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Te odio... te deseo... (y 2)

en Hetero: Infidelidad

"Vaya…no podía dejar de venir, claro", pensé cuando la vi salir del ascensor. Iba con Javi, su novio, un compañero mío de clase…y ex - amigo. Ella también lo era. Compañera de clase y ex – amiga, las dos cosas. Si hace un año me llegan a decir que las cosas iban a estar así entre nosotros me hubiera reído, porque éramos inseparables. Javi fue la primera persona con la que hablé cuando empezó mi primer curso en aquella universidad. Y eso que lo primero que pensé fue que me iba a matar. Llevaba todo el día sin cruzar una palabra con nadie. Él estaba sentado a mi lado, y por tratar de romper el hielo le comenté lo buena que estaba la chica a la que el profesor había mandado levantarse ara resolver unos ejercicios que había escrito en la pizarra. Era morena, con el pelo largo y rizado. No muy alta, pero con un cuerpo precioso. No era la típica chica explosiva, pero tenía algo que la hacía resultar muy atractiva. Quizás fuera su boca, o quizás sus enormes y expresivos ojos negros, pero no pasaba desapercibida. Para mi sorpresa, no solo no se rió con mi comentario, sino que se me quedó mirando fijamente, sin decir palabra.

"Oye, era solo un comentario, ¿eh?", le dije, "Vaya cara…vamos, que si llegas a ser su novio me matas aquí mismo".

"Pues es que resulta que lo soy", fue lo único que me dijo.

Me quedé helado. Mentalmente pensé lo que me costaría un nuevo traslado de expediente…o un programa de protección de testigos. Antes de que pudiera darle forma a alguna excusa, volvió a hablar: "El caso es que estoy de acuerdo contigo…si pudiera me la tiraba ahora mismo", dijo, y me dio un codazo, sonriendo. La sangre volvió a circular con normalidad por mi cuerpo. Después de eso nos hicimos muy amigos. Cuando acabaron las clases me presentó a Marta, que así se llamaba la chica en cuestión. Además de lo que ya os dije de ella, era majísima, y se rió muchísimo cuando Javi le contó lo que había pasado.

"Qué bien tener admiradores…así si me falla Javi ya tengo recambio", me dijo, guiñando el ojo. "¡Por el recambio!", gritó Javi, y brindamos los tres, entre risas.

Todo iba genial. Ya no me arrepentía de haber decidido haberme ido a estudiar a otra ciudad, como me sucedió los primeros días. Los dos estaban muy pendientes de mí, de que no estuviera solo, de que no me faltara nada…incluso gracias a ellos conocí a Ana, mi novia, que era una de las amigas de Marta.

Pero ahora todo eso había cambiado: ahora ni nos dirigíamos la palabra. Así llevábamos un tiempo y ya me había acostumbrado a verles pasar de largo o girar la cabeza cuando nos cruzábamos. Al principio se me hizo duro, incluso le di muchas vueltas al asunto intentando encontrar la manera de arreglar las cosas, pero no había forma. Casi me había costado mi relación con Ana, y pensé que era mejor dejarlo correr. La cosa se había ido tranquilizando, aunque manteníamos claramente las distancias. Pero últimamente parecía que se habían reanudado las hostilidades, al menos por parte de Marta. Por amigos comunes me había enterado de que había hablado mal de Ana a algunos profesores. No quise meterme en el asunto, pero la cosa no quedó ahí, porque se las había arreglado para que cambiaran la fecha de entrega de unos trabajos sin que ella se enterara, así que cuando Ana lo llevó, no se lo corrigieron por estar fuera de plazo, sin que valieran de nada las explicaciones que le dio al profesor.

No le dije nada de que había sido Marta la que estaba detrás de todo aquello, porque había decidido arreglarlo por mi cuenta. Ya estaba bien de dejar que hiciera lo que quisiera. Iba a ponerle las cosas claras. Sin que se presentara la ocasión había llegado el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad, en el que tradicionalmente nos tomábamos unas botellas de champán con los profesores a la puerta de clase. Después de la jugada que le había hecho a Ana pensé que no vendría, pero me equivoqué. Allí estaba ella, con la mejor de sus sonrisas. No la perdía de vista, aunque de forma disimulada. Estaba esperando el momento adecuado. Y ese momento llegó al fin. Escuché como le pedía a Javi que le sujetara la copa porque tenía que ir al servicio. Dejé que pasaran unos segundos para que no se notara nada, y con la misma excusa, le dejé mi copa a Ana y fui hacia las escaleras.

El servicio estaba un par de plantas más abajo. Mejor. Así sería más fácil. Además, debíamos ser de los últimos que quedábamos en el edificio. Me aseguré de que no había nadie cerca y entré en el servicio de chicas sin hacer ruido. Ella estaba en una de las cabinas. Mejor aún, así sería mayor la sorpresa cuando me viera allí. Me apoyé contra la puerta y esperé, pensando lo que le iba a decir. Estaba más nervioso de lo que me hubiera gustado, pero no solía hacer este tipo de cosas. Lo mío era más bien la diplomacia, pero en este caso no había servido de nada. Oí descorrerse el cerrojo de la puerta. Tragué saliva. La puerta se abrió y salió Marta. No se dio cuenta de que estaba allí. Se lavó las manos, aún sin verme. Se miró en el espejo y entonces me vio.

"¿Qué coño haces aquí?", dijo, dando un paso atrás.

"He venido para aclarar unas cuantas cositas contigo, Marta. Con lo del trabajo te has pasado", le contesté.

"Vaya, vaya, ¿y has decidido tú solito venir? Qué sorpresa… ¿seguro que no está Ana ahí fuera para protegerte?", respondió. El ataque me cogió un poco desprevenido. No pensé que fuera a reaccionar tan rápido y me había dejado algo desconcertado.

"De sobra sabes que no", le dije, intentando rehacerme. "Ana no tiene nada que ver con esto. De hecho no sabe siquiera que he venido aquí".

Marta se sonrió. "Ah, entonces lo estás haciendo a sus espaldas. ¿No será que quieres algo más aparte de hablar conmigo?". Seguía atacando. Sabía que no lo había dicho con esa intención, pero estaba llevándome a su terreno.

Tenía que acabar rápido con la conversación si no quería que se complicara: "No digas tonterías, Marta. Sabes por qué estoy aquí. Quiero que dejes tranquila a Ana, y que nos olvides".

Se quedo callada, como pensando. Después avanzó un par de pasos hacia mí, e instintivamente retrocedí. "¿Es que me tienes miedo?", dijo.

"¿Por qué iba a tenértelo?", contesté. Ella avanzó otro poco y yo di un paso más atrás, y miré hacia la puerta. Fue un acto reflejo, una décima de segundo, pero Marta se dio cuenta: "Te noto nervioso…a lo mejor no tienes miedo de mí, sino de ti…".

No dejaba de pensar en lo mal que había hecho yendo allí a buscarla. Tenía que haberme quedado al margen, como siempre…"¿Qué quieres decir con eso?", dije.

"Bueno, que a lo mejor no estás seguro de cómo reaccionarás…", contestó, mirándome muy fijamente a los ojos.

A esas alturas yo estaba ya bastante nervioso. Además, no sabía exactamente dónde pretendía llegar Marta con esas insinuaciones…o no quería saberlo. "¿Reaccionar? ¿A qué, si se puede saber?", pregunté, temiendo la respuesta.

Por toda respuesta, Marta se desabrochó un botón de la blusa que llevaba, dejando ver el principio del sujetador. "A esto", dijo, y me besó.