miprimita.com

El Secreto de Luisa

en Transexuales

En todo grupo de amigos siempre hay alguno que tiene una madre espectacular, en mi grupo era la madre Pedro, Luisa.

Desde muy pequeños todos íbamos siempre como locos a espiar a la madre de Pedro haciendo las tareas de la casa y otras cosas igual de inocentes pero que para nosotros era el morbo máximo. Pedro al principio se molestaba pero con el tiempo el mismo no empezó a llamar para espiar a su madre, incluso juraría que él mismo se masturbó en más de una ocasión pensando en ella.

Los años pasaron y aquellos días se convirtieron en un recuerdo del pasado. Yo había cumplido veinte años y hacía un par de años que no veía ni a Pedro ni a su madre. Un día como otro cualquiera me encontré a Pedro y quedamos en vernos para tomar algo.

Días después fui a casa de Pedro y allí me abrió la puerta su esplendida madre. Luisa seguía igual de guapa incluso más, su pelo largo, moreno y lacio caía suavemente por su espalda, sus curvas voluptuosas mantenían su firmeza al igual que sus grandes pechos. Era impresionante que una mujer de de más de cuarenta años estuviera mejor que muchas chicas de mi edad.

Luisa me invitó a pasar y me dijo que Pedro había tenido un problema en el trabajo y llegaría más tarde, era la primera vez en mi vida que estaba a solas con Luisa.

Yo esperé sentado en el salón mientras Luisa hacía las tareas del hogar, de repente los recuerdos invadieron mi mente, de aquellos días en que la espiábamos haciendo la limpieza. Unos minutos más adelante en mi pensamiento, me sorprendí a mi mismo al verme empalmadísimo pensando en aquellos días.

Por un momento me dio un poco de vergüenza aquella situación, pero de un momento a otro cambie de parecer y volví a mi infancia disfrutando del momento.

Estaba tan metido en mi forma de pensar del pasado que no pude evitar volver a espiar a Luisa. Me acerqué a la puerta para echar un vistazo furtivo al culo de luisa mientras fregaba o quitaba el polvo, pero la mala suerte hizo que, justo cuando más cerca estaba de la puerta, Luisa entrara chocando conmigo y derramándose encima un refresco que traía para mí.

-Vaya, perdona Luisa… iba… iba al… servicio.- dije intentando disimular.

Luisa, mientras se escurría el vestido y recogía el estropicio, me repetía una y otra vez que no pasaba nada, pero me sentía tonto y torpe.

Me ofrecí a pasar la fregona mientras ella se cambiaba y así lo hice, pero terminé muy rápido y de repente paso por mi cabeza la idea de que la madre de mi amigo estaba cambiándose de ropa en su habitación, mi niño interior pudo más que mi raciocinio y tiró de mi hasta la puerta de su cuarto.

No podía creerme lo que hacía, y si salía de repente y chocábamos de nuevo, no podría justificar el porqué estaba allí, ¿Qué haría? La verdad es que daba igual porque mientras me hacía todas esas preguntas seguía avanzando y ya estaba empezando a empujar un poco la puerta.

Entonces la vi, Luisa estaba sentada en la cama en ropa interior, podía ver su sujetador blanco y parecía no llevar braguitas y si las llevaba debían ser muy bajas.

Estaba poniéndose unas medias blancas, lo cual en su momento no me pareció extraño, aunque sin duda lo era.

-¿Vienes o piensas quedarte ahí fuera mirando?- Dijo Luisa con la vista clavada en la puerta.

Me quedé de piedra al oír esas palabras, no podía moverme pero ella insistió.

-Venga anda, entra que no muerdo a menos que tú quieras que lo haga…-

Empujé la puerta poco a poco y allí estaba ella, sentada en la cama con sus medias blancas en sus piernas cruzadas, y despejándose de su sujetador mientras yo entraba.

Mostrándome sus pechos perfectos me dijo –Acerca, no te quedes ahí.-

Me acerqué titubeante, no sabía que hacer si no, no me creía lo que estaba pasando, pero realmente siempre había soñado con algo así.

Al llegar donde ella, agarró mis pantalones y comenzó a desabrocharlos, unos segundos después su lengua jugaba con mi polla, y aunque tardé, reaccioné al fin.

Llevé mi mano a su cabeza y acaricié su pelo mientras me la chupaba, mi otra mano fue en busca de una de sus tetas, y que gusto me dio al encontrarla.

Luisa se arrodillo ante mí y me hizo una mamada increíble, ya me la habían chupado antes, pero ninguna anterior podía compararse ni de lejos a la que la madre de mi amigo me estaba regalando. Pensaba sin parar que todo debía ser un sueño, nada de lo ocurrido tenía sentido, pero me daba igual solo quería disfrutarlo. Al mirar hacia abajo veía a una mujer preciosa de grandes pechos que me comía la polla con pasión. Estaba toda desnuda solo con las medias blancas, en alguno de sus movimientos hacia atrás pude ver que llevaba algo de pelo sobre su coñito, aunque aún no había podido verla bien, pero llego la hora esperada.

-¿Me lo quieres comer tú a mí ahora?-

No habría hecho falta preguntarlo, lo estaba deseando.

Luisa se sentó de nuevo en la cama con las piernas bien juntitas, sin dejarme ver el coñito que tanto ansiaba. Ahora me arrodillé yo, preparado para cuando abriera las piernas, y al fin lo hizo…

Tuve que apartarme un poco para no recibir un pollazo en la cara, ya que Luisa aguantaba a presión la erección de su enorme polla entre las piernas.

Me quedé pasmado, la madre de Pedro, no podía ser su madre, ya que en lugar de un hermoso coñito, tenía una polla bastante más grande que la mía.

-No me digas que te ha sorprendido- dijo luisa con una sonrisa en los labios- Venga no pares ahora por esta tontería que ibas muy bien, además yo ya te lo hice a ti, me toca recibir…-

Mientras que yo seguía pasmado y boquiabierto, Luisa agarró mi cabeza y la llevó hasta su polla aprovechando esa apertura de mi boca para metérmela todo lo que pudo dentro.

No se bien porque no reaccione hasta que casi me ahoga con su polla, en ese momento intenté sacármela de la boca, pero me agarró con fuerza la cabeza y volvió a meterla, mis intentos por sacarla solo conseguían que se la mamara involuntariamente, así que decidí no moverme simplemente.

Mire a Luisa a la cara para pedirle que me dejara suelto con la mirada, pero entonces la ví tan guapa como siempre y con esas grandes y preciosas tetas, era la mujer de mis sueños desde que era un crío, pero por desgracia tenia nabo. Entonces mi pensamiento cambió, solo era eso lo que me echaba atrás, todo lo demás en ella era perfecto, y además aún tenía su espectacular culo para follárselo.

Volví a mirar abajo y vi los pelitos que pensaba que estaban sobre un lindo coño, los tenía recortados con la forma que me gusta, y mientras miraba ese triangulito de pelo, empecé a mover la cabeza sin darme cuenta.

Le estaba chupando la polla y descubrí que en ningún momento me había dado asco, además su sabor era especial, se podría decir que me gustaba, y poco a poco me fue gustando más. Le hice una felación tal y como me gustaría que me la hicieran a mi, como ella misma me la hizo unos minutos antes, y me gustaba hacerlo.

Sentía su líquido preseminal en mi lengua y el sabor era perfecto, me gustaba tanto que saqué la polla de mi boca solo para lamer con mi lengua la puntita y saborear mejor ese elixir.

Luisa me indicó que me levantara y se puso de espaldas a mí y se inclinó. Me ofrecía su precioso culo bajo el que colgaba su enorme polla. Puse la mía en la entrada de su culo y empecé a meterla con firmeza, su nabo se puso duro al instante y como en un reflejo lo agarré con fuerza y comencé a masturbarlo. La sensación de tener esa polla tan gorda en la mano me daba un extraño morbo solo superable por tenerla en la boca.

Con la otra mano jugaba con sus pechos pero antes de darme cuenta tenía las dos en su polla, al parecer me gustaba más tocarle la polla que las tetas aunque no me explicaba el porqué.

-¡Tumbate!- me dijo. Y yo lo hice sin rechistar.

Tumbado boca arriba ella me comió un poco más la polla pero no tardo mucho en erguirse y colocar su polla en mi culo, di un respingón de puro susto al sentirla, pero ella solo con decirme –Relájate…- logró que no me opusiera a nada.

Empezó a metérmela lentamente con un poco de saliva, al principio me dolía pero antes de que ese dolor se pasara empezó a embestirme con fuerza.

Intenté decirle que parara por el dolor pero cuando quise hacerlo el placer simultáneo que me causaba me hacía querer más y más fuerte.

En pocas embestidas mi polla estaba a punto de estallar sin tocarla, y de repente empecé a correrme con más fuerza y espesor que nunca antes, pero al contrario que cuando me corría con un método más convencional, no se me bajo la excitación ni un ápice, es más, me subió muchísimo a pesar de estar destrozado de cansancio.

Luisa lo sabía y por eso ella misma se fue más arriba en la cama y metió su polla en mi boca de nuevo, en solo unos segundos me la lleno de su rica leche que me supo a gloria, me tragué toda la que pude hasta no dejar ni gota pero aún así quería más y, de repente, apareció Pedro de la habitación contigua y metió su polla en mi boca justo al tiempo de correrse.

Mientras el semen de Pedro bajaba por mi garganta empecé a comprender todo, el porque de esa experiencia que había vivido, y que la relación entre Pedro y su madre debió cambiar desde el día en que descubrió que era adoptado, día en el que seguramente le chupó la polla a su madre por primera vez, y día a partir del cual incitaba a los amigos a verla haciendo las labores del hogar.

Con el tiempo volví a ver a Pedro y su madre en más de una ocasión, a veces con algún otro invitado, y llegué a saber que no fui el primero ni el último de los antiguos amigos de Pedro al que le dieron esta misma sorpresa.