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Te odio... te deseo... (y 7)

en Hetero: Infidelidad

Tendría que haber visto que detrás de todo aquello había algo más. El comportamiento de Marta conmigo en público se hizo, por decirlo de alguna manera, demasiado cariñoso. Demasiado incluso viniendo de ella y, sobre todo, teniendo en cuenta que no parecía importarle que estuviera Ana delante. Además, de nuevo como al principio de que me interesara por ella, volvía a parecerme que deslizaba en sus palabras algunas alusiones contra Ana. Cuando lo notaba, la paraba en seco y me enfadaba. Entonces ella me abrazaba, me pedía perdón, me decía que no me preocupara por lo mío con Ana, me daba las gracias por lo bueno que era con ella…y se me olvidaban las amenazas de dar por terminado el asunto.

La situación se repetía cada vez más a menudo y yo tenía que hacer equilibrios para repartirme y estar en dos sitios casi a la vez. Pero lo mío no es el circo y ni siquiera mi cara de bueno podía evitar que Ana tuviera cada vez más la mosca detrás de la oreja. Y yo atado por la promesa que había hecho de no contar nada. Lo peor es que Javi también empezó a sospechar, porque parece ser que Marta hacía poco más o menos lo mismo con él. Y claro, era cuestión de tiempo que los dos hablaran y empezaran a contrastar datos. Discusión tras discusión yo le decía a Marta que aquello no podía seguir así, que al menos tenía que dejarme contárselo a Ana, porque me estaba jugando mucho, pero ella me pedía por favor que aguantara un poco más, que por favor no lo hiciera, que esa misma noche lo arreglaría todo…pero nunca era así y todo empeoraba. Ahora era ella la que me tenía que consolar a veces. Alguna noche incluso se quedó a dormir. No me importaba dormir en el sofá, aunque a decir verdad, por las mañanas la falta de costumbre provocó algunas escenas algo embarazosas: entraba en el baño y me la encontraba duchándose, o al pasar la veía cambiarse con la puerta del dormitorio entreabierta…a veces para estar más cómoda me pedía alguna camiseta mía y como le quedaban enormes, no se ponía nada más excepto la ropa interior…y la verdad es que era un pequeño suplicio cuando en ocasiones su postura en el sofá hacía que se le recogiera poco a poco, enseñando sus bonitas piernas…y si se quedaba dormida dejaba ver incluso el borde de sus braguitas: Me sentía casi un espía, pero tenerla así, tan cerca…sin que ella lo supiera…y no podía dejar de mirarla. Por mi mente pasaban las cosas que ella misma me había contado sobre su relación con Javi. Me hacía sentir realmente mal, pero a veces sin darme cuenta me encontraba imaginándola haciéndolo con él…y me acariciaba mientras lo hacía…Cuando volvía a la realidad paraba, pero no sé…y cada vez mis fantasías iban a más.

Una noche incluso llegué a soñar con ella. Al principio era como si los estuviera viendo en una película, pero la figura de Javi se iba haciendo borrosa y no puedo asegurarlo, porque el recuerdo es algo confuso, como suelen serlo los sueños, pero creo que en algún momento yo dejé de ser yo para convertirme en Javi…o quizás fue él el que me cedió su puesto entre los brazos de Marta. Yo –bueno, quiero decir, Javi, perdón, creo que mi subconsciente me ha traicionado- estaba atado a una silla, en una casa. Realmente al principio yo había entrado en la casa, buscando algo o a alguien y no sé cómo había acabado allí. Entonces entraba Marta y se acercaba a la silla. Daba vueltas alrededor, rozando mi cuello, mi espalda, con su dedo. Me estremecí, pero intente aparentar calma. Sus caricias se iban haciendo más intensas, con todos los dedos, con la palma de la mano…que se enredaba en mi pelo, recorría mi pecho…y se acercaba peligrosamente a mi pantalón. Deslizó dentro su mano y empezó a acariciar mi polla…de verdad que notaba la sensación de calor de su mano sobre mí, las diferentes presiones que hacía, apretando y soltando, subiendo y bajando muy despacio...Yo no me podía zafar, porque aunque me gustaba no quería que siguiera, y se lo decía, pero no me hacía caso. Ella llevaba una especie de camisón claro. No sé exactamente lo que era, pero recuerdo que se lo levantó con la otra mano, dejándome ver su cuerpo, desnudo…y que después se sentó sobre mí. Se movía adelante y atrás, apretándose contra mí, con un suave balanceo de caderas que me volvía loco…ya no le decía que parara, había perdido el control y solo quería sentir ese roce sobre mi polla, una y otra vez…la humedad de su sexo sobre mi pantalón…

El pantalón desapareció, no sé en qué momento, pero pude notar perfectamente cómo mi polla se hundía en ella, resbalando dentro de ese coñito mojado…cómo Marta se dejaba caer sobre mí, con un profundo suspiro…y empezaba a moverse. Yo trataba de moverme, subir mis caderas, sentirme más dentro…acercaba mi boca a sus pechos, que se rozaban contra mi cara, sin dejarme apenas lamerlos, tomarlos entre mis labios como me hubiera gustado, besarlo, chuparlos, morderlos…ella seguía moviéndose, sin detener jamás ese cadencioso ritmo de sus caderas, que subían y bajaban, una y otra vez…cada vez con mas facilidad…sus gemidos eran cada vez más intensos…y yo notaba que no iba a aguantar mucho más…la sensación de calor y humedad en mi polla seguía creciendo…el movimiento se aceleraba…yo me agitaba, desesperado, quería más…más…y con un grito ahogado…me corrí…No pude disfrutarlo por más tiempo, porque me desperté, sudoroso, jadeante…y necesitando cambiar la ropa de mi cama…

Me estaba empezando a trastornar. Ya no podía verla –al menos no todo el tiempo- como a mi amiga Marta. Por supuesto que no me planteaba hacer nada, ni decirle nada. Pero estaba totalmente ciego. A veces quería ver en ella gestos que mostrarán algo parecido a lo que yo notaba, pero no podían ser más que tonterías. ¿Qué diría ella si se enterara? Eres idiota, me decía. Ella te cuenta sus cosas, confía en ti y no se te ocurre otra cosa que ponerte a pensar en ella como si fuera cualquier otra tía. Joder, que es Marta. Es cariñosa contigo porque lo es con todo el mundo. Bueno, contigo más claro, pero es que eres su mejor amigo. Es normal.

Lo dicho. Tendría que haber visto que detrás de todo aquello, de las confesiones, de los cariñitos, de los abrazos, había algo más. Ni siquiera vi lo que estaba pasando cuando una de las veces que había quedado con ella a espaldas de Ana fue precisamente ella la que estuvo a punto de descubrirme. Mi excusa aquella vez había sido estaba medio griposo, que no me encontraba bien y prefería no salir…y por supuesto, que ella no viniera para no pegarle nada. Marta llegó al rato, con comida china y una peli, y le dije que fuera preparándolo todo mientras me secaba el pelo. Le dije a Marta que me avisara si sonaba el teléfono, por si acaso era Ana. Cenamos viendo la tele y pasamos un buen rato, la verdad. Estaba contento por haber conseguido que se estuviera entreteniendo, y seguía con la sonrisa en la boca cuando llamaron al timbre. Joder. Era Ana. ¿Y ahora qué hago? Intentar que no suba, claro.

"Pero, ¿qué haces aquí?", pregunté.

"Nada, jo, pero como te llamé un par de veces y no lo cogías me preocupé un poco, ya sabes como soy…", contestó.

"No haber venido, boba, me duché y luego me había quedado dormido en el sofá, ni lo he oído", improvisé…porque no entendía nada.

Ella me riñó cariñosamente: "Pero cómo se te ocurre ducharte estando así, hombre, te vas a coger una pulmonía, si es que…mañana si que no te dejo solo, que no me fío de que te cuides…". Bueno, al menos, no se le había ocurrido entrar…

"Vale", le dije, intentando cerrar la conversación cuanto antes pero sin que resultara sospechoso

"¿Seguro que no prefieres que duerma aquí contigo", dijo, de repente, cuando ya se iba.

Horror…esto se tuerce…seguí improvisando: "Ni hablar, que no quiero que luego te me pongas tú mala y no poder salir en una semana de casa ninguno de los dos".

Al final dio su brazo a torcer y se fue…Nada más cerrar la puerta me fui al salón como una bala. Marta estaba en el sofá, con las piernas recogidas, estilo indio. "Hijo, cuanto has tardao", me dijo, "que nos van a dar las mil viendo la peli…"

No dije nada. Me limité a quedarme mirándola, callado. La cara que traía debía de ser bastante elocuente, porque me preguntó: "¿Hey, qué pasa, a qué viene esa cara? Era una broma, tampoco es para tanto, hay que ver qué susceptible eres, chico"

Solo acerté a preguntar que a qué había venido lo del móvil. Ella se quedó cortada.

"Joder, perdona, es que…", empezó a decir, pero la corté. ¿Pero es que pensabas que lo decía por decir? Coño, ni que no la conocieras. Si me llama y no contesto, o no la llamo yo, pues iba a venir… ¿no te das cuenta del lío en que has estado a punto de meterme?", le dije, casi gritando. "Me ha llamado cinco veces, Marta, cinco. ¿No te dije que me avisaras si llamaba? Y no sólo eso, joder, es que le has quitado el sonido…¡pero tú de qué coño vas!".

"De verdad que lo siento…joder, no sé, se me pasó decírtelo. Bueno, no, qué coño, te empezó a llamar, y es se pone muy pesada. Claro que la conozco, y por eso…no le vendrá mal estar un poquito menos consentida…"

Volví a cortarla. "Para el carro, tía. No me vengas con esas historias. Ya decido yo si es o no pesada y si tengo que darle más o menos cuerda ¿vale? No pienses por mí lo que me conviene o no…es que joder, Marta, ¿no piensas o qué? Me estoy jugando el cuello por hacer de niñera y de pañuelito de lágrimas…"

No tenía que haberle dicho eso. Lo sé. Pero estaba nervioso y necesitaba desahogarme. Ella se revolvió en el sofá y empezó a llorar. Cuando me acerqué a pedirle perdón me apartó y se fue a la cocina. La seguí. "Joder, perdona…me he pasado tres pueblos, de verdad. Que no te quería decir eso, es solo que me ha pillado todo de golpe".

"Vete a la mierda", me respondió. "Eres un gilipollas y no necesito que un puto niñato como tú me dé palmaditas en la espalda. Si estás con Ana es gracias a mí, no lo olvides. Pero vamos, si no eras más que un pasmado que no se comía una rosca, por Dios"

Aguanté el chaparrón, aunque reconozco queme jodió un poco lo que me dijo, pero merecido me lo tenía. Ahora era ella la que tenía que desahogarse. Me volví a acercar, pero ella intentó escabullirse. La abracé por detrás, sujetándola con fuerza, para que no se me escapara. "Vas a escucharme y a perdonarme quieras o no, ¿te enteras?", le dije riendo. Pero no se dejaba y seguía forcejeando. Ya dije que muchas veces cuando estaba en casa se quedaba solo con una de mis camisetas grandes, a modo de pijama. Eso era lo que llevaba, así que cuando la levanté, sujetándola por la cintura, la camiseta se le subió, dejando al descubierto unas braguitas negras…y sin querer, mis manos rozaron sus pechos al intentar atraerla hacia mí…Me quedé parado y la solté. Me sentía raro. Las sensaciones se agolpaban dentro de mí. Su respiración agitada mientras intentaba soltarse…el calor de su cuerpo, el tacto de su piel, de sus pechos a través del algodón de la camiseta…el ver sus piernas, su ropa interior…A ella le debió pasar algo parecido, porque se quedó quieta, de espaldas a mí, callada. Tardó unos cuantos segundos en volverse y, al hacerlo, me miró fijamente a los ojos, dio un paso hacia mí y sin decir una sola palabra, me abrazó y me besó