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SdM[7]: ¿Hasta donde puede caer una madre?

en No Consentido

Ya puedes imaginar la temática de este relato. Si no es tu gusto por favor, no lo leas y mucho menos lo valores. Gracias.

Como suelo hacer en vez de publicar por partes esta completo. Es largo. Cada capítulo está pensado para ser como una publicación.

Capítulo 1.- Conociendo al nuevo jefe.

Virginia acompañaba a su marido, Alfonso, a casa de su nuevo jefe. Le parecía un poco raro. Acababa de entrar en una nueva empresa y su marido le había dicho que, por lo visto el jefe solía invitar a su casa a cenar a los nuevos empleados. Virginia y Alfonso ya llevaban casados 16 años. Y tenían un hijo, Ismael, que en breve cumpliría los 15. A sus 35 años se había casado joven y aún se mantenía atractiva. Con el pelo liso en una media melena siempre teñido de caoba enmarcaba un bonito rostro de carnosos labios, naricita respingona y ojos verdes. Con su algo menos de metro setenta y cinco tenía unas tetas perfectas. Ni demasiado grandes y ni pequeñas. Y atendiendo al gimnasio regularmente tenía un trasero forjado con horas de stepping. Iba vestida recatadamente. Zapatos de tacón bajo, falda negra hasta la rodilla, un poco entubada, una blusa blanca que no permitía ver su sujetador. Cubierto además con una chaqueta corta a juego de la falda.

La casa estaba a las afueras. Un chalet amurallado daba prueba de la riqueza del nuevo jefe y dueño de la empresa. Un amplio y discreto jardín rodeaba la casa donde campaban un par de perros. Un pastor alemán y un gran danés.

El jefe, Arturo se llamaba, los recibió en la entrada. Un hombre que rondaba los cincuenta pero parecía incluso mayor por ser totalmente cano y cortarse el pelo al uno. Casi militar. De rasgos angulosos, mandíbula cuadrada y piel curtida, como si hubiera pasado muchas horas al mar o al sol.

Dentro la riqueza no era menor y Virginia descubrió que incluso tenían un servicio que fue el que les atendió durante la cena. Solo a los tres. Arturo se mostró muy amable, pero serio y a veces incluso arrogante le pareció Virginia. Les preguntó sobre ellos y casi se sintió interrogada. Pero como era el nuevo jefe ambos se guardaron sus reservas para ellos.

Al final de la cena Arturo despido al servicio pero les indico (a Virginia ya le parecía más bien que les ordenó) quedarse pues había preparado un espectáculo. Había contratado a Patrick Mindmaster. O ese era su nombre artístico. Un famoso hipnotizador que tenía un espectáculo en la ciudad. Virginia tenía una amiga que le contó que se sacó un dinero extra haciendo de falsa voluntaria en uno de sus espectáculos haciéndose pasar por hipnotizada. Vamos. Que el espectáculo era un fraude pero no por ello dejaba de ser divertido. Era curioso que su amiga había tenido un bebé nueve meses después y no sabía quién era el padre.

Patrick era un hombre bajito. Mediría como metro sesenta y cinco y era bastante delgado. Con una perilla muy fina y un pelo tan largo como la media melena de Virginia pero ondulado en vez de liso y de color castaño.

“Buenas noches respetable público” empezó Patrick con una sonrisa que a Virginia le asustó pero por educación no dijo nada. “Seguro que ya me conocen” dijo con una sonrisa y clara arrogancia “así que pasemos directamente al espectáculo” y sacó una moneda. “Por favor, no la pierdan de vista” y la hizo girar sobre una plataforma de plástico que tenía en la palma de su mano izquierda. Virginia no creía en el hipnotismo. Convencida como estaba Virginia que todo era un fraude, tuvo curiosidad por ver a donde iba el espectáculo.

Patrick paseaba la palma de la mano con la moneda girando y tintineando delante de la cara del matrimonio mientras les decía cosas con una voz baja, susurrante, monótona y que casi no se le entendía. “Cuando os golpee la frente estaréis hipnotizados y no os podréis mover. uno, dos…” y a cada uno les dio un golpe seco en la frente, con maestría lanzó la moneda por el aire para cogerla con su mano libre y soltó un “tachan” exagerado mientras hacía una pose.

‘Que risa’ pensó Virginia que no se atrevía a moverse por no chafarle el truco y le costaba no reírse cuando se dio cuenta… que no le costaba nada. No podía cambiar ni la mueca de su cara. Probó a moverse pero ni un milímetro varió su posición. Tanto Arturo como Patrick delante de ella la miraban. Patrick con una sonrisa malvada. Arturo más serio. Pero daba más miedo. Una imagen carente de sentimientos. “¿Lo de siempre?” preguntó Patrick. “Si. Ya tienes mucha habilidad con esa programación. Adelante”

Patrick tomó una silla y  se sentó ante Virginia. Aunque su petrificada cara no lo mostraba estaba horrorizada por la situación. Deseando gritar. “Bueno...” la voz de Patrick volvió a bajar, a ser un susurro monótono con el tono justo para poder ser entendido. “Lo tuyo es fácil. Vas a ser una mujer incapaz de decirle a nadie si has sido violada o abusada de alguna forma. A nadie excepto a las personas que luego te diré. No olvidarás lo ocurrido pero solo se lo podrás contar a una serie de personas…”

Salto con la silla hasta ponerse delante de Alfonso. “Y tu… si ves a tu mujer siendo violada o abusada, te parecerá normal y no solo no intervendrás, sino que ayudarás si te lo piden. Si te cuenta que la han violado te parecerá normal y no le darás importancia, si te dicen que es una puta te parecerá normal y no le darás importancia…” y siguió con una serie larga de órdenes que Virginia ya no llego a oír. Solo un susurro. Luego pasó a dar más órdenes, esta vez a los dos. Virginia no las oía bien pero sabía que su cerebro sí que las estaba escuchando y, lo peor, asimilando.

“Bien. Y para terminar cuando cuente tres tú, Alfonso, recordarás que has visto un estupendo y divertido espectáculo de hipnotismo. Tu, Virginia…” hizo una pausa divertida “Lo recordarás todo. Un, dos tres… YA”

Tanto Virginia como Alfonso dieron un respingo en la silla, al ser capaces de moverse al fin. Virginia miró a su marido, a Arturo, a Patrick, sorprendida y de repente escuchó a su marido.

“La ostia! El mejor espectáculo que he visto” y empezó a aplaudir “¿Porqué no aplaudes, cariño? Menudo espectáculo”

“Sin más me despido” y Patrick hizo una reverencia para irse sin dejar de mirar, divertido a Virginia.

“Pero… pero… ¿No te acuerdas de nada Alfonso?”

“¿Acordarme? Si hemos visto lo mismo. ¿Qué dices?”

Virginia se levantó de golpe, asustada. ¿Era cierto? ¿Se lo había imaginado? ¿Qué había pasado? Alfonso se levantó y se puso junto a ella. ¿Qué pasa cariño? Te veo nerviosa”

“Es normal que lo esté” intervino Arturo. “Supongo que se imagina que la voy a violar y tiene razón. Alfonso. ¿Sujétame a tu esposa para que no se escape?” y empezó a bajarse la cremallera.

“Por supuesto Don Arturo” y Alfonso sujeto a su mujer por un brazo con la misma cara que pondría alguien que estuviera mirando un programa entretenido sin pretensiones.

“Pero... Alfonso… ¿Qué haces? Suéltame. Me quiere violar.” Virginia forcejeaba pero no conseguía zafarse

“Claro Cariño. Es normal. No tiene importancia”

“Dobla a tu esposa sobre la mesa y sujétala ahí” dijo Arturo

“Por supuesto Don Arturo” y casi a rastras llevó a su esposa hasta la mesa. Virginia intentó resistirse “Alfonso. Te han hipnotizado. Van a violarme. Suéltame”

“Claro que Don Arturo va a violarte. No te preocupes cariño. Es normal. No tiene ningún importancia” y cogió a su mujer por la nuca e intento doblarla sobre la mesa. Pero su mujer se resistía. Así que redobló sus esfuerzos. Esta vez con tanta fuerza que si consiguió doblarla haciendo que se diera un fuerte golpe en la cara contra la mesa. El dolor la dejó un momento en shock. Su marido acababa de estamparle la cara contra la mesa. Puede que incluso le sangrara la nariz del golpe. Y seguía pareciéndole tan normal. Intentó moverse pero esta vez su marido la tenía bien agarrada. Entonces noto como Arturo se ponía detrás de ella.

“Sujétala bien mientras violo a tu esposa”

“Claro Don Arturo” y Virginia noto como su marido la sujetaba aún con más fuerza. Las manos del jefe le subieron la falda hasta la cintura dejando a la vista su trasero y unas recatadas bragas blancas.

“Que bragas más sosas” y sin más miramientos las cogió y tiró de ellas hasta rasgarlas y arrancársela. Virginia pudo sentir cómo le cortaban la carne con tanto tirón pero pronto, sus partes íntimas estaban al descubierto.

“No no… Alfonso… reacciona…” imploraba sin descanso pero sin éxito. Entonces noto como la punta de una polla se posicionaba justo en su culito virgen.

“¿Qué? No… no… Arturo… por favor… no… basta”

“Don Arturo para ti, puta” y empujo con fuerza. Virginia pudo sentir como parte de la polla del jefe de su marido entraba en su culo con fuerza, violentamente. Un culo que jamás había recibido una polla. Y gritó. Grito con ganas. “Aaaaaaaaaaaaaarrrrrrrgggggggggghhhhhhhhh”

“Joder como grita tu mujer Alfonso. ¿Nunca le has dado antes por el culo?”

“No, Don Arturo. Nunca. No me deja”

“jajajajajaja. Mejor para mí. Un culito virgen es una gozada. Luego se dan de sí” y siguió con su violación. Sacando y metiendo, introduciendo con cada golpe más polla en el culo de Virginia hasta que consiguió meterla hasta el fondo.

Virginia se quedó quieta. Intento soportar el dolor que conlleva ser desvirgada analmente. Vamos… que le habían roto el culo.

“Ponte al otro lado de la mesa y sujeta a tu esposa por las muñecas”

“Claro Don Arturo” y su marido obedeció diligentemente. Virginia ni intentó escaparse. Solo sollozaba y soportaba el dolor. Una vez sujeta por las muñecas Arturo le cogió del pelo y tiró con fuerza hacia atrás, haciendo que arqueara su espalda y con saña, sin aflojar el ritmo, siguió sodomizando a la pobre Virginia que solo escuchaba los jadeos de placer de su violador y la cara sonriente, sin darle importancia, de su marido.

Después de lo que a Virginia le pareció una eternidad pudo sentir como su violador llegaba al final. Noto su mano en su cuello, apretándole con fuerza, lo justo para no ahogarla, con el otro brazo la rodeo y apretó hacia él y con unos violentos y frenéticos golpes de cadera noto como Arturo empezaba a correrse dentro de su culo para luego, quedarse relajado mientras la abrazaba.

Virginia solo sollozaba y no se atrevía a moverse. ¿Qué había ocurrido? ¿De verdad había hipnotizado a su marido? Noto como Arturo se levantaba y su pene, flácido, salía de su culo. Aún sintió algo de semen resbalando por su agujero violado.

“Trae a tu mujer delante del sofá”

Virginia estaba en shock y no sabía muy bien cómo reaccionar. Se levantó forzada por su marido que la arrastraba siguiendo a Arturo que se encaminaba a un sofá. “Vamos cariño”

Virginia le seguía reticente. Su mente no reaccionaba aun. Arturo se tumbó en el sofá y los miro. “Alfonso. Desnuda a tu mujer para que la vea mientras se me pone otra vez dura” y empezó a masajearse la polla que acababa de correrse delante del matrimonio.

“¿Qué? No” reaccionó Virginia. Apartó con un par de manotazos las manos de su marido que intentaba desabrochar su blusa. Hizo ademán de salir corriendo pero su marido reaccionó a tiempo y le cogió por el pelo forzándola a quedarse. “Tranquila cariño. Si no pasa nada. Es normal” Y siguió intentando desabrochar la blusa de su mujer sin éxito. “No tengo toda la noche” gruñó el jefe “Perdón Don Arturo” y Alfonso paso de intentar desabrochar la blusa a, directamente, coger la solapa y tirar hasta rasgarla, haciendo que los botones saltaran por los aires y mostrara otro sujetador a juego con las bragas ya desaparecidas. Como una muñeca rota Alfonso fue quitándole las prendas a su mujer, primero la blusa, luego el sujetador y, cuando Virginia trataba de taparse los pechos recatadamente, aprovechó para bajarle la falda. Dejándola vestida solo con los zapatos. Virginia se retorcía y se tapaba el pecho y el pubis avergonzada.

“Sujétale los brazos a tu mujer para que pueda verla bien”

“Claro Don Arturo” Y Alfonso se puso tras su mujer y la sujeto, tirando con fuerza, lo que hacía además que los pechos de Virginia sobresalieran aún más.

“Bien bien…” decía “bien de tetas. Un poco más no hubiera estado mal. El culo ya lo he visto. Soberbio. Y me falta de probar ese coñito” decía lascivamente mientras se masajeaba el miembro que, poco a poco, se iba endureciendo.

“Pero… ¿Porqué? se lo ruego… déjeme ir. No se lo contare a nadie”

“¿Porqué? Porque me encanta humillar y degradar y hacer sufrir a las mujeres cuando me las follo. Podría haber hecho que te dejaras con la hipnosis pero es más divertido si te resistes. Y ya sé que no se lo dirás  a nadie. Puedo hacerte lo que quiera y luego no se lo podrás contar a nadie que pueda ayudarte. Y ahora… Alfonso… tengo ganas de probar el coñito de tu mujer. Tráela al sofá y sujétala mientras me la follo”

“Claro Don Arturo” Alfonso empujó a su mujer hasta sentarla y tumbarla en el sofá que había dejado libre su jefe, ahora con una clara erección. Una vez tumbada sujeto sus brazos sobre la cabeza y preguntó “¿Así está bien, Don Arturo?”

“Sí….” dijo arrastrando la afirmación “Está bien.” Virginia intentó lanzar alguna patada en defensa pero solo sirvió para que su violador la sujetara por los tobillos y le apartara las piernas para ponerse entre ellas. Sintió como esa polla que hace unos minutos había estado en su culo empujaba entre sus labios vaginales, con fuerza, para, poco a poco, ir entrando en su coño sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Aún más. No sabía porque pero estaba muy húmeda. No era consciente aún que era parte de su programación. Ponerse húmeda cuando la follaban. Implacable fue entrando hasta que llegó al fondo, pubis contra pubis, la polla de Arturo estaba bien hundida en el coño de Virginia. La cara de satisfacción de Arturo contrastaba con la de desesperación de Virginia. Las manos libres de Arturo se posaron en sus pechos. Las caderas de Arturo empezaron a moverse mientras follaba a la indefensa víctima y sus manos empezaron a jugar con sus pechos. No eran caricias, no era suave. Arturo apretaba y estrujaba las tetas de Virginia con saña, haciéndola sentir ya no incomoda sino dolorida con semejantes atenciones. Virginia se quejaba, gruñía y a veces chillaba cuando la saña con la que la follaba o la masajeaba llegaba a algún nivel insoportable. Después de otra eternidad el cuerpo de Arturo se colapsó sobre el de su víctima y Virginia fue consciente de la abundante corrida que ahora inundaba su coño.

Después de bastantes segundos sin que nadie dijera nada y donde solo se oían los sollozos ahogados de Virginia y los satisfechos jadeos de Arturo, esté se levantó y procedió a meterse de nuevo la polla dentro del pantalón.

“Por hoy ya estoy servido. Podéis iros. Mañana te veo en el trabajo Alfonso. Y a ti…” le dedicó una sonrisa malvada “... cuando quiera”

“Claro Don Arturo. Hasta mañana”

Cuando Virginia se sintió libre se alzó de golpe. Cogió los restos de su blusa, su sujetador y su falda y hizo ademán de correr pero… ¿hacia dónde? “Vamos cariño” le dijo su marido. “El coche está por aquí”

No vio otra opción que irse con la persona que acababa de ayudar a que la violaran. Se vistió con lo que le quedaba mientras su marido esperaba con cara de que nada había pasado. Que era normal. Que no tenía importancia.

Salieron al coche y allí Virginia le dijo a su marido que le llevara a un hospital para poner una denuncia… o lo intento pero no puedo. En su mente purgaba la idea de denunciar lo ocurrido pero no conseguía vocalizarlo. Hacía aspavientos como si intentara escupir las palabras pero no le salía. Intento pensar en ir a la policía pero tampoco. Contárselo a su hermana a alguna amiga... nada. Sentía que si podía decírselo a su marido.

“Alfonso. Me acaban de violar. ¿No tienes nada que decir?”

“¿Decir qué?” dijo con cara de confuso “Si no tiene ninguna importancia”

Virginia se acurruco en el asiento temblando. ¿Qué iba a hacer ahora?

Capítulo 2 Buscando liberarse

Al día siguiente Alfonso fue al trabajo como si nada e Ismael al colegio. Virginia desesperaba intentaba encontrar una solución. Intentó varias veces entrar en una comisaría pero era consciente que dentro se hubiera quedado muda. ¿Qué hacer? Estaba hipnotizada. No era un cuento. Mientras estuviera hipnotizada estaba indefensa.

Hipnotizada. El hipnotista. El la podría deshipnotizar. Se dirigió al teatro donde ofrecía su espectáculo Patrick y consiguió que le recibiera en su camerino.

“Vaya… Virginia ¿No? ¿Qué tal anoche? A mi sí que me lo puedes contar” y le hizo un guiño cómplice y burlón.

“Ya te imaginas como fue. Ca...” y se contuvo. No era buena idea insultarle si quería que la ayudara. “Necesito que lo deshagas. Por favor”

Patrick negó con la cabeza. “Me temo que eso no es parte del trato que tengo con el jefe de tu marido. Vas a tener que asumirlo”

“Por favor. ¿Qué quieres? ¿Dinero? Te lo daré. Algo querrás”

“Lo que quiera lo puedo conseguir yo mismo. Creo que no eres consciente que aún estás bajo mi poder” y empezó a usar una voz más monótona y susurrante. “Salta” Y Virginia salto. “Baila” Y Virginia Bailo. “Ten un orgasmo” y Virginia cayó de rodillas al suelo llevándose las manos al pubis mientras tenía un fuerte orgasmo.

Patrick siguió riéndose. “Puedo tener lo que quiera. Mira... ¡Rosa!” gritó. “Ven a mi camerino” Rosa. La asistente de Patrick apareció. Una atractiva rubia, bajita y con bastante pecho “¿Si, Jefe?”

“Chúpamela” y sin decir palaba Rosa se arrodillo delante de su jefe, le sacó el miembro y empezó a chupársela y a tragársela hasta el fondo como una actriz porno. “Y lo mejor es que no recuerda nada. Me la puedo follar cuando quiera. La tengo programada para que olvide todo contacto sexual que tengamos. Te podría tener a ti ahora mismo. Podría tener a cualquiera. ¿Tienes una hermana. No? Si quisiera mañana me la follaba”

“Cabrón, bastardo, malnacido” bramo Virginia mientras cogía un jarrón y se lanzaba a estampárselo en la cabeza.

Pero Virginia se quedó como una estatua a un metro de Patrick con el jarrón en alto en actitud de golpearle pero incapaz de moverse. Rosa se asustó e intentó apartarse pero Patrick no le dejó. “Tu termina. Y tú quieta ahí mientras acabo”

Virginia estaba petrificada. Como la primera vez. Veía la cabeza de Rosa subiendo y bajando, Patrick con una mezcla de enfado y placer y no podía moverse” Al final. La pericia, que era mucha de Rosa, hizo que Patrick se corriera. Este la despacho de su camerino y volvió su areció a Virginia mientras se metía la polla en los pantalones.

“tsz tsz tsz” chasqueaba con la lengua mientras negaba con la cabeza. “No me ha gustado nada esto. No podías dejarlo pasar. No. Ahora sí que debería follarme a tu hermana pero no lo haré porque ella no tiene culpa de tus errores… y porque no sé si está buena o no. Pero tú vas a aprender cuál es tu nueva situación. Mereces un castigo”

Se acercó a un armario y sacó una falda, bastante corta. Posiblemente del espectáculo Y una camiseta del Barsa. “Póntelo”

Virginia casi tropezó cuando pudo moverse de nuevo. Patrick le lanzo las prendas. Hizo ademán de ir tras unos biombos para ponérselo pero Patrick la paro. “Delante mío” con esa voz susurrante que a Virginia se le clavaba en la cabeza.

Virginia, horrorizada, empezó a desnudarse delante de ese hombre. Cuando estaba en ropa interior este le ordeno que también se la quitara antes de ponerse las dos prendas. La falda era obscenamente corta. Y la camiseta le iba pequeña. Le marcaba los pechos descaradamente. “Ahora sígueme”

Como un autómata asustado Virginia siguió a Patrick. Era consciente que vestía de una forma muy provocativa. Más parecía una puta que otra cosa. Patrick volvió a emplear esa voz melosa. “Voy a ver cómo te castigo… me encanta vez lo que le pasa a una mujer que viste así dentro del metro. Hay mucho pervertido allí abajo. Por cierto… Hasta que llegues a casa no vas a parar de sonreír. Y si alguien se propasa contigo. Haga lo que haga, tú no te resistas. Déjale hacer”

Virginia estaba en pánico cuando bajaron al metro, siguió hasta un andén y Patrick espero con ella. Pasó un tren, pasó otro… Virginia le imploraba que le dejara libre, que había aprendido la lección pero Patrick hizo que dejara de molestarle. Solo miraba el reloj…

Al fin se montaron en uno y fueron al último vagón, que estaba más vacío. Virginia esperaba, rezaba, que si cualquiera se propasara con ella, en un vagón tan vacío, alguien se daría cuenta y la protegería. Patrick la mandó al rincón y él se puso en el rincón de enfrente.

En la siguiente parada entró un montón de gente en el vagón. Era la parada cerca del Bernabéu. Acababa de terminar el partido y el Barsa había ganado al Madrid. Los que subieron eran miembros de la peña WhiteSkin. Unos ultras particularmente violentos. Serían una veintena que iban despotricando cabreados por haber perdido el partido contra el eterno rival.

Uno de ellos se percato de Virginia. De su falda, su camiseta y, sobre todo, que no dejaba de mirarlos y de sonreír. El vagón se abarrotó y el grupo acabó rodeando a Virginia en el rincón.

“¿Qué haces con esa camiseta? Eres del Barsa o qué?”

“No” contestó sin dejar de sonreír y sin atreverse a decir nada más.

dijo otro “Debería quitártela ahora mismo esa bazofia de camiseta”

“No lo hagas, por favor” sin dejar de sonreír.

Un tercero añadió “¿Tu novio es del Barsa o qué? Deberías probar una buena polla de un hincha del Madrid y te dejarías de tonterías”

Virginia asustada, solo pudo sonreír a ese comentario

“Si… una buena polla de un madridista es lo que te hace falta” remarcó y le puso la mano en el muslo. Virginia quería apartarse pero se mantuvo en el sitio. “No, por favor” imploro sonriente.

“Hey. Mi mano esta aquí. Si no quieres que esté ahí apártate tú” Pero Virginia, otra vez, ni se movió y mantuvo la sonrisa.

“Ya veo…” y la mano empezó a subir, bajo la falda, buscando su trasero. Virginia quiso decir algo más pero se encontró la boca tapada cuando el hincha empezó a besarla. Otra vez no hizo nada por evitarlo pero de esa forma no pudo quejarse más. Sentía la mano del hincha agarrar su trasero y empujarla hacia el, donde pudo notar la erección que se formaba bajo su pantalón de chándal. La otra mano bajo la camiseta busco su pecho con el que empezó a jugar. Rodeada por sus otros diecinueve amigos nadie veía lo que estaba pasando. En un momento el hincha se dirigió a sus amigos divertido “Ni bragas ni sujetador lleva” y volvió a comerle la boca torpemente mientras le metía mano y ella se dejaba. Ahora la mano fue hacia su pubis, su rajita, la magreo y la apartó de golpe “Joder, que húmeda que estas ya” dijo haciendo reír a sus amigos.

“Que cojones...” añadió y de repente se sacó el miembro sobre el pantalón de chándal, levantó una de las piernas de Virginia con lo que su falda a cabo por la cintura, apuntó y se la metió allí mismo, en el rincón del vagón, sin que ella pudiera resistirse. Con el bamboleo del tren y los empujones bestiales del hincha no tardó en sentir como su coño terminaba inundado de semen caliente. Rápidamente se metió la polla en los pantalones y se apartó satisfecho.

“Ahora yo” dijo otro que apartó al resto a empujones. Mediría cerca de dos metros y se le veía bien fuerte. Virginia apenas le llegaba al pecho. “Te voy a dar por el culo, puta culé” “Nooooooooo” imploro Virginia pero con la sonrisa más parecía puro sarcasmo que otra cosa. El gigantón le dio la vuelta contra el rincón. Le subió tanto la falda como la camiseta dejando sus pechos al aire. Virginia se percato que estaba junto a una ventana. La podrían haber visto desde otros andenes y trenes. Pero antes estaba de espalda. Apartó la cara del cristal e iba a  a volver a pedir que no la sodomizaran cuando la manaza del gigantón se la tapo. “No queremos que grites. ¿Verdad, puta culé?” noto la polla apuntar a su agujero trasero y Virginia no se movió ni un ápice. El gigantón empezó a empujar. Con un brazo la sujetaba por la cintura, con el otro le tapaba la boca. Y dada la diferencia de altura Virginia se tuvo que poner de puntillas y luego sintió cómo se levantaba en el aire, como si hubiera sido corneada por un toro, pero era la polla del gigantón la que en su ascenso había terminado levantándola hasta empalarla por completo. Virginia dobló las piernas hacia atrás dolorida y un par de hinchas se la sujetaron para ayudar a su amigo a follársela. Sin soltarla el gigantón siguió sujetándola por cintura y boca mientras se bamboleaba y la sodomizaba a gusto. Sus tetas desnudas estaban contra el cristal y, aunque tenía la cara girada, cualquiera podría verla, sobre todo al parar en los andenes. Tenía la esperanza que alguien avisara de lo que ocurría pero no fue así. Aun de refilón vio en una ocasión a unos jóvenes del vagón de enfrente en un andén percatarse de lo que ocurría y sacar sus móviles para hacerle fotos.

El gigantón, como no podía ser de otra forma, consiguió su premio y termino corriéndose en las entrañas de Virginia. Le sacó rápidamente la polla sin miramientos y quedó satisfecho. En cuando acabo Virginia se bajó rápidamente la camiseta y la falda y no se atrevió a darse la vuelta.

“¿Aquí hay?” escuchó preguntar a uno. “Si. Vamos” y noto como la cogían por un brazo y se la llevaban. Patrick no estaba por ninguna parte. Bajaron en el andén y Virginia iba rodeada entre todos. “Chicos” dijo “¿Me dejáis ya?” quería sonar implorante dijo pero con esa permanente sonrisa más parecía deseosa. “Ya vemos de qué rollo vas, putita… tranquila… que te lo vamos a dar” y casi en volandas vio como la metían en unos servicios para hombres del metro. “Vacio. Quedaos varios en la puerta. Que no entre nadie”

Virginia quiso hacer otro intento para frenar lo que se le venía encima pero volvió a quedarse mudo cuando uno de los hinchas empezó a comerle la boca estampándola contra la pared. Y aunque su mente deseaba locamente pararle su cuerpo seguía dejando que la asaltasen, no se resistía lo más mínimo. Y eso, por supuesto, daba alas a sus asaltantes. Noto como su corta falda caía al suelo y desaparecía. Le subieron la camiseta pero solo lo suficiente para dejarle las tetas al aire. “Tu equipo nos ha jodido en el campo, puta… pero nosotros nos vamos a desquitar jodiendote a ti” escucho decir a uno. “Vamos a follarnos a la puta culé” El que le comía la boca le metió dos dedos en el coño sin problemas de lo húmeda que estaba contra su voluntad. Maldita programación hipnótica. Decidió meterle tres dedos y viendo que Virginia no se resistía paso a cuatro dedos y empezó a follársela así, con los dedos “Déjate de tonterías, tío. Sus agujeros son para nuestras pollas.” Otro la cogió del brazo y la arrastró hasta uno de los váteres donde le esperaba ya sentado uno de los hinchas con la polla sacada y dura. Casi la lanzan contra él. Una vez delante él la cogió por la cintura y se dejó guiar hasta sentarse y prácticamente empalarse ella misma esa polla que la esperaba. “No podemos pegarnos todo el día aquí. Y si queremos todos tener nuestro turno con esta puta salida….” Y empezó a prepararse para sodomizara a Virginia. Esta giró la cabeza y volvió a decir. “No, por favor” con una amplia sonrisa en la cara pero no hizo nada para frenar al que se disponía a metérsela por el culo. “Ya veo de qué palo vas, putita… Te gusta decir que no pero en realidad dices que si con esa sonrisita de putita salida que pones… tranquila… que ya te hemos pillado el rollo” y con ninguna delicadeza empezó a empujar su polla en el estrecho agujero de Virginia. La cual no intentaba evitarlo de ninguna forma. “Hay prisas tíos. No nos andemos con miramientos” Y empezó a follarle el culo a toda velocidad. Buscando correrse cuanto antes. Virginia apretaba los dientes por lo doloroso que era pero sin dejar de sonreír. Estiró sus manos para sujetarse contra las paredes y no paraba de repetir “no, no, no…” pero la sonrisa… “Que si tía. Ya lo sabemos” y el que estaba sentado en el váter le dio una bofetada en uno de los pechos. Como Virginia no se quejaba ni negaba repitió, una y otra vez, divertido con la sumisión de la putita. Los dos la empujaban por sus agujeros con virulencia, con ansia de correrse pronto. Y así fue. Pero en cuanto uno se corría otro ocupaba su lugar. Fue pasando de mano en mano, o más bien de polla en polla a toda velocidad. Acabó a cuatro patas con uno follándola por detrás mientras otro le follaba la boca. Este acabó corriéndose en su cara. La follaron mirando a los espejos y podía ver su cara de putona con la lefa resbalándose. En el suelo. Contra la pared. Dos, tres a la vez… todos follándola como animales buscando una rápida satisfacción en forma de corrida. Aun así estuvo seguro que algunos repitieron. Pudo sentir al gigantón dándole por el culo dos veces más. Debió de estar como cerca de una hora. Y teniendo en cuenta que cada uno acababa en tres, cuatro, cinco minutos y que muchas veces le follaban más de uno a la vez… Al final Virginia se desmayo. Y eso dejó de hacerles gracia a los hinchas. Era como una muñeca hinchable. Así que la sentaron en un váter, cerraron la puerta y la dejaron allí.

Cuando Virginia se despertó se encontró sentada, abierta de piernas como le habían dejado. La falda en el suelo y la camiseta aun dejando sus pechos al aire. Se tocó el vientre y noto algo húmedo. Alguno, antes de irse, había meado contra su vientre como si fuera una pared. Era consciente que aún sonreía. No podía dejar de sonreír. Le dolía todos sus agujeros. Tenía semen escurriendo por su cara y por sus agujeros. Quería gritar pero se refreno. Ya era consciente que no podía contarle a nadie lo que le había pasado. Cuando estuvo segura que no había nadie en el lavabo se puso la falda, arreglo la camiseta y salió rápidamente. Apenas se lavó los manchones de lefa de su cuerpo y salió corriendo de allí. No tenía ni llaves, ni dinero. Por suerte estaba en el metro aun. Así que decidió volverse a su casa. A sentirse segura. Se pegó todo el trayecto con la cara en un rincón, para que nadie viera su sonrisa o pudiera reconocerla algún vecino. Por suerte la salida del metro daba casi directamente a la puerta de su casa. Corrió al portal. Llamó frenéticamente al portero hasta que le abrió alguien en casa. Subió las escaleras y se abalanzó hacia su casa. Centro cerrando de golpe. Su sonrisa desapareció de golpe al fin.

Capítulo 3 Conociendo MÁS al jefe

Ahora tocaba explicar a su marido lo que había pasado. Dios. Qué locura era esta. ¿Su marido se iba a extrañar de verla vestida así? Se preparó para entrar en el salón y se quedó petrificada. Tanto su marido como su jefe estaban allí. Peor. Su hijo también estaba allí.

“Adelante, pasa” dijo Arturo. “Te dejaste las llaves en el teatro de Patrick cuando fuiste a pedirle que le hiciera un pase especial a tu hijo.”

“Gracias mama. Patrick ha estado aquí. Ha sido impresionante” dijo Ismael con jovialidad. Arturo se acercó a darle dos besos a Virginia y aprovecho para susurrarle al oído “Patrick ha programado a tu hijo para que te viole si yo se lo ordeno. A ver qué haces porque si me da la gana ahora mismo tu hijo se te folla con la ayuda de su padre”

Virginia estaba en Shock. No se atrevía ni a moverse. Hizo ademán de taparse un poco con las manos avergonzada de vestir así delante de su hijo. “No te preocupes… Están programados para no escandalizarse vistas como vistas… o no vistas nada. Oigan lo que oigan. Por cierto...” Arturo olfateo e hizo una mueca de desagrado. “Hueles como una vieja puta usada ¿Qué ha pasado?”  

Virginia se negaba a contárselo. No iba a darle esa satisfacción. “Me han violado” Se llevó las manos a la boca. Miro asustada a su hijo y luego a su marido que la miraban impasibles con una sonrisa tranquila. Luego a Arturo. “Si. Más sorpresas de tu programación. No puedes ocultarme nada. Ahora siéntate y cuéntame cómo fue”

Virginia se sentó y empezó. “Patrick me programo, me vistió así y me metió en un vagón de metro con un montón de hinchas violentos del Madrid” Virginia sacó fuerzas de flaqueza “Por favor. No delante de mi hijo”

“Para tu hijo estás contando algo insustancial, incluso aburrido. ¿Verdad Ismael?”

“Bueno…” se incomodo Ismael. “Es mi madre. Nunca diría que una historia de cómo la han violado sea aburrida pero vamos… que no es muy interesante”

“Pero me incomoda a mi” suplicó.

“Eso lo hace más divertido. Continua”

“Me arrinconaron. Primero uno me follo el coño y luego otro me enculo contra la ventanilla.” Volvió a llevarse las manos a la boca. No sabía porque tenía que ser tan soez. “Por favor. Haré lo que sea pero no delante de mi hijo”

“Hummm…” musito Arturo. “Me apetece que me lo cuentes mientras me cabalgas pero hoy no me apetece obligarte. Si te follas poniéndote encima le diré a tu hijo que se vaya”

Virginia sopeso las dos opciones. Follada por ese cabrón o excitarlo delante de su hijo… y seguramente después aún así la follaría. Asintió con la cabeza rendida.

“Ismael. Vete a tu habitación que yo voy a follarme a tu madre” Ismael solo se encogió de hombros y sin hacer mucho caso se fue a su habitación. Arturo miró de arriba a abajo a Virginia. “Apestas a puta usada, insisto. Alfonso. Dale una ducha a tu mujer y tráemela a vuestro dormitorio para que me la folle”

“Por supuesto Don Arturo” y tomó a su mujer por el brazo guiándola hacia el baño. Virginia iba como un zombi. Era surrealista. Y por más que pensaba no había salida. Entró dócil en la ducha donde su marido la ducho sin decir palabra con esa cara bobalicona y luego la llevó desnuda hasta su dormitorio marital. Allí estaba ya Arturo, desnudo, tumbado en la cama y empalmado. “Aquí se la traigo Don Arturo. Limpia y lista para que se la folle”

Virginia se quedó parada. Incapaz de avanzar. No quería avanzar y darle esa satisfacción a ese cabrón. Arturo puso mala cara. “Alfonso. Sujeta a tu mujer que voy a volver a violarla. Y llama a tu hijo para que lo vea”

“No” gritó Virginia y Arturo hizo ademán a Alfonso para que parase. “No...” dijo más bajo. “Lo haré” Virginia avanzó hasta la cama, se subió sobre ella y luego descendió hasta tener la polla de su chantajista justo a la entrada de su coño. Tomó aire, cerró los ojos y termino de bajar, metiéndose ella misma esa polla extraña dentro de ella. Se dejó sentar por completo y la sintió bien profunda dentro de ella. Dentro de su coño que volvía a estar húmedo como un paño empapado. Arturo no decía nada, esperaba. Virginia otra vez se armó de valor y subió un poco, para luego bajar, y volver  a subir y así follarse ella misma con la polla de ese cabrón que la obligaba.

“Bien. Esta es mi putita obediente” y le soltó una bofetada en una de las tetas. Ahora cuéntame cómo te han violado con todo lujo de detalles.

Y así lo hizo. No solo por los detalles sino de una forma obscena. Sin poder evitarlo. Le contó lo de la sonrisa. Lo de no poder negarse a nada. Como fueron envalentonándose, como la follaron primero en el vagón donde incluso le hicieron fotos. Como luego en unos baños la usaron a  toda ostia y entre veinte se la follaron durante una hora, por todas partes, a la vez… todo le contó… con todos los detalles sórdidos. Y sollozando y dejando caer lagrimones. Arturo tomó con los dedos algunas de esas lágrimas y se las llevó a los labios mientras decía “Deliciosas” Virginia terminó de contar la historia y Arturo no se había corrido aún así que este le insto a ir más rápido. “Venga putita, acelera. Que yo tampoco tengo todo el día” Virginia acelero y recibió una bofetada en una de las tetas “Mas rápido” exigió Arturo. Y Virginia obedecía pero por mucho que acelerara Arturo le seguía abofeteando los pechos. Virginia no era consciente de los rápido que iba. Solo era consciente de que estaba llorando hasta que oyó a Arturo soltar unos quejidos de placer y Virginia noto como otra vez, una más de tantas, un chorro de semen se le metía en el coño.

“Levántate y ve a por unos slips de tu hijo para limpiarme la polla. Venga”

Virginia no iba a entrar en la habitación de su hijo desnuda así que fue al cesto de la ropa sucia a por uno de sus slips. Al pasar por el marco de la puerta allí estaba su marido. Viéndolo todo como quien ve llover. Volvió a la habitación donde Arturo se había levantado y le hacía gestos para que se acercara. “Límpiame y límpiate. Venga” Virginia procedió a obedecer y luego miró alrededor pensando donde dejarlo. “No lo tires. Lo vas a necesitar. Alfonso. Sujeta a tu esposa que voy a azotarla”

“Por supuesto Don Arturo” Y la sujetó por los brazos por detrás.

“Pero ¿Porqué? Haré lo que quiera. No es necesario”

“Porque tienes que aprender” y le cogió los slips sucios de su hijo y se los metió en la boca “No querrás que nadie oiga tus gritos. Sabes que no puedes explicarlo”

Virginia imploraba con la mirada. No sabía muy bien si escupir la asquerosidad que tenía en la boca pero cuando vio a Arturo sacar el cinturón de sus pantalones apretó con fuerza.

“Tienes que aprender que puedo hacer lo que quiera” y sin previo aviso lanzó el cinturón contra los pechos de Virginia. Esta apretó los dientes al sentir el golpe y aun dejó escapar un quejido. “Puedo hacer que tu hijo se suicide” y soltó otro golpe, sujeta como estaba por su marido no podía hacer nada. “Puedo hacer que tu hermana pase por lo mismo. Puedo hacer que tu marido viole a tu hijo. Puedo despedirlo… eso es lo más fácil…” y mientras iba soltando los golpes, uno tras otro… pechos, cadera, pubis… nada se escapaba “Así que puedes obedecer y hacer lo que yo te mande… o puedes resistirte y  veras que puedo hacer todo eso y más. Puedo hacer lo que quiera y ahora mismo… como soy un sádico… lo que quiero es verte sufrir, retorcerte de dolor. Y eso me está dando una magnífica erección para volver a follarte ahora mismo.”

Arturo paro un momento he hizo una señal para que Alfonso soltara a Virginia. Temblaba sin parar y otra vez no se atrevía ni a moverse. Daba constancia que Arturo volvía a tener su polla dura y lista.

“Mejor que entiendas que mi objetivo va a ser degradarte, denigrarte completamente hasta que ser una puta sumisa sea tu estado natural. No parare hasta romperte. Así que, ¿qué va a ser? ¿Te voy a dar por el culo yo o tu marido le dará por el culo a tu hijo mañana? Date la vuelta. Me queda por azotar ese bonito trasero que tienes”

Lentamente, sollozando, Virginia se dio la vuelta, rendida, aun mordiendo el slip sucio de su hijo con sus flujos vaginales y los restos de semen de su violador. “Bien… buena putita…” y solito otro golpe. Virginia dio un salto. “Otra vez a tu posición. Dóblate, eso es…” y otro golpe. A cada golpe le seguía un salto, otra vez a la posición y otro más…

Sin previo aviso Arturo cogió por el pelo a Virginia y la lanzó contra el suelo, boca abajo. Enseguida se abalanzó sobre ella y antes de que pudiera darse cuenta la polla de su violador ya estaba metida dentro de su culo. Saltaba encima de ella una y otra vez sodomizándola y Virginia seguía sin soltar el slip de su boca. “Has visto la película Irreversible” le decía al oído mientras la sodomizaba “Yo solo la escena de la violación. Es una de mis favoritas. Deberías verla…” Virginia apretaba los puños e intentaba relajarse sin éxito. Debía estar a punto de hacer un agujero con los dientes a ese asqueroso slip pero allí aguanto. Hasta que su violador descargo otra carga de semen, ya había perdido la cuenta de que número era esta, en su culo.

Arturo se levantó y se sentó en el borde de la cama. “Aún no he probado esos labios carnosos tuyos. Pero mira como me has dejado.” Refiriéndose a su polla. “Reseco. Pero bueno. Para mi ver el dolor en tus ojos es mejor que la Viagra. Así que…” Le hizo señas para que se acercara. Virginia, renqueante, se levantó y se acercó. “Apoya tus manos en mis muslos” Así lo hizo, doblada, con las caras enfrentadas y sus tetas colgando a su disposición. “Alfonso. Empieza a azotar a tu mujer con tu cinturón”

“Enseguida Don Arturo” Y enseguida su marido se quitó el cinturón y empezó a azotar su trasero. Virginia apretaba los dientes y lo peor era ver la cara de sádico disfrute del que la tenía dominada por completo. Actuaba rápido. Podía ver la polla que iba a violarla creciendo rápidamente.  Arturo aun extendió los brazos y empezó a jugar con sus pezones. A retorcerlos, estirarlos… “Hummm… tendremos que hacer algo con esto para que sea más fácil retorcerlos…” y enseguida la polla estaba otra vez lista. Arturo se levantó y ordenó a Virginia que se pusiera de rodillas. Así, en esa humillante posición Virginia se encontró la polla delante de sus ojos y de su boca.

“Ya sabes cómo va esto” y Arturo espero. Virginia solo deseaba que acabase así que hizo de tripas corazón, abrió la boca y se engulló esa odiosa polla. Primero lametones, luego con los carnosos labios arriba y abajo. “No lo hace mal tu mujer pero podría mejorar”

“Si Don Arturo”

“¿Y te corres en la boca de tu mujer?”

“No Don Arturo. Nunca me ha dejado”

“Pues creo que a mí sí que me va a dejar” rio Arturo.

“Me parece bien Don Arturo”

Virginia siguió trabajando ese miembro. Solo pensando, deseando, que cuanto antes acabara antes se iría.

“Voy a correrme putita”

Virginia. Resistiéndose al asco que sentía, se metió la polla hasta mitad de boca, cerró los labios alrededor y espero. Pronto sintió como los chorros de semen le impactaban en el paladar y en la garganta. Estoica aguanto hasta que Arturo acabo de descargar. Este saco la polla y la miro desde arriba. “Enséñamelo”

Virginia, asqueada, abrió la boca y le enseñó todo el semen que guardaba en ella.

“Buena putita. Y ahora traga”

Le costó. Tuvo que mentalizarse para tragar esa asquerosidad. Pero obedeció.

Ya satisfecho Arturo procedió a vestirse. Virginia seguía de rodillas con la cabeza agachada. “Alfonso. El viernes por la noche traerás a tu mujer a casa. Tengo un par de invitados y quiero que haga de putas para ellos”

“Sin problemas Don Arturo”

Virginia miró descorazonada a Arturo, ya dejando caer ese slip de su boca “Y tú. Les he dicho que eres una pervertida que le van las mayores guarradas. Si mis amigos no quedan satisfechos al día siguiente tu marido ayudará a tu hijo a violarte. ¿Queda claro?” Ni se molestó en esperar la respuesta. Se fue sin siquiera decir adiós.

Virginia, temblorosa, se levantó. “Tu jefe es un cabrón” y antes de que pudiera reaccionar tu marido la cogió, la doblo en su regazo y empezó a darle azotes en el trasero con una fuerza desmedida. Le costó reprimir los gritos. Por la fuerza le debía doler igual a su marido que a ella. Después de una rápida tanda su marido se levantó lanzándola al suelo. “No le faltes el respeto a Don Arturo” dijo con una voz mecánica, programada. Y se fue de la habitación.

Capítulo 4 Primeros pinitos como puta

Pasaron los días y Virginia tenía que ir a ‘hacer de puta’ como había dicho. Asustada se había vestido poco más o menos provocativa. Para ella le parecía que bastante. Una falda corta, Blusa blanca. Dejo abierto un par de botones que permitían ver el encaje de un sujetador rosa que hacía juego con sus bragas. Los tacones altos eran obligados, por supuesto.

Alfonso la dejo en la puerta. “Que te vaya bien cariño. Te espero aquí” y le dio un beso en la mejilla.

Virginia se había tomado un par de tranquilizantes y se encaminó hacia la casa. Primero la puerta exterior luego la interior. Arturo le abrió la puerta y enseguida vio que estaba defraudado. “¿Así viste una puta pervertida y guarrona? Ya puedes hacerlo bien esta noche porque empiezas ya a negativos. La polla de tu hijo está más cerca de meterse por donde salió.”

Virginia sentía que su alma se caía a los pies. Se sentía incluso sexy. ¿Qué es lo que quería este hombre de ella? Se la iban a follar. Seguramente la ropa le duraría bien poco encima. Entró al salón donde una semana antes Arturo la había violado por primera vez. Allí encontró a dos hombres, bastante mayores, posiblemente unos sesenta años, más bien gorditos y bastante poco agraciados.

“¿Esta es esa puta tan cojonuda?” Dijo uno. “Pues no es para tanto. Mi secretaria viste igual”

“Creo que nos va a defraudar” dijo Arturo “y ya sabes que eso le va a costar caro pero…”

“Pero nos la vamos a follar. ¿No? que al menos esta buena”

Arturo se quedó mirando a Virginia. Esta reaccionó de golpe “Cla…” tartamudeo, se volvió a preparar y continuo con algo más de seguridad “Claro que sí, cariño. Para eso he venido. Para… para que me folleis bien”

No había sonado ni lo más sexy, ni lo más seguro del mundo. Pero uno de los viejos se acercó a ella, la abrazó, y empezó a besarla. Unos besos babosos. Casi juraría que tenía dentadura postiza. Virginia se dejó hacer, aguantando las arcadas. Por mucho que se había mentalizado no era capaz de reaccionar. Y lo único que hacía era dejarse hacer. El otro se acercó. Olía a viejo. “No te vas a quitar la ropa”

“Claro, claro” Y Virginia empezó a quitarse la ropa rápidamente. En apenas unos segundos estaba ya desnuda. El viejo que acababa que pedirle que se desnudara miró a Arturo confuso “¿Ni siquiera un striptease?” Virginia veía la cara de decepción de Arturo. No sabía qué hacer. No sabía lo que esperaban de ella. Se acercó al que le había pedido que se desnudara y se puso a besarlo. Su mano bajó a su paquete y empezó a masajearlo. Seguramente si no fuera por los tranquilizantes no se habría atrevido. Poco a poco, muy lentamente, empezó a ponerse dura. Mientras estaba con uno de los viejos el otro procedió a meterle un dedo por el culo, luego dos… “Este culito va a ser para mi” Al mirar de reojo Virginia vio que el hombre, puro pellejo pese a los kilos de más, ya estaba desnudo y con el pene tieso. Al que se estaba trabajando el paquete le saco la polla ya preparada y lo empujo para que se sentara en el sofá tras él. El mismo donde fue violada. Se sentó encima del viejo y ella mismo se metió su polla en su coño húmedo. Empezó a cabalgarlo tranquilamente. Pronto el otro viejo se puso detrás. Virginia paro, cerró los ojos, se inclinó hacia delante, y dejó que la encularan. No había mucho espacio entre las barrigas de los dos viejos. Intentaba moverse pero apenas podía, hundiéndose en esas carnes fofas que cada vez sudaban más. Virginia cerraba los ojos más que los abría intentando olvidar lo que estaba sufriendo .Casi se ahogaba entre los dos. Y aun les costó a ambos llegar a correrse. Una eternidad y sorprendentemente, al unísono.

“Aparta” le espetó el viejo que tenía debajo poniéndose rápidamente los pantalones. “Lo siento Arturo. Nos vamos. La puta esta buena pero como ella hay mil.”

Arturo estaba junto a la ventana, decepcionado. Virginia corrió hacia él. “Lo siento. No sé qué hacer. No sé lo que queréis”

“No es mi problema. Me has decepcionado. Mañana va a ser divertido. Supongo que en el fondo esperaba que fallaras. Pero solo será el primero de los castigos. Voy a hacer que te arrepientas de haberme fallado.” Virginia miraba a todos lados sin saber qué hacer. El segundo viejo casi se había vestido, miro por la ventana y se le ocurrió algo. Necesitaba hacer algo… pervertido. Muy pervertido.

“Esperad. ¿Donde vais? Falta lo mejor. Lo había dejado para el final”

Los viejos no parecían muy convencidos. “¿Alguna vez habéis visto a un perro con una mujer?”

Se pararon en seco y dibujaron unas miradas lascivas. “Alguna vez, pero nunca está de más volver a verlo. ¿Por?”

“Esperad aquí” y a Arturo le preguntó. “Cual quieres”

“Elige tu. Y elige bien. Tu reencuentro con tu hijo pende de un hilo”

El  Gran Danés era inmenso. Le daba hasta miedo. “El grande” y vio como Arturo asentía satisfecho. Virginia salió a la carrera, desnuda como estaba, al jardín, donde estaban los perros. Cogió del collar al grande y tiró de él. Le costó un poco pero al final le siguió hasta la casa. No creía lo que estaba  apunto de hacer. Pero estaba aterrada. Durante los últimos días se había imaginado incontables cosas que le podían hacer a ella y a su familia que eran incluso peores que esto. No quería arriesgarse.

Metió al perro en la habitación donde los hombres se habían sentado esperando el espectáculo. Se puso delante de ellos y se puso a cuatro patas delante del perro. Cerró los ojos y espero…

Y no paso nada. Claro. No era una perra. ¿Y ahora qué? Se acercó al Gran Danés y vio su miembro aun escondido. Miro nerviosa a los hombres y volvió a mirar el miembro. Respiro hondo, alargó la mano y empezó a pajearlo. Poco a poco fue creciendo el miembro. Pero muy despacio. Virginia miró a Arturo y este a su reloj. Desesperada Virginia hizo otra cosa que ni se creía. Se puso bajo el perro y reprimiendo más arcadas empezó a lamer la polla que iba creciendo mientras la pajeaba. Esta vez oyó la aprobación y la risa de los viejos “jajaja. Si que va a ser una perra al final y todo”

La lamió, la chupo con sus labios y pronto la polla creció a un tamaño descomunal. Como no había visto nunca una. Virginia empezó a pensar que había sido una muy mala idea. El animal empezó a ponerse nervioso. Virginia no lo sabía pero no era la primera vez que el Gran Danés montaba una mujer. Y sabía lo que venía ahora y ya estaba ansioso. Empezó a saltar sobre Virginia que no conseguía ponerse a cuatro patas. Cada vez que se levantaba un poco el peso del animal le hacía caerse. No sería capaz de soportar su peso a cuatro patas. A rastras llegó hasta la mesita mientras el perro no paraba de intentar forzarla y oía de fondo las risas de los viejos. Virginia consiguió subirse a la mesita y apenas había apoyado el cuerpo sintió las patazas del Gran Danés sobre su espalda. Podía notar la punta del inmenso miembro del perro golpear contra sus nalgas buscando un agujero. Virginia estaba petrificada. Asustada. La virulencia de los golpes le asustaba. No sabe cuánta suerte tuvo Virginia esa noche. El Gran Danés acertó con su coño pues ya tenía experiencia. Pero si se hubiera equivocado y se la hubiera metido por el culo eso no lo habría frenado. Virginia solo puedo abrir los ojos y soltar un grito de exclamación cuando toda esa polla entró de golpe en su húmedo coño. Hasta con los perros se ponía húmeda. La polla golpeaba contra su matriz y empujaba aún más buscando hacerse hueco. Virginia oía los vítores de los viejos y sus burlas pero no podía hacer nada más que aguantar ese peso y recibir los envites.

Los perros solo tienes dos velocidades cuando follan. Parados y a toda ostia. Virginia notaba los repetidos y rápidos golpes del Gran Danés y otra cosa que no sabía lo que era. Un bulto grande que golpeaba contra su coño con cada empujón. No sabía lo que eran las bolas de las pollas de los perros. Pero con la mesa delante y el perro detrás no tenía dónde irse. Para su sorpresa en uno de los empujones esa inmensa bola se metió dentro de su coño y se quedó atascada dentro. Aterrada, incapaz de decir nada, sintió como ahora los envites hacían moverse su cuerpo al ritmo del perro. Se había enganchado. Pero no paraba.

Los viejos se levantaron para ver el espectáculo con mejor detalle. “Pues sí. Hasta el fondo. Le ha metido toda la bola. Ahora el cabrón con suerte se pegara como veinte o treinta minutos así. jajajajaja” El otro se puso delante de Virginia. “Al final sí que me la has puesto dura, putita. Hacía tiempo que no veía esta guarreria. Anda. Hazle un favor  aun viejo” y este se saco la polla delante de su cara.

Veinte o treinta minutos. Pensó horrorizada. Pero de reojo vio a Arturo que la examinaba. Así que saco fuerzas para evitar que el perro la tumbase y se las apañó para meterse esa polla vieja y pellejuda en la boca. Esta vez el viejo no tardó en correrse. No tuvo opción más que tragarse la corrida pues el viejo le sujetó la cabeza cuando se corrió. Dejo sitio al otro que pronto acabó igual que el primero. Después de que los dos viejos se corrieran en su boca el perro seguía bombeando pero duró poco más. Como si le hubieran metido una manguera en el coño sintió como el perro se corría en abundancia. Se le llenó toda la matriz y el bolo impedía que saliera ni una gota. Virginia esperaba que ahora el perro se bajara pero no, se quedó quieto allí, esperando.

“Tarda unos 10 minutos en separarse. Tómatelo con calma putita.” le dijeron mientras se iba.

Arturo se sentó junto a ella, mientras esperaban a que el perro la liberara. “Te has salvado por los pelos. Voy a darte una segunda oportunidad. Dentro de diez días tendré otra visita. Y tú volverás. Y ya puedes hacerlo bien o me volveré… creativo contigo”

Arturo se levantó y la dejó sola en la habitación con el perro encima jadeando. No podía creerlo. Se acababa de dejar follar por un perro y no era suficiente. ¿Qué quería este hombre de ella? Pasado el tiempo el perro se soltó y Virginia sintió como una catarata caía desde su coño. Ni se molestó en sacar el perro. Cogió las ropas. Se vistió rápidamente y salió en busca de su marido que la esperaba en el coche.

“¿Qué tal ha ido cariñito?”

“¿Qué tal?” Dijo Virginia enfadada. “Me ha follado un perro”

“Ah! Vale” fue la escueta respuesta de su marido.

Capítulo 5 Conociendo la empresa del jefe

Al día siguiente Virginia volvió a quedarse sola en casa. No se atrevía ni a salir. Solo se sentía mínimamente segura allí. Le sorprendió que alguien llamara a la puerta y al abrir descubrió un equipo técnico.

“Hola. Venimos a instalar el circuito de vigilancia”

“¿Qué? ¿De qué habla?” pero en ese momento sonó su teléfono. Un número desconocido. Al contestar escuchó a Arturo. “He mandado instalar unas cámaras en tu casa. Serán discretas, no se verán. Pero así, si estoy aburrido, puedo llamarte y ordenarte que hagas alguna guarrada para mí. Te darán un pinganillo para la oreja. Póntelo y así podrás escucharme siempre” Y colgó.

Virginia no daba crédito. Los técnicos esperaban en la puerta. Sin más remedio les indicó que pasaran y que procedieran. Pusieron cámaras por toda la casa, incluido su dormitorio y el baño. Y todas discretas, ocultas. Había que fijarse mucho para darse cuenta que estaban allí. Cuando acabaron le dieron una caja con el pinganillo en cuestión. Virginia dudo un momento y al final se lo puso. Nada más ponerlo oyó a Arturo “Saluda. Estás en el aire” Virginia. Tontamente. Saludo hacia una de las cámaras. “A partir de ahora algunas mañanas te llamaré para decirte que vestir. Hasta que aprendas lo que quiero y ya no tenga que llamarte. Ya lo entenderás. Quiero que vayas vestida un peldaño por debajo de lo que sería tan obsceno que te detendrían por escándalo público. Luego ya espero que seas una perrita obediente y entrenada que se vista adecuadamente sin tener que decírselo. ¿Has entendido?”

Tímidamente Virginia asintió. “Bien… Vamos a tu dormitorio. A ver que tienes”

Durante la siguiente hora Virginia estuvo mostrando por las cámaras su ropa. Arturo iba desechando y la mayor parte quedó censurada. Faldas cortas, escotes de vértigo, shorts… Virginia empezó a avergonzarse de cómo le quedaría esa ropa aun siendo suya. Según el momento o según con que se combinase quedaría sexy pero discreta. Pero temía las combinaciones que tenía en mente Arturo. En ese momento ya le escogió la ropa. Una blusa semitransparente, un sujetador de media copa con sus bragas a juego y una falda corta. Normalmente esta blusa se la ponía con un sujetador blanco básico pero con él me media compa y encaje que se podía adivinar a través le daba un aire totalmente distinto. Encima tuvo que vestirse delante de la cámara sabiendo que Arturo estaría mirando “Bien” y luego no se escucho nada. Virginia aún estuvo esperan un rato antes de darse cuenta que Arturo ya no estaba con ella.

A los cinco minutos llamó su marido. “Cariño. Me he olvidado unos papeles en casa. ¿Podrías traérmelos?”

¿Vestida así? Pensó Virginia. Le daba vergüenza salir así a la calle pero iba a ir así al lugar de trabajo de su marido. ¿Qué iban a pensar sus compañeros? Que era una puta, claro. Era lo que buscaba Arturo.

Respiro hondo, cogió las llaves del coche y fue salir de casa.

“Usa el transporte público” escuchó en su oído…

Virginia se paralizo. Así la vería todo el mundo. Tardó unos segundos en volver a dejar las llaves del coche y salir de casa.

Por supuesto que fue el centro de muchas miradas. Virginia iba encogida, con los brazos cruzados en el metro intentando minimizar el efecto que producía en los hombres.

Ya en el trabajo preguntó por el despacho de su marido pero le dijeron que tenía que ir al despacho de Don Arturo directamente. Asustada Virginia se encaminó a ese despacho donde encontró a Arturo hablando con otro hombre. Arturo se acerco “Ah. Los papeles que se olvido tu marido. Gracias Virginia” una vez al lado le susurró “Estás muy sexy, putita mía. ¿Sabes? Se ha corrido el rumor en la empresa de que eres una mujer insatisfecha, que tu marido no te da lo que debería. Así que si alguien intenta ayudarte a… satisfacerte, no se te ocurra negarte”

“Julián. ¿Porqué no enseñas la empresa a Virginia mientras yo reviso estos papeles?” Abrió la carpeta y Virginia vio solo folios en blanco

“Sera un placer. Por aquí” indicando la salida. Virginia pudo notar como Julián apenas podía apartar la mirada de su sujetador bajo las transparencias. Nada más salir la encaminó hacia su despacho “Tengo que coger una cosa, nada más” Una vez dentro le invitó a ver el paisaje que se veía desde su ventana. Nada espectacular, solo el parking, pero cuando Virginia se puso junto a la ventana sintió a Julián ponerse detrás suyo, cerca, muy cerca, hasta que noto que le tocaba con su paquete. “No es gran cosa pero es el único lado del edificio que no está rodeado por otros edificios”

Virginia se quedó quieta. Sentía el paquete del hombre justo contra su trasero. Más parecía que estuviera en el metro que no en un amplio despacho. Julián posó su mano en el hombro de Virginia “¿Sabes? Es una pena lo que me ha contado Don Arturo. Una mujer como tú no debería sufrir esa… penurias” y empezó a acariciarle el hombro.

La situación era insostenible para Virginia. Solo quería irse pero sabía que solo había una forma de irse. Sin decir palabra metió sus manos bajo la falda y se bajó las bragas hasta medio muslo. Se subió la falda y apoyó las manos contra la ventana.

Hubo un momento de silencio, de sorpresa, y luego una exclamación “Joder, que fácil”. Pronto se escucho como Julián forcejeaba con su pantalón, como este caía al suelo y como su polla entraba fácilmente en su coño. “La ostia. Que húmeda que estas. Si que estas necesitada, sí” Y allí, contra la ventana, Julián se folló por detrás a Virginia sujetándola por las caderas. Algunas personas pasaron por el Parking. Incluso puede que alguno se diera cuenta de lo que pasaba. Virginia se dio cuenta que no había escogido un buen lugar para tener un arrebato y rezo para que nadie la reconociera.

No más de cinco minutos tardó Julián en correrse. “Buffff… Espero que te hayas quedado bien. Yo desde luego que sí” La verdad es que ni aun hubiera sido una follada de su gusto hubiera estado muy lejos de correrse. “Oye… perdona pero tengo mucho trabajo. No puedo enseñarte la empresa. Si no te importa podrías irte”

Sin decir palabra Virginia se subió las bragas, se arregló la falda y salió, de vuelta a casa. Sin molestarse en ver a su marido.

Interludio

Lo peor de su forma de vestir era cuando visitaba a su padre, Esteban. Había enviudado hace poco y sabía que se sentía solo. Su padre no decía nada pero sabía que la reprobaba con la mirada su forma de vestir.

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Esa misma tarde su marido le trajo una carpeta del trabajo. “Me lo ha dado la secretaria de Don Arturo para ti. Parece una buena idea”. Virginia abrió la carpeta y se encontró varias páginas impresas de ropa por internet. Toda ropa que se podría clasificar de putona. Tops ajustados, faldas plisadas muy cortas, vestidos de noche con escotes hasta la cintura por delante y por detrás, con transparencias al límite de lo decente. La ropa interior no se quedaba a la zaga habiendo varios sujetadores de media copa abierta y bragas con aberturas por delante y por detrás.  También había una tarjeta de crédito para hacer las compras. Virginia estimó que las compras subirían unos 3000 euros. Por un lado se sintió extrañamente halagada y por otro desagradablemente humillada. Miro hacia donde estaba una de las cámaras sin saber si la estaba mirando o no.

La siguiente mañana no recibió llamada de Arturo. Decidió ponerse unos short y una camiseta muy ajustada con escote de entre la ropa que había pasado el corte. Virginia era consciente del miedo con el que vivía. Aun sin saber si la estaban mirando no quería contrariarlo. Le movía el miedo.

Empezó a realizar las compras. Ni se imaginaba que hubiera tiendas especializada en ese tipo de ropa. Esas mismas tiendas enlazaban con páginas porno. Algunas de las fotos de los enlaces eran… perturbadoras. Al final, por curiosidad empezó a visitar esa páginas. No podía creer lo que veía. Semejantes, barbaridades, semejantes, perversiones… perversiones… justo lo que le habían pedido. Siguió navegando y aterrorizada empezó a entender que es lo que se esperaba de ella. Todo eso. Tantas cosas, tantos actos depravados. Muchos ni daban placer a los hombres, solo eran formas de humillación y denigración. Justo lo que esperaba Arturo de ella.

Cuando se sitio saturada cerró el ordenador. Asqueada, abrumada, asustada… Pero luego empezó a pensar todo lo horrible que le podía hacer Arturo con la ayuda de Patrick. Y eso le dio más miedo. Vivía en un miedo permanente. Así que volvió a encender el ordenador y empezó a… documentarse.

Capítulo 5.2 Conociendo más compañeros de su marido

Alfonso entró en el despacho de su jefe directo, Luis.

“Hola. ¿Me llamaste?”

“Si Alfonso. Estos son los papeles que te dejaste en casa. Los trajo tu mujer”

“Vaya. No sé donde tengo la cabeza últimamente”

“Menos mal que tu mujer sí que sabe usar la cabeza. Bueno… coméntame esos números”

Mientras Alfonso le comentaba los números Luis hacía comentarios como joder, ostia o bufidos. Los números no eran tan malos y así se lo intento transmitir Alfonso.

“Vale, vale… Buffffffffffffffff me has convencido. Ahora vete que tengo que acabar un asunto que tengo entre manos”

En cuando Alfonso salió del despacho Luis se echó para atrás y sujeto la cabeza que tenía entre las manos justo mientras se corría en la boca de Virginia. La cual se lo trago diligentemente.

“Bufff… espero que lo aprecies. Si tu marido es tan estúpido de no tocarte yo lo haré siempre que quieras” aunque Virginia sabía que en realidad era siempre que quisiera él. Salió de debajo de la mesa y se fue. Empezaba a ser demasiado fácil.

Capítulo 6 La práctica lo es todo

Virginia se había hecho con una perversa documentación de muchas cosas, auténticas guarrerias, que intentaría… no. Intentar no. Que haría en su próxima visita a casa de Arturo.

Pero una se le resista. ¿Cómo hacían esas mujeres para tragarse una polla hasta el fondo sin pestañear? Había visto videos que incluso se metían un dildo de un metro por la boca hasta el fondo. Sin exagerar. Lo había intentado primero con plátanos pero, además de no conseguir lo tuvo que dejar cuando casi se atraganta con uno que se partió. Luego compró un dildo de goma para probar pero no conseguía resistir las arcadas. Era algo reflejo. ¿Qué podía hacer?

Había una solución fácil, pensó. Que la hipnotizaran. Dudo por un momento. ¿Y si se lo pidiera a Patrick? No perdía nada por preguntarle. Así que decidió ir a su teatro.

Ese hombre le asqueaba pero era uno de los pocos con los que podía hablar del tema. Siendo los otros Arturo, su marido y su hijo. Era la opción menos mala.

“Así que quieres que te hipnotice para poder tragarte mejor las pollas en una de las fiestas de Arturo de ‘Vamos a ver cuánto puede humillarse esta puta’. Niña… debo decir que vas por buen camino”

“¿No sabía que había un camino?”

“Claro que sí. Tranquila. Te contare un secreto. Esto no es para siempre. Arturo se cansara de ti antes o después. Entonces pasarás… a la reserva por decirlo así. Solo te llamara de vez en cuando porque tendrá otro juguete al que romper. Eso si no la cagas y no le obedeces. Entonces se cansara de ti pero para mal y me hará castigarte de alguna forma muy mala. Solo dos han acabado así. Una hizo un video porno con media docena de perros y se lo envió a todos sus familiares y amigos. Fue la sensación de internet. La otra… hasta yo creo que Arturo se pasó. Pero se cabreo mucho con ella. Le hizo cambiar de sexo y cometer un delito que la llevó a la cárcel de hombres. Una vez allí la programe para ofrecerse a todos los reclusos. Es el putito más popular de su módulo. Sobre todo porque aún tiene tetas, pequeñas pero las tiene. Cada vez que le falta poco para liberarse hace alguna tontería y le alargan la condena. También se lo programe yo”

Patrick se percató de cómo se escandalizó Virginia. “Si. Ya te digo. Hasta para mí me parece demasiado. Pero bueno… Si termina rompiéndote estará contento y pasará a la siguiente. Eso no significa que de vez en cuando te castigue como hice yo en el metro” y Patrick se rio. “Pero nada permanente o demasiado público. Entonces se acabaría el juego. Y si no te rompes…”

Virginia no se equivocaba. Estaba entre dos opciones. Una era un infierno. La otra era aún peor.

“Pero programarte para que puedas tragarte pollas es algo así como trampa, bonita. Así que nada. A practicar”

“¿Practicar cómo? Es en pocos días. Te lo ruego. No quiero…” y por un momento se imaginó a sí misma en una cárcel de hombres siendo sodomizada por todos los reclusos y tuvo un escalofrío. “Ayúdame. Te lo ruego”

Patrick sonrió. “Cuidado con lo que pides porque te puede ser concedido. Vale. Acompáñame. Hoy tenía una aburrida función en un colegio y tu harás de asistente”

“No lo he hecho nunca”

“Tranquila. Lo harás bien”

Virginia acompaño a Patrick. Suponía que le ayudaría en el espectáculo y luego, a cambio, le ayudaría con su problema a la hora de… tragarse pollas enteras. Llegaron a un salón de actos donde una clase de unos 40 alumnos esperaba. De unos 15 o 16 años. Acompañados de un profesor.

“Muy bien queridos alumnos. Hoy tenía preparado un espectáculo que no tenía muchas ganas de hacerlo pero me ha salido la posibilidad de hacer algo más interesante. Mirad todos a la rueda de colores del fondo que mi asistente va a hacer girar.” Virginia se acercó a  la rueda y le dio un golpe. Era fácil La rueda giro produciendo unos colores hipnóticos. Patrick empezó a hablar en un susurro con esa voz especial y en menos de un minuto volvió a alzar la voz. “Ahora dad una colleja al que tengáis delante” Se oyó al unísono como treinta collejas ya que los de primera fila no tenían a quien dársela.

“Bien.” Ahora si el profesor tiene a bien cerrar la puerta. No queremos que nos molesten durante nuestro espectáculo especial. Virginia desnúdate” El profesor, sin entender porque, obedeció.

“¿Qué?” pregunto sorprendida.

“Que te desnudes. Te dije que te ayudaría y que necesitas práctica. Tenemos dos horas para que practiques” Patrick empezó a apremiarla dando palmadas “Vamos, vamos…”

Virginia se quedó quieta. Esos jóvenes tenían poco más que la edad de su hijo. Recordó lo de los castigos. Nada permanente o público. ¿Qué dirían todos estos jóvenes después? Virginia salió de su ensoñación cuando vio que Patrick la miraba gravemente. Castigos. Mejor no enfadarlos. Y empezó a desnudarse

“Esto no me parece adecuado” dijo el profesor que volvía de cerrar la puerta.

“Esto se si te parece adecuado” dijo Patrick. Y el profesor asintió y se sentó como si nada. Los jóvenes estaban revolucionados algunos hicieron ademán de sacar sus móviles. “Nada de móviles” exigió Patrick y le obedecieron. Eso tranquilizo mínimamente a Virginia. Los chavales no sabían qué pensar. “Aquí mi asistente tiene un problema. Tiene que aprender a tragarse pollas hasta el fondo…” fue interrumpido por una risotada “...hasta el fondo y necesita practicar. Y sé que todos vosotros estáis deseando follarle la garganta” Se escucho varias afirmaciones a la vez una vez implantado ese deseo. “Así que os va a parecer lo más normal del mundo subir al escenario, formar una fila delante de mi asistenta de rodillas y follarle la garganta uno tras otro.” se volvieron a oír afirmaciones y muestras de estar muy interesados. “Como no está acostumbrada intentara resistirse. Así que también os turnareis en sujetarle por los brazos de dos en dos para que no pueda resistirse”

El profesor alzó la mano “Y el profesor también” Patrick rió. “También” Se giró hacia Virginia y con un ademán de cabeza le indico que se arrodillara. Virginia dudo el par de segundos de rigor antes de obedecer. “Para los que no sepáis como se hace le sujetáis la cabeza, le metéis la polla en la boca y la sacáis y la metéis hasta el fondo. Es así de sencillo. Hasta que os corráis. Cuando lo hagáis meted bien dentro la polla y correos directamente en la garganta. No os preocupéis. No os morderá. No sé si se habrá dado cuenta ya pero mi asistente está programada para que no pueda morder ninguna polla” se giró a Virginia “¿Te habías dado cuenta?” esta negó sorprendida. “Buena putita que eres”

Virginia empezó a asustarse a ver los jóvenes subir en tropel, como una estampida, que pararon de golpe solo al llegar frente a ella, haciendo una ordenada cola. Virginia se tapó los pechos y el pubis, avergonzada y se percató de la mirada divertida de Patrick que le decía que así iba mal. Pero antes que pudiera hacer nada los dos primeros de la fila le cogieron los brazos y los apartaron sujetándolos en cruz. El siguiente de la fila ya se había bajado los pantalones y le cogía la cabeza empujando su glande contra sus labios. Los típicos segundos de duda antes de convencerse de lo inevitable y abrió la boca. Como una exhalación la polla entró hasta el fondo produciéndole arcadas. Intentó zafarse de forma instintiva pero sujeta por cabeza y brazos le fue imposible. La polla entraba y salía y ella no podía contener ni arcadas ni ahogos. Cuando al fin el joven terminó pudo sentir como le sujetaba la cabeza y aparcaba su polla en lo profundo de la garganta. Esperando unos segundos a correrse y luego la soltó. Virginia empezó a toser, a buscar aire, a escupir las babas que le habían llenado la boca. Los jóvenes parecieron asustados por un momento hasta que Patrick les dijo que era normal. Así que se turnaron en sujetarse y paso el siguiente que repitió todo el proceso. Cada vez que acababa uno Virginia tomaba con ansia el aire que le faltaba y escupía las babas que le sobraban en los escasos tres o cuatro segundos que tardaba el siguiente en meterle la polla en la boca. Así uno tras otro fueron pasando todos. Tras la primera hora noto como la levantaban en volandas y la depositaban en una mesa del espectáculo de Patrick. Lo había ordenado Patrick y se dio cuenta que, al tumbarla boca arriba, con la cabeza hacia atrás, quedaba perfecta para que los jóvenes siguiera follándole al garganta en esa postura. Así fueron pasando. Hasta el profesor llegó a tener su turno. Como había tiempo algunos pudieron tener una segunda ronda de su garganta. Patrick escogió a los que tenían algo especial. El gordito que golpeaba con su barriga la nariz de Virginia, el guarro de la clase con su desagradable olor, el bromista que hacía bromas mientras se la follaba o uno que estaba sorprendentemente bien dotado.

Mientras la follaban noto como alguien se preparaba entre sus piernas. Oyó a Patrick decir “Al final este espectáculo me ha excitado y todo. Voy a desahogarme.” Y noto durante un rato como tenía dos pollas clavadas, una en la boca y otra en el coño.

Al fin del espectáculo Patrick los programó para olvidar lo ocurrido. Solo recordarían un estupendo espectáculo. Virginia se sintió aliviada del mal del menos. Ya vestida volvió con Patrick a su teatro. En el coche no decía ni palabra. Estaba demasiado ocupada masajeándose la mandíbula. Le dolía horrores. “Hey. Niña. No te quejes. Me pediste ayuda y te la di. ¿Ha funcionado?”

“No lo sé. Estaba demasiado ocupada intentando respirar como para darme cuenta.”

“Pues solo hay una forma de averiguarlo”

Patrick la llevó al teatro, a su camerino, se quedó en mitad del camerino y se sacó la polla, bastante erecta y espero. Virginia suspiro. Lo peor es que tenía razón. Así que se arrodillo delante de él (Ya ni se preguntaba porque les gustaba a estos hombres que se la chuparan de rodillas. Era por la humillación y la sumisión), paso sus manos por su nuca levantando los codos como había visto en alguno de los videos y bajó la cabeza tragándose la polla de Patrick que crecía por momentos.

Virginia noto como crecía, como se le metía por la garganta, como no le dejaba respirar pero se tranquilizo. Se puede aguantar varios minutos sin respirar. Un segundo, dos segundos, tres segundos… las arcadas se hicieron más fuerte y tuvo que retirarse pero enseguida se forzó a tragársela. Las arcadas seguían estando ahí. No podía aguantar minutos como había visto a algunas en los videos pero si segundos. Los suficientes para que pudiera aguantar y follarse ella misma la garganta. Con ese conocimiento empezó a subir la cabeza una y otra vez, a tragarse hasta el fondo esa polla. A veces tenía que parar pues las arcadas seguían allí. Pero enseguida se volvía a poner en marcha. Era cierto. La práctica lo es todo.

No se percató que Patrick estaba ya listo y se sorprendió al notar la corrida en la boca pero no se apartó durante la corrida. A veces se corría directamente en la garganta, otras en su boca, según donde estaba la cabeza en ese momento.

“Bueno… no eres perfecta aun pero ya has visto que te he ayudado”

Virginia se limpio con el dorso de la mano algo de semen que se le salía por la comisura de los labios y se levantó para irse. “¿Qué se dice?” le pregunto

Virginia le miro extrañada. ¿Le estaba pidiendo…? “Gra… ¿Gracias?”

“¿Gracias por qué?”

“Gracias… por enseñarme a tragarme pollas” dijo humillada.

“Esa es mi putita lista” y le dio un azote suave en el trasero. “Anda. Vete a casa y enséñale a tu marido lo que has aprendido”

Virginia volvió para casa donde se encontró a su marido. Ni le pregunto porque vestía tan sexy ..

“Hola cariño. ¿Qué tal? ¿Qué has hecho esta tarde?”

Virginia le miró, bufo, y cabreada le dijo. “He aprendido a tragar pollas. Más de cuarenta me he comido hoy. ¿Quieres que te enseñe mis nuevas habilidades?”

Su marido se encogió de hombros y contestó con un vale sin ningún interés.

Bueno. Seguía queriendo a su marido. No era culpa suya. Era tan víctima como ella y desde su desconocimiento era incluso más prisionero que ella misma. Bueno… Desde que empezó esta pesadilla aún no se había acostado con su marido. Si iba a ser una puta, si iba a tener que practicar, al menos que lo disfrutara su marido.

“Venga, amor, vamos a la cama”

“Hoy no cariño. Me duele la cabeza” Y siguió leyendo

Virginia se sorprendió mucho. Que raro.

Por la noche volvió a intentarlo. Pero la respuesta fue aún más rara.

“No cariño. Tengo la regla. Lo siento”

Virginia lo comprendió. ¡Habían programado a su marido para que se negara a acostarse con ella! Se tumbó en la cama asustada.  Asustado por todo lo que podían hacer. Asustada por todo lo que podían haber hecho y aun no lo sabía.

Interludio

Virginia estaba asustada. Faltaba un par de días para ‘el gran día’ Por mucho que se había ‘documentado’ uno cosa es saber o imaginar como quería Arturo que se denigrara y humillara, las guarrerias perversas que iba a hacer y otra ser capaz de hacerlas.

Por las páginas había visto una droga que ayudaba a desinhibirse. Una forma de éxtasis. Pero no tenía ni idea de cómo conseguirla. Estaba aterrada con la posibilidad de bloquearse y quedar mal con Arturo. E iba a intentar no dejar nada al azar. ¿Pero dónde conseguirla? Eso es cosa de jóvenes…

Tomó un riesgo decidió preguntárselo a su hijo. Lo abordó cuando volvió del colegio. “Ismael. Hijo. Tengo que preguntarte. Tu… ¿Sabes donde conseguir drogas?”

“¿Eh? porque me lo preguntas. Yo no tomo drogas. No tengo ni idea”

“No te pregunto si las tomas” y en el fondo, como madre preocupada, esperaba que realmente no tomara “Es para… una amiga”

“No mama. Que no se.” Virginia veía que por su cara no se creía lo de su amiga. Su hijo imaginaba con razón que era para ella. Virginia ya empezaba a comprender bien cómo funcionaba la programación de su marido y su hijo y vio cómo aprovecharse. Quería esa droga y la obtendría. Tomo aire y no se creía lo que le iba a decir a su hijo.

“Quiero comprar éxtasis para usarlo en una fiesta donde tengo que hacer de puta y me van a follar por todas partes.”

“Ah! ¿Es para eso? Eso no tiene importancia. Toma. En este garito puedes pillar lo que quieras. Pregunta por Tomas, el camarero”

Virginia tomó la dirección. Realmente la estaba degradando, cada día se sentía más hundida. Pero tenía la dirección.

Al día siguiente por la mañana fue al garito de la dirección. Estaba medio cerrado pero había alguien dentro. Entró por debajo de la persiana a medio subir y llamo. “¿Hola? ¿Esta Tomas?”

Un joven de unos veintitantos años que estaba ordenando los vasos se le quedó mirando. Atractivo la verdad. Los camareros y camareras de la noche suelen tener ese tipo de perfil. “Estamos cerrados, señora” mientras pensaba que para su edad la señora estaba de buen ver y vestía un poco demasiado provocativa.

Curioso. Le dolió lo de ‘Señora’. Se sitio mayor. “¿Eres Tomas?” El joven asintió. Me han dicho que puedes vender… cosas. El se le quedó mirando de arriba a abajo y apartó la mirada. “No sé qué de qué habla señora”

“Busco éxtasis.” El joven bufo. “Señora… o madero. No sé muy bien lo que es. Yo no paso nada. ¿Vale? déjame en paz” y siguió con sus quehaceres

“¿Ma…? No, no… no soy policía”

“Claro. Porque si lo fuera me lo dirías”

Virginia se estaba cabreando. “¿Si te enseño las tetas me creerás que no soy una policía?” le espetó.

Tomas bufo. “Si me la chupas sí que creeré que no eres policía”

Era sarcasmo pero a estas alturas a Virginia le costaba distinguir entre peticiones sexuales sinceras y sarcásticas. Dudo un momento y concluyó. “Vale”

Tomás se queda paralizado. “¿Qué? ¿Lo dices en serio?” Virginia saltaba de un pie a otro nerviosa. “Si. Vamos. Antes que me arrepienta”

Tomás salió rápidamente tras la barra y se sentó en una mesa sacándose la polla, atónito de la suerte que tenía. Virginia se arrodilló, una vez más, y puso en práctica lo aprendido. Se la comió pero bien. Tragando la polla hasta el fondo. Tomas alucinaba y no paraba de exclamar y de gemir y de alabar sus cualidades como felatriz, coño, como comedora de pollas. Era joven y a Virginia le costó más de lo que pensaba en hacer que se corriera pero no cejo y al final otra carga de semen a cabo en su boca. Tomas alucino cuando no solo le recibió en su boca sino que se lo trago todo.

“Wow. Vale. Si. Me lo creo. No eres madero. Éxtasis dices que quieres. ¿No?” y fue tras la barra y de un escondite sacó una bolsa con una pastilla. “Toma. Te la regalo. Jamás me la habían chupado como tú. Debes de haber practicado mucho, tía. Pero cuidado. He visto a muchas niñas tontas hacer locuras después de tomarse esto y arrepentirse.”

Que le llamara tía en vez de señora le alegró en el fondo. Y si que tenía razón. Anda que si no había practicado. Y desde luego que practicar ayuda. Y el joven estaba de buen ver. Le miro y tomo una resolución. “¿Y si te dejo que me folles me darás cinco?”

El joven, atónito, vio como Virginia sacaba la pastilla y se la metía en la boca. Tenía que practicar. Tenía que saber si sería capaz de hacer todas esas guarrerias que le asqueaban. El efecto fue rápido. Tomas alucinaba con lo que hacía Virginia. Algunas cosas incluso le escandalizaron. Pero al final, después de varios polvos, cosas que tienen los jóvenes, mucho aguante, Tomas termino dándole las cinco pastillas a Virginia.

Virginia se fue, algo mareada por la droga. Recordaba todo vagamente pero poco a poco la memoria se hacía más lúcida así como pasaba el efecto de la droga. Ya recordando todo lo que había hecho. Y le revolvía el estomago. Llego a casa a duras penas y tuvo que abalanzarse a la taza del váter donde vomitó varias veces. Cuando se relajo al menos se dijo que con la droga sería capaz.

Capítulo 7.- La Gran Noche

Llego la gran noche. Su debut como puta tirada. Su marido la dejó en la puerta, le dio un beso y le deseo suerte. Virginia llevaba una gabardina hasta los gemelos y una pequeña bolsa de deporte. Atravesó la puerta exterior y en la de entrada le esperaba Arturo. La miró sin mostrar sorpresa o interés por su vestimenta. aunque Virginia no lo sabía la había visto prepararse por las cámaras. Virginia ya ni reparaba en ellas. Nada más entrar Arturo le metió la mano en el bolsillo de la gabardina y le saco la bolsita de las pastillas.”Nada de dopaje putita. No solo me quiero follar tu cuerpo” le dijo y le dio dos golpes en la frente con los dedos “Me quiero follar también tu cabeza”

Virginia casi entra en pánico. Todo lo que tenía que hacer. Lo que se iba a forzar a realizar… ¿Sería capaz? Sacó un papel del otro bolsillo y empezó a leerlo ávidamente. Arturo se lo quitó de un tirón y vio que eran un montón de guarrerias que Virginia intentaba recordar que tenía que hacer. Arturo se la devolvió con una sonrisa satisfecho. Virginia le dio un último vistazo a la chuleta y la metió al bolsillo para seguir a Arturo hasta el salón. Volvían a estar los dos viejos de la otra vez a los que se había unido otro. Algo más ‘joven’. Unos 50 años. Sobrado de kilos, de piel sonrosada y con una incipiente calva.

“A ver si lo haces mejor esta vez, hija mía” le dijo uno de los viejos.

Virginia se había preparado. Como si fuera un espectáculo. Tomo aire y se lanzó.

“Claro que sí, amor mío.” Y se quitó la gabardina. Bajo ella solo llevaba un corpiño de cintura, no le cubría los pechos. Estos, al aire, podría verse que los pezones estaban unidos por una cadena enganchada con unas pinzas. El corsé se unía por ligero a unas medias que le llegaban a medio muslo, de encaje. Llevaba unas braguitas pero como si no las llevara. Diminutas. con aberturas por delante y por detrás. Además llevaba un collar de perro al cuello del que colgaba una cadena. Y se podían ver pulseras de cuero en muñecas y tobillos con mosquetones donde se podían meter cuerdas.

“¿Qué? ¿viste así tu secretaria?” y se forzó a sonreír y a darse la vuelta exhibiéndose por delante y por detrás. ·Escucho algún silbido de aprobación. Al menos estaba empezando bien. no como la otra vez. Avanzó hacia los tres hombres con pasos cruzando las piernas, como si fuera una modelo de pasarela. “¿Y bien? ¿No queréis reventarme a pollazos?” sonaba un poco rara. Intentaba parecer lasciva pero aún se le notaban los nervios. Pero no es algo que pareciese importarle s los hombres presentes. “Yo sí, yo sí…” dijo el gordo nuevo que le tiró de la cadena de los pezones y la forzó hacia él donde la abrazó y la besó ávido, como si no hubiera tocado mujer hace mucho tiempo. Su lengua invadía su boca torpe y apresurada y sus manos recorrían su cuerpo. Virginia noto como el hombre se paró un momento sorprendido por su sempiternamente mojado coño y volvió a abalanzarse sobre su cuerpo tocándolo en todas partes. “He, jovenzuelo. No la acapares” Virginia giró la cara y mientras el gordo le comía el cuello tranquilizó a los viejos. “Id desnudándoos. Aquí hay puta para todos”

Noto como también el gordo se quitaba presuroso sus prendas sin dejar de besarla ávido, empujándola cada vez mas y mas. Virginia intentaba corresponderle pero era imposible. Los nervios y el ansia de ese hombre estaban desbocados. Incluso al quitarse los pantalones tropezó y cayó sobre Virginia, aplastándola contra el suelo. Virginia se quedó sin aire pero eso no frenó al hombre que forcejeaba por meterle su polla pero la amplia barriga se lo impedía. No era fácil. Virginia se asfixiaba pero consiguió articular unas palabras. “Cariño, semental… cálmate… tengo agujeros para todos… déjame ponerme encima y veras que es mucho mejor”

“Si, si…” dijo algo más sosegado. Con auténtico esfuerzo se levantó y se sentó en el sofá. Virginia pudo respirar otra vez. Intentando parecer sexy se acercó poniendo morritos. “Ya veo que tienes el pollón trabajado y no necesitas mi ayuda… ¿quieres probar ya mi coñito húmedo”

“Si si… “ asintió con la cabeza aun ansioso. Además de gordo era peludo Virginia no lo habría tocado ni con un palo si pudiera elegir. Pero se subió al sofá, se sentó sobre él, apartó su barriga y guió como pudo esa polla que por otro lado era de lo más normalita.    “Hummm que rico” mintió Virginia. “Toma” y se ofreció las cadenas de sus pezones. “Para que tu marques el rito como quieras” y le dedicó una sonrisa forzada. El hombre, ávido, tomó la cadena y probo. Tiro hacia arriba y abajo. Virginia noto como sus pezones se estiraba y los seguía ansiosa de no sufrir el dolor que sería ser demasiado lenta. Pero el gordo empezó a subir y bajar más rápidamente, como un niño malcriado con un juguete nuevo. Las caderas de Virginia subían y bajaban a toda velocidad y no podía evitar que los pezones le dolieran con tanto tirón pero as como empezó, paro de golpe. Virginia vio que el hombre jadeaba como un energúmeno y que estaba cubierto de sudor. ¿Cómo? ¿Si era ella la que lo había hecho todo? Y pronto sintió como se corría en su interior había sido rápido. Virginia no sabía si agradecerlo. Cuanto más rápido acabaran más cosas se le tendría que ocurrir y su lista era limitada.

“Me ha encantado semental” mintió Virginia que desmontó de la polla del gordo y de pie ante él se metió los dedos en el coño para sacarlos empapaos de su esperma para luego metérselos en la boca. “Hummmm… que rico. Me encanta tu leche. Me encantara mas cuando te corras directamente en mi boca”

El hombre sonreía bobaliconamente y empezó a tocarse intentando forzar una erección que no venía. Virginia no sabía si atenderlo pero recordó a los otros dos viejos. No podía dejarlos aparte. Al girarse los vio. Ambos desnudos. Uno ya la tenía dura pero el otro parece que la edad le estaba jugando una mala pasada.”No te preocupes, mi amor. siéntate y deja que esta boquita carnosa te ponga fino” y le hizo un mohín con los labios El viejo se sentó junto al gordo y Virginia, de rodillas, empezó a trabajarle el miembro flácido. Aprovechando que le pajeaba se giró al otro viejo que ya estaba listo y le invitó. “¿A ti no te encantaba mi culito tierno? ¿Pues a qué esperas? Reviéntamelo, toro mío” Virginia se posiciono para poder estar accesible por detrás mientras trabajaba el miembro. Pronto tenía al viejo sodomizándola. A Virginia le asustó lo fácil que recibía pollas por detrás cuando hace dos o tres semanas era un auténtico dolor. Más le asustaba lo relativamente fácil que estaba siendo. Era asqueroso. Un gordo sudoroso y dos viejos pellejudos se la estaban follando y era capaz de contener las arcadas y sus ascos y darles lo que querían. Pero la polla que tenía delante se le resistía. Por mucho que la mamaba apenas estaba medio dura. Tenía probar algo diferente. Empezó a tirar de las piernas del viejo. Este, extrañado la siguió hasta tener casi medio culo fuera. Entonces Virginia empezó a bajar, a lamerle las pelotas que le colgaban, y aún más, por la raja del culo hasta llegar a su ano que empezó a lamer. Un beso negro. Había averiguado hace poco que se llamaba así. “Joder” exclamó el viejo “Sí que se ha puesto las pilas, si. Menuda guarra. Me está lamiendo el ojete” y pudo oír cómo se reían para su humillación. Una vez bien lamido volvió a subir, hasta el miembro otra vez, se lo trago bien y intento meterle un dedo por el culo del viejo. Este se sorprendió al principio pero le dejó hacer y Virginia empezó a masajearle la próstata con el dedo mientras le comía la polla. Enseguida noto como ese miembro renacía y se endurecía rápidamente. Ahora que había conseguido ponerla  en marcha empezó a comerla como había aprendido. Hasta el fondo. Arriba y abajo, sin parar. Y pudo sentir cómo se mantenía firme sin problemas. Casi se sentía orgullosa… y le asqueo pensar que pudiera estar orgullosa de algo así. Así los dos viejos se la trabajaron por la boca y por el culo a la vez. Aún tardaron su tiempo pero ambos acabaron corriéndose. Virginia se aseguro de no perder ni una sola gota de la corrida de su boca volviendo a cantar alabanzas de lo buena que estaba esa leche. Cuando el viejo que la enculaba acabo y saco su polla Virginia se levantó y se preparó para una de las mayores guarrerias que había visto. Cogió y se metió dos dedos en su propio ano mientras le decía al viejo que la había sodomizado “No creas que me voy a quedar sin probar tu leche, mi rompeculos” y sacó los dedos con resto del semen que el viejo acababa de depositar en su culo y se los llevó a la boca. Tres enemas se había puesto hoy pensando en que tendría que hacer cosas así. Virginia no se dio cuenta que no le besaron en la boca ninguna vez a partir de ese momento “Joder Arturo. ¿Qué le ha pasado a esta zorra? La otra vez parecía una ama de casa mojigata y ahora no he visto puta mas guarra en mi vida” “Todo ha sido cosa de ella” contesto y era cierto Ella misma se estaba degradando. Como quería Arturo. “Ven que te limpie esa polla, papito” y al que acababa de sodomizarla le empezó a chupar la polla buscando ponérsela dura otra vez pero no tardó en darse cuenta que no iba a ser rápido. no eran jóvenes Miro alrededor y vio las tres pollas flácidas y sin visos de reactivarse. Por suerte tenía un plan. “Vamos a tomar un descanso pero no vamos a dejar la diversión, machotes. Vamos a jugar a ‘Vamos a decorar a la puta’ dijo forzando una sonrisa. Acercó la bolsa de deportes junto a la mesita de la que saco unas cuerda y unas pulsera de muslo con argollas.. “¿Quien quiere atarme?” dijo sonriente. El gordo, como no, se ofreció voluntario con entusiasmo. Virginia le tuvo que frenar mientras se ponía las pulsera de los muslos y se tumbó boca abajo sobre la mesita. El gordo no parecía seguro que tenía que hacer pero los viejos le guiaron. “Átale las pulseras de las muñecas, hombre. nosotros haremos lo mismo con los muslos. Dicho y hecho. Virginia término maniatada a cuatro patas, sin poder juntar las piernas, con todos su agujeros al aire. “En la bolsa tenéis alguno juguetes. ¿Porqué no dais un vistazo?” dijo sonriendo intentando disimular el terror. Seguramente iba a ser la parte más dura físicamente. Por eso el truco de que la ataran. No podría defenderse. Pero precisamente… estaba indefensa. Los hombres inspeccionaron el contenido. Varios vibradores, unas fustas, unos rotuladores… El viejo que los sacó la miró extrañada. “Son indelebles. Por si queréis escribir guarradas en mi cuerpo” todo con una falsa y horrorizada sonrisa. Le hizo gracia y empezó a escribirle cosas. Primero la palabra ‘Puta’ en la frente. Luego ‘Comepollas’ en la mejilla con una flecha señalando su boca y siguió por su cuerpo. Virginia sabía lo que le escribía porque lo iba cantando a la vez.

Virginia recibió un azote. el primero. Solo el estar atada impido que saltara. El otro viejo la había fustigado. “Ay, papi. Si. He sido mala” “Calla mala puta” y volvió a azotarla esta vez más fuerte “No me llames papi. Si mi hija fuera como tú la mataba” y volvió a azotarla enfadado. El otro viejo le susurro que a él si podía llamarlo papi mientras Virginia apretaba los dientes.

Los azotes pararon y se oyó decir “Que es esa Bestialidad” Virginia giro para ver lo que era. El gordo mostraba un Dildo con forma de as de picas, inmenso. Cuando pensaba que estaría drogada no le pareció tan mala idea. Ahora… totalmente consciente le aterraba que le metieran eso en el cuerpo. “¿Esto te cabe,puta?” Le preguntó el viejo que la había azotado. Virginia cerró los ojos. “Prueba a ver” El viejo cogió el Dildo y empujo por el culo. “Ahhh…” grito Virginia asustada. “¿Paramos?” preguntó el viejo. “No, no… “ se forzó Virginia. “Este es vuestro juego. Yo solo soy un juguete. Solo soy una puta de mierda. ¿Qué más da lo que piense?” El viejo dudo un momento pero el gordo no. Le arrebató el dildo de las manos y volvió a intentar metérselo. Virginia dio un respingo y volvió a gritar de dolor. “Arrrgghhh” y eso volvió a frenarlos asustado. “Joder. ¿Seguro? ¿Seguimos?”

El gordo tuvo una idea. Saco otra cosa de la bolsa. Una mordaza de bola que uso para amordazar a Virginia.. “Ya está” dijo orgulloso. Virginia aprovechó para morder con fuerza el bocado y se preparó. El gordo volvió a coger el dildo y empujo. Se podía oír los quejidos ahogados de Virginia pero no tan fuertes. Poco a poco el ano se le fue dilatando a la fuerza de la presión que hacía el gordo  y de repente, cuando llegó a la base, el ano de Virginia se tragó ansioso la otra parte del dildo hasta que llegó al tope. “Joder. Pues sí que le cabe.” “A esta puta le cabe cualquier cosa. Y lo que no le cabe, se le fuerza dijo uno de los viejos riéndose” A Virginia le caían unas lágrimas pero lo peor había pasado… por ahora. Faltaba la salida. Noto como le metían un vibrador en el coño, este más manejable y jugaban con él mientras le preguntaban si se lo pasaba bien. Virginia mentía y les decía que si con la cabeza y estos continuaban jugueteando.

Sin previo aviso noto como le sacaban el dildo. Fue tan doloroso a la salida como a la entrada y solo la mordaza impidió que los dejara sordo del grito. Luego noto como le tiraban de las bragas hasta romperlas. Algo innecesario dadas su aberturas. Parece que al gordo le apetecía hacerlo. “Esto lo he visto yo en internet. Tengo ganas de verlo en vivo” Virginia intento ver qué era pero el gordo ya estaba metiéndole algo por el culo. Pronto reconoció lo que era. El gacho que tenía una bola de metal en la punta. Era algo raro y le sorprendió y asqueo que el gordo supiera lo que era o para lo que servía. También encontró la pinza para el pelo. El gordo le recogió el pelo y lo sujeto con una pinza especial. Luego pasó una cuerda por la argolla del gancho y por la pinza especial del pelo y tenso. El gancho tiraba en una dirección forzándole a levantar el trasero y el del pelo a echar la cabeza hacia atrás, arqueando la espalda tanto que pensaba que se la iban a partir.”Esta guapa así. ¿Verdad? sacando tetas y mostrando culo” dijo el gordo. “Sí.” Apostilló uno de los viejos. Y con sus agujeros accesibles. Le toco el coño que seguía húmedo “Joder. Esta puta no deja de estar cachonda le hagamos lo que le hagamos. Vosotros no sé. Pero yo ya estoy listo.”  Y Virginia noto como, en esa incómoda postura el viejo le metió la polla en el coño y empezó a follársela. El gordo se puso delante para poder admirar su obra. Miraba fijamente los pechos, aun con esa pinzas con cadena colgando y decidió tirar de ellos. Virginia forzó una falsa sonrisa como pudo con la mordaza para ocultar su miedo. Y el gordo empezó a tirar, como un niño jugando con un insecto, y a tirar más. Virginia notaba como sus pezones parecían escaparse pero no podía más que murmurar algún quejido. “Que guapas estas así” apuntillo el gordo y soltó las cadenas de golpe para alivio del Virginia y deleite del gordo que veía como se bamboleaban esos pechos precioso. De tamaño justo. Tal vez un poco pequeños para un pervertido como él.

EL viejo que la follaba usaba el gancho para darse impulso, lo que hacía que Virginia sintiera que le tiraban del pelo una y otra vez. Temía que su espalda acabara rota o que le arrancaran el pelo con esa virulencia pero pudo aguantar hasta que acabó. Otra corrida más en su coño.

“Ha sido divertido pero nosotros también queremos jugar” se quejó el otro viejo. Desátala que ya estoy listo y quiero también un poco de ese coñito. Virginia sintió un gran alivio cuando le soltaron la pinza del pelo. Apretó con fuerza cuando le quitaron la bola de metal pero no era nada comparado con el dildo gigante y hasta agradeció poder quitarse la mordaza pues ya le dolía la mandíbula y se sentía asquerosa babeando como estaba. Se tambaleo un poco, con el culo dolorido al levantarse y vio como los otros dos ya tenían los pollas preparadas. Parece que el espectáculo había hecho su efecto.

El gordo la cogió del brazo ansioso y la llevó hacia el sofá. “Has dicho que querías tragarte mi corrida. ¿No, puta?” y prácticamente la tiró sobre el mueble. Sus ansias habían vuelto. Virginia estaba medio tumbada en el sofá, no entendía cómo quería que le comiera la polla este gordo pero lo comprendió cuando este se subió. Prácticamente se sentó sobre su pecho y empujó para meterle la polla en la boca. Virginia, un poco asustada, abrió sin rechistar y dejo que se la metiera. Lo que el gordo quería no era que se la chuparan. Lo que quería era follarle la cara. Y así hizo. Virginia casi se asfixiaba. La sudorosa y peluda barriga del gordo le daba contra la cara y cuando no estaba empujando su polla en su boca estaba sentado sobre su pecho. Virginia se sujetó con fuerza al respaldo del sofá y aguanto como puedo. No tenía que hacer nada. Solo no ahogarse. Por suerte apenas tardó dos minutos el gordo en correrse, en llenarle la boca de semen con su corrida. Peor fue que el gordo se tomó su tiempo en levantarse. Aun con la polla flácida en su boca y el sudor resbalándole de su barriga a su cara. Pero al final se levantó y Virginia tuvo que hacer el ritual que sabía que esperaba. Sobreactuando se tragó la corrida y felicitó al gordo. “Delicioso mi semental”

Solo quedaba una polla erecta. “Mi turno” dijo sentándose en el sofá y dándose unas palmadas en los muslos. “Ven a cabalgar a papi. putita” Virginia retomo el aire que había perdido y sin dilación se sentó sobre el viejo metiéndose la polla con facilidad en su coño húmedo. Y empezó a cabalgarlo. Agradeció este momento de tranquilidad comparado con lo que había tenido que hacer hasta ahora. El viejo le quito las pinzas para poder jugar mejor con sus pechos mientras Virginia seguía cabalgándolo. “Hummm… Papi… que polla más rica.” “Si, puta, si… ¿Quien es tu papi?” “Tu, papi” “¿Y quién eres tú?” Esa pregunta le pilló por sorpresa a Virginia que no sabía muy bien qué responder. ¿Realmente esperaba que…? Probó a ver. Se echó hacia delante y susurró al oído del viejo “Está hijita tuya es una guarra que le encanta que su papi le dé bien de polla” y se apartó un poco preocupada esperando ver la reacción. Le sorprendió ver que había acertado. “Si putita. Te gusta sentir la polla de papi dentro. ¿Eh?” Virginia oculto como se había escandalizado. ¿Era una fantasía? ¿Era real? como fuera siguió con el juego mientras movía las caderas y cabalgaba al viejo pervertido. “Si papi. He sido mala. Fóllame. Tu hijita nunca tiene suficiente polla de su papi” Virginia vio como el viejo se ponía a cien. Temía que le fuera  a dar un infarto pero lo único que hizo fue correrse con una de las mejores caras de satisfacción que había visto nunca. “Si…”

Se sorprendió al darle un beso en la frente antes de levantarse. Virginia se giró al resto y les preguntó “¿Listos para el final?” “Niña. La verdad es que esta vez e has superado” dijo el viejo “pero dudo que saques mas de mi” El gordo aún estaba resoplando y ni contesto. “Tranquilo, amor… pensaba repetir lo de la última vez… con un toque más de humillación” dijo cómplice. Seguía siendo asqueroso, seguía siendo difícil pero a Virginia le sorprendía y asustaba cómo estaba llevando adelante una noche en la que la habían torturado y se había humillado como jamás en la vida. “Esperad aquí” Virginia salió otra vez a por el Gran Danés. Esta vez le costó menos traerlo a la casa .¿Se imaginaba lo que le esperaba?.

Cuando volvió los hombres ya estaban sentados en el sofá y vestidos esperando el espectáculo. Arturo había estado toda la noche sentado aparte en un segundo plano. Solo observando. Silvia llevo al perro junto a la mesa de café. Vio como el cerdo del gordo sonreía de oreja a oreja al adivinar lo que iba a ocurrir. Virginia pasó directamente a lamer la polla del perro y no dudo en metérsela toda en la boca. quería acabar con esto cuanto antes. Solo quedaba esto y esperaba poder irse a casa. El perro fue muy receptivo  y pronto estaba empalmado y nervioso. Dando saltos al saber que la iba a montar. Esta vez Virginia estaba prevenida y enseguida se puso sobre la mesa de café. El Gran Danés cayó sobre ella como un saco de ladrillos y empezó a empujar buscando un agujero. Virginia esta vez sí que le guió para asegurarse que no se equivocaba de agujero. Sin soltarle la polla que ya tenía dentro empezó a ayudarle a meterle la bola que venía detrás. “Venga perrito” decía “Méteme esa pollaza en el coño” y con ayuda esta vez se la metió mucho antes. Otra vez se sitio llena como nunca. Comparadas con las pollas de los tres hombres que esa noche se la habían follado esa polla casi le reventaba el coño de lo grande que era. Tomó aire para acostumbrarse a la nueva situación y al vaivén frenético a la que le forzaba el perro y levantó la cara. “¿No…?” “¿No os…?” Le costaba decirlo. Podrían pensar que los empujones de la bestia le cortaban las palabras pero era que no se creía lo que iba a decir. “¿No os gustaría mearos en mi cara mientras me folla un perro?”

“¿Qué?” se sorprendieron todos pero enseguida le gordo se levantó y empezó a sacarse la polla. “Venga. A la de tres” invitó a los otros dos que sorprendidos le siguieron. Los tres se pudieron frente a ella que les ofreció la cara, se forzó a sonreír, incluso a abrir la boca y cuando el gordo contó hasta tres empezaron a mearle encima. Virginia aguantó el asco como pudo y esperó. Cerró los ojos y notaba que como un chorro no fallaba su boca ni una vez. Seguro que era el gordo. Allí se quedó, recibiendo lo que llaman una lluvia dorada hasta que los tres vaciaron sus vejigas.

Se volvieron a sentar y esperaron. Virginia fingió unos gemidos como si disfrutara. Algo totalmente falso. y después de un buen tiempo el Gran Danés acabó satisfecho y le rellenó la vagina y la matriz de Virginia con su abundante esperma.

Virginia respira hondo. Esperaba que hubieran quedado satisfechos pero no decían nada. Así que dijo un ‘Ta chan…’ como si fuera el final de un espectáculo de circo. “Impresionante” dijo uno “Mucho mejor que la otra vez” y se fueron levantando y despidiéndose de Arturo mientras la dejaban allí, enganchada a la bestia.

Arturo al final se dignó a acercarse y lo único que le dijo fue “En la cocina hay una fregona. Limpia este estropicio antes de irte”

¿Solo eso? pensó Virginia que le gritó “Espera”. Ahora que se había liberado de la tensión se había puesto a llorar sin freno alguno. “¿Solo eso? ¿Ya soy libre? Ya me has roto. Soy un pedazo de puta sin vergüenza”

Arturo la miró desde arriba. solo se oían los jadeos del perro. Hasta que hablo. “Patrick habla demasiado. No. Aun puedo romperte más y lo haré… si te dejas. Supongo que sabes que hay cosas peores que lo que te pido “ Y Virginia volvió a imaginarse la mujer convertida en hombre que estaba presa siendo violada todos los días por el culo por el resto de los reclusos. La bestia al fin liberó su enganche y se apartó. alejándose satisfecho. “De momento te diré que estoy satisfecho. Y lo que has conseguido es que mañana no te viole tu hijo con la ayuda de tu marido. ¿Qué más quieres? ¿Una palmadita de felicitación?” Con un rápido movimiento Arturo sacó una raqueta de madera que había en la bolsa y le propinó a Virginia, que aún estaba a cuatro patas sobre la mesita un sonoro y fuerte raquetazo que la hizo saltar y poner en pie rápidamente dolorida. “Ahí lo tienes” y se dio la vuelta para marcharse.

Virginia se palpo la dolorida nalga pero no dijo nada más. Obediente limpió el estropicio del salón, se puso la gabardina y salió a por su marido que, pacientemente, como si fuera normal, le había esperado.

Conduciendo a casa su marido le preguntó un inocente “¿Qué tal ha ido?” como si fuera algo normal. Virginia se cayó, se lo pensó. Tenía que desahogase, tenía que contárselo a alguien pero no podía contárselo a nadie. A nadie más que a su marido, a su hijo, a su amo, y a la que le había hipnotizado, por lo que sabía ella. Virginia estallo. Empezó a llorar desconsolada y como una terapia empezó a contarle todo. A veces gritando enfadada, a veces llorando desconsolada. Todo lo que había hecho. todo lo que le había ocurrido las últimas dos semanas. su marido lo tomaba todo como si fuera normal, asintiendo, quitándole importancia. Pero al menso Virginia puedo explayarse. Se cuidó muy mucho de llamar cabrón a Arturo aunque lo deseaba pero por lo demás lo contó todo. Y fue algo catártico, liberalizador.

Interludio

Los siguientes días fueron tranquilos por suerte. Virginia no pudo salir de casa pues los rotuladores indelebles en realidad tardaban unos tres días en desaparecer. Y tuvo que estar esos tres días viendo cada día la palabra puta en su frente cuando se miraba al espejo. Y su marido y su hijo ni se inmutaron

Pero pronto Arturo volvió a la carga. Le hacía jugar a su juego perverso pero comparado con la gran noche era poca cosa. Humillante y desagradable pero empezaba a ser rutinario.

Un día la llamó por la mañana para darle instrucciones de cómo vestir. Solo en ropa interior con un picardías. Todo semitransparente. La suma de ambas transparencia hacia que sus partes íntimas estuviera casi, casi ocultas.

“No puedo salir así a la calle” dijo Virginia asustada pensando en lo que le dijo Patrick. Lo que le pediría Arturo no sería ni permanente ni demasiado público. Salir al barrio así terminaría con ella en la cárcel. Por un momento se asustó y pensó que había hecho algo mal y que Arturo iba  a jubilarla de mala manera.

“¿No van hoy a hacerte una reparación a casa? Es lo que me ha dicho tu marido” Virginia asintió a la cámara. “Quiero que lo recibas así y que cuando haga el trabajo lo seduzcas para que te folle” Virginia suspiro pero a estas alturas ya había hecho cosas peores.

Obviamente el técnico, un hombre rudo se sorprendió al ser recibido así pero era un zafio gañán y estaba claramente encantado. Una vez acabado el trabajo, encantado fue a llevarle la factura. Si la primera vez, cuando entró, se cortó poco de mirarla, ahora la devorada con la mirada mientras soltaba algún bufido descarado. Tímidamente, sabiendo lo que se le venía encima Virginia pregunto. “¿Te gusta lo que ves?” “Pues claro que sí. Eres una buena torda. La verdad”  Virginia suspiro y uso uno de los clichés más viejos. “No tengo dinero ahora… ¿Podríamos llegar a un arreglo?” Arturo le dio instrucciones por el pinganillo y Virginia empezó a pasarse el dedo por el escote del picardías, seductora. El hombre ya solo miraba fijamente su escote sin recato, bufo y sin decir más palabra la cogió del brazo y se la llevó a la habitación. Virginia le siguió obediente y resignada. El tío, sin miramientos, la tumbó en la cama, le bajó las bragas y sin decir palabra empezó a follársela. Al principio Virginia se quedó allí, mirando a la cámara que sabía escondida le apuntaba pero recibió más instrucciones de Arturo. Así que empezó a fingir unos jadeos y a implorar que le diera más fuerte. El hombre se embraveció y empezó a follársela tan fuerte que empujones Virginia a cabo en el cabecero de la cama. El hombre solo buscaba un revolcón rápido así que pronto terminó con sus semen en el coño. Un hombre más a apuntar a una lista de la que había perdido la cuenta.

El hombre se arregló y volvió a ofrecerle la factura. “Lo siento, torda. Pero no le puedo explicar esto a mi jefe y él espera el dinero.”

Virginia, siguiendo las instrucciones de Arturo, no solo le pagó sino que además le dio una propina y todo con una sonrisa en la cara.

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El numerito de los papeles olvidados en casa era recurrente para Virginia pasara por la empresa. Esta vez sí que se los llevó a su marido. Cuando llegó a su despacho le estaba dando una bronca monumental a un hombre poniendo en duda la calidad de su trabajo. Cosas así le hacían recordar porque lo amaba aun. Era un hombre enérgico, seguro de sí mismo, amable y cariñoso con ella… aunque ya no pudiera follársela. ¿Follársela? ¿Porqué ha dicho eso? Con su marido hacía el amor. Notaba como cada vez estaba más jodida de la cabeza como quería Arturo.

Cuando su mujer llegó no bajo el nivel de cabreo. Aún siguió abroncándolo un minuto antes de atender a su mujer. “Gracias cariño. No sé donde tengo la cabeza. Se los tengo que llevar a Don Arturo inmediatamente. No puedo quedarme pues tendremos una reunión bien larga ahora. Y tú, largo de mi despacho, incompetente de los cojones” Y Alfonso salió como una exhalación.

“¿Tu eres su mujer?” preguntó el hombre. “Si”

“¿La puta que se deja follar por cualquiera?” a Virginia se le cambió la cara y solo pudo agachar la cabeza. Se negaba a responder pero para el hombre era respuesta suficiente. Cerró rápidamente la puerta del despacho de su marido, Cogió a Virginia y la dobló sobre la mesa de su marido.

“Tu marido de los cojones está siempre dando por el culo. ¿Sabes? Me hace la vida imposible” El hombre le subió la falda y le bajó las bragas rápidamente. Virginia se quedó allí tumbada escuchando ese sonido ya tan familiar que era el desabrochar de unos pantalones. “Pues ya me toca desquitarme. Por todas las veces que el muy cabrón me ha dado por el culo…” Noto la punta de su polla apretando contra su ano “...te voy a dar a ti por el culo” y sin ninguna delicadeza, salvajemente, con toda la rabia contenida que tenía el hombre empujó y metió de una sola vez toda su polla hasta el fondo en el culo de Virginia. “Una… y Otra… Vez…” decía y cada vez sacaba la polla por completo para luego volver  a clavársela como si fuera un cuchillo más que un miembro. Virginia ya estaba acostumbrada a este tipo de situaciones y era lo que le asustaba. La naturalidad y la facilidad con que las soportaba. El hombre siguió sodomizándola tan salvajemente como su injusta rabia le permitía. “Toma, toma, toma… cabrón! Tú me joderás a dos por tres pero yo le estoy rompiendo el culo a la puta de tu mujer” hasta que al final, como un muerto cayó sobre ella corriéndose en su culo. Se levantó y le espetó. “Y si quieres se lo cuentas. Con la cantidad de indirectas y bromas que le hacen es imposible que no sepa ya lo puta que es su mujer. O no le importas o es un calzonazos” y se fue dejándola allí. Con parsimonia, con normalidad, Virginia se subió las bragas, se arregló la falda y se fue de allí. Hacía tiempo que no conseguía irse sin tener que servir a más de uno en la empresa de su marido., Por el camino otro de los que ya la había catado la vio y la invitó a su despacho. No podía negarse. Órdenes de Arturo. Una mamada rápida y esa vez solo tuvo que servir a dos de los compañeros de su marido.

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Lo que también era rutinario pero no podía acostumbrarse es  a ciertas visitas que tenía que hacer a casa de Arturo. Descubrió que en su sótano tenía un dungeon de BDSM. Cadenas en el techo, una cruz de San Andrés y otros aparatos de tortura. La rutina solía ser la misma. Arturo escogía alguna forma de hacerla sufrir, físicamente, algún aparato de tortura como hacerle sentar con el coño sobre una cuña de madera, o meterle algún consolador descomunal, o ponerles pinzas en los pezones sujetas con pesas de tal forma que al follársela las pesas estiraban una y otra vez de sus delicados pezones. Al principio se soltaban pero Arturo se encargó de solucionarlo.  Y cuando creía que la había hecho sufrir lo bastante la follaba salvajemente. Su favorita era follársela por el culo en el suelo áspero. Y normalmente con algún tipo de vibrador metido por el coño a la vez.

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Para que se le sujetaran bien las pinzas en los pezones la obligó a ponerse piercings. Pero no se quedó solo allí. Virginia terminó con piercings en la lengua, ombligo y clítoris. Y con un tatuaje tribal donde se une espalda y culo. Si alguien se fijaba bien podía leer entre las filigranas del tatuaje ‘propiedad de Don Arturo’ bien disimulado entre los motivos. Ese día Arturo disfruto mucho. El mismo día que le pusieron los piercing a su amo le encanto follársela masajeándole los sensibles pezones sin importarle que estaba recién agujereados o follándose el coño aun sensible por el piercing.

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Por último, menos numeroso pero más desagradable eran las noches especiales en casa de Arturo. Donde siempre había dos o tres hombres. Siempre viejos o feos o desagradables de alguna forma. Virginia fue perfeccionando su número de humillación y degradación siempre coronado con el Gran Danés o con el Pastor Alemán follándosela como número final.

Capítulo 8. Amor de hija.

Ya llevaba como dos meses. Aunque desagradable y humillante Virginia empezaba a soportarlo con demasiada facilidad lo que le ocurría. Suponía que eso era romperse. Dejar de luchar contra lo que tienes que sufrir. Aceptarlo aunque no te guste.

Virginia estaba colgada de unas cadenas, dolorida, con pesas colgando de los piercings de sus pezones, el consolador con forma de as de picas en el culo y el semen de Arturo chorreando de su coño después de habérsela follado.

“Esto empieza a ser rutinario, aburrido. no crees” le decía Arturo mientras se vestía. “Y seguro que te haces una idea que no quieres que me aburra. Vamos a ponerlo interesante. Quiero que intentes seducir a tu padre”

“¿Qué? No… eso no… es mi padre. Lo quiero como un padre. ¿Me estas pidiendo que me folle a mi padre????”

“Jajajaja.” Se rio Arturo. “Alguien se tiene en mucha estima. He dicho que lo intentes. No espero que lo consigas. Y dudo mucho que pudieras. Solo digo que lo intentes. Quiero verte pasar por ese trance”

“N… no. No puedo hacer eso. No podría vivir con eso. Por favor. No me pidas eso.”

“No lo pido. Lo ordenó”

“No..” Virginia sacó fuerzas de flaqueza “No voy a hacer eso. No puedo. Me pides demasiado”

“¿Estás segura?”

“Si…” titubeo Virginia que jamás se había mostrado tan firme con Arturo.

Este no dijo nada. Soltó la cadena de la pared. Virginia cayó de golpe y él se marchó. Aun le costó con los dientes desabrochar las correas de sus muñecas para poder liberarse.

Pasó un día y no ocurrió nada. Virginia estaba asustada. ¿Se había equivocado? Pero sea lo que fuera no podía hacer eso. Intentar seducir a su padre. Tal como vestía ya notaba su desaprobación. ¿Cómo quedaría su relación después de algo así?

Pasó otro día tranquilo. Arturo no le llamaba. ¿Al ponerse firme había conseguido librarse? ¿Era así de sencillo?

Y luego un día más. Ese día Virginia volvió a casa y se encontró que su marido había vuelto antes del trabajo. No solo eso. Su padre también estaba.

“Ah. Papa. Que sorpresa.” dijo contenta y se acercó a darle dos besos.

Virginia se frenó de golpe cuando su padre se levantó y le cruzó una bofetada que la tiró al suelo. “Mala puta. ¿Cómo te atreves a decirle que no a Don Arturo”

Virginia, en el suelo, estaba en shock. ¿Qué estaba pasando? Antes de reaccionar su padre la cogió del pelo y sin dejarle levantar empezó a arrastrarla por el pasillo hasta el dormitorio, con su marido detrás.

“No, no, no…” imploraba Virginia. “¿Qué haces? Para!”

En el dormitorio su padre la levantó de los pelos y por la espalda la sujetó por el cuello con una fuerza que casi la ahogaba. Su marido se puso delante y empezó a tirar con fuerza del top que llevaba hasta arrancárselo. Debajo tenía un sujetador de media copa que no tapaba sus pechos. Tomó sus piercing de los pezones y empezó a retorcérselos y a tirar de ellos. Virginia no puedo evitarlo y gritó dolorida. Alfonso paró, fue a un cajón de la mesilla que tenía varios objetos de sadomaso y juguetes sexuales, tomó una mordaza de bola y unas esposas y se las puso a su mujer. Esto acallaó sus lamentos y sus gritos. Su marido volvió a retorcerle con saña los pezones mientras era inmovilizada por su padre durante un buen rato. Después fue su marido quien la sujeto. Sí padre tomó del cajón una raqueta de madera y tirándole de los pelos a su hija la tumbó en su regazo. “Vas a aprender a no decirle ‘No’ a Don Arturo. Niña mala. Y a las niñas malas se les castiga así” Y su padre alzó la paleta y le propinó un doloroso golpe en el trasero. Virginia no daba crédito. Habían hipnotizado a su padre para castigarla. Otro golpe siguió, y otro… Su padre no se frenada. El dolor era atroz. Seguro que su trasero estaba bien rojo si no morado incluso. Después de una larga tanda de azotes su padre se levantó de golpe lanzándola contra el suelo. Des allí Virginia vio que ambos hombres se quitaban los cinturones. Virginia se levantó asustada y pronto empezó a recibir golpes con esos mismos cinturones. Empezó a correr por la habitación pero no servía de nada. No era muy grande y no podía escapar. Y con las manos esposadas a la espalda no podía abrir la puerta de la habitación. Virginia corría y corría y su padre y su marido no paraban de azotarla. Al final cayó de rodillas en un rincón y aguantó el chaparrón como pudo.

Pero no acabó ahí. Otra vez por el pelo su padre la levantó y la tiró sobre la cama. Buscando bajo su falda plisada corta encontró sus bragas que arranco de golpe. Virginia abrió los ojos como platos. ¿Qué iba a hacer su padre? ¡No! Su padre empezó a bajarse los pantalones y Virginia pronto pudo ver su miembro erecto y listo. Virginia negaba con la cabeza una y otra vez y solo podía emitir sonidos ahogados a través de la mordaza. Forcejeaba desesperada sin éxito pero su padre la tenía inmovilizada por el cuello contra la cama.

“Vas a aprender a obedecer a Don Arturo. So puta” le espetaba su padre con tal enfado que hasta le escupía en la cara al gritárselo. Enseguida tuvo Virginia a su padre entre las piernas y este no tuvo ningún obstáculo en meterle su polla hasta el fondo de su mojado coño. Al sentir esa polla dentro Virginia se rindió, dejó de forcejear, apartó la cara y empezó a llorar. Pronto su padre le dio una bofetada y le obligó a mirarle. “Mírame cuando te castigo, puta desobediente” y el padre empezó a follarse a su hija con saña, con fuerza, con virulencia. Alternaba bofetadas en sus tetas con su cara y le exigía que le mirara a los ojos mientras la violaba. Le retorcía los pezones y le empujaba la polla con cada golpe con más fuerza de la que Virginia creía posible en un hombre de su edad.

Al fin lego el momento fatídico. Su padre empezó a jadear, le tomó por los piercing y tiró con fuerza. Conocía esa firma. A Arturo le gustaba mucho hacerlo cuando se corría. Su padre tiró con tanta fuerza que levantó a la hija de la cama justo en el momento que se corrió a gusto en su coño. Para luego dejarla caer de golpe.

Ni un segundo se paró su padre. Otra vez por el pelo la hizo girar hasta que su cabeza quedó colgando del borde de la cama. Le quito la mordaza y antes de que pudiera decir una palabra Virginia tenía la polla de su padre, que sorprendentemente  ya volvía  aponerse dura en su boca. Desde esa postura su padre volvió a mostrar sus atenciones con sus pechos y, sobre todo, sus pezones, que eran tan fáciles de retorcer gracias a los piercing. Mientras su padre le violaba la boca sintió que su marido le ponía una barra entre las piernas, sujeta a sus muslos, que sirve para no poder cerrar las piernas. Por un momento pensó que su marido también la iba a follar pero no fue así. Con una fusta se dedicó a azotar su pubis, apuntando certeramente a su clítoris. Virginia tuvo que aguantar esa tortura, notar como las pelotas de su padre daban una y otra vez contra su nariz, como su polla la dejaba sin aire hasta que por segunda vez su padre se corrió dentro de ella. Y otra vez, como tanto le gustaba a Arturo, su padre le tiró de los pezones hasta levantarla justo cuando se corría.

Virginia no dio crédito cuando su padre aún volvió a tirarla del pelo y la lanzó contra el suelo. Boca abajo. El miembro de su padre volvía estar duro otra vez, parte de su programación hipnótica imagino Virginia, y ya en el suelo su padre se abalanzó sobre ella y sin ningún miramiento le metí toda la polla de golpe en el culo, allí, en el suelo, exactamente igual que la postura favorita de Arturo. Para Virginia esta última violación fue una bendición. En esa postura ni sus pezones ni su pubis sufrían tortura alguna. Pero ahora que su mente no estaba abotagada por el dolor oía perfectamente los improperios de su padre, algo que no había parado de lanzarle durante toda la violación. “Mala puta. ¿Cómo te atreviste? Decirle que no a Don Arturo. Yo no te eduque así. Mira lo que me has obligado a hacerte, zorra. A violarte como castigo. ¿Crees que me gusta hacer esto? Tú te lo has buscado”

Así hasta que por tercera vez su padre se corrió dentro de ella. Nada más correrse, como un resorte su padre se levantó y se arregló mientras su marido le soltaba las esposas y ambos, como autómatas y sin decir nada salieron de la habitación.

Virginia tardó mucho en moverse, en aceptar lo que había ocurrido. Había sido castigada. Tardó unos minutos en levantarse. Oía a su marido y su padre charlar intrascendentemente en el salón. ¿Habría alguna sorpresa más? ¿Mas castigo? Estaba dolorida como pocas veces. Solo cuando visitaba el dungeon de Arturo acababa tan mal. Pero esta vez había sido su padre. Busco el primer top que encontró para tapar sus pechos y ni se molestó en ponerse una bragas. Con miedo se dirigió hacia el salón. Cuando entro los dos hombres le miraron sonriente.

“Hola cariño. No oí la puerta. No me encontraba muy bien y Don Arturo me ha enviado a casa. Por el camino me he encontrado a tu padre y estamos tomando algo”

Esteban, el padre de Virginia,  se levantó para darle dos besos a su hija y esta dio un paso hacia atrás asustada. Una reacción que sorprendió a su padre pero Virginia se sobrepuso y enseguida se los dio ella. Cuando su padre volvía a sentarse Virginia vio como reprobaba con la mirada su vestimenta. Parecía que todo había vuelto a la normalidad… solo que su padre acababa de violarla aunque no lo recordase.

“Se me olvidaba” dijo Alfonso “Otra vez mi cabeza. ¿Te importaría llevar unos papeles a Don Arturo? Los llevaría yo pero no me encuentro bien” aunque tenía pinta de estar totalmente sano.

Capítulo 9 Más en el trabajo de su marido

Aunque Virginia estaba dolorida y era un infierno moverse y que cada vez que el top rozaba contra sus pezones veía las estrellas y cada vez que daba un paso sus partes bajas eran un infierno, se obligó. No quería enfadar mas a Arturo. Llego al trabajo y le dio esos papeles, otra vez folios en blanco, a Arturo que la recibió con una sonrisa cruel en su despacho.

“¿Y bien? Me cuentas qué tal la mañana”

Virginia, que su programación le impedía negarse contarle estas cosas se la narró con todo lujo de detalles, sin escatimar en lenguaje soez y recalcando los peores momentos y todo aderezado con grandes lagrimones. Virginia tuvo que revivir nítidamente toda la violación que acababa de sufrir.

“Y ahora dime, puta estúpida. ¿Qué es peor? ¿La vergüenza de intentar seducir a tu padre o haber sido violado por él por tus tres agujeros?”

Virginia agacho la cabeza y reconoció que la vergüenza era mucho menos mala que lo que sentía y sufría ahora.

“Mejor que aprendas la lección. Estúpida. Si no haces voluntariamente lo que te pida, me encargare que sufras algo mucho peor. Así que vuelvo a ordenártelo. Vas a intentar seducir a tu padre. ¿Me obedecerás ahora?” Virginia asintió rendida. No quería arriesgarse a otro castigo. “Bien puta. Ahora vete a la Sección A-5 y deja allí estos papeles”

Virginia, un poco zombi, tomó los papeles y se fue a llevarlos. La sección A-5 era unas oficinas comunes donde trabajan varias personas, todas a cargo de su marido. Y entre ellas, el hombre al que vio echarle una bronca su marido y terminó sodomizándola. Virginia dejó los papeles y salió pero pronto escucho que alguien iba detrás de ella. Ni se molestó en ver quien era pero esa persona en cuestión la tomó del brazo y la metió en el despacho de su marido. Por supuesto era el subalterno al que había abroncado su marido. “Así que el cabrón de tu marido está malito en casa. ¿Eh? Y tenemos su despacho para nosotros dos” y Virginia acabo otra vez doblada sobre la mesa de su marido. Enseguida su falda plisada subió hasta su cintura. “Joder, ni bragas llevas. Ya estas lista. Pedazo de puta que estás hecha” Otra vez ese sonido de unos pantalones bajándose detrás de ella y otra vez una polla clavándose en su culo. Virginia se sujetó al borde de la mesa con sus manos y se dejó hacer. El subalterno volvió a follársela como la primera vez, golpes fuertes, salvajes, más clavándole la polla que follándole el culo. “Sabes puta. Cada vez que tu marido me abronca pienso en desahogarme dándole por el culo a la puta de su mujercita. El calzonazos de tu marido. Todos sabe que te has tirado a media empresa. Es el hazmerreir” y así el hombre la martirizaba hasta que terminaba corriéndose.

Virginia noto como esa polla salía de su culo y sin darse la vuelta ni decir palabra se levantó y se arregló la falda cuando oyó un clic. Se dio la vuelta y vio que el subalterno cabreado había puesto el pestillo de la puerta. “Tu marido no va a venir en todo el día… y me ha abroncado muchas veces…” dijo con una sonrisa malvada. “No sé de qué palo vas ni me importa. Solo sé que te gusta complacer. Todos destacan lo mojado que tienes el coño cuando se te follan. Me da igual. Yo solo quiero tu culo. Pero sí complacer es lo que te gusta… desnúdate.”

Virginia se sorprendió al no dudar ni un segundo. El top y la falda desaparecieron de su cuerpo enseguida. Cuando fue a quitarse el sujetador de media copa que dejan a la mitad de sus pechos al aire el hombre le paro. Le gustaba como se veía. Claramente las marcas de su reciente tortura eran aparentes. los pezones hinchados, el culo enrojecido… Pero no parecieron importarle al hombre que se acercó a ella. empezó admirando los piercing de sus pezones mientras susurraba “pedazo de puta”, luego los del ombligo y luego los del clítoris. “Pedazo de puta” volvió a decir. “¿Tienes cuatro piercings?” “Cinco” corrigió Virginia sin pensar. El hombre puso cara de extrañeza así que Virginia le mostro el de la lengua.

El hombre le toco el coño y pudo constatar lo húmeda que estaba. “No entiendo muy bien cómo pero veo que todo esto te pone cachonda, ¿No?” Virginia se negó a contestar, solo aparto la cara como muestra de vergüenza que el hombro tomó como un rotundo sí. “Y ese piercing… ¿hace que la chupes mejor?” Virginia, sin atreverse a mirar al hombre, asintió.

“Eso tengo que disfrutarlo. Quiero ver cuántas veces puedo darte por el culo hasta cansarme. Así que esto haremos. Te enculo, me la chupas, me la pones dura y te vuelvo a encular. ¿Algún problema?” Virginia negó con la cabeza sin ninguna vacilación. “¿Pues a qué esperas?” le espetó el hombre y Virginia se arrodilló ante él para darle una de sus estupendas mamadas. Como bien dijo Patrick la práctica lo es todo. Y Virginia era ahora una experta en muchas lides del sexo. “Joder, como la chupas. Eres una puta de primera. Pero recuerda. No quiero correrme en tu boca. Quiero darte por el culo. Cuando esté lista ya sabes…” Y así Virginia trabajo ese miembro y cuando lo noto suficientemente duro se levantó y volvió a doblarse sobre el escritorio de su marido. Pero esta vez el hombre hizo que se sentara para poder encularla por delante mientras le veía la cara y así lo hizo. Una vez acabo vuelta a mamarla pero ya todas las demás termino doblada sobre la mesa. El hombre vio que le gustaba más follarle el culo mientras con sus manos jugueteaba con sus tetas y en esa postura era más fácil Virginia apretaba los dientes cada vez que le rozaba los pezones, aun sensibles por la tortura que le había aplicado su padre.

Cinco veces termino dándole por el culo. Las dos últimas fue un verdadero desafío hacer que se le pusiera dura. La sexta ya fue imposible. Cuando el hombre ya estaba agotado y exprimido se fue sin decir nada. Virginia, como una zombi, se vistió y intento volver a casa. Aun se la follaron dos veces antes de poder salir del edificio.

Capítulo 10. Mucho amor de hija.

Ahora tendría que seducir a su padre. Virginia se lo planteaba como un trámite, un mal menor. Lo intentaría, fracasaría, cada vez que viera a su padre se avergonzaría pero mejor eso que volver a ser violada por él… o cualquier otro castigo pero que se le ocurriera a Don Arturo.

Así que invitó un día a su padre a casa. Prejubilado como estaba le sobraba el tiempo libre. Se vistió sexy como hace ya un par de meses que hacía y seguía notando la reprobación de su padre pero le sirvió su vaso de vino que tanto le gustaba y empezaron a hablar en el sofá como padre e hija. ¿Cómo se seduce a tu padre? Pensaba Virginia. no tenía ni idea. Durante la conversación puso su mano sobre el muslo de su padre con naturalidad. Este pareció no reaccionar pero luego Virginia empezó a subir y bajar la mano. Puedo ver cierta extrañeza en el rostro de su padre pero no dio nada. La conversación continuó y en un momento dado, incluso algo forzado Virginia dijo “Si es que eres el mejor padre del mundo” y le dio un beso en la mejilla… pero más que en la mejilla fue en la comisura de los labios de su padre. Un beso largo que cuando se cortó dejó paso a un silencio incómodo. Su padre se le veía confuso. Virginia tomó fuerzas y se lanzó para el último movimiento. Subió su mano por el interior del muslo de su padre y se lanzó a besarlo en sus labios. Apenas sus labios tocaron los de su padre este se aparto de un salto, se levantó, confuso, sin saber que decir, masculló una disculpa sobre que tenía que hacer algo y salió corriendo de la casa de su hija.

Virginia se sintió como una estúpida. Si hubiera obedecido desde el principio hubiera pasado un mal trago de unos minutos, tendría que soportar la vergüenza al verse con su padre, ambos nunca hablarían del tema y ya está. Por no obedecer había tenido que sufrir una violación salvaje a manos de su padre mucho peor. Que estúpida. Si hubiera obedecido. No debía volver a olvidar que los castigos podían ser muchísimo peor que las órdenes que desobedeciera.

“Nada” dijo Virginia al aire sabiendo que Arturo estaba mirando. “Lo esperado. A ninguna de las que les he ordenado esto lo ha conseguido. Pero me he divertido. Y sabes que no quieres que me aburra contigo antes de tiempo. Avísame cuando vuelva tu padre. quiero ver lo incómodo que estaréis cuando estéis ambos juntos.”

Una semana después, una sesión en el dungeon de Arturo, un par de ‘papeles olvidados’ de su marido con sus consiguientes folladas y tener que darle al repartidor de telepizza una mamada como propina el padre de Virginia la llamó. Quería pasar a verla. Obediente Virginia aviso a Arturo.

Su padre estaba nervioso. A Virginia le pareció que se había tomado algún vino antes de venir. Ambos se sentaron en el mismo sofá donde Virginia intentó seducirlo y le sirvió una copa de vino que se tomó con bastante celeridad. Estuvieron un rato hablando como padre e hija y el nerviosismo de Esteban era claro. Entonces empezó a hablar de Adela, la madre de Virginia. “Sabes hija. Dentro de poco es el aniversario de la muerte de tu madre. Y la echo mucho de menos. Me siento muy solo a veces. Y tú me recuerdas tanto a ella… tanto…” y se quedó mirando a su hija con una cara triste, en silencio, como sin saber qué hacer… Entonces Arturo ordenó por el pinganillo que besara a su padre. Virginia, sin pensarlo, se inclinó y depositó un beso dulce en los labios de su padre. Este no se separo esta vez. Cuando su hija se apartó sonrió nervioso, tomó otro sorbo de vino y espero. Virginia, esta vez sin que le ordenaran nada, volvió a inclinarse a besar los labios de su padre, esta vez más tiempo, esta vez su lengua se abrió paso dentro de la boca de su padre y esa vez su padre le correspondió abrazándola, jugueteando con su propia lengua. Virginia escuchó en el pinganillo como Arturo le decía que fuera hasta el final. Así que Virginia se levantó, tomó de una mano a su padre y empezó a andar hacia el dormitorio. Una vez allí, siempre con una sonrisa se desnudo, dejando que su padre pudiera ver su cuerpo desnudo, tatuado y con piercings sabiendo que esta vez no lo olvidaría. La cara de su padre iba de la confusión a una sonrisa tonta e incluso a cierta lascivia. Virginia empezó a desnudar a su padre que no mostró ninguna resistencia Cuando se arrodillo para bajarle los pantalones terminó con el miembro que ya conocía de su padre a la altura de su cara. Después de una dulce mirada desde abajo a su padre, dio un beso a su polla, luego otro, y otro más. Con cada beso podía ver como la polla de su padre iba poniéndose más dura.

Una vez estaban los dos desnudos Virginia llevó a su padre hasta el borde de la cama donde ella misma se tumbó, abierta de piernas y le decía a su padre “Ven” Este se pudo entre sus piernas nervioso. “Me recuerdas tanto a tu madre. ¿Puedo llamarte Adela?” “Sí papá, puedes…” dijo Virginia con una dulce sonrisa “Su padre guió su miembro a la entrada del coño de su hija, esta vez totalmente voluntario, no por haber sido hipnotizado, y en cuando su glande entró unos centímetros noto el charco húmedo que era el coño de su hija. Si tenía alguna duda en ese momento se borraron todas. Con delicadeza fue introduciendo su pene poco a poco hasta tocar fondo. Su padre se relajó y se dejó caer sobre su hija, pecho contra pecho. Empezó a besarla en el cuello, en los labios, a susurrarle en el oído “Adela, querida Adela” y sus caderas empezaron a moverse arriba y abajo, dentro y fuera. Allí, en ese momento, Esteban empezó a follarse a su hija sin ninguna pega, disfrutando de ella hasta el último centímetro de su piel. Poco a poco aumentando el ritmo, jadeando cada vez más, coreando el nombre de la madre de Virginia hasta el inevitable final. Esteban terminó corriéndose en el coño de su hija. Se asustó un momento pero en seguida Virginia le dijo que no pasaba nada por haber corrido dentro, que estaba bien.

Esteban se tumbó en la cama que Virginia compartía con su marido y se quedó allí, callado. Solo musitó un gracias y se quedó callado. Virginia se tumbó de lado y dejó descansar a su padre. No tenía ningún sentido de culpa, ni de remordimiento, ni de asco. Nada… había llegado un punto en que cualquiera podría follarla y a ella no le afectaría. Asustaba. Desde luego que se estaba rompiendo como quería Arturo. Y aun así esto era mejor que la violación que sufrió a mano de su padre.

Unos minutos después sintió que su padre se movía. Imaginaba que se iría pero no. Para su sorpresa notó como empujaba su polla por detrás. Esta vez no hacia su coño sino hacia su ano. Empujo un poco, lo suficiente para apoyarla y espero. A Virginia le pareció que esperaba su permiso. Que dulce, pensó. Levantó un poco su pierna para darle mejor acceso a su padre a su culo y espero. Notó entonces como su padre seguía empujando, muy lentamente, con cuidado de no hacerle daño, hasta el fondo. Y luego la volvió a sacar con la misma delicadeza… Que dulce, pensó Virginia. Era la primera vez en meses que un hombre la tocaba con cariño, con ternura, con respeto. Y tenía que ser su padre. Bueno, si… y que. Le daba ya igual todo. Así que bajo sus dedos a su clítoris y empezó a masturbarse, a frotarse dos de sus dedos contra su clítoris en busca de un orgasmo que no había tenido en meses. Y empezó a jadear de placer. Eso lo entendió su padre como una invitación a que su hija lo estaba disfrutando y aceleró el ritmo. Siguió siendo suave comparado con lo que normalmente tenía que sufrir, incluso cariñoso y respetuoso. Los dos fueron aumentando el ritmo, jadeando cada vez más y al unísono ambos se corrieron. El primer orgasmo de Virginia en meses.

Dejaron pasar unos minutos hasta que su padre reaccionó. “Bueno hija. Tengo que irme” le preocupaba que su yerno llegara a casa y los encontrara así. qué vergüenza. Se vistió y se encaminó hacia la puerta. Su hija ni se molestó en vestirse. Ya en la puerta su padre se quedó callado un momento y preguntó “¿Y ahora qué?”

“Ahora puedes llamarme Adela siempre que quieras” y después de de recibir una instrucción de Arturo añadió “pero siempre en esta casa. En un sitio seguro y no quiero hacerlo en la casa donde vivía mama”.

Lo comprendo hija Y le dio un beso en la mejilla para despedirse. Su hija lo paró y le deposito un beso con lengua  a modo de despedida.

“Impresionante, mi putita Ninguna antes lo había conseguido. ¿No tienes remordimientos, culpa…?”

“No, nada” apostillo Virginia. “Bien…” apostillo Arturo.

Al día siguiente Virginia recibió un pequeño dispositivo con un botón. Instruida por Arturo le dio que tenía que accionarlo cuando fuera su padre a casa. Serviría para avisarle.

Un par de días después su padre llamó por teléfono. “¿Hola… puedo pasarme por tu casa… Adela?”

Aviso a Arturo y se preparó de motu propio para recibir a su padre. Sin necesitar instrucciones. Un corsé de fácil apertura, bragas con aberturas, tacones, medias con liguero. Se maquillo y arreglo como si fuera su primera cita.

Cuando abrió a su padre este se sorprendió al principio pero desde luego que no se quejó. Tan pronto entró en la casa su hija se arrodilló buscando con ansia sacarle la polla a su padre. Puede que su padre fuera el único hombre en la tierra que podía follarla con cariño y amor. Y Virginia estaba ansiosa de eso. Su padre se sorprendió de las buenas habilidades de su hija y enseguida estaba listo para pasar a más. Casi a rastras lo llevó al salón, se tumbó sobre la mesa y ofreció su coño a su padre. “Vamos papa. ¿A qué esperas?” Las ansias de su hija, en vez de incomodarle le sorprendía gratamente y le excitaban. Así que la complació. Volvió a meter su polla en el húmedo coño de su hija y en esa postura tan poco apropiada empezó a follársela, a acariciar su espalda ¿Cuándo fue la última vez que me acariciaron? se preguntó Virginia. A juguetear con su pelo en vez de tirar de él. Virginia estaba en la gloria. Los jadeos eran cada vez más aparentes siempre coreados con un “Adela, mmmmhhhh Adela…”

A la programación de mojarse cuando un hombre le tocara el coño se sumó su auténtica y verdadera excitación y el coño de Virginia parecía una fuente desbocada. Antes incluso que acabara su Padre ella empezó a jadear más fuerte, anunciando su próximo orgasmo que llegó enseguida. Cuando su padre noto que se había corrido empezó a follársela más rápido, claramente buscando su propio orgasmo. Que encanto. Se había frenado para darle tiempo a que disfrutara. Jamás nadie en los últimos meses se habia frenado cuando se la follaban. No tardó mucho más en correrse su padre ahora que había aumentado el ritmo.

“Hija… yo… no creo que pueda aguantar este ritmo.”

“Tranquilo Papa. Iremos al ritmo que tú quieras. Cuando tú quieras y como tú quieras.” Y ambos se sentaron en el sofá. Su padre necesitaba un tiempo para recuperarse. Había un incomodo silencio. ¿De qué hablas con tu hija después de haberte corrido en su coño? Pero Virginia rompió la monotonía. Se agacho y empezó a comerle la polla a su padre. Muy lenta y delicadamente. Sin prisa. Cinco, diez minutos estuvo así Virginia trabajando el miembro de su padre hasta que estuvo otra vez listo. “Descansa papa. Yo me encargo de todo” Y se sentó sobre él. Ella misma se metió la polla y empezó a subir y bajar sobre la polla de su padre. Esteban podía ver las caras de placer de su hija. Cómo subía y bajaba rítmicamente y como sus bonitos pechos le acompañaban. Como se mordía el labio, como jugaba con sus pechos y su pelo. Su padre empezó a jugar con sus pechos, a acariciarlos delicadamente, a pasar su pulgar sobre sus pezones con piercing, a acariciar su cadera, todo sin dejar de llamarla Adela… Para Virginia, después del infierno en el que vivía, esto era el cielo. Virginia vio a su padre que hacía una mueca de esfuerzo. En seguida comprendió lo que era. “Córrete papa. No te frenes. No te preocupes” Y así fue. En cuando le dijo eso su padre no aguantó más y se corrió en su coño. “Lo siento hija. No aguantaba más. Te has quedado a medias”

Que encanto. El mejor padre del mundo. “No te preocupes. Se cuidarme de mi solita” Le dijo con una sonrisa. Virginia se levantó pero se inclinó hacia delante. Con una mano empezó a masturbarse delante de su padre mientras le comía la boca. Unos largos y húmedos besos. Le pidió a su padre que jugara con sus tetas y pronto Virginia empezó a susurrarle al oído jadeos. “Oh, si… oh si… me corro… me corro…” y unos minutos después su hija había obtenido su orgasmo.

Otra vez se quedaron sentados en el sofá y esta vez, sin cortase, mientras ambos recuperaban aire Virginia empezó a masajear la polla de su padre. “No sé si seré capaz de un tercero” dijo. “No te preocupes. Si no puedes no pasa nada. Recuerda lo que te dije. Cuando quieras y como quieras.” “¿Cómo quiera?” preguntó Esteban. “Como quieras” recalco Virginia. “Cuando quiera… ¿por detrás?” pregunto tímido. Virginia sonrió de oreja a oreja y volvió a comerle la polla a su padre. Esta vez tardó quince minutos en ponerla  a funcionar pero en cuando estuvo dura Virginia se levantó, se dobló sobre el reposabrazos del sofá y separó los cachetes de su trasero dejando a la vista su ano y repitió picarona “Cuando quieras lo que quieras. Y no te preocupes. A tu ritmo. Córrete cuanto quieras. Por mi está bien” Su padre se posiciono y volvió a penetrarla. Otra vez con cuidado y luego fue subiendo el ritmo poco a poco, dándole tiempo a que se acostumbrase. Y cuando llegó el momento se corrió por tercera vez dentro de su hija. Esteban no recordaba la última vez que se corrió tres veces en un día.

Ya era tarde. Su padre no había llegado ni a desvestirse. Solo tuvo que arreglarse los pantalones y listo. Ya en la puerta padre e hija se dieron un largo beso con lengua y esta vez su padre incluso aprovechó para cogerle uno de sus glúteos mientras la besa con el consentimiento de su hija.

Virginia le propuso a Arturo que enviara a su marido de viaje un día y que ella invitaría todo el día a su Padre para deleite de su amo. Era algo nuevo para él. Por supuesto que había obligado antes a mujeres a follar con sus padres pero era la primera vez que veía que lo hacían porque querían. Que Virginia hubiera llegado a ese punto le congratulaba.

Virginia invitó a su padre a pasar el día. A la llegada se encontró con un bote de Viagra. Virginia le insistió que todo seria cuando y como él quisiera. Virginia había decidió que todas esas habilidades de puta de primera que había desarrollado con la práctica, la práctica lo era todo, si las iba a aprovechar otros mejor que las aprovechara su padre. Cuando su padre tenía que recuperarse Virginia le hacía espectáculos, se masturbaba delante de él con vibradores o bailaba para él. Esteban se sorprendió cuando su hija le pidió que le follara la garganta. Ni sabía ni lo que era eso aunque ya lo había hecho cuando la violó. Cuando su hija se tumbó en la cama, dejó caer la cabeza hacia atrás y le dirigió hasta que le metió la polla no sabía muy bien lo que quería. Cuando noto como le cogió por el trasero y le obligó a avanzar hasta que noto claramente que su polla estaba en la garganta de su hija se sorprendió mucho. Luego su hija le guió para que fuera moviendo las caderas y así lo hizo. Le sorprendió, no eran cosas de su tiempo, imaginó que eran cosas de los jóvenes, pero desde luego que no le desagrado. Si lo van a disfrutar otros que lo disfrute mi padre insistía Virginia. También le intento explicar que cuando le diera por el culo que no necesitaba frenarse, que lo hiciera a su gusto, que ella lo podía aguantar y quería que él fuera feliz. Su padre ponía pegas diciendo que comprendía que podía ser doloroso y que no quería lastimarla. Así que Virginia tomó el dildo inmenso con forma de as de espadas y delante de su padre, aguantando los quejidos de dolor y frenando una vez a su padre que intentó pararle le enseñó que se podía meter todo eso por el culo. Que no se preocupara y que disfrutara. Eso es lo que ella quería. Que disfrutara pues ella estaba disfrutando más de lo que podía imaginar. Su padre empezó a soltarse. Empezó a hacer comentarios sobre su hija, como que la chupaba muy bien, que tenía unas tetas preciosas, que sabía cómo ponérsela dura… Estaba sodomizando a su hija, esta vez ya sin frenarse, algo que para Virginia no le era ningún esfuerzo y comentó en la excitación “Que pedazo de culo tienes Virginia. Como me gusta foll...” Y se paró de golpe asustado. “Está bien papa. Puedes llamarme Virginia. Incluso lo prefiero” “¿Si?” pregunto dubitativo “Y enseguida volvió a joderle el culo a su hija, cada vez más rápido. “Que culo tienes hija, como me gusta follártelo” “Eso es papi. Dame polla. Dale polla a la puta de tu hija” “Toma polla, puta. Tu papi está muy contento con la puta de su hija”

Y termino corriéndose como nunca. Luego se sintió culpable, avergonzado pero su hija le tranquilizó. “Tranquilo papa. Son cosas del sexo. Sé que no piensas eso de mi pero si te gusta decirlo, hazlo. Por mi está bien”

Después de ese día su padre no volvió a llamarla Adela. Una vez por semana su padre la visitaba para tener sexo sucio pero no duro y Virginia estaba encantada de hacer feliz a su padre y de, al fin, poder correrse follando con un hombre que la quería y se preocupaba por ella para variar

Interludio

“Impresionante” dijo Arturo. “Ahora quiero que intentes seducir a tu hermana.” Virginia no puso ninguna reticencia.

Su hermana vivía en otra ciudad. En su siguiente visita Virginia intentó hacer un acercamiento muy parecido al que hizo con su padre. Su hermana tuvo la misma reacción pero a diferencia de su padre no fue a más. Su hermana volvió a casa y nunca volvieron a  hablar del tema.

“¿Ves como es mejor obedecer?” le decía Arturo mientras se la chupaba. “Unos momentos incómodos cuando vuelvas a ver a tu hermana y acabara por olvidarse. Seguro que sabes que el castigo habría sido mucho peor” Virginia estaba segura de eso.

Ni Virginia sabía ni su hermana recordaba que Patrick se la había follado.

Capítulo 11 La cena de empresa

Por esa época se celebraba una cena de la empresa y por supuesto Virginia estaba invitada. Asistió llevando un vestido rojo de raso, ceñido y largo, hasta los pies. Tanto por delante como por detrás tenía un escote que llegaban casi al ombligo y justo por encima del trasero. La raja del vestido permitía ver que Virginia llevaba unas medias con encaje hasta mitad de muslo. Lo ceñido del vestido también dejaba ver que no llevaba ropa interior.

En la cena acabó sentada con su marido y cinco hombres más, todos los cuales se la habían follado ya. Todos en su cincuentena. Descubrió esa noche que todos estaban divorciados y por eso no había más mujeres a la mesa. Luis, el jefe directo de su marido era uno de ellos y se sentó junto a ella con su marido al otro lado. Obviamente podía ver como los hombres la devoraban con la mirada descaradamente. Cuando su marido hablaba con el comensal del otro lado, Luis no dudaba en acariciarle la pierna. La raja del vestido estaba por su lado y le daba facilidad de acceso. En una de estas se envalentono y metió su mano por debajo hasta llegar a su coño y meterle dos dedos que saco claramente mojados. Manteniéndolos en el aire, visto por todos los de la mesa dijo “Hoy tenemos marisco” y se rio. Alfonso miro el menú y negó. “No, no hay” “Yo sé lo que me digo, Alfonso” y volvió a reírse.

La cena continuó sin más incidentes que algún tocamiento. luego había un baile y al poco de empezar Luis le dijo a Alonso que sacaba a su mujer a bailar. Ni siquiera fue una petición. Solo se lo dijo. Era un baile lento y Luis, sin ningún recato, hizo que Virginia se arrimara bien a él durante el baile. Incluso puso su mano apoyada justo al final del escote de la espalda de Virginia con sus dedos metidos por dentro del vestido.

“Mi marido nos va a ver” dijo Virginia con la esperanza de que ese hombre se frenase un poco. Chupar pollas en despachos discretos es una cosa. Restregarse y meterle mano en público era otra.

“Tu marido es un calzonazos o no le importa. Ya le hemos hecho tantas bromas e indirectas que es imposible que no sepa qué es el mayor cornudo de la empresa. Vas a ver” Luis la cogió del mano y fue hacia su marido. Virginia se asustó. ¿Qué pensaba hacer? “Alfonso. Me llevo tu mujer a enseñarle unos jardines que hay aquí atrás” “Vale. No me parece mal” fue la respuesta de Alfonso. Así que casi a rastras Luis llevó a Virginia hacia la parte de atrás. Pero no llegaron a los jardines. Vio como los otro cuatro hombres de la mesa esperaban junto a una puerta con un cartel que ponía ‘Fuera de servicio’. Unos lavabos. Sin ninguna delicadeza Luis metió a Virginia dentro, seguido de los otro cuatro hombres.

“Señores. Ya sabemos como va esto” dijo Luis. “Por orden de Jerarquía” Y solo con apartar los hombros del vestido este cayó al suelo dejando enseguida a Virginia desnuda. Luis le metió los dedos en el coño para volver a sacarlos mojados “Pero que puta eres” le dijo a la cara. La empujó hacia los lavamanos donde Virginia apoyó los codos. A través de los espejos podía ver a los otros cuatro hombres detrás esperando, y a Luis bajándose los pantalones con ese sonido que ya conocía tan bien. Enseguida sintió la polla entrar fácilmente en su coño, las manos de Luis coger sus pechos y como sus caderas empezaban a bombear polla en su interior. Gruñendo Luis acabo corriéndose, se separó y se subió los pantalones. Señaló unas toallitas de la encimera. “Anda puta, límpiate antes del siguiente”. Virginia tomó las toallitas, se limpió y volvió a apoyarse en la encimera. Tras limpiarse. el siguiente ‘señor’ le hizo darse la vuelta. . Este prefería tenerla de frente. La sentó sobre la encimera de mármol, separó sus piernas y con facilidad se la metió. Le gustaba por delante porque le gustaba comerle la boca mientras la follaba. Otra corrida, otro vez a limpiarse el semen que le chorreaba y otro ‘señor’ le ponía en la postura que prefería para follársela. Todo sin apenas palabras más que murmullos de aprobación y algún “pero que puta es” por parte de los espectadores. Solo el último cambió. Decía que su coño estaba bien pero sus mamadas eran espectaculares. Así que Virginia se arrodilló y delante de los otros cuatro hombres le comió la polla al quinto como solo ella sabía mientras el hombre se tomaba su whisky. Cuando el último se corrió Luis recalcó “¿Veis como había marisco?” y se rio. Saliendo todos del baño y dejando a Virginia aún de rodillas y desnuda.

Virginia tomó el diminuto bolso de mano que tenía para arreglarse antes de volver a la fiesta cuando la puerta volvió a abrirse. A través del espejo pudo ver quién era. Ese empleado enfadado con su marido por sus numerosas broncas “No te vayas todavía, putita. Tienes que pagar mucho por tu marido” El hombre entró acompañado de dos mas, de su edad, que la miraban sorprendidos. “¿En serio que esta es la mujer del cabrón de nuestro jefe? Que nos putea tanto” “Díselo” le ordenó y Virginia obediente respondió con un escueto sí. “Pero… tío… esto es muy raro… yo…” “Que sí, hombre, que a esta puta le va la marcha. Mira. Tócale el coño” Uno de ellos se acercó tímidamente y le toco el coño. Húmedo como siempre. “Ostia. Si. Está cachonda” “Lo que te dije. Y ahora, puta… ya sabes lo que quiero”

Los otros dos alucinaron cuando Virginia, sin decir palabra, se giró hacia la encimera y se dobló, dejándoles acceso a sus agujeros desde atrás. Otra vez ese ruido de pantalones desabrochándose “Cada vez que el cabrón de su marido me hecha una bronca yo me recuerdo que antes o después podré soltar esa rabia dándole por el culo a su mujer” y con su característico estilo, golpes largos, fuertes, como puñaladas, ese empleado cabreado la sodomizaba haciéndola saltar con cada empujón ante la incrédula mirada de sus dos amigos que aun no la había catado. Así hasta el pegajoso final de su semen en su interior. Se apartó sin delicadeza para subirse los pantalones y se dirigió a sus amigos “¿Qué? ¿No queréis desahogaros?” “Ostia sí. Ostia si” dijo uno con ansia que nerviosamente se puso detrás de ella a quitarse los pantalones para sodomizarla. No fue tan salvaje como el primero pero tampoco se frenó mucho. “Si, si. toma…” fue lo que dijo al final cuando se corrió. El tercero por supuesto también se unió. Y siendo más jóvenes y con más energía aún tuvieron tiempo para una segunda ronda cada uno. No tardaban mucho de todas formas. Solos se la follaban y ya está.

“Ya nos hemos quedado a gusto, puta. Hasta que el cabrón de tu marido vuelva a tocarnos los huevos” y se despidieron.

Virginia consiguió arreglarse. Esta vez incluso llegó a vestirse pero nada más salir por la puerta vio a otros dos empleados de la empresa que la conocían muy bien. “Vaya” dijo uno, “Sí que es cierto. Virginita. ¿Te ibas a ir sin saludarnos?” y así como llegaron a la puerta donde estaba la cogieron cada uno por un brazo y la volvieron a meter en los servicios. Dos folladas más en su haber esa noche. Los que lo sabían decidieron no hacerlo público o todos terminarían yendo. Así que solo unos 10, todos jefes, cuestión de jerarquía  sabían donde estaba Virginia. No había terminado con uno que otro aparecía en la baño, incluso repitiendo. Cuando ya faltaba poco para que acabara la velada decidieron todos darle un final “digno” a la noche. Virginia terminó de rodillas rodeada por los diez hombres que se pajeaban dispuestos a cubrirla con su leche. Así, uno tras uno, en su cara, pecho, pelo… fueron haciéndole un bukkake. Curiosamente no hay sufrido ninguno en estos meses de esclavitud. “Será mejor que te arregles. O no. Para mí que tu marido te ve aparecer así y no diría nada” Y no le faltaba razón por razones equivocadas pensó Virginia

Como puedo se aseo, limpiándose de tanto semen que se le escurría por sus agujeros y por toda su piel. consiguió adecentarse lo suficiente antes de volver con su marido. Ya casi todos los invitados se habían ido. Solo quedaban alguno y entre ellos algunos de sus folladores que la despidieron alzando la última copa que se tomaban al grito de “A tu salud”

“¿Qué tal los jardines, cariño?”

“No he ido a los jardines. Me han metido en un lavabo y me han estado follando durante todo el baile.” Virginia al principio le contaba todo a su marido. Era una forma de liberar tensiones. Ahora lo seguía haciendo por inercia pero en realidad… no sentía nada. Estaba rota. Muy rota. Pero parecía que Arturo no pensaba que fuera suficiente.

Capítulo 12 Amor de madre

Arturo la estaba follando. Le había puesto un collar de perro y lo usaba para montarla tirando de correa por detrás cuando paró de golpe, se apartó y de una patada empujo a Virginia a suelo. “Me aburres” Virginia ya llevaba cinco meses sufriendo este infierno. Había hecho todo lo que le pedía Arturo, sin rechistar ya. Y aun así no estaba satisfecho. “Tal vez ha llegado la hora de retirarte pero, la verdad, no estoy contento. No te auguro una retirada placentera.” “Pero, pero… ¿Porqué? Hago todo lo que me pides Me has roto por completo. Me has jodido bien mi cabeza. Todas las semanas mi padre me folla como si fuera una puta, toda la empresa se me ha follado. Cada semana alguien aparece en mi casa para follarme, vengo aquí cada vez que me llama a su dungeon para follarme aunque me horroriza y acabó destrozada. ¿Qué más quiere?”

Arturo no dijo nada. Se fue con cara de pocos amigos dejando a Virginia muy preocupada.

Luego en casa Virginia intentó pensar. ¿Qué hacía mal? Todo lo que le pedía, sin rechistar. Su padre, su hermana, la empresa… si cada vez que me ordena hacer alguna barbaridad ya ni haría falta que me amenazara con que me violara mi hijo aunque siempre me lo dice.

Siempre se lo dice aunque ya no hace falta. Virginia se paró de golpe. ¿Era eso? Quería romperla por completo. Quería saber que no podía caer más bajo. ¿Acaso esperaba que ella misma le dijera que… intentaría seducir a su hijo? Virginia pensó que no se podía caer más bajo. Su hijo cumplía los quince dentro de poco. Con su padre estaba mal pero… con su hijo… ¿Sería capaz?

Si. Se dio cuenta Estaba totalmente rota. No hay nada que no hiciera ya. Al día siguiente fue al despacho de Arturo.

“Seduciré a mi hijo” le dijo de golpe. Arturo sonrió. “Te ha costado darte cuenta, putita. ¿Eh? Pues sí. La verdad. Solo eso quiero ahora y entonces sí que me creeré que estás totalmente rota y jodida de la cabeza”

“Pero…” agrego Arturo. “No quiero que solo intentes seducirlo como a tu padre o tu hermana. Quiero que te lo folles”

“¿Qué? ¿Pero y si se niega?”

“Pues por mí como si lo violas., lo engañas, lo seduces… pero si no consigues que su polla acabe en tu coño me enfadaré y te jubilare… de malas maneras”

Virginia respiro y asintió. No tenía ni idea de como hacerlo. Se dio la vuelta para salir pero justo en la puerta se paró para hacer una petición. “¿Podéis quitarle el bloqueo a mi hijo que hace que no me vea sexy me vista como me vista?”

Arturo sonrió. “Claro. Esto va a ser divertido. Ya tienes el mando para avisarme cuando te follas a tu padre. Úsalo cuando te folles a tu hijo”

Esa vez Virginia tardó veinticinco minutos y tres polvos salir de la empresa de su marido.

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Cuando llego a casa pudo percatarse que a su hijo le habían cambiado la programación. Su padre seguía sin mostrar ninguna reacción cuando le veía vestida tan sexy pero esta vez, su hijo, se quedó un momento patidifuso antes de bajar la cabeza avergonzado. Sí que había sido rápido. Virginia no sabía que Patrick podría reprogramarlos a su antojo incluso por teléfono.

Durante un par de días vio cómo su hijo le rehuía la mirada, como incluso estaba un poco incomodo. Así que decidió atacar.

“¿Te ocurre algo, Ismael?”

“¿A mí? No, no. Solo que… últimamente vistes… raro. ¿No?”

“¿Raro? ¿Cómo?”

“Raro como mas… guapa” Ismael se cortó de decir Sexy y Virginia la comprendió perfectamente.

“Bueno. ¿Y? ¿Te incomodan las mujeres… guapas? Por lo que se te gustan las chicas y supongo que ya habrás estado con alguna”

“MAMA! No quiero hablar de esto… “

 

“¿No has estado con ninguna?” y como su hijo agacho la cabeza le confirmo que así era.

“Tranquilo. La primera vez te sentirás muy nervioso pero luego ganarás confianza. Solo tienes que practicar como estar con una chica y ya está”

“¿Practicar? ¿Cómo?”

“Conmigo por ejemplo” Su hijo abrió los ojos como platos. “¿Pero como dices eso? Eres mi madre”

“Por eso. Soy tu madre. Me preocupo por ti y tampoco pasa nada porque me beses. No quiero que pases por ese mal rato que es tu primer beso. No seas tonto. Como bien dices soy tu madre. Confía en mí” Y Virginia se inclinó y depositó un beso en los labios de su hijo que como un cervatillo cegado por los faros de un coche ni se movió. “¿Ves? No pasa nada” Y volvió a depositar un segundo beso igual, para luego continuar con un tercero. Pero en este tercero no fue un breve rozar de labios sino que ya se quedo y Virginia empujó su lengua en la boca de su hijo. Al principio Ismael no sabía qué hacer. No era ni capaz de cerrar los ojos. Más por instinto y por inercia empezó a mover su propia lengua y a juguetear con la de su madre. Era raro, muy raro pero… se sentía bien. Más sorprendente fue cuando su madre tomó su mano y la guió bajo su top hasta uno de sus pechos que no cubría ningún sujetador. Durante un buen tiempo Ismael no sabía qué hacer, sorprendido por la situación. Era su madre. Tenía que confiar en ella pero… Tenía su lengua en su boca y le estaba tocando uno de sus pechos. Raro pero… tan agradable. El instinto de un adolescente con las hormonas desbocadas hacía su efecto. Para sus hormonas no era su madre. Era una hembra. Y empezó a acariciar ese pecho que año atrás lo había amamantado.

Durante varios minutos estuvieron así hasta que Ismael se sobresaltó. De un salto salió corriendo. No quería que su madre viera que se había corrido en los pantalones. Pero Virginia sí que se había dado cuenta.

Pasó un par de días y no hablaron del tema pero Virginia se percataba que su hijo no apartaba tanto la mirada cuando pensaba que ella no era consciente de que lo veía. Así que decidió forzar la máquina. En casa empezó a vestir solo con lencería, delante de su hijo. Y las miradas de su hijo eran cada vez menos disimuladas Virginia lo estaba consiguiendo. Se estaba objetificando y sexualizando para su hijo.

Llegó el sábado. Su hijo había salido con sus amigos para las fiestas del barrio y debería volver a las 10:00 pero llegó hacia las 12:00. Alfonso estaba dispuesto a echarle la bronca pero su mujer dijo que ella se encargaba. Que era la primera vez. Alfonso accedió y se fue a dormir. Virginia fue a la habitación de su hijo que ya se había metido en la cama. Cuando entro enseguida se percató que su hijo había tomado alguna copa. Siendo tan joven hasta una cerveza seguro que podía marearlo.

Virginia vestía solo un camisón semitraslúcido. Era fácil ver que no llevaba ni sujetador ni bragas y su hijo podía ver fácilmente sus pechos y pubis. “¿Qué horas son estas de venir? jovencito. Al menos dime que ha sido porque has podido poner en marcha los besos que practicaste con tu madre querida”

Ismael se medio sonrojo. Si que estaba un poco bebido y, aunque él pensaba que disimulaba, su madre era totalmente consciente de cómo su hijo le miraba sus pechos y su coño. Tardo un poco en contestar negando la cabeza. “No. Solo.. hurp... solo hemos estado por ahí.”

“Bueno. Tranquilo. Ya llegara. Cuando quieras seguimos practicando. También tendremos que practicar el siguiente paso”

Otra vez tardo un poco en contestar embelesado como estaba por los pechos de su madre. “¿Siguiente paso?”

“Claro. Querrás follar con una chica algún día. ¿No?”

Virginia estaba tan rota que ni era consciente del lenguaje tan fuerte y directo que estaba usando.

“Ma… ¿Mama? ¿Pero qué dices?”

“La primera vez siempre asusta y suele ser un desastre. Así que mejor que no sea con una chica que te gusta para no quedar mal. Hummm…” Virginia levanto las sabanas y se pudo ver la erección que tenía su hijo.

Otra vez Ismael tardó en reaccionar. “Mama! No. Por favor. Para!” dijo con un grito sordo temiendo alertar a su padre mientras trataba de tapar esa erección con sus manos.

“Parece que ahora es un buen momento” Dijo Virginia que forzó sus manos bajo el pijama de ositos de su hijo hasta que llegó a su miembro duro. Lo acarició con el amor de una madre. “Tranquilo. Confía en tu madre” y apartó las manos de su hijo y procedió a bajarle el pantalón de su pijama. Ismael estaba aterrorizado, tembloroso, sin saber cómo reaccionar. Su madre se subió a la cama, pasó su pierna sobre él, tomo su miembro y bajo hasta empalarse con la polla de su propio hijo. húmedo como estaba su coño entro sin ningún problema. Ismael estaba sorprendidísimo. “Ma… ma… ma… mama… para, por favor, para…” pero la fuerza en la voz de su hijo fue desapareciendo mientras aumentaba el placer de su polla.  “Tranquilo hijo, está bien. ¿Notas como mi coño esta mojado? Eso nos pasa a las mujeres cuando nos gusta que nos follen”

Si que estaba mojado, pensó Ismael, y se siente tan bien, tan… Y se corrió. Así de rápido. Otra vez había sido incapaz de refrenarse. Virginia sintió como el semen de su hijo le inundaba el coño así que paró, se sentó sobre su hijo notando como su polla se volvía flácida en su coño, se inclinó y le dio un beso en los labios. “Dulces sueños. Ya verás que bien duermes hoy”

Y se levantó dejando a su hijo aún consternado para irse al baño a limpiarse antes de meterse en la cama.

Para su sorpresa, cuando fue a salir encontró a su hijo en la puerta. Respiraba pesadamente, estaba nervioso. Virginia iba a preguntarle qué le pasaba cuando su hijo musitó un “Quiero más”. Virginia sonrió y su hijo volvió a musitar lo mismo al tiempo que se abalanzaba sobre su madre. Lanzó sus labios contra los de su madre mientras forcejeaba para sacarse la polla, ya dura, ventajas de la juventud, de su pantalón de pijama de ositos.

Ismael no se dejaba guiar. A Virginia le recordaba por un momento los torpes intentos iniciales del Gran Danés cuando se la follaba. Ismael forcejeaba con su madre no porque esta se negara sino por la propia torpeza y desconocimiento de que hacer de su hijo. Acabaron ambos en el suelo y frenético y ansioso su hijo se posiciono entre sus piernas y empujaba su polla torpemente intentando acertar en el coño de su madre. Por suerte, habilidad o lo que fuera lo consiguió y empezó a bombear. Dentro y fuera. Y a jadear de placer. Sin miedos, sin vergüenzas. Virginia, tumbada en el suelo, solo se abría de piernas y sonreía, dejando a su hijo hacer y disfrutar de su coño. Esta vez, a la tercera va la vencida, no se corrió al poco de empezar. Allí, en el suelo, Virginia estuvo cerca de diez minutos con su hijo follándosela antes de que se corriera en su coño otra vez.

Su hijo se quedó tumbado sobre ella. Sin decir nada. Siendo consciente poco a poco de lo que acababa de hacer. De repente salió corriendo a su habitación sin decir palabra donde cerró la puerta. Virginia se limpió el semen de su hijo y se fue a la cama. Sin remordimientos, sin vergüenza. Estaba totalmente rota.

Al día siguiente Ismael tardó en salir de su habitación. Cuando lo hizo apenas se atrevía a mirar a su madre. A mitad de tarde Virginia decidió hablar con él en su cuarto.

“¿Qué te pasa Ismael? ¿No te gusto follarme ayer?”

“¿Qué? Oh mama. no… digo si… digo… “ Ismael se ponía colorado por momentos.

 

“¿Te gusto o no?” Y Ismael terminó confesando con un tímido “Sí”

“Bueno… ¿Sabes jovencito? No me gusto nada que vinieras bebido ayer por la noche. Eres demasiado joven. ¿Va a volver a ocurrir?”

“N… no mama” y a esa respuesta Virginia se quitó el corpiño que llevaba quedándose solo con un sexy sujetador y sus bragas a juego.

“Ma… ¿mama? Papá está en el salón. ¿Qué haces?”

“Alfonso” grito Virginia “Voy a ofrecerle sexo a nuestro hijo a cambio de que se porte bien. ¿Qué te parece?”

Ismael alucino pero aún más con la respuesta. “¿Qué quieres que te diga? Es lo normal”

“¿Papa no ha entendido lo que has dicho?”

Virginia insistió. “¿Entonces no te importa que nuestro hijo se me folle?”

“Claro que no. Deja de preguntarlo y hazlo”

“Bueno… y no me gusta que tengas el cuarto desordenado. ¿Lo vas a tener recogido a partir de ahora?”

“S… si” contesto Ismael aun alucinando. Y más cuando su madre se quitó el sujetador y lo tiró a un lado.

“Y tus notas. Quiero que mejoren. ¿Te vas a esforzar más?”

“Si. Desde luego” contestó con entusiasmo Ismael mientras meneaba la cabeza. A lo que su madre contestó quitándose las bragas y quedando desnuda ante él. “Bueno… tendré que fiarme de ti” y se fue a la cama de su hijo donde se tumbó y se abrió de piernas. Ismael intentaba superar la sorpresa. Su madre, desnuda, abierta de piernas le sonreía esperándolo en su cama. Ismael saltó enseguida a la cama, se desabrocho el pantalón, ese ruido que tan bien conocía su madre, y guió su polla hasta el coño mojado de su madre. Y allí, en su cama, empezó a follársela viendo la cara sonriente de su madre.

De repente oyó pasos, su padre se movía por la casa. ¿Qué hacer? Vio como su padre pasaba por la puerta de su cuarto abierta y se frenó. Igual hizo su padre que miro la escena uno o dos segundos y siguió de largo sin decir nada ni cambiar el gesto.

“¿Ves? no pasa nada.” Y enseguida, la excitación de Ismael hizo que volviera a seguir follándose a su madre hasta que otra vez, la tercera vez ese fin de semana, acabó corriéndose en su coño.

Ismael se dejó caer junto a su madre desnuda, satisfecho y las preguntas empezaron a aflorar. “Entonces… ¿Puedo... practicar... contigo?”

Virginia contesto, parte siguiendo las instrucciones de Arturo que lo había visto todo. “Puedes follarme cuando quieras y como quieras. Siempre que no se entere nadie y que no se lo digas a nadie” Arturo ya se encargaría de programarle al chico que fuera discreto.

“Cuando quiera no. Ya me gustaría hacerlo otra vez pero tardaré unos minutos en estar listo”

Sin decir palabra, ni siquiera necesito que Arturo se lo indicara, Virginia se doble sobre su hijo y empezó a chuparle la polla. Ismael sabía algo de esto. Algo de porno había visto. Y le había parecido siempre una guarrada. Que una mujer se metiera la cosa de mear en la boca. Pero todas sus renitencias desaparecieron después de los primeros lametazos de la lengua de su madre a su polla. En apenas un minuto su hijo tenía otra vez la polla dura y lista. Virginia se volvió a tumbar y a abrir de piernas para su hijo. Este no desaprovechó la oportunidad y volvió a saltar sobre su madre para follársela.

Después de ese segundo polvo lo dejaron. Pero no había pasado ni una hora que su hijo la volvió a llamar a su dormitorio. Cuando llego primero Ismael se sorprendió de ver a su madre vistiendo un sujetador y unas bragas con aperturas por todas partes. Virginia se sorprendió al ver el cuarto de su hijo casi totalmente recogido.

“La cama está sin hacer” dijo.

“La hare luego. Es tontería hacerla ahora” y Virginia comprendió a qué se refería. Se tumbó otra vez abierta de piernas y su hijo volvió a follársela ese mismo día.

Tras la cena toda la familia se sentó a ver la televisión. Pero apenas empezó la película, aunque su padre estaba presente, Ismael se giró para besar a su madre y empezar a meterle mano. Virginia sentía la lengua de su hijo en su boca mientras sus manos palpaban, exploraban y recorrían toda su piel, sus pechos, su trasero, su húmedo coño. No tardó mucho Virginia en terminar tumbada en el sofá con su hijo follándosela y su marido en el mismo salón viendo la película sin darle ninguna importancia. Todo era normal.

Lego la noche. Hora de dormir. Y un último para desearle dulces sueños. Esta vez fue Virginia la que cabalgó a su hijo que se corrió con una sonrisa antes de dormirse.

Siete veces se corrió su hijo en su coño ese fin de semana. Y Virginia no tenía ni un asomo de arrepentimiento o vergüenza.

Epílogos.

Al día siguiente Virginia Visitó a Arturo en su despacho.

“¿Eres consciente que has violado a tu hijo?” Virginia asintió y la respuesta dibujó una sonrisa en los labios de Arturo, satisfecho. Virginia ya estaba totalmente rota.

“Me complaces. Así que si, te voy a Jubilar”

“¿Eso significa que mi vida será como antes? ¿Deshipnotizaras a mi familia y a mí? “

 

“No, no, no… tu vida nunca será como antes y no, tu familia seguirá igual… poco más o menos. Ya te contare. Lo que cambia es que mi tiempo es finito. Ahora buscaré otra putita a la que romper y no puedo atender a todas las putitas que ya he roto. Aun jugare contigo de vez en cuando pero menos. Ya no vendrás a traer más papeles aquí, sí envió a alguien a que te folle a casa será alguna vez por los viejos tiempos y cuando te eche de menos ya te llamaré para que vengas a casa”

Virginia no protesto lo más mínimo. Seguía a Arturo de camino al despacho de su marido. Cuando llegaron se encontraron a Alfonso arrinconando a ese empleado descontento, ese que tantas veces le había dado por el culo, sujetandolo por el cuello contra la pared “Vuelve a faltarle el respeto a mi esposa y te abro la cabeza, pedazo de mierda” Alfonso ni se arrugó cuando entro Arturo que se quedó mirando la escena impasible. Soltó al empleado y se dirigió a Arturo con un enfado importante sin importarle las consecuencias. Incluso tuteándolo. “Haz lo que te dé la gana pero no voy a permitir que este pedazo de mierda haga insinuaciones sobre mi mujer. Si quieres despedirme por partirle la cara me la suda”

“No veo que le hayas partido la cara” dijo Arturo a lo que Alfonso se giró e impactó un potente puñetazo en la cara del empleado que acabó en el suelo con la nariz sangrando.

“Y si no lo despides yo me largo”

“Yo no voy a despedirlo. Hazlo tu si quieres”

Alfonso se encaró con el hombre al que acababa de partirle la cara y le escupió a la cara “A la puta calle!” que no sabía cómo afrontar este cambio de actitud del que creía un calzonazos. Asustado salió corriendo del despacho.

Y Virginia se alegró de ver porque aun seguía amando a ese hombre aunque no pudiera volver a follársela jamás.

“Lo siento cariño” se acercó a darle un beso a su mujer “No podía permitir que te faltara al respeto. Soy consciente que eres una mujer preciosa que atrae miradas pero no voy a permitir que nadie haga nada más”

“Por supuesto Alfonso. Lo entiendo. Ahora vuelve al trabajo mientras yo me llevo a la puta de tu mujer a mi despacho para follármela”

“Por supuesto Don Arturo”

Por el camino le explico que le habían quitado el bloqueo solo con ese empleado. Que todo lo demás seguía igual. Al menos en cuestión de programación hipnótica. “Así que mi marido seguirá sin poder follarme” “Me temo que no, putita. Pero te quedan tu Padre y tu hijo” le respondió taimado Arturo. “No se te ocurra nunca pararles. Me encanta ver de vez en cuando como te follan”

Ya en el despacho apareció Luis, el jefe directo de Alfonso, a la carrera. “Don Arturo. ¿Sabe lo que ha pasado con Al…” y se paró de golpe al ver a Virginia ahí.

“Si. Lo sé. Y me parece bien. Haz el favor de comentar discretamente que… los rumores sobre los problemas en la relación entre Alfonso y su mujer se han arreglado. Y que en esta empresa no se permitirá que se le falte al respeto a ninguno de sus trabajadores ni a sus familiares” Todo esto lo dijo con Virginia a su lado y rodeándola con su brazo por detrás, primero con su mano en su cadera y luego bajando hasta que claramente llegaba a su culo.

“Y ahora vete y dile a mi secretaria que no me moleste nadie en los siguientes 20 minutos”

Luis, que había visto como la mano de Arturo desaparecía hasta probablemente acabar en el trasero de Virginia asintió y se marchó. Los hombres podrían ser como una manada de lobos pero toda manada tiene un lobo jefe al que los demás agachan la cabeza.

Arturo miró a Virginia y sin necesidad de decir nada más se quitó las bragas, se las metió en la boca, se tumbó boca abajo en el suelo, se subió la falda y separó sus glúteos dejando su ano a la vista. “Estoy lista Don Arturo”

Ese día fue el único polvo que sufrió antes de salir de la empresa de su marido.

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Virginia siempre le preparaba la merienda a su hijo antes de que volviera del colegio. Y ese lunes, el día después de que su hijo se la follara por primera vez y hasta siete veces no era distinto. Pero nada más entrar en casa su hijo le pidió a su madre que podían volver a ‘practicar’. Por su puesto que su madre, obediente, se volvió a abrir de piernas para su hijo. Para el miércoles su madre le esperaba ya directamente abierta de piernas en el sofá, la cama o cualquier otro sitio de la casa. Su hijo entraba directamente, bajándose los pantalones y sin decir nada se la metía. Para el viernes su hijo ya no decía que quería practicar y directamente decía que se quería follar a su madre.

Para su hijo todo esto era como un juego y su madre su nuevo juguete. En una ocasión que sus amigos le estaban esperando se follo a su madre mientras se comía el bocadillo antes de salir disparado en busca de sus amigos.

Para su quince cumpleaños, cuando soplo la velas, su madre le preguntó que si había pedido un deseo. “Si.” le dijo su hijo. “Y espero que se cumpla. He pedido tu culo” Sin más, con su marido sentado a la misma mesa Virginia se dobló sobre la mesa y su hijo se puso detrás para encularla por primera vez. Después de la primera vez, sin moverse de la posición, tomó su plato de tarta, la puso sobre la espalda de su madre, y empezó a comérsela mientras esperaba que su polla, aun en el culo de su madre, volviera a ponerse dura para una segunda vez. Cuando acabó con la segunda enculada le pidió a su madre que se diera la vuelta y estampo lo que quedaba de pastel en su pecho y procedió a comérselo y a lamerlo directamente de las tetas de su madre.

Incluso Patrick se pasó a verlo en una ocasión. Hizo que Ismael no fuera capaz de darse cuenta que estaba en la misma habitación mientras se follaba a su madre. Ya había visto a hijos follándose a su madre pero esta era la primera vez en la que ambos lo hacían sin que ninguno estuviera hipnotizado.

Para el dia de la madre Ismael le pidió a su madre que le dejara follarle la boca como había visto en unas web porno. Asi acabo tumbada en la cama con su hijo follandole la garganta. Sin ningun freno y siendo un juego para el, Ismael fue pidiéndole a su madre cosas cada vez más guarras.

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Con su hijo rara vez tuvo un orgasmo. Era un adolescente egoísta que se tomó el follarse a su madre como un juego y a ella como un juguete. Con su padre era distinto. La trataba con cariño y respeto y amor y le daba orgasmos y ella le correspondía siendo la puta mas cariñosa y complaciente que pudiera ser. Así que por la mañas no era raro que de vez en cuando Esteban pasará a follarse a su hija cuando Ismael y Alfonso no estaban.

Para el dia del padre Virginia siempre preparaba algún espectáculo erótico para su padre y pasaba todo el dia en su casa haciéndolo muy feliz con sus agujeros y habilidades.

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Nunca, nadie más, volvió a faltarle al respeto a Virginia o a su marido en la empresa. Y si alguna vez tuvo que follar con alguien antes de irse de la empresa fue solo con Don Arturo.

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El Gran Danés echa de menos a Virginia.