miprimita.com

El Secuestro de Patricia

en No Consentido

El Secuestro de Patricia

Era muy tarde para salir de copas, era muy tarde para irme a la cama, pero sobre todo era demasiado tarde para echar marcha atrás. El coche era negro con el techo amarillo, con su característico cartel blanco luminoso con la palabra "taxi" sobre el techo, y el círculo redondo en la puerta con el número de inscripción en amarillo. La ventana del conductor abierta del todo, y de tanto en tanto podía verse un brazo extenderse para expulsar la ceniza del cigarro fuera. Todo a la vista de cualquiera hubiera parecido normal, un taxista dentro de su coche fumando mientas estaba aparcado en una calle oscura. Sin embargo era del todo inusual para mí: ¿Qué estaba haciendo dentro de taxi robado? ¿Cómo pude haberme convertido en parte de este increíble plan? ¿Qué diría si se acercase algún pasajero y me pidiera que lo llevase? A medida que pasaban los minutos aumentaban mis temores, la incertidumbre, mis nervios, y paquete de tabaco estaba cada vez más vacío. El teléfono móvil apoyado en el asiento del acompañante sonó, y el sobresalto borró todos mis pensamientos. Me puse en marcha hacia la barranca de Punta Piedra, en el Paseo Galíndez. Los escasos minutos de recorrido me permitirían recorrer mentalmente el plan que había trazado con Adrían. Él haría sonar el móvil tres veces, señal de que todo estaba previsto, a partir de ese punto dispondría de cinco minutos hasta llegar al Torreón del Monje, donde ella, después del casino y de un pequeño paseo de madrugada, siempre paraba un taxi para volver a su casa. Mientras me acercaba al destino no pensaba más que en mis temores sobre las innumerables cosas que podrían salir mal. Sin demasiado análisis sabía que dependíamos de la suerte de llegar a recogerla antes que cualquier otro taxista, que esa noche ella no alterase su matemática rutina nocturna, y que la policía no me detuviera por conducir un taxi robado solo escasas horas atrás.

Ya estaba a la vista el Torreón del Monje. Un edificio bellísimo de principio del XX en el marco natural de excepción de la barranca de Punta Piedras. Este edificio y los Lobos de Mar de la Rambla constituyen las dos esculturas simbólicas de la ciudad de Mar del Plata, obra del escultor José Fioravanti. Me sonreí en aquel momento, cuando me vino a la memoria aquella leyenda atribuida a Ernesto Tornquist. En esa misma torre había vivido por más de setenta meses un soldado, un tal Alvar Rodríguez, dedicado a la ciencia de los astros, junto a una india, Mariña quien mantenía un amor no correspondido por el soldado. Cegado por los celos de aquella relación el cacique Rucamará decidió atacar el Torreón y secuestrar a la bellísima Mariña. Ambos fueron perseguidos por las fuerzas de Alvar y sus hombres, hasta que el secuestrador y su cautiva se vieron acorralados y juntos decidieron saltar desde lo alto de un precipicio. ¡Saltaron juntos! ¡Acaso ella habría encontrado su verdadero amor en aquel osado indio! Tenía que pensar en cualquier cosa que se alejara de lo que estaba a punto de hacer, ¡Y lo que se me ocurre es un secuestro en el mismo sitio! Y como si eso no fuera poco, ¡en el que el captor había muerto trágicamente! Mi imaginación otra vez estaba jugando conmigo, no pude más que sonreír por aquella irónica historia recordada justo a tiempo. Y justo a tiempo, vistiendo un provocativo vestido de fiesta corto y negro, unos tacones altos, y una andar sensual, ella apareció caminando iluminada por los faroles del coche. Con todo detalle pude ver aquel movimiento sensual de su culo, el andar seguro de una mujer que se sabía bonita, y su bello rostro cuando se giró a detener el taxi que yo conducía hacia su encuentro. Tragué saliva. ¡El plan marchaba!

"Llévame al barrio Los Troncos", su voz era suave como la seda. Era evidente que la belleza de aquella mujer iba más allá de lo visualmente obvio. Aquel es un barrio residencial, cuyo nombre deriva de un acaudalado salteño que en los años treinta se hizo construir un chalet edificado con troncos de quebracho y lapacho. Con el tiempo a su alrededor se edificaron de muchas casonas de similares características. Actualmente es el barrio de gente de la farándula, empresarios, y nuevos ricos. Mabel vivía allí con su esposo Alejandro, eso lo sabíamos de sobra. Su marido era un nuevo rico que había amasado una gran fortuna comprando y vendiendo tecnología para la ingeniería del petróleo. No solo se dedicaba a los negocios, su avaricia y egoísmo lo habían convertido en ser poco recomendable sin amigos pero con fuertes contactos con políticos y mafiosos. Nuestro plan a la vista de enorme poder de este empresario resultaba de una ingenuidad y una torpeza propias del secuestro llevado a cabo en la película Fargo de los Coen. Hoy me sigue resultando increíble el hecho de haberme dejado convencer por mi compañero de universidad y amigo Adrián. Algunas cosas, no obstante, sabíamos del empresario: era muy orgulloso, violento, y avaro. Siempre estaba preocupado por su imagen, era gordo, y se decía que vivía con su bonita esposa solo para tapar su condición de homosexual. El perfume de Mabel llegó desde al asiento trasero, otra vez su belleza estimulando todos los sentidos... "A la calle General Güemes número 132, por favor". La miré por el espejo retrovisor mientras me ponía en marcha, y esta vez observé su escote. Sus pechos deseaban ser liberados del cautiverio de su sujetador, tal vez toda ella necesitaba ser de alguna manera liberada del cautiverio de una vida fingida.

Cincuenta metros más adelante me detuve, y para la sorpresa de Mabel, Adrián abrió la puerta trasera y se sentó junto a ella empuñando un revolver. Mis ojos se nublaron, nunca me gustó sentir emociones fuertes, mis oídos se taparon, no tengo ni la menor idea de lo que pudo haberle dicho a la perpleja chica. Solo escuché que mi amigo me gritaba "¡Arranca ya de una vez!" Eso hice. Era evidente que la situación debía estar completamente bajo control porque ella ya no gritaba, se mantenía contra una de las puertas alejándose todo lo posible del hombre armado. Conduje a toda velocidad, solo veía las luces que pasaban como una lluvia de estrellas hacia atrás del coche. Los minutos pasaron sin pensamientos, casi sin respiración, solo cuando vi la periódica luz del Faro de Punta Mogotes caí en la cuenta que nos estabamos acercando a nuestro destino. Teníamos que pasar aquel accidente geográfico unos minutos más camino a Miramar, y desviar hasta una pequeña casa rural que habíamos alquilado debido a su aislamiento. El plan marchaba... Desapareceríamos con una enorme suma de dinero, uno o dos millones de dólares depositados en algún banco de algún paraíso fiscal, antes que ella pudiera terminar por denunciarnos y describirnos a la policía. La chica no necesitó de ninguna amenaza ni orden para descender de coche cuando llegamos a la casa. Cuando la encerramos en la que sería su habitación durante el tiempo que durasen las negociaciones, pudimos relajarnos en el salón con abundante Jameson con hielo y algunos cigarros. Desde el salón podía oírse como ella sollozaba sobre la cama presa del miedo, me di cuenta que necesitaríamos bastante whisky para pasar a la siguiente etapa planeada. Adrián ya recogía su cámara de vídeo...

El gordo no se había percatado de la ausencia de su esposa sino hasta bien entrada la mañana siguiente. Dormían en habitaciones separadas en aquella ostentosa mansión desde hacía mucho tiempo. Las noticias le llegaron por medio del periódico, el "cámara" Adrián había puesto dentro del periódico que Alejandro recogía por las mañanas de la puerta de su chalet, un disco dentro de un sobre con una leyenda clara: "¿Quieres saber que hizo Mabel anoche...? No llames a la policía o lo haremos público en internet". Se le debió haber enfriado el café del desayuno, su curiosidad lo impulsó al salón, donde se dispuso a mirar la ópera prima de dirección que Adrián había filmado. La habitación en la que habíamos encerrado a Mabel tenía el techo bajo, con grandes vigas de madera, de modo que fue posible esposarla con unos grilletes con las manos en alto, de manera tal que la cadena colgase de una de las vigas. De esta manera ella subida a la cama con sus piernas ligeramente abiertas permanecía de rodillas. Sus ojos estaban vendados. No fue fácil para mí interpretar ese papel, nunca fui un secuestrador, y mucho menos un violador. Mientras la sujetaba a los grilletes por sus muñecas su miedo era evidente, gemía. Hubiera preferido liberarla en ese punto y entregarme a las autoridades. Pero seguí adelante. Odiaba pronunciar las terroríficas y asquerosas frases de: "No tengas miedo" o "Tranquila no te haré daño". Serían mentira. Opté por no decir nada. Estuvo unos instantes en esa posición hasta que se tranquilizó, debió haberse resignado a la escena sexual que inexorablemente se aproximaba. Así se le presentó la escena a su marido. A partir de ahí él contempló cada detalle. Pudo ver como un encapuchado se acercaba a los pies de su esposa. Cómo mis manos empezaban por acariciar sus pies, subiendo despacio hacia sus rodillas. Más arriba empezaba su pequeño vestido, y mis manos seguían su ascenso por debajo de la falda, acariciando con suma suavidad la cara interior de sus muslos. Mis emociones eran tan vertiginosas, que mi memoria sería insuficiente para describir exactamente aquellos recuerdos de no haberme quedado con una copia del dvd, que aún hoy me excita cuando contemplo como mis manos encontraron el camino hacia ese culo tan redondo, y mis dedos se deslizaban entre sus nalgas. Mantenía allí una de mis manos mientras con la otra decidí explorar sus tetas. Recorrí a esa mujer por completo, toqué todo su cuerpo, ¡sin embargo ella no decía nada!

No puedo ni imaginar lo que empresario debió sentir cuando empecé a desnudarla. No resultó en absoluto difícil, el vestido era pequeño y muy práctico a la hora de tener ella algún encuentro sexual. Bajar la cremallera y deslizarlo completamente hasta sus rodillas y sacárselo por completo, fue suficiente como para contemplar la enorme belleza de una mujer sexy con una espectacular ropa interior. Él vio como yo observaba con sumo interés su culo precioso y su braguita desapareciendo dentro de sus redondas nalgas, su pubis que debería tener escaso vello debido a las ínfimas dimensiones de aquella braguita, su canalillo definido por sus redondas y grandes tetas aprisionadas por el sujetador. Mis manos se pusieron en funcionamiento otra vez, su cintura, sus piernas, sus tetas. Fue ahí cuando volví a escucharla, soltó un gemido, pero esta vez era de placer. Frente a lo inevitable era evidente que ella se había dado cuenta que solo podría salir de aquella situación dejando que la invadiera todo el erotismo de ese momento. No había motivo para que pensara lo contrario, mis manos eran suaves, la tocaba delicadamente, y más allá de que fuese agradable tocar una mujer tan bonita, yo sentía que estaba acariciando a alguien especial. Y ella se había dado cuenta. Mis dedos jugaron sobre su clítoris que estaba al otro lado de la seda finísima de su ropa interior, tanto jugué así con ella que sus bragas empezaron a evidenciar la humedad de su sexo cada vez más excitado, mientras echaba su cabeza hacia atrás. Ella estaba inmóvil, atada, y prisionera de los caprichos sexuales de un desconocido. Sin embargo era yo el que se sentía presa de esa belleza. La cámara de Adrián como un fiel testigo de todos los pequeños detalles seguía con maestría los movimientos de mis manos todo el tiempo. Tampoco, se desperdiciaban los cada vez más frecuentes suspiros de placer. Ella había empezado a gozar, y eso nos daba la seguridad de que el orgullo del gordo le impediría acudir a las autoridades, bajo la amenaza de todo el mundo pudiera ver por Internet como su pequeña esposa gemía de placer en manos de Uno cualquiera.

Decidí excederme en el plan esta primera noche. Algo sobre su piel me invitaba a seguir y seguir más en la violación de esta pequeña mujer. Toda sus curvas, su pequeña estatura, sus rasgos dulces, todo en ella me resultaba cada vez más atractivo. Me saqué la capucha que enmascaraba mi identidad, me moría de calor, me identificarían si él fuera a la policía. No me importó. ¡Me había entregado a ella, a mi prisionera! Llegó el momento de usar el último de los sentidos, el gusto. Mi vista se había recreado con esas curvas, mi olfato me había embriagado al sentir su perfume, había disfrutado del sonido de sus gemidos, y las yemas de mis dedos habían recorrido su piel. Mi lengua terminó por perderme en las sensaciones que esta pequeña ofrecía. Le quité el sujetador, y mis labios apretaron delicadamente sus pequeños pezones, pude medir de esta manera lo erectos que se encontraban, después mi lengua siguió dando pequeños círculos alrededor de ellos. Me alternaba con cada teta, no quería descuidar a ninguna de las dos. Por último, la torturé con pequeños mordisquitos, y la reacción de ella no se hizo esperar, de suspiros, y suaves gemidos, empezó a gritar. Subí lamiéndole el hombro, el cuello, y me detuve en una de sus orejas. Le quité la venda de sus ojos, y me encontré con una mirada que me estaba pidiendo más... Me arrodillé en la cama por detrás de ella. Hice a un lado la parte posterior de sus braguitas que se hundían entre sus preciosas nalgas, y las separé. Su gordo marido contempló en el dvd lo mismo que yo contemplaba por primera vez. Su culo era precioso, su ano circular, apretado, perfecto, que me dejaba imaginar que jamás había sido penetrado. Mis dedos acariciaron ese inmaculado círculo, y en ese momento los gritos de ella superaban todo el placer que yo pudiera haber oído de una mujer.

Separando un poco más sus nalgas pude saborear su culo con la punta de mi lengua. En ese punto sus gritos se convirtieron en palabras definidas, desesperadas palabras en casi inarticuladas frases. "¡No te detengas!" ,"¡Más, dame más!", "Si me dejas así te mato!". Cumplí con sumo placer. Su braga se había convertido en un obstáculo, la rompí, y ella quedó completamente desnuda a excepción de los tacones que le daban un aspecto más provocativo. Hice que se girara sobre sí misma, y me encontré con el pubis más bonito que habían visto mis ojos. Le separé las piernas todo lo que pude, y me sumergí en la calidad humedad de su sexo. Su sabor era delicioso, era lo que me quedaba por sentir, era lo que me hacía caer de rodillas y enamorarme perdidamente. Mi lengua jugó un largo rato con su clítoris, mientras mis dedos comenzaron la exploración de su virginal ano, primero el dedo índice a lo cual se sumaron más tarde el mayor y el anular. Adrián tenía ya entonces dotes de director de cine, combinó una serie de planos y contraplanos, entre mis tres dedos dilatando su ano, mi lengua conduciéndola a su orgasmo, y la cara de éxtasis de ella que sellaría el silencio inmediato de su marido temeroso de convertirse en el cornudo del momento. Así se corrió por vez primera esta deliciosa mujer. La segunda vez no tardaría en llegar. Una doble penetración digital, tres dedos en su ano y otros tres en su vagina, salían y entraban suavemente más y más profundo. Solo unos segundos alcanzaron... sus suspiros impedían entender sus confusas frases, pero creí entender: "Suéltame..." Lo hice, y cayó entre mis brazos, me asió con fuerza. Adrián que mostraba una increíble erección por debajo de su pantalón apagó la cámara y salió de la habitación. La acosté y me desvestí por completo. Me tumbé por detrás, y ella separó sus muslos como para permitir que mi miembro tieso quedase aprisionado entre ellos y su culo. En ese punto me preguntó: "¿Qué más me harás?" Le contesté: "Nada más, te hice suficiente... Perdóname..."

La iniciativa para lo que quedaba de la noche la tomó ella, comenzó con unos casi imperceptibles movimientos de cadera, su fuerza fue en aumento. Mi polla estaba al máximo. Mis manos cogían sus tetas por detrás, y en esté punto reanudé mi actividad de "macho violador". Solo pretendía abrazarla, y permitir que se relajara lo suficiente como para que se quedase dormida, ¿el plan se estaba desviando?. La puse boca arriba, y me situé encima asiéndola con fuerza por sus brazos. Ella deseaba que terminara por penetrarla, y no demoré su deseo. La penetración fue suave, directa y profunda. Sus gritos se extendieron otra vez por toda la casa. Gozábamos juntos. Todo mi esfuerzo estaba concentrado en dilatar el mayor tiempo posible mi eyaculación, pero las sensaciones acumuladas por la tortura sexual a la que la había sometido hicieron que me resultara cada vez más difícil. La había asido rodeando mis brazos alrededor de su cintura con mucha fuerza, mientras mis movimientos hacían que mi miembro entrase hasta su más profundo interior y saliera practicante del todo a un ritmo vertiginoso. Adrián había intentado volver con su cámara, pero llegaba tarde. Le pedí que se fuera. No tardé en sumar mis gritos de placer a los suyos, corriéndonos de una manera animal. Sentía como el fuertísimo flujo de mi semen llenaba toda esa apretada vagina. Permanecí eyaculando largos instantes, ella por cada vez que sentía en su interior el estremecimiento de mi polla que se desahogaba con los últimos fluidos seminales gemía con su boca puesta en mi oreja. Después del ese increíble orgasmo vino lo que denomino "el tiempo después", en el que surge algo más que el sexo, una conexión empática entre una mujer y yo, y para la mayoría de los hombres un tiempo en que surgen los problemas.

El plan se estaba desviando. En la oscuridad de la habitación la abracé con mucho cariño, acaricie su pelo, y dejé que se quedara dormida sobre mi pecho. Permanecí despierto toda la noche, mientras veía su hermoso rostro apenas iluminado por el hilo de luz de la luna que entraba entre las rejas de la ventana. Escuchando su suave respiración, sentía las tetas tibias sobre mi piel, su cabello acariciándome y su hipnótico perfume. Mis pensamientos daban vuelta alrededor de la enorme muestra de cariño que había recibido de ella, a pesar de haber sido secuestrada, atada, y violada por mí. ¿Sería una estrategia suya para escapar o evitar algún daño físico mayor que le pudiésemos infringir? Por supuesto, hubiera sido incapaz por mi parte. No parecía fingido, su dulzura, su mirada, sus desmedidos gritos de gozo, son cosas que nadie pueda fingir. Por mi parte me sentía enamorado después del mejor encuentro sexual que había tenido en toda mi vida. No era tan raro, sinceramente desde que Adrián me había expuesto el plan no podía dejar de pensar en esa mujer, mirar las fotografías que le habíamos sacado en la calle, y en todas las posibilidades interpretativas de la historia de ella junto a su impasible y egoísta marido. Todos mis pensamientos me dirigían a dos conclusiones, odiaba a aquel gordo y deseaba a su mujer.

La mañana siguiente aunque yo no había cumplido con mi parte del plan, Adrián sí lo había hecho. Abandonó el taxi muy temprano y dejó su "opera prima" dentro del periódico que, el odioso empresario leería como todas las mañanas. Mientras tanto en la casa rural, la chica dormía de lado, sus pequeños pies salían por fuera de las sábanas, yo no podía abandonar esa habitación. Si bien la primera vez actué el papel de un lascivo abusador, al verla en la cama esa mañana tuve que contenerme para no abusar de ella de veras. Salí y eché el cerrojo. No temía que se escapara, sino simplemente que se fuese de allí para siempre. Al rato la desperté con un desayuno completo. También le llevé unas toallas, ropa interior nueva, su talla la conocía de sobra gracias al exhaustivo trabajo de mi fiel amigo, y un vestido sexy aunque no para la noche, y zapatos con tacón aunque más cómodos. Desayuno en silencio, aunque sus ojos se fueron encontrando con los míos con cada vez mayor frecuencia. Al final del desayuno, mirándome con amabilidad rompió el silencio para decirme "¡Gracias!". Asentí con mi cabeza, tenía la cabeza hecha un lío, y mi garganta estaba impedida por un nudo. Al intentar salir de la habitación con la bandeja me volvió a hablar: "Por favor, no te vayas".

En 1973 se produjo un atraco en el banco Kreditbanken de la ciudad sueca de Estocolmo. Los delincuentes debieron mantener como rehenes a los ocupantes de la institución durante seis días. Cuatro personas (tres mujeres y un hombre) fueron tomadas como rehenes, pero una de las prisioneras se resistió al rescate y a testificar en contra de los captores. Más tardes se sumaron los otros secuestrados que se negaron a colaborar en el proceso legal posterior. Algunas versiones indican que esa mujer fue captada por un fotógrafo en el momento en que se besaba con uno de los delincuentes. Desde entonces se conoce como "síndrome de Estocolmo" a la reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro, o persona retenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado. En ocasiones, dichas personas secuestradas pueden acabar ayudando a sus captores a alcanzar sus fines o a evadir a la policía. Entre las múltiples causas de este síndrome para el rehén pueden destacarse: Deseo de salir ileso; o buscar protección en situaciones que se le escapan de control cumpliendo el deseo de sus captores; o hacer que situación sea más soportable convenciéndose a sí mismo de que tiene algún sentido identificándose con los motivos del autor del delito. Pero lo que más me llama la atención es que este síndrome es común entre víctimas de algún tipo de abuso doméstico. Todos los elementos parecían encajar, trataba de entender por qué el plan se había ido al garete. Mabel le daba sentido a la situación identificándose con mis motivos, mis verdaderos motivos, mi deseo cada vez mayor de quedármela, y a esto le añadimos el maltrato psicológico al que había estado sometida viviendo con Alejandro. No salí de la habitación dejé la bandeja en el suelo y me senté en la cama junto a ella. Le pregunté "¿Conoces la historia de Patricia Hearst?", a lo que me respondió animada "¡Patricia! Ese es mi primer nombre..."

Adrián entró en la habitación cuando había comenzado a contarle la historia de Hearst a Patricia, ese sería su nombre para mí de ahí en adelante. "Patty Hearst, nacida en San Francisco el 20 de febrero de 1954 fue secuestrada el 4 de febrero de 1974 del apartamento de su novio en California por un pequeño grupo de izquierda denominado Symbionese Liberation Army o SLA. Peticiones exageradas por el grupo dieron como resultado la donación por parte de la familia Hearst de comida por un valor de seis millones de dólares para los pobres, después de lo cual no hubo noticias de Patricia. Hasta que Patty fue identificada durante el atraco protagonizado por el SLA en el banco Hibernia. Se había comprometido con las ideas del SLA. Más tarde se supo que había cambiado su nombre por el de Tania en memoria de la guerrillera argentina Tamara Bunke que combatió en Bolivia junto al que fue su compañero sentimental, el Che Guevara. Se dictó una orden judicial de captura y en septiembre de 1975, al poco tiempo fue arrestada. En su juicio, Hearst declaró que había sido encerrada y vendada en un armario y abusada sexualmente, lo que causó su decisión de comprometerse con el grupo, era un caso extremo de síndrome de Estocolmo, en el que los rehenes acabaron compadeciéndose por los capturadores. Sin embargo, la defensa no tuvo éxito y fue sentenciada por el robo de un banco. A los pocos meses su sentencia fue reducida por el presidente Jimmy Carter. Hearst fue puesta en libertad en 1979, y finalmente fue indultada por el presidente Bill Clinton durante las últimas semanas de su mandato". Patricia me miró profundamente a los ojos, extendió su mano y cogió fuertemente la mía y sus graciosas palabras terminaron por enamorarme perdidamente de ella: "Tendremos que ir a visitar Estocolmo, aunque yo siempre quise conocer Helsinki..."

El plan tenía un rumbo nuevo, es más ya no había ningún plan. Adrián al ver la última escena salió de la habitación fingiendo un exagerado enfado gritando varias veces "¡No, no!". Pero él se me parecía mucho, por algo era mi amigo, más romántico que ambicioso, así que después de explicarle la historia de Patricia y el cerdo de su esposo tal como ella me la había contado, se sonrió para preguntarme, "¿Tú crees que pueda servirte ahora de algo como director de cine?". "Más que nunca", le respondí... Esa noche sería la primera vez que amaría físicamente a Patricia. Hablamos todo el día, como dos amigos que se hubiesen reencontrado después de muchos años. Una cosa me quedaba clara, que el secuestro de Mabel había durado 15 años de sórdido matrimonio, y que aquí en esta casita de campo empezaba la libertad de Patricia. A medida que transcurría el día mi imaginación volaba con mayor frecuencia hacia ese delicioso circulo virgen de su ano. En ese momento llegaba desde el salón la música de la canción "Rapto" del músico argentino Gustavo Cerati, grabado en un recital dado en el Club Ciudad en diciembre de 2009. Otra referencia irónica del destino al síndrome de Estocolmo.

Sonó el teléfono en el despacho del empresario y la voz de Adrián solo dijo que en cinco minutos entrase en una específica pagina web. La cámara de vídeo a través de internet permitiría que el gordo pudiese ver imágenes en directo. Mi amigo lo había dispuesto todo. Patricia estaba espléndida, en esta escena no parecía una víctima de un secuestro sino todo lo contrario una mujer dispuesta a humillar un cruel esposo. Estaba a cuatro patas sobre la cama, meneando su culo de manera provocativa. No estaba puesto el sonido y el vídeo del empresario por lo que solo podíamos conjeturar lo que le debería estar doliendo ese transplante de cuernos sobre su frente. Me acerqué por detrás completamente desnudo dejando ver mi enorme erección, mi miembro era lo suficientemente grande como para alterar los nervios del ciber-público que seguía la escena del otro lado de la ciudad. La cámara de Adrián siguió mostrando un primer plano del culo de Patri, mientras como la noche anterior separaba sus nalgas para congraciarme con el lujurioso festín que me daría en ese circulito. La inquietante toma lo mostraba perfectamente, circular, rosado y muy apretado. Comencé a lamerlo con suavidad, mientras la saliva que la humedecía me permitiría deslizar mi dedo índice en interior de esta pequeña mujer. Mi dedo resbalaba con suavidad mientras ella soltaba gemiditos entrecortados de placer. Seguí dedicándome a fondo con su culo, alternaba mi dedo índice con mi lengua, mientras la frecuencia de mis movimientos iba en aumento. Para aumentar aún más la ansiedad del desafortunado empresario cambié el índice por el pulgar. En ese momento volvió a sonar el teléfono en su despacho. Adrián dijo "...la penetrará por el culo y lo colgaremos en internet", él gordo interrumpió "¿Cuánto quieren?". "Depende cuánto valga para ti tu esposa". "¡Les daré cinco mil dólares!". Le cortamos. Seguí jugando con Patricia.

Cogí un vibrador que tenía estratégicamente al alcance de mi mano. No era muy grande, más bien un poco más pequeño que mi polla, pero me permitiría penetrarla controlando la suavidad de los movimientos. Ella parecía disfrutar aún más que la noche anterior. Nunca había sido penetrada analmente por la torpeza de marido en la cama, tampoco nunca la había jugado con ningún juguete sexual por su falta de valor para ir con ella a un sex-shop. Cuando sintió el sonido de la vibración elevó aún más su culo esperando que la sensación no tardase en llegar a su interior. Apoyé el extremo del juguete sobre su ano, haciendo a principio muy poca presión, con mi otra mano comencé a acariciar sus labios y su clítoris con tal suavidad que la suma de las dos sensaciones le hicieron gritar. La cámara no perdió ni el más mínimo detalle del camino del vibrador hacia el interior de Patri, tampoco nos perdíamos de grabar sus gemidos de placer, toda esta información tenía que ser agotadora para el inerte marido. Era evidente que casi ya no tocaba a su esposa, ella necesitaba sexo, y yo estaba dispuesto a brindárselo todo en el marco del creciente cariño que sentía por ella. Al cabo de unos momentos se estaba corriendo, quité el vibrador durante su éxtasis mientras estimulaba el interior de su vagina con dos dedos. Los incontrolables movimientos provocados por su orgasmo pudieron recogerse en un primer plano espectacular de su ano, se corría al tiempo que su esfínter anal se abría y cerraba presa del placer, todo esto acompañado de los gemidos más bonitos que jamás había escuchado, supongo que el empresario tampoco los habría escuchado nunca. No me detuve con eso, seguí, quería que ella sintiese aún más.

Me acosté debajo de ella colocando mi boca al alcance de su pequeño coño. Patricia sin perder un instante me correspondió a esa postura completando un sesenta y nueve perfecto en el momento que de un bocado se llevó toda mi polla a su boca. Mi lengua jugueteaba con su clítoris al tiempo que a través de él le transmitía las vibraciones de mis gritos de placer. Ella me trasmitía también los suyos a través mi miembro erecto. ¿Cómo no se va a enamorar uno perdidamente de un bombón así?. La necesidad de sexo se hizo más evidente que en ningún otro momento, la ansiedad con que me recorría la polla con su lengua, como me mordisqueaba, como me la asía un momento después dentro de su boca con gran fuerza. Al cabo de un rato decidí cambiarme de postura, no sin echar de menos la mamada más desesperada que jamás una mujer me había hecho. Ella seguiría a cuatro patas, era la postura más adecuada para ser recorrida en su esplendor por la cámara de Adrián. Me coloqué otra vez por debajo, pero esta vez con mi miembro en la entrada de su aterciopelada vagina, me miró con una sonrisa, me besó apasionadamente. Sus ojos se cerraron cuando mi polla comenzó a llenarle su interior, no podía seguir besándome, necesitaba gritar más fuerte. Levantó su cuerpo lo suficiente como para que mi lengua acariciara sus pezones, mientras sus tetas subían y bajaban por el movimiento periódico que yo le imponía al entrar y salir con fuerza de su interior. Mis manos se asían con fuerza de su culo. Ya no podía prestar atención al trabajo cinematográfico que esta realizando mi amigo, pero cada vez que veo la película me doy cuenta de lo bien hecho que estaba. Sus pezones eran hermosos, pequeños duritos, solté su culo para cogerme de sus tetas con fuerza mientras mis labios, mi lengua, y mis dientes jugaban con ellos. Patricia encadenó una serie de tres orgasmos vaginales, después del segundo el éxtasis fue tan alto que sus gritos se transformaron en una nota musical, un si continuo que duró un largo instante. Cambié la frecuencia de mi periódica penetración, cogiéndola nuevamente con mis manos por su redondo culo, y apretándome con todas mis fuerzas hacia su interior durante unos momentos. Cuando la frecuencia de sus jadeos comenzaron a disminuir fue el momento de empezar la tercera etapa vaginal con más energía, su tercer orgasmo vino de inmediato con más fuerza que un tsumani que nos inundó a todos de asombroso placer.

Una vez más sonó el teléfono que el gordo no tardo ni un instante en cogerlo, "¡Basta ya! Acaben con eso, no la torturen más! ¡Les daré cincuenta mil!" Patricia no pudo evitar decir entre jadeos:"Esto es todo lo contrario a una tortura". Apenas a tiempo pude salir de su vagina sin correrme, quería estar preparado para la siguiente "tortura". Me puse detrás de ella, con mi glande en contacto con su ano, mientras ella meneaba su culo suavemente. Se volvió a escuchar "¡Déjala, ella es mía, me pertenece! Te daré cuarenta mil". Adrián aguantando una carcajada añadió, "¿no había dicho cincuenta mil hace un instante? Ahora ofrece cuarenta, ¡será tacaño el gordo ese!". El empresario con furia gritó "¡Los mandaré a matar, Mabel es mía!". Le respondí seriamente, "Mabel habrá sido tuya, pero ahora Patricia ya no te pertenece, sino lo crees sigue mirando..." Le cortamos la comunicación. Ella elevó su culito lo más que pudo invitándome a disfrutar de él, y comencé a entrar con suavidad, cada centímetro ganado en su interior se transformaba, en extenso territorio de placer conquistado. Su gemido era suave continuado, hasta que al final se interrumpió por un grito de sorpresa al sentir mi vello púbico acariciando sus nalgas. Ella no podía entender como había sido capaz de que entrasen esos veinte centímetros en todo su culo. "Solo deseándolo..." le dije al oído, mientras me ponía en movimiento. Sus gritos eran entrecortados, muchas sensaciones nuevas, pero la estaban conduciendo al éxtasis. Era evidente que se estaba corriendo, mientras mi polla entraba y salía prácticamente toda. Mientras ella se corría analmente, grité "¡Cómo puede ser posible que te corras por el culo!" Alcanzó a responderme entrecortadamente, "¡De-sean-dote!". Mi semen la llenó por completo, la apretaba hacia mí, no terminaba nunca de eyacular... Permanecí clavado a Patricia un largo rato. Finalmente sellé con un largo beso todo lo que sentía por ella, empezaba "el tiempo después".

Escapamos de Argentina, temiendo una venganza del gordo. Finalmente habíamos colgado todo lo filmado en la red junto con la patética negociación telefónica de Alejandro. Todo ahora estaba al alcance de los ojos de sus mafiosas amistades para su propia degradación. Este trabajo lanzó a Adrián hacia su carrera de director porno en Barcelona. Los tres habíamos conseguido mucho más de lo que imaginabamos. No nos fuimos de luna de miel a Estocolmo tal como el destino parecía exigir, sino a la Costa Brava. Desde hace años vivimos sin alejarnos del Mediterráneo gozando del erotismo como si cada día fuera el último. Así fue como conocí a mi esposa, Patricia, una mujer fascinante.

Agradezco vuestras criticas y opiniones, daniel149941@yahoo.es