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Esta noche, otra noche... Todas las noches

en Erotismo y Amor

Esta noche, otra noche... Todas las noches

Sus ojos destellaron con el primer relámpago. Durante unos instantes la habitación casi en penumbras se iluminó repentinamente dibujando nuestras siluetas sobre la pared, durante esos instantes quedamos suspendidos con el aliento cortado, instantes que hicieron visibles nuestros cuerpos desnudos. Las sombras volvieron para protegernos, quedando solo expuestos a la tímida luz de la vela, mientras abrazándonos fuertemente esperábamos el sonido inexorable del trueno que reclamaría con rabia la efímera sensualidad del brillo de nuestros ojos. Ella se estremeció con la furia sonora apretándose fuertemente contra mi cuerpo, su piel cálida en contacto con la mía me refugiaba del desamparo que se desataba fuera. El frío del exterior encendía el calor dentro, el de los cuerpos que se rozaban con deseo. Ya no podía verla pero sabía que sus ojos ahora permanecían fuertemente apretados. Su cuerpo encima del mío me amaba, y mis manos recorrían la espalda desnuda sin prisa dilatando cada pequeña sensación, que de las yemas de mis dedos robaban a esa mujer temerosa del infierno de un cielo en guerra. Como si nunca antes la hubiera acariciado, no pude evitar sonreír al recorrer la redondez perfecta de sus nalgas. Mis dedos se hundieron entre ellas separándolas suavemente, siempre buscando más calor. La sutileza de tacto de su piel se opuso a la violencia de la siguiente explosión de luz. Esta vez pude ver aquella sonrisa que desde hace tanto tiempo me cautivó cuando por primera vez mis ojos se posaron en ella, haciendo que el día entero me resulte insuficiente e insoportablemente corto. Una vez más todo el cielo tembló de miedo y la luz de la vela nerviosa dibujo sombras oscilantes sobre las paredes.

Esta noche, estabamos solos y al amparo de nuestros cuerpos que se buscaban, mientras mis dedos continuaban con la profunda exploración. Abriendo un poco más sus nalgas mi dedo índice recorría varios círculos alrededor de su ano, el tiempo dejaba de transcurrir y todo el Universo conocido se limitaba al cuerpo de ella. Sus labios besaban mi cuello, respondiendo cálidos a mis prolongadas caricias, sus labios se entreabrían para que su lengua tímida y húmeda tocara mi piel dejando incorpóreas huellas de su saliva tibia. Ella levantó su vientre dándome más acceso a sus nalgas y los dedos de mi otra mano llegaron hasta sus labios vaginales que mis yemas rozaron con intención de provocar suaves cosquillas. Su cabello acaricia mi rostro dejando el embriagador rastro de su particular perfume como impronta perenne en mis sentidos. Sus besos y el tacto de su lengua húmeda emprendieron su descenso, primero sobre mi pecho y antes que su huella se desvaneciera, sobre mi vientre. Las caricias de sus pezones erectos sobre mi piel acentuaban el camino de su deseo. Tras alcanzarlos con mis manos y apretarlos suavemente, mis manos abiertas recorrieron las generosas curvas de sus tetas apenas iluminadas por la temblorosa luz de la vela.

Otra noche, de delirio, de pérdida de la noción del tiempo, en la que un momento sencillamente se transformaba en eterno. Otro relámpago iluminó con un fuerte destello azulado, la precisa geometría de sus nalgas frente a mi rostro, y esta vez cuando llegó el trueno, no hubo sobresaltos, la pasión desatada en nuestra cama hacía languidecer la tormenta envidiosa que atentaba en vano distraer nuestros sentidos. Su boca devoraba mi miembro erecto, mientras mi lengua jugaba subiendo y bajando desde su ano hasta su sexo palpitante. Mis manos sujetaban con fuerza sus redondos pechos, haciéndolos míos, y transmitiéndoles mis sensaciones. Los innumerables truenos se sucedieron menguando su furia para dar lugar al sonido de las grandes gotas que comenzaban a estrellarse contra los cristales de la ventana, que interrumpíamos con nuestros cada vez más desesperados gemidos. Mis pupilas adaptadas a la luz sutil me permitieron contemplar la belleza de su cabello suave que cubría su cuello, su espalda curvada ligeramente para ofrecerme su culo. Me deleité con su imagen largos y ansiosos instantes antes de que mí sexo férreo comenzara a abrirse paso a su interior. Me hundí en ella lo más profundamente posible con la intención de llegar hasta su alma, y el ritmo de nuestros cuerpos bailaron la canción de los gemidos de su placer. Una eternidad después mis gritos se sumaron para descargar toda mi pasión en su húmedo y tibio refugio. La sostuve con fuerza apretándola por la cintura hasta asegurarme que todo mi hirviente simiente la hubiera inundado por completo.

Todas las noches, acababa solo. Mis lágrimas como todas las noches terminaban absorbidas por mi almohada. Las últimas gotas casi ya no sanaban sobre los cristales, y una vez más como todas las noches volvía a sonar en mi mente aquella canción. Adentro hacía frío, la luz de la vela se había extinguido, y solo la oscuridad era disipada por pausada luz rojiza del cigarro que me había encendido, mientras boca arriba seguía esperándola. “...Ella vendrá/ y al fin el techo dejara de aplastarme/ dejara de verme:/ solitario besando mi almohada/ solitario quemando mi cama/ solitario esperándote...”

 

Nota de autor: http://www.youtube.com/watch?v=poMv8EdJPSo