miprimita.com

Carta al hombre equivocado

en Confesiones

Carta al hombre equivocado.

Hoy, espero que estés satisfecho porque tuviste algo verdaderamente valioso en tus manos y lo dejaste ir, no solo se te fue tú lo hechaste de tu lado y eso si que es doloroso.

¿Que pensabas? Que me iba a quedar de por vida esperando, a que me amaras como alguna vez te conté que necesitaba, que tú deseo ferviente creciera cada día mas.

No, que equivocado estuviste siempre, una mujer no espera; una mujer como yo al menos busca lo que necesita y yo lo busque en ti, El hombre equivocado.

No me mirabas, no me llamabas, no me querías es mas ni siquiera gozaba tener sexo contigo te confieso jamás tuve un orgasmo. Nunca me hiciste vibrar, tu forma de tocarme siempre fría, sin el toque mágico, sin excitación, sin las ganas de querer sentir más.

Me di cuenta desde la primera vez, cuando llegamos al hotel, pensé que iba a pasar una noche verdaderamente bella, yo realmente si te deseaba, se me antojaba morderte, besarte sin parar y recorrer con mi boca tus rincones más ocultos. Deseaba tenerte para mí, y sentirte mío solo por esa noche saber que mañana amanecería compartiendo mi calor con alguien. Sin caer en cursilerías me imagine que sería lindo, placentero, mágico. Quise besarte, y diste media vuelta, te dirigiste a llenar el jacuzzi, no le di importancia porque para mí en ese momento había algo mas fuerte, el poder estar contigo. Pero que tonta si era la señal que necesitaba para poder saber que no querías estar conmigo.

Sabía que él comenzar a desvestirme sería infalible y si, lo fue aunque solo por unos momentos. Comencé a quitarme la blusa y mis senos saltaron amarrados por el sostén, sentí tu mirada penetrante a mis espaldas, y sabía que habías caído en mi trampa. Mi artimaña estaba funcionando, mi cabello acariciaba mis hombros y mis manos se deslizaban suavemente por mi cintura, yo no te veía pero sabía perfectamente que estabas embobado con el espectáculo.

Quería saber que pasaría, tiré del botón de mis jeans, y abrí el cierre, comencé a bajar lentamente hasta dejar ver mi tanga de color verde satinado, saque mis pantalones y quedé en ropa interior, luego para rematar acomode mi tanga sutilmente sacándola un poco de en medio de mis nalgas, eso debió ser genial para el observador. Solo escuche tus pasos y porque no, puedo presumir de que también tu corazón latir aceleradamente, pero solo era síntoma de tu calentura animal.

Corriste hacía mi y me volteaste con frivolidad, tus besos fuera de ser apasionados y de deseo rayaban en lo obsceno.

Me mordías los labios, yo sentía un dolor nada excitante, mas bien molesto. Te dije ¡Tranquilo! Ve un poco mas despacio pero no tuve éxito, me di cuenta al ver mi sostén desgarrado en el suelo.

Me aventaste a la cama y sacaste mi tanga como pudiste, abriste mis muslos. Jamás había recibido sexo oral pero si así es siempre no quiero experimentarlo nunca más. Te zambulliste en mi vagina sin nada de delicadeza tus dientes raspaban mi clítoris provocando una sensación espantosa, jamás deseada por una mujer. Estuviste ahí un buen rato y no te percataste que de mis ojos brotaba lagrimas.

Me urgía que me penetraras para sentir una sensación mas conocida, así que te jale hacia mi y bese tus labios, el olor de mi sexo estaba impregnado en tu boca pero no me importó. No estaba lo suficientemente excitada para aguantar eso, pero creo que estaba mejor que todo lo demás.

Tu pene quedo en la entrada de mi vagina, vergonzosamente seca y tu lo introdujiste sin el menor cuidado si la menor seña de piedad hacía mi. Un grito salió de mí, y mis ojos seguían desprendiendo lágrimas, pero tu jamás te percataste de ello. Seguías con tu mete y saca nada placentero. Deseaba en ese momento que todo terminara, anhelaba que fuera una pesadilla. Irónicamente me miraste a los ojos y me preguntaste ¿Te falta mucho? No lo podía creer, solo alcance a mover la cabeza de un lado a otro para decirte que no.

Volviste a mirarme y me dijiste ¿Te gusta? Por dios santo no me quedó otra mas que decirte que no, y soltarme a llorar como un niño, porque no te veía ganas de terminar jamás, no te importó mi respuesta por el contrario aceleraste el ritmo y te sentí eyacular dentro de mí. Eso era mejor que todo lo anterior.

Te levantaste y me fui corriendo al baño, me sentía sucia, violada, me sentía ultrajada, me sentía impotente, y de mi garganta emanaba solamente asco de haber compartido parte del tiempo sexual que me toca con alguien como tú.

Las próximas veces fueron peor pero que bueno por una parte que me tocó compartir sexo contigo, porque hoy puedo distinguir entre lo bueno y lo malo.

Pamela Saravia.

Septiembre 21, 2004 .

pamela_saravia@yahoo.com.mx