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Yo Perro (Capítulo 1, La primera vez)

en Zoofilia

YO PERRO

Podéis llamadme perro, chucho, sabueso, o con otros tantos adjetivos que se le dan a mi especie, aunque el nombre con el que siempre se han referido a mí en concreto ha sido Lucky. Soy un pastor alemán, de pelo corto y suave, de porte elegante y magníficas orejas en punta, con buen pedigrí la verdad, quizás por eso mismo, el adjetivo chucho no sea el que mejor me vaya.

He decidido plasmar mis memorias, memorias de un perro, simplemente porque a diferencia de otros perros, yo puedo hacerlo, sé que no soy el primero por otro lado, pero sí en este terreno, y es que mis recuerdos están más cercanos a las fantasías sexuales humanas que a la vida cotidiana de un cánido cualquiera.

Capítulo 1

La primera vez

 

 

Si debemos empezar, que sea por el principio.

Nací en una camada de ocho, o eso creo, ya que de los primeros días de vida tengo un recuerdo borroso. Lo que si recuerdo es que no pasó mucho tiempo antes de que me separaran de mi madre y mis hermanos. No creo que llegara a estar en ninguna tienda de animales, porque nunca salte contra un cristal al ver a niños mirarme desde el lado opuesto, con lo cual, supongo que mis primeros amos me adquirieron a través del dueño de uno de mis progenitores.

Y así conocí a Marta y Luis. Ambos rondaban la cuarentena, Luis era delgado y bastante dejado, pero siempre me enseñaba juegos y me adiestraba con paciencia, a pesar de su aspecto descuidado me encantaba echarme sobre él y que me abrazara y jugara conmigo. Marta, por el contrario, era una mujer con un cuerpo lleno de curvas, sin llegarle a sobrar nada, tampoco puedo decir que le faltara. Tenía grandes pechos, algo más caído de lo que le hubiera gustado, y unas piernas fuertes y firmes, cuando me abalanzaba sobre ella para jugar, nunca cedía ni un palmo. Era morena, con el pelo por los hombros, enmarcando su cara redonda.

Ambos me trataron con amor, y nunca me descuidaban, en aquel momento, ingenuo de mi, no sabía que su interés iba más allá de recibir un cariño normal por mi parte, ellos me quería a un nivel muy superior, y por eso, aunque yo no lo supiera entonces, los juegos que hacían conmigo, no eran los normales que hace cualquier perro. Sí, me enseñaron a sentarme y a dar la patita, pero también me enseñaban a lamer objetos bañados en alguna crema sabrosa, y después me la iban retirando para que sintiera el deseo de lamer el objeto aún sin ella. Como este, había muchos otros juegos, moverme con manoplas en las pezuñas, caminar solo con las dos patas de atrás, ganando fuerza en ellas, y un largo etc. que me convirtió en el perro que todo amante de la zoofilia hubiera deseado.

Hasta que un buen día decidieron que era la hora de subir de nivel el juego. Yo debía tener un año y medio, estaba vigoroso y lleno de una fijación olfativa por todas las hormonas caninas que se cruzaban ante mi hocico.

Luis me llevo a dar un paseo, me tuvo por zonas que solía evitar, llenas de olores excitantes, y con perras en celo por todos lados. Era un parque de perros sin duda, nunca me había llevado antes a uno de esos, siempre habíamos estado en parques normales, así que el aroma jamás había estado tan presente.

Yo quería correr como un loco tras todas las perras que pudiera, pero Luis me agarraba con fuerza con la correa. Por más que lo miraba con mi cara de pena, Luis no me soltaba ni un segundo. Mí rosado pene no tardo en salir a la luz, muchas veces me había ocurrido, pero no con esa intensidad, incluso me dolía y no podía dejar de intentar lamérmelo, y digo intentar, porque Luis tampoco me dejaba hacerlo.

Volvimos a casa, dando un corto paseo, yo estaba muy alterado, lo reconozco, pero Luis no parecía molestarse por mi conducta atípica y errática, solo me guiaba firmemente de vuelta al hogar.

Al llegar Luis dijo algo, supongo que un Cariño ya estamos en casa, o algo similar, ya que entonces aún no entendía el lenguaje humano más allá de unas palabras sueltas.

Marta salió a recibirnos con un pequeño picardías negro, transparente y descocado. Luis sonrió nada más verla me soltó y corrió a saludarla con un beso. Entonces Luis fue a su dormitorio y Marta hizo que la acompañara al salón.

Los muebles estaban retirados, solo había una tupida alfombra en el suelo, y el sofá rojo de tres plazas y los dos sillones negros, que solían estar ubicados en el salón en otra disposición, ahora enmarcaban la alfombra, estando uno a cada lado.

Marta me acariciaba mientras mi nivel de nerviosismo crecía. Normalmente al llegara casa me daban alguna chuchería, pero ese día nada, todo era muy raro y diferente, y yo quería mi premio de cada día.

Entonces llegó Luis, entró con una video cámara acoplara a un trípode en una mano, y mis manoplas en la otra. ¿Las manoplas? ¿Jugar ahora? me preguntaba, si aún no había tenido mi premio, porque íbamos a iniciar otro juego nuevo, empecé a pensar que a mis amos se les había ido la cabeza. Pero en aquel momento, algo empezó a relajarme, la suave mano de Marta comenzó a acariciar mi miembro, que aún estaba hinchado y al descubierto. Ella me acariciaba muchas veces esa zona, pero nunca de una forma tan explícita, mi reflejo hubiera sido agarrar su mano entre mis patas y frotarme con ella con fuerza, pero los juegos que hacía con mis dueños, me habían enseñado a quedarme quieto para recibir una recompensa mayor al final.

Me quedé inmóvil, pero babeando eso sí. Marta sonreía y Luis empezaba a grabar la escena. Se acercó a ella y le dio un beso en los labios, entonces se separó y nos encuadro con su cámara. Marta se inclino y acerco su boca a mi pene, empezó a lamerlo con delicadeza, mi cuerpo se estremeció por completo, pero aguanté la compostura, Marta acariciaba mis testículos mientras lamía mi polla cada vez con más ritmo y saliva caliente, no pude evitar jadear y expulsar todo el contenido de mis pelotas en su boca.

Luis rápidamente acercó la cámara y ella abrió la boca enseñando la leche que me había ordeñado.

Me quedé mucho más relajado, aunque note que la hinchazón no bajaba, se me abultó la punta del pene, pero no me preocupó, estaba tranquilo.

Marta se sentó en el sofá y Luis a su lado con la cámara. Entonces, ella sacó un bote de una de esas salsas o lo que fueran, que tanto me gustaban. Mi premio, pensé yo, y sí lo era, pero esta vez no estaba sobre la pelota con la que solía jugar.

Marta subió su picardías dejando su coñito al descubierto, luego empezó a verter salsa con cuidado de que se quedara bien en la zona sin gotear. Me acerqué rápidamente y olí la zona, era raro, tras el olor de mi comida había otro que me recordaba al de las perras del parque, y mi polla parecía reconocerlo también.

Luis me indicó que lamiera, y así lo hice, lamí y lamí hasta acabar la salsa, y entonces llegue a ese olor… que bello olor. Marta se puso a gemir incesantemente, y Luis no perdía detalle con su cámara, mientras que ella me acariciaba la cabeza y pegaba su coño más y más a mi boca.

Paro abruptamente y se sacó el picardías por arriba en un segundo, me retiró un poco y se puso de culo hacia mi, apoyando su torso en los asientos del sofá. Luis sonrió orgulloso, dejó la cámara y cogió mis manoplas, nunca me las había puesto con tanta velocidad como aquel día.

En cuanto estuve preparado, el me guió al coño de Marta, lo lamí un poco más, pero el me tiro del collar para que subiera, como cuando jugábamos a ponerme sobre dos patas, así que me apoyé sobre la espalda de Marta, pero esta vez Luis no terminó de ponerme de pie, ni ella se movió para que la siguiera andando como si fuera una conga, no, esta vez, sentí la mano de Luis agarrar mi polla y tirar de ella haciendo que me acercara más a Marta, entonces noté como mi miembro entraba en un sitio cálido y húmedo, y por instinto empecé a moverme dentro y fuera de aquella cavidad. Luis se separó con velocidad y tomó su cámara de nuevo, se puso a grabar como un loco, mientras, con la mano que tenía libre, comenzó a masturbarse intensamente.

Mi cabeza daba vueltas, me sentía morir y vivir al mismo tiempo, no quería que esa sensación terminara, era aún mejor que la boca de Marta en mi polla, aquello fue rápido y no lo disfruté, salió casi solo, pero esto, esto lo controlaba yo, y era mucho más placentero, cada nueva embestida me hacía tocar el cielo, y a Marta gozar de los infiernos. Bombeé y bombeé hasta que exploté en el interior del calido coño de Marta, mi polla se volvió a abultar haciendo que Marta tuviera un orgasmo brutal, meneando sus caderas y sacándome hasta la última gota de leche.

Mi polla salió de ella sin atorarse, pero con un gusto tremendo por la estrechez que su coño tenía ahora con relación al tamaño de mi pene abultado.

Marta se echó junto a Luis en el sofá, ambos se besaron y seguidamente comenzaron a follar como perros, nunca mejor dicho en este caso.

Yo me alejé hasta el dormitorio, allí me eché en la mantita que usaba de cama, y me dormí plácidamente satisfecho de haber perdido mi virginidad por todo lo alto.

Fin del capítulo 1.