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Mi hija ya tiene 18 (2)

en Amor filial

Marta monta sobre mi polla, moviendo sus caderas al ritmo infernal de nuestra pasión prohibida, mientras que puedo oír los pasos de mi mujer Elena acercándose a la puerta de casa, a punto de meter la llave en la cerradura y abrir.

Ya habíamos pasado el punto de no retorno hacía un buen rato, y la suerte estaba echada. Unos minutos antes había dicho a Marta que teníamos que parar, que su madre estaba a punto de llegar, - Has visto lo que ha hecho, que ahora vea ella lo que hacemos nosotros- dijo justo antes de besarme con pasión, y mermar mi capacidad de negación completamente.

Este es el presente, han pasado 6 meses desde el primer encuentro sexual que tuve con mi exuberante hija Marta, desde aquel día nuestra perversa actividad no había descansado ni una sola semana. El puro morbo mezclado con cariño entre padre e hija del principio, se había convertido en un amor como no había conocido antes.

Sí, me había enamorado de mi hija, y ella también lo estaba de mí. En ausencia de su madre éramos una pareja en todos los sentidos y a ambos nos encantaba.

No obstante, tanto Marta como yo mismo, seguíamos teniendo un gran hueco en el corazón para su madre. No puedo decir que mi amor por Marta desbancara al que sentía por su madre, realmente, ambos sentimientos convivían en lo más profundo de mi ser. Marta era consciente de ello, y no le importaba en absoluto, es más, lo quería así. Le gustaba que sus padres se amasen a pesar de lo que cada uno hacía de puertas para afuera de la relación, ella nunca querría ser la mujer que se interpusiera entre nosotros, pero en una u otra forma lo era.

Para Marta todo esto además suponía un morbo extra, la idea de sustituir a su madre y de que yo amara a otra hacía que su piel se tornara rugosa al sentir el escalofrío que bajaba desde su espalda a su mismísimo clítoris cada vez que pensaba en ello.

De esta manera, todo estaba bien, cada uno era feliz por conocimiento o desconocimiento de la imagen real. En el caso de Marta y mío, el pleno conocimiento nos daba esa felicidad, en el de Elena, el creer que lo sabía todo, y ser la que menos idea tenía de la verdad, mantenía su mundo perfecto.

Durante esos 6 meses, la vida se había convertido en una delicia para los placeres prohibidos, pero la proximidad de mi cumpleaños unido a la pasión de Marta por hacerme feliz y darme morbo y placer, cambió de nuevo mi vida de forma irreversible.

Marta llevaba meses imaginando el regalo perfecto para su Papi amante, pero ¿Qué puedes regalar a un tipo que se acuesta con su preciosa hija de 18 y que además es actriz porno? Lo tenía todo, o al menos, lo necesario para ser más feliz imposible, pero Marta siempre cree que se puede tener un poco más de felicidad.

El tiempo pasado había servido para que Marta me conociera aún mejor de lo que ya lo hacía. Era más que habitual que durante nuestros actos sexuales mencionara que alguien se estaría follando a su madre, o que si probé el semen que le goteaba el día anterior del coño. Su madre era un incentivo para ponerme aún más cachondo.

Conociendo las numerosas infidelidades de mi mujer Elena hacia mí, tenía un buen punto de partida, y el punto inmediatamente consecutivo era que yo pudiera ver a su madre follada por otro tío, ante mis propios ojos.

Una vez llegó a esta conclusión, solo tuvo que hacer un par de tareas sencillas, Investigar a su madre y entablar contacto con alguien de su segunda vida. Marta siguió a Elena en sus escapadas solitarias, a mi me decía que iba a rodar una película, esos días lo decía bastante, a veces por que era verdad y otras porque seguía a su madre. Llegué a pensar que se había cansado de mí y de mi polla, pero ella me hacía quitarme esa idea de la cabeza cada vez que llegaba con unos minutos de tiempo y me hacía una mamada espectacular con todo su amor.

Hace 3 días Marta me contó la verdad de lo que había estado haciendo, y me dijo que lo tenía todo preparado para un día que no olvidaría jamás.

Me contó que su madre tenía una habitación reservada cada dos semanas en un pequeño hotel. Siempre la misma habitación y siempre con 14 días de diferencia. Lo primero que hacía Elena era ir a ver a sus amigas, pero tan solo una hora, después se marchaba ella sola. Sin duda las amigas sabían lo que pasaba, ya que guardaban el secreto de Elena y le hacía comentarios jocosos cada vez que se marchaba, Marta había estado muy atenta a cada detalle como comprobé por su historia.

Elena se reunía en el hotel con hombres, digo hombres porque no siempre era el mismo, y entraban juntos a la habitación durante varias horas, después se despedía de ellos con un beso y volvía con sus amigas, con ellas estaba entre media y una hora más, y entonces regresaba a casa.

Marta solo la había seguido en 4 ocasiones, pero habían sido suficientes para marcar las pautas y ver a 4 tíos distintos acompañándola en el hotel.

Gracias a sus esfuerzos también había averiguado que su madre reservaba la habitación a nombre de Lorena Duque, y que esta era la 313.

Una vez me contó todo esto me llevó ha hacer el camino que hacía su madre cada dos semanas, del punto de reunión con sus amigas al hotel y viceversa.

En el camino de vuelta a casa hizo que paráramos en una tienda de electrónica y allí compró una cámara de video –La compacta mejor del mercado- dijo el dependiente, la verdad que por el precio debía serlo, pero a ella no le preocupaba debido a las altas sumas que ganaba en su trabajo y bueno, a que se puede decir que somos ricos.

En aquel momento ya relacione la cámara con los planes de Marta, pero la verdad no sabía entonces la funcionalidad exacta de esta.

Así llegamos al día de hoy, esta misma mañana Marta y yo salimos de casa juntos con la excusa de que tenía que ir a hablar con unos productores y quería que la acompañara para asegurarme de que todos los contratos estaban bien.

Elena se quedó en casa, unas horas más tarde saldría con sus "amigas", así que ya nos veríamos los 3 al acabar el día.

En realidad Marta y yo, ya desde por la mañana fuimos al hotel. Yo no tenía muy claro lo que mi hija tenía pensado, creía que quería colarse en la habitación que tenía mi mujer reservada, pero la verdad es que no sabía como pretendía lograr eso.

En la recepción del hotel Marta pregunto por Gustavo, el recepcionista fue a llamarlo y unos segundos después aparecía por el pasillo.

Gustavo era un chico bastante joven, debía tener 18 años, como mi hija, su cara era aniñada al igual que su cuerpo.

Se acercó a nosotros –Que temprano llegáis- dijo a Marta, ella solo le sonrió pícaramente y le dio dos besos. Gustavo nos indicó que le siguiéramos, a estas alturas ya me había dado cuenta de que era una especie de botones del hotel, lo que no sabía es que además era el hijo del dueño, como un rato después me diría mi hija.

Subimos a la tercera planta, y allí encontramos la habitación 313. Tan solo estando en la puerta ya se me aceleró el corazón. Gustavo abrió la puerta, mientras pasábamos a la estancia mi mente se convirtió en un proyector de deseos ocultos. Podía imaginar a mi mujer follando con otros hombres en cada rincón de esa habitación durante quien sabe cuantos años.

Al pasar el pequeño pasillo de entrada, pude ver la cama, esa cama donde mi mujer había gozado de incontables pollas, donde había tenido miles de orgasmos, donde me había traicionado tantas veces. Mi polla llevaba dura desde la puerta, pero ver la cama casi me produjo un orgasmo.

-Bueno, vamos con lo mío- dijo Gustavo, Marta volvió a sonreírle y cerró la puerta, entonces se colocó de rodillas delante de él y sacó su polla con suavidad de la prisión que la encerraba.

A pesar de ser tan poquita cosa, la polla de Gustavo no era pequeña, aunque tampoco era enorme, tenía un tamaño medio, un buen tamaño para la boca de Marta que se abrió y la engulló sin pensarlo 2 veces.

Yo no me esperaba algo así, había visto a mi hija follar con muchos tíos en películas, pero nunca lo había visto en directo, y francamente, me encantaba.

El sentimiento que tenía ahora por mi hija no era solo como padre, también como amante, verla chupando la polla a ese chico producía tantos sentimientos diferentes en mí que son difícil de enumerar, pero sobre todo había uno que ocultaba la presencia de los demás, el morbo.

Mi hija estaba devorando la entrepierna de Gustavo con tal afán que el pobre chico a penas podía mantenerse en pie. De un empujón lo tiró en la cama, entonces Marta se quitó el pequeñísimo tanga que llevaba bajo la falda más corta que nunca se había comprado, se colocó sobre Gustavo y empezó a mover sus caderas lentamente.

A pesar de que había bajado el ritmo, Gustavo no parecía que pudiera aguantar más de un minuto con el semen en su polla.

Durante los 30 segundos que aún pudo contenerlo, mi pene palpitaba como si de mi mismo corazón se tratara. Esa cama donde ahora se follaban a mi hija, o mejor dicho, mi hija se follaba a un chico afortunado, era la misma donde se follaban a mi mujer. En ella se follaban a lo que más quería, mis amores me traicionaban, era la cama de mi deshonra y humillación, amaba esa cama. Casi podía ver a Elena follada junto a Marta en aquel momento, pero mi fantasía se cortó de golpe con un alarido de placer de Gustavo.

-¡¡¡Sí zorra, sí!!!- gritó casi sin aire mientras vaciaba todo el contenido de sus pelotas en lo más profundo de mi hija. Oír como la llamaba zorra me molestó de manera que no me esperaba, pero entonces mi hija me miró a los ojos, con esa cara de guarra que solo ella sabe poner, mientras movía su cadera a espasmos secos sobre Gustavo para que soltara hasta la última gota de su leche en su coño. Sin duda era cierto, no podía enfadarme ante la evidencia, Marta era una zorra.

Nada más correrse Gustavo se incorporó y se subió los pantalones, Marta se quedó sentada en la cama con semen chorreando de su coñito, con una gran sonrisa dio las gracias a Gustavo, este salió de la habitación dejándonos solos,-Pasadlo bien y suerte- dijo justo antes de cerrar la puerta.

Ahora ya había visto por mismo cual era el plan de mi hija para entrar en la habitación, sin duda alguna Marta tenía más recursos de los que imaginaba.

Quedaban varias horas para la llegada de Elena, pero Marta se puso a prepararlo todo en ese mismo momento, yo no sabía que hacía exactamente, colocó la cámara en un artillo superior del armario de la habitación, hizo varias pruebas hasta que dio con la posición y el ángulo correcto como me dijo.

Cuando ya lo preparó todo, no me dijo nada, simplemente que ahora tocaba esperar. Marta me estuvo tocando la polla y jugando conmigo, pero no me dejaba follármela ya que quería que estuviera más caliente que nunca llegado el momento.

Pasadas unas horas Marta miró el reloj y se puso muy alterada, me hizo levantar de la cama y aliso las sabanas como si no hubiera habido nadie echado en ella. –Sube al artillo Papi- me dijo con una sonrisa, yo ni me moví del sitio, no pensaba que querría que me metiera en un espacio como ese, pero empezó a meterme prisa y cedí sin rechistar.

En cuanto me alcé y vi el interior del artillo comprobé que era amplio y robusto, así que me introduje en él sin miedo, acto seguido entró Marta con gran agilidad.-Ten cuidado de no golpear la cámara- me dijo justo a tiempo para evitar darle con la cabeza.

Una vez dentro Marta cerró las puertas del artillo dejando solo una pequeñísima abertura donde estaba la cámara, desde fuera sería difícil verlo si no lo buscas. Así quedamos distribuidos en ese hueco alargado de tal forma que Marta tenía la cabeza justo en mi entrepierna, y yo la mía cercana a la pantalla de visión de la cámara.

Marta me pidió que le pasara el cable de corriente que salía de la cámara, yo se lo di y ella lo enchufó a un alargador que estaba dentro del artillo. Esto me sorprendió mucho,-¿Cómo es que hay un alargador aquí dentro?- , -¿Crees que una mamada más una cabalgada mía solo vale para colarnos en una habitación?- dijo con soberbia,- Hice que Gustavo pusiera el alargador enchufado a una toma de corriente para no tener que preocuparnos por la batería de la cámara. Así podemos usar toda la memoria para grabar en una buena calidad, puedes grabar casi 8 horas sin problemas.

Estaba claro que mi hijita no había dejado ni un cabo suelto, todo estaba preparado y a punto para la llegada de Elena que justo en ese momento aparecía por la puerta de la habitación y no con un hombre, sino con dos.

Cuando vi a Elena entrar, a través de la pantalla de la cámara, con dos tíos jóvenes y fornidos mi corazón se puso a mil, al fin veía con mis propios ojos lo que Marta me había contado, no dudaba de ella en ningún momento pero aún así el verlo me sorprendió como si no lo hubiera creído realmente.

Cada día estas más buena Lorena- dijo uno de los dos tíos a Elena, parecía que usaba ese nombre para más cosas además de para reservar la habitación. Con eso pude ver que los tíos con los que quedaba eran simples polvos que debía conocer en algún chat o club.

Entre los dos chicos desnudaron a Elena y empezaron a comérsela a besos y lametones, mientras mi polla, que no había dejado de estar dura desde esa misma mañana, palpitaba golpeando la cara de mi hija que se encontraba a la altura justa.

Mientras miraba como iban jugando esos jovencitos con mi mujer, mi hija empezaba a jugar con mi verga unos centímetros más abajo.

Elena se colocó en la cama de rodillas solo con unas medias negras y unos tacones altos mientras meneaba la cadera e incitaba a los dos tíos a que fueran por ella. Ellos no tardaron en responder, uno se colocó sobre la cama a su espalda y el otro de pie a los pies de la cama y con la polla en dirección a la boca de Elena. Casi simultáneamente uno se la metió en el coño mientras en otro le llenaba la boca con la suya. Justo en ese mismo momento aprovecho mi hija para meterse mi propia polla hasta su garganta. Con tal choque de sensaciones morbosas y placenteras para mi me fue imposible correrme al instante, mi semen bajo directamente por la garganta de mi hija que por suerte lo esperaba y haciendo uso de su gran experiencia no se atraganto y así evito toser y desvelar nuestra posición.

El orgasmo que tuve fue flojo pero largo e intenso, Marta solo dejo mi polla en la garganta sin moverse más que para poder tragar, así que toda mi corrida se debía a mi propia excitación, lo que hizo que a pesar de la gran cantidad de leche que eche en el estomago de mi hija, siguiera simplemente como si estuviera muy cachondo y no me hubiera desahogado lo más mínimo. Tampoco tuve que producir ningún gemido con lo cual todo seguía igual.

Seguí mirando a través de la cámara, Elena se comía las dos pollas con sus respectivos labios, mientras su cuerpo de 37 años se movía con el mismo ritmo que el de mi hija de 18 en cada una de sus películas.

Ver a Elena así era todo un sueño para mí, y además lo hacía oculto mientras que mi hija me hacía una mamada aun con restos de mi primera corrida en su boca.

No tardaron en cambiar de posición, y ambos se subieron con Elena a la cama. Ella se colocó sobre uno de los dos metiéndose su verga en el coño, el otro se puso tras ella y se la metió en el culo sin trabajo alguno, ambos empezaron a follársela con fuerza.

-Seguro que tu marido no te folla así eh zorra- dijo el que le daba por culo, -Ni en sueños, el no la tiene tan gorda- respondió Elena. Mi corazón se paró ante estas palabras y por un segundo pensé que volvía a llenar la boca de leche a mi hija, pero recuperé el aliento y pude seguir mirando y oyendo con atención.

-¿Qué polla te gusta más zorra, las nuestras o la del maricón de tu maridito?-, -La tuya cabrón, la que más me gusta es la tuya pero solo cuando me la metes fuerte hasta las pelotas.-

Elena gritaba que prefería su polla, dejaba que me llamaran maricón, era toda una puta que me despreciaba y dejaba por los suelos. Por si fuera poco al escuchar esas mismas palabras mi hija se puso cachondísima y empezó a tocarse mientras me la chupaba con más fuerza. Toda la indignación del momento me creaba un morbo que se expresaba con la dureza de mi polla. La zorra de mi mujer me ponía los cuernos a lo grande, y eso hacía que la guarra de mi hija se pusiera más y más cachonda.

-¡Las dos por el coño por favor!- gritó Elena con fuerza, y entonces el que la enculaba la sacó y la reubico en un solo movimiento, las dos pollas bailaban ahora en el sexo de mi mujer, y ella gritaba con tal fuerza que se le podía oír en todo el pasillo del hotel.

Marta se puso muy cachonda y se deslizó por el artillo hasta colocarse a mi altura, -Follame como si fuera Mamá Papi.- Me dijo de la forma más morbosa que pudo mientras se metía mi polla en su coñito.

En esa postura imposible e incomoda, comenzó a mover sus caderas lentamente y con brío dado el poco espacio del que disponía, mientras me hacía seguir mirando a la cámara interrumpiéndome solo para besarme de vez en cuando.

Los dos cabrones de abajo seguían dándole caña a Elena por cada sitio y en cada postura que podían. Metieron sus dos vergas a la vez no solo por su coño, si no también en su culo y en su boca, Elena lo recibía todo con ganas y placer, los hijos de puta no se creían lo que aguantaba la zorra de mi mujer.

En el artillo comenzó a hacer muchísima calor, Marta y yo sudábamos mientras seguíamos follando. Marta comenzó a gemir en un tono bajo, pero daba igual porque Elena gritaba tan fuerte que casi no oía yo mismo a mi hija, así que para ellos sería del todo imposible.

-Tío, no aguanto más, necesito correrme ya-. –Yo también, esta zorra que no se cansa.- dijeron uno y otro, Elena sin dudar les dijo – Sí, correos los dos en mi coñito, los dos a la vez, metédmela hasta el fondo y os corréis.

Volvieron a colocarse uno bajo ella y otro encima, pero esta vez ella miraba hacia el techo, las dos pollas entraron de nuevo con facilidad en su coño y los dos la follaban lo más fuerte que podía. El que estaba encima al tener más posibilidad de movimiento la envestía con gran fuerza, básicamente era como si él se estuviera follando a los dos, y a su amigo no parecía importarle que la mayor parte del placer que recibía viniera de la polla de su compañero.

-¿Tomarás la píldora al menos no guarra?- pregunto el que daba más fuerte, -No, no la tomo, pero tranquilo que estoy casada y no te tocaría criar a ningún niño.- respondió Elena.

Por un momento pensé que incluso Marta podía no ser hija mía, ya que al parecer desconocía a mi mujer por completo, pero entonces caí en que Marta tiene una marca de nacimiento muy típica de mi familia y además Elena quiso añadir una frase más.

-Ya hemos criado una hija que es suya, así que si ahora le toca criar a una de otro no puede quejarse jaja- Su risa me causo autentico dolor, se burlaba de mí, y lo peor es que me ponía cachondísimo, pero aún más a Marta que incluso empezó a golpear con su culo una de las puertas del artillo, pero por suerte no se abrió y ellos estaban demasiado a lo suyo como para oír el par de golpes que dio.

Entonces el que estaba encima empezó a gemir y correrse en el interior de mi mujer, de las envestidas bestiales que dio hizo que el otro y Elena se empezaran a correr también, por un momento pensé que me daría muchísimo morbo que se quedara embarazada en ese momento, donde nadie sabría quien la dejo preñada, el morbo de imaginar que otro la embarazaba, pensar en la leche que fluía en el interior de Elena en esos momentos, escuchar sus gemidos, y la excitación de mi hija me llevó casi a gritar de placer, pero entonces Marta paró en seco y me besó con fuerza evitando que gimiera.

Cortó mi orgasmo completamente aunque mi polla palpitante en su interior dejo brotar algunos chorros de mi semen dándome pequeñas muestras de lo que podría haber sido un orgasmo bestial.

Tras unos minutos de silencio, Elena y sus dos amigos volvieron a hablar, se vistieron y se fueron, parecía mentira pero habían pasado dos horas follando y apenas me habían parecido minutos.

Marta y yo bajamos del artillo, mientras ella quitaba la cámara y la guardaba, yo me eché sobre la cama donde se acababan de follar a mi mujer, aún estaba caliente, incluso me manché con el semen de uno de los dos que debió rebosar del coño de Elena, lo tome con mi dedo y lo acerqué a mi nariz para olerlo, notaba el fuerte olor a semen y quise percibir el aroma del coño de mi mujer en él. De repente Marta se abalanzó sobre mí y metió mi dedo en su boca, lamiendo los restos de semen que habían salido del coño de su madre minutos antes. A pesar de que eso me puso cachondísimo y quise follármela ahí mismo para poder tener mi gran orgasmo al fin, ella no me dejó.

Me hizo salir a toda prisa del hotel e ir a casa, decía que solo tendríamos una hora más.

Al llegar a casa Marta preparó todo como siempre, bajo la luz, puso una de sus películas... Pero antes de dejarme tocarla me llevó al baño, saco una cuchilla y empezó a afeitarme las pelotas, -¿Qué haces Marta?-, - Así me gusta más Papi, tu déjame que verás que me lo agradeces.- Así deje que hiciera lo que quería, estaba demasiado excitado para impedirle nada. En cuanto me afeito perfectamente fuimos al salón, su escena ya estaba empezada, se la estaban follando entre 4 tíos y aún había más rodeándolos esperando su turno, estaba claro que tanto madre como hija necesitaban más de una polla para ser felices.

Marta me sentó en el sofá, y mientras yo veía su escena ella comenzó a hacerme una mamada aún mejor que las que antes yo calificaba de inmejorables. Sin duda el afeitado dejaba que Marta me la comiera con más libertad y como ella me había dicho le estaba muy agradecido.

Mis ojos dejaron la película y pasaron a ver a mi hijita en directo, comiendo mi polla como un ángel endemoniado, una visión digna de un dios, que era como me hacía sentir ella con su boquita.

Marta subió sobre mi polla y empezó a cabalgarme, por un momento me di cuenta del tiempo que había pasado y le dije que debíamos parar, que su madre estaba a punto de llegar, - Has visto lo que ha hecho, que ahora vea ella lo que hacemos nosotros- dijo justo antes de besarme con pasión, y mermar mi capacidad de negación completamente.

Y así estoy al principio de mi historia, Elena esta girando la llave mientras que mi hija me folla con todas sus ganas.

Elena entra en la casa y la puerta del salón se abre. Marta mira con total descaro a su madre mientras me monta con fuerza, yo la miro con mis sentidos perdidos en las gracias de mi hija. Elena se queda petrificada en la entrada del salón mirándonos sin poder articular palabra.

-¡¡Correte Papa!!- grita Marta mientras comienza a tener un orgasmo sobre mi polla, pero antes de que pueda correrme da un giro con su cuerpo colocándose debajo mía y haciendo que tenga que empujar fuerte con mis piernas hacia arriba para no salir de su interior. Esto hace que su orgasmo rompa los oídos de su madre, mi mujer, Elena. Mi polla comienza a estallar en su interior y Marta mueve con fuerza su cadera haciendo que mi polla salga de su coño y lance chorros de semen sin control hacia su cara. Grandes chorros de leche caen sobre su rostro mientras ella mira al techo con los ojos cerrados y la boca abierta. Por su cuello extendido derrama más del semen que se esparce por su torso, bajando entre sus pequeños y preciosos pechos hasta el hilo de pelos de su pubis volviéndolo blanco y terminando por mojar los carnosos labios de su coño.

Durante esos segundos eternos por mi mente pasaron las imágenes de mi mujer follada por los 2 tíos en el hotel, la de mi hija chupándosela al botones. Pero sobre todo en mi mente estaba el presente, el momento en que mi mujer veía como me estaba follando a nuestra hija y me corría sobre ella, ese momento que hizo de aquel orgasmo el mejor de mi vida hasta el momento.

Me gustaría deciros que al ver eso mi mujer se puso cachonda y se unió a nosotros, pero nada más lejos de la realidad. Elena ni siquiera gritó, ni pataleo, solo nos miró, -Sois unos degenerados.- dijo con seriedad y como si ella fuera una santa, después se marchó, sin ni siquiera coger nada.

Marta y yo no nos sentimos mal, simplemente nos abrazamos y besamos en el sofá que en el que tanto habíamos disfrutado.

Días después una chica vino a recoger ropa y otras cosas de Elena, después llego una demanda de divorcio.

Marta y yo vivimos desde aquel día como una pareja, somos felices y follamos más que nunca, la acompaño a los rodajes, me encana verla follar con otros, soy su padre y su amante, verla follada por otro me da un doble placer que pocas personas en la historia han podido disfrutar.

No veo a Elena desde aquel día, y han vuelto a pasar unos meses, casi seis ya, pero antes de que se cumplan tendré que verla de nuevo para arreglar el divorcio.

Como dije al principio de toda mi historia, hace ya unos dos años desde la primera experiencia con mi hija, con lo que podéis imaginar que lo que pasó después ya hace más de un año. Esta historia no termina aquí, os aseguro que aún queda mucho que contar, pero aún no ha llegado el momento de hacerlo.