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Secuestradas (3)

en No Consentido

Secuestradas 3.

            El tiempo parecía haberse detenido. La luz dibujaba suaves paisajes sobre las paredes de la desnuda habitación, mientras los ojos de Lydia se mantenían fijos en el techo. Lydia, treinta y tantos años, pequeña, de pelo negro teñido de oscuro azabache, grandes y hermosas tetas, luchaba por contener las lágrimas que acudían presurosas a sus ojos. Las imágenes de su reciente violación acuden  a su mente y siente  como la rabia y la impotencia la dominan. Un sonido peculiar capta su atención. Al principio, Lydia no logra ubicar el ruido, pero pronto lo hace. Se trata de sollozos. Es una mujer llorando. Y vuelve la cabeza hacia donde se encuentra recostada Cristina Torralbo, su compañera de infortunios. Al igual que ella, está totalmente desnuda. Y también al igual que ella, tiene el cuerpo cubierto de semen. Las dos hermosas mujeres han sido violadas no hace mucho rato por los cuatro esbirros de Isabel, siguiendo órdenes de ésta. Una lágrima surca las mejillas manchadas de semen de Lydia. El oír los sollozos de Cristina la pone muy triste. Cristina está tumbada de lado, de espaldas a Lydia. Ésta tiene, pues, una completa panorámica de la espalda, el culo y la parte posterior de las piernas de su amiga. Y es una buena panorámica, pues Cristina es esbelta, delgada, de piernas preciosas, muy bien modeladas y dibujadas, con unos pies alargados y finos. A pesar de la tristeza que la embarga, Lydia aprecia la belleza de su desnuda amiga, y siente que el clítoris se le endurece. Quiere decirle algo, consolarla. Pero todavía no lo hace. Se limita a contemplarla, fijando su mirada en el culo de su amiga, luego en sus piernas, después en su espalda, incluso en la parte posterior de su cabeza, cubierta por su pelo teñido de color caoba. Las manchas de semen que salpican la piel de Cristina no le restan belleza, antes al contrario. Lydia, sintiéndose sucia por hacerlo, empieza, muy despacio, y de forma silenciosa, a acariciarse la entrepierna, deslizando sus dedos sobre su castigada vulva, mientras ve como la cabeza de Cristina sube y baja, al ritmo de sus sollozos entrecortados.

El brillo del sol claudicante presta a la escena una hermosa tonalidad dorada. Lydia y Cristina, desnudas, tumbadas sobre el suelo de madera, Lydia boca arriba, ligeramente abierta de piernas, masturbándose, y Cristina de lado, llorando, gimoteando, sintiendo que su vida carece de sentido, pues acaban de violarla de modo salvaje. Lydia se masturba suavemente durante algunos minutos. Luego, al notar que el coño se le empieza a humedecer, repta despacio hacia su amiga. Cristina no la oye llegar, tan concentrada está en su propia tristeza y desolación. Lydia, cariñosa, se acopla a la espalda de su amiga, aplastando sus tetas contra los omoplatos de ésta. Luego, entrelaza sus muslos con los muslos de Cristina y, finalmente, presiona las nalgas de su compañera con su vientre cálido.

-Lydia…Lydia…snif…nos han violado… ¡qué horror!...snif, snif…- llora Cristina, inconsolable. Lydia la abraza tiernamente, hundiendo su cara en el pelo de su amiga. Cristina se deja abrazar y luego, se da la vuelta y queda de cara a Lydia. Cristina tiene los ojos enrojecidos y llorosos. Ríos de lágrimas han dejado sus surcos sobre sus mejillas manchadas de semen. Lydia contempla extasiada la blanca piel de Cristina y le acaricia el pelo.

-Shhh…tranquila, tranquila. Ya pasó todo. Ahora estamos aquí, ahora estamos solas…ya se han ido…debemos resistir… ¿recuerdas, Cristina?-

-Si, debemos…pero yo…ellos…no puedo… ¡no puedo más!- exclama la bella Cristina, hundiendo su rostro entre los pechos de Lydia. Y allí escondida, Cristina llora y llora durante varios minutos, mojando la hermosa y blanda almohada que Lydia le presta. Al fin, los sollozos cesan. Cristina tiene la cabeza escondida entre las grandes y hermosas tetas de Lydia, unas tetas manchadas de semen y, ahora, también mojadas con las lágrimas de la propia Cristina.

Cristina Torralbo se siente bien con la cara hundida entre las tetas de Lydia. La violación ha sido demasiado para ella y ahora, ahora se siente bien, casi a gusto, allí desnuda, oliendo la piel de su amiga. Furtivamente, casi sin pensar, Cristina saca la lengua y le lame una teta a Lydia. De forma inmediata, se siente mal por haberlo hecho. Las han violado hace poco y ella se entretiene lamiéndole una teta a su compañera de violación. No está bien, se dice a sí misma. Pero su cuerpo le dice otra cosa. Nota la excitación en el coño, nota que se está poniendo caliente. Alza la cabeza, componiendo en su rostro una expresión de culpabilidad ineludible.

-Lo…lo siento, Lydia…no quería…no quería…lamerte la teta…. ¡que horror!...quiero decir…lamerte el…pecho…yo…yo- balbucea Cristina, mirando con sus grandes ojos tiernos a los ojos de Lydia. Ésta sonríe y le acaricia el pelo a su amiga.

-No te preocupes. No haces nada malo. Ten en cuenta que antes de que…nos violaran…estuvimos a punto de…bueno…de…hacerlo…-

-Si- contesta Cristina, con ojos soñadores. Su mirada recorre primero el rostro de su amiga; luego, se detiene unos segundos en admirar las grandes tetas de ésta. Cristina admite en su fuero interno que está caliente. Y que es Lydia quien la pone caliente.  Sin dejar de mirar a Lydia, Cristina sigue pensando. En su mente, las imágenes de su reciente violación se agolpan, dolorosas. Una parte de su ser solo quiere acurrucarse en un rincón y llorar hasta morir. Pero otra desea seguir adelante, olvidar, aunque sea por unos instantes, el horror pasado.

-Lydia…- susurra Cristina, con los labios muy cerca de los labios de su amiga.

-¿Si, Cristina?- inquiere Lydia, avanzando su boca hacia la boca de su compañera, hasta situarla solo a un escaso milímetro.

-Hazme el amor suavemente, muy suavemente, por favor, Lydia. Quiero hacer el amor contigo. Quiero…correrme entre tus brazos. Por favor.

Lydia une sus labios a los labios de Cristina y la besa con amorosa suavidad. Las lenguas de ambas mujeres se entrelazan durante varios segundos. Luego, los labios se separan. Lydia empuja con delicadeza a Cristina hacia atrás, hasta dejarla completamente boca arriba. Una vez la tiene en esa postura, se sitúa sobre ella y empieza a lamerle las tetas.

-Slurp.Slurp.Slurp- se oye lamer a Lydia, que pronto engulle los pezones de Cristina y los hace objeto de un tierno masaje dentro de la boca. Cristina gime en voz queda, con los ojos semicerrados, sin poder evitar que alguna lágrima acuda a sus ojos, pues no en balde aún está conmocionada por la violación sufrida. Lydia deja pronto de lamer. Se retira hacia atrás un poco, y aplasta sus propias tetas contra las tetas de su amiga – y, ahora, amante-. Cristina gime de placer. Lydia restriega con pasión sus tetas contra las tetas de Cristina, meneándose a un lado y a otro, procurando que sus pezones rocen una y otra vez los pezones de su amada. Cristina empieza a acariciarse el coño, un coño que ya está húmedo y excitado.

-Ohhh…ohhh…siii…- jadea Cristina, increíblemente cachonda. Los pezones de Lydia juguetean a placer con los pezones de Cristina y ésta, que no está acostumbrada a los placeres lésbicos, no hace más que gemir de puro gusto. Para rematar aquel increíble duelo de tetas, Lydia estruja entre sus amplias tetas una teta de Cristina. Luego, repite la misma acción con la otra teta de su amiga. Cuándo termina, Cristina está entregada por completo.

-¿Quieres chuparme las tetas, Cristina?- pregunta Lydia, y la interpelada responde con un vivo gesto de asentimiento. Un segundo más tarde, Cristina engulle una teta de Lydia y empieza a chuparla y a lamerla.

-Ohhh, siii, ohh…sigue…ahhh-gime Lydia, con los ojos casi cerrados, estrujándose las tetas con ambas manos y ofreciéndolas en dulce sacrificio a la boca ansiosa de Cristina, que las acepta y las engulle, las chupa y las lame con auténtica pasión durante varios minutos. Al término de los mismos, Lydia se desliza hacia abajo y acaricia con su rostro el estómago de Cristina, deteniéndose un instante lujurioso para lamer y besar el ombligo de su desnuda amiga. Luego, su nariz se pierde con gustosa locura entre los pelos que cubren la entrepierna de Cristina.

-Ah, que bien hueles aquí abajo- susurra Lydia, aspirando el aroma a coño caliente que impregna la entrepierna de su amiga. Cristina, que sigue masturbándose con una mano, se abre de piernas al máximo, para facilitar la labor a su compañera de infortunio. Lydia admira ahora el bello coño de Cristina, rojizo, brillante y jugoso, una raja abierta al goce sexual sin trabas ni cortapisas, tras la cual se adivinan los pliegues interiores e incluso el clítoris en erección, el más delicioso premio para su audacia. Lentamente, Lydia saca la lengua y la desliza por toda la superficie de la vulva de Cristina, lamiéndole de una sola pasada los labios vaginales, hinchados y mojados.

-Ahhh- gime Cristina, mordiéndose los nudillos para no gritar y aullar de placer- Ahhhh…

Lydia deja de lamer, se incorpora un poco y acerca su rostro a la cara de Cristina. Ésta, ahora, puede sentir en la nariz el aliento cálido de Lydia, puede notar los labios de ésta a pocos milímetros de su propia boca. Sin pensárselo dos veces, junta sus labios con los de su amiga y la besa en la boca.

-MMmmmmhh- se escucha en la habitación, mientras las dos desnudas y excitadas mujeres se besan de nuevo. Cuándo las bocas se separan, aún hambrientas, Lydia empieza a acariciarle el pelo revuelto a su amiga. Luego, se inclina todavía más sobre ella y le lame una oreja, mordisqueándole el lóbulo delicioso.

-MMmmmmhh. Ahhh…- gime Cristina, gozando. Pero Lydia deja pronto de lamerle la oreja. Y le susurra, con voz cálida y sensual, una voz que acaricia los sentidos sobreexcitados de Cristina:

-¿Quieres que te coma el coño, Cristina?-

Cristina siente que se derrite por dentro. Comprende que está cachonda. Muy cachonda. Nota su dedo humedecido en los jugos de su propio coño caliente. Y las palabras de Lydia la llevan a cruzar el límite de la lujuria.

-Si. ¡Si! Cómeme el coño, Lydia, por favor. Te lo suplico, chúpame el coño. ¡Por favor! ¡Hazme gozar!- casi grita Cristina, ardiente de deseo. Lydia sonríe y se desliza hacia abajo nuevamente, mientras le dice a su amiga y amante:

-Eso haré, Cristina, hermosa mía. Tienes un coño precioso.

Pronto Lydia se encuentra ante el coño desnudo de Cristina. La raja del placer de su amiga la atrae como un imán y no tarda ni un instante en ponerse a lamer aquel coño que la llama a gritos. La lengua de Lydia se desliza por la parte exterior durante unos segundos, para luego penetrar en el interior del coño de Cristina, y así lamer y ensalivar los pliegues interiores.

-¡Aahhhhh!¡Aahhhh!¡¡Aaaaaaahhhhhh!!- gime y jadea Cristina Torralbo, alzando sus bellísimas y blancas piernas al aire, mientras Lydia, con la cabeza entre sus muslos, le chupa el conejo.

-Slurp.Slurp…hmmmm…sluurp…ahhh…. - jadea Lydia, babeando de gusto, mientras recorre con la lengua cada pliegue, cada milímetro de aquel coño delicioso.

 

 

-¡Serán zorras, las muy putas! ¡Cerdas tortilleras!- exclama Isabel, que contempla desnuda el espectáculo lésbico de Lydia y Cristina a través de las pantallas de sus monitores, mientras uno de sus esbirros le chupa el coño. Con los ojos fijos en la pantalla  en la que aparece una visión aérea de las dos tortilleras, Isabel está muy cachonda. La imagen es muy explícita. En ella, las dos desnudas mujeres están, la una abierta de piernas y la otra bajo ella, chupándole evidentemente el coño. Isabel oye los gemidos de placer de Cristina y los chupeteos de Lydia. Además, tiene una hermosa panorámica de Lydia, que tiene el culo delante de una de las mini cámaras.

-Putas…putas…puuutas- gime Isabel, mientras el desnudo esbirro le chupa el coño a fondo.

Isabel está realmente fascinada por la escena de desenfrenado lesbianismo que interpretan sus dos cautivas. Tan fascinada, que pronto se viene, corriéndose entre gemidos, mientras en la pantalla, Lydia continúa lamiéndole el coño a Cristina. El esbirro que le chupaba el coño a la malvada Isabel intentó levantar la cabeza, pero ésta, inflexible, lo obligó a continuar su labor:

-¿A dónde vas, estúpido? ¡Yo te diré cuando debes parar! ¡Sigue chupando!- le espetó al hombre. Y este, sumiso, acató su orden y siguió lamiéndole el conejo.

-Putas- sentenció Isabel- No son más que dos putas tortilleras.

 

La lengua de Lydia juega a placer con los pliegues vaginales de Cristina y luego penetra dentro del templo del placer de ésta. Penetra muy adentro, para después salir de pronto y atacar sin compasión el clítoris erecto y duro.

-¡¡AAAAAHHHHH!!- gime Cristina, con los ojos vidriosos y casi idos, cachonda como nunca lo ha estado. Está tan excitada, que incluso ha olvidado su reciente violación. Ahora, solo piensa en el placer intenso y maravilloso que le está proporcionando su amiga Lydia.

Lydia desliza su lengua por toda la superficie del botoncito del placer de su compañera. Después, lo lame una y otra vez, empujándolo a un lado y a otro con la lengua. Finalmente, para acompañar su lamida, penetra con un dedo en la vagina de Cristina, la cual, loca de placer, grita a todo pulmón, aúlla de placer, mientras empieza a correrse.

-¡AAhhh!¡Lydia!¡LYDIAAAA!¡QUE ME COOORROO!!¡AHHHH!- exclama Cristina, corriéndose en abundancia, dejando que su ardiente lava interior moje la cara y la boca y la lengua de su amiga , mientras alza lujuriosa sus perfectas y blancas piernas hacia lo alto.

-Ahh…ahh…ahhhhh….- continua gimiendo Cristina Torralbo, descargando su pasión todavía en forma de abundante torrentera de jugos calientes que mojan la boca y la cara de Lydia. Al fin, el orgasmo va cediendo y Cristina, con la respiración todavía desacompasada, vuelve a poner sus bellas piernas en el suelo. Lydia saca la cabeza de entre los muslos de su deliciosa amiga y se relame , untuosa, los mojados labios. Luego, se une a Cristina en un amoroso abrazo, dejando que sus grandes tetas aplasten las pequeñas tetas de su nueva amante.

-¿Te ha gustado, Cristina?- le pregunta Lydia, acercando su rostro a la cara de su compañera.

-Oh, si, me ha gustado mucho…de hecho…ejem…de hecho, estoy más que dispuesta a repetirlo…ahora mismo, si tú quieres, claro…

Lydia sonríe y besa a su amiga en la boca. Las lenguas de las dos mujeres se enroscan en un ardoroso abrazo de pasión y luego, los labios se separan, dejando solo hilos de saliva para unirlos.

-Claro que sí, tontita- contesta Lydia, acariciándole el pelo a Cristina- Todavía no me he corrido. Y lo necesito, mi amor, lo necesito.

Cristina asiente con los ojos brillando de lujuria. Lydia admira la belleza blanca y deliciosa del rostro de su amiga, apreciando incluso como hermosas las posibles imperfecciones, como una pequeña papada que le sobresale bajo la tierna barbilla o una ligera sombra de pelos que le cubre el labio superior. Lydia descubre que no solo la desea, sino que la adora. Derrocha deliciosos minutos deleitándose en la contemplación  de aquel maravilloso rostro femenino, perdiéndose en su pelo rojizo y enmarañado, en sus grandes y hermosos ojazos, en los rojos labios que conforman una boquita apetitosa como una cereza fresca, tras la cual brillan cautelosos los dientes blancos y menudos. Luego, Lydia se alza y sitúa su abierta entrepierna justo delante de la cara de Cristina. Ésta, excitada, temblorosa, huele a pleno pulmón el aroma a coño caliente y desnudo de Lydia y sin una palabra más, entorna los ojos , saca la lengua y empieza a lamer la vulva de su amiga.

-Ohhhh , si, si, oh, sigue, ahhhh, sigue, sigue, ahhh, Cristina, Cristina, Cristina…¡¡CRISTINAAAA!!¡¡AAAAHHHH!!- gime y exclama Lydia, meneando sus caderas al compás de los certeros lametones de Cristina, la cual pronto deja los exteriores del sexo de su compañera y amiga para dedicarse a lamer y a chupar los pliegues internos, mojados, apetitosos y olorosos, muy olorosos.

-Slurp, slurp, slurp…hummm…que bien sabe tu coño, Lydia- se permite decir Cristina, dejando por un instante de lamer. Pero solo un instante, luego vuelve a su labor, y su lengua penetra aún más profundamente que antes en el santuario aromático y rojizo de su amiga.

-Aaahhh…ahhh…ahhh…- jadea Lydia, con la lengua fuera, relamiéndose de gusto, babeando incluso un poco, meneando el cuerpo como una danzarina frenética. Sus grandes tetas se bambolean a uno y otro lado, sus piernas se abren al máximo, sus nalgas se separan. Cristina desliza sus manos por la espalda de su amiga y pronto alcanza el culo de ésta. Allí, las manos de Cristina se pierden durante muchos minutos, acariciando y pellizcando a placer las nalgas de Lydia.

Cristina está cada vez más excitada, casi más que Lydia. Nunca había comido un coño y la verdad es que lo está pasando muy bien. Se siente bien, se siente excitada, cachonda, caliente, se siente en el lugar en el que tiene que estar, olvidando incluso que está secuestrada y que no sabe que le ocurrirá al siguiente segundo. Pero precisamente por eso aprovecha al máximo cada instante y se deja arrastrar por la marea de sexo desenfrenado que la domina. Alcanza el sensible clítoris de Lydia con su lengua, lo lame, lo requetelame, lo menea con la lengua a uno y otro lado, lo llena de saliva, lo coge entre los labios, lo chupa y finalmente, lo vuelve a lamer otra vez. Y mientras los jadeos de Lydia se convierten en gritos de placer, Cristina deja de acariciarle el culo a su gimiente amiga y usa las manos para masturbarse. Necesita hacerlo, está muy cachonda, nota su sexo mojado y deseoso y tiene que hacerlo. Se mete un dedo hasta el fondo y se masturba, frenética, sin dejar de lamer el sensible botoncito del placer de Lydia.

-¡¡Ahhhh!!¡¡AAAHHHH!!¡¡CRISTINA!!¡¡CRISTIIIIINAAAAA!!- exclama Lydia, corriéndose a gusto, derramándose a borbotones dentro de la boca de Cristina, llenándole la cara con sus jugos calientes y femeninos. Lydia se corre violentamente, sin dejar de gemir, sin dejar de menearse, agarrando el pelo de la despeinada Cristina con fuerza, que no por ello cesa de lamer el conejo de su amiga.

Lydia se derrumba , jadeante, sobre la blanda desnudez de su amiga. Cristina continúa masturbándose, pletórica de deseo. Lydia , como en un sueño, rueda hasta situarse junto a su compañera de desventuras. Contempla su rostro, lleno de semen y de sus propios jugos. Y se da cuenta de que se está masturbando.

-Cristina…- le dice, mirándola a la cara. Cristina, con los ojos semicerrados y la lengua fuera, la mira a su vez y, simplemente, le dice, después de lamerse los labios con su brillante y empapada lengua.

-Fóllame. Por favor. Fóllame.-

-¿Quieres follar conmigo?- le responde Lydia, acariciándole un hombro.

-Si, por favor. Quiero follar contigo, ya te lo dije. Fóllame. Fóllame.¡Fóllame!- y Cristina continúa susurrando la palabra “fóllame” una y otra vez, hasta hacerse inaudible. Lydia la besa en la boca , se pone encima de ella y se desliza un poco hacia abajo. Cristina deja de masturbarse, se abre de piernas al máximo y espera, temblando de emoción. Lydia se abre también de piernas, encajándose a fondo contra la entrepierna de Cristina y echando el resto del cuerpo para atrás, apoyándose en los codos. De ese modo, el coño de Lydia está directamente aplastado contra el coño de Cristina.

-¡Ohhhhh!- exclama Cristina, estupefacta y ansiosa.

-Pues si quieres que te folle, Cristina…¡ te follaré, amiga mía!-

Y Lydia comienza a restregar su coño contra el coño de Cristina. Es decir, empieza a follársela.

-¡Aahhh!- gime Cristina, sintiendo un irresistible placer, un placer que recorre su desnudo cuerpo con la rapidez de una descarga eléctrica y que paraliza su mente, centrándola en un único objetivo : FOLLAR. Lydia cabalga como una valkiria desbocada, meneando las caderas con intensa rapidez, sobando con sus labios vaginales y con su clítoris la vulva y el clítoris de Cristina.

-¡Ahh!¡Aahhh!¡Aaaahhhhh!!-exclama la gimiente Cristina, con los ojos en blanco y la lengua fuera, la respiración desacompasada y el sudor acudiendo a borbotones a su piel desnuda. Lydia aumenta el ritmo.

-¡¡AAAHHHH!!- aúlla Cristina, sintiéndose totalmente follada. Lydia también está más que cachonda. Los dos coños, pegados el uno al otro, restregándose el uno contra el otro, están cubiertos de fluidos. Los jugos los empapan y los lubrican. En un instante mágico, los dos clítoris se enroscan y así permanecen durante varios segundos, mientras las dos mujeres , con las piernas entrelazadas, follan sin freno alguno. Ahora es Lydia la que gime y jadea, total y completamente cachonda.

-¡Aaaahhh!¡Siiiii!¡¡Oh, Cristina, Cristina!¡Cristiiiinaaa!¡AAahhhhh!- exclama Lydia, posando sus desnudos pies sobre los costados de la delgada Cristina. El orgasmo se acerca. Lydia cesa de moverse. Las dos desnudas mujeres tienen los coños unidos, vulva contra vulva, clítoris contra clítoris. Los pelos de la entrepierna de una se mezclan con los pelos de la entrepierna de la otra. Los muslos se pegan a los muslos. El sudor las cubre como una capa de brillante grasa.

Cristina se mueve un poquito.

-¡¡Aaaaahhhh!!¡¡Me co…me cooorrooo…ahhhhmmmmhhh!!- gime Cristina, jadeando, cerrando los ojos para disfrutar mejor el orgasmo que le llega como una ola gigante, arrasándolo todo a su paso. Los jugos fluyen cataclísmicos desde su coño caliente, mojando el coño y los pelos púbicos de Lydia. Ésta aguanta todavía unos segundos más. Luego, también se corre, inundando con sus torrentes el coño de Cristina. De hecho, las dos desnudas amigas se corren juntas, embadurnándose ambas los coños con sus jugos y los jugos de la otra.

-¡¡AAAHHHHAAA!!- gime Cristina Torralbo, arqueando sus caderas para disfrutar mejor del orgasmo.

-¡¡Aahhhhhh!!- jadea Lydia, aplastando su coño todo lo que puede contra el coño de Cristina, incluso mientras se corre.

Y los orgasmos pasan, dejando a las dos amigas felices y satisfechas. Lydia se desenrosca de entre las piernas de Cristina y corre a tumbarse a su lado, abrazándola amorosamente. Cristina corresponde al abrazo y entrelaza sus brazos y sus manos en torno a la espalda sudorosa de Lydia. Después, las dos se besan con pasión. Y después del beso, se sueltan y juntan sus cuerpos. Sonríen. Cristina toca con su dedo índice la punta de la nariz de Lydia.

-Tienes una nariz preciosa, Lydia- le susurra con ternura. Lydia , entonces, acaricia con dulzura el pelo enmarañado de Cristina y después, le pasa lentamente la punta de los dedos por toda la cara, tocándola con suavidad, deleitándose en sentir el contacto de la piel de su desnuda amiga.

-Tú si que eres preciosa, Cristina- le contesta Lydia, acercando su cara a la de su amante. Cristina entorna los ojos y avanza a su vez. Las bocas se juntan en un nuevo y lujurioso beso de amor. Las lenguas de las dos mujeres se enroscan entre sí y la saliva fluye en abundancia.

-¡¡Mmmmmmhhhh!!- gimen las dos al unísono, besándose con pasión. Lydia agarra con ambas manos la cabeza de Cristina, separa sus labios de los labios de su amiga y un segundo más tarde, vuelve a besarla. Cristina disfruta, relajada, en paz consigo misma, olvidando todos sus problemas en brazos de su amante.

Y de pronto, la magia se destruye.

Isabel, siempre Isabel, penetra en la habitación, de estampida, seguida por sus desnudos secuaces. Lydia, que está excitada, abandona la boca de Cristina y se permite echar un vistazo a la recién llegada. Concluye que esa malvada Isabel no está nada, pero nada mal, a pesar de ser toda una cincuentona. Tiene un cuerpo esbelto y bien formado; sus tetas son grandes, aunque caídas y sus músculos aún son fuertes. Su mirada es poderosa y lasciva, una mirada capaz de desnudar, si no fuera porque ambas chicas están ya más que desnudas.

-Vaya, vaya, par de tortolitas. Dejen de besuquearse y vamos a comer, que ya es tarde.- les dice Isabel. Cristina y Lydia se separan, conscientes de lo que les espera.

Imponentes bandejas repletas de comida son depositadas en el suelo, cerca de las dos amigas.

-Bueno, par de putas. ¡A cuatro patas y a comer como cerdas!- les ordena, risueña, la malvada Isabel, hermosa, allí desnuda, con los brazos en jarras, mirando con lascivia a las dos bellas, desnudas e indefensas mujeres.

Cristina mira al techo. El sol reverbera en las vigas superiores, tiñendo la habitación de un bello color dorado.”¡Que pena!- piensa- Si no fuera porque estamos a merced de una loca , sería un bonito día”. Y luego, se pone a cuatro patas, como ya había hecho Lydia, y juntas se acercan, arrastrándose como perras, hasta la comida.

-Me encanta esto- susurra Isabel, disponiéndose a disfrutar. Lydia y Cristina empiezan a comer con las manos y las bocas, desgarrando voraces los enormes trozos de carne asada y demás abundantes viandas que componían su almuerzo. Comen y comen sin parar. Estaban llenas, ahítas. Sentían los estómagos duros y repletos, pues no en balde llevaban ya varias comidas pantagruélicas devoradas gracias a su anfitriona, y no habían vaciado los intestinos. De vez en cuando miran, suplicantes, con las bocas llenas de grasa, hacia Isabel. Ésta, inflexible, les ordena seguir comiendo y comiendo. Además, la hermosa cincuentona se pasea entre las dos treintañeras y les propina , una vez si, y otra también, humillantes palmadas en el culo, alentándolas a seguir comiendo.

-¡Los postres, que bien!- aplaude Isabel, sarcástica, mientras los esbirros depositan en el suelo, frente a las dos hartas comensales, inmensas bandejas llenas de tarta .

-No…puedo…más…¡burp!- suplica Cristina, eructando sin poder evitarlo. Sus ojos están cansados, su cara muestra agotamiento. Las dos mujeres han comido demasiado. Isabel, sin embargo, dura, se sitúa detrás de Cristina. Admira durante un instante la belleza de su desnuda víctima y luego, le agarra la cabeza por el pelo rojizo y la hunde directamente dentro de la blanda y abundante tarta de crema.

¡Splash!

-¡Augmmmgfffff!- gime la humillada Cristina, volviendo hacia Lydia una cara completamente llena de restos de tarta, pareciendo así una protagonista de película muda.

-¡A comer se ha dicho, putas, y sin rechistar!- vuelve a ordenar Isabel. Cristina , llorando, se limpia un poco la cara con el dorso de una mano y luego, vuelve a hundirla en la tarta, para comer. Lydia, indignada, pero temerosa de Isabel, no hace ningún comentario, limitándose a comer, hundiendo también su cara en la cremosa tarta. Un instante más tarde, ambas mujeres, desnudas, humilladas, a cuatro patas, están devorando la tarta, aunque están total y completamente repletas.

-Groinf, gronff, ñam, ñam…- se escucha en la habitación, dorada por el sol. Los hombres se masajean las enormes pollas, sonriendo y disfrutando de la escena. La libidinosa Isabel se relame, babeando de gusto, acariciándose la entrepierna mojada. Cristina y Lydia comen y comen hasta dejar limpias las bandejas. Tienen los estómagos hinchados. Están tan llenas que no podrían comer nada más. Ni una migaja.

-Cristina…- susurra Isabel, contoneándose.- Ahora, limpia la cara de tu novia con tu sucia lengua, vamos.

Cristina la mira con los ojos derrotados y hermosos. Y luego, se acerca a Lydia. Ésta se tumba boca arriba y Cristina se sitúa sobre ella, sentándose a horcajadas sobre el torso de su amiga y amante.

-No te preocupes, Cristina.- le dice Lydia, consoladora. Las caras de las dos mujeres son un poema dedicado a la tarta de crema, blanca  y pringosa. Cristina Torralbo se abalanza sobre Lydia y empieza a lamerle la cara.

-Slurp…slurp…sluuurp…mmmmhhh- gime Cristina, mientras lame y traga lo rebañado. La lengua de Cristina se demora con deleite en la nariz de su amiga, lamiéndola despacio, penetrando incluso en las fosas nasales. Lydia responde a esa deliciosa invasión de su nariz con unos inequívocos gemidos de placer. Cristina, luego, abandona la nariz de Lydia y se dedica a lamerle, despacio y con ganas, las mejillas y los labios .Poco a poco, la cara de Lydia se va limpiando, quedando brillante de saliva, saliva depositada por la lengua de Cristina. Lydia, al ver los labios de su amiga tan cercanos, no puede evitar el abrir un poco la boca y sacar ligeramente la lengua. Cristina , al ver como la lengua de su amiga sale tímidamente, siente de nuevo un rayo de deseo en el coño. De pronto, casi sin pensarlo, se acaricia el conejo y, a la vez, se pone a besar a Lydia. La besa una y otra vez, atraída como un imán por la deliciosa boca de su compañera.

-¡Mmmmhmmm!¡Mmmmmhh!- suspiran y gimen las dos amigas, besándose en la boca sin tapujos, sin importarles lo más mínimo la presencia de la malvada Isabel y sus esbirros.

-¡Si serás puta!- exclama Isabel, horrorizada y divertida a la vez.

Lydia y Cristina siguen en su propio mundo. Besándose. Lydia, entonces, se separa un poco de su amiga y le dice, muy tierna:

-Eres tan hermosa, con esos ojos grandes y preciosos, que no mereces tener la cara sucia…- y se pone a lamerle la cara, quitándole los restos de tarta, de comida, de grasa, de semen, que la llenaban. Cristina se deja hacer,  y pronto su bello y delicado rostro va quedando libre de suciedad y de restos de comida. Lydia, extremadamente cachonda, lame con especial dedicación la boca de su amiga, pasándole la lengua por los labios color cereza fresca una y otra vez.

-Mmmm….ahhh….- gime Cristina, con los ojos semicerrados y abriendo un poco la boca. Lydia aprovecha la ocasión y penetra con su lengua nuevamente en la boca de su compañera, demorándose ahora en lamerle los dientes y las muelas, para luego pasar a acariciarle la lengua.

-¡Aahhhhmmmmhhh!- gime Cristina, derritiéndose de gusto.

El deseo y la lujuria se palpan en el ambiente. Los hombres desnudos se machacan las pollas a toda velocidad e Isabel está también muy cachonda. Cachonda, pero a la vez bastante enfadada. Aquellas dos lesbianas están robándole el protagonismo que desea para sí misma en la función que se está grabando irremediablemente y eso no puede ser.

-¡Basta ya!- exclama Isabel, enfurecida. Lydia y Cristina interrumpen sus besos y caricias lésbicas para mirar a su captora. Isabel comprueba que en la cara de Lydia se muestra una mueca de victoria, una sonrisa sarcástica. Pero pronto, piensa Isabel, cambiará esa mueca por otra menos agradable.

-Cristina- ordena Isabel, acercándose a la interpelada y agarrándola por el pelo rojizo- Quiero que ahora empieces a comerle el coño a tu amiguita.¿ Entendido?-

-Si…si ,claro…- contesta Cristina, azorada porque ahora es plenamente consciente de que ha estado besándose con Lydia delante de Isabel y que ésta, ahora, exige algo más de ella.

-Y tú, Lydia, ábrete de piernas para que tu novia pueda chuparte el conejo.¡Ya!-

Lydia sopesa la posibilidad de resistirse, pero sabe que es inútil. Además, el tono y la voz de Isabel le indican que no está para bromas. Así pues, se abre de piernas al máximo, exponiendo a la vista de todos su jugoso y mojado coño. Cristina está sobre Lydia, componiendo un perfecto sesenta y nueve, con la cabeza entre las piernas de su amiga y su coño al alcance de la boca de ésta.

-Bien, Cristina…¿ a qué esperas?¡ Ponte a chupar!- le ordena Isabel, perentoria. Y Cristina la obedece, sabiendo en su interior que, para su vergüenza, es una orden que arde en deseos de cumplir. Saca su lengua y empieza a lamer el coño de su amiga, empezando por la suave vulva, sensible e hinchada. Narcotizada por el delicioso aroma a coño caliente que la inunda, Cristina se lanza a lamer y a chupar con ahínco y total dedicación.

-¡Aaahhh!- gime Lydia, sintiendo que está demasiado cachonda para resistir mucho tiempo los embates de Cristina.-¡Aaaaaahhhmmmm!

Lydia jadea, babeante, mordiéndose los nudillos con fuerza, pues es tanta la pasión que despierta en ella la lengua de Cristina que arde en deseos de gritar y de gemir y de perderse chillando palabrotas sin sentido. Pero consigue dominarse. Cristina, por su parte, está como en medio de una niebla de sexo. Solo ve ante ella el chocho de su amiga, y lo único que domina su mente es la necesidad imperiosa de chupar, chupar y chupar aquel conejo delicioso y aromático. No le importa que Isabel las esté mirando, no le importa nada. Solo desea…solo desea…

-Slurp, slurp, slurp…ahhhmmm…slurp…s…??-

De pronto, Cristina se detiene en seco. La piel se le eriza, los ojos se le llenan de lágrimas. Siente en su bajo vientre una fuerza descomunal que no puede dominar ni dirigir. Isabel nota la vacilación de Cristina y sonríe. Lo que había estado esperando está a punto de suceder.

-¡Oh, no!- exclama Cristina, aterrada . -¡No, ahora nooo!

Porque Cristina Torralbo está sintiendo unas increíbles ganas de cagar. Unas ganas que no puede posponer ni evitar. Las abundantes comidas han sido demasiado para sus intestinos. Ahora ha llegado el momento de…cagar.

-Bien, bien, Cristina- dice Isabel, acercándose a Cristina, pegándose a su oreja derecha.- Sé que tienes ganas de cagar. Y sé que no te puedes resistir. Es más, te ordeno que no te resistas. Cágate encima de tu amiga Lydia, Cristina. Vamos, hazlo, estoy esperando…y no me gusta esperar.

-¡Noooooo!- exclama Cristina, llorando.-¡Por favor!-

-¡¡No, no Cristina, no lo hagas!!- grita Lydia, realmente asustada, pues no había previsto una humillación tal.

Cristina se debate unos instantes. La presiòn en sus intestinos es demasiado fuerte. Isabel le acaricia la espalda y el culo untuosamente, riéndose de ella. Pero ella no puede evitar que la naturaleza siga su curso. Y no lo hace. No evita nada. Se deja ir. Simplemente, abre las compuertas. Y la mierda fluye.

Cristina Torralbo, desnuda , a cuatro patas, se caga encima de Lydia. Ésta, fascinada, ve como el ano de su amiga se expande para dejar paso a una monstruosidad pastosa y marrón que desciende hacia ella como una avalancha imparable.

-¡Nooo…aagggfffggsss!!- y la gruesa, pastosa y enorme cagada impacta directamente dentro de la boca abierta de Lydia, que se queda quieta, como suspendida en el tiempo, con aquella asquerosa obscenidad entre los labios, semejando ser una fumadora empedernida con un gigantesco puro en la boca. Cristina, sin embargo, no ha terminado y vuelve a cagarse un segundo después, lanzando sobre la cara de Lydia otra masa pastosa y marrón, aunque más pequeña, que, tras aterrizar sobre la nariz de su amiga, le recorre las mejillas y finalmente , le cae hacia un lado, sobre un hombro.

-¡Oh, no, Lydia, por favor!¡Lo sientooo!¡ Que…que repugnante…yo…lo sientooo!- balbucea Cristina, derrumbándose , sin fuerzas, pero visiblemente aliviada, con la cara entre las piernas de Lydia. Ésta, a su vez, se siente tan humillada, tan ultrajada, que pierde todo control sobre si misma y su cuerpo. Y lo que tenía que pasar, pasa. Lydia , tumbada boca arriba, totalmente abierta de piernas, con el agujero del culo perfectamente a la vista, empieza también a cagar. Cristina aparta la cara en el último momento, justo cuando una enorme cagada marrón oscuro surge del ano de Lydia como un torpedo y cae directamente en el suelo de madera. Un trozo de mierda se queda pegada al ano de Lydia, dejándole el culo más sucio aún. Y a Cristina, a su vez , también se le ha quedado pegado al culo un trozo de mierda persistente.

-¡Guarras!- exclama Isabel, exultante de pasión. La escena ha sido perfecta y ahora solo falta completarla.

-Cristina, querida, ¿por qué no coges la cagada de tu novia y te la metes en la boca?- ordena Isabel, socarrona. Cristina la mira con los ojos extraviados, llenos de lágrimas.

-No,por favor, eso no…es…es tan…tan …asqueroso…no- balbucea Cristina, todavía entre las piernas de la derrotada Lydia.

-¿Asqueroso? Pues tu novia no piensa lo mismo…Lleva ya unos minutos con tu mierda en la boca, putita, y no se la ha sacado de encima…¡debe gustarle su sabor!

Cristina no quiere desafiar a Isabel. Así pues, haciendo acopio de todas sus fuerzas, coge la enorme cagada que acaba de defecar Lydia y se la lleva a la boca, con una mueca de infinito asco. Luego, se la mete en la boca.

-¡Así está bien, muy bien, putita!¡Ja, ja, ja,!- ríe Isabel, victoriosa y excitada. – Ahora, quiero que las dos se pongan a cuatro patas, como perras que son. ¡ya!

Y las dos chicas obedecen, sin rechistar. Lydia y Cristina, cada una con la cagada de la otra en la boca, se ponen a gatas y se arrastran ante Isabel, que no cabe en sí de excitación.

-Muy bien, nenas, muy bien- susurra la  malvada Isabel , agachándose para estar más cerca de las dos humilladas mujeres.- Ha llegado el momento del postre, del verdadero postre de esta maravillosa comida.

Las dos treintañeras se miran la una a la otra, con horror. Los ojos de Cristina, sus grandes y bellos ojos, están a punto de vaciarse en lágrimas. Lydia está también a punto de llorar. Lo que les pide Isabel, mejor dicho, lo que les está ordenando, es demasiado humillante.

-¿A que esperan?¿Quieren que les recuerde quien manda aquí, putas?- exclama Isabel, con fingido enfado. -¡A comer!

Empieza Lydia, cogiendo la cagada de Cristina con una mano y llevándosela a la boca. Un segundo más tarde, con los labios fruncidos en una mueca de asco, le da un mordisco pequeño, cierra la boca y empieza a masticar. Luego, tras una pausa, traga.

-¡¡Que ascooooo!!- exclama Lydia, con las lágrimas surgiendo de sus ojos vencidos.

-Eso es muy poca comida para toda una mujer como tú, Lydia- le dice Isabel, sonriendo malévola.- Dale otro mordisco, pero esta vez, que sea un buen mordisco o te las verás conmigo.¿Entendido?

Lydia baja la vista, demasiado humillada para sostener la mirada de Isabel. Luego, se vuelve a llevar la gran cagada de Cristina a la boca . Primero, palpa con sus rojos labios la pastosa y esponjosa textura de la cagada que sostiene en la mano. Luego, le hinca el diente, primero muy poco y más después.

-¡Aggggggghhhh!!- gime Lydia, asqueada, con los ojos cerrados. Al fin, cierra sus dientes sobre la vulnerable masa pastosa que mantiene en la boca y muerde un buen trozo. Los carrillos de la joven se hinchan. Lydia cierra la boca y empieza a masticar.

Cristina observa la escena , de rodillas, con la cagada de Lydia en la boca. Está fascinada, asqueada y apenada por su amiga, pero sobre todo, siente una extraña sensación de excitación sexual en lo más profundo de su ser. Su mente, aterrada ante la posibilidad de estar disfrutando con el espectáculo que proporciona la humillada Lydia comiendo mierda, mierda que , al fin y al cabo, es la propia mierda de Cristina, intenta cualquier cosa para desviar la atención. Así pues, Cristina pronto se encuentra penando por su próxima y segura humillación, pues sabe que ella será la siguiente en comer mierda.

Lydia, al fin, se traga el trozo de cagada.

-¡Bravo, puta, bravo!- exclama, entusiasmada, Isabel, que está literalmente mojada por completo. Los hombres, a su vez, muestran unas impresionantes erecciones, y sus pollas parecen lanzas a punto de partir hacia el enemigo.

Cristina, con la cagada en la boca, mira hacia el suelo. Lydia suelta el resto de mierda que aún sostenía en la mano y se acurruca en el suelo echa un ovillo. Empieza a gimotear, ultrajada más allá de lo que jamás pensó.

-Bueno, Cristina, putita, es tu turno.-le dice Isabel. Cristina la mira, desolada. Sabe que no tiene opción. Lydia ha cagado una mierda más dura que la de su amiga. Cristina sostiene entre sus bellos labios rosados una cagada gruesa y dura, fuerte y grande. Se la saca un instante de la boca, la mira , incrédula , y luego se la lleva a los labios, con increíble delicadeza. Lydia levanta la vista en ese instante, justo a tiempo para ver como su amiga Cristina hinca los dientes con fuerza y parte un buen trozo de mierda, engulléndolo a continuación.

-¡Arrrgggsssffss!- exclama Cristina, con los ojos casi cerrados, y la cara mostrando una inequívoca mueca de asco-¡Es repugnanteeeee!-

Isabel contempla, extasiada, como Cristina Torralbo, una hermosa y bella treintañera, completamente desnuda, con su delgado y esbelto cuerpo de piel intensamente blanca resplandeciendo bajo la luz del sol, allí, en aquella habitación, a cuatro patas, se come la mierda recién defecada por otra mujer.Lágrimas de humillación recorren el rostro de ingenua belleza de Cristina. A duras penas se traga la mierda, pero se la traga. Luego, se acurruca junto a su amiga - y amante - Lydia, y las dos gimotean juntas de modo lastimoso.

Isabel no cabe en sí. Las cámaras están grabándolo todo y ha sido la escena más sucia y obscena que imaginarse pueda. El tipo misterioso, piensa la malvada, pagará muy bien por el placer y el privilegio de ver a sus queridas putitas cagar y comer mierda.

-En fin...- susurra Isabel, que ahora parece reparar en las enormes pollas de sus esbirros por primera vez- Pueden darles por el culo a esas dos sucias golfas... si quieren, claro, porque tienen el culo totalmente enguarrado.

Los secuaces sonríen al oír eso. Es la orden que estaban esperando. Se lanzan a la vez todos sobre las desnudas, humilladas y lloriqueantes amigas.

-¡¡Nooo!!- exclaman Lydia y Cristina al unísono, mirándose la una a la otra con los ojos muy abiertos, las lágrimas desbordándose y las manos entrelazadas- ¡¡Otra vez noooo!!

Pero todos sus gritos son inútiles y lo saben.

Los hombres caen sobre ellas como un alud incontenible. Solo piensan en una cosa : darles por el culo a aquellas dos sucias zorras.

-¡¡Aaaaahhhhhnooooooo!!- grita Cristina, cuándo uno de los esbirros la agarra brutalmente por el pelo, tira de ella y la sitúa a cuatro patas. Lydia también grita al verse arrastrada a tomar la misma postura que su amiga. Ahora, las dos están a cuatro patas, con los culos directamente frente a los empalmados secuaces de Isabel. Y lo que tiene que suceder, sucede. Los hombres se lanzan sobre las dos chicas, dispuestos a violarlas por el culo, a pesar de que tanto Lydia como Cristina tienen los culos totalmente sucios, con abundantes restos de mierda.

-¡¡Ohhhhnoooooooahhhhh!!- exclama Lydia. Uno de los esbirros le mete la polla , tiesa y más que dura, por el agujero del culo y la chica grita de horror y de humillación. El hombre no ha tenido ningún reparo al ver la suciedad oscura y marrón que cubre el agujero anal de Lydia, entre la cual destaca un pedazo de mierda pegada que no ha caído antes, cuando la chica defecaba. La enorme y endurecida polla, repleta de grandes venas hinchadas, se hunde con facilidad en el agujero anal de Lydia y la penetra por el culo con inusitada rapidez, debido a que la defecación ha dejado el ano y el recto de la chica totalmente reblandecidos y esponjosos.-¡¡Noooo…nooo…ohhhhh!!

Lydia nota que la polla la viola con total facilidad. Y lo que es peor :  nota que esa facilidad, esa suavidad, están convirtiendo la  violación anal a la que está siendo sometida en una obscena fuente de placer.

-¡¡Ohhhhh!!¡¡¡Aaaaahhhhhhhh!!!- gime Lydia. Y sus gemidos son, ahora, de placer. De un sucio y bajo placer que recorre todo su cuerpo partiendo desde su violado culo. Cristina contempla, estremecida y sin comprender, la cara de satisfacción que pone su amiga mientras la están violando. Pronto comprende. Porque otro esbirro se lanza al ataque y reclama como objetivo el culo de Cristina. La bella, blanca y elegante treintañera siente como una poderosa polla la viola por el culo inexorablemente.

Al igual que ocurre con su amiga Lydia, la polla penetra en el sucio culo de Cristina como el cuchillo en la mantequilla, alcanzando pronto el fondo. Como la chica acaba de defecar, ni el ano ni el recto oponen la más mínima resistencia y la verga se hunde suavemente en los intestinos de Cristina, produciéndole un placer intenso, animal.

-¡¡Noooo…por favor…..nooooohhhhh….oooohhh…!!¡¡OOOOOHHHH!!¡¡AAAHHHH!!- gime Cristina, con la mirada ida, el cuerpo en tensión, disfrutando a su pesar de su propia violación anal, algo que nunca había creído posible. El hombre arrecia en sus embates, y lo mismo hace el que está dándole por el culo a Lydia. Las dos chicas gimen de placer, allí, a cuatro patas, con los muslos separados al máximo para facilitar la labor de sus respectivos violadores.

-¡¡Puuutaa!!- grita uno de ellos, violando a Lydia -¡¡Puutaa!!

-¡¡Zorra, ramera barata!!- grita el otro, dándole por el culo a Cristina.

-¡¡Aaahhhh!!¡¡Oooooohhhh!!- gime Lydia, cachonda, mordiéndose los labios para no gritar de placer.

-¡¡Aaaaaahhhhhmmmhhh!!¡¡Aaaahhh!! – exclama Cristina, completamente cachonda.

-Vamos, muchachos- les dice Isabel a los dos esbirros que aguardan su turno con las pollas tiesas en las manos- Seguro que a esas dos sucias golfas les gustará ahora comerse un buen nabo…

-¡¡Oooooohhh, noooo!!- gimen Lydia y Cristina a la vez, mirándose  a la cara, aunque  ahora sus rostros no transmiten horror, sino más bien placer y deseo. Un instante más tarde, sendas pollas se sitúan ante las caras de las dos chicas. Y las dos, sin pensárselo dos veces siquiera, toman entre sus labios las pollas y comienzan a chupar.

-¡¡Slurp, slurp…SLURRPP…MMMMHHHM…SLURP!!- se oye gemir y chupar a Lydia y a Cristina. Las dos amigas, a cuatro patas, chupan una polla cada una mientras son sodomizadas a placer por otros dos esbirros. Tanto una como otra chica saborean ahora las pollas que tienen en la boca, degustando su sabor y su tacto, cosa que no hicieron antes, cuando fueron brutalmente violadas. Ahora, sin embargo, las pollas que tienen en el culo les producen un inefable placer y ambas mujeres disfrutan, no solo de su sodomización, sino también de las vergas que están chupando.

Isabel hace una señal de cambio. Y los esbirros permutan sus puestos. Los que estaban disfrutando de una buena mamada pasan a violar por el culo a las chicas y los que estaban en éxtasis dándole por el culo a las chicas, pasan a sumergir sus pollas en las bocas de éstas.

-¡¡¡Ohhhhhhhhh!!!- exclaman las desnudas y ultrajadas mujeres, sintiendo un redoblado placer en sus culos. Tanto placer sienten, a pesar de sentirse humilladas, que no ponen reparos en chupar las nuevas pollas que se les presentan, pollas que están inevitablemente sucias, cubiertas con restos de mierda. Lydia y Cristina no hacen ascos y lamen la mierda que cubre las pollas. Al fin y al cabo, se dicen, es su propia mierda. La saborean y se la tragan y después, se ponen  a chupar a fondo.

-Esas guarras están a punto de correrse- susurra Isabel, para sí misma, contemplando como hipnotizada los coños mojados de ambas mujeres. En efecto, las rajitas de Lydia y de Cristina rezuman jugos por doquier. Las dos chicas están cachondas, demasiado cachondas. Los hombres continúan violándolas por el culo, si a eso se le puede llamar violación, puesto que las dos amigas violadas gimen y gimen de placer.

-¡Mmmmmhhhh!- gimen las dos hembras, despeinadas, hermosas y trágicamente bellas en su propia humillación-¡¡Mmmmmmhhh!!-

Gimen cada una, con una polla en la boca, sin dejar de chupar ni un solo momento, degustando milímetro a milímetro la polla que las viola por la boca. Y mientras, las pollas que las ultrajan por el culo entran y salen con increíble rapidez de ambos agujeros anales, hundiéndose del todo un momento, para salir al instante casi del todo y volver a penetrarlas de nuevo, una y otra vez, en un juego de amor que parece eterno…

Pero nada es eterno.

Las chicas se corren. Con los ojos muy abiertos, sin dejar de chupar, se corren en abundancia, derramando jugos por doquier, mojando sus muslos y sus piernas, y empapando los pelos de sus entrepiernas.

-¡¡Mmmmmhh….ahhhhh….mmmmm!!- gimen, mientras se corren, sintiendo como un maravilloso y potente orgasmo libera sus cuerpos de toda la carga acumulada y las hace sentirse bien, al menos durante un bello instante. Y los hombres que las violan, a su vez, también llegan al orgasmo. Todos a una sacan sus pollas de sus respectivos agujeros anales y de sus respectivas bocas y empiezan a correrse sobre las humillada mujeres, lanzando chorros y más chorros de semen caliente y viscoso sobre sus caras, sobre sus nalgas desnudas, sobre sus espaldas, sobre sus despeinadas cabelleras, dentro de sus vejadas bocas…Un chorro alcanza a Cristina directamente en sus grandes ojos.

-¡¡Ohhhhauugghh!!- gime la chica, cerrando los párpados, mientras siente como otros chorros de semen le llueven desde todas direcciones. Lydia, por su parte, recibe varios chorros dentro de su boca y , consecuentemente, se traga la esperma sin dilación, mientras los esbirros continúan corriéndose sobre ella y sobre Cristina.

Al final, las dos mujeres se derrumban sobre el suelo, boca abajo, y los hombres, de pie junto a ellas, rodeándolas, las llenan con sus lechosos chorros de semen, hasta que la última gota cae de sus pollas agotadas.

Luego, silencio.

Los hombres se retiran, con las pollas flácidas, a una orden de Isabel. Lydia y Cristina continúan tiradas en el suelo, boca abajo. Están cubiertas de semen , están chorreantes de esperma y, además, a pesar de que les han dado bastante por el culo a las dos, ambas tienen todavía los culos muy sucios.

Gimotean.

Isabel se acerca a ellas por delante, junto a sus caras. Se pone en cuclillas junto a ellas, las agarra a las dos por el pelo, tira con fuerza y…

-¡¡Auuugggg!!- exclaman las dos chicas, alzando a duras penas sus rostros hacia el de su captora.

-Muy bien, putas- les dice Isabel, sin dejar de sonreír- Hemos terminado…por ahora. Les recomiendo que descansen, pues aún falta bastante para la noche.

Luego, las suelta de golpe, con desprecio. Cristina y Lydia no se atreven ni a mirarla a los ojos. Simplemente, bajan, humilladas, la mirada y esperan a que se vaya. Isabel lo hace, poniéndose en pie y marchándose, como una dominadora majestuosa.

Solo cuando l a puerta se cierra con desconsolador estrépito tras Isabel, las ultrajadas amigas se atreven a incorporarse. Sentadas en el suelo, la una junto a la otra, se miran a los ojos, ojos que están enrojecidos de tanto llorar. Pasan varios minutos. Lydia y Cristina se juntan todo lo posible y se abrazan en silencio. Lydia mira profundamente a los ojos grandes y bellos de su elegante amiga y ve en ellos reflejada la humillación total y también otra cosa, la culpabilidad. Los labios de Cristina comienzan a temblar, al tiempo que los ojos se le llenan de lágrimas.

-No…ssshh…Cristina…no llores más, por favor…noo…- la alecciona Lydia, acariciándole el pelo. Pero Cristina, sin dejar de mirar a su amiga, rompe a llorar, escondiendo, humillada, la cara manchada de semen entre sus manos.

-¡Lydia!- balbucea Cristina, hablando a saltos mientras llora sin parar-¡Nos ha…nos ha…obligado a…a…es increíble…no puedo creerlo…!

-Si, lo ha hecho…nos ha obligado a…a…ya sabes…a…ejem…defecar…es horrible, es repugnante, es sucio y humillante, pero no hemos podido evitarlo, nos tiene dominadas, no podemos luchar contra ella y sus secuaces.

-Y…yo…yo…¡¡buuaaaaaaa!!...¡Yo…he…me he…es decir…yo…HE DEFECADO ENCIMA DE TI!!!¡¡DE TII!!¡¡BUAAAAAA!!

-Si, pero no tuviste más remedio.- le dice Lydia, que en realidad se siente más humillada de lo que quiere reconocer.

-Y después…después…snif…después…nos han violado y nosotras…nosotras…¡hemos llegado al orgasmo!¿Como ha podido pasarnos eso?¡Es tan humillante!¡ Alcanzar el orgasmo mientras te violan!

-Bueno, Cristina. Recuerda que teníamos los culos sucios y pringosos, lo cual quiere decir suaves y facilones. Nuestro cuerpo no entiende de violaciones. Solo de placer y de dolor.

Cristina mira a su amiga. Luego, sorbiendo los mocos, mira al suelo. Y , como una niña ingenua y virginal, contesta, con voz infantil :

-Si…lo entiendo…placer…placer…nuestro cuerpo solo quiere…placer…- susurra, levantando la mirada hacia su compañera. La cercana desnudez de Lydia la excita, y la excita tanto que pronto olvida la terrible humillación a que ha sido sometida y solo piensa en que necesita hacer de nuevo el amor con aquella hermosa mujer. Y Lydia, sorprendida, siente como las manos de Cristina se posan en sus tetas.

-Cristina…ahora no creo que sea el momento…- le dice, intentando apartarse de ella. Pero Cristina insiste. Le manosea las tetas a Lydia y luego se las lleva a la boca, dónde las chupa a placer durante unos minutos. Lydia se deja hacer; no puede o no quiere llevarle la contraria a Cristina, sobre todo ahora.

-Cristiiiinaaa….ahhhmmmm…no debes hacer eso…no ahora…mmmmhhh…Isabel…volverá en cualquier momento y…y…ohhhhh- exclama Lydia, ya sin fuerzas para oponerse a las dulces caricias de su compañera.

-Slurp…slurp…mmmhh…me encantan tus tetas, Lydia- le dice Cristina, dejando de lamer las grandes tetonas de Lydia un momento para acercar sus labios a los labios de su amiga.

-Y a mí me encanta tu boca, tu deliciosa boquita, tan roja, tan dulce…ammm….y por eso voy a besarte.- le dice Lydia. Las bocas de ambas mujeres se juntan y Cristina se deja besar. La lengua de Lydia domina la situación y se pasea triunfante por dentro de la boca de su amante. Cristina, cachonda, se siente ardiendo por dentro.

-Chúpamelo, Lydia, por favor- suplica Cristina, abriéndose de piernas por completo y ofreciéndole a su amiga su coño rojizo y mojado.- Si no me lo chupas, tendré que masturbarme aquí mismo…no puedo soportarlo…chúpamelo, por favor…

Lydia accede. Todo sea por hacerle un favor a una amiga, se dice. E introduce su cabeza entre los muslos delgados de la esbelta Cristina y empieza a lamerle el chochito. Y mientras penetra con su lengua en el coño de Cristina Torralbo, piensa que es increíble lo cachondas que están las dos, tan cachondas, que ni siquiera la reciente sesión de defecaciones y humillaciones ha bastado para enfriarlas. Al contrario, Lydia piensa que ha servido para ponerlas más cachondas aún.

-¡Aaahhmmm!- gime Cristina, agarrando con fuerza los pelos de su amiga Lydia- ¡Sigue!¡Sigue!¡Ohhhhh, siii, como chupas, Lydia…ahhhh!!¡No resistiré mucho más!-

La lengua de Lydia lame con verdadero estilo lesbiano los pliegues del sexo de su amiga y luego le dedica una sesión magistral al clítoris erecto y en posición. Cristina se queda seca. En pocos minutos, la lengua de Lydia la lleva al orgasmo.

-¡¡Me cooorrooo…ohhhh…me cooorrooo…!!¡¡Amor mío!!¡¡Me coorrooo…Lydia, amor mío…ahhh…eres maravillosa!!- exclama Cristina, estallando en un brutal orgasmo que inunda de jugos la ya manchada boca de Lydia.

Lydia surge de entre las piernas perfectas de Cristina como una diosa invencible. Acerca su cara a la cara de su amiga, una cara manchada de semen como la suya, y la besa en la boca. Un beso suave y corto. Luego, se tumba junto a ella, dos mujeres desnudas muy juntitas, hombro con hombro, sonriendo, como si nada pasara.

-Cristina- susurra Lydia, con una mano sobre las pequeñas y temblorosas tetas de su amiga- Tienes la cara  manchada de semen. ¿Quieres que te limpie?Me gustaría limpiarte la cara con mi lengua.

-Oh, si, hazlo- concede Cristina, que siente como su fuego interno se aviva nuevamente al oír las palabras de la tetuda de Lydia. Ésta, que no esperaba otra cosa, acerca su rostro al blanco y bello rostro de Cristina, que tiene su deliciosa y tersa piel cubierta de semen, y saca la lengua. Durante los minutos siguientes, Lydia lame a placer la cara de Cristina.

-Slurp, slurp, slurp…mmmmh…laps…laps…-

Lydia lame y rebaña todo el semen que puede, luego, mete adentro la lengua y se lo traga. Antes de tragárselo, el semen pende lascivo de la lengua de la chica, y Cristina aprovecha de cuando en cuando para sacar también su lengua y disputarle el premio a la lengua de su amiga. Cuándo esto sucede, ambas lenguas se encuentran en terreno de nadie y se deslizan la una por encima de la otra, rebañando cada una todo el semen que puede.

-Oh, si, limpiame todaaa…- gime Cristina, con la lengua fuera. Está tan cachonda, que no puede evitar ponerse a acariciarse el coño. Pero Lydia está aún más cachonda que ella, no en balde todavía no se ha corrido. Así pues, termina de lamer a Cristina , la empuja hacia abajo, dejándola boca arriba, y le pone el coño encima de la cara.

-Cómete mi coño, Cristina, por favor. No puedo más.- le dice

Cristina acepta sin vacilar. Su lengua penetra en el oloroso coño de Lydia y empieza a lamerle y a chuparle el conejo. Lydia gime , extasiada, presa de un intenso placer.

-Ohhh, sigue….siiiigueee….Cristiiiinaaa….ahhhhh….¡que bien manejas la lenguaaaaaa!- exclama Lydia, lanzando la cabeza hacia atrás y apretando con sus muslos la cabeza de Cristina Torralbo, que continúa, impertérrita, comiéndole el coño. La lengua de Cristina alcanza el clítoris de Lydia. Lo acaricia, lo lame, lo menea de un lado a otro, lo chupa y lo mordisquea suavemente con los labios. Lydia no puede resistir ese asalto a su sexualidad más íntima.

-¡¡AAAAHHHH!!¡¡SIIIIIII!!¡¡MÁS!!¡¡MÁAAASSS!!¡¡AHHHH!!¡¡ME COOORROO!!¡¡CRISTIIIINAAAAA!!- grita Lydia, corriéndose explosivamente, manchando la cara recién limpiada de su amiga, hasta dejarla llena con sus jugos derramados. Lydia se agita sobre Cristina. Luego, termina de correrse y cae hacia un lado.

Transcurren varios minutos de silencio. Cristina, sin poder contenerse, se masturba frenética , metiéndose un dedo en el coño. Lydia, tras recuperarse del orgasmo, se vuelve de cara a su amiga. Ve que se está masturbando y de pronto se da cuenta de que ella también desea hacerlo. Y lo hace. Lydia se mete un dedo en el coño y empieza a masturbarse, siempre de cara a su amiga.

-Oohhh, Lydia…¿qué nos está pasando?¡Estamos masturbándonos como locas!¡Ooooohhh!¡Y como me gusta!- exclama Cristina, arrebatada por el placer intenso y sin barreras que la empuja a la masturbación.

-Creo…ohhhh…creo que todo esto…ammmhhh…que nos ha pasado…nos ha…nos ha…empujado al sexo como….¡¡ohhhh!!¡¡siii, siii, dedito mío, siii,sigue así!!...como vía de escape…supongo…tampoco me hagas mucho caso.

-¿Estás diciendo que…ahhhh…para evitar enloquecer…nos masturbamos…nos corremos…y practicamos el sexo entre nosotras…como lesbianas salvajes…es eso?- susurra Cristina, babeando, con el dedo mojado, y el coño chorreante.

-Sii…pero no es solo eso…tú…tú a mi me gustas…me gustas mucho…y creo que intentaría hacerte mi amante aunque las circunstancias fueran otras…ahhh…siii…estoy a punto de correrme, Cristina…¡Y me gusta!-

-Tú a mi también me gustas, Lydia y…y…¡OHHHHHH!¡Me cooorrooo!¡Me corro!¡Me corro!¡Me corro!- gime Cristina, corriéndose, manchando su dedo con sus jugos, sacando la lengua y jadeando de placer. Lydia, mientras, también se corre, y aprovecha para echarse sobre Cristina y aplastar sus grandes tetas contra las tetas de su amiga. Así, juntitas, las dos mujeres se corren al unísono, mojándose mutuamente los coños sonrosados y calientes.

-Oh, si, ha sido magnífico- susurra Cristina al oído de Lydia, deleitándose en sentir el calor del cuerpo de su amiga pegado contra el suyo.

Y entonces , en medio de ese remanso de paz, surge la voz imperiosa de Isabel, como surgida de la nada, puesto que las dos chicas estaban tan absorbidas por sus actividades amatorias que no la han oido llegar.

-¡Que bonito, que tierno!¡ Las dos putitas se han convertido en dos cariñosas amantes lesbianas!- exclama la imponente cincuentona, con sus largas y fuertes piernas retumbando en toda la habitación gracias a unas botas negras hasta las rodilla que lleva puestas. La siguen, como no, sus esbirros desnudos, cuatro hombres con grandes pollas semierectas, goteantes y ansiosas de marcha. Los hombres llevan bolsas, grandes bolsas vacías y grandes baldes repletos de agua, así como trapos.

- Si, amigas mías, les toca hacer la limpieza…¿Qué pasa?¿Son demasiado finas para ponerse a limpiar?- vuelve a increparlas Isabel. Las dos chicas no dicen nada, simplemente, dejan que les acerquen las bolsas de plástico y los baldes.

-Las bolsas, putitas, son para depositar en ellas sus propios excrementos, que ya veo que están esparcidos por mi habitación…así que…¡a trabajar!- ordena Isabel.

Cristina y Lydia adoptan, sin que Isabel lo ordene, la postura perruna. Avanzan arrastrándose por la habitación a cuatro patas, como si fueran perras. Isabel se relame y no puede reprimirse y les da una buena torta a cada una en pleno culo.

-¡Ay!- gritan las dos chicas, con sus nalgas enrojecidas por el fuerte golpe recibido. Luego, continúan. Primero, venciendo su infinito asco, cada una de las elegantes mujeres desnudas coge con una mano la cagada que tienen más a mano y la llevan , lentamente, hacia la bolsa. La depositan dentro y, como aún falta otra cagada, la más pequeña, Lydia se encarga del trabajo. Vuelve atrás , coge la mierda con la mano y la mete en la bolsa. 

-Bueno, bueno…Ahora, a limpiar…Las quiero de rodillas, limpiando y frotando, hasta que quede tan limpio que se puedan ver reflejadas sus sucias caras en el piso.¡Andando!- espetó Isabel, con rabia. Y para dar mayor fuerza a sus palabras, pateó con saña el culo de Cristina, clavándole casi la punta de la bota en una nalga.

-¡ayyyyy!- gritó la bella Cristina, manteniendo, no obstante, su postura perruna. Después, las dos mujeres se ponen a limpiar, arqueando de forma sinuosa sus cuerpos desnudos. El tiempo pasa. Isabel ha ordenado aumentar la calefacción de la habitación. Lydia y Cristina están sudorosas, con los cuerpos brillantes. Gotas de sudor recorren sus caras, y casi no les dejan ver. Las dos chicas, a cuatro patas, están cansadas. Sus músculos se tensan y tanto Isabel como sus esbirros pueden verlos, transparentándose a través de la piel. Las dos treintañeras, totalmente sudadas, continúan limpiando como pueden, agachadas, a cuatro patas, humilladas por completo.

Isabel las contempla desde atrás. Los coños de las dos  mujeres son visibles al completo, destellando como rojizas bayas en un bosque oscuro y peludo. Sin poder contenerse, Isabel azota los culos de ambas mujeres con las manos, con fuerza y vigor.

-¡Ayyy!- gimen las dos chicas, al unísono. Isabel continúa azotándolas un rato más. Luego, las deja tranquilas, aunque las dos mujeres tienen ahora los culos enrojecidos.

-Por…por favor, Isabel…- suplica Lydia, chorreando sudor- Estamos agotadas…permite que dejemos de trabajar…no podemos…más…ahh…

-¡A trabajar, golfas!- responde Isabel, exultante, abofeteando duramente a la pobre Lydia.

-¡Auughh!- exclama Lydia, humillada en lo más hondo. La mano de Isabel deja una clara marca en la mejilla derecha de la hasta no hace mucho altiva treintañera.

Y Lydia y Cristina siguen limpiando los suelos, hasta dejarlos brillantes.  Sus cuerpos se arquean eróticamente con cada pasada, alzando los jugosos culos al aire, mientras las tetas se menean sin parar , al ritmo de sus movimientos. Cuándo terminan, casi no pueden ni moverse. Están además tan sudadas, que parece que se han duchado en sudor. Se desploman en el suelo como fardos y allí se quedan, mirando al techo, agotadas.

La tarde declina por fin y las oscuras trazas de la noche se insinuan en el aire. Isabel ordena a sus esbirros recogerlo todo.

-Bueno, zorritas. Luego las veo. Ahora, descansen. Creo que la limpieza no les ha sentado bien…- les dice, sardónica. Ni Lydia ni Cristina le contestan, principalmente porque no pueden. Están tan cansadas, tan sudorosas, que solo piensan en descansar.

Isabel se va. En su mente juega con la idea de que , hasta ahora, la grabación de las dos putitas está siendo un éxito. Va a ser una maravilla de película y piensa cobrarle más al misterioso hombre que la encargó.

La calefacción baja en intensidad. Lydia y Cristina comienzan a secarse al aire, sus abundantes sudores empiezan a reducirse. Pero el olor queda. Las dos mujeres llevan ya dos  días enteros allí dentro, recibiendo chorros de semen, meando, llenándose de sudor, comiendo, lamiéndose la una a la otra, y eso afecta. Y mucho. Las dos bellas mujeres huelen a sudor…y a otras cosas. Pero eso no les importa. A ninguna de ellas le importa que la otra huela a sudor y a suciedad. No . Tienen cosas más importantes en qué pensar. Sobre todo, una cosa, la de qué les pasará a continuación.

Pero nada ocurre. Continúan allí tumbadas, recuperándose de los esfuerzos realizados. Cuándo sus corazones se aquietan, se aprietan la una contra la otra, buscando consuelo en la soledad que las rodea.

-Lydia…- susurra Cristina, abrazada con ternura a su amiga- Creo…creo que nos van a matar…snif…

-No digas eso ni en broma, Cristina. No nos van a matar, no sé por qué, pero estoy segura de eso. No nos van a matar, mi amada. Saldremos vivas de aquí.

Y luego, suavemente, Lydia besa a Cristina en la boca. Los labios se juntan, los corazones palpitan al unísono y el mundo desaparece para ambas mujeres. Se besan una y otra vez, sin tener conciencia del tiempo transcurrido. Además de besarse, no cesan de acariciarse la una a la otra. Cristina, obsesionada con las grandes y preciosas tetas de Lydia, no deja de manosearselas ni un instante , mientras que Lydia, a su vez, acaricia el culito redondeado y jugoso de Cristina.

-Mmmmhh…Lydia, amor miooo…ahhh…- gime Cristina.

-Mmmmhh…Cristina, desearía fundirme con tu cuerpo…ahhh…eres tan perfecta, tan esbelta…tan…ahhh…

De pronto, la puerta se abre. La noche ya es completa.

-¡Pero es que ustedes dos nunca paran, zorras , golfas, putas!- exclama Isabel, falsamente indignada.-¡ A comer, y luego, a dormir, y nada de juegos, que mañana tienen un día muy duro, putitas!

Las dos sorprendidas mujeres observan el ingente menú que, como siempre, les preparan en el suelo los esbirros de Isabel.

-Bueno, Cristina, vamos a comer- comenta Lydia, sonriendo a su amiga.

-Eso haremos, Lydia, amor mío.

Y las dos mujeres, ansiosas, desnudas, sucias, cachondas, se ponen a cuatro patas y hunden sus bellas caras en las bandejas de comida. Comienzan a atiborrarse. (CONTINUARÁ)

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