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Hijos sociópatas: El nuevo hombre de la casa

en No Consentido

Aurora no entendía por qué. No era un bellezón pero era guapa, con un buen cuerpo. Morena de pelo corto, liso apenas saltaba el metro setenta. Unos pechos de copa B con unos pezones aparentes y un culito pequeño. Ahora que se llevan los culos voluptuosos tal vez no llamaba tanto la atención, pero un buen culito si te gustan compactos.

Hija única se había criado en una familia tradicional. Le enseñaron a ser buena esposa, de las que su ocupación ha de ser solo llevar la casa del marido.

Virgen hasta el matrimonio se echó novio a los 16 con uno chico cuatro años mayor, hijo de una familia pudiente, y cuando Aurora cumplió los 18 se casaron, cuando su marido acabó la carrera de magisterio.

Un año después ya era madre. Isaac llamaron al hijo. El padre no terminaba de sacar plaza definitiva así que se pegaron los siguientes dieciocho años saltando hasta por 7 ciudades distintas. A Aurora e Isaac solo le duraban los círculos de amistades apenas dos o tres años antes de mudarse. Aurora lo llevaba bien .Era una abnegada esposa y era su obligación. Isaac lo llevo mucho peor. Agriándosele el carácter año a año, cada vez le costaba más forjar vínculos. Contestaba de malas maneras a sus padres y no les mostraba afecto alguno a los que culpaba de su situación.

Pero con los pasos de los años Aurora se fue preocupando de la relación con su marido. Aurora llevaba a su marido impoluto, la casa como una patena pero en la cama… no destacaba precisamente. Para ella el sexo era dejarse hacer por su marido. Y esta pasividad fue matando la poca pasión con la que empezaron. Su marido le echaba en cara que siempre tenía que tomar la iniciativa, decirlo lo que tenía que hacer y no solo que se dejara hacer y Aurora empezaba a notar que su marido se distanciaba, que ya no la buscaba.

Se sentía rechazada y fracasada en sus tareas como esposa.

Después de 16 años de casados su marido consiguió plaza fija. En una nueva ciudad. Y solo a los tres meses también una amante, otra profesora recién licenciada mucho más activa y apasionada que su pasiva mujer. En apenas un día, sin previo aviso, su marido se despidió, abandono tanto a Aurora como a su hijo en busca de una felicidad que se le había negado en un matrimonio aburrido. El divorcio llegó enseguida.

Aurora quedó destrozada. Sentía que había fracasado como esposa. Además por el acuerdo prenupcial no tenía ni derecho a una pensión. ¿Cómo imaginar que podía divorciarse? Había sido la esposa perfecta siguiendo las enseñanzas de sus padres Esos eran otros… Una hija divorciada. Para ellos era una vergüenza. Rompieron toda relación con ella.

Aurora se quedó con una exigua pensión para mantener a su hijo que apenas cubriría sus gastos. Con el alquiler de una casa adosada que no sabía cómo pagar. Con su malhumorado hijo de dieciocho años que arrecio en sus acusaciones culpándola del abandono de su padre. Su familia repudiándola. Sin amigos en una ciudad desconocida que apenas llevaba unos meses.

Sola.

Fue una sorpresa averiguar que su hijo tenía dinero. Y bastante además. Había intentado ser una buena madre. Estaba en sus tareas como esposa. Pero su hijo se había distanciado mucho de ella y se había refugiado en la informática. Aurora no era consciente pero su hijo era en realidad un sociópata. Apenas unos meses antes de que su padre los abandonara Isaac había publicado un juego para móviles que había tenido un éxito considerable y que le estaba dejando buenos beneficios. Y ya estaba trabajando en otro.

Isaac le planteó a su madre que tenía dos opciones. O darle la emancipación y que el gestionará sus ingresos y él se comprometería a mantenerla, o negarse. En tal caso le aseguro que cuando cumpliera los 18 la abandonaría a su suerte.

La idea de quedarse sola y ser rechazada otra vez, ahora por su hijo, le aterraba. No. Había perdido a su marido, era su culpa, no sabía porque pero seguro que era su culpa. Y no iba a perder a su querido hijo también. Aunque no fuera correspondida Aurora quería mucho a su hijo.

Así que acepto. Le concedió la emancipación a su hijo así que esté podía hacer con su dinero lo que quisiera. Isaac mantuvo su promesa y mantuvo a su madre. Más como una criada que como una madre pero dada la educación de Aurora no había mucha diferencia con respecto a lo que había hecho con su marido hasta que la abandonó. En realidad lo hizo aun con más ahínco, temerosa de cometer con su hijo los errores, los que hubieran sido, que llevaron a su padre a repudiarla.

Isaac fue creciendo aunque Aurora no era consciente. Para ella era su dulce hijo. Aurora estaba cegada por su amor de madre pese a los malos modos de su hijo. Y no era consciente de algunas miradas que su hijo le lanzaba. Un día estaba duchándose cuando no se percató que su hijo había entrado y la estaba mirando. Cuando lo vio se sobresaltó, se cubrió como pudo y le espetó “¿Qué haces? Estoy desnuda. ¡Sal de aquí!”

El grito sobresaltó a Isaac que reaccionó. Después de un momento de duda alzó la voz “¡Esta es mi casa! Así que no te atrevas a darme órdenes. El otro baño está estropeando y quiero mear” Así que Isaac fue a la taza, se sacó el miembro y empezó a orinar. “Yo… lo siento Hijo. No tenía que haberte hablado así” y se mantuvo cubriéndose si atreverse a mirar. No fue consciente como su hijo la miraba discretamente a través del espejo o como su miembro iba formándose una erección. Isaac termino de orinar y se fue a su habitación donde aprovechó su erección para hacerse una paja. Aurora racionalizó lo que había pasado. Era su hijo. No pasaba nada si la veía desnuda. No había algo sexual en ello…

Aurora empezó a encontrar bragas suyas en el cesto de la limpieza que no recordaba haber puesto allí. Ni se le ocurrió indagar que eran las manchas blanquecinas que tenían.

Un día Aurora subía la ropa limpia de su hijo a su habitación. Ese día se había retrasado y esperaba que eso no disgustara a su hijo. Normalmente, para estas horas de casi la noche, ya habría dejado la ropa de su hijo en sus armarios. Llamó suavemente a la puerta del cuarto de su hijo, sin respuesta. Volvió a insistir otra vez sin respuesta así que entró.

Su hijo estaba en la habitación, frente al ordenador, con unos cascos puestos, los pantalones por los tobillos mientras se hacía una paja usando algún trapo en la mano. En el ordenador se podía ver un video porno… Aurora nunca había visto uno. Al menos no uno como ese. Podía ver una mujer con los brazos atada a la espalda rodeada por media docena de hombres, dos de los cuales la estaban penetrando por delante y por detrás. El video era bastante intenso y se podía adivinar, pese a la falta de sonido, que la mujer posiblemente estaba gritando o quejándose por la intensidad y el abuso.

Aurora dejó caer la ropa al suelo sorprendida. Eso terminó de llamar la atención de Isaac que se sobresaltó al verla. Su primer impulso fue cubrirse pero enseguida lo sustituyó con su característico mal genio y el abuso verbal a su madre. “¡Joder! ¿Qué haces mama? Estoy hasta las narices. ¡Esta es mi casa y no puedo ni hacerme una paja a gusto! ¡Estoy hasta las narices de tener que esconderme en mi propia casa! Se acabó.” Isaac desenchufó los cascos y ahora empezó a oírse la película porno por toda la habitación. Hasta subió el volumen de tal forma que se oiría por toda la casa. Isaac continúo masturbándose sin importarle que su madre estuviera en la habitación. Aurora estaba estupefacta. No sabía cómo reaccionar. Nunca le enseñaron cómo tratar los temas sexuales con su hijo. Dudó un momento y aún pudo ver como a la mujer del video la maltratan y abusan de ella, como los hombres se iban turnando. Cuando pudo reaccionar tomó rápidamente la ropa limpia de su hijo y salió de la habitación. Allí espero en el cuarto de estar. Conmocionada. Sin saber qué hacer. Cómo reaccionar ante esto, mientras la cacofonía de gemidos y quejidos llegaban desde la habitación de su hijo.

Minutos después la cacofonía acabó. Aurora reunió algo de valor y volvió a subir con la ropa limpia. La puerta estaba abierta. Su hijo ya se había subido los pantalones y estaba tumbado en la cama leyendo un cómic de superhéroes. Aurora entró en silencio, incapaz de mirar a su hijo y dejó sus ropas en el armario. “Mama. Limpia eso” y con un movimiento de cabeza le señaló hacia la mesa del ordenador. Aurora se acercó a la mesa y encontró varias manchas blancas en el lateral y vio el trapo que estaba usando su hijo para masturbarse. Era una de sus bragas y ahora estaba totalmente manchada con el semen de su hijo. Más bien de forma automática Aurora cogió unas toallitas húmedas de una caja de la mesa de su hijo, ahora comprendía porque estaban allí, y procedió a limpiar los restos que había dejado. Cogió sus bragas con dos dedos y se fue. Isaac miro todo el rato disimuladamente la reacción de su madre.

Durante un par de días todo parecía normal. Imperaba la ley del silencio y ninguno comentó el incidente. Isaac, que había desarrollado una personalidad abusiva y carente de empatía empezaba a disfrutar con la situación y decidió tensar un poco más la cuerda. En un momento dado entró en la habitación de su madre cuando ella estaba. Abrió la puerta sin llamar y solo la providencia hizo que su madre estuviera vestida. “Hijo. ¿Qué pasa? ¿No sabes llamar a la puerta?” Isaac se dirigió al cajón donde su madre guardaba su ropa interior. “Esta es mi casa, recuerda.” como si eso significara algo ante una pregunta como esa. Saco una de las bragas de su madre y se fue sin decir nada más. Apenas unos minutos después empezó a oír una película porno a todo volumen. Salió de su habitación y pudo ver que la puerta de su hijo estaba abierta. Ni se estaba molestando en ser discreto. Aurora, asustada, se acercó sigilosamente hasta la puerta y pudo ver a su hijo en una situación similar a la que le había encontrado hacía un par de días. Con una película porno bastante fuerte, esta vez a la chica la estaban azotando en el culo con una fusta mientras estaba sentada sobre otro hombre “Venga, puta, mas rápido” decía el hombre de la fusta y la mujer subía y bajaba más rápidamente para el deleite del hombre sobre el que estaba sentada cuya gran pene entraba y salía de su vagina. Su hijo estaba volviendo a usar sus bragas para masturbarse.

Aurora volvió rápido a su habitación, cerró la puerta pero aun así podía oír el video. Su habitación estaba pared con pared con la de su hijo. Intenta racionalizarlo. Era un adolescente. Según había oído era normal que desarrollaran su sexualidad. Y esta es su casa al fin y al cabo. Se sentó en la cama y esperó sin saber muy bien qué hacer. Después de cerca de media hora y dos videos después los alaridos y gemidos dejaron de escucharse. Aurora aún estaba dubitativa cuando su hijo golpee la pared común. “Mama. Tienes que venir a limpiar” Aurora, casi de forma mecánica, se levantó y fue a la habitación de su hijo. Volvió a encontrarlo tumbado, afortunadamente vestido, leyendo un comic. Fue a la mesa del ordenador y lo primero que vio es una escena congelada de un video. Una mujer, abierta de piernas tenía dos penes introducidos… ¡en el mismo agujero! y tenía la cara desencajada. Apartó la mirada asustada y procedió a limpiar los numerosos manchones por mesa y suelo.

¿El sexo era así? Se preguntaba. ¿Y si ese había sido su fallo? Conocía la expresión mojigata pero no se consideraba una. Cuando su marido le había pedido que se la chupara nunca se había negado. Si le hubiera pedido sexo anal tampoco se lo habría negado pero esa petición nunca ocurrió. Se había dejado hacer. Era una obediente esposa. Pero… desde luego que lo que había hecho con su marido no se parecía a los videos que usaba su hijo para masturbarse.

Cogió sus bragas manchadas y salió de la habitación de su hijo sin decir palabra pero con muchas preguntas en su cabeza.

Isaac estaba encantado con la obediencia de su madre. Había desarrollado un gusto por el sexo dominante y le parecía imposible que hubiera mujeres así. Su vena sociópata disfrutaba con la incomodidad que le generaba a su madre, incapaz de comprender como debería actuar ante una situación así. Siguió tensando la cuerda. Un par de veces más y ya no tenía ni que llamar a su madre para que entrara a limpiar. Cuando ya no sonaba el video entraba obediente a hacer sus tareas. Luego ni se molestaba en vestirse al acabar o paseaba desnudo por la casa. La última vez hasta le pidió, no, le ordenó a su madre que le trajera unas bragas en vez de ser él quien fuera a buscarlas. Y totalmente avergonzada, sonrojada, le obedeció y le entregó a su hijo unas bragas suyas para que se masturbara.

Y entonces llegó el dieciséis cumpleaños de Isaac.

Llego a casa de madrugada, haciendo ruido. Parecía enfadado. Aurora, preocupada por su hijo, se puso una bata y bajó al salón a ver qué pasaba. Allí estaba su hijo. Se notaba que estaba algo ebrio, no demasiado. Aun con una cerveza en la mano y despotricando. “Joder. Es mi cumpleaños. Que menos podría haber hecho la estrecha esa que dejarse follar. Todas las mujeres son unas zorras” Se decía a sí mismo.

“Isaac, hijo. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?”

“No” Isaac miró a su madre, cubierta con una recatada bata y por un momento imaginó que podría llevar debajo. Al fin y al cabo ya conocía todas sus bragas. “No lo estoy. Es mi cumpleaños. Esa zorra frígida bien podría haberse abierto de piernas. Esperaba echar un polvo hoy para celebrarlo. Joder. Todas las mujeres son unas zorras”

Aurora estaba conmocionada por el vocabulario. El alcohol, seguro. Intento calmarlo. “Hijo, no hables así de las mujeres. Yo soy tu madre pero también soy una mujer”

Isaac callo un momento y miró a su madre de arriba a abajo. “Si... es cierto, mama. Eres una mujer… Y todas las mujeres SOIS unas zorras” y se abalanzó sobre su madre, intentando besarla con su aliento apestando a cerveza, su mano intentando abrirse entre su bata. Aurora se defendía como podía, su hijo era fuerte y ella era poca cosa “No. Hijo… esta no está bien. Soy tu madre. ¡Soy tu madre!” Esto último lo dijo con más énfasis y medio abofeteó a su hijo en su defensa. No fue una bofetada, más bien un cachete pero congeló en el sitio a Isaac, sorprendido por la resistencia.

Después de dos segundos, sin previo aviso, Isaac le cruzó la cara a su madre con un fuerte bofetón que la hizo girar sobre sí misma y caer de rodillas. Fue Aurora la que quedó esta vez congelada. En seguida su hijo la sujetó por la nuca, Aurora tenía el pelo demasiado corto para que se lo agarraran, Y la arrastró hasta el borde del sofá donde la tiró boca abajo sobre el reposabrazos. Aurora era incapaz de reaccionar no entendí aun lo que pasaba. Su hijo la seguía inmovilizando por la nuca contra el sofá. Sintió sendas patadas en sus tobillos que la forzaron a separarlos y su hijo se situó entre sus piernas. Oía asustada como su hijo forcejeaba con el cinturón de su pantalón y pronto lo sintió caer. Aurora intentó forcejear pero con una sola mano su hijo era capaz de retenerla. Con la otra sintió como le levantaba la bata y dejaban a la vista unas simples bragas de algodón, cómodas para dormir. Isaac las agarró y tiró con fuerza hasta desgarrarlas. Aurora sintió como su culo y la raja de su pubis quedaban desprotegidas “No. ¡Hijo mío! ¿Qué haces? Soy tu madre.”

“Si. Mi madre” respondió Isaac mientras maniobraba colocando su glande en la entrada de la raja de su madre. “Y una mujer. Y una zorra.” empujaba su polla pero no conseguía entrar por la resistencia de su madre. “Y es mi cumpleaños. Y hoy quería follarme a una zorra” Ante la resistencia de su madre pasó a empujar sus dedos en su coño, lo cual fue más fácil, y a girarlos desconsideradamente abriendo así la raja de su madre. “Y esta es mi casa. Y aquí se hace lo que yo digo” Ahora si apoyo el glande de su polla y empujo con fuerza. La raja de su madre, ya violada y acondicionada por sus dedos recibió toda la polla de golpe, haciéndola saltar del reposabrazos y levantándola en el aire. Aurora solo pudo abrir los ojos desorbitados antes el irremisible hecho que la polla de su hijo estaba totalmente empalada dentro de su coño. Cerró los ojos de los que empezaron a brotar lágrimas, se aferró a unos cojines y dejó de resistirse.

Su hijo sacó la polla justo hasta el glande, el cuerpo de aurora se volvió a acomodar sobre el reposabrazos, y su hijo volvió empujar con fuerza alzándola en el aire otra vez, esta vez al mismo tiempo que decía “Zorra”. Así repitió media docena de veces. Dejó de sujetarla por el cuello y pudo constatar que su madre ya no se resistía. Así que la sujetó por las caderas y empezó a bombear, a disfrutar del coño de su madre sin ningún atisbo de resistencia. “Si. Que gozada de coño tienes mamá. Me encanta… Este va a ser mi mejor cumpleaños” Pero no recibió respuesta por parte de su madre. Isaac procedió a tirar de su bata, con fuerza, obligando a su madre a echar los brazos hacia atrás. Pero en vez de quitarle por completo la bata, a mitad de camino empezó a retorcer la bata hasta que terminó atando los brazos de su madre con la bata. A Aurora le hubiera gustado taparse los pechos, dormía sin sujetador, pero le era imposible así. Su hijo empujó hasta el fondo y paro, dejando caer su cuerpo sobre el de su madre. Su mano libre maniobró bajo el cuerpo que inmovilizaba hasta encontrar los pechos de su madre “Hummm… que tetitas tienes, mama.” Y las apretó sin ninguna consideración, como quien amasa pan, incluso dolorosamente. Aurora soltaba ahogados quejidos de dolor. La mano busco ahora el pezón “Hummm… mama. ¿De este pezón te chupaba cuando me amamantaste?”. Y lo pellizcó.

“Ay!” Se quejo Aurora. Me haces daño. “¿Sí?” preguntó Isaac con un tono claramente lujurioso. Ahora sujeto el pezón con dos dedos y empezó a retorcer, La mano entre el sofá y el cuerpo de Aurora y el propio cuerpo de Isaac sobre el de ella la inmovilizaba y no le permitía ninguna defensa. Solo podía quejarse “Ahhh. Me haces daño, hijo, Para, por favor” pero en vez de parar Aurora noto como su hijo volvía a mover sus caderas, volvía a follársela mientras le retorcía el pezón. Y recordó los videos que su hijo veía, donde gemidos y quejidos de dolor se mezclaban.

Después de un buen rato de torturar el pezón y el pecho de su madre Isaac se alzó y tiró de la bata, haciendo que su madre arqueara su espalda. Y en esa postura siguió follándosela. Aurora pensó que al menos así pararía la tortura de su pecho pero lo único que ocurre es que se trasladó a sus nalgas.

ZAS!!!! Un fuerte manotazo aterrizó en su trasero. “Ahhhh” solo pudo decir Aurora antes que un segundo, y un tercero cayeran sobre ella. Isaac abofeteaba su trasero del derecho y del revés. “Eres una zorra mala, mama. Y tienes que ser castigada” le decía su hijo mientras seguía con los duros azotes. Cada azote un quejido pero su madre no podía hacer nada más que sufrirlo.

Después de un rato de tortura Isaac volvió a abalanzarse sobre su madre. La rodeo por el cuello con un brazo y con el otro empezó a juguetear con sus pechos, de igual manera que hace un rato pero ahora saltando de uno a otro. Y empezó a repetir una letanía al oído de su madre mientras seguía bombeándole el coño. “Si, si si, si, si…” Aurora entendió lo que iba a ocurrir. “¿Qué? No… Hijo. No lo hagas. No dentro de mí. No te corras” pero no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Su hijo apretó con fuerza su brazo alrededor del cuello mientras aceleraba el ritmo y la letanía hasta que estalló. “SI!!!!!!” Chorro tras chorro Aurora sintió el caliente esperma de su hijo llenarle la vagina y como este se dejaba caer sobre ella, usándola más de colchón para descansar que otra cosa, aun con su polla metida dentro.

“Nunca voy a olvidar este cumpleaños, mama. ¿Y tú?” pero su madre no le contestaba. Solo aguantaba quieta, estoica, oliendo el aliento a alcohol de su hijo junto a su oreja. “Parece que no eres tan inútil como pensaba. Aun sirves para algo.” Aurora aun sentía los últimos espasmos de la polla de su hijo en su coño, escupiendo los últimos chorretones de semen en su vagina. Isaac se levantó al fin y ahora, Aurora, sitio el semen de su hijo resbalándose por su coño hacia sus muslos. Su hijo aún le dio un último azote en el trasero “Eres una buena zorra, mama” como quien le dice algo bonito a una mascota. “Limpia esto antes de irte a dormir. Estás chorreando en el suelo” Y Isaac se fue hacia su habitación.

Aurora estuvo medio hora en esa postura. Los brazos aun medio inmovilizados a su espalda por la bata, el culo en pompa sobre el reposabrazos del sofá, sin que nada más le cubriera el cuerpo. Al fin reunió fuerza suficiente. Se levantó y se cubrió con la bata. Fue a la cocina y con papel se limpió los restos de su entrepierna y volvió para limpiar los restos del suelo y recoger sus bragas rotas para volver a su cama a dormir. No consiguió dormir.