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SdM[3]: La ranita

en No Consentido

Hola.

Este es el tercer relato de la saga.

Aunque no es imprescindible si es recomendable leer los anteriores primero.

Aquí los tenéis en orden.

http://www.todorelatos.com/perfil/1386633/

Es largo. Si. Pero esta dividido en partes. Considera esas partes como si fueran post independientes. Las líneas horizontales también son un buen punto de descanso de lectura. Nadie te obliga leerlo todo seguido. Yo prefiero escribirlo seguido porque a veces tengo que ir adelante y atrás corrigiendo cosas. Y una vez publicado  no podría hacer correcciones.

Prólogos, interludios y epílogos suelen tener bastante menos sexo.

Nota: Las poligoneras, para los que no sean de España, son adolescentes, normalmente de familias de clase baja, que los fines de semana van a discotecas económicas que se encuentran en los polígonos industriales.

Prologo

Había tenido un mal día en la universidad y, aunque haber conseguido hacer rabiar a Silvia recordándole que había tenido que tirarse a su hijo hace unos años, aun estaba enfadado. Pero Silvia estaba más apagada que de costumbre y no le apetecía volver a su casa a violarla otra vez. Pablo se preguntaba si Silvia estaba volviéndose como su madre. Una esclava sexual que solo obedecía sus ordenes con pasividad absoluta. No era una queja. Siempre viene bien poder ir a la habitación de tu madre y tirártela como quieras  sabiendo que no va a rechistar. Pero a Pablo le gustaban esos pequeños ‘fuegos’ que llamaba. Esos breves momentos de rebeldía de Silvia que terminaban apagándose en unos minutos antes de rendirse a la realidad y dejarse violar por enésima vez.

Pensó en lo que haba dicho sobre su hijo. El pringado de Raúl. ¿Seria cierto que su inapetencia se debía a su preocupación por su hijo? Había terminado por apreciar a ese capullo pero eso nunca se lo diría a Silvia. Lo que si es cierto que era divertido contarle ciertas cosas sobre la puta de su madre y ver su excitación en los ojos sin saber que es de ella de la que hablaban. Lo apreciaba como quien aprecia un perrito faldero. Pero si que es cierto que últimamente estaba más desanimado. Absolutamente todos del grupo de amigos tenían pareja. Oficialmente Pablo no. Pero Raúl sabía que Pablo no había podido quedar con él en más de una ocasión porque le había dicho que iba a tirarse a la ‘madurita zorrona’. Si supiera que esa ‘madurita zorrona’ era su madre…

Recordaba las sesiones con el Doctor Liehben. Al principio las necesito para aceptarse como era. Un monstruo. Si. Pero ya le daba igual. A sus dieciocho años aceptaba su condición y había aprendido a disfrutar de ella. Luego le sirvieron para disimular ante la gente esa condición de monstruo. El doctor le dio buenos consejos sobre como disimular, como mentir y como manipular a la gente. Si no fuera porque las finanzas dan más dinero Pablo hubiera estudiado psicología. Y habría sido un buen psicólogo. Un experto manipulador, como lo era el doctor. Pero aun así, Pablo, como hobby leyó mucho sobre psicología y aprendió del doctor muchos trucos. Ha hacer perfiles de personalidad, a engañar y manipular. Así había conseguido muchos ligues sin que se dieran cuenta el monstruo que era, como las usaba y degradaba. Y así consiguió que sus esclavas le duraran tanto tiempo.

¿Podría manipular a alguien para que terminara saliendo con Raúl? Lo dudaba. Raúl ni era guapo ni tenía personalidad. Había que apuntar muy bajo para encontrar a alguien que se rebajara a tanto. Después de repasar las peores opciones que tenía en su cabeza se detuvo en Merche. Raúl no era un genio pero su intelecto cumplía los mínimos necesarios. Merche desde luego no podía presumir de muchas luces. Ni de luces ni de nada. Una cara redondita algo sosa donde nada destacaba. Al menos no era gorda pero no se podía decir mucho más. Su gusto para vestir era pésimo. Faldas hasta la espinilla, blusas de franela…Su mote en el grupo era ‘la ranita’.

Y lo más relevante era que el mote se lo había puesto su madre. Hasta Pablo pensaba que era una arpía. Antigua reina local de belleza había envejecido bastante mal. El alcohol y el tabaco no ayudaban a mantener una piel tersa. Aun mantenía algo del encanto del pasado pero no como para quedarse prendado de ella más de un polvo. Fue uno de los primeros descartes del listado de las amigas de mama que pasó a Goran. Tanto por su belleza marchita como por su relación con su hija. Esa belleza que se difuminaba y la certeza que su marido la engañaba con mujeres más jóvenes la habían vuelto una amargada que descargó su frustración sobre su hija. Recordándole siempre lo poco agraciada que era, destrozando su autoestima y dejándola vacía de cariño.

Mentalmente Pablo estaba haciendo el perfil de Merche. Sobre todo se quedó con sus últimas frases. Sin autoestima… con falta de cariño… Si lo que había aprendido del doctor era cierto… algo se podría hacer…

En alguno de sus correos tenía el teléfono de Merche, resultado alguna quedada que se había enterado que la peña iba a hacer y que desesperadamente había intentando unirse.

“Oye Merche… mira… necesito algo de ayuda con contabilidad… y como sé que tu estás estudiando para secretaria tal vez podrías echarme una mano”

Por su reacción aun sin verla Pablo así pudo imaginársela dando saltitos de alegría al otro lado.

Escena I

Apenas treinta minutos después llegó Merche a casa de Pablo. Y eso que la casa de Merche no estaba cerca. Apareció en su puerta con una bandolera llena de apuntes, su pelo, negro, liso recogido en una corta coleta, ojos castaños y una blusa con un hortero estampado floral de mercadillo y una falda de semitubo hasta la mitad de sus pantorrillas. Además de unas zapatillas. Era la antitesis de la feminidad. A sus diecisiete años media poco más de un metro sesenta.

“Hola Pablo” allí estaba risueña con sus gafas redondas, pies juntitos y las manos recogidas sobre su regazo. “Ya estoy aquí”

Pablo la dejó pasar. Tal vez se había precipitado. Le había sorprendido cuando Merche se había ofrecido para ir inmediatamente a ayudarle y apenas tenía bocetos en su mente sobre que ir haciendo. Se había planteado esta ‘cita’ como una toma de contacto. Nunca había tratado mucho con ella y tocaba conocerla.

“Bien... ¿Dónde quieres ponerte a estudiar?”

“Lo mejor será mi habitación. Arriba. Primero déjame coger algo de beber y ahora subo”

Apenas unos minutos después ambos estaban en su mesa, con un par de refrescos y muchos apuntes de contabilidad sobre la mesa. Una asignatura que, desde luego, a Pablo no le suponía ningún reto. La clase fue un autentico aburrimiento. Con Pablo frenándose en muchas ocasiones de corregir los errores de su profesora. Y las pocas veces que Merche intentaba bromear a Pablo le costaba reírse de sus insulsos comentarios. Aun estaba enfadado por los problemas de la universidad y aun más por el polvo fallido con Silvia. Necesitaba desahogarse… así que empezó a pensar en como librarse de Merche… cuando una idea le pasó por al cabeza… ¿Seria capaz de tirársela ahora mismo? Casi era un reto.

“Bufff… esto me esta dando dolor de cabeza, profe… porque no descansamos un rato”

“Como tu quieras Pablo. Estoy aquí para lo que necesites.”

‘Lo que necesito es un polvo’ pensó, pero se lo calló. En vez de eso se levantó y se sentó en la cama. “Vamos, siéntate aquí”. Detalles… le había enseñado el doctor a tenerlos en cuenta. Una chica poco receptiva sexualmente posiblemente se negaría a sentarse en al cama. Una más abierta es más fácil que lo hiciera. No eran reglas fijas pero sumando los detalles aprendías a leer a las personas.

Su acompañante no tardo mucho en sentarse a su lado, a una distancia prudencial. “Gracias chica, me esta siendo de gran ayuda pero necesitaba descansar las neuronas un rato”

“Bueno… creo que lo piíllas bastante bien… con un poquito más de ayuda seguro que no tienes problemas”

‘Con ayuda como la tuya los tendría y serios’ y siguió un poco de charla intrascendental. “Oye… espera que pongo algo de música”. Se levantó y puso algo de música relajante. Al volver se sentó aun más cerca de Merche, pero esta no hizo ademán de sentirse molesta ni de alejarse. “Y bueno… ¿Qué tal en tu clase? ¿Algún chico te llama la atención?”

Merche se sonrojó un poco y se subió con un dedo las gafas, azorada. “No, no… en clase… no hay ningún chico que me guste… y aunque me gustara... seguro que no se fijaría en mi…”

“¿Por qué dices eso? No digas tonterías”

Una pequeña luz de esperanza se vio en los ojos de la insegura Merche. “¿De verdad piensas eso?”

“Claro” y aprovecho para acercarse un poco más a Merche, apoyó su mano en el brazo de Merche y siguió hablado calmadamente, siempre con una sonrisa “Eres una chica muy simpática, y amable. Te agradezco que hayas venido a ayudarme tan pronto”. La mano de Pablo subía y bajaba por su brazo y notaba como los escalofríos de Merche la recorrían. Pero aun más importante, no lo aparto o se alejó. “Y eres lista, me has ayudado con la contabilidad. Eso no podría hacerlo cualquiera”

Merche estaba radiante. No estaba acostumbrada a los halagos, y recibirlos de Pablo, el chico más guapo del grupo era como tocar el cielo. “Bueno… gracias… tu si que eres muy amable pero… no me engaño… no espero nada… soy feúcha… ya sabes…” movió la cabeza de un lado a otro tontamente “croa, croa… se que me llamáis la ranita, con razón… mi madre me puso bien puesto el mote. Nadie va a querer besarme nunca”

“Yo nunca te he llamado ranita” mintió Pablo. “Y yo no estaría tan seguro sobre lo del beso” Y de improviso pero sin brusquedad Pablo se inclinó y le depositó un beso en los labios a Merche. “¿Ves?”

Merche se puso muy colorada y azorada. Solo acertó a soltar un ridículo “Huy”. Después de unos segundos “Gracias… ya imagino que esto es solo porque eres un buen chico y quieres hacerme sentir bien por…” señaló a la mesa con los apuntes “… porque te estoy ayudando”

‘Esto es porque tengo ganas de un polvo y ahora mismo me sirves hasta tú’ pensó Pablo pero siguió dándole a Merche lo que sabía que quería escuchar. “No tiene nada que ver con tu clase” y volvió a inclinarse sobre Merche para depositar un beso más largo, uno de esos que no acaban, de los que la lengua se abre paso sin premura a través de los labios. Unos labios que le dejaron pasar libremente y que torpemente intento devolverle el beso con su propia lengua.

Pablo pasó al siguiente nivel .Su mano subió desde la cintura de la chica hasta llegar a uno de sus pechos. Como no. Llevaba uno de esos sujetadores rígidos tan poco atrayentes. Pero en ningún momento aquella chica puso ninguna objeción. Dejó que Palo recorriera con sus manos su cuerpo mientras sus lenguas jugaban en sus bocas.

No iba a quedarse allí. No mientras Merche no le parara. Empezó a desabrochar la larga hilera de botones de la blusa florar y luego se la retiró haciendo que echara los brazos hacia atrás. Pablo tuvo que resistirse a usar esa maniobra que ya había practicado. Retorciendo la blusa ahora Merche hubiera quedado con los brazos inmovilizados en su espalda en menos de un segundo, totalmente a su merced. Terminó de quitarle la blusa y con maestría y una sola mano desabrochó el sujetador.

Volvió otra vez a andar el camino desde su cintura hasta su pecho, esta vez sin ninguna barrera y cuando llegó al pecho se encontró con la primera sorpresa. Un pecho de un bonito tamaño, turgente, agradable al tacto… Pablo apartó al fin sus labios de Merche pero le ofreció su cuello para que le siguiera besando. Así pudo admirar el cuerpo medio desnudo de su amante.

Tenía unos pechos preciosos. Unos con forma de medio limón tan imposibles de ver sin haber pasado antes por cirugía. Pero estos eran naturales. Redondos, bien formados, con unos pezones en su tamaño, forma y color preciosos. Fue verlos y Pablo empezó a notar como su miembro respondía a esa belleza que había estado tan celosamente oculta.

Pasó ahora a intentar encontrar como abrir esa maldita falda. Encontró donde se abrochaba. Cremallera, botones, corchetes… parecía una falda de seguridad máxima. Su primer intento de desabrocharla fue infructuoso.

“Perdona” Pablo oyó decir a esa poseedora de los pechos más perfectos que jamás había visto. Imaginaba que ahora era cuando se iba a echar atrás. Como lo haga… Pablo empezó a pensar si podría violarla y asegurarse que luego no hablara. Ya había hecho algo así antes, pero la chica estaba bebida, no le conocía y la habían visto flirtear con él… esto era totalmente diferente aunque estuviera en su casa. “De verdad, perdona. Siento que mi ropa sea tan molesta.” Increíble. Se estaba disculpando porque no se estaba dejando desvestir con facilidad.

“Tendrás que ayudarme, tu eres la lista aquí. No me veo capaz con esos botones”

Merche, azorada, hizo ademán de taparse los pechos al levantarse pero luego se lo pensó mejor y los dejó a la vista. Se giró avergonzada por lo que iba a hacer. Se desabrochó la falda y la dejó caer. De espaldas podía verse ahora ese cuerpo desnudo. ¿Quién iba a decirlo? Bajo esos vestidos horribles y esa cara sosa se escondía un cuerpazo. Bien esculpido, con sus curvas que un esbelto trasero acentuaban. Después de otros momentos de duda se quitó los zapatos y los calcetines. Al doblarse le dio a Pablo un precioso espectáculo con su culo en pompa que fue recompensado con al erección de Pablo llegando a su cenit.

Lentamente se volvió, sus manos dudaban en taparse o no pero al final se mostró totalmente desnuda. “Esto es lo que hay. Lo sé… no es mucho…”

Pablo dijo la primera verdad desde que la había recibido en su casa. “Tienes un cuerpo estupendo del que sentirse orgullosa.” La ranita tenía un cuerpo de pecado. Lo único el pubis. Sin ser una selva se le veía poco cuidado. Típico de alguien que no piensa enseñarlo muy a menudo. Y decidió subir otro peldaño para ver las reacciones de la chica. “Te aseguro que aquí abajo están totalmente de acuerdo”

Al mirar abajo se podía ver perfectamente el bulto que anunciaba un buen miembro erecto bajo los pantalones. Por enésima vez pudo ver el sonrojo en la cara de Merche pero en ningún momento pareció que le desagradara el comentario.

“Y él no puede mentir. Te lo aseguro”

Merche reprimió unas risitas mientras seguía allí de pie, delante de Pablo, sin saber muy bien que hacer. Pablo sin embargo estaba disfrutando del momento. Siempre le había parecido que permanecer vestido mientras una mujer se desnuda delante de ti da una sensación de poder, control y superioridad excitante. Estaba exprimiendo hasta el último segundo de admirar ese estupendo cuerpo desnudo frente a él mientras seguía sentado en la cama. “Acércate”

Obediente dio un paso y se acercó a la cama. Pablo puso su mano en el interior del muslo y empezó a subir lentamente. Notaba el ligero temblor en las piernas mientras se acercaba a la rajita. Pasó los dedos por los ensortijados pelos del pubis arriba y abajo mientras Merche se dejaba hacer. Lo único que se atrevió a preguntar fue “¿Demasiado pelo?”. Pablo tuvo que hacer una mueca que denotaba que ciertamente le parecía demasiado peluda. Eso la entristeció pero no por ello hizo gesto o ademán alguno. Al final los dedos de Pablo llegaron a sus labios vaginales, los recorrió arriba y abajo, notando cada vez más la excitación de Merche. Empezó a ver un brillo bajando por sus muslos anuncio de una vagina totalmente empapada. Se levantó y la besó profundamente. Justo cuando le devolvía el beso una mano sujetó el firme trasero mientras la otra empezó a acariciar el clítoris, arriba y abajo. Merche casi da un salto al notarlo. Pablo sentía como si hubiera metido la mano en un vaso de agua. Jamás había visto a una chica mojarse de esta forma.

La llevó hasta la cama donde se tumbaron. Pablo procedió a recorrer ese sorprendente cuerpo con especial cariño hacia esos pechos. Esos increíbles pechos que parecían dos medios limones, firmes y turgentes. Cada vez que su mano se acercaba a esa entrepierna oía un ligero suspiro de excitación.

La tenía más excitada que cualquier otra mujer que voluntariamente hubiera pasado por sus manos. Sin dejar de besarla sacó a tientas de un cajón de su mesilla  un preservativo. No es que tuviera muchos. Normalmente no los necesitabas. Esperaba que no estuviera caducado.

Procedió a desabrocharse los pantalones. En todo este tiempo ni se había desnudado pero no había recibido queja alguna. Se puso el preservativo y se tumbó sobre Merche. La miró fijamente a los ojos, apoyó el glande de su miembro en esa rajita y empujo.

Merche dio un respingo. Una pequeña mueca de dolor. No podía haberlo asegurado pero estaba casi seguro. Merche era virgen… era. Pero como le habían dicho, era la primera vez que quitaba la virginidad de una chica… al menos la de su himen, tras ese pinchazo frío le sucedió la agradable sensación de un miembro rozando contra las paredes vaginales. Pablo fue mucho más suave de lo que suele ser. Y esa suavidad fue recompensada con una nueva sorpresa.

La espalda de Merche se arqueó, sus labio enmudecieron durante unos segundo para luego proferir un sonoro gemido. Merche era de esas chicas que son… algo ruidosas durante el sexo. Mientras Pablo seguía disfrutando ese, hasta ahora, inexplorado coñito su pareja se retorcía, agarraba las sabanas con las manos como si fueran garras y sobre todo gemía ostentoreamente. Gemía como una gata en celo, como una puta sobreactuando, solo que no actuaba. Era verdad. Estaba disfrutando como nunca y no podía ocultarlo. “Si, Si! No pares! Por favor, Te lo ruego, telo imploro! No pares! Sigue, Si, Si siiiiii”

Y no paro. Si juntas a un vigoroso y experto joven con una inocente y multiorgásmica chica incapaz de refrenar sus muestras de placer terminas con un escándalo de mil demonios. Pablo aumento el ritmo y eso volvió frenética a su pareja. Gritaba, se retorcía hasta que al fin soltó un sonoro gemido, bueno… no uno… media docena de ellos... cada uno separado por un ligero silencio que anunciaba un nuevo clímax de una afortunada chica multiorgásmica.

Merche se tapó la cara avergonzada. “Dios… ¿Que vas a pensar de mi?”

“Pues que eres un poco egoísta. Yo estoy lejos de acabar” Tirar de los hilos, tensar la cuerda, ver como reacciona… es lo que hacia… y con éxito. Puedo ver esa clara expresión de culpabilidad en su rostro.

“Perdonperdonperdon… lo siento… No se… que hago…”

“Tranquila… no te preocupes… yo me encargo…” Puso las piernas de Merche sobre sus hombros y dejó que su miembro explorara zonas a las que aun nadie había llegado antes. Podía ver su cara de culpa y preocupación y ese poder le excitaba. Decidió pasarla a cuatro patas. Una posición que algunas mujeres les parecía humillante aunque nunca comprendió por que. Por suerte a la mayoría les gusta y Merche siguió sin quejarse… todo lo contrario… apenas unos minutos después del primer orgasmo que un hombre le había proporcionado… bueno…de la primera media docena… volvió a montar el mismo numero… Se le oía gemir, retorcerse, coger las sabanas y morderlas con fuerza, gritar e implorar, sobre todo implorar, y eso a Pablo le estaba encantando. “Si! TeLoRuego.NoPares.SigueSigueSigue.TeLoImploro”

Pablo volvió a moverla y ella se dejó hacer. El armario de Pablo tenía un gran espejo. Pablo la puso de tal forma que se apoyara con las manos en el espejo mientras la follaba desde detrás. Le copio del pelo para obligarla a verse en el espejo. Enseguida volvió a ver como esas mejillas cogían ese color rojo tan característico de la vergüenza. Pero aun así no paro de gemir, gritar e implorar. Pero lo que hipnotizo a Pablo fueron esos pechos perfectos que pese a los empujones que le estaba dando desde detrás apenas se movían, no más que un flan en un plato al dejarlo sobre la mesa. Eran perfectos. Diez minutos después de que empezara a gemir como una perra Pablo noto esos característicos gemidos, cortos, rápidos, preludio de otra ristra de clímax. Y el mismo aceleró. Frenético su miembro entrando y saliendo al rito de los gemidos de Merche. Ambos acabaron al unísono esta vez… aunque Merche duró un poco más, hasta que acabó sus cuatro replicas consecutivas.

Pablo aprovecho al sacar su miembro para sacarse el condón. Y enseguida se subió los pantalones. Volvía a estar vestido y su pareja de coito aun estaba desnuda, apoyada en el espejo, con la cabeza agachada y, aunque Pablo no podía verla, sabía que con una profunda sensación de vergüenza.

Podría haber forzado la maquina. Intentar algo más. Pero seguía los consejos del doctor. Doblegar a una mujer es como pescar tiburones con caña. Y ahora tocaba soltar cuerda. “Vamos… mejor nos tumbamos” ‘¿Por qué a las mujeres les gustara tanto los abrazos después del sexo?’ pensó.

Ambos acabaron en la cama. Abrazados. Sin decir nada. Pablo vestido, Merche aun desnuda, no sabía si aun podía vestirse, y con la mano de su amante sobre su pecho. Ese magnifico pecho con un tacto insuperable.

Pablo no sabía como quitársela de encima sin que se sintiera dolida. No era el momento de quejas. Por suerte en diez minutos llegó su madre. Al oír abrirse la puerta fue la excusa perfecta. “Mi madre. Deberías vestirte antes de que te vea”

Merche, alocada, salto de la cama y se vistió. Pablo no había visto aun las bragas. De mercadillo. Blancas y sosas como tantas otras cosas de Merche. Increíble que bajo tanta basura se escondiera semejante tesoro. “Gra… gracias por todo Pablo. Si… bueno… si quieres llamarme… o necesitas algo… no sé… ya tienes mi numero”

Increíble. Se la acababa de follar y la chica ya estaba aceptando que no iba a llamarla más. Desde luego que esa autoestima valía su peso en oro… para cualquiera que quisiera aprovecharse de esa niña. “Lo tengo. Y te llamare”

“Si… seguro…Bueno… adiós…” Metió sus apuntes en su bandolera, se despidió con su manita y desapareció por la puerta. Camino de la salida Pablo oyó como se despedía de su madre.

Marta apareció en su habitación en seguida. “¿Todo bien hijo?” preocupada porque hubiera ocurrido algo malo.

“Si si… bueno… ya que estás aquí tira esto” y le tendió el condón usado lleno con su semen. Marta se preocupó al ver algo de sangre pero no hizo preguntas.

Interludio I

Era un sueño. De siempre había estado enamorada de Pablo. Ella, la ranita, que no podía aspirar a nada, estaba enamorado del chico más guapo del grupo en secreto. Sabía que era imposible. ¿Quién era ella? La ranita, la fea, la tonta, la sosa… pero aun así había apuntando a lo más alto… con la certeza que seria imposible. Pero allí estaba ella. Volviendo a casa después de pasar la mejor tarde de su vida. Volviendo de casa del hombre al que amaba aunque él nunca no lo supiera.

 


 

Claro que lo sabía. Al menos ahora. Repasó mentalmente momentos en los que había estado con ella y se percató de lo tonto que había sido. Allí había estado siempre pero claro, Merche era invisible para él. No valía la pena fijarse en ella. Pero ahora… sus reacciones… sin rechistar… no habían hecho mucho pero para una primeriza esperaba algo más de resistencia. Había visto su vergüenza y como se había esforzado por sobreponerse a ella para complacerle. Pequeños detalles… pero era solo el principio. Pablo se preguntaba hasta donde podía llegar.

Escena II

Pablo dejó pasar dos días… que sus esperanzas de una llamada se desvanecieran para devolvérselas multiplicadas. “Hola Merche. ¿Te apetece ir al cine?” y otra vez casi pudo notar el salto que dio al otro lado del teléfono.

Lo de menos era la película. Pablo la escogió casi al azar. Se encontraron en el mismo cine. “Hola Pablo… pensaba que no ibas a llamarme…”

“¿Porque no?”

“Bueno… tal vez ya no necesitas mi ayuda con la contabilidad…”

“Me apetecía quedar contigo. Vamos… ya nos toca entrar”

La primera sesión en un cine entre semana. Apenas había una docena de personas. Pablo escogió la última fila alejados de la entrada. Y otra vez Merche ni rechisto pese a terminar atrás y escorados en mitad de un cine casi vació.

Apenas había empezado la película cuando Pablo la cogió mano. Merche no se lo podía creer. Le devolvió el apretón y le miró sonriente aunque incrédula. Estaba en el cielo. Al juego de manos le siguió un beso que devolvió ávida de más. Ni rechisto cuando noto que Pablo, sin siquiera vacilar desabrochó prácticamente toda su blusa e introdujo su mano dentro de su sujetador. Esos pechos, esos perfectos pechos,  habían obsesionado a Pablo. Tenía que volver a tocarlos para cerciorarse de que eran reales. El sujetador le molestaba así que lo subió, ni se molestó en desabrocharlo y acabó por encima de sus pechos liberando a esos dos medios limones. Apenas un segundo estuvo congelada Merche cuando noto sus pechos al aire en el cine cuando siguió con ese beso que le nublaba el sentido. Las manos de Pablo pudieron disfrutar de esos dos premios.

Pero Pablo quería más. Bajo sus manos e intento alcanzar esa parte del cuerpo de Merche que ya no era virgen. Pero la tarea era ardua. Otra vez una falda larga con innumerables corchetes. Pablo soltó un gruñido al no encontrar camino hacia su destino.

“Oh. Perdón… ¿Otra vez mi falda te molesta?”

“Pues si”

Casi no había acabado la frase y Merche ya estaba arqueada con la espalda apoyada en el respaldo de la butaca. Su falda acabó enseguida rodeando su cintura y sus bragas blancas de algodón por sus tobillos. Allí estaba ella en ese cine. La blusa abierta hasta el ombligo, su sujetador por encima de sus pechos y esos totalmente accesibles. Sus bragas por los tobillos, la falda por al cintura y con las piernas ligeramente separadas para más fácil acceso. También podía notar el pesado jadeo de la vergüenza. Notaba que su pareja estaba haciendo verdaderos esfuerzos. No estaba cómoda con lo que hacia pero aun así lo hacia. Y con una sorpresa adicional. Un precioso pubis recientemente depilado. Pese a la poca luz del cine Pablo pudo adivinar cierta sonrojez en el pubis. Casi seguro que se lo había depilado esa misma tarde, después de la invitación para el cine. “Gracias” y volvió a enterrar su lengua en la dispuesta boca de Merche.

Enseguida sus dedos empezaron a trabajar el bello yermo que era ahora ese pubis. Apenas rozo los dedos los labios inferiores y la respiración cambió. Pasó de ser pesada a largos jadeos. El temblor de la excitación era aparente. Aunque intentaba con todas sus fuerzas reprimir sus gemidos no tenía el control necesario y estos iban en aumento. Pablo paró de repente. Puedo ver en Merche la cara de relajación al poder liberarse. Pero Pablo se agachó, terminó de sacarle las bragas y se las ofreció. “Ten. Muerde esto”

Merche no se lo podía creer. Recordaba dos días antes, totalmente avergonzada como había gritado. Unos cuantos orgasmos más y se habría quedado afónica. Temía que la escucharan y parecía que Pablo no iba a parar… y no quería defraudarlo. Cogió sus propias bragas y las mordió. Con fuerza asió los reposabrazos y cerró lo ojos.

Pablo empezó otra vez a juguetear con el interior de sus muslos primero. Fue subiendo para recorrer varias veces arriba y abajo sus labios ahora depilados. La respiración entrecortada de Merche iba subiendo en aumento. Después de juguetear un poco con esos labios, con dos dedos alrededor del clítoris empezó a hacer suaves giros. Se escuchó un ahogado gemido, apenas imperceptible pero que anunciaba el placer que sentía. Merche abrió los ojos y lo miró desesperada. Solo para después volver a cerrarlos y ahogar otro gemido. Esos dedos seguían trabajando con sabiduría ese botoncito tan pícaro. De repente ambos dedos invadieron su vagina y Merche tuvo que taparse la boca para ahogar un gemido más fuerte. Ahora a dos manos, dos dedos entraban y salían asegurándose de rozar esa parte arrugada justo a la entrada de la vagina y otros dos jugueteaban haciendo círculos alrededor de su clítoris. Pese a la mordaza de la bragas y su propia mano los gemidos era apenas perceptibles pero si sospechosos para los más cercanos a sus asientos. En los pocos momentos de lucidez que conseguía Merche imploraba con los ojos que pasarse pero enseguida otra oleada de placer la obnubilaba. Pronto empezaron a oírse gemidos cortos, rápidos… los dedos aceleraron en su empeño y una ristra de orgasmos inundo su cerebro y bajo vientre.

Merche estaba avergonzadísima. El orgasmo era genial pero estaba segura que más de una persona habría oído sus ahogados gemidos. Seguía medio desnuda aunque ahora su asiento tenía una gran mancha a la altura de su entre pierna. Se sentía culpable y avergonzada pero dios… que orgasmo! Merche se recostó en la butaca disfrutando del momento.

“Ya esta… ¿Solo eso?” le susurró Pablo.

“¿Qu… que pasa?”

“Bueno… tu has quedado a gusto pero… yo mira como estoy” Señaló el aparente bulto de sus pantalones.

“Oh! Perdón!” Ese pinchazo de culpabilidad le aguijoneó. ¿Cómo podía ser tan egoísta? Lo mismo que hace tres días. Cuando ella… llegó y no le esperó. ¿Qué iba a pensar? “Yo… ¿Qué puedo hacer?”

“Bueno…” Cogió su mano y la llevó a su paquete “¿Porque no la sacas y con tu mano te muestras cariñosa?”

Parecía fácil. Trabajo el cinturón hasta que consiguió liberar ese bello miembro. Seguía prácticamente desnuda, aun más. Ahora sin bragas. Pero no sabía muy bien como funcionaba esto. Si debía vestirse o no. Ante la duda permaneció como estaba. Empezó a masajear arriba y abajo el miembro. Jamás lo había hecho y tenía pocas nociones.

“Más despacio… más delicada…” oyó que le susurraba

Que tonta era. Que mal lo hacia. Realmente quería hacerlo bien pero no sabía muy bien como. Poco a poco, con la ayuda de Pablo fue cogiendo el ritmo. Su mano sobre la suya le guiaba y le enseñaba. Fue notando como poco a poco Pablo iba excitándose camino de su clímax.

“Bufff… bien… voy a correrme. Joder… no quiero manchar esto”

“¿Y?” No sabía que hacer. “¿Qué pasa? ¿Qué hago?”

“Métetela en la boca”

Tal vez apenas medio segundo de duda. Pablo ordenaba, Merche tenía una milésima de segundo para darse cuenta de lo poco que quería hacer eso y enseguida obedecía. Se dobló y metió media polla en su boca. Como aun seguía pajeándose la mano le daba azotes en la cara así que fue subiendo hasta que solo el glande estaba en su boca. Más por instinto que por sabiduría mantuvo lejos sus dientes de ese glande. Noto como Pablo se ponía rígido y de repente algo caliente y viscoso le llenaba la boca… varias veces. Esperó allí, hasta que Pablo le indicara algo recibiendo uno a uno todos sus tiros de esperma en su paladar.

Pablo le hizo un gesto para que se levantara. Estaba ridícula. Con la boca hinchada guardando todo ese esperma sin saber que hacer. Le recordaba a alguna vez que había estado constipada y sentía los mocos en la boca. Era desagradable aunque tenía un regusto dulzón. Con el tiempo tuvo que tragar semen de muchos hombres y admitiría que el de Pablo era el más agradable al gusto. Miro a su alrededor sin saber que hacer cuando oyó que le decía “Trágatelo. Tranquila”. Un segundo para reponerse y luego un glup para enviar toda esa asquerosidad a su estomago. Se giró para ver a Pablo. Temía su reacción pero su corazón se llenó de gozo. Pablo se le veía feliz y relajado. Había disfrutado. Eso estaba bien.

Ahora si que le permitió vestirse. Ni se molestaron a acabar la película. Merche sintió una daga clavarse cuando oyó unas risitas de una pareja de adolescentes cercanos que seguramente habrían oído todo. Se sentía un poco sucia pero claro, esto era lo que hacían los amantes. Pablo lo sabría muy bien. Seguro. Dejaría que le guiara.

Al salir del cine Merche se despidió. “Bueno… me lo he pasado bien.. Espero que tu también… porque… ¿Tu te los has pasado bien? ¿Verdad?” Pablo disfruto con esa mirada de desesperación. Ahora que se fijaba veía que era un libro abierto. Antes era invisible pero ahora, cualquier gesto, reacción, mirada… descubría absolutamente todo lo que expresaba.

“Claro que si. Pero tomamos algo y luego te llevo a casa. He venido en coche. No quedaría bien que te dejara volver sola” aderezado con una encantadora sonrisa.

Y otra vez se leyó perfectamente la felicidad que mostraba. Durante una hora estuvieron tomando algo, escuchando sus aburridas historias y mostrando un falso interés. Tocaba dejar sedal. Tras esa charla la llevó a casa. La primera vez que un chico la llevaba a casa. Vivía en una unifamiliar con terreno alrededor. Se despido y Merche abrió la puerta para entrar en su jardín. Pablo la siguió sin aviso, cerró la puerta tras de si y la besó. Su mano consiguió meterse bajo su blusa y su sujetador y pudo una vez más palpar esas bellezas mientras le daba y largo y apasionado beso. El primer beso que le daba un chico al dejarla en casa. Se sentía en la gloria.

“Adiós” y la dejó medio desvestida en su jardincillo y se fue.

Interludio II

Merche entró en casa tras arreglarse para encontrase a su madre en el salón. Con una copa de vino en las manos.

“¿Qué? Divirtiéndote. Yo aquí… esperando que vuelva tu padre de su ‘reunion de negocios’. Como si aun me lo creyera”

“Pues… Hola mama. Si. He conocido un chico y…”

“¿Tu…?” amargada, enfadada y dolida descargó su frustración en quien a más a mano tenía “¿La ranita? A saber que adefesio será el chico que se acerque a ti. Bien desesperado tiene que estar” y tomó otro sorbo de vino que le nublaba la cabeza.

Merche se quedó congela un segundo. Por desgracia no era la primera vez que sufría abusos verbales así de su madre. Unas lágrimas empezaron a caer de sus ojos pero no quería que su madre la viera así. Subió corriendo a su habitación, se tiró en la cama y empezó a llorar.

Por desgracia su madre tenía razón. Era increíble que Pablo se hubiera portado tan bien con ella. Era un encanto. El amor de su vida desde que era una cría. Nunca soñó estar tan cerca de él. Ya fue increíble el primer día y estaba segura que no la llamaría. Su corazón dio saltos de alegría la segunda vez. La primera vez que un chico le acompañaba a casa y la besaba al despedirse…

Pensaba que no se lo merecía pero… ¿Y si luchase por conseguirlo? Hace 4 días pensaba que era imposible pero mira a hora. ¡Dos veces ya!

Se calmó, recapacito y tomó una decisión. Puede que el destino le hubiera dado una oportunidad para conseguir al chico de sus sueños. Y estaba decidida a hacer lo que fuera para mantenerlo. Lo que fuera

 

Escena III

No quería agobiarlo así que no lo llamo en dos días. Pero Merche estaba frenética esperando una llamada. Si no le llamaba… Algo tendría que hacer. No sabía que. Pero iba a luchar hasta el límite para conseguir esa oportunidad.

Pero la llamada llegó.

“Hola Merche… mira… parece que la contabilidad se me atasca otra vez… ¿Por qué no vienes a mi casa para… ya sabes… estudiar?”

30 minutos después estaba en su casa. Pablo la dejó entrar. Seguía teniendo un gusto pésimo para vestir. Las mismas blusas grandes y la misma falda de tubo. Pero esta vez se dio cuenta que la falda solo estaba sujeta por un botón. No había sujetado los corchetes. Las cosas iban bien y decidió lanzarse.

Nada más entrar en su habitación y antes de que abriera la boca Pablo se la cerró con un besó empujándola contra la pared. Se fundieron en un abrazo mientras las manos de Pablo recorrían ese regalo de cuerpo tan pobremente envuelto.

“Tenía ganas de verte. De verdad”

“Jijiji… entonces… ¿Hoy no estudiamos?”

“No” y tiró la bandolera con los apuntes a un lado para inmediatamente después sentarse. “Me gusta verte desnuda. Tienes un cuerpo estupendo”

Merche sabía que mentía, que era por halagarla. Ella era una ranita y poco podía hacer para agradar a un hombre. Pero le gustó que Pablo intentara hacerle sentir bien.

“Podrías…quitarte la ropa para mi”

Solo pudo soltar una risita tonta. Allí, en mitad de la habitación. Se moría de vergüenza. Pero recordó lo que se había dicho dos días atrás. Haría lo que fuera. Así que con cierta premura, no quería hacerle esperar, su blusa, su falda y su inocente ropa interior acabaron en una silla. Allí estaba. Ese precioso cuerpo delante de Pablo. Los pechos le obsesionaban. El coñito, ahora que podía verlo, también era precioso, más ahora que estaba depilado. En seguida su miembro reaccionó con una incipiente erección. Y  mientras tanto, después de tres días, Merche aun no había visto desnudo a Pablo.

Pablo se acercó al cajón, lo abrió y soltó una maldición! “Joder”

“¿Qué pasa?” preguntó asustada.

“No tengo preservativos. No suelo tener y no pensé en comprar más!” Era mentira pero quería ver si podía estirar mas la correa.

“Vaya… lo siento… de verdad…” Como si fuera su culpa. “No sé… ¿Que podemos hacer?”

“Estás tomando la píldora. ¿Verdad?”

“N… no…” Si hasta hace cuatro días era virgen.

“Joder. Me apetecía mucho. Mira como me has puesto” señalándose el paquete. “Que putada”

Se sentía culpable. Pablo había intentando ser amable con ella, le había provocado una erección y ahora lo iba a dejar así… Que egoísta que era. “De verdad… lo siento… no era mi intención… ¿No hay nada que pueda hacer?”

“Bueno… en el cine hiciste algo con tus labios… me gusto y podía mejorarse. ¿Podíamos repetirlo?”

“Eh… claro” Sonriente. Eso podía hacerlo. Era un poco asqueroso notar ese líquido viscoso en la boca pero se podía soportar gracias al sabor dulzón. Y si eso hacia feliz a Pablo… “…pero… ¿Mejorar? Lo siento pero… nunca lo he hecho… no sé si lo hago bien o no”

“No te preocupes. Tú fuiste muy buena conmigo y la contabilidad. Te enseñare”

“Gracias… de verdad… ¿Qué tengo que hacer?”

“Sobre todo nada de dientes, que no me toque. Lo siguiente es que te pongas de rodillas y el resto te lo iré explicando sobre la marcha”

Obediente y desnuda se puso de rodillas y esperó. Pablo se puso delante de ella, se desabrochó el cinturón, dejó caer un poco sus pantalones y su bonito miembro salió a la luz erecto. Merche sintió una punzada de orgullo pensar que algo había tenido que ver con ese estado.

“Bien… ahora… desde las pelotas lame con tu lengua hasta la punta y luego vuelve a bajar, repítelo varias veces” Pablo pudo disfrutar desde su posición elevado como esa lengua recorría sus más de dieciocho centímetros. “Bien. Ahora solo el glande… cógelo con la boca… eso es… ahora con la lengua juguetea con el…” Su chupadora iba obedeciendo todas las indicaciones al dedillo… “Eso… ahora métetela en la boca, tus labios firmes alrededor del miembro… oh… si… lo haces muy bien. Aprendes rápido. Practica lo que has aprendido”

Bien. Tenía miedo de hacerlo mal pero los gemidos indicaban que algo bien estaba haciendo. Siguió repitiendo lo que había aprendido en su primera clase como felatriz esperando nuevas instrucciones.

“Bien… aprendes rápido. Ahora el siguiente paso… vuelve a metértela en la boca y vuelve a chuparla con tus labios alrededor subiendo y  bajando pero cada vez baja más profundamente” Ella, obediente, empezó a tragarse aun más el miembro hasta que empezaba a tener algún reflejo que le impedía seguir y volvía arriba… “Ya casi lo tienes… vas bien… más profundamente” Volvió a intentarlo pero no podía más. “¿De verdad, No puedes más?” y la decepción en al voz de Pablo se le clavó dolorosamente. Si que podría. Ya lo creo. Tomó aire, volvió a empujar y aguantándose las arcadas se metió esa polla tan profundamente como podía. Lejos de lo que Pablo se la metía a Silvia o a su madre pero más de lo que cualquier chica con un mínimo de autoestima hubiera hecho. Volvió atrás y otra vez adelante. Más allá de lo que normalmente hubiera podido. Así media docena de veces hasta que las arcadas se hicieron demasiado fuertes y tuvo que apartarse tosiendo.

“Lo siento, de verdad. No estoy acostumbrada. Perdóname… lo haré mejor. De verdad”

“Bueno… era mucho esperar de tu primera vez… pero no te preocupes. Descansa. Yo haré el resto. Ya aprenderás. Ahora, sobre todo, por las manos detrás de la espalda, relájate y déjame hacer. Te costara al principio pero con el tiempo aprenderás. Nadie nace sabiendo.”

“Vale…” Que comprensivo era. Era un encanto. Puso sus manos a la espalda y esperó.

Pablo le cogió la cabeza. “Abre la boca”. Metió su polla y empujo lentamente hasta el fondo, salió despacio y volvió a empujar, esta vez un poco más adentro y un poco más rápido, una tercera vez. Merche se resistía con todas sus fuerzas al instinto de frenarlo, de sacarlo de la entrada de su garganta pero aguanto. Pablo cogió ritmo y empezó a follarle la garganta. Aun no tan profundamente como le gustaría pero más de lo que Merche podía aguantar. Al final reaccionó y se apartó tosiendo.

“Lo siento… de verdad… no puedo… no soy capaz… nunca aprenderé”

“Vaya…” Pablo fingió decepción aunque se esperaba algo así. “Una pena. No es tan difícil”

“No sé… me cuesta mucho… pero si quieres haré lo que sea por aprender. De verdad” Merche le miraba implorante.

“Hummm… hay una cosa… pero puede ser un poco dura de aguantar”

“Lo que sea” se reafirmó.

“Puedo atarte las manos a la espalda. Así no podrás pararme y terminarás acostumbrándote. Es una forma dura pero rápida de aprender”

“Si” dijo sin pensar dispuesta a complacer como fuera. “Si.”

Pablo se terminó de quitar el cinturón y con él ato los brazos de Merche a su espalda. Además de desnuda y de rodillas ahora estaba indefensa.

“Cuando empiece ya no parare. ¿Seguro?”

“Seguro”

Pablo ya ni tomó la delicadeza de empezar despacio. Enseguida metió su polla todo lo profundo que pudo y empezó a follársela. Cada empujón entraba un poco más en la garganta. Enseguida Merche intento retorcerse y escaparse pero Pablo no le dejó. Al fin empezaba a ser como le gustaba. Bien sujeta la cabeza, la polla de Pablo término profundamente enterrada en la garganta de Merche una y otra vez mientras esta se retorcía intentando escaparse sin éxito. Después de una pequeña eternidad para ella Pablo empujo hasta el fondo y se quedó allí unos segundos, disfrutando del momento justo en el que se corría en la garganta de Merche para luego liberarla.

Merche cayó al suelo tosiendo y babeando. “Lo siento… no he podido evitarlo…” se disculpó. “No estoy acostumbrada… no tengo la experiencia de las otras chicas” Las únicas que habían hecho algo parecido son las que había violado o chantajeado u otras esclavas sexuales con las que quedaba de los foros BDSM.

“Bueno… a mi se me da mal la contabilidad… que se le va a hacer” Y tras subirse los pantalones le ayudó cariñosamente a levantarse del suelo para llevarla a la cama donde se tumbaron. Allí la abrazo tiernamente y en silencio. Ella se encontraba en la gloria. Tal vez, si lo hacia bien, tuviera una oportunidad. Las manos de su amante recorrían todo su cuerpo, especialmente en sus pechos pero alguna vez en su entrepierna. Esos dedos bajaron aun más hasta adentrarse más allá de su entre pierna y llegar hasta su ano. Allí Pablo empujo un poco.

“Huy… creo que te equivocas. Jijiji”

“No. No me equivoco. Pensaba… que ya que no tenemos condones… y que no puedes dejarme así…” Pablo le mostró una segunda erección “… podríamos jugar a esto”

Merche se entristeció. Había oído decir que era doloroso. Pero que a los hombres le gustaba mucho y las mujeres lo hacían. Así que eso era suficiente. No seria para tanto. Sonrió “Claro… por supuesto” Y fue a darse la vuelta.

“No, no… túmbate boca arriba” Pablo quería verle la cara. Ella obediente se puso en la posición que le había indicado y Pablo se puso sus piernas sobre sus hombros. Se desabrochó el cinturón y volvió a sacar su miembro erecto. Escupió en la mano para lubricarse un poco la punta, aun no era momento de asustarla, y apoyó el glande en su ano. Lentamente empujo y poco a poco se abrió paso. Pudo ver la mueca de disgusto en su cara pero no dijo nada. Pablo siguió empujando y nuevas muecas descubría algún momento más doloroso de lo normal. Pero aguanto. Y al final todo el miembro estaba enterrado en sus entrañas. Procedió a sacarlo con calma. Pablo fue bastante suave, más comparado con lo que suele ser, y permitió a Merche acostumbrarse. Por las caras en ningún momento fue agradable pero pudo aguantarlo bastante bien, más siendo su primera vez. Pablo además puedo disfrutar de los ligeros movimientos de esos pechos y incluso agarrarlos de vez en cuando. Pablo se tomó su tiempo y no escuchó ninguna queja Al final se corrió a gusto.

Así como se corrió se dejó caer junto a Merche. Enseguida se subió el pantalón y se abrochó el cinturón. No había sido agradable pero se podía aguantar. Al principio duele pero luego te acostumbras. Y sentir como le abrazaba tiernamente era estar en la gloria para Merche. El silencio, el abrazo, los furtivos besos en el cuelo por parte de Pablo, las caricias en sus pechos, en su labios vaginales… y al final volvió a tocarle en el ano. Merche dio un pequeño saltito. Aun lo tenía irritado. “Ouch”

“¿Te ha gustado el sexo anal?”

“Bueno…” dubitativa “duele un poco. ¿Sabes?”

“Si. Eso dicen, pero también hay quien así le gusta. A mi la verdad es que me encanta. ¿Podremos volver a hacerlo?”

Con algo de descanso podría soportarlo. “Claro. Cuando quieras”

“¿Qué tal ahora?”  El miembro ya estaba erecto solo de pensar en volver a follarse ese culo.

“¿Ahora?” pensó. Aun estaba dolorida. Era duro. Y empezó a ponerse nerviosa. No sabía que decir. Esta vez fue la vez que más dudó en obedecer Pablo. Tal vez llegaron a dos segundos. “Claro. Como quieras”

“Bien. Esta vez vamos delante del espejo. Me gusta admirarte por delante y por detrás. Eres preciosa” mientras pensaba ‘Y no quiero perderme tu cara cuando te encule esta vez’

Esos halagos la ponían en la luna. Tantos años amándolo en secreto, imaginando que le decía cosas bonitas, y al fin se cumplía. Era la chica más afortunada del mundo.

Se apoyó en el espejo e intento relajarse. Pablo, desde detrás tenía una vista de un cuerpo perfecto y por el espejo esos pechos que lo hipnotizaban. Quería verlos temblar con sus empujones. Se preparó detrás de ella, esta vez dejó caer los pantalones hasta los tobillos, apunto y entró con decisión.  “Agghhhh” Esta vez no fue tan suave. “¿Paro?” Unas negativas con la cabeza permitieron a Pablo continuar. Salió y volvió a entrar una y otra vez. Más rápido que antes, acelerando el ritmo, golpeando con fuerza su pubis contra las nalgas. Cada empujón venia acompañado de un “Ay” pero eso no frenó a Pablo. Se despachó a gusto con ese culito hasta hace poco virgen. Solo se oían los repetidos gemidos ahogados de dolor de Merche pero aguanto. Por dos veces apartó una mano del espejo e hizo ademán de intentar frenarlo, por dos veces se recompuso y volvió a apoyar la mano en el espejo sin frenarlo. Ninguna petición se escuchó de sus labios. Solo cortos y repetidos quejidos cada vez que Pablo empujaba hasta el fondo su polla. Las piernas le temblaban, el ano le ardía, a duras penas aguantaba y terminó cayendo de rodillas llevándose a Pablo detrás con ella. Eso no frenó a Pablo que aprovecho para coger a Merche por las tetas y apretarlas. Los apretó y manoseo a gusto lo que redobló las quejas de Merche. Pero nunca dijo ‘Basta’ o ‘Para’ o nada que implorara que se detuviera. De rodillas, frente al espejo, Apoyada, con la cabeza a veces hundida, a veces saltaba con un quejido más elevado. Nada paró a Pablo. Al final estrujo con fuerza esos preciosos pechos soltando su carga de semen en sus entrañas y se dejó caer sobre ella.

Pasaron unos segundos así. Ninguno se movía. El primero que se oyó hablar fue a Pablo. Diciendo “No, maldición, no… así no…” y se levantó rápidamente, se subió el pantalón y lo abrocho con premura y se sentó en la cama. “Vístete”

‘¿No, así no?’ ¿Qué quería decir? El culo le ardía. Le costaba ponerse en pie. No sabía muy bien que había pasado. Pero esa frase la tenía grabada a fuego. No la entendía. ¿Qué había hecho mal? ¿Le había dolido tanto porque había hecho algo mal? ¿Estaba Pablo disgustado? Lo miró y  vio a Pablo sentado, con la cabeza gacha, apesumbrado. “¿Qué pasa?”

“Vístete. Es mejor” Le dijo seco Pablo. Unos segundos de duda y enseguida empezó a vestirse. No sin cierto esfuerzo. Estaba bastante dolorida. Cuando terminó de vestirse se quedó en medio de la habitación sin saber que hacer. Después de un rato Pablo levantó la cabeza, se le veía triste, y la miró. “Será mejor que te lleve a casa”

El trayecto fue gélido, silencioso. Merche estaba frenética ‘¿No, así no?’ ¿Qué había pasado? ¿Quería preguntar pero veía a Pablo tan abatido? El recorrido se le hizo eterno. Al llegar a su casa ni siquiera bajo del coche, no le dio un beso de despedida.

“Bueno Pablo… gracias por traerme… oye…”

“No, no… mejor no… déjalo… solo una cosa…”

“¿Si?”

“Da un saltito”

Apenas medio segundo de duda y Merche dio un saltito.

Pablo afirmo con la cabeza pensativo, triste, arranco el coche y dejó allí, perpleja a Merche. ¿Qué había pasado esa tarde?

 


‘Ni un segundo a dudado en dar el saltito’ pensó mientras conducía de vuelta a casa sonriente. ‘Sigue siendo una chica obediente. Todo va como esperaba’

 

Interludio III

Dejó pasar el tiempo.

Había comentado este caso con el doctor y se lo había tomado como otro de sus experimentos. A Pablo le costaba creer lo que le explicaba el doctor pero había aprendido que, en cuestiones de la mente humana, era un experto. Según él, con lo que estaba haciendo las probabilidades, aunque no altas eran apreciables. No se podía cuantificar exactamente pero se podía hablar de más de un cuarenta por ciento.

Importaba mucho cuanto tardara en volver. Cuanto más mejor. Y luego tendría que ser muy bueno leyendo a Merche cuando hable con ella y tener mucho cuidado con las palabras. Cuando empujar, cuando ceder…

Por suerte, aunque el doctor era muy bueno con la teoría Pablo lo era con la práctica.

Dos semanas pasaron. No era demasiado pero si suficiente.

Escena IV

Apareció en su casa sin avisar. Los ojos enrojecidos, había estado llorando. Era tan fácil de leer. Su cuerpo gritaba desesperación.

“Pablo. Siento venir sin avisar pero necesito saberlo. ¿Qué hice mal? ¿Qué pasó?” Normalmente hablaba más dubitativa, entrecortando las frases pero esta vez lo hizo de un Girón.

“¿Qué haces aquí? No es buena idea. No deberías estar aquí”

“Por favor, Pablo. Necesito saberlo. ¿Qué hice mal?”

Pablo simulo un momento de duda. “No fuiste tu, fui yo. De verdad”

“Si claro. Ya he visto eso en las series americanas. Una forma de disimular. Pero necesito saber la verdad, por muy dura que sea. Dímelo por favor… Tal vez… pueda cambiar… pueda arreglarlo…”

Otro momento de fingida duda y Pablo la dejó pasar al salón.

“Merche… de verdad… no es bueno que estés aquí. Y de verdad que no eres tú, soy yo. No lo digo por librarme de ti”

“¿Ah, si? Pues explícamelo”

Otro momento de fingida duda. “¿Puedo confiar en ti? A veces creo que si… pero… esto es muy personal”

Ahora si capto la atención de Merche. Tal vez había algo que no había visto. “Si. Desde luego”

“Soy un enfermo”

Ella intento procesar lo que le había dicho. No entendía a que se refería “¿Estás enfermo?”

“No, no… soy un enfermo, un pervertido… en el sexo me gustan cosas… fuera de lo normal.” Pablo analizaba las reacciones de Merche. Si veía desprecio tenía que parar pero de momento solo veía extrañeza. “Ya vistes como acabaste el último día…”

“Si, bueno… dolía… fue muy raro… no entendía que había ido mal… no pude hablarlo contigo después”

“Yo fui mal. Intente controlarme pero no pude. Y te hice daño.”

“¿Porque?”

“Porque es lo que me gusta. ¿Has oído hablar del BDSM, del sexo duro…”

“Pues… algo… poco… no mucho…”

“Es lo que me gusta. He intentado frenarme contigo, porque me gustas de verdad… eres una chica estupenda…” Que fácil era leerla. Como se alegró con esa mentira. “pero no puedo… justo porque me gustas no puedo frenarme”

Unos segundos de silencio mientras Pablo analizaba sus reacciones. Mucha perplejidad, algo de comprensión, nada de desprecio.

“Entonces… te gusta… ese tipo de sexo… pero… ¿A que te refieres exactamente… que te gusta hacer?”

Pablo suspiro. “Merche… tienes que prometerme que no saldrá de aquí… me vendría muy bien confiar en alguien y me gustaría que fueras tu… pero voy a abrir mi alma y tengo miedo”

“Pablo… de verdad… puedes confiar en mi. Sea lo que sea… nunca se lo diré a nadie”

“Me gusta el sexo duro y las mujeres sumisas. A veces me gusta hacer daño, como en el sexo anal, pero nada permanente. Me gusta que me obedezcan. Que si yo le digo a mi novia que haga algo ella me obedezca aunque sea tener sexo con otros. Quiero que mi novia sea mi esclava sexual y que no me niegue nada o lo que me niegue pueda forzarla a hacerlo y que lo acepte. Pero aun es más complicado. Algo que me vuelve loco es tener la mujer de otro hombre. No puedo tener novia porque quiero tener a las mujeres de otros hombres”

Pablo se dio cuenta que cada vez que decía ‘novia’ Merche se emocionaba y el resto de la frase se diluía. Cuando terminó de hablar espiro y fingió una cara de terror mientras miraba a Merche.

“wow… vaya…” era una información impactante. Y se lo había confiado a ella. A nadie más. Se sentía alguien importante ahora en la vida de Pablo. Lo que le había dicho… vaya… no se esperaba algo así. Pero empezó a comprender. Pablo intentaba protegerla de él mismo. Eso tenía que significar algo. “No sé… lo del… culito… fue duro… pero aquí estoy…” tenía una oportunidad de mantener a Pablo. ¿Se atrevería? “Y… me explicas más sobre como es esto de ser… ¿Cómo has dicho, sumisa, esclava…? Quien sabe… tal vez… no es para tanto como te piensas”

Alegría, ilusión, preocupación, comprensión… todo eso vio Pablo, pero nunca desprecio.

“¿De verdad, No estás molesta?”

“Pues… no… ¿Por qué iba a estar?”

‘Por unas cuantas razones, estúpida. Soy un monstruo’ pero en vez de decir lo que pensaba continuo con su maniobra. Le dedicó la sonrisa falsa más dulce y alegre que a ella jamás le habían regalado. “Aun no estoy preparado para decírtelo en persona… estoy algo nervioso… no podría… ¿Porque no te vas a casa y te envió un correo con algunos enlaces donde lo entenderás mejor? Y luego me dices. Si no quieres volver a verme lo entenderé”

“Pablo. De verdad… siempre querré volver a verte” Lo veía tan feliz… y ella era tan feliz…Le acompaño a la salida. Para Cuando Merche llegó a su casa ya tenía un correo. No reconocía la dirección pero escribía Pablo. Debía de ser otra cuenta.

Abrió el correo. Media docena de enlaces a páginas porno de sexo forzado donde aparecían las mujeres siendo violadas. ¿Seria cierto?. De BDSM donde las mujeres eran atadas y usadas de todas las formas imaginables. De esclavas sexuales donde sus dueños dejaban que las usaran por otros hombres…

También había un par de enlaces a foros. Uno sobre esclavas sexuales y otros sobre fantasías de sexo forzado. Así lo llamaban, pero en realidad era sobre hombres y mujeres que se excitaban con la idea de la violación.

Y por último enlaces a relatos de sexo forzado (no quería llamarlo violación) y de sumisión.

La impresión que le causo era muy fuerte. Estuvo horas, hasta la madrugada, viendo las páginas porno, leyendo los comentarios de sumisas y dominantes en los foros, leyendo las historias donde las mujeres terminaban siendo usadas y abusadas…

Todo era… era….

Trágico.

Le recordaba a esas novelas románticas de vampiros. Donde el chico tiene una maldición y temía hacer daño a la chica porque necesita morderla y aun así la chica se queda con él. Se sacrifica por amor. Donde él tenía un problema que afectaba a ambos  y ella se quedaba con él hasta el final, ayudándolo sin rendirse…

Merche llamo a Pablo al día siguiente. A primera hora. Eso era buena señal… para Pablo. Quería verlo cuanto antes. En media hora la tenía a la puerta de su casa. Un minuto después en su habitación.

Pablo fingió cierto nerviosismo. “¿Y bien…?”

“Pablo… escúchame… no sé si seria capaz de repetirlo… porque estoy muy nerviosa. Te quiero. Estoy enamorada de ti desde que era una adolescente. Para mí siempre has sido ese príncipe azul inalcanzable. Estos días, los pocos momentos que hemos estado juntos han sido los más felices de mi vida. No han sido como esperaba pero aun así he alcanzado algo que me aprecia imposible. Estar contigo”

“He visto… lo que…” ahora empezó a dudar “...Me pasaste… Te entiendo… y lo siento mucho por ti. Debe ser muy difícil vivir con eso… pero las parejas están para apoyarse, para hacer sacrificios. Si eso es lo que te gusta, si es lo que necesitas… te lo daré”

Pablo se acercó, la cogió por la cintura y la miró a los ojos tiernamente. “¿Seguro? Será muy duro…”

“Seguro” devolviéndole la mirada enamorada.

Sintió como la mano de Pablo le subía la falda hasta la cintura y se introducía en sus bragas. Tres dedos la penetraron de golpe.

“¿Seguro?” apretó con más fuerza te la obligó a ponerse de puntillas “Te dolerá, te insultare, te exigiré que cumplas todos mis deseos, hasta los más sucios, te ordenare que hagas cosas con otros hombres… hasta con mujeres… te haré cosas que ni imaginas… sucias… humillantes… es lo que deseo… lo que me vuelve loco”

Merche tuvo que procesar lo que oía… una cosa era verlo en videos. Otra oírlos… ni había pensado en otras mujeres… ¿Qué otras cosas no habría pensando? Da igual… ya había tomado la decisión. Se sacrificaría por su amado. Como en las novelas.”Seguro”

“¿Seguro?” Insitito… ahora le cogió del cuello y la empujo hasta la pared, aun con sus dedos en su coño, al que unió un cuarto. “¿Y saldrás con alguien para que puedas ser mi amante, mi sumisa y deseada amante en secreto?”

Desde luego que no estaba cómoda. Se había concienciado de aceptar el sacrificio. Pero ahora empezaba a darse cuenta de lo duro que iba a ser. Y sobre lo de salir con alguien… ni se acordaba. Pero ahora lo tenía claro en su mente. Era uno de los deseos de Pablo. Se reprendió mentalmente. Lo que sea. Llevaba días diciéndoselo. No iba a ceder ahora. Además… ¿Quién iba a querer salir con ella? Ya era un milagro que Pablo la deseara… porque lo haba dicho… la deseaba… su deseada amante.

“¡Si! ¡Si!… Haré todo lo que quieras… Si me dices que me quieres, que me deseas, si estás conmigo haré todo lo que quieras”

“Veremos si en una hora no has cambiado de opinión, puta” y tiró con fuerza de las bragas arrancándoselas. “Y quítate el resto de la ropa”

“Pablo… he visto a tu madre abajo cuando he subido”

“¿Ya empiezas a desobedecerme tan pronto?”

“No, no…” y nerviosa empezó a desabrocharse la blusa, sujetada contra la pared por el cuello, primero la blusa cayo la suelo, luego el sujetador, por último la falda… al fin ese feo envoltorio había desaparecido y ese bello regalo estaba denudo y a su disposición frente a él. Merche solo podía pensar en esa mirada, llena de lujuria y deseo por parte de Pablo. La deseaba, y al menos en eso no se equivocaba. Deseaba follársela de todas las formas inimaginables, emputecerla para su uso personal, hacer de ella su tercera esclava permanente para que lo complaciera en todos sus deseos.

Aun sin soltarle el cuello se acercó a su oído para susurrarle “Viste el video donde tumbada en una cama a una chica le follan la garganta”

Había visto más de uno,  tumbadas, la cabeza hacia atrás, nada impedía el miembro de los hombres que las profanaban llegar hasta lo más profundo.

“Si… vi algunos…”

La dejó y fue hacia su escritorio. De un cajón sacó unas esposas de cuero. Había preparado algunos juguetes. “Una vez que empiece no parare” y ni esperó respuesta de su nueva esclava. Le inmovilizo los brazos a su espalda con las esposas y llevándola por el pelo la acercó hasta la cama donde la tiró. Otra vez le cogió del pelo y de una pierna y la giró hasta que su cabeza cayó por el borde de la cama. Liberó la polla de su boca dejando caer sus pantalones hasta el suelo, con ambas manos le sujetó la nuca y ordenó “Abre la boca, zorra, vas a tragarte una polla como jamás lo has hecho”

Obediente Merche abrió la boca y cerró los ojos. Pablo introdujo su miembro lenta pero inexorablemente hasta el fondo. Merche se convulsiono un poco pero con la cabeza sujeta y las manos atadas no pudo hacer nada más que unos ruidos de gorgoritos. Cuando Pablo midió el fondo, y era todo lo que le daba de largo su polla, salió y volvió a entrar, follándose esa garganta que ya no tenía ni un solo centímetro virgen.

Merche sollozaba por al violación. Era más duro de lo que esperaba. El abuso verbal, el físico, no se había mentalizado lo suficiente. Pero ahora lo estaba haciendo. Sollozaba pero de ella no se oiría ninguna queja. Cumpliría lo que ha dicho. Solo por volver a ver esa mirada de lujuria y deseo en Pablo por ella, la ranita.

Cuando ya tuvo bien tomada la medida a la boca de Merche Pablo pasó a disfrutar de ese par de tesoros. Primero los pezones, lo pincho, retorció y estiró. Con la boca amordazada por su polla Merche solo pudo farfullar algunos quejidos y arquearse un poco, lo suficiente para que la polla que la violaba aun pudiera alcanzar algún recóndito lugar que aun no había horadado. Luego, sencillamente, a manos llenas empezó a apretarlos, masajearlos, estrujarlos… pero después de unos minutos los liberó y estiró su mano hasta su pubis depilado. Hoy era el primer día y sabía que tenía que quitar sedal y también darlo. Enseñarle lo peor pero darle esperanzas… decelero el ritmo, hasta casi hacerlo aceptable, y sus dedos empezaron a juguetear con esos receptivos labios vaginales para luego, con dos dedos, cuidadosamente, rotar alrededor del botón que los coronaba. Merche no pudo por menos en notar como su clítoris reaccionaba a los cuidados que le daban.

Merche estaba como loca esperando alguna muestra de cariño así que solo ese breve momento izo que empezara a segregar en su entrepierna. Pablo pudo notarlo cuando jugueteo con sus dedos dentro de su rajita. Tocaba soltar sedal… luego tiraría fuerte.

Salió de la garganta que invadía. Merche empezó a toser y a recuperar el aire pero antes de que pudiera decir nada Pablo la alzo del pelo y la llevó, otra vez frente al espejo, donde cayó de rodillas. Enseguida Pablo calló de rodillas detrás de ella, separando sus piernas en el proceso. Con una mano uso las esposas, y con ello los brazos a los que estaban atadas, como riendas y con la otra preparó su miembro. De un solo golpe lo enterró hasta el fondo. Merche dio un respingo que solo ayudó a que sus pechos aparecieran aun más bellos en el espejo. Pablo empezó directamente a toda velocidad. “Vamos puta… te voy a reventar. ¿Quieres que pare? Solo tienes que pedirlo”

Cada fuerte empujón sacudía el cuerpo de Merche y hacia rebotar, aunque apenas, sus pechos. Verlos le ponía frenético a Pablo y recrudeció sus esfuerzos para taladrar el coño de Merche. La incipiente excitación que había empezado con apenas el roce de unos dedos se le unió el frenético roce de ese miembro contra todo su coño. Merche empezó a gemir… “No… no pares….”

“¿Te gusta zorra? ¿Te estoy reventando y te gusta? ¿Qué tipo de zorra eres?”

Merche no sabía que tipo de zorra era. Este era el cuarto día que tenía sexo en su vida. Y siempre había sido con Pablo. Algo le dolía, la falta de costumbre, seguro, pero aun así su cuerpo estaba disfrutando. “La zorra que tu quieres que sea…” atino a decir. Y la verdad que fue una buena respuesta aunque ella no se hubiera dado cuenta.

“¡Puta! Me estás poniendo cachondo” Y soltó las riendas para pasar a sujetarla por los pechos. Los apretaba con fuerza mientras taladraba el coño de su nueva esclava. Esta, dolorida, confusa y excitada solo podía pensar en que ella, la ranita, estaba poniendo cachondo al hombre de sus sueños. Y eso aun la excito más. Pablo podía notar como oleadas de flujos iban impregnando sus pelotas cada vez que las empujaba hasta la entrada de la rajita que invadían.

Volvió a cogerle del pelo y le obligó a mirar el espejo. “Mírate… gozando como una zorra… ¿Te gusta que te folle?”

“S… si…” y era cierto… aun dolorida estaba disfrutando.

“¿Si que?”

“Si… me gusta que me folles”

“Y a mi me gusta que me lo pidas… que digas guarradas… y que digas que eres un pedazo de puta… ¡Adelante. Empieza!”

“Si. Fóllame. Soy tu puta. ¡Me encanta sentir tu polla en mi coño! Joder. ¡Me encanta que me folles!” Grito.

No estaba mal para ser la primera vez que decía guarradas

Y calló de repente.

“¿Porque te callas?”

“Tu madre me puede oír”

ZAS! Un tremendo manotazo atino en una de sus nalgas. Merche soltó un sonoro aullido. ZAS! Siguió otro en la otra nalga. ZAS! Un tercero. Todos acompañados de sendos gritos de dolor. Todo sin perder el ritmo.

“¿Recuerdas lo que hemos hablado? Yo mando, tú obedeces. Ahora… grita”

Y grito. Pese a los manotazos su coñito estaba reaccionando a las maravillosas habilidades de Pablo como violador. “Si… joder… voy a correrme, si….Dios!!!!!! Sigue. Fóllame, reviéntame”

Quien iba a decir que cuando se excitaba se desbocaba tanto. Después de una docena de improperios más Merche grito “SOY LA MÁS PUTAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!” mientras se corría una y otra vez! Y se dejó caer…

Pero Pablo aun no había acabado. Ya lo había tenido en cuenta y se estaba reservando. Ahora que había dejado que la putita se corriese se levantó, alzo su cara tirándole del pelo y empezó a masturbarse con la polla justo en sus narices. Varios jadeos después y algún que otro comentario como “Me voy a correr en tu cara que es lo que os gusta a las furcias” Pablo le disparó varios chorros de su blanco y viscoso semen por toda la cara y parte del pelo. Disparos que una extenuada Merche recibió sin rechistar.

Pablo se subió los pantalones y se sentó en la cama.

“De verdad… he disfrutado mucho follándote, zorrita mía. Y por lo que veo tú también. Como gritas cuando te corres, pedazo de puta”

Ahora, más calmada, podía procesar mejor lo que el decía Pablo. Ese abuso verbal era duro. Se sonrojó… pero más porque pensaba que realmente era una furcia… como gritaba, como disfrutaba cuando Pablo le… follaba.

“Pero creo que tenemos que trabajar más el tema de la obediencia”

“Si… lo siento… de verdad… no volver a ocurrir. Te obedeceré en todo a la primera”

“¿Seguro?” Pablo le miró con malicia. ”Vamos a ponerte a prueba con algo más… complicado” Del cajón que había preparado sacó unas pinzas para pezones unidas por una cadena, luego un par de pinzas más con dos cortas cadenas terminando en unos cascabeles y por último un aro de unos ocho o diez centímetros con un gancho. “Ven aquí.”

Obediente, se levantó como puedo, pues aun tenía las muñecas esposadas. Sentía como los corretones se le escurrían por la cara. Alguno depositándose en sus pechos. Se puso delante de Pablo esperando. Imaginaba para qué eran las pinzas con la cadena. Lo había visto. Las otras pinzas cortas y el aro era un misterio para ella. Se mordió los labios y esperó a lo que era inevitable.

Primero Pablo engancho las pinzas encadenas a los pezones. Los dejó cerrar de golpe y sacó unos “Ay” de su esclava. Las pinzas sueltas que acababan en una cadenita con cascabel acabaron pinzando sus labios vaginales y colgando de allí. “Bien gatita… ya te he puesto tu cascabel” y por último el gancho se colgó de la cadena que unía las pinzas de los pezones. No pesaba mucho. Parecía de aluminio y no causaba mayor problema.

Pablo se acercó a la puerta y la abrió. “Me apetece un refresco. Baja y dile a mi madre que te de una lata”

Tres segundos tardo en reaccionar Merche. Los que tardo en repetirse una y otra vez ‘Te obedeceré en todo a la primera, Te obedeceré en todo a la primera…’ Cogió aire y salió al pasillo. Tintineando como una gatita.

Bao las escaleras y encontró a Marta, la madre de Pablo en el salón. Viendo la televisión. “Eh…… perdone…” Al hablar noto el sabor entre alcalino y dulzón del semen que aun tenía en sus labios y que sabía, cubría parte de su cara y pelo. Estaba convencida que algo malo iba a ocurrir pero estaba dispuesta a sufrir las consecuencias.

Marta se giró y dudó un momento al verla. Pero en seguida sonrió. “¿Si, necesitas algo?”

“Pablo quiere un refresco.” Totalmente roja de vergüenza, respiraba entrecortadamente. Su mente quería salir de allí corriendo. Estaba delante de la madre del hombre que amaba, desnuda, esposada, con la cara cubierta de semen y pinzas en sus pezones y labios vaginales. Y seguro que le había oído gritar que era una gran puta. Por si tenía alguna duda se lo estaba demostrando.

“Claro. Vamos a la cocina” Y con toda naturalidad se encaminaron a la cocina. Allí, Marta sacó un refresco que metió en el aro. Encajaba perfectamente… solo que ahora la cadena, y por ende las pinzas, tiraban algo más de los pezones. Otro ligero quejido se oyó salir de los labios cubiertos de semen de Merche.

“Gracias… Marta.”

“Gracias a ti… me alegro mucho que Pablo haya encontrado una chica como tu. De verdad. Eres un encanto”

No se lo podía creer. Allí estaba. Como la mayor puta de España y esa mujer le estaba dando unas muestras de apoyo que su madre siempre le había negado. Increíblemente se sitio feliz y por un momento toda la vergüenza desapareció. Casi soltó una lagrimita. Menudo día. El hombre que amaba le había dado unos orgasmos que la habían hecho gritar y su madre había sido un encanto con ella.

Merche agachó la cabeza con una sonrisa en los labios y se volvió para la habitación de Pablo. Con cuidado porque cada bamboleo de la lata le tiraba de los pezones.

Marta la vio subir por las escaleras. Al menos la había oído gritar de placer y parecía que estaba allí de motu propio. En realidad su hijo ya le había avisado de lo que iba a ocurrir y le había instruido lo que debía de decirle a esa chica. Pero debía de reconocer que lo había dicho de verdad. Parecía una buena chica. Y si ella disfrutaba con lo que le hacia Pablo… tal vez así Silvia y ella pudiera descansar lago más de sus ‘atenciones’

Merche llegó ante Pablo y se arrodilló ante él. Lo había visto mucho en las webs que Pablo le había asado. Las novias sumisas hacían mucho esto. Estar de rodillas. ¿Ella era una novia? Bueno… como mínimo una esclava sumisa. Y si se cumpliera el milagro de que otro hombro quisiera tenerla de ¿pareja? Entonces si que seria una amante sumisa... de Pablo.

Pablo cogió la lata, la abrió y tomó un sorbo. Eso liberó algo de presión de sus pezones. “Bueno.. Tengo que preguntártelo… ¿Aun no te has arrepentido?”

Por alguna razón solo podía pensar en las palabras de apoyo de Marta. “No… para nada… estoy decidida… y no es tan duro como pensaba”

“Te equivocas. Hasta ahora ha sido lo fácil… si decides quedarte… ahora no me frenare. Tú decides… pero si te quedas… quiero que sea para siempre. Me dolería mucho llegar hasta aquí para luego perderte”

Desde luego que ella no iba a hacer nada que le doliera a su amado. “Pablo… te quiero… estoy decidida”

“Va a ser duro… ¿Seguro?”

Sonriente y confiada asintió. “Seguro”

Pablo cogió las bragas rotas del suelo y las usó para limpiarle la cara de semen. Tan pronto estuvo mínimamente decente le agarró con la mano la cara y le obligó a meterse su ropa interior manchada de la viscosa sustancia en su boca. Le cogió por la cadena y la guió hasta la cama donde la tumbó boca arriba de un empujón.

“Ábrete de piernas, zorra”. Obediente así lo hizo mientras Pablo, por fin, se dignó a desnudarse, lentamente, mientras admiraba ese cuerpo. “Bien… súbete las rodillas hasta el pecho… humm… justo lo que quería ver…” poco a poco iba dejando su ropa por el suelo “Ese agujerito del culo… tienes que saber que me encanta joderlo… me encanta sentir como te retuerces dolorida mientras a mi me das un placer indescriptible. Muerde bien tus braguitas… porque lo vas a necesitar”

Merche no pudo por menos que maravillarse. Se sentía culpable. Siempre preocupada porque alguien se fijara en su interior y ahora no podía por menos que admirar ese cuerpo propio de una escultura marmórea griega. Bien definido, marcando lo mínimo los músculos, para que se vieran allí pero sin ostentación, un miembro perfecto, largo que apuntaba directamente al centro. Si a eso le añadías una cara que invitaba a la confianza, un pelo ensortijado negro como las plumas de un cuervo, unos ojos negros como azabaches y una sonrisa encantadora tenías la encarnación de una deidad olímpica. Se sentía una hipócrita pero no pudo evitar excitarse al ver a semejante hombre.

Ya desnudo se puso sus piernas sobre sus hombros. Una mano cogió de la cadena y tiró hasta ponerla tensa. Merche terminó arqueando un poco la espalda buscando ese centímetro de tranquilidad para sus pezones. Recordaba las dos primeras veces. Una había sido… soportable… la otra… la había dejado exhausta… y ahora… noto como ese bello miembro la invadió de golpe, de una sola vez, le hizo saltar pero no pudo ir muy lejos porque Pablo tiraba de la cadena. Se oyó un tintineo de los cascabeles seguido de un grito a través de sus bragas empapadas y callo en la cama. Noto como Pablo la miraba con lujuria, noto el miembro salir lentamente… solo para entrar otra vez como un ariete. Mientras seguía sujeta por la cadena no podía ni retroceder, y recibía ese miembro con toda su dureza. así hasta media docena de veces… cada vez acelerando un poco más… cada vez tirando de esa cadena que la dominaba como a una yegua… cada vez coreado por el tintineo de los cascabeles y los quejidos ahogados de Merche… hasta que empezó a follársela a gusto por el culo, disfrutando de las caras que ponía. Merche se retorcía, y quejaba. La puerta estaba abierta y por un momento imaginó que Merche la estaba oyendo. Se sintió sucia. ¿Qué iba a pensar de ella? Cuando el ritmo de Pablo se normalizó, rápido pero seguido, le cogió del pelo y tiró con la otra mano de la cadena, siempre dejando sus pezones tensos al final de las pinzas.

“Escupe tus bragas, zorra” Algo que obedeció sin problemas. Ahora se podía oír los rítmicos quejidos de Merche. “Me encanta, me vuelve loco encularte, reventarte el ano… ¿Puedo seguir haciéndolo? ¿Me dejas, puta?”

“S.. si…” concentrada en aguantar las embestidas.

“¿Puedo hacerte lo que quiera? ¿Puedo sodomizarte siempre que quiera aunque luego no puedas sentarte en una semana?”

“S.. s… s… SI”

“¿Qué puedo hacer, furcia?” Tiró aun más de la cadena y del pelo y Merche terminó arqueada por los tirones opuestos.

“Lo que quierasssss!!!!!! Arrrggghhhh….”

“¡Dime que me quieres!”

“Te arrrggg… te quiero!”

Satisfecho, cogió ahora con ambas manos la cadena, como si fuera riendas y empezó a culearla a gusto. La hacia botar de la cama pero la mantenía firme. Una de las pinzas terminó por soltarse pero Pablo paro un momento y volvió a ponérsela., y así continuo, eterno, hasta que dio un fuerte tirón, estirando esos pezones hasta el máximo de sus posibilidades, haciéndole arquear la espalda como una gata dolorida, mientras se corría una y otra vez en sus entrañas. Merche oyó los jadeos de satisfacción de Pablo. Allí estaba, dolorida, posiblemente es cierto que tendría problemas para sentarse, pero había sido firme y fiel a su promesa. Estaba orgullosa de ella misma.

Pablo se tumbó en la cama, junto a ella. No le quitó ni las esposas, ni ninguna de las cadenas. Pero la abrazo tiernamente. Tocaba darle algo de esperanza. Le besó en el cuello y, como si fuera un enamorado, le dijo “Gracias. De verdad… Pensaba que nunca encontraría una chica como tu”

Esos pequeños detalles, esos mínimos rayos de luz eran a los que se aferraba Merche para exprimirlos y disfrutarlos. Lo demás no importaba. Todo valía por estos pequeños momentos.

“Que sepas que voy a follarte el culo muchas veces. Es una delicia, tan estrechito. Me vuelve loco. Es culpa tuya por tener un agujero tan delicioso”

No eran los halagos que esperaría una chica pero eran halagos. Los que no había recibido casi nunca en su vida.

“Lo difícil será lo último. Ya sabes… estoy obsesionado con ser el amante… necesitamos encontrarte un novio para ti”

“pffff… suerte con eso… Ya es un milagro que tú me quieras. Como para encontrar a otro”

Pablo se maravillaba como alguien podía tener una autoestima tan baja. Si no fuera por eso no podría estar violándola y que aun así se dejase y estuviera agradecida. La arpía de su madre había hecho un trabajo perfecto. Casi pensaba en darle las gracias.

“Pues yo creo que Raúl le gustas”

“¿Raúl?” Pensó en él. Lo único que podía decir de él es que la menos no se metía con ella, ni la menospreciaba. Era majo. No era una adonis pero quien era ella para juzgar a alguien por su exterior. “Bueno… no esta mal… pero lo dudo mucho. De verdad”

“Eso déjamelo a mi. Ya te diré” De un salto se levantó de la cama, dio la vuelta a Merche y le liberó las esposas. “Creo que ya es la hora. Es tarde.”

Merche rebusco sus ropas. Iba a volver sin bragas. Pablo se la iba pasando. “Ya hablaremos de tu ropa, sobre todo de la interior” Cuando terminó de vestirse fue a darle un beso “¿Qué haces? Si hace un momento tenias los labios cubiertos de leche”

“Huy… que tonta. Lo siento, perdóname”

Pablo le dio un azote en el culo. “Toma esto en vez del beso. Te llamare y organizo lo de Raúl”

Merche se despidió con una sonrisa y unos extraños andares. Una vez bajo las escaleras volvió a encontrarse a la madre de Pablo en el salón. “Errr… adiós…”

“Adiós niña”

Merche volvió de repente. “Debe de pensar que soy una guarra. De verdad, lo siento, no me juzgue pero…”

Antes de que pudiera continuar vio como Marta le hacia una seña para que se callara.

“¿A ti te gusta mi hijo?”

“Mucho. Estoy enamorado de él”

‘Pobrecita’ “¿Y te lo pasas bien con él?”

“Bueno… a ratos… pero esos ratos valen la pena”

“Pues por mi perfecto. De verdad. Creo que Pablo y yo hemos tenido mucha suerte de que te haya encontrado. Me alegro mucho que estéis juntos  y creo que eres perfecta para él”

‘Perfecta’ No pudo reprimirse y corrió a abrazar a una sorprendida Marta, casi sollozando. Luego, sin esperar ninguna respuesta más, se dio la vuelta y se fue corriendo para que no la vieran llorar… de alegría.

Marta se quedó pensando en lo que acababa de pasar. Sabía que había mujeres que disfrutaban siendo sumisas. No era su caso pero si Merche era así, bien por ella, con su hijo iba a tener toda la ‘diversión’ que quisiera. Mejor para Silvia y para ella. Desde que su hijo violaba a su mejor amiga, pese a sentirse culpable por ello, disfrutaba de más tranquilidad. Si ahora eran tres a complacerlo seguramente disfrutaría aun de más tiempo sin tener que sufrir sus violaciones. Ella misma sabía que estaba mentalmente rota, hundida, incapaz de negarle nada. Era su hijo. Y pese al infierno que era su vida, pese a las humillaciones que le hacia pasar aun era su hijo y le quería. No puedes esperar acostarte con tu hijo cuando es un adolescente, enseñarle el lado más sórdido del sexo y esperar que no le pase nada. En última instancia ella era culpable de lo que le ocurría, pese a que no había tenido opción. Ya se sacrificó por su querido hijo hace años para salvar sus dedos. No iba a dejar que ahora, ese sacrificio fuera en balde,  y lo metieran en la cárcel, o peor, en un psiquiátrico, denunciando lo que le hacia. Lo peor de todo era que, desde que se había acostumbrado a sus violaciones, de vez en cuando le arrancaba unos orgasmos que ni su padre fue capaz. Y eso le hacia sentirse aun más degradada, más emputecida, más incapaz de negarle nada.

Interludio IV

 

No hay mucho más que decir. Fue muy fácil juntar a las dos personas más desesperadas del grupo. Ese día Raúl cogió una buena borrachera celebrando que tenía novia por primera vez y Pablo, cuando llevó a su amigo borracho y semi inconsciente a casa,  se ‘reconcilió’ con Silvia violándola en su propia casa con su hijo durmiendo en su habitación después de un mes sin tocarla. El despertar de Silvia es algo que ninguno de los dos olvidó nunca.

Merche tuvo que mentir muchas veces a Raúl. Una de ellas, la más importante, es decirle que era propensa a los moratones. Sin ninguna causa aparente. Es cierto que algunas personas son propensas a los moratones y que no se sabe la causa (o tal vez la causa sea que tiene amantes que les gusta el sexo duro y no lo reconocen. Eso no sale en las estadísticas). Por suerte para Merche Raúl le creyó a pies juntillas.

 

Escena V

Iban los tres a un concierto, Pablo, Raúl y Merche. Pablo había insistido en ir con tiempo a la zona del concierto. Nunca se sabía lo que podía pasar y en el peor de los casos podían tomar una copa en alguno de los pub de la zona.

Entraron en uno, casi vació. El concierto no empezaba hasta dentro de una hora pero la propia sala de conciertos  tenía su pub y la mayoría de la gente estaba allí. Así que los pubs de alrededor estaban de horas bajas. Hasta que no acabara el concierto no se llenarían.

“Bueno…” dijo Raúl cogidito de la mano de su querida novia “…al menos vamos a tomar algo. Me apetece una Guiness negra. Cuando me muera” dirigiéndose a Pablo “que no me traigan flores. Que me traigan Guiness Negra” Raúl seguía teniendo un problema con la bebida. Lo que se llama un alcohólico social. Normalmente no bebe pero cuando sale de juerga o en celebraciones se pillaba unas borracheras peligrosas.

“Claro. Ahora pido. De momento pásanos las entradas del concierto” le contestó Pablo.

“Aquí las tie… aquí…” empezó a buscarlas. “Joder. Me las metí en el bolsillo de la chaqueta cuando viniste a buscarme… ¿Dónde están?”

“Joder… no me digas que hemos conducido veinte minutos para nada”

“Pichurri… ¿Te has olvidado de las entradas?” así era como Marta llamaba a su novio. Algo ñoño la verdad pero Raúl se había acostumbrado y le gustaba.

“¿Qué ha pasado? Juraría que las he dejado en la chaqueta… luego me he ido a despedir de mi madre… y… ¿Las habré dejado en la mesa?”

“Tío… no me jodas. ¿Y ahora que?”

“Mierda… joder… Lo siento. De verdad. Esperadme aquí. Pillo el coche y voy a buscarlas”

“Menos mal que he dicho de venir pronto por si acaso”

“Pues si. Tienes razón. Pero lo dicho… esperadme aquí. Vuelvo en cuarenta minutos”

Claro que no se había olvidado. Por eso Pablo había dicho de quedar antes, le había dicho a Silvia que despidiera a su hijo desde la cocina para poder quitarle las entradas, dejarlas en la mesa donde estaba su chaqueta y cogerla para dársela en mano. No estaba seguro si iba a funcionar pero… premio.

Merche tampoco se sorprendió. Llevaba varios meses saliendo con Raúl y siendo la amante sumisa de Pablo. Siempre que salían los tres su amante se las arreglaba para terminar metiéndole una inyección de semen. Pablo ya se la había tirado en media docena de baños de pubs de la ciudad con su novio medio borracho esperando en la barra.

Pablo salió a despedirlo a la puerta y se aseguró de verlo en el coche antes de volver a entrar.

“Al fin solos” le dijo a su amante. La abrazo palpando bien sus manos en su trasero y le depositó un lascivo beso en la boca. “Ya ha pasado una semana desde la ultima vez que te folle… me tienes olvidado putita”

Era lo que peor llevaba. En estos meses había tenido que soportar muchas torturas sexuales mezcladas con increíbles orgasmos. Hasta ahora podía encajarla por el culo con mucha más facilidad. Aunque claro, como Pablo se había percatado de ello ya estaba buscando consoladores más grandes. Pero la tortura mental, el abuso verbal, que la llamara puta, furcia, zorra… eso la hundía. Pero ya sabía en lo que se metía cuando acepto ser la esclava sexual del hombre que amaba. Y sobre todo no podía olvidar cuando le regalaba esos orgasmos.

“Si me metes mano aquí me van a ver todos”

“Todos son apenas cuatro personas que están a lo suyo y que seguro ya han visto más de una pareja dándose un buen lote. Y aquí nadie te conoce” Sin ningún pudor Pablo pasó las manos bajo la falda que cubría el culo que hace un momento estaba agarrando y sus manos acabaron dentro de sus bragas, asiendo sus nalgas, sin ningún pudor. Pablo le había instruido como mejorar su vestuario. No mucho. No quería que nadie más se diera cuenta del cuerpazo que tenía Merche. Pero si lo suficiente para estar algo más agraciada y sobre todo accesible. Hoy llevaba una falda plisada justo bajo las rodillas. Ocultaba sus piernas pero era fácil de levantar. Así como una camiseta, algo holgada, que en cuanto se sacaba de la cintura de la falda dejaba un camino libre y fácil a esos medio limones tan jugosos. La ropa interior era otra cosa. Esa si que era sexy sin reparos. Un culotte negro llevaba hoy con encaje rosa y un sujetador a juego. De los que se abren por delante, que así es más cómodo, claro.

Pablo se adelantó y ella se encontró encerrada entre la pared y él. Con el bulto de sus pantalones aprentándole por delante y la pared y las manos que con fuerza agarraban sus nalgas por detrás. Mientras recibía un lascivo, profundo y húmedo beso.

“Joder. Ya me la has puesto dura. Ya sabes lo que eso significa”

Claro que lo sabía. Ahora tocaba ver por que orificio le tocaba esta vez. Pablo le cogió de la mano y se la llevó hacia los baños. Se llegaba por un pasillo lejos de la vista de nadie. Un rápido vistazo para ver que no había nadie en el de hombres y la arrastro hasta dentro de uno de los excusados. “Vamos zorra, quitare las bragas y el sujetador. Hoy tengo ganas de tu coño”

Eso era una buena noticia. Seguro que le arrancaba algún orgasmo y parecía que esta vez no había nadie para avergonzarla cuando saliera. De todas formas, como tantas otras veces tan pronto se quitó las bragas las mordió para usarlas como mordaza. Se sacó la camiseta de la falda y se la subió casi hasta el cuello, abrió su sujetador, se apoyó contra la puerta del excusado y se dejó hacer. Enseguida oyó abrirse la cremallera del pantalón y como Pablo la cogía por la coleta. Otra de sus manías, por eso siempre llevaba coleta y se estaba dejando crecer aun más el pelo. Sin ningún aviso sintió como el miembro de Pablo entraba como una exhalación en su coño. Casi se dio contra la puerta al recibir semejante envestida. Las caderas de su hombre golpeaban contra sus nalgas una y otra vez como si quisieran clavarla en la puerta. Pablo era del todo inmisericorde en sus folladas con Merche pero esta había aprendido a soportar el dolor bastante bien y a concentrarse en esa agradable sensación que el llegaba desde el coño. La polla de Pablo le llenaba perfectamente. No demasiado grande como para ser inaguantable pero lo suficiente como para que las paredes de su vagina estuvieran tensas y disfrutando del roce de ese miembro. Enseguida las manos de Pablo empezaron a atender sus pechos como se merecía… o como pensaba Pablo que se merecían. Le dolía el pecho, algún que otro manotazo en el trasero también pero todo eso era contrarestado por el calor y la humedad que florecían de su bajo vientre. Empezó a jadear con fuerza, a soltar sus gemidos. Gracias a que mordía sus propias bragas en el pasillo de la entrada no la hubieran oído, como hubiera sido lo normal teniendo en cuanta lo escandalosa que era, pero cualquiera en el servicio sabría que allí había una perra gimiendo de placer.

“¿Ya estás gimiendo, furcia? ¿Tal vez no soy lo suficientemente duro o es que disfrutas siendo mi perra?”

Podía meterle vibradores más de seis centímetros de diámetro hasta por el culo y ni aun así le dolía tanto como los comentarios que le hacia cuando se la follaba. No dijo nada y se dejó poseer sin rechistar. Sin rechistar pero cada vez aumentando más sus gemidos hasta que no pudo resistir más y la carrera de gemidos anunciando una ristra de multiorgasmos broto de sus labios

“Zorra. ¿Te has corrido antes que yo? ¡Ya sabes lo que significa eso!”

Si que lo sabía. Como empezaba a ser común que se corriera de gusto cuando Pablo tenía a bien de disfrutar de su rajita, cuando ella acababa antes que su hombre este le castigaba terminando con una enculada. Pablo sacó su miembro y de golpe le abrió el culo con el a su esclava. Del empujón Merche acabó contra la puerta mientras soltaba un quejido ahora más fuerte y desde luego, no de placer. Pablo tiró de sus caderas para volver a ponerla en posición y la enculó a gusto mientras esta soltaba pequeños quejidos de malestar. Apenas unos minutos después se corrió mientras daba un último tirón a la coleta de Merche.

A diferencia de la mayoría de las veces los últimos tiros los hizo fuera del culo de Merche, directamente en el interior de sus muslos, y los usó para limpiar las últimas gotas. Iba a quedarse con sus bragas, por supuesto, y quería que cuando Raúl volviera su novia tuviera su semen secándose en sus muslos bajo esas faldas que no escondían ya ninguna braga.

Sin esperar a que se terminara de ponerse el sujetador en su sitio Pablo entreabrió la puerta. No vio a Raúl pero si a un hombre, de su edad aproximadamente, que cuando vio abrirse la puerta le dedicó una sonrisa de complicidad. Pablo terminó de abrir la puerta y pilló a Merche a medio arreglarse, que al ver a ese otro hombre se murió de vergüenza. A toda prisa terminó de abrocharse el sujetador y meterse la camiseta mientras Pablo salía dando vueltas a su culotte con sus dedos.

Ambos se encaminaban a la salida, Merche cabizbaja y avergonzada, cuando Pablo se percató de la cara de incredulidad del joven. Obviamente se extrañaba que un tío tan atractivo estuviera con una chica que sin ser fea estaba muy por debajo de su nivel.

“Es que la chupa muy bien” apostillo Pablo sin que nadie le preguntase.

Merche solo quería salir de allí. “Eso habría que verlo” Retó el joven.

Merche se frenó en seco al notar como Pablo tiraba de ella. “Pues claro. Vamos”

“¿Qu… que?” preguntó incrédula. “Raúl esta casi por llegar”

“¿Quién es Raúl?”

“Su novio.. Y si… esta a punto de llegar. Así que mejor que hagas que se corra rápido”

“¿Su novio? No me jodas. Y eso de que me correré rápido… ya veremos” Dijo con tono engreído. “En serio que me dices que esta chica me la va a mamar”

Pablo miró a Merche mientras señalaba su reloj. No necesito más. Nerviosa y apresurada arrastro al chico por el brazo y volvió a meterlo en el excusado. Pablo detrás de ellos. Algo apretados. Enseguida se arrodilló y  sacó frenética el miembro, ya medio erecto por al promesa de una felación, del joven afortunado. Sacó su lengua y desde las pelotas le dedicó una larga lamida que cuando llegó hasta la cabeza de la polla se zambulló como en una piscina y se lo tragó casi hasta el fondo. El joven casi no daba crédito.

Poco después de la mejor mamada que le había hecho Silvia a Pablo este le obligó a escribir un informe detallado de cómo tragar y mamar una polla. Ese informe tuvo un gran éxito en los círculos BDSM donde se movía Pablo. Fue bautizado como el ‘Informe Campanilla’ por comentarios sobre como el glande golpeaba contra la campanilla una y otra vez cada vez que invadía la garganta. Cuando Silvia se enteró de la fama que había tenido su informe no pudo por menos que sentir una punzada de orgullo. Sabía que era buena con el sexo oral. Este tipo de sexo oral no era precisamente del que disfrutase pero aun así era un orgullo que al consideraran la mejor felatriz… aunque fuera en un estilo principalmente apreciado en el mundo BDSM.

Aunque nunca ninguna llegó al nivel de Silvia, Merche llevaba meses practicando y ya no era la inexperta chupadora de los primeros días. Sabía como hacer que un hombre se corriera bien a gusto en su boca. En apenas unos meses la inocente Merche se había vuelto en una putona de primera.

La cabeza de Merche subía y bajaba haciendo desaparecer esa polla, algo más pequeña de la de Pablo, en su boca. Succionando con sus labios firmes alrededor del tronco, subiendo hasta que solo cubría el glande, jugueteando con su lengua con esa cabeza para luego volver a bajar repetidas veces hasta que su campanilla tenía que apartarse para dejar pasar esa polla. De vez en cuando liberaba su boca para bajar a lamer las pelotas del tío que ahora mismo se consideraba el más afortunado de la tierra. Después de lamer con su lengua toda la verga volvía a tragársela sin problemas.

“Joder tío. ¿Pero quien es esta? Jamás ninguna me la había chupado tan bien… buffff… joder… huuummmmmm”

“¿Esta? Es una chica maravillosa y soy muy feliz de tenerla”

Estos pequeños detalles (por otro lado calculados por Pablo) eran los que hacían sentirse bien pese a todas las penurias que tenía que pasar. Redobló sus esfuerzos con alegría, tanto por el comentario como por la prisa que le corría.

“¡Dios! Como la traga. Mi novia no se la mete tan a fondo. ¿Puedo correrme en su boca? Tampoco me deja hacerlo”

Pablo le guiñó el ojo y con cierto tono falso que solo el joven entendió dijo “Eso es que no te quiere lo suficiente. Si te quisiera haría eso y más”

“Errr… Bufff… que gozada. Si… seguramente tienes razón. No me la mama así porque no me quiere lo suficiente Mierda… increíble… sisisisisisisisi me corro”

Merche ni se inmutó. Mantuvo esa polla, desconocida para ella apenas cinco minutos antes, en su boca y dejó que se la fuera llenando chorro tras chorro. Cuando el chico la retiró de sus labios de un solo trago toda la leche terminó en su estomago.

“Pues no has durado tanto” Se rió Pablo. “Ya te dije que es una chupapollas de primera”

Pablo volvió a comprobar que fuera no hubiera nadie, particularmente Raúl, y salió al servicio. Cuando estaba a mitad de camino vio por el espejo que el joven desconocido paraba a Merche. “Oye… venga… no puedes dejarme así. Si la chupa de esta forma follando debe ser la ostia”

“Pues si. Lo es. Pero se acabó. Tenemos que irnos” No quería arriesgarse a preguntas incomodas por parte de Raúl. Pero el desconocido no soltaba Merche.

“Venga, tío… uno rápido… a ver si me puede hacer correr tan rápido”

Merche empezó a preocuparse. No sabía si zafarse de la presa del desconocido, no sabía si Pablo la iba a obligar a dejarse follar. Esta era la primera vez que Pablo la compartía. Algo que esperaba que ocurriera antes o después. Llevaba meses viendo videos y foros sobre esclavas sexuales y ya se preparaba para muchas cosas que sabía iban a llegar... Pero la situación parecía un poco descontrolada.

“A ver si aclaramos una cosa…” Dijo Pablo. Y se oyó un chasquido y de la nada una porra metálica extensible, como la que usa la policía, apareció lista en su mano.

“Mi puta, mis reglas”

Todos se quedaron congelados. Solo Pablo parecía tranquilo. Por suerte para todos, el joven conocía bien esas porras y sabía lo que podían hacer. Algunos de seguridad de pubs y discotecas, aunque prohibidas, las llevaban y sabía bien que daño podían hacer.

Enseguida soltó a Merche y retrocedió dos pasos con las manos medio levantadas en son de paz. “Vale vale… lo que tu digas”

Merche dio una rápida y corta carrera para ponerse detrás de su hombre protector. Con su mano libre le señaló la puerta. Sin decir nada y sin dejar de mirar fijamente al desconocido, una mirada llena de seguridad y determinación que asustaba. Enseguida Pablo retrocedió y con un fuerte golpe contra la pared cuando iba a salir del servicio plegó la porra extensible. Dejando tras el golpe una baldosa rota.

Pablo no se arriesgo. Raúl no había llegado aun pero se fueron a otro Pub y avisaron por mensaje del cambio de ubicación. Apenas cinco minutos después llegó y se unió a su mejor amigo y a su novia. Su mejor amigo con las bragas de su novia en el bolsillo y  su novia con el semen de su mejor amigo secándose en el interior de sus muslos.

Interludio V

Pablo llegó a la casa de Merche. Le costaba creer lo que le había dicho por teléfono y tenía que verlo por si mismo. ¿Realmente se había atrevido?

“¿Bien, donde están?”

Merche le mostró el ordenador y allí, en todo su esplendor, una de las amigas comunes de Pablo y Merche aparecía en una colección de fotos mostrándose de todas las formas menos virginal. Eran fotos con su novio de toda la vida. Y la verdad es que sabían como pasárselo bien. Corridas faciales, o en la boca y mostrándolas a la cámara. Follada a cuatro patas y enculada. Parece que no había mucho a lo que se negase. La amiga en cuestión era la mayor arpía de todas. Se había ensañado más de una vez con la ranita y era una de las pocas que la llamaba así abiertamente.

“Joder… si que es cierto. Le has robado el móvil del bolso y te has encontrado todas estas fotos”

“Si. Había oído… rumores entre las chicas y cuando nadie se fijaba en mi…” Merche estaba entre excitada y cohibida.

“¿Y realmente quieres hacer lo que me has dicho? La vas a joder pero bien”

Pablo vio por primera vez, pero no seria la ultima, ese brillo en los ojos. Le recordaba a Mirko y le costó entenderlo. Realmente tenía ganas de hacerle mal a esa chica. No es que no se lo mereciera. Era una zorra arrogante que disfrutaba siendo la abeja reina.

“Si. Me ha hecho mucho mal. Creo que es hora ya de devolvérselo”

Este cambio de actitud de Merche era uno que Pablo iba a tener que vigilar. “Bueno…” se sentó a la mesa y reviso las fotos. Vio que la carpeta se encontraba en otra que Ponía ‘Privado’. Fue pasando las fotos y cuando las vio todas subió un nivel y vio el resto de las carpetas. Pudo notar la exclamación de Merche ante esa invasión de su privacidad. Como si llamar una carpeta ‘Privado’ fuera a frenar a mucha gente. Allí encontró varias carpetas más. Entró en la que ponía ‘Peliculas’ y se encontró con varias películas de dibujos manga sobre colegialas y jovencitas siendo violadas de muchas formas. Merche agachó la cabeza y se ruborizó. Lugo pasó a otra donde ponía ‘Comics’ y encontró el mismo género. Comics manga japoneses con jovencitas siendo violadas. Por último entró en una carpeta que ponía ‘Fotos’. Allí se encontró fotos de Merche disfrazada, con lo que tenía en casa, de estudiante japonesa propia de los mangas. Faldita corta, medias altas…

Pablo miró divertido a una Merche totalmente avergonzada. “Vaya vaya… ¿Que es esto?”

“Bueno… solo es un juego… una diversión… ¿Te… te gusta?” dijo refiriéndose a las fotos donde salía de colegiala.

“Pues la verdad… no es algo que me vuelva loco” Y era cierto. Pese a los gustos de Pablo el género Manga nunca le había atraído en exceso. Aunque había encontrado buenas películas.

Merche se mostró algo decepcionada. Algo había cambiado pero Pablo tardaría muchos años en comprenderlo. Aunque eso no le impidió de seguir disfrutando de su juguete sexual.

“Así que quieres hacer publica las fotos de nuestra amiga”

“Si… pero no sé donde publicarla o si luego vana  poder pillarme… pensé que tu podrías ayudarme”

Volvió a la carpeta donde su amiga mostraba su cara sonriente cubierta de lefa. Siempre había tenido cuidado de no exponer a sus esclavas y tenía curiosidad por que podía ocurrir al exponer a alguien de esta forma.

“¿Tienes aun el móvil?”

“Si. Luego lo tirare en algún sitio. ¿Por?”

 “Porque tendrá sus accesos a cu cuenta de correo, su facebook y muchos otros enlaces a los que accederá por el 3G. Podemos usar su móvil para enviarle la fotos a todos sus conocidos, familiares, amigos…”

“Vaya… es cierto...” En seguida fue a su bolso y sacó el móvil que le requería su hombre.

“Bueno… esto me va a costar un rato… así que de rodillas y empieza a chapármela”

Nunca antes habían estado en su casa solos. Iba a ser la primera vez que, en su habitación, iba a servir a su hombre. Sus padres podrían llegar en cualquier momento pero había aprendido bien a obedecer. Posiblemente si le pidiera que se la mamara delante de sus padres ella lo haría. Así que enseguida se puso de rodillas, sacó su miembro, y se esmeró en darle la atención que le había ordenado.

“Bien bien…” empezó por facebook y publico todas las fotos en su perfil publico… luego hizo un correo con todos los contactos de su cuenta de correo con las fotos y las envió… incluido el mismo. Así fue posteando las fotos por un momento de sitio mientras le comían la polla. En veinte minutos las fotos estaban dispersas por todo Internet y su semen por toda la boca de Merche.


 

Ni que decir que la amiga pasó por un calvario. Se cambió de universidad a otra ciudad entre otras cosas pero hasta allí le persiguió. Muchos conocidos le tenían ganas por haber sido tan borde y tan pronto se mudó muchos informaron en su destino de la estrella porno que les visitaba. Tardo bastante más años de los esperados en sacarse la carrera y nunca volvió a ser la misma orgullosa. No cuando cualquiera podía esgrimirle fotos donde aparecía enculada o tragando tanto polla como semen.

 


 

Pero este solo fue un cambio de varios que le pasaron a Merche. Por un lado sentirse el objeto de deseo de un macho alfa ayudó a mejorar su autoestima y su seguridad además de darle carácter. Hay que tener mucha voluntad para convertirse en una esclava sexual voluntariamente. Como se vio en una ocasión que otra amiga arpía se le ocurrió llamarla ‘ranita’ a la cara cuando estaban todas las amigas de copas. Acabó con el contenido de la copa de Merche por toda la cara. Cuando se fue a encarar con la ranita por su acto se la encontró justo delante de ella, cara contra cara, muy enfadada y con el vaso vació amenazante. “¿Sabes cuan profundo puedo meterte esto en el cuerpo?”. Unas pijas poco acostumbradas a la violencia se amedrentaban ante cualquier exhibición de ese tipo. Un par de casos similares así y, aunque le seguían llamando ‘ranita’ ya ninguna se atrevió a hacerlo en su cara.

Pero el cambio de cómo veían a Merche en el grupo se dio un día que dos amigas y ella misma decidieron pasarse ‘al lado oscuro’ e irse a una discoteca de polígono. Con las ‘clases trabajadoras’. A una no se le ocurrió otra cosa mejor que flirtear con uno de los chicos de la discoteca. Solo para encontrarse que su novia, acompañada de dos poligoneras  más venían en busca de pelea. Tan pronto empezó la pelea las dos amigas de Merche se amedrentaron y solo fueron capaces de hacerse ovillos humanos. Pero Merche, para la que su vida sexual incluía vibradores de mas de seis centímetros de diámetro, butt plugs de tamaños aun más grandes o pinzas en los pezones entre otras cosas además de un hombre con una imaginación perversa, una pelea de gatas a base de arañazos y tirones de pelo era apenas un paseo por el campo. Ella sola acabó poniendo en fuga a las tres poligoneras.

Desde entonces sus amigas, agradecidas, empezaron a respetarla más. Ya nunca la volvieron a llamar ‘ranita’ ni en privado.

Escena VI

A Merche le incomodaba la última idea de Pablo. Iba a hacerle un tatuaje. La había llevado a un salón de tatuaje y ni le había dicho que le iban a tatuar. Disfrutaba de los pequeños momentos de felicidad que le proporcionaba y de los placenteros orgasmos que le arrancaba pero también temía a veces esa vena de llevarla al límite. Someterla a desconocidos en sitios casi públicos le aterraba. A veces, cuando se la follaba, terminaba dolorida durante días. Pero aunque a veces Pablo haba bordeado lo prudente nunca había hecho nada que le afectara permanentemente en su vida.

Pero un tatuaje… su imaginación estaba desbocada. ¿Algo en la cara? ¿Le tatuaría la palabra ‘Puta’ o algo peor? Importaba poco que fuera a la vista o no. Su novio terminaría viéndolo. Había acabado apreciando a Raúl. Era cariñoso con ella. No era un portento de hombre pero cubría esa falta de cariño que a veces echaba en falta por parte de Pablo. Pero ya sabía lo que había. Lo había aceptado hace un año y seguía firme en su compromiso.

Un año ya. Por estas fechas debió de ser la primera vez que pablo se la folló. A veces se sorprendía del lenguaje que usaba ahora con tanta facilidad. Pablo se la folló, se volvió a decir.

“Hola Mauricio” Mauricio era un hombre delgado con una barba fina que dibujaba perfectamente su mandíbula y bigote. Moreno con el pelo muy corto. En sus brazos y pecho se veían algunos bonitos tatuajes y tenía algunos piercing tanto en su ceja derecha como en sus orejas. Vestía un pantalón vaquero y un chaleco de cuero abierto que dejaba su pecho parcialmente a la vista.

Merche se sorprendió que Pablo lo conociera. Pablo no tenía ni un solo tatuaje en su esbelto cuerpo. A veces Merche no sabía que le pasaba. Solo de pensar en el marmóreo cuerpo de Pablo se le mojaron las bragas.

“Hola Pablo. Así que esta es la chica que quieres que tatúe…” La miró de arriba a bajo sin ningún pudor. “Adelante. Pasemos a la trastienda”

Pasaron por el salón donde se pudo ver algunas chicas con ostentosos tatuajes en su piel expuesta. Ninguno se podía calificar de impúdico pero desde luego no eran discretos.

“Bueno… ¿Entonces es lo que me comentases por PM?” Merche había navegado por tantos foros sobre BDSM, Hentai y sexo forzado que sabía perfectamente que PM significaba Mensaje Privado en la jerga de los foros.

“Si. Ya sabes… adelante”

Mauricio señaló una camilla para que Marta se sentara. ¿Qué iba a ser? Obediente se sentó. Enseguida Mauricio se acercó a ella y sin ningún pudor le levantó la falda hasta la cintura dejando a la vista unas bonitas bragas de encaje azul cobalto con ribetes en azul claro. Sin ningún tipo de tacto Mauricio le cogió las bragas y empezó a forzar para bajárselas. Merche miró a Pablo buscando protección pero solo encontró su mirada interesada en el espectáculo. Ni hizo ademán en ir a defenderla. Merche imaginó que Mauricio sabía quien era y esto era parte de la diversión. Levantó un poco su culo para permitirle a Mauricio despojarle de sus bragas junto con algo de su dignidad. Ya sin bragas, algo abierta de piernas y con la falda por las cinturas Mauricio pasó a desabrocharle la blusa. Merche podía ver cierta lascivia, lujuria en como le miraba el tatuador que sin pedir permiso estaba desnudándola sin vergüenza. ¿Por qué le abría la blusa? Pero no paro allí. Tan pronto su blusa estaba abierta, Mauricio abrió con destreza el cierre de su sujetador, dejando libre sus dos bellezas. Todo había discurrido en un incomodo silencio para Merche que veía como ese desconocido estaba desnudándola sin ningún pudor. ¿Qué tatuaje necesitaba semejante grado de desnudez?

Mauricio se volvió a Pablo y exclamo “Impresionantes. Joder, que suerte tienes” y ahora pasó a desabrocharse el cinturón, con su pantalón deslizándose hasta el suelo poco después. Merche no se lo podía creer. No era un tatuaje. Se la iba a follar este desconocido. Miro a Pablo con cierta desesperación pero se mantuvo firme, quieta y se dejó hacer.

Mauricio pasó a tocarle la rajita con sus dedos, arriba y abajo y la abrió un poco. Sus dedos entraron poco después. Merche apartó la mirada y cerró los ojos. Que Pablo la violara y la dejara dolorida podía soportarlo, era Pablo. Pero cuando la dejaba con desconocidos se sentía sucia, usada… pero obediente. Noto como después de abrirle la vulva pasó a colocar su glande en la entrada para, con cuidado, ir entrando en su interior. Ella seguía apoyada con las manos detrás en la camilla, sentada, medio desnuda, con las piernas separadas y Mauricio entre ellas, ya con el miembro dentro entraba y salía sin ningún reparo. Primero le cogió del trasero para tener más agarre pero enseguida se vio atraído por esos preciosos pechos. “Abrázame con las piernas, esclava. Ayúdame a sujetarme” ‘Esclava’. Con que naturalidad le había llamado así, pero era lo que era. Obediente atrapo el bamboleante cuerpo con sus piernas y Mauricio pasó a juguetear con sus pechos. Podía oír sus exagerados comentarios sobre sus vulgares pechos. Al menos este desconocido estaba siendo amable y delicado. Incluso noto cierto placer en el refrote de ese miembro contra las paredes de su vagina. Contra más se acostumbraba a ser usada, más fácil le resultaba encontrar placer en estos encuentros con desconocidos. Se estaba emputeciendo y eso le martirizaba. Miro a Pablo y pudo ver su cara de satisfacción. Eso le alegró. Pablo era feliz. Era todo lo que necesitaba. Mauricio aceleró el ritmo, sus jadeos se volvieron más fuertes y repetitivos. Hasta ella misma soltó algún ruidito acompañado de un mohín que arranco alguna risita por parte de los dos hombres. Seguro que las chicas de afuera oían lo que pasaba. Mauricio pasó a cogerle por las caderas y aceleró el ritmo. Notaba como su miembro entraba profundamente en su cuerpo hasta que después de unas sacudidas algo más violentas Mauricio se enterró, profundo y se quedó allí mientras gruñía salvajemente y la inundaba con su leche. Merche ya había perdido la cuenta de las veces que alguien se había corrido en su interior. Menos mal que ahora tomaba la píldora. Pero en ese mismo segundo, como aferrándose al último instante, su cuerpo reacciono y tuvo un breve y violento orgasmo que expreso con un sonoro ‘AHHHHH’ que seguro que había oído en todo el salón. Merche se puso enseguida colorada y agachó la cabeza. Era la primera vez que se había corrido con un desconocido. No eran los salvajes orgasmos que le proporcionaba Pablo pero se había corrido. Se tapó la cara avergonzada con las manos y la hundió en su pecho.

Pudo oír las risitas de ambos hombres “Vaya…” oyó a Pablo “No me esperaba este desenlace”

Mauricio le pasó un par de toallitas a Merche que al principio no las vio. No quería mirar. La insistencia de Mauricio hizo que reaccionara. “Toma. Límpiate. No voy a ponerme a trabajar con eso saliéndote de allí” mientras le señalaba el coño.

Merche suspiro, tomó las toallitas y procedió a limpiarse… espera… ¿Trabajar? ¿Entonces iba a haber un tatuaje? Miro con cara de extrañeza al último hombre que la había inundado.

“Claro. Ahora me pongo a ello. Ya sabes… o bueno… no sé si lo sabes. Pero es mi tarifa para los del mundillo. Un polvo, un tatuaje. Túmbate”

Merche no se lo creía. Acababa de pagar con su cuerpo el tatuaje que le iban a hacer. ¿Le convertía eso en una puta? No estaba seguro.

Unos veinte minutos y acabó. El tatuaje estaba justo en su pubis, sobre su rajita un poco a la derecha. Pudo adivinar lo que era. Una corona de laurel enmarcando una ‘P’. Mauricio le dio las instrucciones de cómo cuidarlo durante los próximos días.

“¿Y que le digo a Raúl?”

“Dile que la ‘P’ es por Pichurri y que es un regalo para él. No sé porque pero le encanta ese mote estúpido.”

“¿Raúl?” preguntó Mauricio

“Su novio”

“Joder…” mientras negaba con la cabeza sonriente guardando sus utensilios.

Se tapó con la gasa y volvió a vestirse. “Espérame afuera” le ordenó Pablo. Obediente salió para encontrarse a la salida las risitas cómplices de las dos mujeres tatuadas que estaban en el salón. Otra vez volvió a ponerse colorada.

 


 

“Joder tío… ¿Tiene novio? Por lo que me dicen los que vienen por aquí de tu mundillo eres el puto amo” Mauricio conocía a gente del mundo BDSM pero él, en realidad, solo estaba interesado en polvos fáciles. Una ex novia que si le iba el tema le enseñó ese mundillo y entre las amistades que hizo al final oferto a los amos que si querían tatuar a sus esclavas lo haría por un polvo gratis. Desde entonces había follado con muchas a cambio de un tatuaje.

“Bueno… tampoco me muevo mucho. Tengo mi propio circulo”

“Si… algo dicen. Que cuando eras más crió se te veía mucho más por los foros. Pero tío… ya es la tercera esclava que te tatuó y cuantos años tienes. ¿Diecinueve? ¿Veinte? Te llaman Cesar en los foros. Por el diseño de tu marca. Te estás convirtiendo en una leyenda.”

Desde luego que cierto orgullo noto al oír la afirmación. Sabía que otros amos le gustaban que sus esclavas le llamaran ‘Señor’, ‘Amo’, ‘Maestro’ o cosas así… para Pablo el verdadero poder estaba en que no necesitaba que lo llamaran así y aun así conseguía todo lo que quería de sus esclavas. Aunque claro. Dos de ellas no tenían opción. Y la tercera… casi se podría decir que tampoco. Como nos atonta el amor.

“Oye… a ver cuando me traes una para tatuar el trasero. Que a veces me viene bien cambiar un poco” le bromeó dándole un codazo.

Pablo lo miró divertido y después de pensarlo dos segundos le preguntó “Bueno… ¿Estás dispuesto a cobrar sin trabajar?”

Le costó pillar la indirecta pero la sonrisa que dibujo Mauricio daba fe de su disposición.

“Merche, vuelve, falta la propina”

 

Interludio IV

Silvia estaba frenética. Su hijo le había dado la noticia. Él, su novia y Pablo se iban a ir de vacaciones. Y Pablo iba a traer a la madurita interesante que tenía como ‘novia’. Ella era la madurita interesante a la que Pablo violaba siempre que quería. ¿Qué iba a hacer ese cabrón ahora?

Pablo llegó a su casa. Le había llamado para un rápido pero esta vez ni se preparó. Estaba demasiado nerviosa. Tenía que hablar con él.

Cuando Pablo entró se extrañó. Su putita no estaba lista “¿Qué pasa aquí?”

“¿Qué es eso de irnos de vacaciones? ¿Estás loco? No pienso dejar que mi hijo se entere que la guarra que te follas, como me has descrito a mi hijo, soy yo. Tienes que parar esto”

Pablo la miró de reojo “¿No estás lista para mi rapidito y me pides favores?”

Silvia dudó un momento, se quitó toda la ropa en un instante y se tumbó en el suelo boca arriba abierta de piernas.

Pablo, con una sonrisa de superioridad de puso de pie entre sus piernas mientras lentamente se desnudaba.

“Por favor… lo de las vacaciones… no puede ser. No me hagas esto”

“¿Aun no entiendes que puedo hacer lo que quiera? Si no te gusta ya sabes… tengo la dirección de tu marido. Cuando quieras paramos. Eres libre” seguía desnudándose lentamente.

“Pero ¿Porque?” Silvia estaba nerviosa en el suelo devanándose los sesos buscando una salida.

“Me apetece unas vacaciones contigo. Y si tu hijo piensa que somos pareja podré venir a follarte más a menudo sin preocuparme que nos vea”

“Si es por vacaciones estoy dispuesta a irnos cuando quieras… pero tu y yo solo. ¿Vale?” Se notaba cierta desesperación.

“¿Si? ¿Y donde iríamos? ¿Qué haríamos?”

“Lo que quieras, donde quieras… lo que sea… haré lo que quieras, me encargare que te lo pases bien… pero no me lleves de vacaciones con mi hijo. No me descubras… por favor…” Lo último lo dijo implorante.

“¿Si? ¿Lo que sea? Ya puedo hacer lo que quiera contigo…”

Eso era cierto. “No lo sé… seguro que tu mente puede sacar alguna forma nueva de violarme… lo que sea… hazlo. No me negare”

Pablo terminó de desnudarse y se arrodilló entre  a las piernas abiertas de su victima. “¿Te gustan los animales?”

Silvia tembló. Tardo unos segundos en ordenar sus ideas. Ya se temía lo que quería decir eso. Después de esos segundos solo se atrevió a asentir.

“Bien… preparare unas vacaciones románticas para nosotros dos. Una pena… me hubiera gustado que tu hijo supiera que eres la guarra a la que me follo… los sacrificios que hago por ti, putita…”  y violentamente la penetro. “Pero no estabas lista para el rapidito”

Pablo puso su mano alrededor del cuello de Silvia y la sujetó con fuerza. “No estabas lista y tengo que castigarte” Pablo entraba y salía rítmicamente del coño de Silvia mientras hablaba. “Si te mando algo, tienes que hacerlo sin rechistar... ¿Entiendes?”

Silvia asintió como podía.

“¿Entiendes que tengo que castigarte?”

Silvia, después de una breve vacilación, volvió a asentir.

Pablo aumento el ritmo de su frenética follada mientras abofeteaba los pechos de Silvia. Una y otra vez su rítmica penetración iba acompañada de sonoros bofetones en los pechos de Silvia que aguanto estoicamente. Lo peor no era eso. Lo peor era que, como siempre que se la follaba por el coño, empezaba a notar esa oleada de placer que el perfecto miembro de Pablo y su vigor le proporcionaban tantas veces.

Intento pensar en otra cosa para olvidarse del dolor de las bofetadas a sus pechos. ‘Abjasia. ¿Pero quien va de vacaciones a Georgia, además?’ Anteponerse al dolor de las bofetadas era la antesala a otro humillante orgasmo.

 


 

Pablo recibió a una llorosa Merche. “¿Quién es esa madurita que va a venir con nosotros a las vacaciones? Pablo… nunca te he pedido fidelidad. Pero no me juntes con otra de tus amantes. Por favor.”

Pablo le obsequió con una sonrisa. “¿Madurita? ¿Te lo has creído? No hay ninguna.”

“¿Qu… que?”

“Hace tiempo le dije a Raúl que me había liado con una madurita. Como no tengo novia la puse como excusa para que pudiéramos ir los cuatro de vacaciones juntos. Y luego, en el último momento, decir que no viene y poder ir los tres. Me apetece ir de vacaciones contigo, de verdad, mucho. Así que pensé en una estratagema para que no le pareciera raro a tu novio que fuéramos los tres solo.”

“De…¿De verdad que te apetece ir conmigo de vacaciones?”

“Mucho. Y solo se me ocurrió esta forma”

A Merche s ele ilumino el alma y le regaló a Pablo una sentida sonrisa de alegría.

“Pero ya que estás aquí vamos a aprovechar el momento.” Dos rápidos pasos y Pablo la estaba cogiendo del pelo. Después de dos años Merche tenía ahora una larga y bonita melena. “Quítate las bragas y muérdelas puta, me apetece romperte el culo”

Hoy no tocaba orgasmo. Daba igual. Era feliz. No había otra mujer. Se quitó las bragas como pudo mientras la sujetaban del pelo y las mordió. De un empujón acabó en el suelo y noto como Pablo le levantaba la falda. Intento pensar en otra cosa. La penetración inicial siempre era dolorosa ‘Georgia. ¿Qué habría en Georgia?’

 


 

“¿Y que dices que hay en Georgia?” Le preguntaba Raúl

“Playas vírgenes, precios bajos y unos amigos de mi madre viven allí. Podremos dormir en sus casas. Solo tenemos que pagar el billete de avión. El resto nos saldrá tirado de precio y somos jóvenes. No tenemos mucho dinero que gastar. Como no esta masificado por el turismo es uno de esos paraísos pendientes de descubrir”

“Bueno… me fío de ti. Y tienes razón en lo del dinero. No quiero pedirle dinero a mi padre y no creo que mi madre ande muy sobrada. Sé que mi padre le apretó mucho con el divorcio”

“Bueno… Georgia. Allí vamos” Y ambos brindaron con unas negras Guiness. La bebida preferida de Raúl.

“Bueno… me dará mucho corte conocer a tu amante madurita. Si imagina que fui yo el que le escribió esa carta…”

“Le encanto esa carta. No te preocupes por eso. Si quieres no le diré que fuiste tu”

“Te lo agradezco”

 


 

Tres días antes Pablo anuncio que la madurita no podía venir. Pero los billetes ya estaban comprados. Raúl se sintió algo aliviado al no tener que mirar a la cara a esa mujer a la que le había escrito semejante guarradas y Merche se sentía feliz de confirmar que la historia era cierta. No había madurita.

Escena VI

Llegaron los tres sin problemas una tarde. Los ‘amigos’ de la madre de Pablo los estaban esperando. Eran Goran y sus hombres. Raúl no los reconoció. Pablo se enteró años atrás después de ver el video que los tres vieron la escena del polvo de Raúl con su madre cubiertos por pasamontañas. Esa era una de las razones por las que Raúl se le veía nervioso en el video y accedió a tirarse a su madre. Estaba rodeado de tres hombres fornidos y encapuchados con pinta de peligrosos.

“Hola. Os presentó. Goran, Boris, Mirko… estos son Raúl y su novia Merche. Ya os comente que mi pareja no ha podido venir al final”

“Vaya. Una pena” Contestó Goran. “No te preocupes. Seguro que nos lo pasamos bien sin ella”

Raúl se sorprendió que hablaran tan bien español. Aunque con un leve acento que no reconoció. “Vaya… habláis muy bien español. Donde lo aprendisteis”

“En Colombia. Trabajamos allí durante varios años en temas de seguridad”

En seguida montaron en un todo terreno de nueve plazas y fueron a la casa de Boris. Una bonita casa unifamiliar en un barrio residencial con su pequeño jardincillo rodeándola. Se veía que Boris vivía en cierta opulencia. Y algunos detalles denotaban que era algo friki. Como posters de películas y videojuegos o ediciones especiales de comics. Boris era un friki de la tecnología y de los videojuegos. Y un apasionado de la serie Big Bang Theory. Muchas veces e había imaginado a Penny violada por Leonard y sus amigos en castigo por ser tan bruja. Como era por la tarde habían decidido descansar para recuperarse del viaje. Sus anfitriones habían preparado una pequeña fiesta con algunas viandas ligeras y sobre todo mucho vodka.

“Los amigos de tu madre parecen buenos tipos. Nos están tratando a cuerpo de rey y este vodka esta estupendo” Raúl ya iba por el tercero Uno muy suave pero que no por ello dejaba de tener sus cuarenta grados de alcohol. “¿De que los conoce?”

“Estuvieron de vacaciones en España. Y entraron por error en casa. Y una cosa llevó a la otra y como mi madre es muy hospitalaria… los trato muy bien y se hicieron amigos.”

La fiesta siguió su curso y dos vodkas después Raúl se puso malo. Incluso más de lo esperado de una borrachera. Así que tuvieron que llevarlo de urgencias a un hospital cercano. Goran se encargó de llevar a Pablo, Merche y el intoxicado hasta el hospital. Según el parte la intoxicación era peligrosa y debía quedarse un par de días en observación.

“No te preocupes” le dijo Merche en la cama del hospital después de que Raúl recuperara la conciencia. “Me quedare a hacerte compañía”

“Vaya. Lo siento. Pero de verdad, por favor. No quiero fastidiarte las vacaciones. En dos días estaré bien. Estos días pasadlo bien sin mi.”

“¿Seguro?” preguntó a su novio pero mirando de reojo a Pablo el cual le asentía con la cabeza.

“Seguro. De verdad. Cariño. Te quiero y no quiero fastidiarte las vacaciones. En dos días estaré bien. Ahora solo os pido que me dejéis dormid. Estoy destrozado. Ese Vodka engaña mucho.”

Y se fueron. El vodka. Sobre todo el último que se había tomado con cierto medicamento que le habían disuelto en el mismo y un medico amigo de Goran que había atendido a Raúl habían conseguido dejarlo fuera de juego durante dos días. El plan había funcionado.

Pero nada más salir del hospital Merche se encontró con otra sorpresa. Pablo la empujo contra la padre y contra ella  le dio un fuerte y apasionado beso.

Merche miraba incrédula a Goran mientras Pablo le deleitaba con esa muestra de pasión.

“Pe… pero…” cuando sus labios quedaron libres miraba alternativamente a Pablo y a Goran “pero…”

“No te preocupes. Lo saben todo. Absolutamente todo.”

Merche se tranquilizó por un momento para luego ruborizarse. “¿Todo?”

Pablo le metió la mano bajo la falda, allí, en mitad de la calle. Algún transeúnte que salía del hospital podía verlos y eso le puso nerviosa a Merche. Esa mano acabó dentro de sus bragas. “Todo”

Agachó la cabeza sonrojada. “pero… no entiendo”

“Goran y los suyos con como yo. Me ayudaron mucho a aceptarme como soy. Y pensé que si veníamos aquí, cuando Raúl no nos viera, podríamos comportarnos como… ya sabes… una pareja. Mis amigos no dirán anda”

Goran hizo un gesto divertido como cerrando su boca con llave. Merche solo escuchó lo de cómo una pareja y no recordaba nada más. Así que le devolvió una sentida sonrisa.

“Mira…” Pablo la apartó de donde estaba Goran para hablarle en confidencia “son los únicos a los que he podido hablar de ti. Y me tienen una envidia horrible.” Pablo mostró un gesto de fingido orgullo “Les he hablado maravillas sobre ti. Les he dicho lo comprensiva que eres con mi problema, lo obediente que eres y todo lo que haces por hacerme feliz. Pusieron en duda que fuera cierto. No se creen que pueda haber una mujer como tu. Así que… espero que no me dejes en mal lugar. ¿Eh?” Pablo le sujetó con dos dedos dulcemente por la barbilla mientras le dedicaba una sonrisa de encantador de serpientes. La dulce sonrisa de Merche, azorada por los halagos de Pablo le confirmó que su discurso, mezclando halagos, pidiendo favores y recordándole que es una esclava maravillosa surtía efecto.

“Bien” Y Pablo le depositó un dulce beso en los labios. A veces había que tirar del sedal, a veces había que dejar correr el carrete.

Volvieron con Goran que los llevó hasta el coche. Allí Merche se sentó directamente en el asiento de atrás y Pablo la siguió allí. No hicieron más que sentarse y Pablo se abalanzó sobre ella. Para cuando Goran estaba poniendo en marcha el coche las bragas de Merche salieron volando desde el asiento de atrás hasta dar con el salpicadero.

Pablo enseguida desabrochó su blusa y sujetador y subió su falda hasta la cintura. Empezó a notar las manos de Pablo recorriendo su cuerpo. Esta vez con inusitada violencia. Notaba como esas manos apretaba sus pechos hasta hacerle soltar quejidos de dolor. Invadían su coño con tantos dedos como para hacer esa incursión algo incomodo. Le retorcía los pezones, le tiraba del pelo, todo acompañado por besos que no sabría describir como pasionales o violentos. Y todo con Goran en el asiento delantero. Goran que había dudado que fuera tan obediente como Pablo decía. Pablo que estaba preocupado porque no le dejara en buen lugar. Merche de dejó hacer sin rechistar. No iba a dejar que su chico quedara en mal lugar.

Durante los quince minutos que duró el trayecto hasta el garaje de la casa de Boris Merche tuvo que soportar acabar medio desnuda en el asiento trasero siendo abusada de forma gratuita con el único objetivo de hacerle pasar un mal rato. Y lo soporto estoicamente.

Goran abrió la puerta donde estaba Merche aun intentando reponer su ropa. Este la miraba con una mirada divertida. Pensó que había abierto la puerta en un extraño gesto de caballerosidad pero cuando le oyó decir “¿Puedo?” y casi al momento oyó a Pablo contestar “Sírvete” Goran le tiró del brazo hasta lanzarla al suelo del garaje.

Aun estaba reponiéndose del susto cuando noto a Goran entre sus piernas, con una mano sujetándola por el cuello mientras con la otra se desabrochaba el pantalón. Merche miró implorante a Pablo el cual le contestó con un gesto afirmativo. Merche apretó los dientes y con una pequeña muestra de malentendido orgullo le espetó a Goran “Si mi hombre me lo manda, adelante. Sírvete”. Goran le sacaba veinte centímetros tanto de altura como de espalda a Merche. Era como ver un oso sobre un corderito.

Goran la miró divertido por esa pequeña muestra de orgullo. “¿Seguro? Pablo me ha comentado maravillas de ti y pienso ponerte a prueba”

Merche se tensó, algo asustada, pero recordó la promesa que se hizo cuando empezó a ‘salir’ con Pablo.  “Adelante. Puedes hacer lo que quieras pero Pablo es mi hombre”

Goran notaba la respiración pesada, asustada, de Merche. Le encantaba. Esa niña estaba aterrada pero se iba a dejar hacer lo que fuera. Irrumpió sin previo aviso en su coño. La polla de Goran, más grande que cualquier otra que hubiera recibido antes, casi la parte en dos. Su cuerpo se arqueó, sus caderas se levantaron para recibir semejante estaca en su interior, soltó un grito de dolor, apretó los puños y aguanto.

“¿Seguro que quieres que siga, Putita? No pareces aguantar mucho y esto es el principio”

“No. No quiero que sigas” contestó apretando los dientes. “Pero si mi hombre lo pide adelante”

Goran miró a Pablo sonriente el cual no puso ninguna objeción. Volvió a Merche envalentonado, con cierto aire de satisfacción y sacó su enorme miembro para volver a golpear con él en el fondo de la vagina de la sumisa Merche. Volvió a notar como salía para luego volver a tener ese miembro llenándola por completo. Y allí, e el suelo de un garaje, un hombre que apenas conocía de unas horas, con el miembro más grande que había sentido y con el que iba a tener que convivir la siguiente semana la estaba violando y ella no hacia nada por evitarlo. Pronto las manos de Goran empezaron a juguetear con sus perfectos pechos. Merche solo atinaba a soltar algún quejido cuando notaba como el glande de Goran golpeaba en lo más profundo de su ser. Este se inclinó para besarla y Merche dejó que su lengua campara a sus anchas en el interior de su boca. Al poco Goran paro el beso y le ordenó “Devuelve el beso, zorra desagradecida” a lo que cuando la lengua de Goran volvió a invadir su boca Merche, obediente, le contestó jugueteando con la suya propia. En ese intercambio de saliva, después de tal vez quince minutos, el ritmo de Goran se aceleró anunciando el inevitable final. Las manos de Goran acabaron las caderas para empujar hasta el fondo su miembro justo en el momento que el sublime orgasmo llegaba a su apogeo y el coño de Merche acababa inundado de ese liquido blanco y viscoso al que ya se había acostumbrado.

Goran soltó un resoplido de satisfacción y le soltó a Pablo “Menudo carbón con suerte” y se levantó para irse de allí mostrando un fingido enfado.

Pablo tendió su mano para que su esclava se levantara. “Gracias. No veas como le ha jodido a Goran que lo que le había dicho fuera cierto. No me creía“

Merche se aferró al orgullo. Tenía la entrepierna dolorida pero al menos había dejado el pabellón de su hombre bien alto. Los próximos días iban a ser duros.

Por esa noche Merche pudo descansar. Aun tuvo una sorpresa más pero esta agradable. Con Raúl ausente Merche terminó durmiendo con Pablo. La primera vez desde que era su esclava que dormían una noche juntos. Y ni siquiera había habido sexo. Solo el dulce sueño compartido de unos amantes. Por primera vez se durmió aferrada al hombre que amaba y fue feliz.

 


 

Se despertó aun aferrada a su amado. Con el sol entrando por la ventana. Algo idílico, maravilloso, que Merche saboreo hasta el último instante.

“Hola putita. ¿Has dormido bien?” Y allí acabó todo lo idílico.

“Si” contestó alegre. “Podría repetir esto más a menudo”

“Bueno… mañana aun estamos solos. No tendrás que esperar demasiado zorrita mía”

Ambos se levantaron y Merche fue a dirigirse a la habitación que iba a compartir con su novio y donde se encontraba su maleta cuando Pablo la retuvo. “Toma. Te había comprado un regalo. Para ponértelo hoy. Iremos a bañarnos al mar en el velero de Goran. Ponte esto, un pareo y tus sandalias de cáñamo de tacón para irnos al mar”

Un regalo. Merche le dio un beso agradecido y se encaminó a su habitación a por el pareo y las sandalias. Allí abrió el regalo. Era un bikini… minúsculo. Un bikini brasileño que por detrás solo eran dos hilos cruzados, uno por su cintura y otro perdido entre sus nalgas. Por delante el triangulo apenas cubría el tatuaje de su pubis. Y la parte superior tampoco cubría mucho más. Dos triángulos que solo tapaban sus pezones y apenas diez o doce centímetros alrededor. Con eso puesto estaba prácticamente desnuda.

Pero obedeció. Sola en su habitación se lo puso y se admiró en el espejo. Efectivamente. Sobre todo cuando miraba su espalda solo veía dos hilos cruzándola, uno por pieza. El poco tacón de las sandalias realzaba su trasero que parecía que iba provocando a que lo admiraran. Un pareo traslucido completo el conjunto. No era para tanto. Solo iba a ir así de la casa al coche. En la playa era donde se iba a sentir abochornada.

Entró al comedor donde estaban ya todos esperándola. Enseguida vio las miradas de sus anfitriones devorándola. Se sintió como un corderito entrando en el redil de una manada de lobos. Podía ver como, con descaro, casi relamiéndose, los tres hombres la miraban y sonreían con la anticipación.

“Hola zorra” Goran fue el primero en saludarla. Se adelantó y le enterró su lengua en la suya mientras la cogía con una mano una de sus desnudas nalgas. Una vez besada le dio un fuerte azote y siguió a lo suyo. Boris y Mirko no se frenaron tampoco de darle los buenos días de formas similares. Con una familiaridad que le asustaba.

Pablo estaba sentado en una silla y la llamaba. Tenía un teléfono en la mano. “Tu novio” le informó. Se acercó a por el teléfono y mientras lo tomaba Pablo le hizo gestos para que se sentara en su regazo mientras hablaba.

“Hola Pichurri” Tan pronto saludo a su novio pudo notar la mano de Pablo metiéndose en la braga de su bikini. “¿Qué tal estás?” Algo de silencio mientras oía la respuesta de su novio mientras los dedos de su hombre se introducían por su rajita. “Creo que iremos a la playa. Una pena que no puedas venir” Esos dedos empezaron a jugar en su interior mientras la conversación siguió. Una típica conversación por teléfono de novios si no fuera que mientras tanto los dedos de otro hombre estaban llenando su vagina. Al final le pasó el teléfono de vuelta a Pablo pero siguió sentada en su regazo. “Una pena Raúl .Pero no te preocupes. Cuidaremos bien de Merche. Confía en mi” Mientras metía con más fuerza sus dedos en el coño. Merche dio un respingo mientras era consciente de la situación. Medio desnuda en una habitación rodeada por sus anfitriones mientras su hombre estaba jugueteando con su vagina mientras halaba con su novio. Podía sentir como sus anfitriones estaban deseando abalanzarse sobre ella para follársela. Esa era la palabra exacta. Follársela. En un momento de peligrosa lucidez se dio cuenta de la ironía.

Ella. La ranita. Que hasta hace solo dos años y medio era virgen. Sin ningún atisbo de levantar la mínima pasión en un hombre, estaba ahora rodeada de cuatro hombres que se notaba ardían en deseos de poseerla. Y ninguno era feo. Se podía decir que todos eran guapos y con unos cuerpos de escándalo. Podía sentir la pasión y la lujuria en sus anfitriones. Por un momento la mera idea de sentirse tan deseada la excito y enseguida mojo los dedos de Pablo que aun estaban aparcados en su interior.

Enrojeció en seguida al darse cuenta que Pablo notaria su reacción. Este colgó el teléfono y miró alrededor mientras mostraba sus dedos húmedos “Alguien esta mojándose en anticipación”. Pudo oír un coro de risitas burlonas mientras hundía en su pecho la cara roja de vergüenza. Enseguida pudo notar como Pablo, sin decir palabra, le ponía los dedos mojados delante de la boca. Merche, sin que se lo tuvieran que ordenador, abrió al boca para chuparlos y dejarlos limpios de sus propios jugos vaginales.

“Bueno… vámonos. El barco nos espera”

Merche cogió su bolsa para dirigirse al garaje cuando se extrañó que todos se dirigieran a la puerta principal. Pensó que habría algún coche fuera. Los cuatro hombres iban vestidos normales. Para el calor del verano. Pantalones piratas, camisetas, chanclas… pero ella iba prácticamente desnuda. Se horrorizó al ver que no iban a coger ningún coche. Salieron de la casa de Boris para dirigirse a una parada de autobús. Merche respiraba nerviosamente. Se puso entre los cuatro hombres pero aun así notaba las miradas que le dirigían tanto hombres como mujeres. Debían de pensar que era una puta salida y eso la mortificaba. Parece que ene se día el color rojo no iba a abandonar sus mejillas.

“¿Vamos en autobús? No cogemos coche”

“No” contestó Pablo. “Decían que no te atreverías a coger el autobús. Solo serán veinte o treinta minutos”

Subieron al autobús. Abarrotado. Veinte o treinta minutos pensó. Va a ser una eternidad.

Nada más entrar ya tuvo que ir frotándose con su piel contra los cuerpos de la gente que ocupaba el autobús. No había dado ni cuatro pasos que ya noto la primera mano que, furtivamente, le acarició el culo al pasar. Le indicaron de pasar hasta el final del autobús y pudo notar como la gente le iba abriendo paso… lo justo para que fuera refrotándose. Y antes de llegar al final ya había notado otras dos manos que furtivamente se habían propasado con ella.

Llegó al final y se dirigió a uno de los rincones. ‘Amablemente’ los hombres que estaban allí la dejaron pasar. Sus cuatro acompañantes llegaron tras ella y se dirigieron a la esquina opuesta. Dejándola sola. Merche intento pasar a para unirse a sus protectores pero se encontró a medio camino que Pablo le hacia una seña para que se parara.

Estaba a poco más de un metro de distancia. Mirko dijo algo a los dos hombres que se encontraban entre ella y ellos y estos se apartaron. Los tres anfitriones sacaban prácticamente una cabeza a cualquiera de los presentes y ni que hablar de sus espaldas. Ahora tenía a la vista a la pobre Merche que con el traqueteo del autobús, una vieja tartana para más señas iba dando bandazos y golpeándose contra el resto de los pasajeros. Intento coger la barra del techo para sujetarse pero eso consiguió, debido a su poca estatura, hacer sus pechos aun más aparentes. Apenas había pasado un minuto cuando Merche noto la primera mano que ya no furtivamente, sino permanentemente empezaba a acariciar una de sus desnudas nalgas. Por tercera vez hundió su cara roja de vergüenza en su pecho pero siguió sin rechistar.

Algún otro se dio cuenta de la nula resistencia de Merche y se unió a manosear su segunda nalga. Otros pasajeros intentaron cubrir el espacio libre que había entre Pablo, Goran y los suyos y Merche para recibir el mismo aviso de Mirko. Pronto los pasajeros, todos hombres, alrededor de Merche, empezaron a suponer lo que ocurría. Y alguno más se envalentonó. Uno hizo ademán de tirar de la braga hacia abajo para recibir una reprimenda. La ropa se quedaba donde estaba. Pero el mismo hombre fue el primero en atreverse a ir más allá y metió su mano dentro de la braga. Sus dedos buscando ávidos su rajita. Merche no pudo resistir hacer ademán de retirar su pubis solo para encontrar que había empujado su culo directo hacia las manos que la estaban manoseando. Estas empezaron a envalentonarse y procedieron a apretar las nalgas con más decisión.

En cuando dos nuevas manos aparecieron descaradamente para masajear sus apenas cubiertos pechos Merche se dio cuenta que ya no bamboleaba por el traqueteo del autobús. La tenían bien sujeta mientras cada vez más audaces media docena de manos recorrían impunemente su cuerpo. Intento imaginas el espectáculo que Pablo y sus amigos estaban viendo y aun otra vez acabó roja. Su cuerpo casi desnudo manoseado con total impunidad en frente de ellos. Alguien cogió su mano libre y la dirigió primero a un bulto anónimo de unos pantalones. Debían de ser de chándal porque apenas unos segundos después ese desconocido metió fácilmente la mano de Merche por la cintura de su pantalón hasta que alcanzo un miembro erecto. Instintivamente, aunque nadie se lo había ordenado, empezó a masajear ese miembro con pericia. Mientras iba notando otra vez un pinchazo de orgullo. Todos esos hombres la estaban manoseando con deseo. Y otra vez noto esa excitación que humedecía su vagina. El hombre que jugueteaba con su rajita era torpe y eso le salvó, para su suerte o para su desgracia, de terminar con uno de sus sonoros orgasmos en ese autobús. Así siguió los siguientes veinte minutos. Los hombres iban cambiando y uno de ellos terminó llenándole la mano de semen. Todo bajo la atenta mirada divertida de Pablo y sus amigos.

Llegaron a su destino. Cuando Pablo le ofreció a Merche la mano para sacarla de esa telaraña de manos esta la cogió ávida y salió casi de golpe. Bajaron del autobús y Merche no podía parar de jadear. Estaba excitadísima.

“Vaya. Fíjate. Tienes las braguitas completamente mojadas. Serás guarra. Te has puesto cachonda” Pablo se encargó de hacer notar a sus amigos su embarazosa situación. Y otra vez volvió a sonrojarse por lo que pudieran pensar los amigos de Pablo. Pera era cierto. Se estaba comportando como una autentica guarra.

Boris se acercó por detrás y mientras masajeaba una de sus nalgas le dijo burlón “¿Qué te pasa zorrita? ¿Necesitas que te follen?”

“Si.” Contestó Merche para darse cuenta un segundo después de lo que acababa de decir. No era dueña de sus palabras siquiera. Y volvió a sonrojarse. ¿Qué le pasaba hoy? Todos se quedaron estupefactos  para luego reírse con ganas “Jajajajaja Anda Boris” dijo Pablo “llévatela y dale un buen rabo ya que lo ha pedido”

Merche estaba como ida. No sabía que le había pasado. Boris le tiró del brazo y se la llevó. Al principio andaba como una zombi. Al poco rato fue consciente que entraban en algún tipo de bar. Sin ningún reparo Boris se la llevó hasta los servicios. Tal como iba vestida Merche era consciente que todos los hombres se habían fijado en ella y de donde la llevaba Boris.

La metió en el servicio de hombres y allí en un excusado. Para más vergüenza de Merche había un hombre en el servicio cuando Boris la llevó dentro. Sin contemplación fue empujada al suelo de rodillas. Era un baño mugriento. Por suerte la tapa estaba bajada. Un milagro. El entorno difícilmente podía ser más sórdido. Enseguida noto a Boris emplazado detrás de ella. Apartó la poca tela que tenía que apartar para dejar al descubierto su rajita y enseguida noto como la polla de buen tamaño de Boris entraba de un solo golpe con insultante facilidad en su mojado coño. El empujón la lanzo hacia delante hasta casi dar contra la cisterna pero lo que pudo oírse bien audible fue el gemido de placer. Estaba extremadamente excitada y su vagina, nada más notar la entrada había lanzado oleadas de placer a su cerebro. Con tanta excitación acumulada no hubo progresión. Enseguida empezó a emitir sus jadeos escandalosos que anunciaban que estaba disfrutando como una perra.

“Ah. Si. No Pares. Fóllame.” No podía creer lo que iba diciendo pero era así. No podía controlarse. Boris le cogió del pelo y empezó a cabalgarla como si fuera un yegua. Merche tenía que apoyar las manos contra la cisterna para evitar terminar pegada a ella. Dada la excitación de ambos en apenas cinco minutos ambos terminaron corriéndose. Merche, por supuesto, con un sonoro gemido que sabía a ciencia cierta que había sido escuchado fuera.

“Vamos zorra. Que nos esperan. Joder como gritas. No te preocupes. En el barco nadie oirá tus gritos” Y como un ‘caballero’ Boris ayudó a Merche a levantarse tirándole del pelo

Salieron del servicio donde un hombre con cara divertida esperó a que salieran. Luego, al salir por el bar Merche pudo oír como varios hombres jaleaban y se reían. Boris, seguro de si mismo ni se inmutó. Mantuvo su sonrisa permanentemente mientras Merche lo seguía azorada, enrojecida por enésima vez.

Volvieron con el resto del grupo y recorrieron los doscientos metros hasta el muelle y el barco de Goran. En el trayecto Merche oía las risas contenidas de sus acompañantes. “Ya te has desfogado. Menuda perra salida estas hecha” le dijo Goran. “No te preocupes… que si es por polla… te vas hartar”

 


Era un bonito velero de más de quince metros de eslora y dos palos. Con mucha destreza y en apenas unos minutos ya estaban saliendo a la mar. Merche se empezó a preocupar. En mitad del mar no tendría escapatoria. Y no quería dudar de Pablo pero si esos hombres se ponían violentos Pablo no tenía nada que hacer contra ellos. Le preocupó por un momento poner en peligro a su amado y se dijo mentalmente que iba a ser su trabajo no hacer enfadar a sus acompañantes… aunque sabía que eso le iba a costar un infierno.

Nada más hacerse a la mar Pablo llevó a Merche bajo cubierta. Era amplio. Dividido en dos partes. Una amplia sala de estar y más adelante se adivinaban unos minúsculos camarotes solo prácticos para dormir. Merche enseguida se percató que, dispersos, había de algunas cuerdas, esposas, fustas y otros juguetes que conocía bien. Y sobre todo bien encaradas al centro del compartimentos había un par de cámaras.

“Aunque ese bikini ha puesto cachondo a media ciudad ya es hora de que te lo quietes. En las próximas hora son lo vas a necesitar” Merche aun le daba vueltas a todo lo que había sentido en las ultimas horas y intentaba comprender como había sucedido. Pero diligente se quitó ambas piezas. Aunque no sabría decir si ahora estaba más desnuda. Pablo había traído una bolsa consigo de la que empezó a sacar algunos enseres. “Vamos…te vamos a poner más bonita aun de lo que eres”

Merche vio lo que iba sacando. Primero un par de pinzas para los pezones que Pablo puso dejando cerrar de golpe ambos cierres. Algo que por supuesto arranco un quejido de Merche. A esta bisutería se le unió pulseras y tobilleras de cuero con argollas, preparadas para poder atarla e inmovilizar. Así como un collar de las mismas características. Pasó unos mosquetones por las argollas de sus muñecas y con cuerdas ato cada una de sus muñecas a las paredes opuestas del barco. Merche acabó de rodillas, con los brazos estirados en cruz sin poder moverse.

“Estás preciosa” Y le dio un beso mientras retorcía sin ninguna necesidad una de las pinzas. “Bien… están bien sujetos”

“Pablo… cariño…” nerviosa Marta le imploraba. Intentaba recordar como había acabado así y no estaba muy segura. Hasta ese momento no se había percatado de cuan sumisa y obediente era. “¿Esto es seguro?”

“Depende de lo que tengas por seguro.” Contestó sardónico “Para mi si. Para ti…Vas a darles mucho placer, putita mía. Me vas a hacer sentir orgulloso y se van a pillar un cabreo cuando vean que todas las maravillas que les he hablado de ti son ciertas que no veas”

Merche contestó con una sonrisa forzada. “Pero primero… yo” Terminó de sacar de la bolsa un plug anal de dimensiones considerables, el cual le introdujo sin ningún tipo de delicadeza. Luego a las pinzas le colgó un par de pesos. Merche sabía que así, cada vez que se moviera el balanceo estiraría sus pezones dándole cierta incomodidad. Y estaba en un barco que se bamboleaba continuamente.

“Bien… ya estás lista” Pasó a desnudarse tranquilamente, de pie frente a ella, mirándola desde las alturas con un aire de superioridad y satisfacción. Merche no pudo evitar volver a admirar el precioso cuerpo que tenía, esa sonrisa encantadora, ese miembro de tamaño perfecto que ya estaba erecto descubriendo la excitación de su hombre… estaba cautivada por ese hombre.

“Abre la boca, puta” E inmediatamente le metió la polar hasta la garganta. No le dejó chupársela como otras veces. Esta vez tocaba ser follada hasta la garganta. Allí, de rodillas con los brazos en cruz dejó que su hombre se sirviera. Como si acaso tuviera opción. “Traga polla guarra. Hoy vas a tener más pollas clavadas en tu cuerpo que las que has tenido nunca. Jamás has tenido un día como el que vas a tener hoy” Merche solo era capaz de sorber aire en los breves momentos en los que su garganta no estaba obturada. Después de tantas veces podía aguantarlo con cierta facilidad pero desde luego que nunca fue placentero. Cuando Pablo considero que ya tenía bien dura la polla la sacó. “A ver como te tragas la polla de Goran, zorrita mía” y pasó a ponerse detrás de ella.

Como siempre, sin ningún tipo de delicadeza empujo su polla tan fuerte como pudo hasta lo profundo de la vagina de su juguete. Merche salió empujada hacia delante y solo los brazos atados impidieron que fuera más lejos. Por desgracia los pesos de las pinzas sufrieron la misma inercia y Merche terminó con su primer tirón de pezones. “Hasta el fondo puta. Que gozada es follarte como a un pedazo de carne” Merche recupero la posición y pudo sentir como Pablo bombeaba su polla en el interior de su coño con esa destreza que le caracterizaba. Merche se sorprendió que ya estaba excitadísima. Debía estar ahogando la polla de su hombre en sus flujos vaginales. Apenas había pasado unos segundos  y ya estaba gimiendo como una perra.

Pablo la había atado de tal forma que encaraba a la puerta del compartimiento. Puerta que desde luego estaba abierta y por donde se escapaban los escandalosos gemidos de placer de Merche. “Eso es guarra. Gime de placer. Grita. Vas a poner tan cachondos a mis amigos que cuando entren te van a follar los tres a la vez” Merche era consciente de eso. Esos tres enormes hombres iban a poseerle antes o después.

El plug tenía una base estrecha que después de más de dos años de sumisión ni le molestaba. La cabeza inmensa del butt plug hacia que su vagina fuera más pequeña y sintiera todo el roce de ese miembro perfecto que poseía Pablo rozar por completo sus paredes vaginales. Después de diez minutos de tirones de pelo, cachetes en las nalgas y palabras denigrantes Merche soltó unos sonoros alaridos de placer anunciando un esplendido orgasmo. Pero Pablo no había acabado y siguió sintiendo esa perfecta polla golpear contra el fondo de su vagina una y otra vez para tras cinco minutos ambos acabaron con otro placentero orgasmo. El de Merche enmarcado en uno de sus sonoros gemidos y Pablo llenándole el coño con su leche.

“Buena puta” dijo Pablo mientras le daba un fuerte cachete en el trasero. Como si fuera algún tipo de yegua obediente y se levantó para salir y dejarla allí. Jadeante, ligeramente dolorida pero sintiendo desvanecerse los restos de dos orgasmos geniales. Apenas un minuto después Pablo volvió con Goran y Mirko. El velero aun navegaba. Lo dirigían a una cala poco transitada que solo se podía llegar por mar. Aun faltaría como diez minutos para llegar.

Pablo tiró de la argolla del collar y se dirigió a sus amigos. “Dejadme que os presente a mi chica en todo su esplendor” Como siempre Merche se aferraba a esos pequeños detalles ‘su chica’. Eso le encantaba. Y al menos ahora ya nadie la veía excepto quienes tenían que verla… aunque claro... eso volvió a recordarle lo sola que estaba. Pablo se apartó y solo Goran y Mirko quedaron ante ella.

Mirko fue el primero que dio un paso al frente. Las pinzas en los pezones le encantaban. Sin ningún recato los sujetó con fuerza y tiró de ellos hacia arriba. Merche soltó otro quejido y se estiró cuanto pudo. Las cuerdas en sus brazos impedían que se pusiera de pie. Tenía que estar de rodillas antes sus… seria adecuado llamarlos violadores. “Veremos. No me creo que sea tan buena como dices. Nadie lo es. Seguro que exageras” Tiró ahora de las pinzas hacia él y acercó a Merche hasta ponerse cara a cara “¿Es cierto putita? Vas a poder aguantar todo lo que te hagamos”

“¿Eso importa?” La respuesta le salió sola. Pese al miedo que tenía sabía que no podría frenar a esos hombres aunque quisiera. No era consciente pero con Goran y los suyos tenía cierto deje de chulería. Iba a ser totalmente obediente pero no iba a ser sumisa con ellos.

“Si,. Importa. Puedes decir que no cuando quieras y dejar a tu novio en mal lugar”

Merche miró a Pablo. Se le veía tan seguro, confiado. Pero ella si que tenía miedo. Los tres hombres eran inmensos y de dos de ellos sabía que tenía buenos miembros. Volvió a recordarse la promesa que se hizo años atrás.

“Si mi hombre me lo pide. Lo haré” Y miró a Pablo.

“Quiero que no le digas que no a nada que quieran hacer mis amigos” le ordenó Pablo. Merche solo asintió en silencio. Mirko la miró con desprecio y se apartó para quitarse tanto el bañador como la camiseta que llevaba. Algo que ya había hecho Goran. Tranquilos. Saboreando el momento. Merche pudo ver que la de Mirko también tenía un buen tamaño. No tanto como la de Goran por suerte.

Este fue el que se puso delante de ella ahora. De rodillas el miembro de Goran estaba justo delante de su cara. Aun no estaba totalmente erecto pero era inmenso. Nunca había visto uno tan grande. “Así que lo que queramos. Bien… lo que quiero es que me chupes la polla, ponla tan dura como puedas para que luego pueda romperte el culo con ella, zorra. Empieza a mamar!”

Era algo que no por menos esperado era menos temido. Había tenido problemas para tener esa polla en su coño. Y ahora iba a romperle el culo con ella. Goran se puso a un palmo de ella con las manos en al espalda. Merche, obediente se inclinó y tragó la polla con la boca. Ya tenía cierta habilidad chupando pollas con las manos atadas en la espalda y esto no era diferente. Fue tragándola hasta donde pudo para luego juguetear con su lengua alrededor de semejante miembro. Aun era manejable en su boca pero sabía que cuando creciera iba a tener problemas para tragársela. Rodeo con sus labios ese miembro y subió y bajo la cabeza jugueteando con su lengua en cada trayectoria. La reacción de Goran fue inmediata y noto como su miembro le llenaba la boca. Con un último esfuerzo empujo hacia delante hasta encajársela en la garganta, como le había enseñado su hombre y aguanto allí unos segundos.

“Bien zorra. Ya te noto ansiosa para que te encule. Menudo trabajo de chupapollas. Ha sido buenísimo” Ahora que se había apartado Merche podía ver ese aterrador cetro de carne. Lentamente, saboreando el momento Goran rodeo a Merche. Detrás de ella cogió el plug y tiró con cierta velocidad. Se oyó un gracioso plop al salir del ano. Se pudo detrás de ella y decidió incordiarla un poco. “Así que puedo apoyar con una mano mi glande en tu ano… así…” y lentamente lo hizo. “Cogerte con la otra mano por la cadera…” algo que también hizo con parsimonia “y si quiero meterte el rabo de golpe tengo tu permiso. ¿No?”

Merche respiro pesadamente y contestó “Si. Es lo que me han mandad… ARGHHHHH!!!” No había acabado la frase y el enorme miembro de Goran irrumpió en sus entrañas lanzándola hacia delante con fuerza. Aunque los pesos de sus pezones volaron esta vez ni los sintió. Estaba demasiado ocupada notando como su ano luchaba una pelea perdida contra la polla que le llenaba. “jajajaja “ Goran tenía su polla metida hasta el fondo y esperaba “No lo tienes tan claro ahora. ¿Verdad? ¿Quieres que pare?”

Merche tardo unos segundos en pensar la respuesta. Respirando más tranquila por los segundos de descanso contestó. “Da igual lo que quiera. Estoy aquí para lo que queráis. Es lo que me han mandado. Haz lo que quieras”

“Joder. Zorra. Te vas a arrepentir” Y las enormes manazas de Goran la cogieron por la cintura. La pequeña Merche era un juguete en manos del enorme violador. Empezó a encularla como si quisiera atravesarla. Las cuerdas frenaban a la pobre joven cada vez que salía despedida. Sus pechos se veían magníficos en esa postura, lanzada hacia delante con los brazos hacia atrás. Y los pesos seguían haciendo de las suyas torturando sus pezones. Durante cinco minutos Goran disfruto a placer del pequeño cuerpo de Merche que pese a los quejidos nunca dijo la palabra ‘No’

Tuvo una inesperada ayuda por parte de Mirko, si se puede decir así. En es postura su boca era el único orificio accesible así que Mirko, ya totalmente empalmado se puso delante de ella “Trabajo guarra. Que ya te he visto como te encanta mamarla” Y cogiéndole por la cabeza le metió la polla hasta el fondo. No tuvo que mamar mucho. Solo mantenerse firme sintiendo como la polla de Mirko golpeaba el fondo de su garganta una y otra vez. Algo que podía soportarlo fácilmente. Pero ahora al menos los empujones de Goran no la lanzaban tan lejos y los pesos se movieron menos dándole cierto descanso a sus pezones. Así, por primera vez, pero no seria la ultima, Merche terminó con dos hombres dentro de si.

Perdió la noción del tiempo mientras ambos anfitriones disfrutaban de su cuerpo. El velero paro y Boris bajo al poco. “Cabrones. Habéis empezado sin mi”

“No te preocupes” le contestó Goran con una sonrisa satisfecha. “Nos ha dicho que podemos hacer lo que queramos. Así que… barra libre de guarra. Tendrás tu turno. Tranquilo”

Desde luego era lo que Merche esperaba y más. Iban a joderla como si fuera un pedazo de carne durante todo el día… y aun era por la mañana. Bien cogida del pelo Mirko empujo su polla hasta lo más profundo de tal forma que Merche notaba como temblaba, lista para enviarle directamente al estomago una nueva carga de leche. “Traga zorra. Que hoy solo vas a beber lo que nos salga del rabo” Se quedó sola con un vigoroso Goran que aun no acababa de ensancharle el culo. Aun tardo un rato más en que Goran le tirara del pelo y le abrazara con el otro brazo mientras soltaba su leche en su interior. “Bien…. Zorrita… aquí tienes el primero de muchos”

Goran se apartó y se sentó en uno de los lados del compartimiento. Su ano se cerró de golpe al salir la monstruosidad. Ahora que Mirko no le tapaba la cara, en realidad que ya no tenía la cara enterrada en el pubis de Mirko, pudo ver como Boris se estaba tomando una pastilla azul y tiraba el bote del que lo había sacado a Mirko. Este tomó otra y la pasó a Goran, el cual repitió el proceso hasta que el bote de pastillas azules acabó en Pablo que se tomó también una.

Merche jadeaba por el castigo consciente que apenas habían empezado. Lo que habían tomado era viagra. No es que la necesitaren… pero así iban a durar mucho más.

Boris se acercó y desato las cuerdas de las barras de la pared solo para atarlas a unos aros que había en el techo hasta dejarla colgando con las rodillas a unos centímetros del suelo.  Ahora Merche, aun de rodillas tenía sus brazos estirados hacia el techo, realzando otra vez sus preciosos pechos. Boris cogió ambos y los manoseo a gusto. “Pedazo de tetas que tiene al guarra”

“Lo se” recalcó Mirko. “Se las voy a dejar bien calientes”

Boris sabía a que se refería así que cogió a Merche por el pelo y la obligó a levantarse. Boris pudo ponerse debajo de ella y esperó a que bajara para que ella misma se empalara con su polla. Por eso la habían dejado a unos centímetros del suelo. Ahora encajaba justo en la postura de Boris.

“Estoy algo vago zorra. Así que fóllate tu misma” le ordenó Boris.

Merche, obediente, empezó a mover las caderas y  subir y bajas sintiendo como ella misma se sacaba y volvía a meter parte de ese miembro de su interior. Aunque pensaba que no iba a disfrutar mucho de su día como juguete sexual se dio cuenta que estaba bastante excitada y que con muy poco empezaba a disfrutar con el castigo que le infringían. Apenas unos segundos después de empezar a complacer a Boris empezó a solar leves quejidos. El poder poner el ritmo a su gusto ayudaba.

“Un poco lenta la puta esta. Hay que acelerar un poco…” Boris, con sus manos libres tiró de los pesos de los pezones y estos quedaron libres al fin. “Mirko… tu turno” No fue una buena noticia. Nada más liberarlos, Mirko que estaba esperando soltó un azote con un látigo corto de varias colas los pechos de Merche.

“Auhhh”

“Mueve guarra. Que parece que no te guste meterte pollas” le esperó Mirko. Y le siguió otro azote. Cuando alguna de las colas, que eran muchas, acertaban con sus sensibles pezones, Merche veía las estrellas.

Empezó a moverse frenéticamente a ritmo de los azotes. Parecía un reo de galeras al ritmo del tambor. Solo que ella misma era reo y tambor a la vez. Subía y baja rápida y frenéticamente dejándose caer y empalándose la polla que le esperaba hasta el fondo de su vagina. Pero aun así Merche notaba el placer que ese rabo le daba en cada empujón y en cada salida. Tan excitada estaba que aun con los azotes, o tal vez incluso por ellos, sentía esas oleadas de placer que le provenían de su bajo vientre.

“Ouchhh… Hummm… Arghhh… Ahhhh…” Era una rara cacofonía de quejidos de dolor mezclados con gemidos de placer.

“Ves guarra. Si te iba a gustar. Menudo pedazo de puta estás hecha” Mirko tenía sus manos en las caderas de Merche y cuando esta bajaba el mismo le ayudaba empujando y así acelerando su caída. Merche noto como alguien, Pablo, aflojaba las cuerdas del techo y le daba algunos centímetros más. Ya no estaba tan tiesa. Y Mirko, después de un buen rato mortificando sus pechos la dejó en paz.

“Inclínate hacia delante. Que tener un agujero tuyo sin usar es un desperdicio” Pablo le había dado esos centímetros de cuerda con la intención de encularla. Merche se inclinó y dejó vía libre a Pablo para que invadiera su maltrecho ano. Pero a Merche le daba igual. Era Pablo. Prefería tenerle a él en cualquiera de sus orificios.

Tan pronto noto como Pablo se acomodaba en su ano, como siempre entrando sin ninguna delicadeza, tanto él como Boris empezaron a juguetear son sus sensibles pechos. Aun doloridos por tanto abuso. Pero parecía que su cerebro no era capaz de distinguir que era placer y que dolor. Los gemidos de placer se multiplicaron.

“Parece que no le estáis dando suficiente leña a mi chica, capullos. Se va a correr en cualquier momento” les reto Pablo. Boris tomó el testigo y apretó con fuerza los doloridos pechos. “¿Te vas a correr otra vez guarra?” Y efectivamente, pese al estrujón de sus pechos Merche empezó a soltar sus típicos alaridos de placer cuando llegaba al orgasmo.

“Jajajaja Le estáis dando un paseo por el campo Boris” se mofó Pablo mientras seguía bombeando en el de culo de su esclava.

Apenas terminó sus jadeos Merche se encontró con Mirko a un lado suyo le cogió del pelo y la encaro a su polla. “Venga, no seas vaga. Que tu boca aun esta vacía” Sin apenas pensarlo Merche abrió su boca que pronto se vio llena de una polla. La tercera que invadía su cuerpo en ese cuerpo. Tres hombres la estaban usando. Asidua navegante de foros sobre BDSM había visto esto muchas veces pero nunca se imaginó en esa posición.

Noto como algo caliente, otra vez, le llenaba su vagina. Boris había acabado satisfecho. “Joder que gustazo” Y en agradecimiento dio un bofetón en uno de los pechos de Merche para luego apartarse. Ahora Merche acabó de rodillas, inclinada hacia delante, estirando los brazos sobre su cabeza, con Pablo enculándola y Mirko follándose su boca.

Poco después le siguió Pablo dejándole otra carga de leche en su interior. Cuando Mirko estuvo libre decidió que ya tenía suficiente de esa boca chupadora. La cogió por las caderas y tiró hacia si. Merche acabó colgando en el aire, con sus manos atadas al techo y Mirko sujetándola con facilidad de las caderas mientras le llenaba el coño de polla otra vez. Y Merche no podía evitar sentir placer cada vez que alguien le llenaba de polla el coño. En seguida Goran se acercó y le cogió de la mandíbula echándole la cabeza hacia atrás. “Abre la boca. Que la quiero bien dura antes de clavártela”. Mientras Pablo y Boris, con sendas cuerdas, le ataron los tobillos a las paredes…

Y así siguió durante horas. En contadas ocasiones acabó Merche sin alguno de sus orificios siendo usado y abusado por alguno de sus… no sabía como llamarlos. ¿Violadores? ¿Amigos? ¿Anfitriones?. Era más normal que tuviera dos de ellos en su interior y que cuando uno terminara otro tomara su lugar. Y en numerosas ocasiones tuvo que soportar comentarios jocosos al oír sus numerosos orgasmos.


 

Algunas horas después Goran y Pablo estaban tomándose un descanso en cubierta.

“Y así es una guerra de bandas en Rusia”. Goran terminó de contárselo a Pablo mientras ambos iban por su tercera cerveza en a cubierta del barco.

“Joder. No os habéis aburrido. Montenegro, Colombia, Rusia…Algún día me tienes que decir que fuiste a hacer a Osetia cuando Gurenko os contrato por primera vez” Tomó otro sorbo. “¿Y dices que esto funciono con Carmen?”

“Lo de Osetia… me temo que nunca… y bueno.., con Carmen estuvimos más tiempos. Al final la pobre nos lo imploro”. Goran soltó una corta carcajada. “¿La ves alguna vez?”

“Ahora no tanto. Sigue siendo la puta oficial de la empresa donde trabajaba su ex marido pero aun la visito alguna vez. Veo más a su hijo. Va a mi facultad pero un año menos. Da un morbo verlo después de tirarme a su madre…. Aunque tu sabes mejor que yo que sigue siendo el juguete favorito de Gurenko”

“Si… Por lo que se mi jefe disfruta imaginando que nuevas perrerías puede hacerle en cada viaje. La verdad es que creo que la salvantes cuando me hablaste del doctor. Nunca había visto a una hembra así, tan desesperada. Parece que sus sesiones le funcionaron”

“Si. Al menos eso parece. Ahora es feliz. O lo que el doctor dice que es felicidad”

“¿Qué crees que le pasó al doctor?” Le preguntó Goran.

“¿A que te refieres?”

“Bueno… yo acompañaba a mi padre y a sus paramilitares durante la guerra de serbia. Viole a mi primera mujer con catorce años. Y a ti te engañe para que violaras a tu madre”

“Dos veces” apuntillo Pablo. Algo que estaba más que superado. Pablo no tenía ninguna queja de su vida como monstruo. Era feliz.

“Dos veces. Pero bueno… es normal que seamos lo que somos. ¿Cuál será la historia de Liehben?”

Pablo dudó unos segundos. “Creo que decidió ser así. Creo que el mismo fue uno de sus primero experimentos y decidió ser así”

Goran apuro la cerveza cuando Boris salió del camarote.

“Siguientes. Mirko esta solo… ya sabéis. No es bueno dejar solo a ese cabrón sádico” Era curiosa la doble moral de Goran y Boris. Podían destrozar a pollazos a una mujer pero no les gustaba mucho la idea de hacerle nada físico permanente. No estaba bien romper los juguetes. Y más si el juguete es de otro. A nadie le gusta jugar con un juguete roto. Pero Mirko era distinto en ese aspecto.

“Mejor entramos. Es increíble lo que se esta dejando hacer tu juguete pero mejor no tentar a la suerte. ¿Y dices que todo esto lo has conseguido por amor?”

“Pues si… solo hay que dejarle caer algo de falso cariño de vez en cuando y se mantiene dócil como una perrita”

“Joder… nos has superado. Felicidades.” Y entraron en el camarote.

Merche estaba medio sentada, con las muñecas atadas al techo del camarote, abierta de piernas. Mirko le tiraba del pelo hacia atrás mientras la besaba lascivamente. Con su mano libre ‘masturbaba’ a Merche con un consolador obviamente demasiado grande para ser placentero. No estaba a la vista pero un buen butt plug estaba aparcado en sus entrañas por el culo. Así que su vagina no tendría mucho espacio libre para aceptar ese inmenso consolador. Goran y Pablo dejaron hacer durante un rato a Mirko. La única regla es no hacer nada permanente y esto, aunque doloroso, estaba dentro de lo permitido. Cuando Mirko estuvo suficientemente excitado por su tortura se levantó y procedió a masturbarse justo frente a la cara de Merche. Después de apenas un minuto que Merche veía la polla de Mirko a unos centímetros de su cara esta terminó escupiéndole el semen a la cara.

“Ya me he cansado de la puta. Toda vuestra” Y Mirko los dejó a ambos en el camarote. Merche estuvo unos minutos colgando del techo, con el culo a unos centímetros del suelo y solo con los talones apoyados. Cuando recupero algo de aire, no sin esfuerzo, consiguió doblar las rodillas y sentarse sobre sus piernas. Jadeaba pesadamente. Ya llevaba varias horas siendo el juguete sexual de cuatro hombres dopados con viagra y con una imaginación perversa. Se sentía sedienta e incluso hambrienta. Pero en el fondo de su ser se sentía orgullosa. Había aguantado todo lo que le habían lanzado. Lo que le parecía increíble era que pese al castigo, aun le habían arrancado varios orgasmos. Era algo que no terminaba de comprender. La estaban violando. Y no era como Pablo. Pablo podía violarla cuando quisiera que para algo estaba enamorada de él. Pero estos hombres, brutos, salvajes, aunque atrayentes no sentía anda por ellos. Y aun así le había hecho gritar de placer en varias ocasiones.

“Se te ve desfallecida, putita” le dijo Pablo. “¿Tienes sed?” mientras sacudía para hacer ruido la lata de cerveza que llevaba medio vacía.

Merche solo asintió con la cabeza. Con un leve brillo de esperanza en los ojos.

“Acerca esa boquita chupapollas tuya a mi rabo y espera a que caiga”

Merche, con cierto esfuerzo, entreabrió la boca y la acercó hasta casi tocar la punta del glande de Pablo. Este dejó caer algo de cerveza sobre su miembro que resbalo hasta caer como un chorrito de su miembro. Como si se estuviera meando en la boca de Merche. “Eso es… bebe... y ahora… no se te ocurra parar”

Claro que no iba a parar. Estaba sedienta. Pero pronto comprendió a que se refería. La cerveza fresca que llegaba a su garganta fue sustituida por algo más calido y ligeramente salobre. Tanto navegar por los foros ya sabía lo que era. Pero Pablo le había ordenado algo y obedeció. Y era agua al fin y al cabo en su mayoría. Goran y Pablo pudieron ver como Merche, sin rechistar, iba tragando el chorrito que salía del miembro de Pablo sin derramar ni una gota.

“Joder… impresionante…” Coreó Goran.

Pablo sacudió las últimas gotas en su urinario improvisado. “Te lo dije. Venga guarra. Lámeme la punta. Déjamela bien limpia”

Merche no sabía como podían denigrarla más pero obedeció. Aun quedaban cinco días de vacaciones. Ya averiguaría como caer aun más bajo.

“¿Qué? Guarra. ¿Quieres más?” le preguntó Goran.

Con una mirada de desprecio y rebeldía Merche le contestó con un seco “No” y se acercó al miembro de Goran con la boca abierta exactamente igual que había hecho hace un momento con su hombre.

“Jajajajaja Yo creo que si” y Goran procedió a usarla de igual manera. Podía adivinarse la cara de asco de Merche pero allí estuvo, con la boca abierta, tragando así como iba llegando. Hasta la ultima gota. Sin que tuvieran que decírselo Merche sacó su lengua y limpio la punta del glande de Goran. Y se quedó allí, esperando el siguiente abuso.

Pero el siguiente abuso no llegó inmediatamente. Los cuatro hombres estaban satisfechos. Merche había sido capaz de secarle las pelotas a los cuatro. Así que le dejaron un bien merecido descanso. La liberaron de las cuerdas, pero no de las pulseras y tobilleras de cuero y la dejaron libre.

“Felicidades” le dijo Pablo “Ha sido increíble. Los has saciado. Impresionante”

Merche, una vez libre, se quedó en mitad del camarote, sin saber muy bien que hacer. “¿Por qué no sales fuera y te diviertes? Estás de vacaciones” y Pablo le guiñó un ojo. “Te daría un beso pero estás hecha un asco. Joder… cuanto semen. Aun te chorrea el coño”

Y era cierto. Algo titubeante salió del camarote y miró alrededor. Estaban en el mar, frente a una cala vacía. Ellos solos. Todos desnudos. El mar se veía precioso. Virgen. Se acercó a la popa del velero, donde había unas escaleras para bajar al mar y descendió. El agua fresca le alivio sus doloridas partes. Se metió en el mar, se tumbó boca arriba, cerró los ojos y se dejó llevar, calmada, relajada, refrescándose y aliviándose poco a poco. Así estuvo varios minutos. El castigo había sido duro y esa inmersión le había revitalizado. Después de un rato, cuando ya se encontró mejor, abrió los ojos y se irguió. En la barandilla del barco vio a Boris que la admiraba “Joder zorrita. Con esas tetas y en el agua boca arriba eres todo un espectáculo”

Merche agradeció el piropo. Ya no le importaba lo soeces que pudieran ser. Se había acostumbrado. Lo que no sabía es que además de admirarla Boris igual que Pablo y Goran habían estado atentos por si desfallecía y tenían que tirarse para sacarla.

Merche volvió. Quería tumbarse un rato, descansar y tomar el sol. Que, aunque no lo pareciera, estaba de vacaciones. Pilló una toalla y se tumbó en la cubierta de proa. Pablo se le acercó y sacó algo de protección solar y empezó a cubrirla por todo el cuerpo. Pechos, pubis, vientre, piernas, brazos, cara… particularmente los pechos y el pubis tuvieron protección extra. “No queremos que se quemen esas tetitas y ese coñito tuyo, ¿Eh, putita mía?”

Ahora si consiguió sacar una sonrisa a Merche. “De verdad, cariño, estoy impresionado. No creía que pudieras pero tengo que darte las gracias. Mis amigos están impresionados y ya no dudan de que eres la mejor” Y cuando vio la sincera sonrisa de Merche, Pablo vio que sus medias verdades cumplían su objetivo. Se quedó con ella, tumbado a un lado tomando también el mismo el sol. Cuando Pablo la cogió de la mano se sintió en el paraíso.

El resto de la excursión a la cala fue más descansada. Aun estuvieron como cuatro horas dedicándose a diversas diversiones. Pescar, bucear, tomar el sol…. Merche estaba algo confundida con el lenguaje que utilizaban con ella. Una mezcla de cordialidad y denigración. Como si fuera de lo más normal que la trataran de puta para arriba. Aun tuvo que servir como juguete sexual a sus anfitriones y a Pablo algunas veces más pero todo más suave. Aunque por desgracia no consiguió ningún orgasmo más. Eran rápidos. Sin previo aviso la cogían, la penetraban y después de un frenético ritmo se corrían en apenas unos minutos. Sencillamente la usaban. Y aun se sintió una vez mas avergonzada por quejarse mentalmente de la falta de orgasmos. Pero aun pudo bañarse en unas aguas preciosas. Le enseñaron nociones básicas de buceo y pudo ver algunas estampas preciosas del fondo del mar negro. Y la llevaron a visitar la cala con una pequeña zodiac que tenía el velero. Ahora, más clamada, Merche se percató que era un lugar precioso. Ahora la llamaban ‘La cala de los Serbios’. Por tierra era prácticamente imposible llegar. Y por mar la mayoría de los lugareños sabían que era donde Goran y los suyos solían ir. Así que la evitaban. Por eso nadie los molestó y no se tuvieron que preocupar en vestirse.

Antes de irse emplazaron a Merche para hacerse unas fotos de recuerdo. Como si el video que habían grabado no fuera suficiente. Durante la sesión se dio cuenta que posaba como si fuera una especie de… presa abatida en algún tipo de cacería. Hasta Pablo se hizo una con ella. Días mas tarde Boris imprimió copia y las tuvo que dedicar de su puño y letra como si fuera una especie de puta agradecida.

Por desgracia no pudieron quedarse a ver la puesta de sol. Querían volver a visitar a Raúl en el hospital para dar apariencia de normalidad. Así que volvieron a puerto. Allí tenían esperando uno de los coches de Goran. Otro todo terreno de nueve plazas. Se libró de otro viaje en autobús y de otro manoseo en grupo.

Una vez en el coche, con cristales tintados en la parte de atrás, Pablo se sentó y se sacó la polla. “Venga… que hace rato que no te tragas una polla. Lo vas a echar en falta”

Otra vez le dio un ataque de vergüenza. Después de todo lo que había hecho… bueno… en realidad ella no había hecho casi nada. Se lo habían hecho a ella. Pero arrodillarse en ese coche, con Mirko y Goran mirándola para darle una mamada a su hombre… poco importaba. En seguida se arrodilló y empezó a darle una de las mamadas que tanto le gustaban a Pablo. Siendo ella misma la que se la metiese hasta la garganta una y otra vez. La vuelta fue más rápida que a la ida y en quince minutos llegaron al hospital. Pablo aun no se había corrido. “Esperad un poco que le lleno la boca de leche a mi puta”

Efectivamente poco después se corrió en la boca de Merche. Algo que no solía hacer pues normalmente se le corría en la garganta y que sorprendió un poco a Merche. “Y no te lo tragues aun”

Merche extrañada mantenía ese licor algo dulce, algo alcalino en su boca esperando instrucciones. “No quiero que te lo tragues hasta que estemos en la habitación de Raúl”

“Joder… que carbón que eres. Que mala leche” se rió Goran.

“Para leche la que lleva en la boca” se rió Mirko.

Salieron del coche para dirigirse al hospital. Merche veía alguna cara extrañada de verla con los mofletes inflados pero nadie podía imaginar lo que llevaba en ellos. Entraron el la habitación de Raúl que estaba de pie. “Cariño” y se abalanzó hacia su novia a la que le dio un beso. Merche se tragó el semen de Pablo justo un momento antes de que la lengua de Raúl entrara en su boca. Los cuatro hombres reprimieron unas risitas. “¿Que tal te los ha pasado?”

“Nosotros nos lo hemos pasado muy bien pero porque estamos acostumbrados a las marejadas” le cortó Goran. “Tu chica no tanto. Ha terminado muy zarandeada en el barco. Parece que una tormenta cambio de rumbo y nos pilló por sorpresa. Pero no te preocupes. Que hemos cuidado de tu chica como se merece”

‘Si. Como una puta de usar y tirar’ pensó Merche pero ayudó mantener el bulo. “Si Pichurri…ha sido… duro… pero al final del día el tiempo a mejorado y me lo he pasado… bien”

“Si, Dijo Pablo. La pobre Merche ha estado arriba y abajo, adelante y atrás, durante la marejada. Se ha dado unos cuantos golpes me temo. La pobre ha terminado atada en el camarote mientras nosotros nos encargábamos de ella”

“Vaya cariño… como lo siento… ¿Pero al final del día al menos te lo has pasado bien?”

Debía reconocer que si. Que las últimas horas habían sido unas vacaciones paradisíacas. Incluso con los rapiditos. Se sintió un poco culpable al pensar que le hubiera gustado que alguno de esos rapiditos, los de Pablo, le hubiera gustado que le hubiera sacado algún orgasmo. “Si. La tarde ha sido… estupenda”

Siguió algo de charla intrascendental. Raúl insistía que se sentía bien pero el medico no le dejaba irse. Algo sobre que las borracheras de vodka pueden tener efectos secundarios a largo plazo. Así que hasta mañana por la tarde no podría irse del hospital. Pero insistió otra vez en no aguar las vacaciones a su chica y que mañana por la mañana se lo pasaran bien sin él.

El resto del día fue tranquilo. Fueron a casa. Se cambiaron. Pablo escogió para Merche una ropa muy sugerente. Tanga sexy, falda muy corta, tacones altos, blusa escotada semitransparente y ningún sujetador. Salieron a cenar y Merche veía como muchas miradas se clavaban en ella. También noto algunas miradas que no se había percatado antes. No sabría decir si de respeto o miedo hacia Goran y los suyos. Pero por lo demás fue una velada tranquila. Fueron a cenar a un lujoso restaurante. Se veía que Goran y los suyos no tenían problema con el dinero. Lo malo era cuando hablaban delante de ella de lo que había pasado en la mañana en el autobús y en el barco. Tratándola de puta, guarra y cualquier cosa más baja que se les ocurriese. Cuando el tema salía Merche aguantaba los comentarios con sonrisas corteses. Todo parecía tan… normal.

Después de copas por algunos de los pubs de la ciudad. Algunos vodkas y cervezas y Pablo terminó llevándola a algún rincón y empezó a besarla y manosearla sin ningún pudor. Le subía la falda y dejaba al descubierto sus nalgas. O le metía la mano en la blusa y accedía a sus pechos libres de sujetador. Cualquiera podría verlos y Merche estaba avergonzada. Pablo parecía ni inmutarse. La impunidad con la que actuaban le sorprendía a Merche. “¿A mi no me das un beso, calienta pollas?” o algún que otro comentario así salían esporádicamente durante la noche. Merche tenía que ofrecerse a quien se lo estuviera pidiendo de sus tres anfitriones y responderle el beso que siempre iba asociado a algún tipo de manoseo publico. Abrir la blusa y manosear sus tetas o meter la mano bajo su falda hasta alcanzar el interior de su tanga. En todos los pubs que estuvieron pudieron verla enrollarse con los cuatro hombres, aunque principalmente con Pablo.

Volvieron pronto a casa. Como a las dos de la mañana. Básicamente cuando Pablo dijo “Me gustaría irme a casa. Esta calientapollas me ha puesto cachondo y quiero tirarme a mi puta privada”

Esa noche volvió a dormir con Pablo pero primero se la tiró mientras Goran, Boris y Mirko seguían con una breve  fiesta particular.  Fue rudo y violento como suele ser pero lejos de la tortura de la mañana. Pero lo que le mortificó es que Pablo había dejado la puerta abierta del dormitorio. Aunque le había pedido que la cerrara este le había contestado “Quiero que te oigan gemir. Que se pongan cachondos para mañana” Y antes de dormir por dos veces la hizo gemir como una perra y puedo oír luego los comentarios de vuelta de sus anfitriones desde el salón “Revienta a esa perra” “¿Es que nunca se cansa de que le claven pollas?” ”Gritas como una perra en celo” Por un lado avergonzada por otro satisfecha de los orgasmos que en la tarde le habían negado y sobre todo, dormir abrazado a su hombre era un sueño hecho realidad.

 


 

Era de mañana. Como las diez. El sol entraba por la ventana y Pablo estaba frente a ella mirando al exterior. Merche desnuda se acercó por la espalda y lo abrazo “Buenos días amor mío”

“Buenos días putita mía. ¿Has dormido bien?”

“Como si ayer me hubieran dado dos orgasmos antes de dormir”

“Van a tener razón cuando dicen que eres una guarra. Me encanta eso” Y otra vez se sonrojó. Llevaba ya un día sonrojándose a dos por tres.

“¿Qué miras?” y asomo la cabeza. La casa de Boris estaba rodeada por un jardín. Allí estaba correteando Danko, el pastor alemán de Boris. “Bonito perro”

“¿Te gusta?”

“Me encantan los perros. Y los pastores alemanes son preciosos… ¿Por qué me miras así?”

“Esta bien que te guste Danko porque esta mañana vais a ser muy amigos”

“¿Muy amigos? ¿A que te refieres?”

Pablo no contestó. Solo la miró con una sonrisa sardónica. A Merche le costó pero al final algo pilló la indirecta. También lo había leído en foros. Su cara reflejo la sorpresa y luego la preocupación.

“Pablo… por favor… no creo que pueda…”

“¿No has dicho que te gustaban los perros?” Pablo se estaba divirtiendo torturándola.

“Si. Pero no así. No… por favor… n…” Merche fue callándose así como veía la cara de decepción de Pablo. Volvió a mirar por al ventana. Era un bonito perro pero no para eso. Había leído testimonios de mujeres que decía que le gustaba pero nunca se había imaginado llegar a algo así.

Pablo se dio la vuelta y mientras se iba dijo “Bueno… les diré que no va a ser”

Merche estaba destrozada. Le había fallado a su hombre. No sabía que hacer. Y aun quedaban cinco días que Pablo iba a tener que aguantar las mofas de sus amigos porque ella no había sido capaz de….

“Átame”

Pablo se dio la vuelta. “¿Qué?”

“No soy capaz pero si me atas, como en el velero, no podré resistirme. Y tus amigos no tiene porque saber que…” bajo la voz entristecida “…te he fallado”

Pablo se acercó y la besó. “Si te dejas atar y follar por Danko no me habrás fallado. Habrás llegado más allá de lo que esperaba de ti. Gracias” y salió para avisar al resto. Esa mañana el espectáculo continuaba como se esperaba con un pequeño cambio.

Merche miró sobre la silla. Había algo de ropa preparada. Iban a vestirse sexy incluso para ser follada por un… perro. Un corsé de cuero que no cubría los pechos. Zapatos de tacón. Y un cinturón de perro. Que apropiado.

Salió vestida de esa guisa para encontrar a todos los demás vestidos de forma casual. “¿De verdad?” Le preguntó Mirko “Pedazo de perra. Esto tengo que verlo. No creo que lo hagas. Seguro que te rajas”

Boris había sacado una estructura de madera. Era una especia de banco acolchado, con argollas en varios sitios, y algunas zonas móviles que permitan darle varias posturas. “Esto servirá”

La cara perpleja de Merche lo decía todo. Así que Boris le instruyó.  “Ponte a cuatro patas sobre el banco... vamos...” se rió “…como una perra“

Merche obedeció. Ese banco estaba pensado para inmovilizar a una persona. Uno de los lados tenía el borde redondeado para que pudiera apoyarse una barbilla. Además de argollas donde sujetar un collar como el que llevaba Merche. Con esposas la inmovilizaron a las patas de tal forma que sus piernas estaban ligeramente entreabiertas. Estaba totalmente inmovilizada. Hace quince minutos que se había despertado y ya estaba lista para ser follada… pero por un perro.

Boris fue a buscar su perro Danko. Lo había llamado así por una antigua película de Schwarzenegger. El resto cogió sillas y se puso alrededor de Merche para ver el espectáculo. Con cervezas y vodkas. Merche esperaba en silencio pero podía ver que los pantalones ocultaban unos crecientes bultos. Otra vez se estaban excitando con ella y otra vez se sintió extrañamente orgullosa.

Pronto oyó unos ladridos acompañando a Boris. “Aquí llega el afortunado”. El perro, un precioso pastor alemán, ya estaba olfateando su entrepierna. Merche notaba su calido aliento resoplando en su rajita. Cerró los ojos y intento pensar en otra cosa… sin éxito. Aunque no lo vio Boris le puso unas manoplas a cada una de la patas de Danko. Esto empezó a poner frenético al perro. Desde luego que Merche no era la primera humana de Danko y al final había adquirido un reflejo de Paulov cada vez que su amo le ponía esas manoplas.

Sin apenas indicaciones en unos segundos Merche pudo sentir como Danko lamía repetidamente su rajita. El cabrón sabía lo que hacia. Pero no parecía muy interesado en el juego previo. Apenas un rato después saltaba sobre ella. Siguió con los ojos cerrados que era lo único que podía controlar. El perro movía su cadera a trompicones y notaba como una punta dura, la del miembro de Danko, le golpeaba en la entrepierna buscando torpemente la entrada a su cuerpo. Merche quería decir que no, que parara, con todas sus fuerzas pero cuando estaba a punto de rendirse y pedir que pararan noto como Danko acertó con su rajita y un feroz impulso la llenó con ese miembro que jamás había imaginado que iba a violarla algún día.

Los perros no son precisamente delicados. Tan pronto Danko noto que había acertado sus caderas empezaron a moverse rápidamente y a follarse a la pobre Merche. Lo que sentía era un miembro robusto que la llenaba por completo. Notaba como las pelotas de Danko golpeaban la entrada de su rajita una y otra vez con fuerza.

Los espectadores empezaron a aplaudir. “Menuda perra tienes Pablo. Increíble” Los cuatro hombres hacían comentarios sobre el vigor de Danko o lo guarra que era Merche mientras saboreaban sus bebidas. Merche solo aguantaba allí, a que ese amante canino disfrutara con su cuerpo. Pablo aprovecho para llamar a Raúl.

“Hola amigo. ¿Como estás?”

“Tranquilo. Nos han dicho que a la hora de visitas, dentro de unas horas, podemos ir  a buscarte”

“Esta aquí. Jugando con Danko, el perro de Boris. Se han hecho muy amigos” mientras dirigía una sonrisa malvada a sus amigos.

“Claro” y le puso el teléfono en la oreja a Merche

“¿Pi… Pichurri?”

“Hola cariño. ¿Cómo estás? ¿Te lo pasas bien con Danko? Tal vez debería comprarme un perro”

“N… no no… que es mucho… esfuerzo”

“Pero bueno… si te hace feliz yo encantado” Raúl se desvivía por Merche.

“No te preocupes. ¿E… estás bien?”

“Yo si… pero tu pareces como entrecortada”

Merche no creía lo que iba a decir para disimular “Es Danko. Que esta… jugando conmigo. Tirándose encima… y me cuesta concentrarme con los… empujones” El resto de los hombres de la habitación reprimieron una risa al oír como Merche acaba de decir a su novio que un Perro se la estaba ‘tirando’.

“Bueno. Lo que tú quieras cariño. Todo lo que tú quieras. Oye, llega el desayuno. Te espero pronto Cariño. Te quiero”

“Adiós… Pichurri”

Colgaron el teléfono. “¿Así que Danko se te esta ‘tirando’ y se te esta ‘empujando’? jajajajaja. Porque no le has dicho directamente que se te esta follando. Te ha faltado poquísimo”. Seguía sonrojada mientras aguantaba esas burlas.

Se sorprendió mucho al ver entrar a otra persona. Era una chica de unos veintipocos. Rubia de pelo largo y liso. Ojos azules  y delgada. Una típica eslava. Iba vestida con una imitación de vestido de doncella francesa de los que venden en las tiendas eróticas. Toda la tela era semitransparente. La falda extremadamente corta en negro con encaje blanco en el borde dejaba adivinar un diminuto tanga negro así como un ligero que sujetaba unas medias a mitad de muslo que en una de las piernas además llevaba una liga blanca. El cuerpo tenía el pecho de encaje blanco transparente con el resto de tela a los lados y detrás negra. Bajo el pecho blanco se veía que no tenía sujetador. La cabeza coronada por una cofia blanca. Los zapatos de tacón alto que no falten en un vestido así.

Le dijo algo a Boris divertida mientras la miraba. Otra vez sitio el rubor cubrir sus mejillas. Boris le comentó algo señalando a Pablo y esta le dedicó un saludo lanzándole un besito. ‘Maldita guarra’ pensó Merche olvidando por un momento su situación molesta por el flirteo de esa rubia con su hombre. Dijo algo más al resto de la gente y se fue de la habitación.

Danko tenía su energía. Merche solo deseaba que acabara ya. Ya había cumplido quería que eso terminara. Miro implorante a Pablo. Este vocalizo una palabra. ‘Gracias’. Merche se relajó al entenderla y le dedicó una sentida sonrisa. Pero relajarse no fue una buena idea. Ahora que no estaba tensa, justo además cuado el pene de su amante empezaba a crecer aun más, algo que anunciaba un inminente orgasmo Merche empezó a sentir placer. No podía creérselo. Hasta los perros podían hacerla gemir. No. No quería gemir por un perro delante de todos estos hombres. No. Eso seria la mayor de las vergüenzas.

Pero  eso no es algo que puedas controlar. Merche soltó un gemido de placer que sorprendió a todos. Pronto oyó un coro de risas mientras seguía soltando gemidos de placer. Danko, de alguna forma, tal vez por al experiencia montando a otras humanas, entendió lo que estaba ocurriendo y aun se puso más cachondo acelerando aun más su ritmo. Esto hizo que sus gemidos aumentaran aun más. Empezó a gemir en alto de puro placer. La chica del vestido de doncella apareció corriendo al oír los gemidos. Llevaba en las manos, enguantadas por guantes de goma, una bayeta y un spray de limpieza. Se puso junto a Boris mirando a Merche y le comentó algo. En la conversación entre ambos surgieron varias risas. “Yulia dice que tu chica no puede negar que es una verdadera perra si Danko la esta haciendo gemir así” Algo lo que todos corearon con risas.

Merche volvió anotar el rubor subir a sus mejillas. Ya no sabía cuantas veces se había sentido tan avergonzada desde que aterrizó en Georgia. Pero esa sensación solo duró un instante. En ese momento tuvo una epifanía. Y todo rastro de rubor desapareció de golpe.

Merche empezó a gritar de placer sin pudor al llegar al orgasmo. Algo que excito tanto a Danko que también el mismo terminó. En mitad del gemido del orgasmo Merche soltó un ‘AHHHH’ entre sorprendida y asustada. Era el nudo de Danko. Algo redondo como una manzana pequeña entró en la vagina de Merche. Aun con la mente nublada por el orgasmo sintió como tanto el pene como esa bola crecían en su interior hasta llenarla por completo. Como un consolador inflable. Al mismo tiempo notaba como una manguera la estaba llenando por completo con un líquido viscoso y bastante más caliente que el semen humano. Los perros eyaculan mucha más cantidad que los hombres y cuando lo hacen taponan la salida con su nudo y llenan toda la vagina haciendo crecer su pene. Merche sentía como ese pene pulsaba soltando chorro tras chorro. Se sentía llena. Llena de semen, Llena de polla. No entendía como tanto el pene como el nudo aun estaban creciendo más en su interior y pensaba que la iban a romper. Por suerte la vagina es capaz de aguantar volúmenes muy grandes. Pero cada uno de esos espasmos del pene que crecía y eyaculaba ayudaban a alargar su propio orgasmo. Y con ellos sus gemidos de placer para deleite de sus espectadores.

“Impresionante. No podía imaginarme el final. Cesar, tus vestales son impresionantes” dijo Mirko. Boris le dijo algo a Yulia que se fue.

Merche, sudorosa y satisfecha miró a Pablo. Al que vio tanto sorprendido como impresionado. Este le hizo un gesto con el pulgar hacia arriba.

No acabó allí. Danko se giró y durante quince minutos siguió enlazado a ella. Dándole algún momento de placer cuando su polla temblaba y eyaculaba un poco más. Mientras tanto todos los hombres fueron desnudándose mientras hacían comentarios denigrantes sobre lo que acababan de presenciar. Al rato volvió Yulia con una bayeta más grande y un pequeño cubo con agua. Después de quince minutos Danko quedó satisfecho. Su pene y su bola disminuyeron y liberaron a Merche. Merche noto como una buena cantidad de líquido caía de su coño ahora que se liberaba. Como si seis hombres se hubieran corrido en él sin dejar caer una gota.

Cuando Danko liberó a Merche Boris lo sacó al jardín, satisfecho. Yulia empezó a limpiar la mancha de semen del perro que goteaba bajo el coño de Merche. Y Pablo y Goran la desataron solo para darle la vuelta sobre el arnés de madera y volver a inmovilizarla. El hueco que le había permitido apoyar cómodamente la barbilla ahora le permitía echar la cabeza hacia atrás. “Será guarra. Con esos chillidos nos has puesto cachondos a todos. No nos vamos a por Raúl sin haber follado antes bien a gusto. Joder. Nos las has puesto bien duras”

Tan pronto como la inmovilizaron Merche sintió como una lengua lamía el interior de sus muslos. Limpiando los restos del esperma de Danko. Como pudo miró a ver quien era. Era Yulia quien, con mucha habilidad, iba limpiando el interior de sus muslos de cualquier resto. Era la primera vez que alguien le hacia sexo oral. Pablo jamás en al vida le hizo un cunnilingulis a ninguna mujer. Estaba sorprendida pero no avergonzada. Ya no. Yulia era muy diestra y tan pronto acabó con los muslos pasó a limpiar su rajita. La lengua de Yulia subía y bajaba limpiando cualquier resto. Al final, como un colibrí, Yulia metió su lengua en la rajita en busca de cualquier resto más. Al final se levantó y metió dos dedos. Merche pudo sentir como rebanaba con ellos las paredes de su vagina para luego sacarlos y metérselos en la boca mientras la miraba con una sonrisa divertida. Para acabar, con una esponja y agua volvió a limpiarla. Merche se dio cuenta que todo ese trabajo de lengua había sido totalmente gratuito. Lo que no sabía era que Boris se lo había ordenado.

“No íbamos a meterla en tu coño después de haber pasado Danko sin limpiarla. Ahora si que no puedes negar que eres una perra” Era Boris que volvía de dejar a Danko fuera.

El primero fue Mirko esta vez. Se puso entre sus piernas y le metió la polla a gusto. Tampoco puedo decir mucho porque Pablo le echó la cabeza hacia atrás. La oquedad permitía que su cabeza quedara perfecta para que le follaran la garganta. Una vez asegurada Pablo pudo disfrutar de esa garganta. Merche estaba muy relajada. Se dejó hacer y enseguida entre los ahogados sonidos que producía cuando su garganta no estaba taponada se podían adivinar gemidos de placer. Aun excitada por el breve cunnilingulis que Yulia le había regalado Merche no tardo en correrse, aun antes de que acabara Mirko. Tan pronto acabó Mirko, aun con Pablo en su garganta, pudo sentir otra vez el trabajo de Yulia, limpiando su coño con su hábil lengua, metiéndole la lengua hasta el fondo en busca de cualquier rastro de semen. Cuando acabó Pablo sacó su polla antes de correrse y le llenó la cara de semen. Algo que extrañó a Merche. Pablo casi siempre se corría en su garganta o en su boca. Pronto compendio porque. A base de besitos y lametones Yulia le limpio toda la cara antes de que llegara el siguiente siempre acabando con un profundo beso plagado del sabor del semen que acababa de limpiarle. Y acabó la limpieza con un profundo y afectuoso beso en el que Merche podía sentir el sabor semidulce del semen de Pablo en la lengua de Yulia. No tardo mucho Goran en sustituir a Pablo con esa boquita indefensa. Y así se fueron turnando. Hasta que cada uno puedo llenarle una vez tanto el coño y como la boca de semen. Y con Yulia limpiando su coñito y su cara entre cada follada con sus habilidades especiales. El último fue Goran. Pero con su obsesión por los culitos prefirió cambiar. Liberó las ataduras de sus pies y se subió sus piernas hasta los hombros. Con certeza apunto su miembro y sin remisión empalo el ano de Merche que apenas pudo dar un respingo bien sujeta por el poderoso hombre. En esa postura Goran estuvo disfrutando de Merche que tenía la cara libre para variar. Pero por poco tiempo. Boris le dijo algo a Yulia que esta reacciono con una sonrisa. Se quitó las bragas y se sentó sobre la cara de una sorprendida  Merche.

“Tu primer coño, Merche. A ver que tal se te da” le dijo Pablo.

Yulia le cogió de la cabeza a Merche. El banco era cómodo para tener la cabeza hacia atrás pero para mantenerla levantada  no tanto. Yulia lo sabía bien. Y acercó su rajita a la boca de Merche. Esta le costaba pensar sufriendo la violación anal del monstruo que tenía Goran entre las piernas pero intento devolverle a Yulia lo que le había hecho hace un momento. Al poco de empezar Yulia dijo algo que levantó las risas de los anfitriones. “Dice que si que debes de ser una perra porque lames como una. Solo das lengüetazas”. Era la primera vez que lamía el coño de una mujer. Es normal que fuera torpe. Pero intento recordar lo que Yulia le había hecho y lo repitió. Eso y con algo más de sentido común terminó haciendo un trabajo aceptable que reconoció Yulia. “Vaya… Yulia dice que eres una perra que aprende rápido” Lo de perra era una invención de Boris.

Yulia, la chica para todo de Boris (y cuando se dice todo se refiere todo. Desde limpiar la casa a abrirse de piernas acorde a los gusto de Boris y sus invitados.) En ningún momento le faltó el respeto a Merche ni pensó que lo que hiciera estaba mal. Ella misma había tenido que hacer lo mismo y cosas peores. Pero ya sabía lo que le esperaba cuando acepto el trabajo. Entre las escort de alto standing los puestos de ‘doncella’ de Goran y Boris eran codiciados. Dos horas de trabajo de limpieza al día más todos los servicios sexuales que te pidieran, lo cual solía ser cinco o seis veces por semana. Ganaban tres veces más al mes y trabajaban diez veces menos. Además de saber que nadie en Georgia se metería con una de las ’posesiones’ de Goran o Boris. Eso si, sabían que los gustos de ambos eran extremos y que dos o tres veces al mes terminaban destrozadas. Pero valía la pena. Mirko tuvo una que le duró una semana y ya no volvió a tener ninguna más. Ese si que era un puesto que ninguna quería.

Así estuvo un rato Merche. Con el coño de Yulia sentado sobre su cara mientras iba mejorando en sus habilidades como lamecoños hasta que Goran acabó llenándole el culo de semen por última vez… de momento.

Epilogo

Una ducha rápida, un vestido más conservador que los últimos que había usado y salió rápida al salón. Solo Boris estaba allí. Estaba viendo parte del video del barco donde Merche había sido llevaba al extremo físico. “Ah! Nuestra puta protagonista de nuestro ultimo video. ¿Quieres verlo?” Merche contestó con un “Si” que en parte sorprendió a Boris por el tono de rotundidad con el que lo pronuncio. 

“Vale. Pero de rodillas y doblada sobre la mesa del salón”

Merche miraba impresionada las imágenes mientras se ponía en la postura que Boris le había demandado. Había visto cosas similares en videos pornos y siempre había pensado que la chica debía haber pasado un infierno. Ahora lo sabia de primera mano.

Noto como Boris se ponía de rodillas detrás de ella y le subía la falda. Antes aun que Boris dijera nada Merche uso una de sus manos para apartar la tela de su braguita dejándole acceso a su coño. Todo sin dejar de mirar el video. Boris se sorprendió un poco de esa iniciativa pero no dudó en aprovechar lo que le ofrecía. Con facilidad tiró del pelo de Merche y empalo su polla en el coño descubierto. “Mira lo puta que eres. Ahora viene cuando acabas con dos pollas en el coño, un butt plug en el culo y otra polla en la garganta”

Merche apenas le oía, concentrada en el video, pero era cierto. Era uno de los momentos más duros del barco. Y lo había resistido. Durante unos quince minutos Merche vio el video mientras Boris la follaba desde detrás haciéndole comentarios denigrantes. Poco importaba. Merche estaba sorprendida por su resistencia. Le había dando con fuerza. Mucha. Y lo había resistido todo.

Boris acabo y le dio una palmadita en el culo mientras le decía “Buena ‘perra’ a modo de felicitación. El resto de la gente había ido llegando al salón y cuando Boris liberó a Merche, Mirko le sustituyó. Así paso como una hora viendo el video de su primer gangbang antes de que tuvieran que irse a buscar a su novio. Cuando dijeron de irse Merche les sorprendió con una petición.

“Boris. ¿Podrías pasarme una copia?”

Este miró a Pablo. Que hubiera videos de Goran y los suyos en manos de gente que no es de confianza no era algo que les gustase. Pablo contestó a Merche totalmente extrañado por al petición “Yo tendré una copia por si quieres… volver a verla”


 

Merche tenía un maremagnum en su cabeza que tenía que ordenar. Había tenido una revelación y una epifanía. Pero ahora tenía que tomar una decisión.

Fueron a buscar a Raúl que ya estaba perfecto dado que nunca había hecho falta ingresarlo y empezaron las vacaciones con él.

Ese primer día algo de visitas turísticas a algunos museos. Nada espectacular pero si exótico. Merche no sufrió ningún abuso más en todo el día.

Al llegar la noche Merche ya durmió en su habitación. Esta vez con el cornudo de su novio. Cuando se desnudo parcialmente mostró varios moratones producidos durante el día anterior. La sesión en la que había sido la puta gratuita de Danko no le había dejado marcas. Había sido más dura mental que físicamente.

“Vaya… la marejada esa fue dura. Estás llenas de moratones”

“Ya lo creo”

“Espera…” se fue a su equipaje y sacó sonriente, mostrándolo en alto como si fuera un presentador de un anuncio, un bote. “Aloe vera con Rosa Mosqueta. Lo metí en la maleta por si te hacia falta por el tema de tu propensión a los moratones”

“Gracias Pichurri” Y se acercó para darle un beso en la mejilla. Cada vez se sentía más culpable. Al principio había usado a Raúl para estar con Pablo. Pero con el tiempo, viendo lo cariñoso que era Raúl con ella, que la cuidaba y se desvivía por darle todo lo que quería había acabando apreciándolo. Queriéndolo.

No como a Pablo. Sabía que de Pablo estaba enamorada. Su primer amor. Eso no se desvanece. Pero a Raúl lo quería. Había llegado a un punto en el que cuando hacia algo público con Pablo ya no solo le preocupa que le pudiera pasar a ella… sino que pasaría si Raúl se enterase.

En el sexo era bastante normalito y más si lo comparas con Pablo. Los peores momentos de Pablo eran mejores que los mejores momentos de Raúl.

“Ven aquí cariño. Túmbate” Y Raúl pasó a cubrirle con cuidado y delicadeza todos y cada uno de los moretones con las crema reparadora. Era dulce, cariñoso…

Esa noche Merche no durmió. Abrazada a Raúl pensando en la revelación que había tenido y intentando ordenar sus ideas. Le estaba costando entender lo que había… ¿Sentido? ¿Averiguado? ¿Revelado?

Pasaron los días de las vacaciones. Aun se las arreglaron para pillar a solas a Merche y abusar de ella varias veces. Convencieron a Raúl en hacer parapente y que él fuera el primero en tirarse. Merche fue la última y en el intervalo tuvo tiempo de recibir un par de cargas de semen en su cuerpo. Un par de noches salieron de copas. Se encargaron de que la de Raúl estuviera siempre llena. Después de tres vodkas ya no se dio cuenta que cada vez que Merche iba al baño, que fueron varias veces, o Pablo o alguno de sus anfitriones iba también. Después de cada viaje al baño Merche volvía algo más desaliñada pero la borrachera de Raúl le impidió darse cuenta. En un momento dado Boris hasta hizo alarde detrás de Raúl de haberse quedado con las bragas de Merche que ondeo como una bandera a la vista de todos menos de Raúl. Esas mismas noches aprovecharon para sedarlo con unos somníferos de efecto lento pero profundo que le consiguió el medico amigo de Goran. Así esas dos noches pudieron follarse a la gusto. Al día siguiente Pablo tenía resaca pero al ver todos con ojeras pensó que no era el único. En realidad tenían ojeras porque se habían estado follando a su novia hasta la madrugada. Pablo se llevó un bote entero de esos somníferos sabiendo que le daría buen uso. El penúltimo día que iban a un parque natural Merche dijo que estaba muy cansada y se quedó con Boris y Goran mientras Raúl, Pablo y Mirko se fueron. Por supuesto que fue un ardid para que se la pudieran tirar no una sino muchas veces más.

También un día Pablo se ‘sintió indispuesto’. Esa mañana se quedó solo en casa de Boris y pudo disfrutar de Yulia a gusto. Yulia sabía que no podía negarse a cualquier proposición de los amigos de Boris. Estaba en su ‘contrato’. Así que Pablo no terminó nada decepcionado con ese cambio en el menú. Cuando tratas a las mujeres como objetos sexuales el idioma no es necesariamente un problema.

 


 

El día que se quedó a solas con Goran y Boris, además de ser convenientemente usada, les contó algunas cosas. Había tenido una revelación y  tenía que hacer unos cambios en su vida. Por Internet había descubierto la leyenda de ‘Cesar’. Algo que había oído tanto en el salón de tatuaje como unos días antes mientras Danko se la follaba. Terminó atando cabos y llego a la conclusión de que la persona a la que llamaban ‘Cesar’ que firmaba con el nick de ‘HijoAmoroso’ era Pablo. Era el nick que usaba Pablo desde los quince años. Lo había mantenido fiel a su creencia que no importa como te llaman sino ser lo que eres.

Un trabajo impresionante para alguien que tenía fama de tener pocas luces. O tal vez sencillamente era su inseguridad la que la había echo parecer tonta. Merche acabó haciéndose un cuadro completo y correcto de Pablo, de algunas de sus aventuras, de sus otras esclavas…

Les pido ayuda para hacer lo que tenía en mente y se la ofrecieron encantados. Aunque Goran le pidió un precio muy alto.

 


Pablo estaba preocupado. Al día siguiente por la tarde volvían a España. Y esa misma noche volvían de dejar a Raúl en el hospital otra vez. Otra supuesta borrachera… pero esta no la había preparado él. Pablo había preparado todas las vacaciones al detalle. Para poder disfrutar de Merche el mayor tiempo posible si que Raúl llegase a sospechar. Esta ‘borrachera’ no la esperaba y se preguntaba si podía fiarse de Goran. Habían dejado a Merche sola en casa de Boris mientras los cuatro llevaban a Raúl al hospital. Empezaba a preocuparle que a Merche le hubiera pasado algo. Iba a ser complicado de explicar.

Pablo era precavido. Se fiaba de Goran en un 99% pero aun así tomó sus precauciones antes de ir a Georgia. Llevaba una copia de un dossier en una memoria USB que incriminaba a Goran lo suficiente como para volverle una persona publica. Algo que seguro no quería. Siempre podía amenazarle con que el original, escondido en España, podía hacerse publico si algo le pasaba. Pero si abría esa caja de Pandora sabia que todo se descontrolaría y no sabía como podría acabar.

Cuando llegaron a casa se encontraron a Merche con Yulia. Merche llevaba ‘ropa de trabajo’ Un corsé donde predominaba los colores lilas, de media copa que dejaba más de la mitad de los pechos de Merche al descubierto. El propio corsé hacia de ligero y unas medias a juego llegaban hasta mitad de sus muslos. Tenía distintos detalles de encaje negro. La braguita, minúscula, era un triangulo lila con un lacito negro y apenas unos hilos negros para mantenerla en su sitio. Llevaba puesta unas pinzas que a Pablo le gustaban muchos. Unas pinzas en los pezones unidas por una cadena. A Pablo le encantaba tirar de la cadena que las unía cuando llegaba al orgasmo.

Yulia también estaba provocadora. Una braguitas blancas con detalles rosas sobre la que iba una faldita de rejilla semitransparente a juego en blanco y rosa. La falda y la braguita eran una misma pieza conjunta.  Llevaba una blusa blanca anudada sin ningún botón abrochado que dejaba ver un bonito escote y tan ajustaba que marcaba sus pezones, claramente libres de ningún sujetador. Para las medias había escogido unas que le llegaban por debajo de las rodillas y unos zapatos de niña. El pelo lo llevaba en dos coletas. Todo le daba un aire de puta colegiala. Llevaba algo en las manos. Un collar de cuero.

Pablo estaba sorprendido. “Pasa y siéntate” le dijo un cordial Goran. Aun llegó a preguntar antes de sentarse “¿Qué pasa aquí?”

Cuando todos se sentaron Merche, seguida de Yulia se acercó a Pablo.

“Pablo… Estoy cansada”

Pablo hizo un ademán de decir algo pero Merche le cortó.

“No...Por favor. Me va a costar decir todo esto. Déjame hacerlo. Por favor”

“Estoy cansada”

“Cansada de sentirme culpable cada vez que tengo un orgasmo, Cansada de avergonzarme cuando me siento deseada, Cansada de decirme a mi misma que lo hago por ti”

“Te quiero. Estoy enamorada de ti pero ya va siendo hora que lo admita”

“Me vuelvo loca cuando llego al orgasmo, venga de donde venga. Me sube el ego cuando una manada de hombres me rodea ansiosa por follarme, me excita todos esos juegos sexual en los que me fuerzas a participar, me asombra los limites de mi propio cuerpo”

“Ya va siendo hora que lo admita. Me gusta ser tu esclava sexual. No sé si es porque es el único sexo que he conocido, por como me ha obsesionado todos los foros de BDSM que he visitado o si sencillamente siempre he sido así y no lo sabía”

“Y ya va siendo hora que lo admita y empiece a disfrutarlo. No veo porque he de sentirme culpable por disfrutar como disfruto. En menos de una semana he tenido más de veinte orgasmos. Muchas mujeres no tienen veinte orgasmos en su vida y yo los he tenido en los días que he estado aquí”

“Y sé que no me quieres. Pero me da igual. Porque sé que me deseas. ¡Oh Cesar! Si. Sé que soy una de tus ‘vestales’. No quería creerlo desde que te oí al tatuador llamarte así. Pero después de que Mirko te llamara igual lo busque por Internet. Y es cierto. Eres una leyenda. Cuando dije que yo era tu esclava en uno de los chats algunos me acusaron de ser una puta en busca de atención por apuntar tan alto pero la mayoría de las mujeres decían que me tenían envidia. Eso me subió el ego”

“Y sé que no soy la única de tus ‘vestales’. Sospecho que sé quienes son las otras dos. Y aunque estoy sorprendida… no soy quien para juzgar a nadie. Yo acabo de decir que quiero ser tu esclava sexual. Y es algo que me costara pero tengo que aprender a convivir con el hecho de que no soy la única. Sé que en el foro me tenían envidia porque algunas de esas mujeres ya han pasado por tus manos y luego han contado maravillas de ti. Pero como fuera por lo que veo solo somos tres tus… juguetes permanentes. Ser una de ellas también me subió el ego. Algo tendré cuando sigues volviendo para… follarme una y otra vez”

“Sé que no me quieres pero me da igual. Ya no hace falta que disimules. Me das lo que quiero, lo que necesito. El cariño que no me das, Raúl de lo regala con creces. Aunque empezó siendo una excusa he aprendido a quererlo. Si. Quiero a Raúl. Me da algo que también necesito pero que tu no puedes darme.”

“Así que he decidido que voy a ser una egoísta. Quiero quedarme con los dos. No quiero perder esas maravillosas sensaciones que me das. Que no son solo de placer sino también de ego, aunque suene raro, aunque me trates como basura, de alguna forma me suben mi autoestima sintiéndome locamente deseada. Y no quiero perder sentir el cariño de alguien como Raúl”

“Así que solo te pido una cosa. Sé que no te la puedo exigir pero te la imploro”

“Seré todo lo que tu quieras que sea, haré todo lo que quieras que haga. Solo te pido que Raúl nunca se entere. No quiero hacerle daño y no quiero perderlo”

Merche le pidió a Yulia que le diera el collar de cuero el cual ofreció a Pablo.

“¿Quieres que sea tu esclava?”

Un Pablo gratamente sorprendido tomó el collar. Con una sincera sonrisa se lo puso alrededor del cuello en una parodia de enlace matrimonial mientras decía “Si, quiero” para luego darle un sincero beso

Merche le devolvió la sonrisa mientras todos aplaudían la ‘ceremonia’. Goran fue el primero en felicitar a la ‘novia’. “¿Sabes niña? Ahora lo digo de verdad. Pablo es un carbón con suerte por tenerte”.

“Gracias”

“Pero eso no significa que no vallamos a follarte hoy como si fueras una puta barata”

“No esperaba menos. Pero solo uno puede ser mi hombre. Y ese es Pablo. Podéis hacer lo que queráis si él me lo pide” Lo gracioso es que uno de los tres anfitriones en el futuro seria su hombre en vez de Pablo y la haría muy feliz.

Y Goran le dio un beso mientras le cogía del culo. Le susurró al oído “Guárdame un trocito de esto”

Tanto Mirko como Boris felicitaron a Merche. Estaba siendo una escena un poco rara, inesperada.

“Y bueno...” dijo Merche que estaba extrañamente segura de si misma “… como regalo...” dirigiéndose a Pablo “…me va a costar pero tengo que acostumbrarme a saber que estás con otras mujeres. Así que…” Se arrodilló delante de Pablo y empezó a sacarle el miembro “…voy a ponértela dura para que te puedas follar a Yulia delante de mí-Cuanto antes mejor” y enseguida empezó a darle una de esas mamadas al estilo que le gustan a pablo. Boris le dijo algo a Yulia y esta se le unió para darle a Pablo una mamada a dos bocas.

Tan pronto la polla de Pablo estuvo lista Yulia se tumbó en el sofá. La propia Merche apartó sus braguitas a un lado para descubrir un pubis coronado por un corto pelo rubio que apenas era perceptible. “Pablo… Por favor…Fóllatela” le pidió Merche. Su hombre se puso en posición y se encontró la mano de Merche, dispuesta a ser ella misma la que el guiase a la entrada de ese coñito georgiano. Con las dos manos libres Pablo cogió a Yulia por las caderas y se preparó. Antes se giró a Merche “Básame zorra. Quiero que me beses cuando la penetre” Merche obediente besó a Pablo y enseguida noto toda la fuerza en al entrada de Pablo en esa rajita rubia.

Merche aun se quedó un rato jugando con las pelotas de Pablo mientras este se follaba otra mujer. No era cómodo. Era de los más duro que le podía pedir. Ya sabía que cualquier otra cosa era capaz de hacerlo. Esto era una de las cosas que más le costaba. La otra eran los juegos donde Pablo casi la exponía públicamente. No tanto por al exposición sino por el peligro de que trascendiera y que Raúl terminara enterándose.

Boris trajo a Danko para intentar cubrir los más agujeros posibles. “Somos solo cuatro pollas para seis agujeros. Así que espero que Danko pueda ayudarnos” Pero no hubo problemas por las ‘pollas’. Tanto Merche como Yulia en algún momento terminaron con dildos strap-on follándose una a la otra para regocijo de los espectadores. Incitaron a las chicas a ser duras una con las otra, como si una estuviera violando a la otra. Fue una sorpresa ver que cuando le tocó a Merche disfruto mucho haciéndolo y mostró cierta faceta de dominatrix con las mujeres que en el futuro le dio a Pablo mucha diversión cuando quedaba con alguna esclava voluntaria del foro y se llevaba a Merche para acompañarle.

Desde luego que Goran tuvo su trocito de culo. Y Merche le dedicó algunos comentarios retándole a rompérselo mientras la enculaba. “Arggghh… No es para tanto carbón… OUCHHH…. Más duro que casi… aergghhh… casi no la siento… revientammmmm rompérmelo…” y a cada comentario Goran se ponía más frenético y embestía con más fuerza. Fue una de las sodomías más duras que tuvo que soportar Merche en su vida.

Cuando Goran terminó de encularla se dejó caer sobre ella. La mole casi la aplasta. Jadeando aun sin sacar su monstruosidad de su ano le susurró “Recuerda nuestra trato, zorra”

Merche solo asintió. La única condición que puso Merche al pago es que Pablo lo aprobase. El trato por la ayuda de Goran haba sido prometerle que si alguna vez tenía un hijo, antes de que cumpliera los dieciséis, dejaría a Goran que de alguna forma organizara que su propio hijo se la follara.