miprimita.com

En la profundidad del bosque

en Orgías

Esa noche nos apetecía hacer un trío, y la solución apareció bajo la forma de mensaje de texto al móvil. Se trataba de Alex, nos preguntaba si queríamos ir a su casa, Laura su esposa no estaba con él y se había quedado de “rodriguez”, y que para no caer en la triste compañía de un vídeo porno nos proponía hacer algo más interesante los tres. A este matrimonio de treinta y tantos con poco más de un año de casados, lo conocimos en una red social para gente liberal, se trataba de una pareja novata que aún no se habían estrenado en intercambios ni en tríos, pero deseaban con un enorme y aparente entusiasmo empezar. A pesar de nuestro inicial rechazo de quedar con una pareja sin experiencia nos encontramos con ellos alguna vez para tomar alguna copa, y con el tiempo surgió una amistad a través del chat sin sexo pero regular en el tiempo.

Ellos estaban interesados en nuestras experiencias de años, y poco a poco nos transformamos en sus guías espirituales en el mundo liberal. Ya en el primer encuentro nos resultó evidente que el deseo de entrar en este mundillo era de Alex, Laura permanecía callada como si la situación le avergonzara, no se trataba de una fantasía de la pareja sino solo de la de él. Con mucho entusiasmo nos expuso una muy común pero equivocada idea, que un comportamiento liberal dentro de la pareja hacía al matrimonio fuera más unido. Le aclaramos que trataba de una falacia, confundía la causa con la consecuencia, que en las parejas que existe una autentica comunicación al punto de confiarse mutuamente las fantasías más profundas son de por sí muy unidas, y que los juegos liberales son una consecuencia posterior de ese diálogo. Eso pareció disgustarle a Alex al mismo tiempo que Laura asentía nuestra afirmación, la iniciativa solo era de él, razón de más para no intentar nada con ellos aún. Sin embargo mantuvimos durante meses correspondencia sobre todo con Alex, aconsejándoles como debían empezar, señalándoles parejas atractivas, incluso chicos para hacer tríos, y sobre todo como exponer a su esposa sus deseos para que también fueran las de ella. Sin lugar a dudas uno de los mejores momentos para que el hombre exprese sus lujuriosas fantasías es cuando ella esta gozando. Eso hizo Alex, y sus lascivas propuestas fueron dejando una impronta cada vez más profunda en Laura.

Esa noche, en la que nos disponíamos a hacer un trío con él, meses después de aquel primer encuentro, Patricia estaba sentada en el sofá entre los dos esperando el momento en que nuestras manos empezaran a acariciar sus muslos, subiendo cada vez más arriba por debajo de la falda, sus piernas ya estaban ligeramente separadas a manera de invitación. Se produjo el esperado silencio que antecede al comienzo de un momento erótico, hasta que inoportunamente ella como iniciar una breve y última conversación, preguntó que tal las vacaciones sexuales en la casa rural de Laura en el bosque, que ellos habían estado planeando para el verano pasado. Su mano que ya había establecido contacto con la rodilla de mi esposa, volvió rápidamente su propio regazo, bajó su cabeza y empezó a balbucear palabras inconexas, sin un claro sentido. Era evidente que nos quería contar aquello sin saber por donde empezar. “Fueron ellos, Dios, fueron ellos... o tal vez fue mi culpa, perdí el control de la situación... estabamos muy bien, follábamos a todas horas... hasta que la até con mis esposas a la cama, y entonces... Ellos entraron por la puerta trasera, ¡no pude hacer nada!" Se llevó las manos a su rostro, y negando sus propios pensamientos movía su cabeza. Podíamos oír un débil y repetido “no, no”. Le serví un vaso de whisky con hielo, le puse la mano en el hombro y le dije: “Bebe, eso te tranquilizará”. Lo hizo sin pausas, y cuando acabó se sirvió otro vaso. Después miró hacia arriba tratando de aclarar las ideas y nos dijo que necesitaba contárselo a alguien.

Los pequeños sorbos de whisky le animaban a contarnos el relato más extraño y espeluznante que jamás habíamos escuchado. Después de ordenar sus recuerdos empezó desde el principio, paso a paso con todo detalle una historia cuyo origen fueron sus fantasías en la cama con su esposa. Ellos como nosotros no tenían hijos, con lo que disponían de una gran libertad para vivir una vida intensa en cuanto a caprichos y antojos, sin miedo de romper con las responsabilidades familiares que, por lo general acaban por apagar el fuego de la pasión en muchas parejas. De una noche de lujuria hasta la mañana siguiente decidieron viajar unos días a los Picos de Europa, donde Laura tenía una casa de campo de su propiedad con la clara y firme intención de jugar sexualmente a todo lo que él había estado susurrando al oído durante tantas noches de sexo imaginativo. El plan no estaba del todo claro, excepto en que no tendrían prejuicios ni tabúes, harían todo lo que les viniera en gana, tanto a él como a ella... Así empezó el viaje desde Valencia hacia el norte, lleno de la excitación que provoca lo desconocido, y hasta entonces lo prohibido. La mayor parte del camino Alex llevaba su mano en la entrepierna de Laura, y algunas veces no aguantando el deseo se detenían en áreas de descanso para echar un polvo rápido y seguir camino, incluso llegaron a hacerlo a la vista de otros cuando caía la noche.

El accidentado viaje culminó cuando llegaron a la casa bien entrada la noche. Una casita acogedora en el seno de un frondoso bosque, lejos de cualquier vecino. Un camino sinuoso de montaña permitía su acceso, por el que solían pasar turistas haciendo caminatas, y algunos cazadores durante aquellos días en que estaba abierta la temporada de caza. En el interior de su habitación había una chimenea, muy apropiada para darle una calidez erótica las noches frías de lujuria e intimidad. Fuera un jardín con piscina, tumbonas para tomar el sol, todo el encanto natural y salvaje para sentirse y estar aislados. Ella era una mujer sumamente atractiva, rubia, pequeña pero con proporciones de una diosa en miniatura, que generaba con un vistazo una serie inagotable de fantasías lascivas, esa clase de mujeres a las que cualquier hombre le gustaría poseer sin pausas hasta que explotara por sus propios orgasmos. Él lo sabía sobradamente, la veía como el centro de atención de las miradas masculinas, y desarrolló sus fantasías en consecuencia, necesitaba que la desearan aún más, exhibirla, y provocar con ella el instinto de otros hombres.

La mañana siguiente se pusieron manos a la obra. Ella comenzó a ceder en sus pedidos, salieron al jardín desnudos a tomar el sol, si bien estaban en casa la posibilidad que les vieran desde el camino eran muy grandes. La desnudez de esa mujer era deslumbrante, no pasaba inadvertida por los ojos de los paseantes, algunos se detenían descaradamente para mirar a pocos metros sus redondas nalgas mientras él desafiantemente las acariciaba. Cuando ella se daba la vuelta el espectáculo no era menos interesante, aún mejoraba con la visión de unas tetas preciosas, más grandes de lo que cabría esperar en una chica de su estatura, con unos pezones que liberaba la imaginación de cualquiera. Sus piernas perfectas, ligeramente separadas en la tumbona descubrían su precioso coño depilado. Al cabo de unas horas se habían acostumbrado a que los mirasen, o mejor dicho que la mirasen, y ¿quién sabe?, a que también la desearan... Ese pensamiento hizo mella en la imaginación de Alex, que fue a por la cámara para inmortalizar la belleza de su esposa cada vez más excitada. Se sentía fascinado por la completa desinhibición de su mujer que saliendo del área pactada de la tumbona empezó a posar en todos los sitios, exagerando posturas y sonriendo cada vez más lascivamente. Se habían transformado en cuestión de horas en unos exhibicionistas imprudentes. Cuando un cazador se detuvo con su escopeta al hombro para presenciar la sesión fotográfica no se inhibieron, sino por el contrario se animaron más aún. Aquel ocasional voyeur empezó a sugerirles posturas para la deseable modelo: “A cuatro patas sobre la hierba”, “apoyando una de sus piernas sobre la tumbona para ver mejor su coñito”, “con las manos apoyadas sobre el tronco de un árbol para poder apreciar mejor la majestuosidad de su culo”, “ábrele las nalgas porque quiero ver su apretado agujerito”, etcétera. Imagino que clase de lenguaje soez emplearía aquel cazador al que supongo más o menos como un palurdo, más al enterarme por Alex que aquel individuo no se demoró mucho en empezar a tocarse delante de ellos.

Llegó un punto en el que no aguantaron más la excitación, le sonrieron a aquel desconocido y entraron en la casa. Sin molestarse en cerrar las cortinas del salón, él acostó a su esposa en el sillón y abriendo sus piernas se arrodilló para comerle su mojado sexo. Las ventanas abiertas resultaron una invitación para que el cazador traspasara la entreabierta verja del jardín y se acercase a seguir contemplando la belleza de Laura, ahora en acción. Alex jugaba con el clítoris mientras ella no reprimió sus gemidos de placer, sus pies se apoyaron en los hombros de él para disfrutar más a gusto la lengua que buscaba y rebuscaba en su ansioso sexo. La presencia en la ventana del extraño no le molestó, sino que le excitó mucho más, mientras seguía presumiendo del placer que le daba a su chica. Ni siquiera ella cuando a cuatro patas en el sofá le vio masturbándose se incomodó, por el contrario le dedicó una breve y lasciva sonrisa. “¡Fóllatela!”, escuchó Alex como una orden que debe ser cumplida de inmediato, y sin esperar un instante más decidió complacer a improvisado y exigente público de un solo individuo. Su polla se deslizó por las paredes mojadas de la vagina de Laura sin pausa hasta llegar a su más profundo interior, ella sin dejar de mirar al de la ventana empezó a gemir de placer. La impresionante situación hizo que él se moviera con todas su fuerzas conduciéndola hasta un orgasmo muy intenso, además de inexplicablemente sentir la urgente necesidad de complacer las exigencias del extraño. Ella se corrió entre feroces gritos de placer, pero necesitaba más, o mejor dicho ella, él y el desconocido necesitaban más. Como para fanfarronear sobre las exquisitas virtudes sexuales de su esposa, mojó sus dedos con saliva que aplicó en el ano de Laura, y el espectador pudo contemplar como sin preámbulos ella era penetrada profundamente. Ella abrió los ojos al sentir el miembro de su esposo abriéndose camino hacia el interior de su culo. Gritó sin parar todo el tiempo que Alex necesitó para correrse a gusto, sin dejar de mirar la gigantesca polla de aquel individuo, que se sacudía con suma intensidad. Su esposo gritó su orgasmo entre convulsos movimientos detrás de ella, descargando su caliente semen en sus calientes profundidades, al mismo tiempo que la polla voyeur lanzaba chorros de semen festejando aquel espectáculo inesperado. Educadamente, les saludo, recogió su arma y antes de salir al camino, Alex le dijo: “Esta noche habrá otro show...

El resto de la tarde transcurrió en la piscina, ambos jugaban, se tocaban, y sonreían cada vez que comentaban lo que habían hecho unas horas atrás. Habían disfrutado mucho del hecho de haber sido observados en la intimidad, sin embargo aquello no era suficiente para la enorme carga de lujuria de Alex, cuya mente seguía a pleno imaginando más situaciones para la noche. Deseaba más que nada que aquel recio personaje regresara para observarles nuevamente, y quizás para que se atreviera a dar un paso que les sorprendiera a ambos. Después de cenar, ya muy entrada la noche, él dispuso el escenario para una nueva fantasía. La temperatura nocturna en bosque había bajado mucho, por lo que decidió encender la chimenea del dormitorio. Laura, luciendo un tanga insignificante, medias de red blancas, ligas, un sujetador a juego, y tacones entró en la cálida habitación, encendida por el crepitar del fuego y por el insoportable deseo de ambos. El resto de las luces de la casa estaban encendidas, las cortinas abiertas, como si esperaran un público que de un momento a otro emergiera de la densa y fría oscuridad de los árboles para refugiarse en calor del pequeño palacio de los placeres. Los impresionantes ojos verdes de su esposa quedaron repentinamente cubiertos por una venda, tomándola de la mano la condujo a la enorme cama con barrotes en el cabezal. Con unas esposas ató sus muñecas al extremo de la cama, y con lazos de seda sus tobillos con las piernas abiertas a las patas de la cama. Durante largos instantes se dedicó a contemplar la belleza de Laura inmovilizada, entregada a lo que él deseara hacerle, completamente indefensa a los impulsos más perversos que se cruzaran por su mente. Esa deliciosa visión fue interrumpida por un crujir de ramas en el jardín, alguien se acercaba despacio hacia la ventana, alguien seguramente habría estado esperando en la oscuridad el momento oportuno...

Alex interrumpió su relato un instante, para servirse otro vaso de whisky, y sacando energías del enésimo Glenfiddich continuó con la etapa más dura de relatar y la más excitante para nosotros. En ese punto podía imaginar las diversas posibilidades de como se desarrollaron los escabrosos acontecimientos y esas predicciones no hacían más que endurecer aún más la erección que sostenía debajo de mis pantalones, solo trataba de adquirir la postura adecuada en el sofá para que evitar que sea notoriamente evidente a los ojos de nuestro relator. Sin embargo él estaba lo suficientemente absorto como atender solamente a sus palabras que durante meses estuvieron reprimidas en su mente turbada. Tres sorbos de whisky ilustraron los tres puntos que nos dejaron en un ansioso suspenso, hasta que con total calma continuó su historia como si se tratase de contarnos el argumento de una historia que pudiera haberle sucedido a otra persona. Señalando hacia la ventana nos contó que vio aproximarse al principio un número indefinido de hombres. No se inquietó demasiado en ese momento, sino que sintió un cosquilleo en el vientre provocado por su excitación. Se dirigió a la cama donde su esposa yacía atada y vendada y le susurró al oído: “Tenemos público otra vez”. La pareja estaba débilmente iluminada por la vacilante luz rojiza del fuego, la enorme belleza erótica de la escena fue demasiado atractiva para los desconocidos que emergieron de la oscuridad, pudieron contemplar absortos como ella gimiendo dulcemente era acariciada con una enorme pluma que recorría toda su piel. Durante largos minutos ella le suplicaba que fuera a más pero él con su lujuriosa perversidad dilataba su excitación, no solo para jugar con Laura sino también para provocar sexualmente a su estimado público.

El aliento de los hombres empañaba los cristales de la ventana dificultando cada vez más la visión de lo que sucedía en la cama, la tensión de esos hombres simples y recios aumentaba a cada minuto. Los gemidos y las súplicas de sexo fuerte de Laura les obligó a intervenir, de la misma manera que el público de hace un siglo atrás en el teatro era incapaz de reconocer una ficción y saltaba al escenario para defender a algún actor en situaciones injustas. Aunque para desgracia del osado marido este público en particular no se sabía como tal, se sentía fervientemente participe. Abrieron la ventana y cinco hombres invadieron la habitación. “Después de ver vuestro numerito esta mañana decidí traer a dos primos y un par de amigos, creemos que necesitarás ayuda con tu insaciable mujer”. La invasión repentina de estos enormes individuos dejó a Alex sin capacidad alguna de acción, su ingenuidad fue enorme al suponer que ellos solo se deleitarían mirando como pasaba una absurda pluma por la piel de una mujer atada y demandando sexo duro, o al menos evaluó mal el nivel de esta gente cuya condición era todo lo contrario a snob tal como él mismo se definía. Ella completamente ignorante de cuantos eran se inquietó tratando en vano de librarse de las ataduras que la sujetaban, con un hilo de voz presa del miedo pregunto: “¡Qué sucede querido, suéltame, no sé que está pasando!” “Un momento señora, ya estamos con usted, le aseguro que disfrutará...” Le respondió el hombretón de la mañana, mientras los otros sujetaban a Alex con esposas a una silla. “¡Estamos seguros que esto es lo que buscabas para tu mujer, ahora el público serás tú!”. Alex había perdido en control de la situación por completo, lo que había empezado con su propia fantasía erótica se había transformado de repente en la fantasía de ellos. Se sentía un completo idiota, un marido humillado, a punto de ver como otros disfrutarían de su mujer.

En la profundidad del bosque no había vecinos, la oscuridad de la noche acentuaba el aislamiento, el matrimonio estaba entregado, nada ni nadie podría cambiar la situación de desamparo a la que estaban sometidos. Ellos mismos iniciaron un fuego que ya no podían controlar, se extendía inexorable por toda la habitación y cualquier esperanza de ayuda resultaba inútil. Las llamas rojas de la lujuria infrenable de los cinco desconocidos rodeaban la cama donde ella involuntariamente se movía inquieta esperando el momento en que su cuerpo empezara a arder. La música ambiental como el rojizo color del fuego iluminándola tampoco ayudaba, desde equipo de música sonaba Tricky con “Wash my soul”, Laura sentía que su propio alma sería lavada por las intensas sensaciones que iba a experimentar, la ansiedad creciente provocada por esta canción, le hizo que se escapara un involuntario y suave gemido, incluso antes que de ser tocada. No sabía cuantos hombres la rodeaban en la cama, pero no tardó con comprobar que las manos que se posaron en diversos sitios de su cuerpo eran demasiadas. Le resultó imposible ocultar su excitación su cuerpo se movía sinuosamente siguiendo los sonidos pero ya sin el deseo inmediato de liberarse de las ataduras que la convertían en presa fácil. Alex intentó mirar hacia otro lado y se encontró con la sombra de una multitud que se inclinaba sobre la cama para recorrer con sus manos el precioso cuerpo, escuchando como desde el centro de la multitud surgían suaves gemidos ansiosos, era Laura respondiendo a las primeras caricias de los desconocidos. Sus sentidos estaban agudizados al máximo, yemas de dedos que subían desde sus tobillos hacia sus muslos, mientras otras descendían, el cosquilleo sobre su vientre alrededor de su ombligo, sobre su cuello, otras caricias descendían a lo largo de sus brazos extendidos para pasar suavemente por sus axilas, sobre sus mejillas y alrededor de sus labios, sus tetas preciosas empezaron a sentir dos manos que la masajeaban profundamente. Explotó en sensaciones cuando sintió los primeros dedos escurrirse por debajo de su braguita buscando su pubis. Fue en ese preciso instante cuando Alex completamente abstraído por el espectáculo sintió una infrenable erección y sin poder modular ni una sola palabra presenció con su boca abierta el inicio del no consentido gang-bang.

Unos enormes dedos jugaban con su sexo, girando alrededor de su clítoris, separando sus labios vaginales, la lubricación perfecta y las desconocidas manos que exploraban toda su piel multiplicaban su placer llevándola de inmediato al primer orgasmo que en vano ella trató de reprimir. Al observar como ella se deshacía en gozo arqueando su espalda mientras su bellísima voz desataba involuntarios gritos de placer ocultando a la misma cantante de Morcheeba mientras sonaba “Trigger hippie”. Para los extraños la noche prometía mucho y lo celebraban intercambiando sonrisas cómplices que incomodaron mucho al imprudente esposo. El temible y recio hombre de aquella mañana parecía dirigir a los demás que apoyaban incondicionalmente todas sus sugerencias. Pidió a uno de sus secuaces que la cogiera por las nalgas, y que elevándolas le pusieran un cojín que mantuviera las caderas en alto. Acercó su rostro a la insignificante tanga de Laura, y después de sonreír al verlas mojadas las hizo a un lado para dejar el pequeño coño expuesto para recorrerlo con su lengua. Jugueteó entrando y saliendo de su vagina con la punta de su lengua un largo rato entre los suspiros de ella y el ruido de cinturones que empezaban a desabrocharse, zapatos y ropa que caía al suelo. El sonido provocó en ella algo más que resignación sino el deseo de ser poseída por todos los fantasmas hasta ahora invisibles que la habían capturado. Ella abrió su boca sacando su lengua con la certeza que encontraría un primer miembro para complacer, no medió ni un instante antes que una polla dura como una roca y caliente como el fuego empezó a introducirse. Ella casi con desesperación la recorría con su lengua dando giros alrededor de inmenso glande, estaba deseosa de todo, y una vez más forcejeaba para soltarse pero esta vez no para huir. El consternado esposo volvió en sí después de su primer shock al ver un gigante con la cara entre aquellos muslos, otro que en cuclillas metía su miembro en esa pequeña y deliciosa boca, y otros tres que desnudos acariciaban su suave piel, o esperaban su turno. Por fin gritó: “¡Basta! ¡Suéltala! ¡Esto no está consentido!”. Para su sorpresa el líder del grupo le dijo con suma suavidad: “No somos violadores, la soltaremos por su puesto”. Laura libre de sus ataduras y aún con la venda en los ojos pudo elegir, y sin dudarlo lo hizo cogiendo con ambas manos el miembro que estaba mamando para llevárselo más profundo dentro de su boca. Aquel improvisado gang-bang no estaba consentido, era cierto pero solo por Alex, que miraba incrédulo con los ojos muy abiertos como su mujer liberada como una pantera ahora saltaba sobre sus presas que la rodeaban en la cama. Él ya no controlaba nada, lo que empezó como su propia fantasía susurrada al oído de Laura se había transformado en la de ella, y aunque aún seguía excitado por la escena, empezó a sentir celos y vergüenza.

Él presenció con una contradictoria mezcla de humillación y excitación sexual como la pequeña braguita y el sujetador de Laura salían despedidos de la cama para caer a suelo, sus hermosas tetas expusieron a la vista de los cinco unos preciosos pezones erectos grandes como chupetes, que fueron devorados instantáneamente por dos de aquellos hombres. Arrodillada en medio de la cama dos mordisqueaban sus pezones mientras ella les acariciaba sus cabellos sosteniéndoles con sus manos contra sus tetas, otro de pie le acercaba su miembro para que lo lamiese provocándole deliciosas cosquillas en su glande, y detrás alguien le separaba las nalgas tratando de exponer sus apetecibles agujeritos. Tratando de elevar su culo todo lo posible, permitía para que el quinto individuo (el voyeur de la mañana) recorriera el perímetro de su apretado ano con la punta húmeda de su lengua. ¡Era alucinante como disfrutaba de ese cosquilleo anal! A pesar de la polla que entraba y salía de su boca se las arreglaba para soltar hermosos gemidos de placer, sus ojos aún vendados la liberaban aún más, como si de alguna manera pudiera dentro su oscuridad impuesta evadir cualquier sentimiento de culpabilidad. Los celos de Alex se mezclaban con la lujuria de ver a una mujer completamente liberada y decidida a disfrutar de cinco hombres fuertes y muy empalmados. Siguió mirando como jugaban con ella en diversas posturas, como se disputaban el introducir en su boca sus grandes pollas, mordisquear sus imponentes pezones, lamer su la entrada de su vagina, su clítoris, jugar a hacerle cosquillas en su ano. Así fueron descubriendo su pequeño cuerpo, demasiado pequeño tal vez para complacer a esos gigantes. Ella simplemente flotaba a la deriva, pasa de uno a otro, su boca mojaba una y luego otra polla, todo su cuerpo estaba ocupado por muchas manos y lenguas. Está mareada de éxtasis, y solo le quedaba esperar el momento en que ellos empezaran a penetrarla.

Fue muy fácil colocarla boca arriba en borde de la cama mientras dos levantaban sus suaves piernas abriéndolas en una enorme V, en esa postura tampoco ninguna parte de su cuerpo era descuidada, sus tetas estimuladas sin cesar por pequeños en intensos mordiscos, mientras unos enormes huevos se posaban sobre sus labios que ella no evitó lamer con todas sus ganas. El cazador mojó sus dedos con saliva y comenzó a explorar lo más profundo de su vagina. Las contorciones de placer de Laura aumentaban a medida que se sumaban dedos en su interior que giraban, o entraban y salían enérgicamente. Esa estimulación acabó repentinamente, con lo que ella supuso que al fin llegaba el momento en todos la follarían. Sintió una enorme necesidad de ver a sus verdugos sexuales, se quitó la venda de los ojos y al primero que vio fue a un hombretón de más de metro noventa dispuesto a llevar su enorme miembro hacia su ansiosa vagina mientras la sostenían con sus piernas abiertas. Era evidente que se trataba del “líder” al que los demás obedecían, el mismo que se había deleitado con el numérico de esa mañana. El aspecto físico era imponente, sus músculos marcados, su frondosa vellosidad en todo su cuerpo, y el tatuaje que subía a manera de serpientes mitológicas por su brazo izquierdo, hasta alcanzar su hombro y acabar en su cuello. Se atrevió a echar un vistazo a su polla y le resultó muy acorde con el aspecto duro y recio de ese individuo, era descomunalmente grande. Dos colaboradores la abrieron aún más para que su líder pudiese entrar y disfrutar a gusto de Laura.

Antes que pudiera prepararse para la intensa sensación, incluso para el inicial dolor al sentir un “autobús" haciéndose lugar en sus estrechas paredes vaginales, él ya estaba dentro. El conductor de su placer evidentemente era un experto, se movía con amplitud y ritmo provocando que sus ondas de satisfacción sexual recorrieran su médula elevándola muy alto, hacia algún lugar lejano, un templo de los sentidos. Su espalda bellamente arqueada revelaba la incontrolable excitación de esa inexperta mujer, y sus deliciosos gemidos acompañaban la música que el grupo Seoan (“Far from paradise”) convertía la habitación en un trozo de paraíso que se elevaba lejos de lo cotidiano y rutinario. Él disfrutaba entrando y saliendo por completo de su cálido y húmedo interior, y a expensas de sus ansiosos compañeros para el “jefe” el tiempo había dejado de existir, la condujo a muchos orgasmos repetidos mientras su vagina se dilataba más de lo que ella nunca hubiera imaginado. Dos de sus impacientes colaboradores sostenían sus piernas bien alto, un tercero acariciaba el inquieto cuerpo de la pequeña Laura, y el cuarto tenía que sostenerle sus manos con firmeza, como si ella buscara un sitio fijo al que asirse en ese etéreo mundo de los sentidos. Él cazador se sació a gusto llenando con su polla aquel tibio interior prolongando hasta lo insoportable el turno de los otros cuatro, no tenía prisas porque la repuesta que ella le expresaba a través de sus gemidos y gritos le animaban a continuar más y más. Ella se sentía otra, nunca había sentido hasta ese momento una desinhibición tan grande, se sentía libre de gritar, de exigir más, de llorar de placer, completamente indiferente a su esposo, que miraba absorto y deseándola cada vez menos. Para él también ella se había transformado en otra mujer.

Cuando llegó el momento de entregar a la chica a sus secuaces, ella protestó, “¡Sigue! No me dejes... No quiero que me vuelvan a dejar, por favor...”. Su súplica acabó casi con un hilo de voz. “Tranquila, me quedaré muy cerquita de ti susurrándote cositas al oído”. Los demás empezaron a compartirla, cambiando el turno por cada nuevo orgasmo que ella tenía. Esa continua alternancia de chicos que deseaban estar es su interior llevó su éxtasis a un punto inimaginable, jamás vivido antes por Laura. La voz del temible cazador sonaba masculina y muy suave, los brazos de ella rodeaban su cuello atrayéndolo hacia sí mientras escuchaba sus primeros susurros: “Aún no sabes mi nombre, soy Francis. Siento tus orgasmos a través de tu piel...”, y entre gemidos “yo Lau-laura”. Él continuó hablándole con voz muy suave y grave, esos sonidos seductores eran interrumpidos continuamente por los besos de lengua que ella le daba a manera de agradecimiento por el placer que estaba recibiendo. “Necesito mamar tu pollón...”, esas palabras fueron como una orden que él acató de inmediato. Su lengua desesperada mojaba sin descanso el férreo miembro de Francis mientras los demás se deleitaban a gusto penetrándola sin cesar durante casi una hora.

Alex fue liberado, aunque pudo haberlo hecho él mismo, las esposas eran de coña, de las que pueden comprarse en un sex shop. Cuando el cazador lo liberó le dijo, “soy liberal desde hace años. Si quieres puedes unirte a nosotros para que ella disfrute más aún”. Sin embargo sin decir nada permaneció sentado mirando como los cómplices del asalto sexual a Laura la ponían a cuatro patas en medio de la cama. Ella no se molestó en llamarle, solo se preparaba para lo inevitable cuando sintió que alguien le separaba las nalgas. Francis detrás de ella le dijo suavemente: “Te probaré toda...”, mientras empezaba a hacer presión con su descomunal miembro sobre su ano mojado por saliva. La visión de semejante cosa abriéndose paso entre las muy apretadas paredes del culo de esta pequeña chica provocó una gran excitación en sus compañeros, que de inmediato se coloraron delante de su boca para que ella pudiera saboreara las pollas de todos. Francis sin compasión la castigaba duramente por detrás. Sonaba Massive Attack con la canción “Angel” que acentuaba profundamente la gravedad erótica de la escena. El continuo empuje que ella recibía por detrás sacudía rítmicamente sus tetas, todo su cuerpo se había transformado en un pequeño juguete del placer de cinco niños adultos, y como tal era compartido, manoseado, lamido, y... penetrado sin descanso. Antes que acabara la música, el gigante Francis lanzando atronadores gritos de placer la atrajo con todas sus fuerzas hacia sí para hundirse hasta tanto que sintió llegar hasta el alma de la pequeña chica, para empezar a soltar borbotones de semen que inundaron todo su interior. Ella al sentir ese espeso e hirviente fluido abrió su boca para gritar a gusto el primer orgasmo anal que había sentido en toda su vida. Los demás como si estuvieran sincronizados empezaron a eyacular chorros de leche caliente hacia su boca, que ella abría en demasía para tratar de saborear y tragar esos goterones cálidos y espesos. La visión de un monstruo perforando analmente a su esposa y rellenándola con su semen, mientras otros como si destaparan botellas de champaña la empapaban sin contemplación, fue excesiva para Alex. Silenciosamente se puso de pie y salió de la casa, puso en marcha su coche y se marchó. A unos doscientos metros echó una última mirada a la casita rural y pudo ver la ventana iluminada de rojo, y antes de continuar su marcha imaginó durante unos instantes como debían transcurrir los siguientes sucesos en aquel infierno, o paraíso para ella.

_ ¿No la llamaste después? Le preguntó Patricia.

_ Dos semanas después lo hice, recién cuando pude superar los celos y la vergüenza, pero ella no cogió el teléfono. Durante las semanas siguientes le envíe mensajes al móvil, mails, y tampoco hubo respuesta. Hace una semana me llegó una carta escrita a mano por Laura donde me decía que el hombre de su vida nunca iba a ser uno que la abandonase a su suerte y la entregase a cualquiera... Ayer mismo entré en nuestra antigua cuenta que habíamos abierto en la red social swinger OnS, y encontré el curioso perfil de una pareja nueva que vive en Asturias, en la foto pude ver el torso desnudo de una mujer con tetas preciosas tomando el sol en una tumbona, mientras una mano le pasaba bronceador, y ese brazo masculino estaba tatuado con serpientes mitológicas enroscadas...