la sentía mojada a través de los calzoncillos y de los pantalones. Tenía que sacármela y hacerme una paja o me iba a morir allí mismo.
-P. . . por favor, Cristina. . . ejem. . . pue. . puedo sacarme la. . . quiero decir. . . el. . . pene. . . y. . . ya sabes. . . . hacerme. . . quiero decir. . . masturbarme. . . . viéndote las piernas?. . ¡Lo necesito, por favor, necesito correrme mientras te veo las piernas desnudas!
Cristina me miró, asombrada. Luego, puso los pies sobre el cojín del sillón, y, sin mirarme, me dijo:
-Ni hablar de eso. Ni se te ocurra sacarte la. . . digo. . . el. . . pene. . . no quiero que te corras aquí, me mancharías todo el suelo y además. . . además. . . ¡no quiero ver tu. . . tu. . . sexo. . . pene. . . . lo que sea!-
-Vamos, por favor. . . no voy a hacerte nada malo. . . solo. . solo necesito. . . un par de minutos. . . me haré una paja rapidita y. . . ¡casi ni te enterarás!No tienes porque mirar si no quieres. . . solo manten tus deliciosas piernas a la vista. . . es todo lo que necesito, por favor. . . por favor.
Mis argumentos parecieron convencerla. Me volvió a mirar y dijo:
-Bueno, está bien. . . ¡pero no lo dejes todo perdido!
-Gracias, diosa mia, gracias.
Y, rápidamente, me bajé los pantalones, me bajé los calzoncillos y me saqué la polla. Estaba dura y mojada y palpitante. Pensaba que Cristina no miraría, pero, para mi sorpresa, si que miraba, con una mezcla de diversión y de fascinación en los ojos. Intenté concentrarme en sus bellas piernas. Enfoqué mis ojos hacia sus pies y luego, recorrí hacia atrás toda la maravillosa extensión de sus pantorrillas, de sus muslos. Empecé a masturbarme.
-Oh, sii. . . ohhh. . . que piernas. . . que pies. . . me los comería ahora mismo. . . ahhh-gemía yo, machacándome la polla a conciencia. Cristina no perdía detalle y comprobé que sus ojos estaban fijos en mi palpitante verga. Intensifiqué el machaqueo.
-¡Aahhh. . ahh. . ahh. . siiii. . ahhh. . . !¡Ya. . . ya. . me. . corrooo. . . ahh!-y empecé a correrme. Fue un orgasmo maravilloso, allí tumbado, mirando las piernas de Cristina Torralbo, mientras me sostenía la polla con una mano. Primero, el semen empezó a manar lentamente, produciendome un delicioso placer. . . luego, un par de minutos después, llegó el climax, un poderoso chorro de semen que saltó hacia arriba, para caer un instante después sobre mis propios muslos.
Quedé paralizado durante unos minutos. Después, empecé a moverme. Cristina me acercó un rollo de papel higiénico y, disponiendo de él en abundancia, me pude limpiar sin manchar nada. Acto seguido, me vestí.
-Bueno, ya te has corrido-dijo ella-ahora, vete, por favor.
-Me iré. Tendrás noticias mias por carta, como esta vez. Te pagaré lo que te debo y un suplemento por haber permitido que me corriera delante de ti. Además, te pediré otro favor.
-Como quieras, pero, sobre todo, no olvides el dinero. . . y, cualquier otro "favor" que me vayas a pedir en tu próxima carta, ten en cuenta que te costará tus buenos billetes. Muchos billetes. ¿Entendido?Y que quede claro que no soy una vulgar prostituta.
-Ha quedado claro. Y, por supuesto, no creo que seas ni vulgar, ni prostituta. Simplemente, recibes dinero por tomarte ciertas molestias.
-Exacto. Adiós, pues. Y ni palabra de esto a nadie.
-Desde luego que no. Yo tampoco quiero que nadie se entere de nuestro pequeño negocio.
Ya me iba, ya estaba con la puerta abierta cuando, de pronto, Cristina sonrió y, sin decir palabra, se quitó la blusa, quedándose en ropa interior. Yo me quedé de piedra. No sabía que mirar, si sus pequeñas tetas, cubiertas por el sujetador color carne o sus bragas del mismo color, que dejaban transparentar, aunque con dificultad, una peluda entrepierna, o su delicioso ombligo o su apetecible estómago, practicamente liso. . . En esas estaba cuando la bella Cristina Torralbo, en bragas y sujetador, me dijo adios y cerró la puerta, dejándome en la calle y casi totalmente empalmado de nuevo.
Pasó algún tiempo antes de que pudiera disponer del dinero necesario para pagar lo que le debía a Cristina, y aún pasó más tiempo antes de tener el dinero que yo consideraba más que suficiente para el próximo favor. Cuándo lo tuve todo, le escribí una nueva carta. En ella, audazmente, le pedía, sin rodeos, que se desnudara. Le decía que quería verla desnuda y que, además, quería volver a oler y a lamer en profundidad sus deliciosos pies. También le decía que, si no le parecía suficiente dinero el que le ofrecía, que cuando nos vieramos me dijera la cantidad y que intentaría complacerla.
Fijé una fecha para nuestro encuentro y envié la carta.
Durante los días que faltaban para verla, no dejé de pensar en ella, ni un momento. Me la imaginaba siempre desnuda, con los pies inclinados hacia mi, ofreciéndomelos. Me masturbé infinidad de veces imaginando que olía a fondo sus maravillosos pies desnudos. Reconozco que me estaba obsesionando con los pies de Cristina Torralbo, pero nada podía hacer para evitarlo. Los deseaba, deseaba aquellos pies, deseaba olerlos y lamerlos, tocarlos, acariciarlos deseaba poseerlos. Y al fin llegó el día.
Nos habíamos citado en un centro comercial. Hacía calor, mucho calor. Después de una media hora de espera, llegué a pensar que Cristina no vendría. Pero me equivocaba. Sí que acudió a la cita. ¡Y de que manera! Acudió vestida con una deliciosa minifalda, que dejaba a la vista sus hermosas piernas desnudas-y depiladas, como pude comprobar-y también la parte superior de sus hermosos pies. Por encima llevaba una simple blusa holgada, que dejaba transparentar el sujetador que cubría sus pequeñas tetas.
-Si quieres verme desnuda-me dijo de sopetón- tendrás que pagarme mucho más. Creo que lo valgo.
Sonreí y sopesé el fajo de billetes que, como precaución, había llevado conmigo. Si Cristina aceptaba su montante, nos iríamos a su casa. Si no, bueno, lo dejaríamos para otro día. Pero yo no podía esperar. Estaba salido, excitado, no hacía más que pensar en sus pies, en su cuerpo desnudo y necesitaba que hoy fuera el día elegido.
-Si que lo vales. Eres muy hermosa y tus piernas son simplemente celestiales Bien puedo ofrecerte, digamos
Y así empezamos el tira y afloja. Después de varios minutos, llegamos a un acuerdo. Félizmente para mí, el fajo que llevaba conmigo resultó ser suficiente. Se lo enseñé a Cristina y le brillaron los ojos. Parecía que le gustaba mucho el dinero.
-Dámelo-me dijo, sin dejar de mirar el dinero.
-Primero, vamos a tu casa. Luego, quiero verte desnuda. Después, quiero oler y lamer tus pies, no lo olvides y entonces, te pagaré.
-De acuerdo-concedió de mala gana- me verás desnuda, podrás lamer y oler mis pies, si eso es lo que quieres, aunque te advierto que, últimamente, me ejem me huelen un poco los pies no sé por qué yo me los lavo, sabes no soy una guarra pero en fin, que el aroma es un poco, fuerte, digamos.
-No me importa, bella Cristina. Si te huelen los pies, me gustará más aún incluso si no te hubieras depilado, me hubieran gustado tus piernas lo mismo o màs.
-Vamonos, entonces a mi casa, ya has estado allí antes.
Asentí. Ella se puso en movimiento y yo la seguí, deleitándome en verle las piernas mientras caminaba, deseando que hubiera un golpe de viento inesperado que le levantara la minúscula faldita, para así poder verle el culo, cubierto con las bragas. Pero hacía calor, no viento. Cuándo quise darme cuenta, ya estabamos en su edificio, el tipico edificio de gente rica, me pareció, como también me lo había parecido la primera vez.
Llegamos a su piso. Abrió la puerta, entramos, cerró la puerta
Soltó su bolso en cualquier parte, se quitó las gafas de sol y pude verle por fin los hermosos y grandes ojos, brillando con una chispa de avaricia, de deseo, pero no de deseo carnal, sino de deseo monetario o al menos eso me pareció a mí. Y quizas no fuera así, quizas era mi empeño en verla como una especie sólo como una especie, no en su totalidad, en fin, como una especie de prostituta lo que me acarreaba esos pensamientos. Porque, la verdad, me excitaba mucho creer que era una ni siquiera podía decirlo en voz alta en mi propia mente, pero ahora sí me excitaba mucho pensar que era una PUTA. No porque me excitaran especialmente las putas, sino porque me ponía cachondo pensar que ella, tan hermosa, tan elegante, tan perfecta, fuera una puta. Y no lo era. Yo sabía que en realidad no lo era. Bueno, aceptaba dinero-mi dinero-a cambio de ciertos favores de matiz sexual, pero no se dedicaba a ello profesionalmente.
-¿Quieres que me desnude despacio o deprisa?- me dijo, y su voz me sacó del ensimismamiento en que me encontraba.
-Yo estooo despacio, me gustará ver como te desnudas poco a poco Cristina. -le contesté, poniéndome cómodo en un sillón, mientras ella tomaba posiciones delante de mí, a unos escasos dos metros.
Y empezó a quitarse la ropa. Primero, se despojó de la blusa, lanzándomela directamente a la cara. Yo la cogí y la olí a pleno pulmón, detectando un suave aroma a perfume femenino y, si, algo más debajo, un olor a piel, el olor personal de Cristina, persistente, indefinible, su marca particular. Después de examinar la blusa, la solté y me dediqué a admirar a la bella Cristina. Sus pequeñas tetas destacaban, cubiertas aún por el sujetador, como dos deliciosos meloncitos prometedores, a pesar de su reducido tamaño. Dedicándome una sonrisa de sus blancos dientes, Cristina se desabrochó el sujetador y lo dejó caer al suelo, tapándose rauda las tetas, antes de que yo pudiese ver realmente nada.
-Vamos por favor -le dije, instándola a dejarme ver los meloncitos que es escondían bajo sus manos protectoras. Pero en lugar de apartar las manos, se dio la vuelta y me mostró la desnuda espalda. Sus manos bajaron hacia los muslos, dejándome ver el borde de una teta desnuda. Con un golpe de sus caderas hacia la izquierda y otro hacia la derecha, empezó a bajarse la minifalda, usando las dos manos, hasta dejarla hecha un ovillo a sus pies. Llevaba unas bragas amplias, que cubrían casi todo su culo. Eran, al igual que el sujetador, de color carne y dejaban mucho espacio para la imaginación. Sin embargo, para mi deleite, Cristina empezó pronto a bajarse las bragas Primero, dejó medio culo al descubierto mi polla empezó a ponerse realmente nerviosa luego, el culo desnudo de Cristina Torralbo apareció al completo ante mis narices mi polla se movió, ansiosa por salir Cristina siguió bajándose las bragas ya las tenía a medio muslo se giró hacia mí con su hermosa cara sonriente, se inclinó hacia delante y avanzó hacia atrás, hasta pegarse literalmente a mi tenía el culo de la bella Cristina a un centímetro de mi cara no podía soportarlo, mi polla pedía guerra, acción podía verle el agujero del culo me bajé la cremallera, me saqué la polla, tiesa y a punto las bragas de Cristina cayeron al suelo pude verle el conejo se lo había depilado por completo casi podía ahhh siii. . podía olerlo, un olor especial el de los coños mojados porque Cristina estaba cachonda, eso me constaba ahora de manera indubitable, y mi mente jugó con las posibilidades ¿podría, al fin, follármela?
Pero mis obscenos pensamientos fueron cortados en seco. Cristina se separó de mí lado, se sentó frente a mí, en el sofá, y cruzó las piernas, sacándose de paso los zapatos, mostrándome así, como de pasada, sus hermosos pies descalzos. Ahora podia verle al fin las tetas, unas tetas pequeñas, pero hermosas, firmes, con dos pezoncitos erectos y sonrosados.
-Vamos -me dijo, insinuante- ¿ a qué esperas ?¿ no querías comerte mis pies? Pues son tuyos huélelos lámelos ah, si cometelos
A punto de perder el control, me bajé los pantalones y me quité también el resto de la ropa, mientras Cristina sonreía, divertida al parecer. Totalmente desnudo, me arrastré hasta ella, alcé uno de sus bellos pies y acerqué la nariz Ahh. . sii era verdad lo que me había dicho le olían los pies no mucho, pero al acercarme a ellos, a escasos centímetros, pude percibir el olor, el olor a pies ligeramente sucios que desprendían No me importaba lo más mínimo, más aún, sabía que si no hubieran olido así, no me habría puesto tan cachondo como estaba. Así pues, aplasté mi nariz contra la planta de uno de sus pies, el que sostenía en la mano y olí a pleno pulmón, llenándome con su olor.
-¡Que guarro eres!- me dijo, sonriendo y mirándome como a un bicho raro. Yo, a lo mío. Después de olerle el pie a placer, me dediqué durante unos segundos a admirarlo. ¡Que maravillosos pliegues se escondían entre el talón y la parte delantera, que deliciosas arrugas y que suave era la parte inmediatamente posterior a los dedos! Y sin poderme resistir más, saqué la lengua y empecé a lamerle el pie. El sabor de su pie me puso aún más cachondo. Sabía que tenía la polla tiesa y palpitante, meneándoseme casi con voluntad propia allá abajo, entre mis piernas.
-Bueno, ahora -me dijo, retirando su pie del alcance de mi lengua- el otro. Y me puso ante la cara el otro pie, que olía como el que acababa de lamer. Y sin protestar, me puse a olerlo. Después de hundir mi nariz en su deliciosa planta olorosa, saqué la lengua y empecé a lamer, esta vez, los dedos. Primero engullí el dedo gordo, que sabía delicioso, con un ligero toque a sudor. Lo chupé con ansia y luego, me dediqué a lamer los otros, hasta dejarlos todos chupados y lamidos por completo, relucientes con mi saliva recién derramada.
-Muy bien-me dijo Cristina, retirando también éste pie- Ahora, ya me has visto desnuda y me has lamido los pies, además de olerlos, como era tu objetivo Creo que me debes dinero
Confuso, caliente y con la polla a punto de estallar, me levanté como pude y fui hasta donde estaba mi ropa. Allí encontré el fajo de billetes que había traido. Se lo lancé a Cristina y ésta, con un gesto de infinita avaricia, lo cogió al vuelo y lo contó rápidamente.
-Perfecto. Ahora, me voy a vestir. Nuestra transacción ha terminado.
Me quedé de piedra. Sabía que eso era lo que habíamos pactado, pero creía que Cristina estaba tan cachonda como yo y que accedería a follar conmigo. Vamos, en realidad, creía ingenuamente que le gustaría echarse un polvo conmigo, sin cobrar.
-¡Por favor, Cristina!. . . Seguro que tú también quieres follar anda por favor, pongámonos a follar sólo un ratito sólo un polvo después me iré por favor -le supliqué.
Casi sin mirarme, como si yo fuera una excrecencia viscosa que no debería existir, dijo:
-Veo que estás empalmado la tienes tiesa y dura a punto, diría yo en fin podría hacerte un favor
-¡Siii por favor solo un polvito !-gorjeé yo, a punto de masturbarme allí mismo si Cristina no accedía a follar conmigo.
- Pero no pienso follar contigo hoy no, por lo menos en fin veamos puedo hacerte una mamadita no creo que tardes mucho en correrte
-Vale una mamada lo que tú digas chúpame la polla, vamos ¿ a qué esperas?-la urgí.
Pero Cristina Torralba no se movió del sitio.
-Te haré una mamada si tú me pagas lo que yo crea conveniente ¿estamos?
-¡Te pagaré lo que sea!- grité, a punto de perder el control.
-Muy bien, esta es la cantidad - y se acercó a mí y me la susurró al oido.
-¡Que barbaridad!¿Crees que soy millonario, para permitirme pagarte eso por una mamada?¡Por esa cantidad podría tener cinco putas para mí solo durante toda una noche y me sobraría dinero!-
-Pues, hijo, contrata a esas cinco putas y diviértete. Ese es mi precio. Mi boca no se usa en banalidades.
Y se dio la vuelta, aparentemente dispuesta a vestirse y a mandarme a la mierda. Veía su hermoso culo, que aunque era pequeño y más bien plano, me ponía cachondo. Veía sus perfectas piernas, desnudas, depiladas, con los músculos marcados, con los contornos perfectamente definidos unas piernas de ensueño terminadas en unos pies sencillamente divinos. Y veía su delicioso rostro de refilón, una bella cara con carnosos, aunque pequeños labios, una cara blanca y fina sería tan maravilloso que esa boca me chupara la polla Y acepté. Le debería la exagerada cantidad que había pedido. Tendría que trabajar mucho para saldar mi deuda con aquella puta de altos vuelos, pero no podía escabullirme de su poder de atracción.
-Muy bien te pagaré lo que dices pero ahora, por favor ¡chúpame la polla, te lo suplico!-grité, exaltado.
Y Cristina Torralbo avanzó hacia mí, se puso de rodillas y, mirándome pícaramente, se llevó mi polla a la boca, cogiéndola con una mano, y la engulló.
-¡AAhhhh siiii. . !-gemí yo, alcanzando unas cotas de placer que resultan difíciles de explicar. Sentía la presión de sus labios sobre el tronco de mi polla, sentía su lengua deslizarse por todo mi glande sentía incluso la leve presión de sus dientes Lo increíble había sucedido, pensé, . . ¡Cristina Torralbo, completamente desnuda, me estaba chupando la polla!
-¡¡Sluuurppp!!-gimió Cristina, empezando a chupar, sin dejar de mirarme con sus bellos y grandes ojos. Ví como se formaban dos grandes valles en sus mejillas, mientras me succionaba la polla como una bomba poderosa. Sentí su saliva mojando mi verga sentí como su boca avanzaba, hasta engullir por completo mi polla, sentí como la bamboleaba de un lado a otro de su boca, como si mi miembro fuera un juguete en su poder.
-¡¡Aaaahhh chúupaaamee siiii !!-continué gimiendo, lanzando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos un instante, para abrirlos al siguiente, pues no quería perderme el espectáculo. Cristina continuaba mirándome, mientras bombeaba con la boca, chupándome la polla con una pericia que me hizo sospechar que no era la primera vez que usaba la boca para estos menesteres.
-¡¡Slurp. . slurp. . slurp. . slurp!!-se oía a Cristina, mientras continuaba chupándome sin descanso.
Pronto comprendí que iba a correrme. Mi polla estaba ya a punto y la lengua de Cristina, comprendiéndolo también, empezó a lamer de nuevo con deliberada lentitud, concentrándose en mi sensible glande. Y llegó el momento deseado.
-¡¡AAAhhhh siiii ohhhh ohhh. . me me. . cooorrooo. . !!!-gemí, en el paroxismo del placer, dejando que la tensión acumulada estallase y se derramase en gruesos y viscosos chorros de semen caliente que llenaron la boca de Cristina Torralbo.
-Slurp. . ahhh. . mmmm -gimió Cristina, acumulando en su boca todo el semen posible, antes de abrirla para dejarlo salir lánguidamente, en torrentes a cámara lenta que mancharon sus labios y su barbilla, dirigiéndose luego hacia su cuello.
Pero mi polla ahora estaba libre, y todavía no había terminado de correrme. Sosteniendo la verga con una mano, como si fuera un animal a punto de enloquecer, continué corriéndome. Y esta vez, con certera puntería, los chorros de semen se dirigieron directamente a las mejillas de Cristina, dejándoselas completamente manchadas de esperma chorreante.
Cristina continuaba con la boca abierta, mostrándome la viscosa acumulación de semen que inundaba su cavidad. Yo, con la polla en retirada, la miré, asombrado de lo que iba a hacer, puesto que su mirada divertida no admitía duda.
-Vas a tragártelo todo serás puta-dije y, efectivamente, un segundo más tarde, Cristina Torralbo se tragó todo mi semen, mostrándome a continuación la boca abierta, limpia y vacía de su reciente contenido.
-AAhhh -exclamó, como alguien que acaba de tragarse una delicia- No soy una puta, no lo olvides nunca
-Claro, naturalmente, perdóname no eres una puta claro que no -concedí yo, sin dejar de mirar su hermosa cara, cruzada ahora por varios riachuelos de mi viscosa y blancuzca leche.
Cristina se incorporó. Ahora, sin mirarme ni una sola vez, la vi marcharse, presumiblemente al baño, para limpiarse mi semen de la cara. En efecto, allí fue, pues cuando poco después volvió, ya tenía la cara totalmente limpia. No me decía nada y yo tampoco, así que decidí seguirla por la casa. A continuación, se dirigió a su alcoba, en donde se puso a maquillarse tranquilamente, creo que para evitar que ni un solo rasgo de su cara le recordase que me había chupado la polla. Yo disfrutaba viéndola, allí desnuda frente al espejo, moviendo ligeramente su esbelto y delgado cuerpo, haciendo que las nalgas se le moviesen un poco, sólo un poco, lo justo para arrebatarme de deseo, a pesar de que hacía muy poco que me había corrido.
-¿Qué haces aquí todavía?- me preguntó, justo cuando mi mirada se deslizaba por su entrevista rajita.
-Mirarte el coño-le dije, sin pensar.
Empezó a pintarse los labios. Después de unos instantes, me miró a través del espejo y, simplemente, me dijo:
-Lárgate-
No sé que me ocurrió entonces. Debería haberme marchado, como siempre, después de nuestra transacción. Pero no podía irme. Cristina estaba tan arrebatadoramente hermosa allí desnuda, de espaldas, con aquel magnífico coñito depilado, apenas una sonrosada rajita entre la hinchada vulva. Noté que mi polla empezaba a ponerse realmente dura. Cristina también lo notó, porque se volvió hacia mí y me miró ostensiblemente la verga.
-Vaya ¿vas a violarme?- me preguntó, con indiferencia.
-No lo sé. Solo sé que ardo en deseos de follarte.
-No te bastó con la mamada que te hice hace un rato ¿ no es así?-
Mi mirada basculaba ahora entre sus tetas desnudas, pequeñas, pero firmes y bonitas, con un delicioso par de pezones en erección, y su depilada entrepierna, donde se escondía el coño de aquella beldad.
-Seguro que estás pensando en violarme vamos, admítelo quieres violarme. -me dijo, mientras avanzaba hacia mí. Retrocedí instintivamente, dejando que mi polla, en plena erección, se interpusiera entre ambos.
-Oh. Así que estás armado de nuevo. -me dijo, mirándome la polla. - todavía no te decides pero estoy segura de que quieres violarme completamente segura.
Estaba a un paso de mí. Yo no acertaba a decir nada. Me limité a quedarme allí de pie, admirando a la desnuda, blanca y delgada amazona, la cual, lentamente, alzó la mano y la posó sobre mi polla, iniciando un instante después un suave manoseo de mi endurecido miembro viril.
-Hummm -dijo, sin dejar de mirarme la polla- Tienes una buena polla dura, lo suficientemente gruesa mmmhhh seguro que quieres metérmela hasta el fondo en mi . coño.
Y entonces comprendí. Lo ví en sus ojos metálicos cuando alzó la mirada hacia mi por vez primera desde que empezó a manosearme la polla.
-¿Cuánto me costaría violarte, Cristina?-le pregunté.
Ella sonrió, satisfecha. Al fin nos entendíamos.
-Oh te costaría una buena cantidad que seguro no tienes aquí, ni tampoco en tu casa. . asi que, me la deberías. -me dijo, con un brillo de codicia en los ojos. Y rápidamente, se alejó de mi lado, rebuscó en un cajón de la mesa de noche y volvió con una papel y un bolígrafo. Garabateó algo en el papel y luego me tendió el boligrafo.
El papel era, ni más ni menos, que un reconocimiento de deuda. En él decía que yo le debía una cantidad-altísima, por cierto, - y que se la pagaría en una fecha determinada. Ella había firmado. Y ahora esperaba que lo hiciera yo.
-¿Seguro que no eres una puta, Cristina?- le pregunté con sorna, mientras firmaba, anhelante de deseo, ciego ante su cuerpo desnudo, ardiendo ante la posibilidad de metérsela en el coño y tal vez, por qué no, de metérsela también por el culo.
-¿Puta, yo?¡Ni hablar!-exclamó con voz ofendida, que a mi me pareció falsa.
Y cuando se hizo con el papel firmado, lo guardó en la mesa de noche y volvió a su posición primigenia, de espaldas, mirándose al espejo.
-Bien ahora, empieza el espectáculo Entras en mi habitación, enloquecido de deseo y me violas. No es difícil, ¿no es así?. . . venga, viólame, no tenemos todo el día.
Yo estaba tan excitado que apenas reparé en la sorna con que pronunció las últimas palabras, una sorna quizá teñida de desprecio. Lo único que me importaba era que mi polla estaba tiesa y que Cristina estaba allí, desnuda, a mi alcance, dispuesta a dejarse violar a cambio de una gran suma de dinero.
Me lancé hacia ella. La agarré por los hombros y la obligué a darse la vuelta. Cuándo lo hizo, me miró con cierta sorpresa. Puede que le sorprendiera la intensidad del ataque. El hecho, sin embargo, es que comenzó a interpretar su papel.
-¡Oh, no!¡Qué haces!. . . ¡Suéltame estás loco totalmente loco !. . . ahhh
Sin dejar de apretarle los hombros, me deslicé hacia abajo y empecé a lamerle las tetas, sin olvidarme de sus pezones, a los que les dediqué un par de ligeros mordiscos.
-¡¡AAhhh noo nooo!!-gemía ella, sin hacer realmente nada por evitar mi ataque. -¡Que me violan!¡Socorro socorro . !!-comenzó a gritar.
-¿Estás loca?-le dije-¿Quieres que nos oiga alguien y nuestro pequeño negocio se venga abajo?-
-Bueno era por darle más intensidad a la cosa pero tienes razón. . gritaré más bajito así nadie nos oirá
Con ésta su promesa, volví a sus tetas. Las lamí por completo, chupando los pezones a conciencia. Noté que éstos estaban realmente erectos, lo que unido a los jadeos y a la mirada acuosa de Cristina, me hicieron sospechar que no era indiferente del todo a mis atenciones.
Continué hacia abajo. Me entretuve chupándole el ombligo mientras mis manos, que ya habían bajado de sus hombros, se entretenían a su vez palmoteándole el culo.
-¡Oh mi culo !¡Vas a violarme eres un violador !¡Noo por favor no puedes violarme no puedes ahhh!!
Sus falsas protestas fueron cortadas en seco, pues no en vano había yo empezado a chuparle el coño. ¡Olía tan bien, tan deliciosamente bien!. . . Olía a mar y a playa recién levantada del sueño de la noche olía a todo lo que un hombre desea durante toda su vida y solo consigue en raras ocasiones olía a deseo y a placer a olvido y a descanso olía, en definitiva, a coño. Le metí un dedo hasta el fondo, follándola a conciencia, mientras mi lengua se dedicaba a lamerle el clítoris.
-¡¡AAAAahhhhh . . ahhhh siiii. . ahhhh siii . mas maaaas ahhhh que guuustooo . !!-gemía ella, arrebatada de placer.
Pero pronto dejé de lado su coño. Me incorporé y, agarrandola por los hombros, la empujé hacia abajo.
-Chúpame la polla, puta. -le dije.
-Yo no en fin claro me estás violando es lo normal en estos casos si, bueno, te la chuparé -accedió.
Se puso de rodillas y empezó a chuparme la polla, como había hecho hacía poco. Sentí su lengua enroscándose alrededor de mi polla, sentí sus labios cerrándose sobre el tronco de mi verga, sentí su saliva, manando abundante de su boca lujuriosa. Y, por fin, la sentí chupando, chupándome la polla por segunda vez aquella tarde.
-Slurp slurp slurr -chupaba Cristina, mirándome a los ojos.
-AAhhh siii. . siiguee puuutaaa ahhhh. . -gemía yo, en pleno éxtasis.
La mamada se prolongó durante unos pocos minutos. Luego, tuve que cortarla, puesto que quería follármela y no deseaba correrme estúpidamente en su boca, al menos, no por ahora.
-Levántate siii. . eso es deja de chuparmela vale sii. . asi -le dije.
Cristina se levantó y me miró desafiante, como diciendo ¡Y. . ahora ¿qué, tio?!
Pero yo ya lo tenía pensado. Y con un fuerte empujón, la derribé sobre su propia cama, dejándola boca arriba. Cristina sonrió. Y sin que yo le dijera nada, se abrió de piernas, mostrándome su coño entreabierto, sonrosado y humedecido.
-¡Oh, no vas a violarme!-gimió, falsamente, componiendo con la cara y las manos, en ademán de protegerse de una agresión, una trágica pose. -¡No por favor soy soy tan púdica y virginal!
-¡Si, puta, voy a violarte!-grité yo, siguiéndole el juego. Y salté a la cama, con la polla tiesa y dura en una mano, dispuesto a follármela.
-¡¡Nooo por favor no me folles soy una pobre damisela en apuros noo no me folles!!-decía Cristina, abriéndose aún más de piernas, para facilitarme las cosas.
Y llegó el instante sublime. Me abalancé sobre ella y le metí la verga en el coño, hundiéndosela profundamente, hasta tocar fondo. ¡chof!
-¡¡AAhhhh me estás violando ahhh. . malvado!!-gemía Cristina, golpeándome con los pies en la espalda. Yo, por mi parte, me dediqué en cuerpo y alma a follarmela. Empecé a menearme, adentro y afuera, adentro y afuera, una y otra vez, penetrando en el coño que ocupaba el centro de mis sueños eróticos.
-AAhh. . ahhh. . sii. . sii. . sis. . siiiguee. . ahhh. . no te pares noooo. . mmmmhhh ahhh -gemía Cristina, y yo ya no sabía dónde acababa la comedia y empezaba la realidad con aquella mujer, pero no me importaba, la verdad. Lo único que me importaba era que estaba follándomela y eso era lo importante.
Me aferré a sus tetas, las estrujé a fondo mientras ella gemía de gusto, o al menos eso me parecía. Lamí y mordisqueé sus pezones, hasta dejárselos brillantes y rojizos
-¡¡AAhhh mis tetas . mis tetas . . mis pobrecitas tetas ahhhh. . siii. . siiguee. . aahhmmm!!- jadeaba Cristina y yo continuaba jodiéndola con todas mis fuerzas, suspirando para que aquella tarde de sexo desenfrenado no acabase nunca. Bump. Bump. Bump. Los minutos eran eternos y al mismo tiempo, raudos, mientras follaba con Cristina, sintiendo su cuerpo caliente debajo del mio, sintiendo sus muslos contra mis costados, sintiendo sus pies apoyados en mis nalgas
-AAAhhh siii fóllame fooollame fooollaaamee follame toda . ahhhh -exclamaba Cristina, rodeándome con sus brazos, apretándome con sus piernas desnudas para así insuflar más potencia a mis embates
-Te follo, Cristina, te follo te estoy follando ahhh no te preocupes me encanta follarte ahhh. . - gemí, dándome cuenta entonces de que si seguía en ese plan, pronto me correría y antes quería probar su culo. Así pues, saqué la verga del coño de Cristina-lo que me costó un gran esfuerzo mental, pues estaba pasándomelo realmente bien- y dediqué unos segundos a serenarme, para evitar correrme allí mismo y para recuperar fuerzas.
-¿Qué qué haces por qué sacas la polla qué ?-preguntó Cristina, asombrada. Yo, por toda respuesta, la agarré con las dos manos y la volteé, hasta dejarla boca abajo, despatarrada, mostrándome así mi próximo objetivo: el agujero del culo.
-¡¡Oh, nooo no, no no y no!!¡Ni se te ocurra ni se te ocurra noo!¡¡¡NOOOOOOOOOGGGHHHAAAHHHHHHHMMHH!!!!-gritó Cristina, pero toda resistencia por su parte era inútil : le metí violentamente la polla en el culo, hundiéndola hasta el fondo. En cierto modo, esto si que fue una violación. La estaba violando por el culo y eso me ponía aún más cachondo.
-¡¡Me estás violando de verdad, cerdooo !!¡¡No dijimos nada de mi culo!¡¡Mi culo estaba fuera del tratoooo . ahhhhhh!!!¡¡Estás violando mi culo!¡¡MI CUUULOOOO!!
-No especificamos nada sobre tu culo, putita así que muy bien podía estar incluido en el concepto de violación estuviste de acuerdo en dejarte violar y te estoy violando. .
Cristina ya no dijo nada más. Se limitó a gemir y a jadear ruidosamente, mientras yo metía y sacaba mi tiesa y dura polla de su agujero del culo, proporcionándome un placer tan intenso, que supe que no podría evitar el próximo orgasmo.
-Puta oye puta yo -balbuceé.
-Si qué ahhh que quieres ahora ohhhh . ophh ahhh -
-Creo creo que que ¡¡me coorrooo ahhhh ahhh !!-exclamé, sacando rápidamente la polla del ano de Cristina Torralbo, para correrme espléndidamente sobre sus hermosas y blancas nalgas.
-Ohhh siiii me corro puuutaaa . -gemía, eyaculando sobre el delicioso culo de Cristina.
Después de correrme, caí de bruces junto a Cristina. Permanecimos juntos, acostados el uno junto al otro durante lo que me parecieron horas, pero que tal vez solo fueron minutos. Luego, Cristina fue la primera en levantarse. La oí ir al baño, la oí ducharse pensé en ir a mirarla mientras se duchaba, pero no tuve fuerzas. Cuando regresó, aún estaba desnuda. Para entonces, yo ya me había semiincorporado sobre la cama y contemplaba la espléndida belleza de Cristina, su delgado y estilizado cuerpo desnudo, fijándome sobre todo-no podía evitarlo-en sus magníficos pies, aquellos pies que hacía poco había olido y lamido a placer.
-Creo que me debes -me dijo, acercándose a mi oido derecho y susurrándome una enorme cantidad de dinero.
-¿Estás loca?¡Nunca podría pagarte eso!-exclamé, escandalizado.
-Me has violado ¿recuerdas? Tengo restos de tu semen a buen recaudo y podría denunciarte así que o me pagas o .
Me quedé helado. No podría pagar nunca aquella cantidad. Al final, me había metido en un buen lio. ¡Malditos los pies de Cristina!
-Aunque si quieres puedo darte otra alternativa -me dijo, insinuante.
Y me contó la otra alternativa. Y yo acepté.
Un mes mas tarde
Ahora soy una especie de esclavo de Cristina. Para pagar la deuda contraida con ella, trabajo por la mañana en mi empleo habitual, y por las tardes y las noches, le pertenezco. Le arreglo la casa, se la dejo a punto, hasta le hago la comida. Cuando ella llega, corro como un perro faldero hacia mi ama, -corro desnudo- y le suplico que me deje olerle los pies. Ella, condescendiente, me deja. Y me lleno con los olores de sus pies desnudos, aunque vengan después de un agotador día de trabajo en el cual Cristina no se los haya lavado y haya sudado mucho.
No vayan a creer que no le pago. Sí que le pago, pero una cantidad reducida, puesto que el resto ha sido sustituida por esta esclavitud mía. Creo que me quedan un par de meses de servidumbre. Pero no me quejo. Muchas noches, Cristina se desnuda para mí y me permite lamerle todo el cuerpo, además de los pies. Alguna vez que otra, incluso, he alcanzado la gracia de poder follar con ella, pero sólo cuando la bella tiene ganas. En fin, que las cosas no me van tan mal. Por cierto, Cristina ha dejado pasar mucho tiempo sin depilarse y su cuerpo, cubierto por una capa de suave vello, me parece más más obsceno si esa es la palabra Y la verdad es que oler y lamer sus desnudos pies, cubiertos por una fina capa de pelos, es algo embriagador.
Me parece que podré resistir ésta esclavitud mucho, muuucho tiempo