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Juegos eróticos el sábado de la visita del papa

en Orgías

Juegos eróticos el sábado de la visita del papa

Era un sábado en el que lo único que había para ver en la televisión, era la visita del papa. "Solo a través de la imaginación podremos encontrar la salvación". Por suerte se me cruzó esa frase por mi mente mientras ese horrible muñeco vestido de blanco decía algo a los jóvenes sobre la salvación, pero que nada tenía que ver con la imaginación. Completamente hastiado podía ver que el mando estaba a cinco metros del sillón sobre la mesa, lo cual hacía imposible la tarea de cambiar de canal, ¡Dios, estaba perdido! Me quedaba la posibilidad de que Patricia volviese de la habitación a tiempo y que al pasar junto a la mesa se apiadara de mi alma y me diese el mando y, ¿quién sabe, tal vez también me trajese una cerveza fría? El milagro sucedió justo cuando el muñeco blanco de la tele levantaba sus bracitos, ella con un casi trasparente vestido nuevo corto apareció preguntándome si me gustaba. No traía ni el mando ni ninguna cerveza, pero sí traía mi Salvación, de otra manera ese domingo me habría sumergido en un eterna apatía papal. Mi imaginación se puso en marcha. Mi mujer dio una vuelta sobre sí dejándome ver sus preciosas curvas, la intensa luz que entraba por una de las ventanas pasaba a través de su faldita evidenciando con todo detalle los contornos de su entrepierna, sus braguitas eran blancas. Sus tetas sin sujetador se apretaban en un mínimo escote, y la redondez de sus nalgas convertía ese espantoso domingo en una experiencia celestial. Me levanté del sillón, cogí el mando y la escena de millares de extasiados jóvenes adorando a un muñeco diabólico desapreció en las tinieblas, y para asegurarme de que no volvieran por algún maleficio tiré del cable del enchufe. Pronuncié mis palabras mágicas mientras jugueteaba con los pezones cada vez más notorios debajo de su vestido, "tengo una idea..."

Hacía un par de semanas habíamos jugado con Mariano un amigo nuevo, a algo simple apropiado para romper el hielo de esa primera vez. En aquella oportunidad Patri y yo nos habíamos besado con un enorme deseo, mientras acariciaba con ternura sus tetas, y sentado en el mismo sillón Mariano contemplaba la escena de tono cada vez más lascivo. Ella se inclinaba cada vez más hacia mí dejando la visión completa de sus piernas y su culo cubierto por su pequeña falda. En el momento en que mi erección se hizo insoportable dentro de mi pantalón, ella me liberó bajándome la cremallera, desabrochando mi cinturón, sentí como si mi miembro se extendiera hacia el cielo. Patricia no se demoró en juegos ni caricias, bajó su cabeza para mordisquearme con dulzura al principio, después subir y bajar varias veces recorriendo toda mi polla con su lengua. Lo hacía con ganas, su empeño hacía que su postura la obligara a levantar más y más su culo, mientras Mariano la miraba con un deseo cada vez más intenso. Abrió su boca todo lo que pudo para engullirme por completo para lo cual se arrodilló sobre el sillón, dejando su culo protegido a medias por su falda. Así, Mariano podía gozar de la impresionante vista de una diminuta braguita que desaparecía dentro de sus redondas nalgas. Esa era la señal tal como acordamos con él para que empezase a acariciar sus piernas. La excitación de mi esposa en este punto era completa, sentía como sus manos subían desde sus tobillos en un vaivén suave pero ganando siempre un poco más de altura, hasta finalmente alcanzar la cara interna de sus muslos. Sus dedos rozaban cada vez más frecuentemente los labios de su vagina por encima de su braga, hasta el punto que comenzaron la exploración interior acariciando la entrada de su vagina y el circulo mágico de su ano. Así empezó aquel juego propuesto para esa primera noche.

Tal vez él resultó el amigo más imaginativo para jugar que habíamos conocido, y al mismo tiempo uno de los más dulces para Patricia. Lo notó aquella noche durante la exploración inicial debajo de su braguita. Su excitación se evidenciaba mientras me comía la polla, mordiéndome a veces un poco más de la cuenta cuando los dedos de Mariano penetraban en su vagina. Llegados a ese punto la pequeña prenda interior de mi esposa se tornó un inconveniente para nuestro nuevo amigo. Comenzó a quitársela con una lentitud inquietante. Cuando su culito estaba completamente a merced de las sensaciones que le seguiría otorgando, y desprovisto de la insignificante protección de la braguita, él la olió, soltó un suspiro y me la puso sobre mi mano. Sumergió su cabeza entre esas preciosas nalgas y cuando su lengua llegó a su sexo, mi esposa dejó de chupármela para alzar la cabeza, dejando que su espalda se curvara bellísima, para lanzar una prolongada exclamación de placer. Así transcurría el plan trazado esa primera vez. Lo que siguió fue completamente libre sin ningún programa predeterminado, simplemente tanto él como yo nos dejábamos llevar por lo que los gemidos de Patricia nos sugería, nos deslizábamos raudos por las curvas que su cuerpo dibujaba, y nuestras lenguas avanzaban por la suavidad de toda su piel. De esta manera fuimos conducidos, una vez uno, después el otro hasta el más profundo interior de su vagina, alternándonos en la cruel espera de penetrar a esa belleza que se erguía a cuatro patas delante nuestro. Tal como estaba ella esperando esa sucesión en su interior no podía saber cuál de las dos pollas de veinte centímetros la estaba haciendo presa de su propio placer.

Esa primera vez sucedió suavemente para Patricia, entregada a la sucesión de un clímax infinito hasta bien entrada la noche. Mariano no daba crédito a la multiplicidad de orgasmos experimentados por mi esposa. Eso le animaba a seguir más y más con ella cuando, hacía ya un buen rato que me había quedado al margen para recobrar mi aliento, siete años menos hacían diferencia... Fue un encuentro de los que solemos denominar como "exitosos", tanto como para desear repetir más veces con nuestro nuevo amigo. Antes de despedirnos se lo planteamos, a lo cual él añadió que la próxima vez le gustaría diseñar la atmósfera sexual para beneficio de mi mujer. A Patricia le resultó sumamente excitante la idea de que él propusiera la circunstancia erótica en que ella se iba a ver irremediablemente envuelta, siempre le gustaron las sorpresas y las emociones desconocidas. Ese día había llegado, ninguno mejor que este para escapar de tanto jubileo arcaico, peregrinos ingenuos, y sotanas con olor a naftalina. No era más que la necesidad de reivindicarnos a nosotros mismos, ¡Nosotros nos sentíamos vivos, actuales y diferentes! Las palabras mágicas le encantaron a ella, "tengo una idea...". Cogí el teléfono y llamé a Mariano. "¿Recuerdas que quedó pendiente una segunda vez?", le pregunté. "¡Sí, claro!. ¡Dime por favor que podéis hoy..! ¡Estoy harto de ver al papa ese en todos los canales!"

Mi idea se puso en marcha de inmediato, al mismo tiempo que la imaginación de Mariano comenzaba a mover todos los engranajes para colocar a nuestra protagonista en el primer acto de erotismo y sexo. Habría muchos preparativos previos, conocía sus detalles aunque Patricia los ignoraba por completo. En primer lugar, le pediría que usara ese excitante instrumento que una vez le regalé... la ducha anal. Me ofrecí como su sirviente y la ayudaría a dejar su ano y recto perfectamente limpios, ella accedió con alguna sensación de pudor sin hacer preguntas sobre el plan general. Me gustaba ver la expresión de su rostro cuando le inyectaba en su interior agua fresca a través de los múltiples orificios de aquel instrumento, no podía dejar de mirarla con cierta malicia al tiempo que ella suspiraba hacia dentro con la primera inyección. Después de tres veces el culito de Patricia estaba listo... La duché por completo, y la ayudé a ponerse el vestido que había desencadenando toda la idea. Cuando finalmente la fragancia de su perfume inundó todos mis sentidos tuve que contenerme para no desearla allí mismo, y terminar por echarla sobre nuestra cama para follarla a toda prisa. Logré que el plan siguiera a salvo hasta llegar a la casa de Mariano. En cuanto entramos me di cuenta que él estaba cabizbajo. Lo llevé aparte para preguntarle por qué se sentía así. "¡Te he fallado, Daniel! Mauricio no puede venir!. eso era una auténtica desgracia, sin su amigo todo el plan se nos venía abajo, y con lo que me había costado contenerme para traer a mi esposa excitada, ¡de haberlo sabido...! La fantasía era simple, a la vista de la innumerable cantidad de orgasmos que ella podía alcanzar, se trataba de que dos chicos la hicieran gozar todo lo posible, el que lograse más orgasmos tendría un premio especial... su culito. Se necesita además de dos competidores un arbitro imparcial, ese sería yo mismo. Le dije que no estaba todo perdido, afortunadamente teníamos un plan B, llamar al degenerado de Jorge. Casi nos pusimos a llorar cuando nos dijo que no podía porque no sé qué cosa tenía que ver en la televisión, pero no obstante nos enviaría a un amigo muy agradable y serio al que consideraba un buen candidato para esa competición. Nunca me atreví a preguntarle que vio esa tarde en la tele.

"¿El tamaño importa?" Según innumerables encuestas y estudios provenientes de dudosas fuentes, el tamaño con relación a la satisfacción sexual femenina es solo un mito, porque la mayor estimulación en la mujer es extra-vaginal, caricias sobre el clítoris o los labios vaginales. Ese era el tema de conversación que animadamente sosteníamos los tres mientras esperábamos a Edmond, el amigo francés que Jorge nos enviaba como suplente para el juego, que por cada minuto que pasaba Patricia estaba más ansiosa de empezar. Supongo que estas teorías sobre el tamaño y la satisfacción femenina dependen del tamaño del pene del investigador que lleve a cabo el estudio, por eso es tan difícil arribar a una conclusión cierta. De todos modos hay algunos datos, según la fuente "info-pene.com" (vaya fuente...) el tamaño difiere según el origen racial de las personas, los orientales se situarían en el modestísimo promedio de doce centímetros de media y tres de diámetro; siguiendo los caucásicos con unos catorce centímetros y medio, y casi cuatro de diámetro, y como todos siempre supusimos en primer lugar los africanos con unos dieciocho de media y un grosor de cinco. A lo cual Patricia agregó: "Ya sé donde ir de vacaciones..." Si era importante el tamaño o no, tal vez nunca lo sepamos, pero siempre tuve claro que a Patricia sí le importaba y mucho. El intelectual Frantz Fanon en su libro "Black skin, white mask" (1952) desmiente la correlación positiva entre penes grandes y la ascendencia africana, reduciéndola a un simple mito. No obstante posteriormente en los años noventa, el estudio "Race, Evolution and behavior: A Life History Perspective" defiende con firmeza la postura contraria. "No olvidemos las cuestiones culturales implicadas en la relación entre el tamaño y el origen étnico que considera el autor de color Ralph Ellison en su novela "El Hombre Invisible" (1952). Según él en la historia estadounidense, los esclavos africanos se percibieron como animales sexuales", añadió Mariano. Mi esposa estaba ya a punto de bostezar cuando afortunadamente sonó el timbre. Como dos pequeños elfos quedamos incluidos bajo la sombra que proyectaba sobre nosotros el visitante del color del ébano, no era la clase de ciudadano francés que nos habíamos imaginado. "Hola, soy Edmond..."

Ahora el tamaño se había convertido en una cuestión que nos importaba a nosotros. Supe que Mariano había invitado originalmente a Mauricio porque no superaba los quince centímetros y eso le aseguraría una victoria fácil. Mi esposa ya estaba situada en el terreno de juego, al tiempo que los dos hombres que se disputarían el placer anal con ella empezaban a desvestirse. "Tranquilo, Mariano, igual el intelectual Frantz Fanon está en lo cierto...", esa frase resultó de una comicidad enorme pronunciada en el momento en que Ed se bajaba sus pantalones junto a sus calzoncillos, exhibiendo un miembro descomunal. Ante esa inquietante visión le pedí a mi amigo que ganase la partida como sea, de solo pensar en el apretado culito de Patricia, mi preocupación se transformaba en una ansiedad insoportable. Repasamos las reglas: "Cada orgasmo conseguido por mi esposa valdrá un punto, cada orgasmo de cualquiera de los participantes valdrá tres. Cada uno podrá penetrarla durante no más de siete minutos cada vez. Y el primero que reúna seis se hará acreedor del tan deseado premio". Esas últimas palabras me resultaron sumamente difíciles de pronunciar. Ella estaba en medio de la cama cuando dos hombres contrastantes y completamente desnudos se lanzaron sin demoras sobre ella. El más oscuro la abrazó por detrás, haciendo que Patricia se echara sobre su pecho, mientras con sus enormes manos negras masajeaba sus tetas. Mariano se sumergió a toda prisa por debajo de falda, y sus manos acariciaron la cara interna de sus muslos, y sin detenerse a pensarlo sus dedos subían hasta sus braguitas. Al tiempo que los dedos de uno se abrían paso hacia sus pezones por debajo del vestido, los del otro llegaban a su clítoris por debajo de su única prenda interior. La carrera había comenzado. Ella levantó sus rodillas y al poco tiempo ya se encontraba sin bragas, Mariano se las había quitado para lamer todo su sexo. La excitación era total, las caricias de sus tetas al mismo tiempo que recibía placer de la lengua de mi amigo en su clítoris, hicieron que el primer orgasmo no demorase en llegar. Mientras Mariano introducía además sus dedos mayor e índice dentro de su mojada vagina, ella estalló en un prolongado gemido que abriría el marcador: 1-0.

Sin demora, entre los dos le quitaron completamente el vestido y siguieron estimulando el pequeño cuerpo de Patricia que yacía boca arriba. Mi amigo levantó sus piernas todo lo que pudo y comenzó una profunda penetración vaginal, mientras el dios africano seguía impasible jugueteando con sus tetas. El miembro del primero entraba y salía con suma facilidad, sus tetas subían y bajaban al ritmo que él le imponía, en ese momento Ed apretó suavemente uno de sus duros pezones con sus dientes de manera que una de sus tetas interrumpió el oscilatorio movimiento. Al mismo tiempo la besaba cariñosamente, explorando con su lengua el interior de su boca. Los extasiados gemidos cada vez más frecuentes se oían ahogados y fueron llenando la habitación con su deliciosa melodía, culminando en otro glorioso orgasmo para Mariano. Estabamos ganado... Controlaba el tiempo y aún le quedaban tres minutos a mi amigo para seguir en su interior, quería alentarlo, pero debía comportarme imparcialmente. Él no desaprovechó el tiempo. Como si se hubiera olvidado por completo de la competición Ed apoyó el glande de su enorme polla sobre los labios de Patricia, que empezó a lamer con un enorme empeño. La visión de semejante herramienta aceleró en ella la llegada del tercer orgasmo, mientras sus interrumpidos gemiditos se trasmitían a través de ese enorme miembro negro. Mi amigo se sentía casi ganador. El enorme hombre azabache le sonrió a Patricia, diciéndole: "Ahora déjate llevar...". Esas palabras no solo tenían un carácter figurativo porque la cogió entre sus brazos y en volandas la llevó hasta la mesa del salón, acostándola boca arriba con su culo al borde de la mesa. Se arrodilló en el suelo, y con su lengua jugó con sus labios vaginales empapados en sus deliciosos fluidos. Ella al sentirse presa del encanto de ese dios lo premió corriéndose suavemente entre suspiros mientas su bellísima espalda se arqueaba involuntariamente.

La preocupación de Mariano era solo una pequeña porción de la mía, el negro se lanzaba a un atronador contraataque para conseguir el delicado circulito de Patricia. La envolvió entre sus brazos pasando sus manazas por debajo de su cintura, ella sin obedecer más que a su instinto elevó sus piernas hasta apoyar sus pequeños pies sobre el trapecio definido por sus hombros. Mi esposa deseaba sentirlo dentro más que nada en ese momento, era evidente que se habría olvidado de la competencia y sobre todo de lo que le pasaría si Edmond llegaba a ganar. La atrajo hacia sí, ella como él le había pedido, simplemente se dejaba llevar... Y ahora hacia el borde de la mesa, para sentir el primer contacto de su glande contra los labios de su vagina. Me pareció escuchar casi como un suspiro: "Fóllame campeón...". Eso hizo. Nos acercamos y pudimos contemplar desde una primera fila el espectáculo, sintiéndose el negro el centro de la atención de un público ansioso. Él entró suave y completamente en ella, quien ante la felicidad que sentía de ser poseída por semejante hombre no pudo evitar llevar una de sus manos hasta la entrada de su vagina, con la que evaluó aquella definitiva e increíble penetración. Abrió sus preciosos ojos y empezó a gritar desesperadamente y antes que Edmond comenzara a moverse se corría con desesperación. Mariano en un intento de salvarla de la inexorable y terrible penetración anal que se le avecindaba, metió su miembro erecto dentro de su boca abierta, mientras ella trataba de reponer el aire faltante por ese asfixiante y repentino orgasmo. El negro francés empezó a moverse con energía, entrando y saliendo con una frecuencia ascendente. Toda ella se había convertido en un grito ahogado por el miembro de Mariano que se movía en su boca y modulado por aquel entrar y salir continuo del campeón. Los gritos del hercúleo negro se sumaron a los de Patricia para presagiar el final y nuestra derrota. Cuando ella acababa de correrse una vez más, él saco su polla para rociarla con su blanca y voluminosa esencia sobre su cuerpo, su pubis y sus tetas. Después siguió Mariano que inundó su pequeña boca con su semen, pero demasiado tarde. 3-6. El indiscutible campeón nos dedicó una sonrisa.

El hombre de ébano se acercó a Patricia, la volvió a coger entre sus brazos y le susurró, "ahora serás mi premio". La llevó hasta el sillón, y la colocó a cuatro patas, Patricia giró la cabeza, y con una voz sumamente sensual me dijo, "tengo miedo...". Mariano y yo nos pusimos a su lado para mimarla y colmarla de besitos hasta que enorme Ed decidiera disponer de su pequeño culito. La belleza de mi mujer era casi indescriptible, sus tetas colgaban majestuosas hacia abajo dibujando las curvas más bonitas que ni el más imaginativo geómetra pudiera haber concebido. Nuestras manos se encontraban acariciándola, y nuestros labios la besaban profusamente por toda su espalda. Edmond ya había empezado a dilatar su ano, entrando y saliendo con sus enormes dedos. "Tengo miedo" volvió a repetirnos pero su voz delataba una mayor excitación que antes, creo que lo hacía para inquietarnos sensualmente. Mi erección era total, aunque permanecía vestido mi enorme pene se marcaba apretado y completamente fuera de mis calzoncillos por debajo de mi pantalón. El momento había llegado, cuando la humedad de Patricia había llegado al punto de que los dedos del negro se resbalaban hacia dentro de su ano con facilidad, él decidió ponerse detrás y disfrutar de ese precioso triunfo. Mi amigo y yo fuimos a ver como ese gigante descomunal la haría suya. Su glande estaba apoyado en su ano, mientras la asía con fuerza por su cadera. Tragamos saliva.

Patricia estaba haciendo todo lo posible por entregarse y dilatar al máximo su esfínter para poder disfrutar de aquella negra polla. Comenzó a ceder a la presión, y dejó que la penetrara unos agotadores centímetros, ¡teníamos ganas de gritar con ella! Afortunadamente Ed se detuvo a medio camino, cuando empezó a moverse con un ritmo que recordaba a una vibración de mucha frecuencia, entrando y saliendo mientras avanzaba a pequeñas distancias. Mi esposa gritaba con una voz modulada por esa misma frecuencia. Cuando ella ya se había acostumbrado a la inmensa polla dentro de recto y con su ano por completo dilatado, el negro cambio la amplitud de sus movimientos entrando y saliendo cada vez más. El sonido de la voz de mi esposa le iba indicando que fuera a más estando en ese momento completamente entregada a su lujuria. El máximo no tardó en llegar, esa polla ciclópea entraba y salía de su culo por completo, y aquella visión de mi mujer poseída analmente por un misil de veinticinco centímetros y un diámetro de seis, hizo que tomara la firme determinación de no volver a hablar de tamaño y correlaciones estadísticas nunca más. Más osadamente que antes él había empezado a entrar y salir por completo fuera de ella, dejándonos observar la enorme dilatación que había conseguido en su ano, y antes que su impulso natural pudiera cerrar aquel entregado esfínter, él volvía a introducirse hasta el fondo de mi mujer. Sus gritos eran increíbles cuando llegó a su orgasmo anal, Edmond no le dio respiro hasta que instantes después la asió con fuerza por sus hombros para introducirse todo lo que pudo hasta su más profundo interior y descargar allí una tormenta de semen que llenó por completo el extasiado y agotado culito de Patricia.

Patricia se derrumbó en el sillón con su cabeza de lado en cuanto el enorme negro la liberó de la tortura que la había llevado al cielo. Volvió a su lado para darle un besito sobre sus labios, y ella con un hilo de voz le dijo: "me encantó...". Cuando se fue, Mariano y yo nos acercamos para llenarla de mimos, caricias y besitos. Acaricié el ano de mi mujer completamente dilatado, mientras besaba sus labios. Ella había caído en "la petit mort", aquel estado de desvanecimiento y casi pérdida de conciencia que le sobreviene después de una intensa actividad sexual. En un descuido, Mariano se sentó sobre el mando de la televisión. De repente me pareció ver en un primer momento al señor Burns de los Simpson, o ¿sería el muñeco diabólico Chuky el que aparecía en la patalla?. No, era Ratzingay... (se llama así, ¿verdad?), moviéndose como una marioneta, sacándonos del letargo sexual, mientras le decía a los jóvenes que siguieran los sacramentos. Patricia volviendo completamente en sí con una sonrisa nos dirigió una pregunta retórica: "¿Creéis que para las peregrinas esas el tamaño es importante? Con suerte en toda su vida podrían haber experimentado uno o, a lo sumo dos..."