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Te odio... te deseo... (y 9)

en Hetero: Infidelidad

Marta y Javi parecían haberse dado una tregua -la culpabilidad, pensé-, así que también yo tuve un respiro. No quería pensar en ello. Sabía que estaba ahí, más cerca de lo que me gustaría reconocer, pero intentaba olvidarlo. Durante un par de semanas nos vimos poco y nunca a solas. Pasé todo el tiempo que pude con Ana y la verdad es que las cosas marchaban bien. Pero estaba claro que aquello no podía durar mucho. No se puede huir siempre. Antes o después se presentaría una ocasión en la que tendría que hacer frente a todo aquello. Y pasó. Pero esta vez, la cosa estalló. Del todo...y lo hizo entre mis manos. Estábamos todos en una discoteca, bailando, bebiendo y riendo. Ana estaba muy cariñosa esa noche. Se movía sabiendo como provocarme, pegando mucho su cuerpo al mío, de espaldas a mí, haciéndome sentir su piel a través de la fina tela de su vestido…Yo le seguía el juego, poniendo mis manos en su cintura, rodeándola y jugando a levantarle un poquito la falda…ella se escapaba hacia delante, mirándome con una sonrisa pícara y al poco volvía hacia mí. Cada vez se pegaba más, y me pasaba las manos por detrás, apretándome contra su culo…le dije al oído que no fuera mala, que me estaba poniendo fatal…pero eso a ella parecía divertirle, porque comenzó a mover sus caderas de un lado a otro, frotándose conmigo, calentándome más todavía…Miré a los lados, apurado, pensando que alguien nos estuviera mirando…pero nadie lo hacía, había una actuación en directo y estaban todos pendientes del escenario…todos menos Marta. Nuestras miradas se cruzaron. Me hizo un gesto con el vaso y me guiñó un ojo. Después se abrazó a Javi y empezó a darle besitos en el cuello.

No sé por qué, pero me pareció raro, artificial. Otro par de veces que miré hacia donde estaban ellos pasó más o menos lo mismo, como si quisiera que viera lo bien que estaba con él, aunque a decir verdad él no le hacía demasiado caso. Bueno, para no ser injustos hay que decir que tampoco era tan rara su actitud si tenemos en cuenta que sus tíos habían venido del pueblo y le habían encasquetado a su prima de 16 años para que la sacara un poco por ahí. Por lo que sabíamos la chica era un poco repelente y seguro que se lo iba a contar todo a sus padres, así que él estaba muy comedido, un poco cortado, y no le daba pie a Marta para casi nada…y eso a ella no le estaba sentando muy bien que digamos. O bueno, eso creo ahora. Todo esto que estoy contando es algo que he pensado más o menos después porque entretanto Ana seguía jugueteando conmigo…La giré, nos besamos y empezamos a meternos mano. Su cuerpo ardía, sus pezones rozaban mi pecho. Deslicé mis manos por sus muslos bajo su ropa, ella echó la cabeza hacia atrás, suspirando, le besé el cuello…y entonces fue cuando ella me dijo que no fuera malo, que parara, que no podía ser… "¿No te acuerdas de que me tengo que ir ahora? No sigas, que si no…nos vamos a quedar fatal"

"Venga, pero quédate un poquito más, no te van a echar en falta por media horita de nada", le dije yo, meloso, intentando convencerla aunque sabía que no iba a poder ser.

"Jo, ya sabes que por mí me quedaría…a ver si te piensas que eres al único que le gusta esto…tendrías que ver como me has puesto", me dijo en un susurro, "pero no puedo…de verdad que en cuanto pueda te compenso…ya lo verás".

Cogió la cazadora, el bolso y me abrazó. "No te enfadas, ¿verdad?". Le dije que no. Qué remedio. "Eres un cielo…pero te prometo que te compensaré. Ciao". Echó a andar hacia la puerta y me lanzó un beso con la mano antes de irse. Joder. Esto no puede ser sano…Me pedí una Coca Cola –fría, muy fría- y me puse a escuchar –por primera vez en toda la noche- a los que tocaban, aunque por lo que pude oír no me había perdido nada. Me acordé de Marta y Javi. ¿Habría tenido ella más suerte y capacidad de convicción? Parece que no, porque los vi discutir. La primita se había ido al servicio y Marta había aprovechado para lanzar el ataque definitivo…y como no había tenido resultado le estaba pidiendo cuentas al bueno de Javi, que intentaba excusarse como podía. Cuando volvió la tercera en discordia, Marta se marchó sin mucho disimulo hacia la barra, se pidió algo de beber –vodka con limón, supongo- y se vino hacia mí. Zigzagueando pero vino. Se colgó de mi brazo y me dio un beso en la mejilla. "Holaaaa, guapo, ¿qué haces tan solito? ¿Vienes mucho por aquí?", me saludó, entre risas y vapores de vodka.

"A veces, con mi hermano gemelo, ¿no lo saludas?", le dije haciendo un gesto como abanicándome.

"Eh tío, no exageres, que no he bebido tanto…de momento te veo a ti, y por cierto solito pero bien solito. ¿Dónde está Cenicienta? ¿Se le hacía tarde?", dijo ella, devolviéndome el cumplido.

"Ja ja ja", aplaudí, "deberías beber más a menudo, te despierta el ingenio", le dije, sacándole la lengua. "Ana se acaba de ir, ya sabes que operaban a su tía y se tenía que ir a casa para cuidar de su primo…aunque bueno, no es la única niñera por aquí", y le señalé con un gesto a Javi.

"Tocada…", dijo, e hizo el ademán de desclavarse el puñal. "No me jodas ¿eh? A ver si no va a hacer falta emborracharse para ser un mago del humor…Estoy de la primita hasta los huevos, y del otro ni te cuento, pero de todos modos me parece que estamos en las mismas los dos. También te han dejado con las ganas, por lo que veo" y acompañó la última frase con un movimiento de cabeza muy claro. Me encogí de hombros.

Javi se acercó un momento para decirnos que iba a llevar a su prima un momento fuera para que tomara el aire y comiera algo, que le había entrado hambre. Sin dejarme tiempo a decir una sola palabra, Marta dijo que les esperábamos aquí. Javi hizo un gesto de resignación ante lo que le esperaba y se fue. Ella empezó a mover la cabeza al ritmo de la música. "Bueno, pues habrá que divertirse un poco ¿no?" Levantó la copa para brindar y se la terminó de un trago, dejó el vaso en el suelo y me cogió por los brazos tirando de mí. "Pero bueno…qué pasa, que las demás no te valemos para bailar o qué". Y como no me movía demasiado, me soltó y se puso a bailar allí delante, dando vueltas a mi alrededor un poco imprecisas por el alcohol y con algún golpe de cadera intentando despertarme, pero yo no estaba muy por la labor. En una de las vueltas se paró delante de mí, dándome la espalda, y echando la cabeza hacia atrás me dijo al oído: "aunque la verdad es que bailar, lo que se dice bailar, no estabais bailando mucho por lo que se veía… ¿eh?" y cuando dijo esto me rozó ligeramente la oreja con la punta de la lengua. Me pilló tan de sorpresa que me eché hacia atrás de repente y ella perdió el equilibrio –el poco que le quedaba-, aunque reaccioné a tiempo y pude cogerla antes de que se cayera.

"Vaya vaya, qué brazos tan fuertes…así que esta es tu arma secreta con las chicas… ¿estás intentando seducirme o qué?", dijo, y girándose con bastante agilidad se abrazó a mí y me besó. No me dio tiempo ni siquiera a reaccionar, porque enseguida se separó de mí y con una sonrisa se fue contoneando hasta la barra, de donde volvió con unas bebidas. "Venga nene, anímate", me dijo, acercándome uno de los vasos. Lo cogí de forma mecánica. Los hizo chocar y se bebió el suyo de un trago. Después se puso de nuevo a bailar, muy pegada a mí, casi rozándome. Yo seguía sin saber muy bien qué hacer o decir. La miré y me sacó la lengua, riéndose: "Pero ¿qué es lo que pasa? Hay que ver como eres…Bueno, si no lo quieres tú, trae para acá", y quitándome el vaso de las manos se lo bebió. Eso me despertó… ¿pero qué tonterías estoy pensando? Eso me pasa por el calentón que llevo encima, que veo cosas donde no las hay. Todo está bien. Como siempre. Ya más tranquilo me puse a seguirle el juego pegándome yo también mucho a ella, que echaba la cabeza hacia atrás y jugaba con su larga melena suelta mientras se agachaba con un movimiento de caderas muy sugerente, tanto que arrancó silbidos y comentarios en alto de los chicos que bailaban alrededor.

"Pero bueno…como nos vean ahora se van a pensar lo peor, chiquilla…todavía me veo pegándome con Javi…o con su prima para que no cuente nada, jejeje", le dije, animado ya del todo…

"Que les den por el culo", fue su respuesta.

"A quién, ¿a Javi o la niña?", me reí.

"A los dos…o mejor, que se lo monten entre ellos, me da igual", y esta vez vi que se ponía muy seria.

"Hey, que era broma, no te me enfades…venga, a bailar ahora mismo", le dije, y le di un empujón con la cadera. Con un movimiento brusco se apartó… "Déjalo ¿vale? Paso del tema. Ahora vuelvo, voy al baño" Y se fue dejándome casi más sorprendido que antes con el beso.

Miré el móvil por si tenía alguna llamada o mensaje de Ana, pero nada, así que me fui a la barra para pedir otras dos, a ver si la animaba un poco. Tardé un mundo en conseguir que me atendieran y otro tanto en que me pusieran lo que había pedido. De cuando en cuando echaba un vistazo para ver si Marta había vuelto pero nada. Me preocupé un poco, pero me imaginé que el baño de las chicas debía ser mucho peor aún que la barra, así que normal que tardara tanto. Cuando volví me di cuenta de que si estaba allí…pero no me extraña que no la hubiera visto: estaba rodeada por un grupo de cinco chicos que la jaleaban mientras ella se movía entre ellos, provocándolos con sus bailes. Y la verdad es que sabía cómo hacerlo. Iba de uno a otro, les miraba, les guiñaba un ojo, a alguno incluso le pasaba un par de dedos por la cara para luego llevárselos a la boca y bajarlos hasta su escote… Hasta que al final, como no podía ser de otra manera, la cosa empezó a torcerse y uno de ellos le quiso meter mano. Ella se quitó y siguió a lo suyo, pero el chaval, creyendo que aquello era campo abierto, insistió. Marta le dijo algo que no pude oír, pero no debió de ser nada bonito, porque él le respondió en un tono más alto y con un gesto no demasiado amable. Entonces decidí intervenir, porque al dedo corazón en alto que ella le estaba enseñando, el chico respondió sujetándole la muñeca y tirando de ella. Deje los vasos en la mesa que tenía al lado y me puse en medio:

"Venga, tío, tranqui. ¿No ves la que lleva encima?", le dije.

"¿Y tú quién coño eres, eh? No me vengas con hostias, que ella está aquí porque quiere, y si se pone así ahora es porque le gusta que le den caña… ¿o no has visto como estaba bailando?", me respondió.

"Vale, tío, que no te digo que no se haya pasado un poco, pero que mires a ver cómo está, hombre. Me la voy a llevar para casa", dije, tratando de cerrar la conversación.

Afortunadamente, sus colegas no se pusieron de su lado y me dieron la razón y se lo llevaron, porque el tío no estaba nada convencido.

Me llevé aparte a Marta y la cogí por los hombros: "Pero Marta, tía, ¿de qué vas? Te das cuenta de la que has estado a punto de montar".

"Qué muermo eres, nene, ¿no sabes divertirte o qué?", me dijo y cogió uno de los vasos que acababa yo de traer y se lo bebió casi entero. Seguía bailando…y los de antes, mirando y hasta juraría que haciendo amago de acercarse.

"Hey, para, para ¿de qué va esto? Si estás mosqueada con Javi no lo pagues conmigo…y sobre todo no me metas en movidas. Joder, Marta, que el pavo ese sigue ahí, que al final le da por volver y nos la lía. Mira, mejor nos vamos y ahora llamo yo a Javi para contárselo, que tú no estás en condiciones.", le dije con un tono más serio.

"Iros a la mierda", dijo, con la lengua medio trabada "Javi, los niñatos esos y tú. Mira, sí que me voy, pero porque paso de aguantaros, que me estoy poniendo mala solo de veros". Y después de eso, vació el vaso que tenía en la mano y se fue hacia la puerta. Allí se cruzó con Javi, pero ni se paró. Él me miró sorprendido y me dijo: "Oye, ¿ha pasado algo? Que me ha dicho que se va a casa".

"Nada", le tranquilicé con una palmada en el hombro, "ya sabes cómo es. Se ha tomado un par muy rápido y se ha tenido que quitar a unos de moscones de encima".

"¿Pero seguro que no ha pasado nada?", me preguntó, "Joder, es que ahora no sé qué hacer. La cría ésta está fuera hablando por el móvil, pero no me puedo ir y no parecía poder irse sola…".

"Mira, no te preocupes, yo la acompaño a casa, si total me da igual y así me doy un paseo. Tú tranquilo que ya bastante tienes con hacer de niñera, jeje. Descuida que voy yo", le contesté. "Pero me voy ya no sea que le haya dado por echar a andar…Venga, hasta luego", y fui lo más rápido que pude hacia la puerta. La prima de Javi, que entraba en ese momento, me dijo que Marta estaba sentada en el portal de al lado. Le di las gracias y me despedí con un gesto. Salí y, efectivamente, allí estaba Marta, sentada –más bien casi echada- en los escalones de un portal, con la cabeza metida entre los brazos.

"¿Estás bien?", le dije agachándome junto a ella. Como no respondió le di unos golpecitos en el hombro y volví a hablarle: "¿Hay alguien ahí? Marta, venga, vámonos. Que ya le he dicho a Javi que te acompaño yo a casa". "Déjame", me dijo, sin moverse. "Venga, que tú y yo nos vamos a casa", le insistí, cogiéndola del brazo e intentando levantarla. Se levantó, sí pero se soltó y me dio una voz: "¡Que me dejes te digo!". Y echó a andar algo trastabillada hasta que se paró, unos coches más allá. Fui hacia ella, pero me gritó otra vez, esta vez más fuerte. Un matrimonio que pasaba por la acera de enfrente se quedó mirando. El hombre se paró y me echó una mirada de pocos amigos. Seguro que pensaba que la estaba molestando. La mujer tiró de él y al final se fueron, aunque él volvió la cabeza un par de veces. Alargué el paso y me coloqué delante de ella. Intentó esquivarme, pero le fallaron las piernas y tuve que sujetarla.

"¿Se puede saber qué te pasa?", le dije. "Nada, joder, nada", me respondió, sin mirarme. Le levanté la cara para que me mirara a los ojos. Los tenía enrojecidos, algo llorosos, me pareció. "Pero bueno… ¿has estado llorando?", le pregunté. "No digas bobadas…sólo es que no me encuentro bien, estoy un poco mareada…", contestó, y mientras lo decía se separó un poco para apoyarse en la pared.

"Bueno, pues ahora mismo tú y yo nos vamos a casa y duermes un poco, que falta te hace", dije. "No…no, no, no. Así no puedo ir a mi casa. Estoy muy borracha aún y mi padre se va a cabrear mucho si me oye llegar así. Y fijo que me pillan. Que no que no, que no voy a casa.", me contestó, con voz nerviosa y un poco insegura.

"¿Y qué hacemos entonces? Podías venirte a casa, pero…", sin querer pensé en todas las movidas de unas semanas atrás, las discusiones con Ana, las sospechas de Javi, el beso…todo aquello parecía olvidado, pero… "¿Pero qué? No entiendo", me dijo ella. La miré a los ojos de nuevo. Cansancio, nervios, súplica…nada más. Me sentí mal. ¿No sería yo el que quería ver cosas donde no las había? "Nada, no me hagas caso, tonterías mías. Venga, a casa, pero en cuento te despejes un poquito llamamos un taxi y te mando a casita como una niña buena.", le dije, cogiéndola por la cintura por si volvía a tropezar. Ella apoyó la cabeza en mi hombro y murmuró suavemente: "Gracias, nene, eres un cielo".

Estábamos casi al lado, pero íbamos tan despacio que tardamos un mundo. Por el camino me llegó un mensaje al móvil. Ana. Q hay guapo?Yo aki con el niño, q ya se ha dormido. Q pna que no sts, la kma de ms tios es muy grand y stoy tan solita.T tngo mchas ganas, sabs?1bso.

Vaya hombre, qué más me gustaría a mí que ir. Le respondí diciéndole que no fuera mala, que ya me iba para casa y que así iba a conseguir que me pasara la noche en vela. Para qué le diría nada…me mandó otro mensaje peor. Mmm, pues lo msmo m dbajo d ls sabans y cmpruebo q t tne tan dsvelado. Q t parece? A lo mjor cn mi boquita pdia ayudart a cogr l sueño…Joder. Entre unas cosas y otras me va a matar. Un par de mensajes más aderezaron el camino. Marta ni se enteró, iba adormilada sobre mi hombro, caminando casi por inercia. Justo cuando estábamos en el portal me llamó. Descarté la idea de subir hablando con ella mientras cargaba con Marta, así que colgué. La llamaría al llegar arriba. Menos mal que era un primero, porque no había ascensor y Marta no estaba muy por la labor de colaborar. Entré en casa, encendí la luz del salón y la eché en el sofá. Tenía que llevarla a la cama, o por lo menos acomodarla un poco mejor, pero no quería tardar en llamar a Ana, para que no se preocupara. No tuve que hacerlo, justo en este momento volvió a sonar mi móvil.

-""Hola guapo, ¿qué tal? ¿Por qué me colgabas?"

- "Hola, mi niña. Nada, es que estaba justo llegando al portal y no quería entrar hablando porque a estas horas se oye mucho".

- "Mmm, en ese portal te habría cogido yo ahora mismo, y ya verías como te iba a dar igual que te oyeran".

- "Pero bueno, tú que quieres, ¿matarme?", le dije.

- "No, cariño, no, lo que quiero ahora es follarte…sentarte en las escaleras y comértela, ponértela bien dura y que luego me la claves allí mismo…Eso es lo que quiero".

- "Pero bueno…¿qué te he hecho yo? Oye, ten cuidado a ver si te va a oír el niño, que todavía no tiene edad para esas cosas".

- "Nada, éste está dormido como un tronco. No se despertaba ni aunque nos lo montáramos en su cama."

- "Pero qué bruta eres. O eso o una morbosa", le dije, riéndome.

- "Pues mira, oye, lo mismo tiene su punto", me contestó siguiendo la broma. La verdad es que me daría igual, si vieras cómo estoy…

- Me hago una idea, créeme.

- ¿Ah sí? Me parece que no. O es que me estás imaginando echada en la cama, con el pijama cortito, los pezones marcándose por debajo de la camiseta porque me he quitado el suje, pasando la mano por mis muslos, subiéndola por mi tripita, pellizcándolos un poquito justo ahora mientras te digo esto, bajándola otra vez y rozándome por encima del pantalón, notando como se va haciendo una pequeña manchita de humedad justo entre mis piernas…

Mi respiración agitada fue la única respuesta.

- ¿Ves? Si ya decía yo que no te lo imaginabas. En cambio yo es como si te estuviera viendo. Has ido hasta tu cuarto, te has sentado en la cama, echado hacia atrás en el cabecero y no has podido evitar desabrocharte los vaqueros y colocarte la mano sobre los boxer…seguro que te la estás agarrando, notándola dura y caliente al otro lado de la tela y que la aprietas con fuerza y mueves la mano despacito, arriba y abajo…¿me equivoco?

Por un reflejo estúpido me miré. Estaba justo como me había descrito. Y como el que calla otorga, siguió hablando.

- "Ahora vas a desabrocharte del todo los pantalones y te bajaras un poco el boxer, para dejarla salir".

No estaba muy seguro de si me lo estaba contando o me lo estaba ordenando, pero el caso es que lo hice.

-Ahora ya la notas bien en tu mano. Y vuelves a empezar a moverla, muy poquito a poco, apretándola cuando llegas arriba, viendo cómo se hincha y se enrojece…y después vuelves a bajar. Te echas más atrás, medio tumbado, cierras los ojos y sigues así, sin parar…estás tratando de imaginarme…pues te diré cómo estoy ahora. Yo también me he bajado el pantaloncito del pijama…las braguitas…y estoy pasando la punta de mis dedos por mi coñito. Está muy muy mojado, ¿sabes? En cada pasada se deslizan un poquito hacia dentro. Mmm. A veces entran hasta el fondo.

Me estaba poniendo malo. Y oír como se llevaba los dedos a la boca y se los chupaba me calentó aún más.

"Qué rico sabes… ¿te gustaría probarlo, verdad? Pobrecito. Pero no te quejes, que a mí también me encantaría probar esa pollita tuya…seguro que está para comérsela. Iría gateando sobre la cama hasta llegar a tu altura, te pondría la mano para que te tumbaras y te la chuparía. Primero lamiendo la punta, bajando hasta los huevos, subiendo otra vez…haciendo que salgan esas gotitas que tanto me gustan. Y después…después abriría la boca y me la iría tragando, entera, hasta el fondo, sin dejar ni un poquito fuera. Me encanta sentirla así de caliente en mi boca. Que se ponga todavía más dura y que no puedas evitar subir las caderas para que no salga. Me encanta jugar con ella, llevarla hasta el límite y parar, y volver a lamerla luego como un caramelito hasta que no puedes más y me llenas la boquita de tu leche...Mmm.

"Joder, Ana, qué me estás haciendo…"

"¿Yo? Nada, me dijo, cambiando la voz y poniéndose en plan inocente. Solo me estaba imaginando lo que podías estar haciendo…Ay, joder, espera, que me está llamando el niño. Oye, cariño, te tengo que dejar…jo, perdóname ¿vale? Mañana te lo compenso todo todo"

Y sin dejarme tiempo a protestar siquiera colgó. Joder, esto sí que era ya demasiado. Dos veces en una noche. Esto no puede ser bueno para el cuerpo. Ahora entiendo a… ¡coño, Marta! Ni me acordaba de ella. Me puse el pantalón recortado a lo cutre que usaba para estar por casa –porque había acabado la conversación medio desnudo- y volví al salón, intentando esconder un poco por el camino el calentón que llevaba encima. Marta seguía en el mismo sitio, aunque estaba completamente tirada en el sofá y parecía dormida del todo. "Vamos, hija, arriba. Que te llevo a la cama", le dije, mientras tiraba de ella para levantarla. Refunfuñó como una cría cuando la despiertan a mitad de la noche pero me hizo caso. Casi colgada de mi cuello la llevé hasta mi habitación y reconozco que los fantasmas del calentón me jugaron una mala pasada. Estaba tan pegada a mí que podía notar su respiración, su aroma…y para colmo cuando intenté tumbarla en la cama caímos a plomo los dos, yo encima de ella.

Uff, menos mal que no se daba cuenta, pero yo estaba otra vez como hace un par de minutos. Me levante como pude y la miré. Tendría que quitarle lo que lleva y ponerle algo más cómodo, pero no sé si es una buena idea en estos momentos. ¿Respondes de ti? Por supuesto que me respondí que sí y juro que fui sincero. Además no llevaba mucha ropa –reconozco que me sonreí cuando lo pensé-, así que solo sería un momento de tentación, pero nada que no pudiera resistir. El amigo fiel vencía al depredador. Le quité lo primero las botas, no sin algo de trabajo. Pero eso era lo más fácil, claro. Eso y la chaquetilla que llevaba por encima. Lo peor venía ahora. Pensé dejarla así, al fin y al cabo hubiera sido lo más lógico. Taparla como estaba y hasta la mañana siguiente. Supongo que si seguí fue por demostrarme a mí mismo que me daba igual hacerlo, que no tenía importancia. ¿No era una amiga? Pues ya está. La miré. Tenía unos mechones sobre la cara, así me acerqué y se los retiré suavemente, para no despertarla. Entonces se movió ligeramente y cuando me aparté no pude evitar clavar la mirada en sus piernas, que había quedado casi enteras al descubierto. La falda se había subido bastante y dejaba ver algo más de la mitad de sus muslos. Cuando estaba a punto de rozarla con la punta de los dedos me detuve ¿Qué crees que haces? Dijo una voz en mi cabeza. Nada, iba a taparla, nada más. Y a quitarle ya el vestido para poder acostarla. Volví a poner la falda en su sitio…pero sentir el tacto de su piel, aunque solo fue un segundo, hizo que me estremeciera.

Bueno, acabemos con esto, me dije. Pero bajar la cremallera no iba a ser sencillo. Primero porque tenía que llegar hasta ella y luego porque no cedía. Le bajé los tirantes, pensando que aquello ayudaría. Y lo hizo, pero a crispar más el ambiente. Así como estaba, inclinado sobre ella, que seguía tumbada boca arriba-, intentando manipular la cremallera, no podía apartar la mirada del principio de sus pechos, que se insinuaba apenas un dedo de tela más allá. Intenté ponerla de lado, pero solo lo conseguí a medias, levantándola un poco mientras la sujetaba con el otro brazo para que no se cayera de la cama. Imposible, claro. Con una mano solo…y además porque en esa postura sentía la presión de sus pechos sobre mi brazo. El sonido de la cremallera al ceder me bajó de la nube. Menos mal. El vestido se deslizó con suavidad hacia abajo y entonces pude ver su…sus pechos, firmes, erguidos con unos pezones sonrosados y carnosos apuntando orgullosos hacia mí. Con un vestido así no se llevaba sujetador. Cómo he podido ser tan capullo de no darme cuenta. ¿Qué le iba a decir a la mañana siguiente cuando me preguntara? Joder, joder. Pero ahora era tarde. Ponérselo otra vez era realmente imposible, porque entonces si que como se despertara…menudo marrón.

Decidí quitárselo del todo. Afortunadamente solo era sujetador lo que no llevaba, aunque sus braguitas eran muy sugerentes, de un verde algo apagado con encajes y lacitos negros de adorno…"A qué esperas, ¡tápala!" Volvió a decir la voz de mi cabeza, apremiante. Conseguí sacar la sábana por debajo de su cuerpo, volviéndome a estremecer con el roce de su piel. Era tan suave, tan cálida. Cada pequeño movimiento suyo me incitaba más y más a acariciarla. Solo un poco. Total, no se iba a enterar. "Vamos, tápala ya", insistió, aunque el tono era algo menos firme ya, casi suplicante. Le hice caso y empecé a cubrirla con la sábana, pero sin poder evitar que mis manos acompañaran el movimiento, deslizándose sobre su piel, las piernas, los muslos, la leve curva de sus caderas, su ombligo, su vientre, terso y liso.

Entonces me paré. Volvía a estar hipnotizado por la visión de sus pechos, de sus pezones, aún erectos…solté la sabana y acerqué la mano. Me detuve justo antes de tocarlos. Tenía la garganta reseca. Los labios también. La sangre golpeaba en mis sienes como un martillo y el corazón se me salía del pecho. ¿Y si se despertaba? La miré. Parecía estar muy profundamente dormida…Y lo hice. La punta de mi dedo índice se posó sobre su pecho. Ella no se movió. Fue solo un momento, pero una descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo. La retiré como si quemara. Pero al momento, como si su piel fuera un imán la acaricié de nuevo. Esta vez Marta soltó un pequeño suspiro, pero no me asusté. Estaba tan concentrado en las sensaciones tan intensas que me provocaba aquello que no pude parar. Dibujé la forma de su pecho y lo acaricié con el dorso de los dedos. Escuché otro suspiro salir de su boca, esta vez más fuerte. Y en vez de detenerme, me espoleó. Estaba cada vez más caliente. Me atreví a tomar su pezón entre dos dedos y hacer una ligera presión sobre él. Eso hizo que se pusiera aún un poquito más duro. Me senté despacio en la cama y la acaricié con las dos manos, sujetando sus pechos en ellas, pellizcando sus pezones suavemente. Sus piernas se movieron, inquietas. Seguro que algo empezaba a pasar en sus sueños…y debía parecerse bastante a lo que pasaba por mi cabeza. La veía allí, tan indefensa, tan expuesta a mis miradas, a mis caricias, tan deseable…sabía que esto no debería estar pasando, que debería ser Ana la que estuviera allí, pero no lo era…y yo me estaba quemando por dentro…lo que antes me hubiera parecido una locura ahora me parecía poco…y me incliné más hacia ella.

El aroma de su cuerpo era fresco y dulce a la vez, embriagador. Mi boca ocupó el lugar de mis dedos. Un beso muy leve, apenas un roce, pero ahora fue ella la que se estremeció. Mis labios se entreabrieron y los acaricié con la lengua, despacio, saboreándolos, atrapándolos y dejando que rozaran levemente con mis dientes. Su respiración se iba haciendo más pesada a medida que mis caricias aumentaban de intensidad. Sin darme cuenta mi mano estaba bajando por su vientre y rozaba ya el borde de sus braguitas. Al sentir el contacto me separé un instante para poder mirarla. Tumbada boca arriba, la cabeza ladeada, los pechos al descubierto, las rodillas levemente flexionadas…y sus muslos que se separaban al notar la proximidad de mi mano. La pequeña mancha de humedad que oscurecía la tela, pegada a su piel, dejaba adivinar la respuesta de su cuerpo. Respiré hondo. Yo también estaba muy excitado. Llevé mi mano hasta el pantalón y me acaricié por encima, cerrando los ojos y ahogando un suspiro. Apreté con firmeza y moví la mano arriba y abajo. Después, aprovechando que el pantalón era bastante holgado, la metí dentro. Estaba ardiendo. Y dura como una piedra. Dios, no podía más, si no me acariciaba iba a estallar, pero ¿y si se despertaba? Joder, no sé, creo que aunque no lo hiciera iba a tener que explicar unas cuantas cosas, así que lo mismo daba una más, ¿no? Así que me bajé un poco el pantalón y empecé a hacerlo.

Durante unos instantes casi me olvidé de ella, pero enseguida se volvió a apoderar de mí ese deseo incontrolable que me había llevado tan lejos. Mi dedo se deslizó suavemente sobre sus braguitas y sentí el calor y la humedad que desprendía su cuerpo. Dibujé una y otra vez los bordes de su coñito sobre la tela, mientras notaba cómo su respiración –y la mía- se agitaba por momentos. La palma de la mano sustituyó a mis dedos y, perdiendo ya un poco la noción de la fuerza y la intensidad de mis caricias, empecé a frotarla contra su sexo, que estaba cada vez más mojado. Mis dedos empezaron a buscar peligrosamente el camino para deslizarse bajo su ropa interior, apartándola poquito a poco, dejando a la vista su sexo, húmedo y palpitante, hinchado y enrojecido por la excitación.

Tampoco ahora pensé dónde estaba llegando. Ya no podía…ni quería. Creo que en el fondo una parte de mí deseaba que se despertara y antes de que pudiera decir nada, arrojarme sobre ella, taparle la boca con un beso y hacerla mía del todo…Ya no podía pensar con claridad, estaba ido. Mi mano seguía moviéndose maquinalmente sobre mi polla, arriba y abajo, una y otra vez, subiendo y bajando el ritmo para prolongar aquel increíble momento de placer. Cuando por fin la toqué, cuando sentí en mi dedo esa sensación de calor y humedad mezclados que hasta ahora solo había podido percibir a través de la ropa, la vista se me nubló. En un arranque de lujuria me llevé el dedo a la boca, para saborearlo, para saborear lo que tanto había deseado sin atreverme casi ni a pensarlo. Lo lamí, una y otra vez, lo coloqué bajo mi nariz y aspiré profundamente, quería grabar aquel aroma en mi cabeza para siempre. Volví a acariciarla. Un murmullo salido de los labios de Marta me dejó clavado por un instante. Se acabó todo…pero no. Estaba como hablando en sueños, murmurando algo, tal vez gimiendo. Mis caricias continuaron, explorando cada vez un poquito más allá, más atrevidas con cada movimiento. Atrapé sus labios entre mis dedos, los pellizqué suavemente…sus muslos me respondieron separándose aún un poquito más, como si me invitaran a entrar en ella…y lo hice. Mi dedo se deslizó en su interior, envuelto por completo en sus jugos. Lo dejé quieto un momento, disfrutando la sensación de aquel coñito que se apretaba en torno a él, queriendo atraparlo, impedir que saliera y dejar que se abrasara allí dentro. Después lo saqué, pero sólo para volverlo a meter. Y así una vez, y otra, y aún otra más, rítmicamente, lento, con pausa, pero sin parar. Podía notar cómo Marta se deshacía entre mis dedos, porque me atreví a introducir otro más. Dos dedos, clavándose en ella, dos dedos follándola, mientras mi boca volvía a apoderarse de sus pezones, duros y apretados, y mientas mi mano continuaba sobre mi polla, ahora ya sin poder controlar los movimientos, sintiendo que ya nada los frenaría hasta llegar al límite…

Un límite que Marta también parecía estar a punto de traspasar, porque de forma inconsciente sus caderas se habían adelantado levemente y se apretaban contra mi mano. Aceleré las entradas y salidas y poco después, con unas pequeñas sacudidas, sentí como se vaciaba entre mis dedos. Los dejé allí un instante, pero inmediatamente los saqué, llevé la mano hasta mi polla, y continúe acariciándome con ella, queriendo mezclar sus jugos con los míos…no aguanté mucho más. Tuve que morderme los labios para no gritar, porque fue uno de los orgasmos más intensos que recuerdo.

Al abrir los ojos casi no sabía ni donde estaba, pero no tardé en ver con claridad lo que acababa de suceder. Me limpié como pude en el pantalón y e levanté apresuradamente para salir de allí. Cuando me iba a volver ya hacia la puerta, me di cuenta de que no la había tapado. Me acerqué y cogí la sábana, pero antes de hacerlo, esa parte salvaje de mí que acababa de hacer aquello salió a la superficie una vez más antes de desaparecer. No me resistí a acercar mi boca hasta su coñito y pasar mi lengua de arriba abajo, una sola vez, pero lenta y parsimoniosamente. Después, la tapé, posé mis labios con delicadeza sobre los suyos y, con ese beso robado, salí de la habitación y cerré la puerta.