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Te odio... te deseo... (y 4)

en Hetero: Infidelidad

No podía volver en ese estado. Me remojé la cara y a duras penas conseguí que mi respiración se normalizara antes de llegar donde estaban todos. Afortunadamente Ana no se dio cuenta de nada, solo bromeó un poco por lo mucho que había tardado. Marta seguía allí, abrazadísima a Javi, haciéndole cariñitos y riéndose con algunos amigos.

Era increíble la facilidad que tenía para engañar a la gente, para manipularla a su antojo….y a mí el primero. No solo por lo que acababa de ocurrir, sino desde que nos conocíamos. Despellejaba a todo el mundo a sus espaldas sin que nadie lo sospechara. Reconozco que a mí aquello me divertía, y pasamos muchas horas muertas en la cafetería de la facultad haciéndolo. Tenía una habilidad increíble para percibir cualquier pequeño defecto, cualquier desliz y sacarle punta. Además, conseguía ponerte de su lado. Tenía especial predilección por las chicas…un par de frases, insinuaciones apenas, bastaban para marcarlas. Me acuerdo por ejemplo de una chica con la que estuve tonteando, Mónica. Nunca le gustó, aunque si yo se lo decía protestaba y lo negaba todo, pero cada vez que se refería a ella dejaba caer una pequeña puntada. La cosa no llegó a más, y cuando lo dejamos definitivamente me felicitó. La misma escena se repitió un par de veces más, con distintas chicas. Aquello en el fondo me hacía sentir orgulloso, pensando que se preocupaba por mí, que de alguna manera me tenía, igual que Javi, bajo su protección. Después pude comprobar lo equivocado que estaba.

Curiosamente fue ella la que me presentó a Ana, mi novia, como ya he dicho. Eran muy amigas, compañeras de clase. Me sorprendió no haberla visto nunca antes, pero cuando le pregunté a Marta me contó que había estado desde principio de curso con una beca Erasmus en Italia y que acababa de llegar. Me encandiló desde la primera vez que la vi...sus ojos azules, de un azul profundo y sereno, la expresión soñadora de su cara, enmarcada por una melena castaña, ligeramente ondulada, que caía sobre sus hombros con suavidad. Era muy bonita. No sé si Marta se dio cuenta de la impresión que me causó, supongo que no, o si lo hizo, no calculó hasta dónde podían llegar las cosas. Poco a poco Ana y yo fuimos conociéndonos más y nos hicimos amigos. De los cafés en la facultad y las cervezas de los sábados con todo el grupo pasamos a quedar alguna vez entre semana los dos solos. Las primeras veces sobre todo para estudiar, porque coincidíamos en una asignatura en la que era casi imposible aprobar si no practicabas con alguien. Nos veíamos en su casa o en la mía y estábamos hasta tarde. Tantas horas juntos hicieron que fuéramos cogiendo confianza el uno con el otro y después de las agotadoras sesiones seguíamos charlando otro ratillo mientras dábamos un repaso a la nevera. Cada vez me gustaba más…no podía dejar de mirarla, de quedarme embobado con su sonrisa, su voz, tan dulce…Espiaba sus gestos, sus miradas, buscando algo que me revelara si ella tenía algún interés por mí.

No quería comentárselo a nadie, y menos aún a Marta, por si tenía tentaciones de lanzar sus dardos envenenados sobre ella. Esto era distinto, muy distinto. Un día me animé a invitarla al cine, y aceptó. No podría decir de qué iba, porque solo tenía ojos para ella. Después de la película la acompañé a su casa. Al despedirnos, en el portal, me atreví por fin a besarla. Ella respondió al beso, primero de forma tímida…indecisa, pero al fin sus labios se entreabrieron, y mi lengua se enlazó con la suya, acariciándola…De pronto se separó de mí y con un rápido adiós subió las escaleras. Los días siguientes la noté rara, distante conmigo. Su actitud me desconcertó, pero no sabía qué hacer ni si decirle algo. Esta vez sí decidí contárselo todo a Marta y preguntarle si ella sabía algo. Se quedó muy sorprendida…la expresión de su cara cambió totalmente, como si la hubiera cubierto una nube. Ahora, sabiendo lo que sé, hubiera interpretado aquella reacción de forma muy distinta, pero entonces lo único que imaginé es que se preocupaba por mí y por ella, por sus dos mejores amigos. Lo que me contó después me convenció. Me dijo que Ana lo había dejado hace poco tiempo con su novio de toda la vida, y que todavía no lo había superado. Él la seguía llamando…iba a verla…en fin, se resistía a desaparecer de su vida, y ella tampoco parecía decidirse a dar ese paso y romper de manera definitiva. Aunque bueno…también añadió que por lo que sabía ella, tampoco es que le hubiera guardado un luto muy riguroso…más bien todo lo contrario. "Así pasan mejor los malos tragos, ya sabes", dijo. Aquello me dejó hundido. Ella se dio cuenta, y riéndose me dijo que no quería decir que yo fuera como esos otros chicos. Demasiado tarde…la bala había llegado a su destino. Reconozco que no me había imaginado que Ana fuera así. La historia tormentosa era comprensible, pero nunca hubiera creído que existiera esa larga lista de conquistas fugaces, frívolas, sin importarle el rastro de corazones rotos que iba dejando…que fueron más de dos y más de tres, según Marta.

Esos días me tuvo muy vigilado. Era un cielo y no dejaba que me desanimara ni un momento. Venía a mi casa después de comer y nos íbamos por ahí hasta las 9 o así, cuando Javi salía de trabajar y nos tomábamos juntos unas cervezas. Me llevaba al cine, o de compras…muchas veces utilizándome como conejillo de indias para probarme la ropa que iba a regalar a Javi, porque teníamos más o menos la misma talla.

Mi rehabilitación sentimental se cortó con una llamada de Ana. Me dijo que me debía una explicación, que se había portado mal conmigo. Vino a mi casa y me contó una historia bastante parecida a la que yo sabía ya por Marta, aunque con algunas diferencias importantes. Su ex se resistía a quitarse de en medio, pero no precisamente porque a ella le faltaran ganas, me dijo. Tampoco salieron a la luz la galería de chicos con los que se había consolado de tan terrible ruptura…Reconozco que estaba bastante a la defensiva, pero no sé…parecía tan sincera…La pose de indiferencia con la que la había escuchado se empezó a resquebrajar cuando me empezó a hablar de nosotros dos, de lo bien que lo pasaba conmigo…y me dijo que le gustaba…que cada día que me veía se moría de ganas por besarme pero no se atrevía…pero que le dio miedo que se hiciera realidad al fin, tan de repente. Le vino a la cabeza su ex, lo que haría si se enterara…miles de cosas…y por eso echó a correr.

¿Me estaba diciendo la verdad? Por un momento pensé en si no sería una forma de conquistarme, si no le habría contado la misma historia a aquellos otros chicos…Pero en sus ojos no había una sola sombra. ¿Sería mentira lo que me había contado Marta? A lo mejor solo bromeaba y yo lo había exagerado. Todos aquellos pensamientos, todas las dudas se borraron de mi mente cuando me besó…el roce de sus labios sobre los míos me hizo perder la noción del tiempo. Sus manos acariciaban mi pelo, mi espalda…la apreté contra mí…

Así empezamos a salir. No le dije nada a Marta, me resultaba incómodo después de lo que me había dicho. No me costó mucho. De hecho aquellos días no la vi casi, era un puente largo, no había clase y los dediqué enteros a estar con Ana…llenándola de interminables besos, de caricias que se deslizaban tímidamente buscando su piel bajo la ropa, volviéndose cada vez más atrevidas…sintiendo las suyas, llenas también de deseo contenido…

Llegó el sábado. Era el cumpleaños de uno de nuestros amigos, Jesús. Lo celebraba en su casa, un piso grande en uno de esos edificios antiguos del centro. Sus padres se habían ido a una boda y pasaban el fin de semana fuera, así que teníamos la casa para nosotros. Nos presentamos en la fiesta por separado, sin decir nada aún a nadie. Ya habría tiempo. El ambiente estaba muy animado, seríamos unas cuarenta personas, diría yo. La noche fue pasando, entre risas, música y bebida. Yo estaba con Javi, Marta y otros, repasando las típicas anécdotas de clase. Ana estaba en otro grupo, pero no nos perdíamos de vista. De repente cambiaron la música y el ambiente se caldeó. Echaron hacia la pared los sofás y todos nos pusimos a bailar…aunque debería decir que yo me quedé clavado mirando a Ana. Estaba impresionante…llevaba un vestido de tirantes azul celeste, corto y con algo de vuelo. El pelo, recogido, pero algunos mechones rebeldes caían sobre sus hombros, moviéndose al ritmo de la música. Bailaba con los ojos cerrados, totalmente entregada…su vestido parecía desafiarme…estar jugando conmigo, con mi paciencia, con mi deseo…porque en cada giro, en cada vuelta, dejaba al descubierto la suave piel de sus muslos, pero solo un instante, un destello apenas que solo conseguí acrecentar mi deseo…

Entonces me miró…parecía otra…aquella mirada serena brillaba con una nueva luz…un oscuro fuego que me abrasaba…que se me clavaba dentro. Sus movimientos se hacían más sensuales cada vez…sin darme cuenta la tenía a un metro…su mirada fija en la mía, para que supiera que bailaba solo para mí…Su cuerpo se pegó al mío y el contoneo de sus caderas me envolvió…sus brazos se entrelazaron alrededor de mi cuello y me besó…todo el deseo acumulado por los dos estalló en aquel beso…mi lengua buscó la suya desesperadamente…mis labios atraparon los suyos, mordiéndolos…sus manos bajaban por mi espalda, acariciándome, apretándome contra ella…no había nada más que ella en ese momento para mí…y quería que se diera cuenta de que me tenía entregado, que mi cuerpo era suyo…mis manos se posaron en sus caderas y la atraje aún más hacia mí, mostrándole cómo mi excitación iba en aumento…Cuando sentí el contacto de la pared en mi espalda me di cuenta de que me había llevado hacia un extremo del enorme salón, algo apartado y menos iluminado que los demás…mis ojos se pasearon un instante por la habitación, pero nadie parecía estar pendiente de nosotros…bueno, nadie, excepto Marta.

Mi mirada se cruzó un instante con la suya, y pude ver como su gesto se endurecía antes de darse la vuelta y marcharse. Pensé si debía ir tras ella, o hacer algo…pero el roce de los dedos de Ana sobre mi piel hizo que me olvidara de todo…cerré los ojos y me abandoné a ella. Sus manos se habían deslizado bajo mi camiseta, y sus uñas trazaban suaves círculos en mi espalda. La intensidad de sus besos aumentó…devorando mi boca…jugando con mi lengua…bajando hasta mi cuello y mordisqueándolo, marcando con sus dientes lo que ya era suyo…mi cabeza se echó hacia atrás, y ahogué un gemido de placer y dolor. Eso me despertó y fueron mis manos las que comenzaron a recorrer su tersa y cálida piel. Me giré y la puse contra la pared…mi boca buscó su cuello y lo besé lo lamí, lo mordí como ella había hecho con el mío…pero continuó bajando…llegaron hasta el borde de la tela…y mi lengua lo apartó…colándose debajo…uno de los tirantes de su vestido se deslizó por su hombro, facilitando mis caricias…mis manos atraparon sus pechos, sujetándolos con firmeza, acercándolos aún más a mi boca, a mi ávida lengua…que rozó levemente uno de sus pezones…pequeños, oscuros, endurecidos por el morbo del momento…un débil "no" llegó a mis oídos, en un susurro…pero solo fue el anuncio de su rendición…una nueva caricia de mi lengua…y el avance de mis dedos sobre su piel, bajo su vestido…y dejó de resistirse.

Era incapaz de controlarme en ese momento, de pensar si alguien estaría mirándonos…estaba ciego de deseo…Sus muslos se separaron al sentir el contacto de mi mano…para cerrarse después sobre ella, ardientes, palpitantes…pero solo un instante después se abrieron de nuevo…entregándose a mí…Con la punta de los dedos continué subiendo, una caricia leve que buscaba hacer crecer el fuego que ya la poseía…su cuerpo se estremeció al sentir mi mano tocando el borde de sus braguitas...jugando con él, dibujando su contorno sin seguir adelante.

Mi dedo se deslizó sobre su sexo, aún a través de la tela, húmeda, que se pegaba a su cuerpo… "Por favor…", fue lo que me susurró entonces…y no me pude negar. "Lo que tú me pidas", le contesté, y mi lengua acompañó mis palabras, haciéndola estremecerse…con un gemido que se prolongó al sentir cómo, por fin, apartaba dulcemente sus braguitas a un lado y la acariciaba con la palma de la mano, resbalando por su sexo empapado…sus caderas se adelantaron, pidiéndome que siguiera…que fuera más allá…y mis dedos, moviéndose primero de arriba abajo, dibujando los bordes de su coñito, comenzaron a perderse dentro…entrando y saliendo con un ritmo suave pero constante…sus movimientos se descontrolaban por momentos…apretando los muslos para atraparme dentro de ella…o avanzando y retirando sus caderas…follándose con mis dedos…"dámelos…así…dámelos más…fóllame…", decía, entre jadeos que intentaba ahogar mordiéndose los labios…Sus gemidos me excitaban tanto que con la otra mano le quité el otro tirante, tirando del vestido hacia abajo y dejando casi totalmente al descubierto sus pechos, besándolos con lujuria, buscando sus pezones, tomándolos entre mis labios, lamiéndolos, mordiéndolos, chupándolos…mientras mi mano seguía clavándose en ella…primero había sido un dedo…después dos…y ahora introducía otro más…que se deslizaba con mucha facilidad en aquel coñito que se deshacía entre mis caricias…caricias más y más rápidas, mas intensas, que ella acompañaba con sus caderas, rítmicamente…sus uñas se clavaron en mis hombros, las piernas le temblaron y apoyó todo su peso sobre mí, sin fuerzas para sostenerse…"me…me estoy corriendo"…suspiró, con voz ahogada…y noté las descargas de placer que sacudían su cuerpo…y como su néctar resbalaba entre mis dedos…

Se abrazó a mí…mis dedos se deslizaron fuera de ella…y me los llevé a la boca, lamiéndolos con deseo…saboreando en ellos su coñito…agarró mi mano bruscamente y la llevó a su boca, lamiendo cuidadosamente cada uno de mis dedos…Yo estaba ardiendo…y ella, bajando su mano hasta mis vaqueros, me dijo… "pobrecita…creo que habrá que hacer con ella…"…y guiñándome un ojo…comenzó a caminar por el pasillo haciéndome un gesto para que la siguiera