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SdM[5] De ranas y sapos

en No Consentido

Prólogo

Pablo tenía a una mujer cabalgando sobre el. Con las manos esposadas a la espalda, usando unas cadenas pinzadas a sus pezones le marcaba el ritmo. La ‘amiga’ seguía ansiosa el bamboleo de la cadena y aun así sentía como sus pezones se estiraban hasta hacerla llorar… y le encantaba. Pero sintió como una mano la sujetaba por la cadera parándola y sentándola con la polla de Pablo bien metida en el coño. Pablo tiró de la cadena doblándola hacia delante. Voluntariamente pego sus pechos contra el cuerpo de esa leyenda de los foros que resultó ser todo lo que decían. De repente se asustó. La persona que la estaba sujetando por la cadera apoyó el dildo, que llevaba puesto en un arnés, sobre su ano. Recordaba cual se haba puesto. Estaba pensado para el coño. Era demasiado grande para el culo. “Espera. No. ¿Que haces?” suplico con cierto tono de miedo en la voz. Ahora que Merche tenía bien apuntado su misil cogió del pelo de la chica y jalo hacia ella hasta tener su oreja cerca de sus labios. Pablo, divertido, no cedió con las cadenas y los pezones sobresalían de los pechos como auténticos pinchos. “¿Querías una buena fiesta con mi amo? Pues la vas a tener” le dijo Merche al oído arrastrando las palabras. “Y vas a tener que pagar por ello!”. Merche empujo con saña el dildo en el culo de la muchacha.

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Conducía ya para casa después de la fiesta que Pablo se había organizado con una chica que conocía del foro de BDSM y fantasías de sexo forzado. Ocasionalmente quedaba con ellas. No era lo mismo que cuando forzaba a alguna de sus obligadas esclavas o disfrutaba de la auténtica y completa sumisión de Merche que era capaz de hacer voluntariamente cosas que no le gustaban. Pablo era consciente del poder que tenía sobre Merche. Sabía que si le pidiera cualquier locura, como que apareciera desnuda en el local de un grupo neonazi de violentos skinheads después de que su equipo de fútbol hubiera pedido contra su eterno rival, declarando que todos los nazis son una panda de maricones y que el equipo rival era mejor, ella lo haría. Divertido, pero claro… seguro que se quedaría sin juguete. Y no quería ir de funeral. Aunque por un momento se imaginó a una docena de musculosos skinheads violándola tanto con sus pollas como con bates de baseball y cosas peores. No romper los juguetes. Así podrás disfrutar de ellos mucho tiempo. Ese consejo le había dado Goran un par de años atrás, mientras se encontraron con él y su grupo durante unas vacaciones que tomaron Merche, Raúl y él mismo. Que vacaciones más divertidas. Allí fue donde Merche... ¿Se quebró? ¿Cambió? ¿Aceptó quien era?

Fue Merche la que rompió el silencio. “Tengo que darte las gracias, Pablo. De verdad… Recuerdo cuando me conociste” Merche se rió tímidamente. “Era de todo menos popular. Tímida, insegura… Y mírame ahora. Sé que soy popular. No la reina del grupo pero se que me respetan y me tienen en cuenta. Y sé que los hombres también me desean aunque tenga una cara normalita. Supongo que sus olfatos de sabuesos salidos me sienten como un animal sexual, una presa” Pablo no pudo evitar reírse por la metáfora. El hecho de que el cuerpo de Merche fuera espectacular también ayudaba. “Y no solo eso. Me ayudaste a encontrar un hombre maravilloso. Raúl. No es para nada como tu, pero él me da… lo que tú no puedes. Y me ayuda a sentirme… completa.“ A Pablo no le molestaba compartir a Merche con Raúl. Ya tenía su cuerpo, su mente y su devoción. Podría dejar que esa tontería que era el amor de Merche fuera para otra persona. “Y mañana me caso con él. No puedo por menos que repasar mi vida y sentirme muy feliz. De una forma retorcida se que ha sido gracias a ti. Sentirme tan salvajemente deseada“ aunque de forma retorcida, se callo para si Merche “aumento mi autoestima y me dio seguridad. Gracias Pablo”

Después de unos segundos de silencio en los Pablo sonreía, parte por la descripción de su vida, parte porque aún imaginaba a Merche siendo violada por una manada de skinheads, Pablo contestó “Hablas demasiado. Ya sabes lo que tienes que hacer” y le dedicó una pícara sonrisa.

“Claro” Sin decir nada más Merche sacó el miembro ya erecto de Pablo gracias a la vívida fantasía que le rondaba la cabeza y con una facilidad pasmosa, fruto de años de emputecimiento, bajo la cabeza y se tragó la polla directamente hasta la garganta. Sin pestañear.

Preparando la boda

Merche estaba en la habitación de Silvia, la madre de Raúl. Era un poco extraño que no se preparara para la boda en su propia casa, con su madre ayudándole, pero la explicación era fácil. Su madre es una arpía amargada que disfrutaba martirizando psicológicamente a su hija. Por contra Silvia (y Marta, la madre de Pablo) era como las madres que hubiera deseado. Y después de algunas crisis nerviosas (por muy segura que se hubiera vuelto Merche, su Madre era alguien que aún podía sacarla de quicio y hacerle daño de verdad. El que se lleva dentro) Silvia se ofreció a ayudarle en todo lo de la boda, haciéndose cargo de las tareas que normalmente se debería haber encargado la madre de la novia. Allí estaba, preparándose para ese día tan especial, poniéndose un vestido blanco ajustado, con escote de palabra de honor, que acentuaban todas las curvas de su esbelto cuerpo y realzaba lo mejor de su cuerpo. Sus pechos. Lo había escogido pese a los consejos de Silvia. La verdad es que el vestido rayaba en lo decoroso pero cuando se veía en el espejo veía todo lo que le gustaba de ella, y lo que le gustaba a los hombres de ella. Y además, Pablo le había dado instrucciones de vestir lo más provocativamente en la boda. Y esto era lo máximo que se podía permitir sin un escándalo. Por suerte Pablo le  había gustado la elección. Pero era consciente que si Pablo le hubiera pedido vestir algo más obsceno lo habría hecho... Y hubiera apechugado con lo que hubiera ocurrido. Se sentía un poco puta de lujo con ese vestido pero es que eso le gustaba. Había aprendido que le gustaba ser una puta.

El móvil sonó. Merche enseguida se percató que era Pablo. Se separó de Silvia y el resto de sus damas de honor que le estaban ayudando esa mañana y contestó, como siempre, con una mezcla de preocupación y excitación. “Quédate sola en la habitación y vete al servicio adjunto. Allí te daré más instrucciones” y colgó. Volvió con sus damas y su futura suegra, dejó que la acicalaran un poco más y después urdió una excusa. Estaba algo emocionada y cansada y quería un rato a solas si no les importaba. Todas obedecieron. Solo Silvia mostró algo de preocupación pero bueno… era la novia… y en un día como hoy se le consentía todo.

Merche cogió el móvil y se fue al baño en espera de más instrucciones. Allí se llevó una sorpresa. Allí estaba Pablo, apoyado contra el lavamanos. “¿Pablo? Pero… ¿Como?”

“Ya sabes que Silvia es una de mis putitas, como tu. Tengo llaves de su casa para venir a follármela cuando quiera” Merche apenas hizo una mueca de reprobación. Adoraba a Silvia. Preferiría que no estuviera en las redes de Pablo. Intuía que no era de forma voluntaria como ella. Pero las cosas eran como eran y, hasta donde ella sabia y efectivamente era así, Silvia no sabía de su sumisión a Pablo.

“Pero déjame verte” Pablo hizo gestos para que se girara. “Wow. Espectacular. Ese vestido realmente remarca el cuerpazo que tienes” Merche se sonrojo. Disfrutaba de los piropos de Pablo. Aunque siempre solían ser vulgares y chabacanos. “Todos los hombres de la iglesia van a desear follarse a la puta de la novia hoy cuando te vean en el altar” En esto Pablo se irguió y se bajó la cremallera. “Pero yo no voy a esperar tanto. No voy a desaprovechar de follarme una putita el día de su boda vestida con su traje inmaculado” y con una sonrisa malévola dio unos golpecitos en el lavamanos indicando a Merche que se apoyara.

Obediente Merche se adelantó y apoyó las manos contra el lavamanos inclinándose ligeramente hacia delante. Pablo, detrás, le dio dos patadas para hacerle separar las piernas. Merche hubiera preferido que hoy, Pablo, la hubiera dejado en paz. Realmente amaba a Raúl y hubiera preferido que este día fuera solo para él, pero no era tan ingenua como para no imaginar que Pablo tendría algo preparado.

Pablo bajó lentamente la cremallera de su espalda hasta que la parte del busto del vestido descendió lo suficiente para dejar a la vista el sujetador blanco que apenas conseguía sujetar unas perfectas tetas. No tardó en desaparecer cuando Pablo lo desabrocho liberándolos. Aun en silencio, con parsimonia, disfrutando del momento, Pablo subió la larga falda hasta llegar la cintura mostrando las blancas bragas de encaje que llevaba. Pero también desaparecieron cuando, con un tirón, se las arranco.

“Pablo, por favor… cuidado… que dentro de poco me caso”

Como respuesta Merche salto al recibir una fuerte bofetada en su desnudo trasero. “Cierra la boca, puta. Sabes perfectamente que nos vas a negarme nada.” Merche se mordió los labios, consciente de esa realidad.

El miembro de Pablo apoyó su cabeza en la raja de Merche y con facilidad, ya que pese a las reticencias de Merche ya estaba bien mojada, Pablo pasó a disfrutar con cierta vigorosidad del sexo de su esclava. Sin decir palabra Pablo. Merche sufriendo pues era de las chillonas cuando se excitaba… y desde luego que estaba excitándose. Pablo sabia bien como follarse a una mujer… cuando quería. Buscaba que morder. “Por favor, Pablo, dejame mis bragas”. Pablo jugueteo un poco haciéndole difícil que cogiera sus bragas rotas. Al final pudo e inmediatamente se las metió en la boca, las mordió con fuerza y empezó a bufar ahogadamente disfrutando de ese polvo. Los bufidos aumentaron cuando Merche se corrió, poco antes que Pablo. Unos segundos de relajación y Pablo sacó su miembro. Merche sintió como el esperma le resbalaba por los muslos. Alargó la mano para coger un pañuelo pero Pablo se lo impidió.

“No, putita. Quiero que en la boda y en el banquete sientas mi esperma en tus piernas. Para que me tengas siempre en tus pensamiento” le ordenó disfrutando se su poder. “Y no solo eso” Merche vio como de uno de sus bolsillos se saca un plug vaginal. Un dildo corto pero extremadamente grueso, que de pura presión podía quedarse encastrado en un coño. “también esto” y de forma experta Pablo le metió el plug en el coño chorreante. También usó la gasa interior del vestido para limpiarse las manos de restos de flujos vaginales y semen. Pablo le quitó las bragas rotas de la mano.

“Bueno… Y ahora límpiame la polla. Ya sabes”

Merche se giró, para arrodillarse y le agarro la polla. La lamió de arriba a abajo, la metió en su boca y arrastrando sus labios a lo largo del miembro, la dejó limpia de cualquier resto de semen o jugos vaginales.

“Y con esa boca vas a besar a Raúl cuando des el ‘Si’” le espetó Pablo ridiculizandola. Merche sólo pudo encogerse de hombros.

“Bueno… ya puedes irte… te veré luego pero ya sabes… ni se te ocurra limpiarte mi semen ni quitarte el plug”  mientras se metía la polla en la bragueta y la cerraba. Se acercó a Merche y le cogió por las mandíbulas acercándose mucho a su cara. “Para que no olvides que eres mía. No voy a dejarte ir nunca” A la parte sucia de Merche esto es lo que le ponía. Lo que le halagaba. Solo pudo sonreír.

Pablo se sentó y jugueteaba con las bragas recién arrancadas mientras Merche volvía a adecentarse. Con cierta premura volvió a maquillarse y a ponerse el vestido. El baño estaba alejado del pasillo pero ahora permanecían en silencio en previsión de oídos indiscretos.

Silvia llamó a la puerta. “Todo bien”

“Si, si… ahora mismo salgo.” y miro a Pablo interrogante. Este se ocultó en el baño en previsión de que alguna dama de honor estuviera cerca de la puerta de la habitación. Oyó como Merche salía de la habitación y hablaba con Silvia. Pablo se percató en una caja de enemas individuales, iguales a los que había visto en casa de su madre y que sospechaba que Merche tambien tenia. Le hizo gracia. Era la constatación de que sus esclavas esperaban ser violadas en cualquier momento e iban siempre preparadas. Con el culito bien limpio por si después de sodomizarlas quería que se la mamase.

Poco después se oyó a Merche irse y Silvia entró en el baño que se paró en seco, sorprendida, viéndolo juguetear con unas bragas de encaje rotas que sabía muy bien de quien eran.

“Tranquila Silvia. Hoy no vengo a por ti”

Se paró a pensar en quienes estaban en su casa y una nube gris pasó sobre sus ojos.

“Si tu no dices nada yo tampoco” le informó Pablo sonriente a Silvia.

Prefirió callar. Al menos otros serían felices

Pablo salió del baño “¿Sabes?. Tiene mejores tetas que tu pero tu culo sigue siendo mi favorito”

Y allí Silvia estalló. Era el futuro de su hijo el que estaba en juego. “Ni se te ocurra meterte en la felicidad de mi hijo. ¿Me oyes Pablo? No quieres romper esa límite” Le dijo amenazante.

Silvia tuvo que arrepentirse de sus palabras ese mismo dia. Pero esa es otra historia.

La Boda

Durante la ceremonia Merche fue la sensación. Su vestido resaltaba sus encantos que tan ocultos habían estado hasta que conoció a Pablo. En el altar le dio el “Si, quiero” a su marido, sin bragas, con los muslos chorreando semen de Pablo, con un gran plug metido por el coño, y rubricó la ceremonia besándolo con los mismo labios que hacía unas horas le habían limpiado la polla a Pablo y se habían comido el coño de Silvia, la madre del que ahora era su marido.

Fue una preciosa ceremonia y un día feliz para todo el mundo menos para dos personas.

Silvia, aun con cierta conmoción de averiguar que su nuera era también esclava del cabrón que la chantajeaba no paraba de preocuparse por el castigo que Pablo decía le iba a infringir. Como si no fuera suficiente lo que ya había ocurrido.

Por otro lado Sandra, la arpía madre de Merche, se había planteado la boda como un lucimiento personal. Y no estaba teniendo el éxito que esperaba. Podía empezar a admitir que no estaba en la liga de la mayoría de las jovencitas pero que su hija recibiera más atención, que digo atención, más miradas de deseo que ella misma de hombres de toda las edades (y de alguna mujer desde luego) era una puñalada para ella. Verse superada por la “rana” de su hija. Pero si subíamos de liga a una más de su edad, tanto la Madre del novio como una tal Marta, madre de un amigo del novio, eran también el centro de atención, blanco de proposiciones y miradas de deseo de la mayoría de los presentes. Sandra aun estaba bien, en declive aunque ella se negara a admitirlo, y si esas dos beldades no hubieran estado en la fiesta aún habría recibido bastante atención. Pero con esas dos presentes sólo algunos hombres borrachos y de poco buen ver, sabedores que Silvia y Marta estaban fuera de su alcance tuvieron el mal tino de intentar atraer su atención. Bueno… el último, en la desesperación de Sandra, tuvo la suerte de tirársela en el baño. Sandra se negaba a irse de esa fiesta sin algún éxito, más aún después de ver a su marido tontear y desaparecer con una de las invitadas.

Pablo como buen padrino, hizo un discurso a los postres. En el discurso reveló cuáles eran sus presentes para los novios. Ambos estaban recién licenciados, uno en empresariales y la otra en secretariado. Pablo le había conseguido trabajo a Raúl en AMach, en su departamento de comercio internacional. También iba a contratar a Merche como secretaria en su recién fundada empresa. Matrioska Investments. Pablo siempre había mostrado ser brillante pero, aun así, a muchos le sorprendió que recién licenciado de económicas ya tuviera su propia agencia de inversiones.

Solo Silvia se percató del detalle que su hijo, en su nuevo trabajo, iba a tener que viajar bastante al extranjero, dejando a Merche disponible para su nuevo jefe, tanto en casa como en el trabajo. Al menos el trabajo era estupendo, con buen salario y buenas perspectivas, más para un recién licenciado. Se preguntaba como Pablo conseguía todo lo que conseguía. Rezaba para que su hijo jamás se enterase del oscuro y pervertido mundo que bullía a su alrededor. “La ignorancia es felicidad” se decía a sí misma como le había enseñado Merche hace unas horas. Mientras su hijo fuera ignorante su vida sería de ensueño… y ella pagaría el precio que fuera necesario por la luz de su vida.

Pero alguna mirada eminentemente malvada que Pablo le lanzaba no dejaba de inquietarla.

Pero boda, banquete y fiesta posterior pasaron sin incidentes dándole a Silvia una vana esperanza de tranquilidad.

La noche de bodas fue un infierno para Silvia y Merche

Vuelta de la luna de miel

Dos semanas habían pasado ya desde la boda. La primera semana Pablo estuvo trabajando para montar su nuevo negocio con la ayuda de sus padrinos rusos. Por dos ocasiones tuvo que ‘disciplinar’ a Silvia en esa semana porque se mostró particularmente rebelde y eso le enfadó pues esperaba tener esa semana tranquila. Habia una razon para su indisciplina pero Pablo la desconocía. Ya a la vuelta de Merche había tenido la oportunidad de relajarse con ella en una ocasión. Lo típico. Follársela como si fuera basura, mezclas de placer y dolor, algo de humillación y degradación. Nada especial. Estos días seguía enfrascado en el nuevo negocio. Fallar podía significar la diferencia entre FORRARSE (con mayúsculas) o la muerte. Pero Pablo tenía confianza en sí mismo. Mucha.

Por eso le molesto mucho que Merche viniera ese día a su casa sin avisar. Lo de menos es que viniera medio sollozando.  Merche no dijo ni hola. Se abalanzó sobre la cama farfullando “Vamos Pablo. Fóllame. Revientame. Haz conmigo lo que se te da tan bien. Lo que quieras”

¿Es que uno no podía trabajar tranquilo tres días seguidos sin que una zorra se le tirara a los pies abierta de piernas para que se la follara?

“¿De qué cojones vas? Puta estúpida. Esto no funciona así. Tú no decides cuando te follo. YO decido cuando te follo”

Merche se quedó sentada en la cama. Sollozando. Se restregaba las lágrimas con el dorso de la mano.

“¿Pero qué cojones te pasa? Estoy ocupado. Es que vosotras, zorras, no podéis dejarme en paz!” prácticamente le estaba chillando. Merche solo sollozaba y agachaba la cabeza.

Pablo se calmó. Se acercó y se sentó junto a ella. “A ver…” más calmado y condescendiente “¿Que te pasa? No puedes tener ya problemas con Raúl. ¿O si?” le preocupo a Pablo. Raúl le venía muy bien para controlar a Silvia. Problemas con Raúl podrían ser problemas para él.

“No, no.. La vida con Raúl es un sueño. De lo mejor que me ha pasado en la vida…” pronto intentó corregir lo que decía “no tanto como conocerte a ti, ya me entiendes, yo…”

Pablo la hizo callar. “No te preocupes. Me da igual que estés enamorada de Raúl mientras te pueda follar cuando y como me dé la gana… Incluso me da mas morbo pero repito… Cuando y como me dé la gana A MI” recalcó.

Merche asintió. Ya lo sabía. Cada uno de le daba una cosa distinta y ambas le encantaba. “Es… mi madre”

“¿Tu madre? Que pasa ahora con esa vieja puta arpía” Oír hablar así de su madre tranquilizó a Merche, le arrancó una sonrisa. Pues era una buena descripción.

“Desde que volví de la boda parece que ahora está aun más amargada. No para de intentar hacerme daño. Que si vestía como una puta, que si vaya bodrio de boda, que si mi marido es un borracho. No se lo que le pasa pero aunque pensaba que no podía hacerme daño… al final lo ha conseguido. La verdad. Si pudiera me encantaría devolverle todo el daño que me ha hecho mi madre. De verdad. Pero esa zorra es de hielo.”

Pablo recordaba a esa reina de la belleza venida a menos revolotear por la boda, buscando algo de atención, y viéndose relegada a un tercer o cuarto plano eclipsada por hembras como su propia madre, Silvia, Merche y otras esposas florero y jovencitas que asistieron a la ceremonia. Pablo era muy bueno calando a la gente gracias a las lecciones del Dr. Liehben y entendía la frustración de una amargada como Sandra, la madre de Merche. Ahora que hasta su ‘rana’ había encontrado un hombre que la idolatra mientras que ella misma languidece simulando no percatarse de las infidelidades de su marido era demasiado para una persona tan mezquina como ella. Y pagaba su frustración con su hija. Ya había tenido que rechazar algún acercamiento de ella. Sandra no sabía cuán afortunada era de esos rechazos.

“¿Y por eso vienes aquí a que te rompa el culo?”

“Bueno… buscaba… ya sabes… esa sensación de sentirme deseada, querida de alguna forma, no se… quería sentirme que alguien apreciara lo que soy. Aunque eso sea que me aprecien por ser… un pedazo de puta. Que coño. Estoy orgullosa de ser una gran puta.”

“Y de primera, además. No como tu madre” apostilló sonriente Pablo. Sabía dosificar las caricias con las bofetadas para tener a Merche enganchada. Merche agradecido el piropo sinceramente respondiendo con una sonrisa.

“Déjame pensar un momento…” la maquiavélica y genial mente de Pablo empezó a forjar una idea de la que podría sacar provecho. Necesitaba pasta, no tanto para el negocio sino para sacar mucho más beneficio de su negocio.

“A ver… Eres mía. Ambos lo sabemos, pero eso no significa que no puedas pedirme favores. Si me hubieras explicado lo que te pasaba tal vez hubiera podido hacer algo. Y creo que sí que puedo hacer algo… Mira… si tu haces algo por mi seguro que yo puedo hacer algo para que te sientas mejor”

“¿Si?” pregunto Merche ilusionada

“Si. Mira… necesito pasta… tranquila… no te lo voy a pedir. De ti solo quiero ese cuerpazo que tienes lleno de agujeros delicioso” Y otra vez, debido a la pervertida forma de pensar de Merche, se ruborizo con el ‘piropo’. “Pero mira… “

Pablo le explicó el boceto de plan que tenía. Una vez escuchado, Marta estaba dubitativa. Tenía sentimientos encontrados pero cuanto más repasaba el plan en su mente, más le gustaba, más morbo le daba y tardó poco en convencerse y aceptarlo.

“Y el otro punto… no son formas estas de presentarte exigiéndome nada” Pablo tenía una sonrisa malvada. “¿Sabes? Viktor aun esta molesto por ese menosprecio que tuviste con él en tu noche de bodas. Y aun esta impresionado de ver como te corrías cuando te follo Gladius. Así que vas a coger a Gladius, vas a ir a esta dirección, y le vas a decir a Viktor que, de mi parte, puede hacer contigo esta tarde lo que le dé la gana.”

Merche suspiro, no ocultando su decepción. “Se que no te gusta que te deje a solas con otros hombres. Tal vez así aprendas a ser más respetuosa conmigo y cual es tu lugar en nuestra relación”

Merche asintió, sumisa.

“Tranquila. Recuerda que el día 1 empiezas a trabajar como mi secretaria. Ponte algo sexy. Tenemos que inaugurar tu mesa con un buen polvo” Eso por lo menos animo a Merche.

Pablo sabía muy bien dosificar caricias y bofetadas. Merche se marchó en busca de Gladius y dejó Solo a Pablo. A ver si le dejaban tranquilo. Solo faltaba que apareciera su madre con el culo en pompa.

La venganza

Dos semanas después Pablo se acercó por la ex casa de Merche. Ahora sólo vivían allí Sandra y su padre, aunque este pasaba más tiempo ‘de viajes y reuniones de trabajo’ que en casa. Sandra. Con su metro setenta y cinco no era rubia natural pero no se podría saber comparando con el vello de su pubis depilado. Era una belleza… ‘clásica’. Típica modelo. Con los mismos labios, los mismos ojos, los mismos pómulos, las mismas curvas (o escasez de ellas) que la mayoría de las modelos de pasarela. Era guapa, pero ese tipo de belleza tan típica en el mundo de la belleza, valga la redundancia. Y todo ello con cierto avejentamiento que, sin hacerla fea, pues guapa aún era, la alejaba de los primeros puestos en los que había estado en su juventud. Silvia y Marta eran ejemplos de cómo una mujer, con más años, mantenía si no aumentaba su encanto. Bellezas auténticas, no artificiales del mundo de la moda.

“Vaya, Hola” saludo Sandra. “Si buscas a Merche no está pero si quieres pasa y tomate algo...” lo ultimo lo dijo alargando un poco las palabras, aun sabía cómo seducir a un hombre, o al menos intentarlo.

Vestía informal. Un pantalón recto, descalza, una blusa de tonos rosados y un sujetador de encaje a tono se adivinaba debajo. Pablo vio en la mano de Sandra un coletero. Imagino que cuando vio que era él se había soltado su larga cabellera rubia. A Pablo le gustaban las mujeres con el pelo largo. Le gustaba tener algo de lo que tirar.

“Vaya. No la encuentro. Quería hablar con ella un par de temas del trabajo y como su casa me pillaba de paso de vuelta pensé en dejarme caer” Pablo mostró unos libros y carpetas del trabajo.

“Bueno.. Puedes dejarte caer por aquí aunque no esté. Si quieres pasar y esperarla… seguramente estará al caer” mintió Sandra. Desde hacía dos semanas su hija se pasaba solo de vez en cuando. Y siempre por la mañana. La muy zorra parecía que le encantaba despertarla.

“Oh. Muchas gracias Sandra. Me tomaré una cerveza si no te importa”

Pablo entró y se sentó en el Salón. Sandra volvió con un par de cervezas y con un botón más de la blusa desabrochado .Ahora se podía ver con facilidad el encaje del sujetador que antes se adivinaba. Cuando le ofreció la cerveza lo hizo doblándose hacia delante, poniendo su escote, su canalillo, justo a la altura de los ojos de Pablo, detrás de la cerveza que ofrecía. Pablo ni se molestó en disimular como su mirada se sumergía en lo que le ofrecía Sandra. Esto la halago, como sabía Pablo que ocurriría.

Una vez sentada puso sus codos sobre sus rodillas y apretó sus pechos contra sus brazos, resaltando su escote, canalillo y pechos. “Así que vas a abrir tu propio negocio y contrataras a mi hija. Si tienes alguna plaza más cuenta conmigo. Estoy seguro que te podría hacer un buen trabajo”

“Me costaría concentrarme pensando en ese escote” y le dijo señalando con la cerveza sus pechos apretados.

“jajaja” rió tontamente halagada Sandra. Como esperaba Pablo. Como le enseño el Dr. Liehben. Sabía calar a la gente. Lo mismo dicho a dos personas distintas puede tener dos resultados distintos. Normalmente habría acabado con un revés en su cara por ser tan insolente pero con una mujer tan necesitada de halagos fue más que bien recibido. “Bueno… no te preocupes. Vestiría como tú me dijeras. Ya sea más… o menos… Tengo un buen armario. ¿Quieres verlo? Esta en mi habitación.”

Pablo sonrió pícaro, para que Sandra fuera consciente que entendía su flirteo… y que era receptivo. “Claro. Enséñame si tienes algo… más de mi gusto”

Pablo cogió sus libros y siguió a Sandra la habitación de los padres de Merche.  Sandra abrió las puertas correderas de su amplio vestidor pero al girarse se encontró a Pablo abriendo los cajones de su cómoda hasta que encontró el de la lencería. “¿Pero qué haces, descarado?” Sandra no sabía muy bien si sentirse molesta. Si que había sido una falta de educación. Y más cuando Pablo saco un conjunto, bastante sexy, compuesto de un body de gasa transparente azul claro con ribetes blancos y rosados, y su sujetador y su diminuto tanga a juego.

“Esto” Dijo Pablo.

“¿Que?” contestó Sandra.

“Esto te pediría que te pusieras si trabajaras para mi”

“Oye… jovencito…” le encantaba llamarlo jovencito. Eso le excito un poco. “Creo que esto es algo descarado. ¿No crees?”

“Si. Lo es.” Y le tiró las prendas a los pies. “Póntelo”

“¿Que?” Sandra estaba estupefacta. Por un momento no sabía como reaccionar. Por un lado el descaro y la falta de respeto era evidente. Por otro lado se sentía halagada y la seguridad que mostraba Pablo era aplastante.

Pablo se tumbó en la cama, saboreando su cerveza e insistió, consciente que su plan estaba funcionando. El perfil que había hecho de Sandra era correcto. En ningún momento se había planteado Sandra echarlo de la habitación pese a su descaro.

“Adelante. Quiero verte con… tu traje de trabajo” con una mirada llena aparente lascivia.

Sandra cogió las prendas. No dejaban mucho a la imaginación. “Al menos date la vuelta, descarado”

Un escueto “No” seguido de un sorbo de cerveza y Pablo se quedó tumbado esperando.

Después de unos segundos de vacilación, increíblemente excitada por la situación, embriagada por el halago que un joven como Pablo se interesara por ella, se dejo llevar.

Sin pudor, sin intentar tapar nada, incluso insinuando alguna pose sexy mientras se desnudaba y se vestía con el conjunto seleccionado, Pablo tuvo que reconocer que la vieja arpía aún estaba buena y que sabía cómo excitar a un hombre.

Una vez enfundada en el conjunto azul se acercó a Pablo. Y susurrante lepreguntóo “Y qué le pediría mi jefe a esta secretaria con este ‘traje de trabajo’” y empezó a besarle el cuello a Pablo. Eso impidió percatarse de que Pablo sacó algo de su bolsillo. Sólo oyó un chasquido. Mientras miraba su muñeca para descubrir sorprendida que Pablo le había puesto unas esposas. Antes de que pudiera reaccionar Pablo tiró de ella con fuerza y ató las esposas al cabecero. Sandra no reaccionaba. Pablo pudo sacar un segundo juego de esposas y, tras un breve forcejeo, la otra muñeca de Sandra acababa esposada también al cabecero, dejándola tumbada boca abajo.

“Pero que cojones haces niñato. Esto no tiene gracia. Suéltame enseguida o te denuncio”

Pablo ni se inmuto. Solo sacó su teléfono, hizo una llamada, dijo un breve “Ya”, colgó y siguió saboreando su cerveza en silencio, ignorando los insultos y las amenazas de Sandra que pugnaba por liberarse.

Los forcejeos acabaron cuando Sandra escucho abrirse la puerta de casa. Pasos subiendo las escaleras. Y al final entró en la habitación Merche, con una bolsa de deporte acompañada de Gladius, el perro de Pablo.

“¿Qué haces aquí? Rápido. Llama a la policía. Tu amigo se ha vuelto loc…” pero se calló cuando vio a Pablo acercarse a Merche y meterle un buen beso en los labios mientras le magreaba el culo.

“Para qué voy a quererte a ti de secretaria si ya tengo a tu hija que esta más buena y folla como Dios”

Sandra no salía de su estupefacción. No entendía lo que estaba pasando. Merche empezó a desnudarse con total naturalidad mientras Pablo sacaba de la bolsa una cámara de video  con su trípode. Sandra pudo atisbar diversos juguetes perversos asomando de la bolsa.

“Pero… pero… qué estáis haciendo? Merche. Para. Me estas asustando. ¿Que pasa aquí?”

Merche disimulaba que estaba nerviosa. Ya estaba totalmente desnuda y se estaba poniendo un arnés con un dildo doble sobredimensionado. Por un lado se metía en su coño. Por el otro lado… podía usarlo para follarse a quien quisiera. Su Madre abrió mucho los ojos cuando vio a su hija meterse ese consolador de tan vasto tamaño y ajustarse el arnés, mostrando la otra punta también enorme, erecta apuntando hacia ella. “Merche! BASTA!”

Pablo terminó de montar la cámara en el trípode y la puso en marcha.

Merche se le veía dubitativa, nerviosa de dar el siguiente paso. Pablo se acercó y le susurro al oído “Recuerda todo el daño, todos los menosprecios, todos los insultos… recuérdalos, siéntelos… y libéralos”

“Tu!” grito Merche. “Zorra descreída. Arpía mal nacida. Destrozaste mi autoestima, me menospreciaste, me hiciste daño como solo una madre podría hacer a su hija”

Sandra se quedó congelada, asustada por la rabia que exudaban las palabras de su hija.

“Gracias a Pablo dejé de sentirme una mierda y empecé a sentirme apreciada, deseada. Pero tú tuviste que seguir. Hasta despreciar e intentar ensuciar uno de los días más felices de mi vida. Mi boda.” Al menos el día, la noche es otra historia pensó Merche.

“Es hora de que empieces a pagar. Y como no voy a poder hacerte daño de corazón, no tienes corazón, jodida arpía, te lo voy a hacer en la carne!”

Sandra salto a la cama. Su madre intentó forcejear con sus piernas libres pero Pablo acudió al rescate y sujeto los tobillos de Sandra con cuerdas a los pies de la cama que sacó de la bolsa. Esta pudo sentir como su hija forcejeaba con el tanga hasta arrancárselo. “Nonono. Hija… pero que hacefgfh” El tanga acabó embutido en la boca de Sandra. “Mejor que muerdas esto, Mami” Sandra noto como el dildo se apoyaba en su ano. El enorme consolador, pensó. Pero no tuvo mucho tiempo. Enseguida su hija empujo con fuerza y la empalo. Sandra abrió los ojos como platos y soltó un aullido ahogado por su tanga-mordaza. A ese primer empujón le siguieron muchos más. “Toma mami. Esto por llamarme ‘ranita’. Esto por decir que mi boda fue una mierda, por llamarme puta, por menospreciar a Raúl…” a cada acusación le seguía una profunda incursión del consolador anclado al arnés.

Sandra dejó de forcejear. Su mente aun no entendía lo que pasaba. Escucho a Pablo aconsejar a Merche. “Si quieres darle más fuerte por el culo mejor si le coges las tetas con fuerza. Te ayudarán a mejorar el impulso.” Dicho y hecho. Sandra noto como su hija forcejeaba con su body primero, hasta rasgarlo, introducía las manos bajo su cuerpo  hasta conseguir que sus pechos saltaran fuera del sujetador y entonces los apretó como si sus manos fueran las garras de un águila, hincando los dedos con fuerza. Y efectivamente consiguió que sus acometidas contra el culo de su madre fueran incluso más violentas. Sandra solo podía morder su tanga y soportar la agonía.

Noto como Pablo, que ahora ya estaba desnudo también, se subía a la cama. Como su hija paraba un momento y soltaba un sentido quejido junto con un meneo de la cama y como empezaba otra vez la sodomía por parte de su hija, aun con sus manos como garras estrujando sus pechos. Y ahora notaba que los envites venían con redoblada fuerza. Al mirar sobre su hombro entendió porque. Pablo, tras su hija, la estaba sodomizando, y ahora se sumaban las embestidas de los dos a la fuerza con la que el consolador entraba en su ya dolorido culo.

Parecía que la fueran a atravesar con semejante artilugio y vigor. Sandra tuvo un momento de respiro cuando su hija paro un momento y se dejó caer sobre ella. Para poder susurrarle al oído. Eso no frenó a Pablo de seguir sodomizándola pues Sandra aun sentía esos envites, aunque más ligeros, a través del consolador enterrado en su culo.

“Mira Zorra. Estás aquí. A merced de Pablo. Que es un pedazo de hombre que lleva años follándome. Y aún así prefiere seguir follándome a mi que a una vieja puta como tu, que no te usaría ni de felpudo. Estas vieja y ya no calientas a ningún hombre. Y a mi se me rifan para follárseme. ¿Quien es la perdedora? Yo seré una rana pero tu eres un sapo asqueroso”

Y volvió a unir sus esfuerzos a los de Pablo en sodomizar a su Madre. Le tiraba del pelo, le daba cachetes, le retorcía los pezones, pero sobre todo… la enculaba. “Esto es por todas las veces que mes has dado por el culo, mamá”

Merche sintió las manos de Pablo en sus preciosos pechos, empezando a apretar con fuerza. Sabía que eso significaba que se iba a correr. Se preparó mentalmente para el estrujón final. En otras ocasiones solía coger una sábana o cualquier cosa que tenía a mano. Esta vez escogió las tetas de su madre. Cuando Pablo se corrió y le estrujo las tetas dolorosamente como le gustaba ella se desahogo apretando igualmente las de su madre. Sandra ya hacía tiempo que había perdido su mordaza hecha con su tanga y gritó ante la tortura. Luego sintió ambos cuerpos dejarse caer sobre ella, aplastándola, mientras Pablo disfrutaba de los últimos segundos del orgasmo y disparaba los últimos chorretones de su leche dentro del culo de su esclava, Gladius, alrededor, daba vueltas y ladraba. Se excitaba cuando oía a una mujer gritar. La costumbre.

Después de un rato donde solo se oían jadeos de placer de Pablo y sollozos de dolor de Sandra, más un sencillo “sufre puta” por parte de Merche tanto Pablo como Merche se levantaron.

“¿Qué tal?” preguntó Pablo.

“Mucho mejor” contestó Merche. “Realmente me he desahogado. Al principio estaba nerviosa pero… esta siendo catártico. Estoy echando el dolor de 23 años de menosprecios.”

“¿Pero qué os pasa? ¿Estáis locos? Os voy a denun… digo… no no… si os vais ahora y me dejáis no os denunciare. ¿Vale? Al fin y al cabo eres mi hija querida…”

Merche soltó un revés a su Madre “No se te ocurra decir que me has querido nunca. Zorra mal nacida. Arpía!”

Sandra solo pudo sollozar.

“Bueno ‘Cesar’. Habrá que seguir con el plan, ¿No?” y procedió a arrodillarse para poner en marcha otra vez el cetro de carne de Pablo. Su madre alucino al ver con que facilidad se metía ese miembro, que debía andar por los 17 cm, hasta el fondo de su garganta. Sin pestañear siquiera. Lo sacaba y se lo metía sin ningún tipo de esfuerzo, y eso que veía como, cada vez, esa polla iba creciendo más y más, respondiendo a los afectos de la laringe y los labios de su hija. Incluso vio, cómo de vez en cuando, ella misma cogía de los glúteos a Pablo y se metía la polla bien profunda, y se queda con ella atracada durante unos segundo moviendo su cabeza.

En un momento dado Pablo sujeto la cabeza de Merche y fue él quien empezó a poner el ritmo. Sandra alucino al ver a su hija que, sencillamente, ponía sus manos tras su espalda y se dejaba follar la boca con violencia, sin inmutarse.

Sin soltarle el pelo la levantó y lanzó a Merche sobre la cama. Quedando parcialmente apoyada sobre su propia Madre. Merche se preparó abriéndose de piernas. Sandra veía la cara desencajada de Pablo, su mirada le daba miedo. Se notaba maldad en su aura. Y sin embargo, en su hija veía frenesí, pasión, pura anticipación al placer. No entendía nada.

Merche le preguntó “Oye… ¿Aquí tienes a mi madre a tu disposición. ¿Seguro que no quieres follártela como a una puta?”

“¿Para qué iba querer follarme este viejo coño teniendo una pedazo de hembra de primera como tu?”. Y se abalanzó sobre ella. Sin ningún tipo de delicadeza, en apenas unos segundos, Pablo apunto y empujó con fuerza, doblando a Merche hacia atrás cuando su pelvis intentaba encontrar espacio para recibir esa invasión. Al primero le siguieron muchos más envites, todos salvajes, primarios. Sandra vio como Pablo se follaba a su hija inmisericordemente, justo junto a ella, le tiraba del pelo, le apretaba las tetas, le retorcía y estiraba los pezones… todo ello coreado por una sinfonía de notas de placer y dolor por parte de su hija, que se mordía los labios tanto por el puro placer que sentía, como resistiendo las oleadas de dolor que también le afectaban.

No fue rápido. Pablo demostraba tener una resistencia encomiable. Para deleite de su hija que iba aumentando sus jadeos. Era una gritona, se percataba ahora su madre. Y por un momento la envidió. Se sintió aún más humillada. No tanto porque estaba atada, con el culo dolorido, cubierta con sólo jirones, recién violada… sino porque su ‘violador’ ni se dignaba a tocarla. La estaba ignorando. Sintió que esa era el último insulto. No se la follaría ni aun violándola.

“SISISISIS. QUE PEDAZO DE PUTA SOY. MECORRORMECORRO” Sandra sintió la mano de su hija, que buscaba algo que agarrar ante la tremenda oleada de placer y termino en sus nalgas, las que apretó como un águila, al igual que había hecho con sus pecho hace un rato. Vio cómo arqueaba la espalda como una gata corriéndose una y otra vez debido al salvaje, primario y abusivo polvo que le acababa de echar Pablo. Un Pablo que, justo en ese momento, agarro las tetas de Merche, las apretó, retorció, estiro mientras su cara mostraba la delicia de correrse una vez más en el coño de su esclava.

“Serás puta. Como gritas cuando te corres” Pablo miró a Sandra de reojo. “Tu hija es impresionante. Una puta de primera. Es que me vuelve loco. Con pocas disfruto tanto como ella”

Esos menosprecios, esas alabanzas a otra que no eran ella misma… le estaban doliendo casi más que el hecho de que estaba siendo violada… o algo parecido.

“Joder, Merche, como te chorrea el coño. Hay que limpiarlo, guarra” dijo con una sonrisa picarona Pablo sabiendo lo que venía ahora, lo tenían todo planeado.

“Si si…” dijo Merche con falsa convicción, como un mal actor leyendo un guión y paso a moverse hasta sentarse en el almohadón de la cama, con las piernas abiertas pasándolas bajo los brazos de su madre, dejándole su coño chorreante a apenas unos centímetros de su cara.

“Límpiamelo, mamá”

Sandra apartó la cara asqueada. “¿Estas loca? Nunca he hecho algo así. Y encima así… lleno de semen. No. No voy a  hacer es… ARGGGHHHH” Sandra dio un salto en la cama cuando noto una fusta en sus nalgas. Pablo había sacado una de la bolsa de deporte y había descargado un fuerte golpe sobre su trasero.

“Que me comas el coño, mami” le dijo Merche imitando una voz angelical.

Sandra negó con la cabeza. “En tus sueños zorra desviada. Estas loca. Estáis todos lo...ARGGGHH para! OUCH! no por fAUUUUUCH” Pablo descargo varios golpes más sin refrenarse lo más mínimo.

Ahora con una voz mucho más seria y profunda Merche volvió a ordenar a su madre “COMEME EL COÑO, ZORRA. O PABLO TE DESPELLEJARA EL CULO FOFO QUE TIENES

Pablo reemprendió la fustigación con saña. Sandra solo podía quejarse una y otra vez hasta que el dolor, insoportable, la empujó a hacer algo que unos minutos antes creía imposible. “SISISIS Pero paraaaaaaaaaaaaaaaaaa”

Pablo paro y se sentó a esperar. Sandra miro hacia arriba y se encontró a su hija, mirándola con malicia. “¿Y bien, mamá?” Sandra reprimió el asco, adelantó la cabeza hasta quedar a distancia del coño de su hija y con timidez sacó la lengua y empezó a lamer esa rajita.

“No seas tan tímida, mamá. Ponle ganas” Y le agarró por el pelo y empotro su cara contra su pubis, enterrando sus labios bucales contra los suyos vaginales. Sandra pudo sentir todo el coño de su hija contra su cara así como el semen de Pablo que le salía. “Ya sabes lo que le gusta a las mujeres. ¿O hace tanto tiempo que no te comen el coño que no lo recuerdas? Venga… al pilón! déjame el coño bien limpio!”

Sandra se quedó inmóvil, allí, con la cara apretada contra el coño de su hija, intentando entender esta pesadilla, esta locura sin sentido. “Nada” dijo Merche. “No le pone ganas”

Pablo se levantó y se descargó otro fustazo. “Mira vieja zorra. En esta habitación se van a escuchar los quejidos de placer de tu hija mientras le comes el coño, o tus gritos de dolor al despellejarte el culo. Tu decides” Y volvió a descargar fustazos, golpe tras golpe, sin freno ni pausa sobre el ya enrojecido trasero de Sandra. Uno tras otro tras otro...

“Nononononon” imploro Sandra pero Pablo no paró esta vez. Sandra reunió fuerzas de flaqueza y empezó a comerle el coño a su hija con ganas, como nunca hubiera imaginado que haría.

Un susurro de placer salió de Merche y Pablo paró su fustigamiento. “Hummm…. sisisis.. Ahora si, mamá… mueve esa lengua, zorrita mía” Sandra hizo caso a su hija. Su lengua subía y bajaba a lo largo de sus labios, lamía su clítoris… “No te olvides dentro, zorrona. Allí aúun estoy llena de leche” Y con gran asco por parte de Sandra empujó su lengua entre los labios del coño de su hija y empezó a moverla dentro, buscando en todos los recovecos los restos de Pablo. Notaba la excitación de su hija. Algo que era incapaz de disimular pues era particularmente bulliciosa. Sentía como su propia hija le agarraba de la cabeza para refrotarle el coño por la cara en algún que otro momento de excitación, como la cubría de improperios como zorra, putita o comecoños… para al final aumentar el tempo y el nivel de sus quejidos de placer mientras ella, temerosa de más castigo en su dolorido culo, seguía comiéndole el coño con ahínco. “SISISIS. ASÍ SE CORRE LA ZORRAAAAAA” escuchó a su hija que le apretó la cara por última vez contra su coño mientras se corría de placer… varias veces.

Merche soltó un suspiro, relajada y satisfecha. “Si… ya estoy bien limpita. Esta vieja puta me ha lamido hasta la última gota de tu semen. Ha hecho un buen trabajo” Le dio unos golpecitos en la cabeza a su madre como quien le da unos golpecitos a una mascota “buen trabajo, perrita, buen trabajo. Ya casi hemos acabado...” Su madre tenía enterrada la cara entre las sábanas, sollozando, asqueada por lo que acababa de hacer.

Pablo y Merche preparaban ya la última parte de su ‘fiesta’ planificada. Merche movía una banqueta otomana larga de los pies de la cama al centro de la habitación, además de hacer que la cámara pasara de apuntar a la cama hacia el otomano. Pablo liberó las muñecas de Sandra sin darle posibilidad de escaparse y acabo con ambas esposadas otra vez, esta vez a su espalda. Tras liberarle los pies la llevó a rastras al otomano, la tumbo sobre ella, bocabajo, a lo largo. Y procedió con cinta aislante a inmovilizar, primero sus rodillas a los pies del otomano, a la altura del suelo, y luego sus codos, de igual forma. Dejándola prácticamente a cuatro patas apoyada sobre el otomano. Sandra ya ni imploraba ni nada. Algún infructuoso forcejeo fácilmente neutralizado.

Una vez inmovilizada peor fue cuando miró sobre su hombro. Vio a su hija acariciar con una mano a Gladius “Que mesecito te estas pegando, ¿Eh, semental?” y con la otra, eso le escandalizó y asqueo aún más, veía como trabajaba el miembro del can. “Que… que… ¿Que vais a hacer? Cabrónes! No seréis capaces! Degenerados, estáis locos… locos!!!!”

Pablo y Merche se limitaron a sonreírle sin importarle lo más mínimo sus quejas. Pablo se sentó en una silla y Merche a sus pies le abrazaba la pierna y jugueteaba con su miembro, preparados para ver el espectáculo. Su hija se había quitado el arnés y se estaba haciendo un dedo.

Como el perro de Pavlov, Gladius ya estaba adoctrinado. Los chillidos de mujer le excitaban por al cantidad de veces que había terminado follándose a una después de que la violaran. Que le pajearan también lo ponía a tono obviamente. Y ya había llegado un punto en el que no era ni necesario guiarlo. El perro olisqueaba el coño mientras Sandra imploraba. Intentaba menearse pero estaba atada demasiado apretadamente y la anchura y el peso del otomano apenas le permitía moverse unos milímetros. Un lametón del chucho callo a Sandra que mostró una cara de auténtico asco. Pero enseguida noto como Gladius saltaba sobre ella, meneaba la pelvis frenéticamente, notaba la punta del miembro del chucho buscando su raja hasta que la encontró.

La entrada fue brutal. Los perros no saben ser precisamente delicados. Le perforaba el coño como a martillazos una y otra vez. En particular el nudo del miembro golpeaba a las puertas de su coño con aterradora insistencia. Dolorida y asqueada Sandra hundía la cabeza, se mordía los labios y lloraba desesperada ante la indiferencia de Pablo y  Merche. Después de varios minutos, eternos para Sandra, solo sollozaba en silencio mientras Gladius disfrutaba de su coño, mientras su hija pajeaba ahora, mamaba a veces, la polla de Pablo que desde su silla, la miraba con suficiencia y desprecio, claramente divertido y satisfecho por el espectáculo.

Lo peor para Sandra, como tantas otras averiguaron antes, es que su mente distinguía entre humanos y animales pero su cuerpo no. Faltada de un vigoroso amante durante mucho tiempo su cuerpo empezó a traicionarla  y sentía como su coño enviaba mensajes de placer a su cerebro… empezó a jadear, a gesticular, a mostrar síntomas de que su cuerpo disfrutaba, pese a lo que su mente intentaba explicarle. Era un perro quien se la follaba. Empezó a jadear, a hacer ruiditos… Sandra no era la chillona de su hija pero no era precisamente discreta en cuestión de orgasmos. Porque un orgasmo es lo que le venía encima, para su desgracia. Algo que llegó con un sonoro, largo, sostenido quejido de placer y que levantó las risas de sus espectadores. “Ya tenemos otra perra” se mofó Pablo.

Faltaba la siguiente dolorosa humillación.  Apenas se había corrido, sin tiempo a avergonzarse, y un empujón particularmente vigoroso le metió el nudo de Gladius profundamente en el coño. Grande como una manzana Sandra sintió como si se partiera en dos. Pero no llego ni a gritar. Solo levanto la cabeza y abrió mucho los ojos y la boca y se quedó quieta. No se atrevía ni a  moverse. Al final se relajó un poco y ya pudo avergonzarse de haberse corrido con un perro. Pero claro… no era la única que iba a correrse. De repente sintió como si hubieran abierto una manguera en su coño. El semen caliente y viscoso salió a chorro del miembro de Gladius, llenándole la Matriz. Sandra ya ni se quejó. Solo dejo caer su cabeza, se calló, sollozo y espero implorante a que la tortura acabara pronto. Solo de reojo vio a su hija comiéndole la polla otra vez a Pablo con entusiasmo y unas habilidades que no hubiera imaginado con el aspecto dulce y angelical de su hija. Noto como Gladius se daba la vuelta dejándole el nudo dentro y esperaba. Sandra no sabía que los perros, después de correrse en las perras, se quedan enganchados con el nudo taponando la vagina para asegurarse que su semen se quedara dentro. También funciona con las mujeres.

Unos 5 o 10 minutos después Gladius la liberó y noto como el semen del chucho resbalaba de su coño casi a chorro. Poco después pudo ver como Pablo sujetaba la cabeza de su hija mostrando como una nueva corrida terminaba en la boca de esta. Luego la miraba maliciosamente para decirle “Ves. Ya hemos acabado. No ha sido para tanto, ¿Verdad? Vieja chocha. Dale un besito a tu hija para finalizar la fiesta”

Merche se acercó a su madre, haciendo pucheros se veía claramente que no se había tragado la corrida que tenía en la boca. Sandra balbuceo algunos “no” pero en sus ojos se veía claramente que toda su voluntad y resistencia se habían agotado. Su hija junto los labios, sacó la lengua y la introdujo en la suya, bañada de ese semen otra vez, empezó a besarla con pasión y Sandra se dejaba. Sentía la lengua de su hija jugar con la suya propia, la leche de Pablo pasar a su propia boca y se dejó hacer sin rechistar lo más mínimo.

“Ahora si hemos acabado” y Pablo apago la cámara.

Epilogos

Pablo y Merche procedieron a vestirse mientras hablaban con Sandra. “¿Que? ¿Te lo has pasado bien? Menuda fiesta”

Sandra apenas reaccionaba. Solo pedía que la liberaran.

“Tranquila. Pronto. Primero hay que explicarte tu situación. Para empezar… gracias por invitarme a que te follase.”

“¿Qu… qué?” preguntó Sandra. “Yo nunca te he invitado a eso, cabrón!”

“¿No?” Dijo Merche divertida. “Tu móvil dice lo contrario” Y se lo enseño. En lA bandeja de enviados de Sandra había varios mensajes a lo largo de dos semanas. A varios amigos comunes de Pablo y Merche. Aparentemente inocentes pero con un posible doble sentido de seducción. En la de borrados se vieron respuestas provenientes del móvil de Pablo y como iba subiendo el tono. Hasta que ‘Sandra’ confesara que le iba el sexo duro, sexo con animales y otras perversiones y en el último invitaba a Pablo a follársela ese mismo día, a esa hora.

“¿Que? Yo… yo no he enviado esos mensajes”

“Claro que no” contesto Merche. “Fui yo sin que te dieras cuenta y con la complicidad de Pablo“

Merche se acercó a su madre aun maniatada y le tiró del pelo para poner su cara cerca de la suya. “Si se te ocurre denunciar lo que ha ocurrido diré que volví a casa y me encontré por sorpresa a mi madre follando con Pablo y que por eso ahora dices que te violo. A papá le encantará tener una excusa para poder darte la patada y divorciarse de ti sin pasarte un puto euro. Y ten por seguro que el video en el que te corres con un perro acabará en Internet. Ya lo cortaremos para que solo se vea la parte en la que disfrutas. Serás una zorra muy popular”

“No… no serias capaz! Merche. Soy tu madre!”

“Eres una arpía que me has hecho la vida imposible. Este es el día de paga, zorra. Y te toca pagar. Por si no te queda claro te lo resumiré. No tienes un puto euro, no sabes hacer nada para ganarte la vida más hacer de mujer florero, si testifico, y Pablo hará lo mismo, que le fuiste infiel a mi padre, de una patada te saca de casa sin un euro. Y con ese video con Gladius no habrá hombre que se case contigo. Todo el mundo pensara que lo de la violación es para no reconocer tu infelicidad. Tú decides. Si abres la boca nadie te creerá. Es más… quién crees que iba a creer que yo, con esta carita angelical que tengo,“ e hizo una parodia de sí misma poniendo una cara dulce “ podría haberle hecho esto a su madre, sangre de su sangre” y lo rubricó con una sonrisa malvada que Sandra no podía imaginar que su hija pudiera dibujar. Pablo ya había ido averiguando que el rol de Dominatrix con otras mujeres, a Merche, le inspiraba cierto disfrute. Y él disfrutaba viendolo.

“Y si me permites añadir…” intercedió Pablo y mostró uno de los libros, como se abria y como mostraba que tenia una camara oculta. “¿Tambien vas a decir que el striptease que me hicistes fue forzado?”

La cara de terrible compresión por parte de Sandra era un poema. Pablo cortó la cinta aislante liberando a Sandra que aún no se atrevía a moverse. “Adiós Sandra. Un placer” se despidió Pablo “Adiós, mamá” y Merche le sopló un beso.

Sandra aun tardó en reaccionar. Intento analizar sus opciones y no veía salida alguna. Pese a todo, por más vueltas que le daba, al final tuvo que admitir que estaba jodida. No podía hacer nada. Aguantar lo ocurrido o irse a la mierda.

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Paso un par de semanas. Suficiente para que cualquier resto físico de la violación hubiera desaparecido. Eso les daba aún más fuerza a la posición de Pablo y Merche y decidieron dar su siguiente paso. Sandra hubiera podido denunciarlos. Seguramente su plan hubiera resistido cualquier investigación. Pero ahora, sin restos de ADN, ni marcas de golpes en el cuerpo de Sandra, esta ya no tenía absolutamente nada.

Una mañana que estaba sola en casa. Con su marido en otro ‘viaje de negocios’ la despertó que alguien había puesto un video en el televisor. “¿Quien es?” Pregunto Sandra .”Soy yo, mamá. Baja” Eso no la tranquilizó mucho.  Sandra se puso una bata y bajo, preocupada. No había visto a su hija en dos semanas. Y no la echaba de menos. Cuando llegó al salón vio que su hija estaba viendo el video de su violación mientras se estaba haciendo un dedo.

“Pero qué haces! Estas loca! Vete de esta casa. No quiero volver a verte por aquí!”

Sin dejar de hacerse el dedo Merche uso el mando para pasar al siguiente video. Era una edición del video principal donde se veía solo un trozo, bastante largo, donde se mostraba a Sandra disfrutando de la follada de Gladius. “hummm… muy convincente. ¿Verdad, mamá? Cualquiera que lo vea tendrá claro que te corriste con Gladius. No se ve que estas atada a las patas del otomano, a ras de suelo”

“Eso ya lo se. Lo tengo claro, cabrona de mierda. No os he denunciado. Ahora dejadme en paz”

Merche se levantó y rauda le cruzó la cara a su madre. Sandra se quedó paralizada. “No vuelvas a faltarme el respeto, zorra. Ni se te ocurra. ¿No has aprendido la lección?”

“Si si…”  tartamudeo Sandra mientras se tocaba la mejilla que acababan de abofetear

“Y otra cosa que no has entendido aún es que lo de poner estos videos en Internet para que papá te de la patada y que todo el mundo sepa que eres una guarra que se folla perros lo podemos hacer cuando queramos”

“¿Que? ¿Porque lo harías? ¿No me has hecho suficiente daño?”

“¿Después de sufrirte por 23 años? No. aun no es suficiente. ¿Entiendes ya que estas jodida? Solo con chasquear los dedos puedo mandarte a vivir a algún callejón, a chupar pollas para sobrevivir, debajo de un cartón o….” mantuvo una pausa dramática “puedo dejarte vivir esta vida acomodada que tienes solo cambiando un detalle. Haras todo lo que te diga que hagas”

Sandra era consciente que su hija tenía razón. Si eso saliera a la luz… sólo podría ser una puta vieja barata y tener una vida tirada, lejos de los que los lujos que le proporcionaba su infiel marido.

“¿Pero… pero… qué quieres que haga?”

Merche sonrío. El guión que le había dado Pablo funcionaba al milímetro. Que bien calaba a las personas su hombre. “Mira… Pablo tiene algunos… conocidos… mayores… que disfrutan con sexo… duro. Vamos...claramente. Les encanta tratar a las mujeres como basura y usarlas hasta el extremo. Y para ellos tú eres una jovencita deseable. Pagarían bien por poder follarte sin restricciones, y aún más para ver un espectáculo en el que una hija disciplina a la zorra de su madre.”

“¿Que?” Exclamó Sandra “¿Vas a prostituirme? Como puta de… como se dice… ¿sado o así?”

“Veo que lo vas entendiendo, zorrita mía. Tú decides. Puta tirada en la calle, o puta aquí con todas las comodidades. Pero una puta vas a ser”

“Pero soy tu madre!”

“Por eso pagarán más” sonrío Merche.

Sandra aun remoloneo un poco… como esperaban… hubo que filtrar algún trozo del video con Gladius donde no se le reconociera a ella ni a la habitación… y al final el terror, la presión de tener siempre la espada de Damocles sobre ella la venció.

Entre hombres maduros de los foros de BDSM empezaron a  publicitar tanto a Sandra como una puta sin limites, como al dúo hija domina/madre sumisa. Los hombres sólo pudieron follarse a Merche cuando Pablo estaba presente, que fue en bien escasas ocasiones. Sólo podían disfrutar del espectáculo de Merche disciplinando a su Madre o compartir a Sandra para follársela entre los dos.  Así que todas las atenciones iban a ser para su madre. Al fin consiguió la atención que quería y sentirse una jovencita… al ser follada por hombres que le sacaban 20 años o más y que la follaban como si fuera la puta más tirada.

Fue un éxito y todo el dinero fue a la cuenta de Pablo, que le ayudó, no a sacar su negocio adelante, eso no lo necesitaba, sino a aumentar rápidamente sus beneficios. Merche no pudó quejarse tampoco del sueldo que recibía siendo la secretaria de Pablo, tanto económico como en “especies”. Otras secretarias pueden decir que su jefe esta siempre dando por el culo. Merche es una de las pocas que podía decirlo literalmente.

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Dos meses después de la boda Merche anunció que estaba embarazada. Fue una gran alegría para todos aunque Silvia sabía que eso podría ser una ruleta rusa… nunca mejor dicho. Pero seguía son su mantra. La ignorancia da la felicidad.

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A los nueves meses nació un niño precioso. Silvia se fijó principalmente que, al menos, era moreno. Merche recordaba la promesa que había tenido que hacerle a Goran hace un par de años y solo Silvia se dio cuenta del parecido del bebé con Pablo cuando era un recién nacido.

Raúl era inmensamente feliz.