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Policías de Paja - Esposa chantajeada

en No Consentido

Chantaje, no consentido, humillación, marido engañado y violencia.

Introducción.- El chantaje

Ana y Javier llevaban casados ya un par de años. Entre sus amigos habían sido la primera pareja en casarse, solo con 25 años. Había habido una sorpresa. Ana era bastante guapa y Javier, sin ser feo, estaba bastante por debajo de Ana. Además de que Javier era poco más que una mascota en el grupo de amigos que iban juntos de jóvenes. Muchos pensaban que Ana podía haber aspirado más. Ana trabajaba desde casa. Javier tenía que viajar a veces por su trabajo relacionado con la seguridad de redes.

Lo que la mayoría no sabía era el hartazgo de Ana por los guapitos cabrones, egoísta y engreídos con los que había salido antes de Javier. Después de su último novio, que le puso los cuernos delante de ella, cuando tenía 22, decidió de buscarse un novio totalmente distinto. Con la prioridad de que la hiciera feliz.

Y lo encontró en Javier. No era un macho alfa, ni beta… ni gama. Pero Ana se sentía como una reina con él. Cariñoso, detallista, considerado… Ana acabo enamorada hasta las trancas por ese hombre dulce y maravilloso. Casi tres años de noviazgo y una boda exprés, dos años después Ana era la mujer más feliz del mundo.

Lo único que oscurecía la felicidad de Ana eran Marcos y Raúl. Dos amigos de la juventud de Javier. Solía quedar a menudo con ellos y Ana veía como lo trataban. Con total falta de respeto. Parecía que más lo llamaban por burlarse de él que por otra razón. Estos dos habían acabado como policías. Ana se hacía cruces intentando comprender cómo esos dos cabrones habían pasado un test psicológico. Eran una mala influencia. Siempre que Javier salía con ellos volvía a casa borracho perdido. Y eso que volvía en coche. Ana estaba aterrada cada vez que salía con ellos.

Y un día ocurrió lo menos malo que podía pasar. Un agente de policía la llamó de madrugada. Habían parado a su marido con la tasa por encima del límite. La invitaban a ir a buscarlo y llevarse el coche pues él no podía conducir.

En taxi, Ana fue al lugar indicado. Un control de alcoholemia. se disculpó con los agentes y ayudó a su marido a meterse en el coche en el asiento del copiloto. Era un milagro que hubiera llegado hasta allí conduciendo. Estaba tremendamente borracho. Puede que no fuera consciente de lo que estaba ocurriendo. Y a Ana también le sorprendió ver unas marcas de golpes que el coche no tenía esa tarde, cuando su marido se lo llevó.

Al día siguiente, siendo domingo, su marido seguía durmiendo la resaca. Ana recibió una llamada en el móvil de Raúl. “Hola Ana. Estamos en el garaje. ¿Puedes bajar un momento?”

“¿Para?” No le hacía gracia quedar con ellos. No disimulaban entre ellos lo mal que se caían.

“Es por el bien de Javier. créeme” Y colgó.

Ana se quedó intrigada. Así que bajó. En el garaje tanto Raúl o Marcos, estaban delante de su coche haciendo fotos a las nuevas marcas que tenía el coche.

“¿Qué pasa?” les dijo seca. Raúl señaló el golpe. “Esta mañana he tramitado una denuncia de atropello y fuga. Anoche alguien se llevó un ciclista por delante. Y fue tu marido” Raúl era fibroso y llevaba una barba de perilla y bigote fino. Moreno de pelo liso y rasgos afilados.

“¿Javier? Porque estáis tan seguros”

“Por qué una manzana después lo pilló una cámara de video de un local cercano. Yo me encargue del atestado y comprobé la imagen. La matrícula está clara. De momento tengo la única copia del video y la matrícula de tu marido no sale en ningún informe. Pero esto es serio. Más teniendo en cuenta que cinco minutos después pararon a tu marido en un control de alcoholemia y dio positivo”

“Es mi marido. Y también vuestro amigo. Y si no le hicierais beber tanto no habría pasado nada de esto” les dijo enfadada.

“hey, hey, hey” dijo Marcos que había estado callado. “No le obligamos a nada. Y mira. nosotros también salimos ayer y hoy estamos trabajando sin problemas. Si bebe es cosa suya. No nos lo eches en cara” le dijo medio riéndose. “Que peluche no sepa beber no es culpa nuestra” Marcos era bastante más grande que Raúl. De hecho intimidaba un poco. Y bastante musculoso. Tenía cierta pinta de boxeador. Incluso tenía la nariz rota de alguna pelea en la que se metió de joven.

Ana odiaba el mote de su marido de cuando era joven. “Pero bueno… lo vais a proteger. ¿No? Es vuestro amigo”

“ya, ya… pero el ciclista ha quedado muy grave. Esto es muy serio. No es quitarle una multa por mear en la calle.”

“Peor ya lo habéis encubierto. ¿No? Entonces a qué habéis venido”

“No vamos a encubrir esto, Anita. Bueno… no…. sin un incentivo” le dijo Marcos que se había acercado y mientras hablaba. Sin que Ana se percatase había subido la mano hasta tocar su muslo y trepaba hacia su trasero. Ana sorprendida miró la mano que tenía en el lateral del muslo. “¿Qué cojones haces?” le miró asqueada y le pegó un empujón para alejarlo.

“Mal vamos” le dijo Marcos a Raúl con cara de decepcionado. “Vamos a hacer nuestro trabajo. Pobre peluche. Va a ser muy popular en la cárcel”

“Pero… ¿En serio? ¿Vais a meter en la cárcel a vuestro amigo?”

“Lo mismo te puedo preguntar a ti. ¿No estás dispuesta a sacrificarse por el amor de tu vida?”

“Pero… pero…” Ana agachó la cabeza “De qué estamos hablando” dijo claudicando.

“Que seas cariñosa con nosotros claro” dijo Raúl.

“Chorradas. De follarte” apostilló Marcos que era menos delicado que Raúl. “Nadie comprende cómo has acabado con Peluche. Tu deberías estar con un hombre como nosotros. Te vamos a enseñar lo que te pierdes”

Ya había estado con hombres como ellos. Ana no ocultó su asco ante esa afirmación. Respiro profundamente. No se creía lo que iba a decir. “Entonces… me acuesto una vez… con los dos… y mi marido está a salvo?” y con burla les dijo “Vuestro amigo”

Ambos menearon la cabeza. “Si por acostarse quieres decir que podremos corrernos en tu boca, coño y culo y sacarnos fotos de recuerdo. Entonces si”

“¿Qué? Estáis locos. Nunca he hecho sexo anal. Y de fotos nada.”

“Ya… bueno… una pena… que disfrutes de tu soledad cuando se lleven a tu marido” Y ambos se dieron la vuelta para irse. Ana estaba nerviosa.

“Hablemos”

“No lo hagáis…”

“Es vuestro amigo”

“Una vez cada uno”

Ana iba diciendo esto mientras se alejaban. Los dos policías ni se inmutaron y salieron del garaje.

Ana volvió a casa. Entró en el ordenador y busco las noticias locales. Efectivamente había habido un atropello la noche anterior. Por el lugar bien podía haber sido su marido. Junto al artículo había otro, de esos alarmistas, en los que decía los años que le podían caer al infractor. Mas si lo hubieran pillado borracho. Y de cómo se estaban poniendo ahora duros con ese tema los jueces.

Su marido al final se despertó. Se disculpó mil veces alegando que no recordaba nada de ayer. Que lo sentía mucho pero le habían liado sus amigos. En realidad sus únicos amigos. Dado que de joven no había sido muy popular tampoco había hecho amigos de verdad. Solo por eso Ana los soportaba. Aunque después de lo que había ocurrido hace un rato...de amigos tenía poco.

Después de comer alguien llamó a la puerta. Ana abrió y se encontró un repartidor de flores con un ramo y una nota que decía. “Lo siento. Javier.”. Su marido las había encargado a sus espaldas. Detallista como pocos. Hasta se ofreció a recoger platos y limpiar la cocina pese a la segura resaca que tenía. Para Ana, Javier seguía siendo un encanto. Al menos cuando estaba sobrio que era la gran mayor parte del tiempo.

A mitad de tarde Ana se escabulló y llamó a Raúl. “Sois unos cabrones. ¿De verdad vais a dejar que vuestro amigo vaya a la cárcel?”

“¿Y tú?” le preguntó burlón.

Después de un tenso silencio Ana reaccionó. “Vale. Pero usareis condón”

“No hay trato. Dijo Raúl. Sin condón. Por todos tus agujeros. Con fotos de recuerdo. Con los dos a la vez. Y un buen rato. No será algo rápido.”

Ana seguía negándose a contestar. “Estáis enfermos”

Raúl colgó.

Ana casi estaba histérica. Volvió a llamar.

“Vale.” Dijo Ana. “Pero os asegurareis que mi marido se queda a salvo. Y nunca se enterara”

“Chica lista, Anita. ¿Sabes? Mañana vamos de tardes. Podemos pasarnos por la mañana por tu casa”

“En mi casa no. Iré donde digáis pero en mi casa no”

El móvil debía estar en manos libres por que ahora fue Marcos el que hablo. “En tu casa sí. Zorra. A ver si entiendes de una vez. Eres tú la que nos estas pidiendo ayuda. Nosotros ponemos el precio. Lo pagas o te jodes. ¿Ha quedado claro? Harás todo lo que te pidamos o no hay trato”

Ana estaba en shock.

“Que si ha quedado claro, zorra” le volvió a espetar Marcos.

“Si” dijo con voz queda.

“¿A quedado claro el que? No te oigo”

“Si. Haré todo lo que me pidáis” dijo alzando la voz y reprimiendo unas lágrimas.

“Pues hasta mañana, zorra” y colgaron.

Capitulo 1.- El primer pago

Al día siguiente. ¿Cómo te vistes para recibir a tus violadores? No quería darles el gusto de verla arreglada. Se puso una camiseta, unos vaqueros con una braga y sujetador básico en color salmón.

Bastante pronto. Apenas media hora después que Javier se fuera a trabajar, llegaron sus violadores. Ana les abrió y tan pronto como franquearon la puerta Marcos la abrazó y empezó a besarla. Sin decir ni hola. Su lengua pugnaba por entrar en su boca y Ana se negaba. Lo que no podía evitar es sentir una de las manos de Marcos meterse bajo su camiseta buscando sus pechos.

De golpe le dio un bofetón. Ana se quedó paralizada. Marcos la cogió por la camiseta y al empujó contra la pared. “A ver si te queda claro de una puta vez, zorra. Has aceptado ser nuestra puta. Y si te besamos, tu abres la boca y dejas que te metamos la lengua. Luego te abrirás de piernas, te daremos por el culo y nos la vas a chupar. No tengas la poca vergüenza de negarnos los besos”

Ana, además de asqueada, empezaba a estar asustada. No esperaba que se pusieran violentos. “¿Eh?” Marcos la zarandeo un poco. “¿Te ha quedado claro? Si estamos aquí es porque tu quieres. Si quieres romper el trato dilo y nos vamos… y ya sabes”

El miedo de Ana ya era aparente. Asintió como un conejito asustado. Marcos la soltó, se acercó y empezó a besarla. Esta vez sin abrazarla. sus dos manos directamente se metieron bajo la camiseta, tiraron del sujetador hacia abajo y liberaron los pechos que empezó a toquetear. Ana, como un cervatillo cegado, con los ojos muy abiertos, solo se dejaba besar, ya con la boca abierta, y moviendo tímidamente su propia lengua. Después de unos segundos se apartó. “Y así es como se recibe a unos buenos amigos como nosotros” le dijo. Dejando paso a Raúl. Este también pasó a darle un beso mientras su manos recorrían el cuerpo de Ana. Que apenas se atrevía a reaccionar.

Raúl terminó con una palmadita en el trasero. “Anda. Anita. Saca tres cervezas y nos vamos poniendo a tono”

Anca se fue corriendo a la cocina. Aterrada. Por un momento se planteó no volver. Pero ¿Qué iba a hacer? ¿Quedarse encerrada en la cocina? Se percató que sus pechos estaban fuera del sujetador y volvió a ponérselos bien. Respiro hondo y volvió con tres cervezas al salón para repartir, aunque no abrió la suya. Los tres acabaron sentados en el salón.

“Nos vas a hacer el desplante de no beber con nosotros Anita, ahora que vamos a ser amigos íntimos”

“No me apetece beber” le contestó nerviosa.

“¿Qué?” dijo amenazante Marcos que se levanto, tomo la cerveza y la abrió. “Sigue sin quedarte claro, zorra. Si decimos que bebes… ¿Tu qué haces?”

“Bebo” dijo Ana bajando la cabeza. Marcos le cogió del pelo y le obligó a echar la cabeza hacia atrás. “Ai! ¿Qué haces? He dicho que voy a beber”

“Ya lo creo. Abre la boca.” le dijo Marcos sin soltarla. Ana dudo un momento pero abrió la boca y Marcos escancio la lata, poco a poco, directamente. Ana intentaba beber pero le costaba seguir el ritmo. La cerveza empezó a salírsele por la comisura de los labios. Marcos paró y zarandeo del pelo a Ana. La joven sabía que Marcos podía ser violento. Y con su tamaño aterraba. No se atrevía ya ni a rechistarle. “De un trago, zorrita. Esta ya no vale. Te la vas a acabar y te vas a tomar otra. “Y volvió a  escanciar. Ana esta vez sí se espero en tragársela toda de un trago. Marcos la aplasto contra la mesa. “Trae otra” le dijo.

Casi temblando Ana fue a por otra. Al volver Marcos se la pidió con la mano. “Siéntate” le dijo. Y Ana acabo otra vez, sujeta por el pelo, tomándose una cerveza de un trago que le escanciaba directamente en su boca.

Al terminar no pudo evitar soltar un eructo que hizo reírse a sus violadores. “Menuda guarra que eres” le dijo Raúl. Marcos la mandó a por otra cerveza. “Tranquila. Es para que te la tomes tú, mujer. que solo queremos pasar un buen rato contigo, zorrita”

Ana no era de beber mucho. Pero tres cervezas no iba a afectarle demasiado. Cuando volvió, delante de donde se sentaba, en la mesa, vio una raya de lo que imaginaba era coca.

“Esnífala” le dijo Raúl.

“Nu… nunca he tomado drogas” dijo Ana mirando de refilón a Marcos, asustada.

Raúl se sentó junto a ella. “Esto es cosa mía. Te ayudará a hacer este… mal trago… más llevadero. Es un favor que te hago. Pero si quieres estar sobria mientras te follamos… por mí no hay problema”

Ana dudo… desde luego que no quería ni recordar lo que le iba a pasar. Leyó en una ocasión que algunas prostitutas lo tomaban para desinhibirse con sus clientes. Al final, con una mezcla de miedo y esperanza, se inclinó sobre la mesa y esnifó esa raya de coca.

Sintió un subido de golpe. Una sensación de euforia como nunca. En cuando se sentó de nuevo Raúl ya le estaba besando el cuello y ella dejándose, relajada por el chute de cocaína. Ana no era consciente pero Marcos ya la estaba fotografiando.

Raúl intentó llegar a su pubis pero el pantalón no le dejaba. “Desabróchatelo, Anita” le susurro al oído. Ana cerraba los ojos, giraba la cabeza mientras le besaban y procedió a desabrocharse el pantalón… todo registrado con más fotos. Enseguida la mano de Raúl se introdujo bajo su braguita y encontró su rajita en la que metió un par de dedos. Por un momento Ana se percató de su verdadera situación, dio un respingo, hizo un ademán de negarse pero en seguida se forzó a quedarse quieta. Estaba allí para algo y lo haría. Y la verdad es que la coca le estaba ayudando a hacer ese mal trago… algo menos malo. Para nada llevadero.

Incluso se tomó un trago de la cerveza mientras Raúl le seguía besando el cuello y follándola con los dedos. “Venga zorra, acabala de un trago” oyó a Marcos del que casi se había olvidado y que seguía sacando fotos. Ana tomó la cerveza y de un trago se tomó su tercera lata. Ahora sí que estaba un poco achispada.

Raúl la tomo por la mano y la invitó a subirse a la mesa. Marcos puso algo de música con su móvil. “Baila para nosotros, Anita. Y quítate la ropa.” le pidió Raúl.

Ana se subió a la mesa y empezó a bailar, un poco ida. A ratos era consciente de su situación, a ratos no. Pero fue obedeciendo. Camiseta primero, pantalones después, con cierta ayuda para no caerse. El sujetador y las bragas también terminaron volando… En un momento dado incluso se dio cuenta que la seguían fotografiando. En uno de los momentos de lucidez se tapó, asustada. Pero un “hey” de Marcos la hizo reaccionar y volvió a moverse, desnuda, al son de la música. Los breves momentos de lucidez la mataban al sentirse totalmente humillada.

Raúl la tomó otra vez de la mano y la ayudó a bajar de la mesa. Totalmente desnuda, solo vestida con su alianza de boda. “Vamos al dormitorio donde duermes con Peluche” Ana se freno impidiendo avanzar a Raúl. “En mi dormitorio no, por favor. Duermo allí con mi marido” pero Marcos le dio un fuerte empujón por la espalda que la lanzó un par de metros. “Pero que tonta que eres” le dijo. Y a base de empujones acabó en su dormitorio.

Nada más entrar en el dormitorio esta vez fue Marcos quien la abrazo contra la pared y empezó a  besarla y a tocarla por todo el cuerpo. Ana vio que Raúl buscaba dentro de su armario. Marcos era bastante más… intenso que Raúl, en sus atenciones. Ana no podía imaginar que buscaba Raúl en su armario hasta que dijo “Lo encontré” y sacó una caja de cartón que tiró al suelo. Con el golpe se abrió mostrando el vestido de novia con el que se casó Ana. “Póntelo” le dijo Raúl.

Ahora sí que Ana reaccionó. “¿En serio? Cabrones. ¿Quieres violarme con el vestido del día más feliz de mi vida?”

Marcos la cogió del cuello y la lanzó hacia el vestido. “Recuerda, zorra. Hiciste un trato. Pero lo tienes muy fácil. Di que te niegas y nos vamos ahora mismo” le dijo con una sonrisa cruel. Ana sabía muy bien lo que significaba.

Lentamente se lo puso. Delante de los dos cabrones mientras que estos, al fin, se desnudaban. Preparándose para lo inevitable.

El vestido le iba perfecto. Tenía la misma figura que cuando se casó hace dos años. La única diferencia ahora es que no llevaba ropa interior. Aunque el Corsé no había podido  abrochárselo bien, para ello hubiera necesitado ayuda, al menos estaba vestida. El vestido tenía una falda amplia combinando con un corpiño con escote palabra de honor. Los dos hombres desnudos se le acercaron. Los cabrones solo seguían llevando sus móviles.

“¿Alguna vez has chupado pollas a dos manos?” le preguntó Marcos. Ana ni sabía a qué se refería. “De rodillas” le ordenó Raúl.

Ana se arrodilló y terminó con ambos miembros a la altura de la cara. “Ahora tomas cada polla con una mano y vas alternando a chuparlas, zorra” le explicó Marcos.

Ana se llevó sus manos a la cara y por un momento pensaba que iba a llorar. Sacudió su cabeza como intentando salir de un mal sueño y solo constato que su degradación seguía inexorable. “Anita. Solo piensa que es por tu marido. Lo haces por el amor de tu vida” le dijo Raúl. Marcos y Raúl jugaban a ser poli bueno y poli malo. Ana respiró hondo. Tomo ambas pollas con sus manos, las miro alternamente y decidió empezar con la de Raúl.

Tan pronto como se la metió en la boca noto cómo reaccionaba. La polla empezó a crecer llenándole toda la boca. Asqueada pero desinhibida por el alcohol y la cocaína empezó a chupar esa polla. Metiéndosela y sacándosela de la boca. Cuando no llevaba mucho tiempo haciéndolo recibió un golpe en la cabeza de Marcos. “Eh!, zorra. El juego es ir saltando de polla en polla” Ana temblaba cada vez que Marcos abría la boca “Sonríe, zorra” y le hizo la enésima foto. Ana saltó a la polla de Marcos y siguió chupando. No tardó mucho en que ambos hombres tenían las pollas bien duras. Raúl hizo ademán de ayudar a levantar a Ana pero en seguida Marcos la tomó por el brazo y la puso en pie. Alzándola con facilidad.

“¿Sabes? Estabas guapísima en tu boda pero cuando te vi con este escote solo podía pensar en una cosa” Raúl tomó el borde del escote y tiró con fuerza hacia abajo, liberando los pechos de Ana. Parecía que estaba  punto de llorar. No solo la estaban violando a ella. También estaban violando el día más feliz de su vida.

“¿Como una tía que está tan buena como tú puede acabar con ese pánfilo?” le preguntaba Raúl mientras masajeaba sus pechos. Con Ana estática, brazos al lado del cuerpo, dejándose tocar las tetas. “No es por su polla. Recuerdo un día que, estando borracho, le bajamos los pantalones y los calzoncillos delante de todas las chicas. ¿Es su lengua? ¿Es un comecoños?”

Ana se negaba a contestar pero un pellizco en un pezón la sacó de su silencio. “Ai! No. Lo quiero. Es un hombre maravilloso. No como vosotros. Cabrones”

Raúl empezó a empujarle con ambas manos directamente sobre sus pechos. Ana empezó a andar hacia atrás hasta que se encontró con su cama marital. Ahora, con un empujón más fuerte, Ana acabó tumbada sobre ella. Raúl la siguió. Enseguida lo tenía entre sus piernas. “No creo que el peluche te follara como te tenía que follar esa noche. Te vamos algo que recordar cada vez que veas este vestido. Follarte como te mereces”

Y la degradación continuaba. Aun con su vestido noto como Raúl maniobraba para colocar su polla en posición de penetrarla. Ana solo pudo apretar los dientes y termino sintiendo como esa polla, poco a poco, violaba su rajita e iba introduciendo en toda su longitud.

Tan pronto tocó fondo, Raúl empezó a follársela a todo ritmo. Sin preparación, sin ningún prolegómeno. Este cabrón entendía que follarse  a alguien como se merece es metérsela y empezar como si fuera una máquina. “No me pongas esa cara, Anita. Que sé que te gusta. Sonríe mujer” le decía Raúl mientras la violaba. Ana era incapaz de satisfacerlo pero una bofetada volvió a hacerla reaccionar. Falsamente sonrió mientras dejaba que Raúl bombeara su polla dentro de su coño, sin parar de jugar con sus tetas que salían sobre su vestido. Hasta se abalanzó a besarla hasta que empezó a acelerar el ritmo, a jadear mas fuerte anunciando el culmen de la violación. Ana empezó a notar esa sensación caliente en su vagina que solo podía ser la corrida de su violador. “Y así es como se folla uno a una tía buena como tú” le dijo Raúl como si pudiera sentirse orgulloso de algo. Raúl aún la humilló una vez más limpiándose la polla con las enaguas de su vestido de novia.

“Yo también le voy a dar algo para recordar” apostilló Marcos con una sonrisa malvada. En cuando Raúl se bajó de la cama Marcos lo sustituyó. No le iba a dar ni un momento de descanso. Marcos, con su tamaño y su fuerza, manejaba a Ana como si fuera una muñeca de trapo. Le dio la vuelta y, tirándole del pelo, se la preparo a cuatro patas. Le levantó el vestido dejando a la vista su bonito trasero y apunto su polla al ano de su víctima. Ana reaccionó y se apartó. “¿Qué? No… no puedes… al menos usa lubricante. Por favor” Pero Marcos solo se rio y la sujeto con el brazo por el cuello, pegándola a su cuerpo. Ana estaba inmovilizada, se retorcía, se separaba. Aunque Marcos lo intentaba ella conseguía escaparse hasta que Marcos, alto, la tumbo boca abajo y la inmovilizó bajo su cuerpo. “Grábale la cara a esta zorra” pidió Marcos. “Iba a ser suave” mintió en esto. Pensaba reventarle el culo desde el principio, en la posición que fuera.. “Pero ya que se ha resistido tanto le voy a explicar los inconvenientes de resistirse a la larga polla de la ley.”

Solo un par de veces se había dejado sodomizar. Por un par de esos novio egoístas que había tenido en el pasado. Jamás se pudo acostumbrar. Las dos veces lo intentaron sin lubricante. Y había sido un infierno hasta que se había negado y había exigido que la lubricaran. Con Lubricante había sido también doloroso pero soportable. Esa época de mujer complaciente con novios egoístas la había dejado atrás. Pero ahora se la iba a follar por el culo sin una sola gota de lubricante. Ninguno de sus dos novios consiguió meterle siquiera el glande sin lubricante. Y ahora…

Raúl se usó en posición y empezó a grabarle la cara. Ana sintió como Marcos se apoyaba en su entrada trasera y, de golpe, sintió como si le hubieran metido un hierro candente por el culo. “Arrrgghhh” No solo la entrada. Marcos no se frenó lo más mínimo en toda la sonorización. Ana sentía que la partían por la mitad con cada entrada y salida. Al final el dolor hizo que casi no sintiera nada en el ano. Marcos al fin la puso a cuatro patas y, sujetándola del pelo disfrutaba de su culo, poniéndose medio en pie y entrándole desde arriba. Así Raúl podía tomar buenas fotos de su polla en el culo de su víctima.

Ana solo podía quejarse mientras el bruto disfrutaba de su culo como nadie lo había hecho nunca. Se desahogo a gusto Marcos hasta que al final, tirándole con fuerza del pelo hasta hacerla levantarse, termino corriéndose en sus entrañas para luego empujarla desconsideradamente a la cama. Ana, desde la cama, fue consciente que Marcos también se limpiaba la polla con su vestido de novia.

Ana estaba exhausta. Sin fuerzas, ni físicas ni mentales. Estaba hundida. Así que cuando Raúl le ordenó que fuera hasta donde estaba sentado y que viniera a cuatro patas, Ana, casi sin pensarlo le obedeció. “Pero sonríe, Anita. No te atrevas a decir que no te lo estás pasando bien. Después de cinco años con el Peluche tienes que estar encantada que se te follen dos hombres de verdad” Sin pensarlo mucho Ana se encaminó con una medio sonrisa falsa hasta donde Raúl estaba sentado pero sin dignar con una respuesta ese comentario. “Eso es perrita. Y ahora a chuparla”

Para Ana, dejarse follar era una cosa. Solo tenía que rendirse y dejarse hacer. Pero esto de ser ella la que le chupara la polla… el subidón de la coca ya había sido consumido por el dolor de su culo. Se sentía asqueada, humillada… a un paso de rendirse. “No seas tonta, Anita. ¿Después de todo te vas a rendir ahora? Piensa en tu marido, mujer. Nosotros sí que lo hacemos” se mofo.

Ana sacó fuerzas de flaqueza, se apoyó en los muslos de Raúl y se metió en la boca su polla para empezar a darle una mamada. Al principio no fue una gran mamada precisamente. Hasta Raúl se mofaba de su incompetencia. “Pues hasta que no me corra me la vas a tener que chupar” Así que Ana, deseando acabar con el suplicio de sentir esa asquerosa polla en su boca, paso a afanarse para conseguir que su violador tuviera el premio de otra corrida, esta vez, posiblemente en su boca, lo antes posible. Y así fue. Ana pudo enterarse con antelación que Raúl iba a correrse porque este le sujetó la cabeza y se la empujo a fondo., Le empezaron las arcadas con la polla golpeando su garganta pero Raúl no la soltaba. Y directamente contra su garganta sintió chorro tras chorro la corrida de Raúl.

Ana empezó a toser semen tan pronto Raúl le saco la polla. Lo babeaba y se derramaba desde sus labios cayendo sobre sus pechos y su vestido. “Déjame ayudarte” dijo Raúl que tomó parte de la falda del vestido de novia para limpiarle la boca chorreante de semen.

Tan pronto le habían limpiado la boca, sin darle un respiro, Marcos la cogió por el pelo y la atrajo hasta donde estaba el mismo sentado. “Venga. Que voy a tener celos, zorra. Empieza a mamarla”. Esta vez sí, Ana, desde el principio, la mamo con el objetivo de acortar su sufrimiento a costa de aumentar el placer de su violador. Subía y bajaba con los labios a lo largo de la polla de Marcos, jugaba con su lengua, ansiando que se corriera, primando que la humillación fuera al menos más corta. Noto como Marcos la cogía del pelo e imaginó que iba a repetir el tratamiento de Raúl. Tomó aire y se preparó. Pero Marcos, a diferencia de Raúl, lo que hizo fue apartarla. Y Ana sintió, disparo a disparo, como la corrida de Marcos caía sobre su pelo, su cara, sus pechos y su vestido. “Este es el maquillaje de las zorras como tú” le insultó Marcos.

Ana, humillada, se quedó en rodillas, cubierta con el semen, sin saber qué hacer. “Dios, que guarrada. Estas hecho un asco” le dijo Raúl que la hizo levantarse tocándola con cuidado de no mancharse. Se la llevó hasta el espejo. “Mírate. Pareces sacada de una revista porno” Y efectivamente. Con el traje de novias sucio, mostrando sus tetas y cubierta de semen parecía una puta usada. Sintió que Raúl empujaba su espalda doblándola hacia delante, hacia el espejo. Cuando pensaba que iba a caerse Ana se apoyó en la pared, con cada mano a cada lado del espejo. Sintió como Raúl le subía la falda y se posicionaba. Quería darle otra vez por el culo. Ana apretó los dientes, incapaz siquiera de protestar. Alguna lágrima corriendo por su cara mezclándose con los restos de semen de Marcos  era la única repulsa que se atrevía a mostrar. Agachó la cabeza rendida. Pero Raúl, por el pelo, le obligó a levantarla y a mirarse al espejo. “Mírame, y mírate. quiero que veas la puta que eres y que veas como disfruto con tu culo” Y centímetro a centímetro Raúl le fue metiendo el rabo por detrás. Al menos no fue brutal como Marcos. Pero su ano estaba en carne viva. Ana apretaba los puños y los dientes forzándose a aguantar el dolor. Y cuando abría los ojos allí estaba. Su cara de puta cubierta de semen y la de Raúl, sobre su hombro, sonriente, triunfante, disfrutando como un poseso. Sentía sus caderas golpear contra las nalgas, veía sus pechos salpicar semen contra el espejo con cada empujón y sobre todo veía las muecas y oía los gemidos de placer de Raúl. Aunque en general fue soportable cuando Raúl estaba a punto de correrse empezó a aumentar el ritmo. El dolor hizo que a Ana le flaquearan las piernas e hizo ademán de caerse pero Raúl la cogió por la cintura, al empujó contra el espejo y pegado contra él, sintiendo que el semen viscoso le pegaba al cristal, Raúl terminó su faena corriéndose en su interior.

Raúl dejó a Ana que fue resbalándose por el espejo hasta acabar acomodada en el suelo. “Lo dicho” decía Raúl en mofa. “Nunca ha estado con dos hombres de verdad. Seguro que el Peluche nunca la ha dejado así de desfallecida” “Hey!” le espetó Marcos. “Que aún no has disfrutado de mi polla en tu coño. Levántate, zorra”

Ana, rendida, seguía obedeciendo como un zombie. Se levantó y esperó. “Dios. Que Asco” dijo Marcos sin importarle que era su semen el que cubría a Ana. “Quítate ese vestido y límpiate” Ana casi se alegró que dejaran de profanar su vestido de novia pero cuando fue a dejarlo aparte Marcos la corrigió. “Que te limpies, zorra. Usa tu vestido de novia. Total. Ya está hecho una guarrería. Y el Espejo. No querrás que Peluche sepa que dos hombres de verdad te han follado hoy. ¿No? ¿O tal vez si? ¿Te estás replanteando haberte casado con ese capullo?” se rio Marcos.

Ana seguía negando con la cabeza y mecánicamente usó su vestido para limpiarse el semen del cuerpo y del espejo. Cuando pensaba que había acabado Marcos volvió a corregirla. “Hey. También el coño y el culo. ¿Además de ser una zorra eres una guarra?”

Ana suspiro y obedeció. Usó su vestido de novia para limpiarse el semen que salía de su coño y también el de su culo. Se había limpiado el culo con su vestido de novia. Eso jamás podría olvidarlo.

Una vez limpia Marcos le hizo tumbarse en el suelo. “Una perra como tú no merece ni cama” Se puso entre sus piernas y con una Ana totalmente pasiva y rendida empezó a follársela. Antes de correrse Ana terminó desplazándose medio metro por el suelo a causa de los violentos empujones de Marcos.

Cuando termino Marcos volvió a mofarse “Declaro completamente inaugurada este zorra. Oficialmente le hemos follado la boca, el coño y el culo los dos”

“Venga Anita. Sácanos unas cervezas para celebrarlo. Y deja de disimular. Seguro que esa cara es por darte cuenta de lo que te has perdido estos dos años” Ana se giró a un lado y se hizo un ovillo deseando que todo acabara pero Marcos y su salvajismo le hicieron volver a la realidad. Le cogió del brazo y la levantó en volandas. “¿No has oído? Cervezas, Celebración. Ya!” y le dio un sonoro manotazo en el culo.

Ana reaccionó, fue a la cocina  a por un par de cervezas y las llevó al Salón. Ni hizo ademán de vestirse. ¿Para qué? ¿Para darles el gusto de negárselo?  No se percató que no había sacado para ella pero esta vez no se lo echaron en cara. Estaban muy ocupados repasando las fotos que le habían sacado. E incluso algún video. “Ven Anita, ven. Dime qué te parece”

Había estado haciendo una especie de selección y se las iban mostrando. “¿Qué me parece? Asquerosas” dijo Ana casi sin mirarlas. “De verdad. Yo creo que están muy bien. Se ven que te lo has pasado muy bien con nosotros”

Ana se fijo un poco más, se forzó a mirar las fotos de su violación… y de repente lo comprendió. Aunque te estén violando, si te sacan cientos de fotos, es fácil que alguna parezca que no te estás resistiendo, o incluso que te lo estás pasando bien. Solo las dos primeras, ella misma abriéndose el vaquero con la mano de Raúl preparada para entrar en sus bragas mientras le besaba el cuello o la siguiente, tomando un sorbo de cerveza mientras Raúl la seguía besando con sus mano metida ya en sus bragas… cuando bailo sobre la mesa... alguna follando… cuando iba a cuatro patas… incluso con la sodomía de Marcos, que en esa postura no dejaba lugar a dudas que se la estaba metiendo por el culo, le habían pillado en una mueca que incluso podía parecer que disfrutaba. Los videos de las mamadas, sobre todo la de Marcos, esmerándose al máximo de principio a fin… Había como quince o veinte fotos que, fuera de contexto, podían dar a entender que había sido totalmente voluntario.

Ana apartó la mirada y susurró un “cabrones”. “Hey” le dijo Raúl. “No me vengas con esas. Has visto las fotos. Te lo has pasado bien. No lo niegues. Tranquila que volveremos a sacarte de la aburrida rutina que a la que te tiene condenado el peluche”

“Qu… ¿Qué? ¿Volver? Era… era solo una vez” Imploro Ana

“Pffff” se mofo Marcos. “Eres más tonta que mis cojones. Seguimos teniendo pillado a  tu marido por las pelotas. Y a ti por el coño. Aún más con estas fotos. ¿De verdad pensaba que iba a ser cosa de una vez? Eres nuestra zorra. Siempre que queramos .Y punto. Tú decides. Te rompo yo el culo de vez en cuando o media docena de presos le rompen el culo al capullo de  tu maridito todos los días que no esté en la enfermería recuperándose”

Ana empezó a hiperventilar. Raúl se le acercó. “Lo que queramos. Te tenemos agarrada por el coño y lo sabes. Eres lo suficientemente lista. No quieres que tu marido acabe en la trena, no quieres que sus compañeros vean estas fotos, que las verán si queremos, no quieres que a tu marido lo violen día sí, día también… Y por eso vas a hacer lo que queramos y cuando queramos. Tranquila. Seremos discretos… poco más o menos. Somos los primeros que no queremos que tu marido sepa que has encontrado dos hombres que te dan lo que él no puede. Mientras siga todo igual… podremos seguir volviendo a follarte.”

Ana se derrumbó. Terminó hundida en el suelo sollozando. Consciente de la terrible realidad. que Raúl tenía razón.

“Estaremos en contacto” dijeron los hombres al irse dejando a Ana todavía llorando.

Para Ana la humillación continuó después de que los hombres se marcharan. Teniendo que limpiar su habitación marital de los restos de semen y sexo sucio. Y teniendo que llevar su vestido de novias profanado a una tintorería al otro extremo de la ciudad. Ocultando las pruebas de su violación.

Capitulo 2 .- De copas con sus violadores

Ana estaba aterrada temiendo la siguiente visita de sus violadores. Intento ocultárselo a su marido pero este, siempre atento, siempre preocupado por ella, se percató. Aunque intentó sonsacarle sin éxito lo que le pasaba solo consiguió sacarle que se sentía un poco casada.

Al día siguiente Ana se encontró una entrada para un spa de la ciudad en su mesilla de noche con una nota de su Marido. “Relájate, amor mío”

Y el viernes recibió una llamada de Raúl. “Vamos a invitar al peluche y a ti a salir de copas. No te atrevas a negarte. Y lleva esa falda plisada que tienes” y le colgó sin darle siquiera la opción a rechazarlo.

Y efectivamente esa tarde su marido recibió una llamada. “Cariño” le vino a explicar. “Marcos y Raúl me dicen de salir esta noche pero les he dicho que no. Que estas muy cansado. Me han insistido que te pregunte. Que tal vez salir te ayude a relajarte. ¿Qué quieres hacer? Últimamente te veo un poco alicaída. No sé si esto te animaría”

Todo lo que hacía su marido por ella la derretía. No. Salir con sus violadores no la animaría. Pero aun la desanimaría más que su marido acabara en la cárcel.

“Salgamos” dijo Ana. “Tal vez esto me anime un poco”

Ni sospechas, ni sorpresa, nada… solo un absoluto apoyo a su esposa.

Ana se arregló para salir. Obediente se puso la falda plisada, con vuelo, que quedaba por encima de las rodillas. Dejaban a la vista sus delgadas piernas y realzaba su culito prieto.

Quedaron con sus violadores directamente en un pub. Aún era pronto. No estaba particularmente lleno. “Aquí” les indicó Raúl cuando entraron. “Me alegro que hayas salido, Anita. Nos ha dicho Javier que estas un poco alicaída. Vamos a ver si podemos animarte un poco” Y cuando Javier no miraba podía ver las miradas de perros hambrientos de sus violadores. De repente le apareció una mala idea. ¿Pensaban hacer algo delante de su marido?. No podía ser. Ellos mismo habían dicho que iba a ser discretos.

Pidieron cuatro combinados. Pero Ana se percató, cuando su marido no atendía, que Raúl le pedía que uno de ellos lo cargara bastante más. “Pero…” fue a quejarse pero la mirada asesina que le lanzó Raúl le dejó bien claro que se callara. Por supuesto el más cargado fue para Javier. Ana empezaba a entender por qué Javier solía volver borracho perdido de sus salidas con estos dos cabrones.

Estaban ubicados en el final de la barra, que terminaba haciendo esquina a solo un metro de la pared, de tal forma que quedaba un rincón en forma de ‘U’ encerrado entre la barra y las dos paredes. Con empujones disimulados Raúl y Ana acabaron dentro de ese rincón mientras Marcos y Javier estaban en la otra parte de la esquina de la barra, con Javier el más alejado de la esquina.

“Vamos a ponernos a tono. A ver si aceleramos la fiesta. De un trago.” Dijo Raúl.  “¿A que sí. Anita?” y Ana noto un pizco en su trasero y una mirada admonitoria de Raúl. De medio torso para abajo ahora mismo nadie podía ver lo que pasaba en ese rincón. Acababa de pellizcarle el trasero delante de su marido y no podía decir nada. Solo… obedecer. “Si… si… claro. Vamos” Y todos se lo tomaron de un trago. Raúl enseguida pidió otra ronda de iguales características. Para cuando el grupo se había tomado dos combinados Javier ya llevaba más que el doble de alcohol que todos los demás. Ana tampoco era una gran bebedora así que incluso ella estaba un poco contenta… y algo desinhibida. Por desgracia.

Hablaban de los viejos tiempos de cuando eran una panda de adolescentes. Contaban anécdotas y en algunas Javier no acababa bien parado. Y entre esta charla intrascendente Ana empezó a notar como Raúl, disimuladamente, metía su mano bajo su falda, delante de su marido que no podía percatarse, con sus facultades disminuidas y la esquina de la barra en medio. Y le tocaba el culo e incluso se atrevía a meterle los dedos por el coño y a juguetear con su clítoris. Todo a un metro de su marido. Ana hacía todo lo posible para disimular. Que su marido llevara el equivalente a cuatro cubatas ayudaba a que no se percatara. Enseguida llegó otra ronda de iguales características.

Raúl se envalentono, se sacó la polla y puso la mano de Ana alrededor de la misma. Empezó a acompañarla para que le hiciera una paja pero Ana solo se mostraba pasiva. Un apretón disimulado a su muñeca le hizo entrar en razón. Apoyada sobre la barra de tal forma que aún más parte de su cuerpo quedaba oculta, y delante de su marido, empezó a pajear a Raúl. Marcos se encargaba de llevar la mayor parte de la conversación con Javier para colaborar en que permaneciera en ese estado de ignorancia etílica.

Raúl también hizo un gran esfuerzo en disimular lo que pasaba. Y en el último momento acercó a Ana, le levantó la falda con una mano y apunto su polla hacia la pierna. A Ana le costó disimular la sorpresa cuando empezó a notar ese líquido caliente golpear contra su muslo y culo.

Ana se sentía sucia sintiendo ese semen recorrer su pierna. Así que se disculpó. “Lo siento. Tengo que ir al servicio” anuncio y se encaminó hacia allí. A mitad de camino se percató que Marcos iba detrás de ella. Ahora era Raúl el que entretenía a su marido. “Que pasa zorrita” le susurro al oído mientras iban a  los servicios. “¿No te gusta esa sensación viscosa sobre tu piel?” se mofo.

Los servicios tenían una pre-sala vacía antes de dividirse en los de hombres y mujeres. Ana fue a entrar al de mujeres pero Marcos la sujetó por el brazo. Echó un vistazo rápido al de los hombres, comprobó que estaba vacío a estas horas y arrastró a Ana hasta el interior. Hasta uno de los reservados cerrados de los retretes. “¿Qué haces?” le pregunto asustada Ana. “Tú qué crees, zorra. Uno rapidito. Posiblemente si nos pegáramos media hora follando tu marido ni se enterara pero no vamos a arriesgarnos. ¿O eso te gustaría? ¿Has soñado conmigo? ¿Cuando tu marido te ha follado esta semana has deseado que fuera como nosotros?” se mofo.

El lugar era sórdido. Realmente la fama que tiene los servicios de los hombres era cierto. Olía a orines, el retrete estaba sucio. Y Ana acabo doblada contra la cisterna, con su falda plisada levantada hasta la cintura y sin las bragas. Cerró los ojos e imploro que realmente fuera rápido como le había dicho. Oyó el ruido de unos pantalones desabrocharse y sin previo aviso sintió la polla de Marcos empujarla. Ella misma tuvo que hacer fuerza contra la sucia cisterna para mantener el equilibrio. Y enseguida, como un conejo, Marcos empezó a bombear su polla a toda velocidad. “Oh. Si. Zorra. Di que te gusta” le decía Marcos. Pero Ana se negaba a contestar. “Si… se que te gusta. Así que creo que voy a tomármelo con calma. Es lo que quieres. ¿No?” y desaceleró el ritmo. Ana entró en pánico. ¿Qué pasaba si su marido se percataba de la tardanza. Se tragó su orgullo y complació a Marcos. “Si. Me gusta. Fóllame. Pero fóllame rápido” “Esa es mi puta” dijo Marcos que empezó otra vez con su endiablado ritmo. No pasó mucho tiempo hasta que Ana sintió a Marcos recompensarle con esa corrida rápida. Había sido más una masturbación que otra cosa pero con su coño en vez de con una mano.

Marcos abrió la puerta para ver si estaban solos como así era. Ana se arregló la falda y busco sus bragas que no las encontró. Antes de que pudiera decir nada Marcos la sacó del brazo del lugar. “Espera… quiero limpiarme” “Ni se te ocurra si no te damos permiso, zorra” le negó Marcos. Ana busco otra vez con la mirada sus bragas pero no las encontró. “Ve tu primero. Que no sospeche el cornudo de tu marido” le dijo Marcos.

Ana volvió con el grupo. Esta vez intentó quedarse junto con su marido pero otro gesto disimulado de Raúl la hizo entrar en ese rincón discreto. Al fin y al cabo su bolso estaba en esa zona de la barra. Ana se sentía sucia, con esa falda plisada, sin bragas, con semen en su muslo y goteando de su coño. Poco después volvió Marcos. Y Ana vio al fin sus bragas. Disimuladamente Marcos le enseñó las bragas de Ana que las llevaba en el bolsillo e incluso dejo un pequeño trozo fuera. Sin saber lo que eran nadie se percataría que ese trozo de tela eran unas bragas… pero Ana, Raúl y Marcos sí que lo sabían. Eran unas bragas. Sus bragas.

Al menos, enguarrada como estaba por el semen dejaron de meterle mano bajo la falda. La noche continuó con charlas intrascendentes y más combinados. Y Javier tuvo que ir al servicio él mismo. “De rodillas” le dijo Raúl en cuando Javier se alejó unos metros. “¿Qué?” pregunto sorprendida Ana pero la fuerza de Marcos empujándole la cabeza hacia abajo hizo que, casi sin darse cuenta, acabara de rodillas, desaparecido tras la esquina de la barra, y con Raúl sacándose la polla. “A chupar. Rápido”

Ana estaba aterrada. Estaba en un lugar público. Había poca gente y mientras nadie se acercara a la pared del fondo del pub nadie la vería pero… podía ocurrir. ¿Estaba locos o qué? Y ante las dudas que mostraba Raúl tomó la iniciativa, le sujetó la cabeza y empujo su polla en la boca de Ana. “Chupa. Y date prisa. Que el peluche puede volver en cualquier momento” Eso le dio aún más miedo a Ana que se esmeró en darle esa mamada que le demandaban. Apenas había empezado y noto que Marcos estaba detrás suyo...con el móvil. Otro video mas donde aparecía como una zorra infiel. Y la otra opción sería peor. Ana seguía chupando y Raúl no parecía dispuesto a correrse. Y Ana se frenó en seco cuando oyó a su marido que había vuelto. No podía verlo. Él no podía verla. Pero allí estaba. Con serrín en las rodillas y una polla en la boca a un metro de su marido. “¿Y Ana?” preguntó arrastrando las palabras. “Se ha ido con otro” le dijeron en broma. “Buffff… Ana es la mujer más maravillosa del mundo. Jamás me haría eso. ¿Dejarme? Puede ser. No me extrañaría. Es una mujer increíble. Y sé que nunca me haría daño. Antes que serme infiel me dejaría.” Raúl le demandó empujando su cabeza con la mano que continuará.  Y durante un rato Javier estuvo contando las maravillas de Ana, con dulzura, con respeto, con devoción… A Ana se le caían las lágrimas mientras se sentía sucia con esa polla en la boca, diciéndose una y otra vez que lo hacía para salvar a ese hombre maravilloso y único de un destino peor que la ignorancia. “Pero en serio. ¿Dónde está el amor de mi vida?” “Tranquilo. Ha ido al servicio” “Ah” Y en ese momento Ana sintió como Raúl descargaba todo su semen en su boca. Ana iba a escupirlo cuando Raúl le dijo a Javier. “Pero hombre. Tienes el cubata a medias, traga, traga, traga” mientras le daba golpecitos en la cabeza a Ana. Esta comprendió la indirecta y terminó tragándose ese desagradable brebaje.

Fue fácil distraer a Javier en su estado para que Ana pudiera salir a cuatro patas de donde se encontraba y volver como si hubiera ido al servicio. “¿Sabes Anita? Javier nos contaba lo maravillosa que eres. Se ve que estáis muy enamorados. Deberías enseñarnos cómo es un beso de verdadero amor.” Ana sentía aún el asqueroso sabor a semen en su paladar, la desagradable sensación de haber tenido una polla que no era de su marido en la boca, y la rabia por el desprecio que hacían esos violadores de los más maravilloso que tenía en su vida. El amor de Javier. Casi con una chispa de rabia Ana tomó a Javier y le dio un apasionado beso, abrazados, con sus lenguas jugado entre los sabores del semen y de los cubatas. Al menos Ana tuvo ese instante de felicidad en una velada tortuosa. “Te quiero” le susurro Ana al oído a su marido cuando acabó. Y vio la sonrisa de extrema felicidad dibujarse en el rostro de Javier entre todo su estado etílico.

“Pues yo creo que es todo palabrería.” sentenció Marcos. “Seguro que Javier se casó con ella solo porque está buena” Ana vio un atisbo de rabia en los ojos de Javier que se giró con una sorprendente velocidad, sacada de algún arrebato de adrenalina, para darle un patético empujón a Marcos. “Te lavas la boca cuando hables de Ana” le dijo arrastrando las palabras y encarándose con un hombre que le sacaba una cabeza por todas partes. Durante unos segundos nadie dijo nada. Marcos mantenía la mirada divertido a Javier hasta que un golpe de Raúl en el brazo le hizo retractarse. “Vale, vale… lo siento… me he pasado” dijo falsamente pero pareció que Javier se dio por satisfecho.

La noche pasó sin más incidentes en el pub. Raúl y Marcos se ofrecieron a llevarlos a casa. Usaron el coche de Raúl. Estratégicamente hicieron que Javier, que estaba a un paso de desmayarse, se sentará en el copiloto y Marcos y Ana detrás. Tan pronto se sentaron Javier apoyó la cabeza en la ventanilla, entrecerró los ojos y solo farfullaba cosas sin sentido. Y sin ninguna delicadeza, ni preocupación por que su marido estaba en el asiento de delante medio inconsciente, Marcos cogió por el cuello a Ana y la obligó a doblarse hacia su polla que ya estaba saliendo de sus pantalones. Oyendo los farfulleos de su marido Ana tuvo que hacer otra mamada mas esa noche. Y sentir como Marcos tomaba un video de todo. Hasta el final. Cuando otra vez sintió otra corrida en su boca. “Anita” dijo Raúl. “No me manches el coche. ¿eh?” “¿Qué?” dijo Javier que pareció reaccionar al oír el nombre de la mujer que amaba, pero enseguida volvió a apoyar la cabeza en la ventanilla. Pero Ana, cuando escuchó a su marido, asustada, se tragó de golpe la corrida que tenía en la boca e intentó disimular.

Llegaron a casa y, amablemente, se ofrecieron a ayudar a Ana a subir a Javier que apenas se podía sostener en pie. En el ascensor, ya con Javier prácticamente fuera de combate, llevado en volandas por Marcos, Raúl se dedicó a besar y a meter mano a Ana. Hasta le arrancó los botones de la blusa al tirar de ella y directamente le saco una teta del sujetador para jugar con ella con Javier apoyado contra él.

Así entró Ana en su piso. Con la blusa rota, abierta, y un pecho al aire, detrás de su marido que tenía que andar sujeto por Marcos en volandas y que ya no se percataba de nada. Entraron en el piso y directamente llevaron a Javier al dormitorio donde habían violado ya a Ana. Lo lanzaron a la cama y así, como cayó, se quedó inconsciente.

Ana tenia lagrimas resbalando por su rostro. “Cabrones… Haced lo que queráis conmigo pero dejad a mi marido en paz” “Oh!” dijo Raúl. “Pero es que ya lo estamos haciendo. Hacerte todo lo que queramos. Y en el fondo… estamos dejando a tu marido en paz. Es más. Lo estamos protegiendo. Lo estamos protegiendo de ir a la cárcel. Y lo estamos protegiendo de enterarse que su mujer es un puta obediente. “¿O no lo hemos hecho bien? Ni se ha enterado”

“Basta de cháchara. Uno más para el camino y nos vamos” dijo Marcos que estaba detrás. De forma desconsiderada la empujo y Ana terminó doblada hacia delante, pasiva, dejándose hacer. Sintió como subía su falda hasta la cintura, como Marcos la sujetaba por la cintura y cómo su polla apuntaba a su ano. Ana ni protesto. Apretó los dientes sabiendo lo que venía y consiguió ahogar un quejido de dolor cuando sintió la  polla de Marcos entrar inmisericorde en su ano. Tan pronto estuvo empalada Marcos la levanto por las piernas, quedándose en el aire, con las piernas bien abiertas, para que Raúl solo tuviera que dar dos pasos y metérsela por el coño. Como así hizo. Y así Ana tuvo su primera doble penetración. Con una polla en el culo, otra en el coño, y su marido a un metro inconsciente.

Raúl aprovechó para liberar su otro pecho. Mientras Marcos marcaba el ritmo haciéndola subir y bajar con facilidad, haciendo que Ana dejará atrás las dos pollas cada vez que subía solo para volver a sentirlas metidas hasta el fondo cada vez que bajaba, Raúl podía disfrutar de los pechos de Ana, que hundida, humillada y rendida, solo se dejaba hacer moviéndose como una muñeca de trapo arriba y abajo.

Uno después de otro sus violadores acabaron corriéndose y Ana, si acaso pudiera, se sintió incluso más sucia al volver a sentir más semen secándose en su cuerpo. Cuando acabaron, sin delicadeza, la dejaron caer al suelo donde Ana se quedó quieta, prácticamente hecha un ovillo.

“De nada” le dijo Marcos mientras se iban.

Al día siguiente Ana se despertó en el suelo. Se asustó al pensar que Javier podía haberla visto así. El semen seco en su piel, la falda subida, la blusa desgarrada y los pechos al aire. Pero Javier seguía exactamente en la misma posición. Ana tuvo que volver a pasar por la humillación de hacer desaparecer las pruebas de su violación.

Capitulo 3 .- Asalto domiciliario

Los días pasaban sin sobresaltos, para alegría de Ana. Se esforzaba en esconder sus nervios ante Javier pero este, siempre atento al estado de ánimo de su esposa se mostraba solícito y se desvivía por hacerla sentir mejor. Ante esto Ana se desvivía por Javier, intentando expiar ese erróneo sentimiento de culpa por dejarse follar por otros, aunque fuera por salvar a su marido. Esto hizo que las preocupaciones de Javier disminuyeran aunque no desaparecieran. Seguía sintiendo que algo le pasaba a su esposa y le preocupaba.

Y una semana después Ana recibió otra de esas desagradables visitas.

Estaba con Javier, en casa, viendo la tele cuando alguien llamó a la puerta. Ana fue a abrir, miro por la mirilla y vio a Raúl y Marcos. ¿Qué querían? No habían avisado. El corazón de Ana se puspa  mil. ¿Qué pensaban hacer? Pese a casi entrar en pánico Ana se controlo y abrió la puerta.

En seguida se encontró con el arma de Raúl apuntándole a la cara mientras le hacían el gesto de permanecer en silencio. Ana casi se desmaya al unir su pánico al susto del momento. Tanto Marcos como Raúl llevaban protectores bucales. Y ahora que le habían abierto la puerta se bajaron lo que parecían ser gorros para convertirse en realidad en pasamontañas que les cubrían toda la cara menos dos agujeros para los ojos.

Raúl empujo a Ana apuntándole con la pistola hacia el salón, flanqueada por Marcos que también llevaba su arma. Ana solo podía pensar en Javier. ¿Qué le iban a hacer?

    

Tan pronto los vio Javier soltó un sincero ‘Ana!’ y, sin preocuparse de su seguridad, se abalanzó hacia los dos hombres armados, en particular hacia Raúl que encañonaba a Ana. Esto casi les pilla por sorpresa. No se esperaban semejante arrojo en Javier. Pero el arrojo no tenía nada que hacer contra los cerca de cien kilos de Marcos que, cuando Javier iba a superarlo, le cortó en seco con un fuerte puñetazo en el estómago.

Sin aire en los pulmones Marcos llevó a Javier con facilidad hasta una silla donde, antes que se pudiera recuperar, le inmovilizaron muñecas y tobillos con unas bridas de plástico de los que una vez apretados no se pueden soltar, solo cortar.

En cuando recupero el aire Javier empezó a soltar improperios como nadie se podía imaginar de ese hombre apocado. Le ordenaron callar apuntándole con el arma pero eso no parece disuadirle que empezó a gritar. El pasamontañas, el protector bucal y poner algo de falso acento era suficiente para que no reconociera la voz. Empezaron a preocuparse pero pasaron a amenazar con disparar a Ana y ahora si Javier se calló. Con los ojos en sangre, el cuello tenso, sin parar de forcejear con los agarres de plástico que se le clavaban en la piel. “Cabrones. Dejadla en paz. Llevaos lo que queráis. Pero dejar a mi esposa en paz” Ya no gritaba pero no paraba de forcejear con las bridas, haciendo que la silla incluso saltase.

Amenazando aún con el arma la cabeza de Ana, Raúl se la a la cocina mientras Marcos vigilaba. “Esto va a ser divertido Anita. Vas a poder jugar a ser la heroína. Vamos a volver y le vas a explicar a tu marido que para salvar su vida vas a tener que follar como una puta con nosotros dos. Delante de él” “Dejad a mi marido en paz, cabrones” le imploro. “Pero Anita. Así es tan divertido. A lo mejor nos lo tienes que agradecer. Tal vez así el Peluche aprenda algo sobre cómo follarse una putita como tú” Y de un empujón volvió a sacarla de la cocina.

Cuando volvieron Javier tenía una marca de un golpe feo en la cara y volvía a estar sin aire. “¿Qué ha pasado?” preguntó Raúl poniendo un ridículo acento mexicano. “El capullo no paraba de hablar” respondió Marcos simulando un acento argentino. Entre los tres elementos, pasamontañas, protector y falso acento, Ana incluso se calmó al darse cuenta que era imposible reconocerlos.

En cuando Javier recupero el aire volvió a insultar y amenazar a los hombres. Podía parecer un loco rabioso pero para nada asustado o amedrentado por las armas o los golpes. “Ja… Javier… por favor… cálmate” le imploro Ana. Ahora sí que por un momento Javier espero a oír lo que su amor tenía que decir. “Me han dicho que… que te van a matar si no… Si no dejo que me… que me hagan sexo delante de ti”

Javier abrió los ojos sorprendido para luego fruncir el ceño con rabia. “No lo hagas Ana. NO! Antes prefiero morir que verte sufrir algo así. SOCO….” pero el grito volvió a cortarse a mitad por otro puñetazo de Marcos. “NO!” imploro Ana. “Dejad a mi marido. Por favor. Dejadlo en paz”

Marcos se puso tras Javier y le tapó la boca con una mano. Con la otra sacó una navaja de muelle a la que sacó la hoja pulsando el botón. Sin decir ni una palabra, Marcos se la clavó en un muslo. Javier grito ahogado por la manaza de Marcos. Pero aún debía de estar sufriendo el dolor de la cuchillada cuando Javier mordió la mano de Marcos para liberarse de su mordaza. Iba a gritar otra vez pero Marcos, más por rabia que por miedo al grito, le pego un puñetazo en la sien que lo dejó grogui por un momento. “No! Basta!” dijo Ana gimoteando. “Lo haré. Dejad a mi marido en paz. Lo haré” Marcos pasó a amordazar con su mano a Javier a la vez que con el brazo le estrangulaba el cuello. Pese aun así, Javier intentaba gritar sin preocuparle su situación pero ambas llaves le permitían apenas proferir gemidos.

“Desnúdate” le susurro Raúl al oído a Ana. Javier intentaba negar con la cabeza aprisionada pero Ana, entre lágrimas, empezó a obedecer. Primero el pantalón. Luego la camiseta, sujetador y, por último, unas cómodas braguitas blancas de algodón. “Pásale las bragas a mi amigo” le susurro desde atrás cuando estaba completamente desnuda. Ana había sido incapaz de mirar a su marido mientras se desnudaba. Ahora. Al lanzar sus bragas a Marcos lo vio. Preocupado, muy preocupado… pero no por él. Sino por ella. Seguía forcejeando pese a que era todo inútil. No aprecia preocuparle que estaba en un auténtico riesgo de morir, o al menos lo parecía. Seguía luchando, clavándose las bridas en la piel, tensando el cuello inútilmente intentando liberarse…

Marcos cogió las bragas al aire y, con el mismo movimiento volvió a darle otro golpe a Javier que por un momento volvió a dejarlo grogui. “NO!” volvió a implorar Ana que intento avanzar pero Raúl lo impidió cogiéndole por la nuca. Mientras Javier estaba grogui, Marcos aprovechó para meterle las bragas de su esposa en su boca y amordazarlo con cinta aislante que llevaba en el bolsillo, preparada para la ocasión.

Javier ya no podía gritar pero seguía forcejeando, aun con la navaja clavada a la pierna. Seguía dando saltos como podía y pese a la mordaza seguía intentando gritar pero no se le entendía nada. Solo sonidos ahogados amortiguados por la mordaza hecha con las bragas de su esposa. Javier rezaba para que algún vecino oyera los gritos anteriores o los golpes de la silla contra el suelo. Un deseo inútil. Antes del asalto, Raúl y Marcos habían comprobado que en los pisos circundantes del edificio no había nadie en ese momento. Aun así Marcos dio una patada a la silla y Javier acabó en el suelo tumbado. Aún le dio una última patada en el estómago a Javier. “No! Basta! Os lo imploro. Haré todo lo que me pidáis pero dejar a mi marido en paz. Os lo ruego” Aun en el suelo Javier seguía forcejeando.

“Empecemos. de rodillas. A dos manos” le dijo Raúl

Ana intentó ponerse de espaldas a su marido pero tirándole del pelo Marcos la puso de forma que tendría a su marido en frente mientras obedecía la tarea. “Mírale a los ojos a tu marido mientras nos las chupas. Zorrita” le susurro Marcos al oído. “O le retorceré el cuchillo que aún tiene clavado” Ana en ese momento no le preocupaba lo más mínimo lo que le pudiera ocurrir. Podían hacerle lo que quisieran, obedecer en todo, su única preocupación era su marido. Se puso como le pedían, tomo cada polla con una mano y, como le explicaron el primer día, fue saltando de polla en polla, y para su humillación, siempre mirando de reojo a su marido. El cual no parecía desistir en sus forcejeos. Con sus habilidades pronto las pollas de sus violadores se pusieron duras.

Raúl hizo levantarse a Ana y la llevaron al sofá cercano. Allí Raúl se sentó, se puso un condón y con un gesto con la pistola hizo Sentarse a Ana sobre él, clavándose ella misma esa polla. Tan pronto se sentó Raúl le dio una bofetada. “Mirando a tu marido siempre” le susurro. “Y muévete, putita” Ana dejó caer una lagrimita, miró a su marido que aún seguía forcejeando y empezó a  subir y bajar por esa polla. aunque enseguida tuvo que pararse para recoger a otro pasajero. Raúl aprovechó para quitarse el condón sin que Javier pudiera darse cuenta. Marco se puso detrás, con el condón puesto, listo para encular a la pobre mujer. Ana vio como Javier ponía cara de preocupación y negaba una y otra vez con la cabeza. Tenía una navaja clavada en la pierna y, aun así, le preocupaba más que su esposa fuera a ser sodomizada. Desde su posición Javier ya no podía ver la polla de Marcos, así que se quitó el condón. Ana pego un grito cuando le metió la polla de golpe en el culo, cerró los ojos, apretó los dientes y dejó caer la cabeza al hombro de Raúl intentando recuperarse del latigazo. Pero enseguida Raúl le dio un golpe con el hombro, para espabilarla, Y Ana se encontró mirando otra vez a su marido, desnuda, y con dos pollas clavadas en el cuerpo. Ya casi no tenía ni que hacer esfuerzo de moverse. El ritmo salvaje de Marcos dándole por el culo ya le hacía subir y bajar por la polla de Raúl que tenía metida en el coño. Ana se quejaba con cada empujón pero Marcos le susurro que dijera que le gustaba “Me gusta” mintió Ana. “Más alto” le exigió Marcos “Me gusta!” gritó Ana. “Pídeme que te dé más fuerte” Ana apretó los dientes y repitió lo que le ordenaban. “Dame más fuerte” La actuación de Ana no engañaría a nadie. Javier sería consciente que le obligaban a decir esas cosas. Pero Marcos pasó a empujar con más fuerza el culo de Ana y esta empezó a quejarse más sentidamente. Raúl, tranquilamente, no tenía que hacer ningún trabajo. Disfrutaba del subir y bajar de Ana con cada embestida mientras jugueteaba con sus tetas desnudas. Entre los quejidos ahogados de Ana, las protestas sofocadas de Javier y los gemidos de placer de los dos violadores ambos hombres  terminaron corriéndose dentro del cuerpo de la pobre Ana. “Bien” le decía al oído Marcos “Ahora vas a mirar al Peluche y nos vas a dar las gracias por follarte. Y vas a decir que hace años que no te follaban tan bien”. Ambos hicieron el paripé de guardar los condones usados en una bolsa de plástico. Como si se los acabaran de quitar.

Ana repitió lo que le ordenaban. “Gracias por follarme. Hace años que no me follaban tan bien” pero no engañaba a nadie con sus lágrimas correteando por la cara. Y Javier seguía forcejeando con las bridas, la silla, dando saltos, golpeando el suelo.

Después de un merecido descanso para que ambos recuperarán fuerzas pasaron el resto de la tarde noche turnándose follándose a Ana. Tan pronto acaba uno empezaba el otro. Siempre delante de Javier que, asombrosamente, hasta Raúl y Marcos estaban sorprendidos, en ningún momento dejó de gritar y forcejear. Las muñecas de Javier mostraban heridas sangrantes alrededor de las bridas.

Pero eso no les amedrentó. Primero Raúl la puso a cuatro patas delante de su marido para follársela por detrás. Tan pronto acabó Marcos la empujo para que acabara tumbada boca abajo en el suelo. Con la cara muy próxima a la de su marido. E inmediatamente se dejó caer con sus cerca de cien kilos de peso para meterle la polla de golpe haciéndola gritar de dolor. Luego, manteniéndole la cara levantada tirándole del pelo para que su marido viera todas las expresiones que ponía golpe a golpe con su polla en el culo. Y así continuaron. Siempre dejando ver sus pollas con condones antes de follarse a Ana, quitándoselos cuando eran seguro y haciendo parecer que se los quitaban y los guardaban en una bolsa cuando acababan.

Y a dos por tres le pedían a Ana que les diera las gracias por follársela, que los alabara, que les pidiera que fueran más.. ‘hombres’.

Después los hombres le pedían primero una mamada para ponerlos a tonos antes de volver a follársela. Y Ana tenía que colaborar en prepararlos para su siguiente violación.

Terminaron corriéndose en su cara. Le exigieron que se masturbara para ellos con un cepillo para el pelo. Ana acabó sentada en el suelo, abierta de piernas, encarando a su marido y a los dos violadores que se habían sentado junto a él y empezó a masturbarse metiéndose el cepillo en el coño delante de ellos. Después de un rato se vería claro que Ana no iba a correrse así. Marcos tomó la navaja y la retorció sacando un sofocado grito de dolor a Javier que seguía forcejeando e hiriéndose las muñecas con las bridas. “No!” volvió a  gritar otra vez Ana ante la tortura de su marido. Cerró los ojos un momento y volvió a  concentrarse en su masturbación. Ya no solo con el cepillo sino también con sus dedos jugando con él su clítoris. Esta vez sí que los hombres vieron cómo, poco a poco, con una gran fuerza de voluntad Ana empezó a  jadear, a echar la cabeza hacia atrás, a mover sus dedos y el cepillo frenéticamente hasta sacarle un orgasmo.

Ya satisfechos los hombres decidieron dar por terminada la fiesta. Pero antes decidieron humillar a Ana una vez más. Se la llevaron al dormitorio donde se sacaron sendas fotos con ella quitándose los pasamontañas. Bueno… en realidad muchas. Le decían que sonriera y que posara amistosa. Al principio le costó pero cuando Marcos volvió al salón y Ana escuchó otro grito sofocado de su marido al sentir que le retorcían la navaja en el muslo, en cuando volvió para hacerle más fotos esta vez le salió unas bastantes convincentes a la primera. Con ella apoyando su cuerpo desnudo contra el de Raúl, medio abrazándolo, con una pierna doblada al aire.

Para Marcos, que disfrutaba tanto de su culo, tuvo que ponerle una vez más la polla a tono porque quería hacerse la fotografía mientras la enculaba. Ana acabo doblada hacia delante, con Marcos detrás, enculandola, sujetándola por el pelo, y ella haciendo el símbolo de la V con ambas manos y sonriendo mientras sacaba la lengua. Después de un par de fotos fallidas, una amenaza de volver a visitar a su marido que aún seguida forcejeando, Ana volvió a esforzarse y consiguió otras fotos bastante convincentes. Y puestos ya, Marcos la empujo y le sodomizó una última vez, sobre su cama.

Con la propia impresora de Ana imprimieron ambas fotos seleccionadas para una última humillación. Le hicieron pintarse los labios de rojo intenso y volvieron con su marido y las fotos. Aunque no se las enseñaron, pues iban a  cara descubierta. Allí hicieron que Ana besara ambas fotos dejando la marca de carmín de sus labios y escribiera una dedicatoria que le dictaron al oído pero que ella tuvo que repetir en alto mientras escribía. “De tu puta Ana. Tú sí que sabes follarme. Vuelve cuando quieras” le escribió a Raúl. “Me has descubierto que soy una puta que disfruta con que le rompan el culo. Puedes rompérmelo siempre que quieras” le escribió a Marcos.

Se la llevaron a la ducha donde hicieron que se limpiara bien de todo rastro de semen. Los dos hombres sabrían que era imposible, que algo quedaría siempre. “Sabes putita” le dijeron en la ducha. “Cuando venga la policía a tomarte declaración por la violación te van a  preguntar discretamente, lejos de tu marido, si has tenido otras relaciones sexuales. Les vas a decir que sí. Que por todas partes. Y que con nosotros. Que tienes una aventura con nosotros. ¿Queda claro?”

“¿Qué? No! No voy a decir eso. No… no… denunciare.”

“oh. Lo harás. O tu marido sospechara. Y dirás lo que te hemos dicho porque si no… averiguaran que los violadores somos nosotros. Y con las fotos que tenemos de ti todo el mundo pensara que eres una putita que ha montado esta escena porque eres una enferma pervertida. Así que, Anita… ¿vas a ser una putita obediente y le dirás al inspector lo que te hemos dicho para que no sospechen de nosotros o vamos a tener que enviar a la cárcel a tu marido después de publicar todas tus fotos en internet para que nadie crea que hemos venido aquí sin tu colaboración?”

El silencio de Ana fue suficiente respuesta. “Esa es mi putita” le dijo Raúl con una palmada en el trasero.

Se fueron del piso después de recuperar la navaja y la bolsa con los falsos condones usados. Ana se abalanzó a liberar a su marido. Lo primero que dijo su marido, cuando lo liberó, bañado en lágrimas es “Lo siento mucho… mucho… de verdad… pobre… No he podido… prefiero morir a que tu sufras, Ana.” y durante un buen rato estuvieron abrazados, lloriqueando.

Llamaron a la policía para poner la denuncia. No pudieron dar más que una somera descripción. Los hombres no se desnudaron nunca. La voz distorsionada… ninguna pista sólida.

Y como le había dicho. el inspector, un hombre algo mayor, de unos cuarenta años, la pilló a solas y le hizo algunas preguntas. “Señora. Para asegurarnos de descartar falsas pruebas de ADN… sé que esto es muy delicado… pero necesito saber si ha mantenido relaciones sexuales en las últimas cuarenta y ocho horas con otras personas que no fuera su marido”

Ana guardó silencio. Solo agacho la cabeza. “El inspector insistió. Será totalmente discreto. Su marido no tiene por que saberlo. Pero es muy importante que si ha mantenido relaciones sexuales con otras personas sepamos quienes son para poder descartarlos. Le aseguro total discreción”

Ana se concentró, reunió fuerzas y dijo la mentira que le habían dicho. “Si.” dijo casi mecánicamente. Sin emoción. “He tenido relaciones sexuales con otras personas”

“¿Otras?” preguntó el inspector. “¿Más de una?”

“Si” Ana respiro dispuesta a soltar la rastra de mentiras. “He tenido relaciones sexuales con dos amigos de mi marido. Marcos y Raúl. Ambos son policías”

“Entiendo” A Ana casi le consoló que no notara atisbo de juicio en el tono del inspector. Solo una aséptica recabación de información. Nada más. “¿Y puede decirme donde fue?”

“En mi piso”

“En algún lugar del piso en particular”

Ana dudo por un momento. Para curarse en salud  contesto “En todo el piso”

El hombre seguía impertérrito. Algo es algo. Eso le facilitó la mentira a Ana.

“¿Usaron condón?”

“No… nunca”

“¿Vaginalmente?” Preguntó el inspector.

“Si”

“¿Con los dos?”

“Sí.” dijo Ana cerrando los ojos, avergonzada, mirando a otro sitio.

“Señora. No estoy aquí para juzgarla. Es una víctima. Solo voy a recabar información para asegurarme que pillemos a los cabrones que le han hecho esto. Y esta información será guardada de forma discreta. Su marido nunca lo sabrá.”

“Gracias.” le agradeció Ana.

“¿Oralmente?”

“Si” contesto. Y después de un momento de dudas .”Si. Ambos”

“¿Analmente?”

“Ambos también” y esta vez Ana se limpio las lagrimas.

“Eyaculaciones sobre su piel”

“Si si… en la cara… el cuerpo… Si… los dos”

“Nada más. Gracias por su ayuda y su entereza. Pediremos muestras discretamente a esos dos hombres. Por lo que me dice sus violadores usaron condón. Es muy difícil que haya restos de ADN pero si los hay, distintos a los de sus amigos, nos ayudará a encontrarlos”

Y sin más el inspector se fue.

Poco después entró la compañera del inspector a terminar el atestado. Cuando terminó la inspectora, una mujer joven, cerca de la treintena, tirando a guapa, le hizo un comentario. “¿Y no se le ocurre quién ha podido ser?” “No. Por supuesto. Por qué iba a saberlo” contestó Ana nerviosa. “Porque entiendo lo de las máscaras y los condones pero que usarán medios para distorsionar la voz… ¿Les preocuparía que los reconocieran por la voz?” Ana solo pudo decir que no sabía por qué, nerviosamente. Por suerte la inspectora cambio de tema. “Su marido está bien por cierto. Según los médicos jamás habían visto un cuerpo tan tensionado. Tiene varios esguinces y roturas de fibras por los esfuerzos. Fisuras en un par de costillas. El pinchazo de la navaja… Parece que peleó sin tregua todo el rato. Le van a quedar cicatrices en los brazos por los cortes por el forcejeo con las bridas pero por suerte no llegó a afectar ningún tendón o arteria. Pero los médicos están impresionados. Casi parecería que estaba dispuesto a cortarse las manos por liberarse, como un zorro atrapado”.

Ana solo pudo agachar la cabeza martirizada por lo que acababa de pasar su marido.

“Conozco casos como el de usted. Donde el marido es obligado a… asistir. Pero normalmente después de un par de golpes se rinde. El suyo luchó hasta el final. Nunca antes había oído algo así”

La investigación terminó sin resolverse. Encontraron restos de Marcos y Raúl, obviamente, pero fueron descartados discretamente. Javier nunca se enteró.

     

Capitulo 4 Partida de Póker

    

La siguiente dos semanas al menos Ana no tuvo que darle explicaciones a su marido sobre por qué estaba alicaída. Y sus violadores parece que le daban tregua. En estas dos semanas una tía de Javier falleció por causas naturales. En el pueblo. Javier no estaba dispuesto a dejar a Ana sola y suponía que Ana no tendría ganas de ir su pueblo. Para que todos la miraran con condescendencia.

Raúl apareció con la solución. Ana podría quedarse en su casa el fin de semana. Para que se sintiera segura. Javier se negó al principio. Sabía que Ana no se llevaba bien con Raúl. Pero cuando se lo comentó a Ana esta le dijo que le parecía bien. Así no estaría sola y Javier podría despedirse de su tía. Que no se preocupara. Obviamente lo dijo siguiendo las instrucciones que le había dado Raúl.

Así que el sábado por la tarde, el entierro era el domingo por la mañana, Javier llevó a su esposa a lo que sería, sin saberlo él pero si ella, otra sesión de violación. Ana tuvo que esforzarse al máximo para no dejar entrever los nervios y el miedo que tenía mientras su marido la llevaba a la casa de su violador.

“Gracias” le dijo Javier a Raúl que los recibió en el portal de su edificio para que Javier no tuviera que subir. “De verdad”

“No pasa nada. Lo que sea por un amigo” y solo Javier no era consciente lo falsa que era esa afirmación. “Entiendo por lo que ha pasado Ana. Seguro que se siente más segura con un policía” y Javier dejó a su esposa con su violador.

Tan pronto entró en el ascensor este empezó a toquetearla. “Ya hasta tu marido te trae para que te folle. Esto debe ser una señal” Ana hacia tímidos intentos por alejarlo pero en última instancia se dejó toquetear.

Cuando Ana entró en el pasillo del piso de Raúl escucho las voces de varios hombres y miró aterrada a Raúl. “Cómo ibas a venir he invitado a unos amigos para unas partidas de póker. Así puedes hacernos de camarera sexy mientras jugamos”

“No. no… Esto es ir demasiado lejos. Al final mi marido se enterara. Esto tiene que parar… no más gente involucrada. No, no, no…” decía Ana intentando esquivar a Raúl en el pasillo y buscando la puerta de salida sin éxito. “Marcos” gritó Raúl. Enseguida apareció Marcos. “vuelve a tener dudas.” Marcos la cogió del cuello y al empujó contra la pared. “A ver zorra estúpida. Ya me estoy cansando de volver a repetirlo. Si no obedeces todo lo que has disfrutado con nosotros habrá sido en vano. Déjate de falsas vergüenzas” Ana no sabía cómo reaccionar cuando uno de los hombres que estaban hablando en el salón salió al pasillo. “¿Qué pasa?”

Ana se quedó sorprendida cuando vio al inspector que tan amablemente le había atendido durante la denuncia de violación. “Hola Ana… ¿o debería decir nuestra zorrita para la noche del sábado?” Ana aún estaba muda. “¿Sabes? Estos tíos son los putos amos. tiene un puto documento con una declaración oficial tuya reconociendo que te has dejado follar por la boca, el coño y el culo voluntariamente, por los dos, el mismo día. Con un montón de pruebas de ADN que lo corroboran. Tíos, sois unos campeones” y chocó los cinco con ambos aunque Marcos seguía sujetando a Ana por el cuello contra la pared. “¿Y qué pasa con nuestra camarera sexy?”

“Pues parece que se siente incómoda con vosotros” se rió Raúl. “Tal vez no tiene la misma confianza con vosotros que con nosotros” se sigue mofando.

“Confianza” dijo el inspector divertido. Eso se arregla fácil. Se acercó y empezó a desabrocharle el pantalón, bajando la cremallera, hasta que el acceso al interior de sus bragas era fácil. Entonces fue a besarle. Ana le apartó la cara y el inspector le dio una bofetada. Volvió a intentar besarla y esta vez no giró la cara pero no le abrió la boca. El inspector esta vez solo hizo ademán de abofetearla y Ana imploro con un “No, no… Vale”

El inspector empezó a besarla, metiéndole la lengua con exceso. Mientras sus mano se metió dentro de sus bragas, sus dedos dentro de su coño y empezó a follársela con los dedos. “¿Ves? Ya tenemos confianza. ¿No? ¿Qué opináis chicos? ¿Porque no os ganáis la confianza de nuestra putita?”

Ana se percató que otros dos hombres miraban desde el pasillo. Los dos, con una sonrisa malvada se acercaron. Ana seguía sujeta por el cuello y ambos imitaron al inspector. Un buen beso metiéndole la lengua mientras sus dedos hurgaban en su coño.

“¿Qué?” le dijo el inspector “¿Ya tenemos suficiente confianza?” Marcos soltó a Ana que se apoyó en la pared, rodeada por esos cinco hombres. “A ver si lo entiendes. No eres ni la primera ni la última que pasa por esto. Todos tenemos nuestras… amigas que nos complacen si no quieren que la mierda les caiga encima. Como a ti. Los cinco somos policías. Los cinco nos cubrimos. Los cinco tenemos nuestras putitas a las que chantajeamos… bueno… no...estos dos cabrones solo te tienen a ti. A ver si se ponen las pilas y consiguen otra” “Estamos en ello, Inspector” le contestó Raúl. “Creo que ya tenemos a una buena candidata. Dos semanas a lo sumo” “Bueno… que entre todos podemos joderte bien la vida…” el inspector dudo un momento. “Bueno… no… porque puede que por ti solo te rindieras… pero podemos joder bien a tu marido, a tu padre a todos a los que quieres… hoy te vamos a pasar por la piedra los cinco, te vamos a follar bien, pero solo será cosa de una noche… luego… una semana… o dos… tranquilita. Ahora imagina esto, para tu maridito. Todas las noches durmiendo en una celda con un cabrón que se lo folla siempre antes de dormirse. Y conocemos gente en las prisiones. Créeme. Tu marido acabara en la misma cárcel que algún cabrón degenerado con la polla más grande que cualquiera de nosotros. Así que...”

Raúl le tiró un vestido… o algo parecido. “Ponte esto y ven a servirnos. Serás nuestra camarera hoy. Acuérdate de maquillarte como te había dicho” y todos volvieron al salón. Los cinco. Ni se preocuparon en dejar a alguien vigilando. Ana por un momento pensó en huir pero ella misma era su cárcel. Y su amor por su marido la llave que la encerraba.

Fue a una habitación. La casa de Raúl era la del típico soltero solitario entrando en su treintena. Desordenada, sucia… Ana miro lo que se suponía tenía que vestir. Era una especie de traje erótico de doncella francesa. Un body primero, con corchetes en la entrepierna. El frontal tenía una franja en el centro, hasta la mitad de los pechos, traslúcida, que llegaba hasta la entrepierna. Aparte tenía una falda plisada que se sujetaba con velcro y apenas cubría su pubis. Y una cofia ridícula. Obviamente sin ropa interior. El body era prácticamente la ropa interior. Todo en negro con detalles blancos. A eso tuvo que añadir unos zapatos de tacón y unas medias a medio muslo que Raúl le había indicado que trajera de casa. Tuvo que irse al baño para maquillarse, rojo pasión en los labios, colorete en los pómulos, peinarse… Cuando terminó tenía un aspecto de puta que tumbaba de espaldas. Y así es como iba a tener que presentarse ante los hombres. Solo con esas prendas y…. su anillo de casada.

Reunió valor, suspiro, y se encaminó hacia el salón.

Al entrar en el salón donde habían improvisado una timba, con una gran mesa redonda en el centro, los hombres empezaron a  jalearla. “WOW! Que buena que está” “Eso es una camarera sexy” “Y pronto será la camarera puta” apostilló otro. Ana no se atrevía a levantar la cabeza.

“Recoge la mesa y tráenos 5 cervezas, Anita. Por favor” lo de ‘por favor’ le sonó a recochineo. Al acercarse a las mesas a recoger enseguida noto como al pasar le manoseaban el trasero. En una de estas, del nerviosismo incluso se apartó pero el inspector, que estaba más cerca de ella, puso cara grave, la cogió por el brazo para acercarla violentamente y le cogió por el coño. “Será mejor que te acostumbres, putita”. Ana dejó rodar una lágrima mientras, estoica, se dejaba apretar el pubis incómodamente. Cuando el Inspector la soltó volvió a sus quehaceres. Recogió las cervezas que ya se habían tomado y procedió a traerles 5 más.

A la vuelta de la cocina se percató de una pizarra de rotulador en la pared en el salón. Le costó un rato descifrar pero lo que averiguo le sorprendió y le asqueo. Había una serie de premios en función de las jugadas que sacarán al póker. Y el premio siempre era ella. El que ganaba la ronda se llevaba un beso de felicitación por ejemplo. Y de ahí subía en función de con que jugada ganara la ronda. Quedarse sentada en el regazo del ganador la siguiente ronda, quitarse prendas (que siendo solo tres no iban a ser muchas), mamadas, su coño y las más difíciles su culo. En esta última categoría incluía ganar de farol.

“Jodeos, cabrones” dijo uno que había ganado con una doble pareja. “Bueno Anita. Ya has visto el cuadro. Seguro que ya sabes lo que tienes que hacer.”

Ana asintió. Si le quedaba algún atisbo de rebeldía Ana ya no sabía dónde se encontraba. Después de 3 sesiones de violación, con su autoestima destruida, su moral consumida y aceptando por completo su situación se mentalizo para obedecer y solo esperar a que el fin de semana pasase pronto. Ana se acercó al ganador, uno de los dos hombres que no conocía, y se dobló para darle un beso. El beso largo, con lengua, y sintiendo sus manos recorrer el cuerpo de quien le besaba. Ana se levantó pero Raúl le hizo un gesto para que mirara la pizarra. Ana entendió que la siguiente ronda iba a tener que sentarse en el regazo del ganador.

“Eso es putita. Me sostendrás las cartas para… que tenga las manos libres” y a la palabra unió la acción de apretujarle los pechos. Con la tela tan fina que llevaba era prácticamente como si no llevar nada. Casi sentía esas manos sobre su piel. Empezaron a repartir y Ana sintió como el hombre llegaba a su entrepierna y desabrochaba los corchetes del body, dejando su pubis al descubierto. Ana recopilaba las cartas mientras el hombre jugueteaba con su raja y la follaba con sus dedos. Ana solo podía mantener la compostura pero su cara debía ser una poema que generaba comentarios hirientes del resto de los hombres que veían su humillación. “Mírala, como se muerde el labio. Eso es que le gusta sentir esos deditos metidos en su coño” “Pues ya verá cuando empecemos a meterle pollas”. La ronda acabó con un ganador distinto. El inspector esta vez. “Todo lo bueno se acaba, ¿Eh, putita?” le dijo el que había estado hurgando su coño, dándole una palmada en el trasero para que se levantara. “Joder que suerte y que pronto” dijo otro al ver la jugada.

Ana se levantó y le dio su beso ganador al inspector. No se esmero en meterle mano mientras la besaba. Al acabar el Inspector le hizo una seña para que mirara la jugada ganadora. Era una buena jugada. Ana la comprobó en la pizarra. Iba a ser su coño. “¿Ves putita, como lo de que seamos amigos íntimos era cuestión de tiempo… y de cartas?. Bueno… no me esperéis esta ronda.” El inspector se levantó y se llevó por el brazo a Ana hasta un sofá que habían apartado para hacer sitio en el salón. Allí la tumbó sobre el reposabrazos, se colocó tras ella y Ana sintió como una nueva y desconocida polla entraba en su coño. El Inspector ya tenía años, resoplaba y farfullaba mientras se la follaba, radiando en todo momento lo que disfrutaba de ese coñito joven. Y un nuevo semen término llenándole el coño.

Volvieron a la partida. Como una consolación menor Ana entendió que mientras tenía que ‘premiar’ a algún jugador, las manos que se iban jugando no se acumulaban. O habría tenido que repartir dos o tres premios más y se irían acumulando eternamente.

Pero las manos se iban sucediendo. Fue perdiendo prendas, repartiendo besos y dando mamadas bajo la mesa con alguna que otra invasión de su coño. En una hora ya estaba desnuda menos por las medias y tacones… y su anillo de casada.

“WOW” Qué cabrón” “Si es que lo andaba buscando” Marcos acababa de ganar una ronda. Ana fue a darle el beso del ganador y al acercarse miro la jugada para ver si tenía algún premio adicional. Se extrañó al ver sobre la mesa cinco cartas dispares. Eso no era ninguna combinación… hasta que entendió lo que había ocurrido. Había ganado de farol. Y recordaba muy bien cuál era el premio por ganar de farol. Y recordaba muy bien como le gustaba hacerlo a Marcos. Se paró en seco, lo que provocó las risas de los hombres, suspiro y luego se acercó a besar a Marcos. Este aprovechó para agarrarle un buen pedazo de culo con sus manazas. “¿Contenta?” le dijo Marcos. “Se lo mucho que te gusta que te rompa el culo” pero Ana no dignifico eso con una respuesta.

Marcos se llevó a Ana al reposabrazos donde el inspector ya se la había follado. La tumbó sobre el mismo y se preparó. Ana vio que esta vez los otros hombres no seguían jugando. Habían acercado sus sillas y hacían corro para ver el espectáculo. Ana quería implorar pero aferrándose a su último atisbo de orgullo se negó a darles esa satisfacción. Sujeto uno de los cojines con fuerza y esperó allí, desnuda, rodeada por los hombres.

Marcos no se hizo esperar. Con su característica embestida le clavó la polla por el culo hasta el fondo a la pobre Ana que solo pudo proferir un terrible quejido. El quejido fue coreado por las risas de los espectadores. “Eso es. Yo creo que le gusta. Dale bien.” y todos empezaron a jalear “dale, dale, dale…” y con los ánimos Marcos redobló sus esfuerzos en romperle el culo a Ana a toda velocidad. A Ana se le caían las lágrimas, apretaba y hasta mordía el cojín, y aguanto estoicamente la violación de su culo. Termino con un fuerte tirón del pelo haciéndole arquear el cuerpo cuando Marcos se corrió a gusto en su interior. Sintió como Marcos salía de su cuerpo y le daba una palmada en el trasero “¿No me das las gracias?”

Ana se negó a contestar y un manotazo mucho más fuerte en su nalga la hizo reaccionar. “Ouch! Gracias”

“¿Por qué?” exigió Marcos.

“Gracias… por darme por el culo.” y el resto de los hombres se rieron y volvieron a la partida.

Un par de horas más. Muchísimo besos. Muchas mamadas, alguna corrida en su coño y solo una sodomía más que, por suerte no fue Marcos, y el que le dio por el culo no fue tan salvaje. Solo disfruto de su cuerpo sin ir a hacerle daño como Marcos. Aunque eso no significa que no fuera doloroso. Solo que era soportable. Y sin desatender sus labores de camarera que básicamente consistían en traer cervezas, limpiar la mesa y dejarse sobar cuando pasaba por al lado de alguno de sus violadores.

La timba acabó y Ana tenía la esperanza que con ello acabara su violación. “Recoge la mesa” le ordenó Raúl. Ana la dejó totalmente limpia. “Bien. ahora dóblate sobre la mesa” Ana no le gustaba el cariz que tomaba eso pero obedeció, apoyo su vientre y sus pechos sobre la mesa. Tan pronto como lo hizo los hombres, usando esposas de la policía, la esposaron a las patas de la mesa. Los muñecas por un lado, los tobillos por otro haciendo que terminara con las piernas abiertas, indefensa y accesible.

“Bueno… La timba acabó pero ahora empieza la barra libre de los orificios de nuestra camarera. WOW!” Ana apretó los dientes, cerró los ojos con fuerza y confirmó sus temores. Cinco hombres se iban a  turnar para follársela. Uno tras otro… sin descanso… al menos para ella.

Enseguida sintió al primero. Dejó su cerveza fría sobre la espalda de Ana, que le hizo sentir un escalofrío y enseguida noto su polla entrando en su culo. “Toda la tarde intentando ligar para disfrutar de este culo. No veas las ganas que tenía, encanto” Y así puedo sentir cómo el hombre, mientras bebía cerveza con una mano le daba por el culo. y como él, los dos siguientes que durante la partida no habían podido disfrutar de su culo lo hicieron ahora.

Luego ya fueron diversificando entre su coño y su culo. Esta vez dejaron su boca en paz. Ana sentía como sus orificios iban acumulando semen hasta notar que desbordaban. Así estuvieron como una hora más. Básicamente los hombres hablaban de sus cosas como podría ser una reunión de compañeros más y cada vez que uno se corría en uno de los orificios de Ana, otro tomaba su lugar. Una hora más estuvo así Ana.

Y no fue lo peor. A mitad de la violación Ana recibió una llamada. Se sorprendió de oír su teléfono tan cerca. Lo tenía Raúl. “Os lo dije,. El capullo no iba a dejar pasar el día sin llamarla.” Todos se rieron. Por supuesto era su marido. Raúl se puso detrás de ella y le metió la polla por el coño. Luego dejó el móvil sobre la mesa delante de la cara de Ana. “¿Mejor que sepas disimular, Anita” y contestó con el manos libres.

“Hola cariño. ¿Como estas?”

Y justo en ese momento Raúl empezó a bombear su polla en el coño de Ana. Ana tomó aire, reunió resolución y se concentró mentalmente en dar una imagen distinta a la real, solo por proteger a su marido. Incluso se forzó a sonreír. “Hola Amor. Estoy bien. Gracias por llamar. Pero estarás ocupado por ahí. ¿No?”

Marcos le tiró el pelo y le susurro al oído. “No intentes librarte. Haz que dure”

“No, no… me viene bien un descanso. Esto es muy triste y siempre me alegra oír tu voz”

“Claro cariño. Dime. ¿Qué tal todo?”

“Pues ya te puedes imaginar. Espero que tu estés mejor con Raúl. ¿Se está portando bien?”

Al resto del grupo le costó reprimir una risotada. Claro que se estaba portando bien. Ahora mismo le estaba follando el coño.

“Si, si…” Se forzó a decir Ana

“No te preocupes. De verdad que la estamos tratando como una reina. Marcos también está aquí” dijo Raúl.

“Hola Javier” saludo Marcos mientras se sacaba la polla y se la pasaba por la cara a Ana. Aún con restos de semen de anteriores corridas.

“Pues me alegro Raúl. Muchas gracias por el favor. De verdad” Y otra ronda de risitas suprimidas. “Lo que sea, de verdad” le contestó mientras aceleraba el ritmo y Ana sabía que iba a correrse.

“Bufff… Bueno… “Raúl se apartó después de dejar el regalo viscoso en la vagina de Ana  y dejó a Marcos en su lugar. “Va a ser una tarde tranquila. Luego veremos el futbol, pediremos pizzas… nada complicado” Ana sintió la polla de Marcos apoyándose en su culo otra vez. Casi se pone frenética. No creo que pudiera ocultar que Marcos le metiera la polla a su manera. Antes de poner más pegas y mientras Raúl le daba conversación a Javier, el inspector amordazo con la mano a Ana y Marcos procedió a meterle la polla lentamente. Era doloroso, si no hubiera sido por la mordaza del inspector seguro que se hubiera quejado pero así la polla de Marcos entró por completo sin que Ana profiriera ninguna queja que pudiera advertir a su marido al otro lado del teléfono.

Durante un rato más siguió la charla trascendental. Con Ana mordiéndose el labio para no quejarse y rezando para que Marcos se corriera pronto. No tanto por acabar su tortura sino por no arriesgarse a que su marido la descubriera. Los deseos de Ana se cumplieron y Marcos se corrió particularmente rápido.

Pero ahora el inspector tomó su lugar, en su coño. Y Ana tuvo que soportar que un tercer hombre se la follara mientras estaba al teléfono con su marido. Por suerte a mitad del polvo Javier aviso que tenía que despedirse, que lo requerían para cenar. Y el tercero no pudo correrse con su marido al teléfono. Pero desde luego que se corrió.

La usaron un poco más y luego apartaron la mesa hasta la pared. Ni siquiera la desataron, la llevaron en volandas, y allí se quedó, mirando cara la pared, esposada a la mesa, sin saber qué había cambiado.

Había cambiado que empezaba el partido de fútbol. Los hombres le dieron un respiro mientras veían el partido. Eso le permitió a Ana darse cuenta de su terrible situación. Extenuada de servir a  cinco hombres notaba como el semen de su coño le resbalaba y goteaba hasta el suelo, prueba inequívoca de las veces que se habían corrido en su vagina.

Efectivamente pidieron Pizza. Para Ana fue una situación algo extraña estar inmovilizada así y oír el timbre de la puerta. Solo tenía que gritar y estaría a salvo. Pero no hizo nada. Raúl salió al pasillo y volvió con varia pizzas que dejó sobre la espalda de Ana. Los hombres iba a servirse y aprovechaban para darle algún manotazo en el trasero.

Llegó el descanso del partido y Marcos grito “Ronda rápida” Ana enseguida descubrió lo que era. Quince minutos dura un descanso. Los hombres aprovecharon para follársela a toda velocidad, buscando correrse lo antes posible, y lo consiguieron. En quince minutos Ana terminó con otras cinco corridas para que su coño siguiera goteando.

La volvieron dejar descansar, si estar en esa postura se puede llamar descansar, durante la segunda parte. Para desgracia de Ana el equipo de sus violadores había perdido. Estaban frustrados .El primero en liberar su frustración fue Marcos por, como no, su culo. Con su estilo agresivo se la metió por el culo, haciendo incluso saltar la mesa que golpeaba contra la pared, o la mesa habría salido de paseo varios metros. Ana se quejaba y sollozaba pero no podía hacer nada.

Y durante un par de horas más los cinco hombres siguieron disfrutando de sus agujeros mientras despotricaban del partido. Hasta los que a Ana les parecía que eran más suaves follándosela, ahora sintió que se ponían más… intensos. Se la follaban cabreados, como si la culpa de la derrota fuera suya. Incluso mientras se la follaba podían estar hablando con otro del partido con otro al lado, casi sin mostrar interés en ella.

Medio bebidos tras tantas horas de cervezas los hombres se fueron yendo. Ana solo ansiaba el momento de que la liberaran.

Pero no fue así. Raúl apago la luz del Salón y ni se despidió de Ana. Se fue a dormir dejándola allí.

A Ana le costó conciliar el sueño en esa difícil postura pero todo el cansancio por haber estado complaciendo a cinco hombres durante horas pasó factura y termino durmiendo.

A mitad de mañana se despertó cuando sintió que Raúl se la estaba follando otra vez. “Buenas días Anita. ¿Has dormido bien?” le dijo Burlón. Y unos minutos después de despertarse Ana ya tenía otra corrida en su coño.

Al final Raúl la liberó. “Anda Anita. Se amable y hazme un desayuno. Café y tostada. Y luego limpia el salón. Estas hecho un asco. Hay semen por todas partes. No querrás que tu marido lo vea cuando venga esta tarde a recogerte. ¿Cómo debería darle las gracias por traerte y recogerte para que te folláramos?”

“Deja… a… mi… marido… fuera” le dijo Ana con rabia. Pero Raúl solo sonrió indiferente.

Y otra vez Ana se vio humillada por tener que limpiar los restos de su violación. Además de cocinar para uno de sus violadores. Y en todo momento desnuda. Nunca pensó que pudiera ver un charco de semen. En la mesa, donde había estado atada veía como el semen que le había goteado del coño había formado un charco bastante amplio.

“Te lo pasaste bien ayer. ¿Verdad?”

“Deja de decir eso. Sabes que o. Sois unos cabrones que me estáis violando. No, por mucho que lo digáis, por mucho que me obliguéis a daros las gracias, no. Lo odio. Me dais asco”

“El video no dice lo mismo”

Raúl le enseñó un video que le sacaron mientras hablaba con su marido. Ana recordó que para disimular y ponerse en humor se forzó mentalmente a estar bien, e incluso sonreír. Pero ahora, en el video, en muchos trozos, sobre todo al principio cuando Raúl se la follaba, parecía una puta rodeada de hombres que disfrutaba siendo follada mientras hablaba con su marido por teléfono. Era ya solo un clavo más de una larga lista de fotos y videos que se podrían malinterpretar. “Mira cómo sonríes mientras te follo. Y ni siquiera te lo habíamos pedido”

Ana no contestó. Lo verdad era muy distinta. Pero Raúl se la llevó hasta donde tenía su ordenador, que ya tenía preparado. Tenía abierta una web de almacenamiento en la nube. Ana vio cuatro carpetas con cuatro nombres de mujer. Uno de ellos el suyo. Raúl hizo que Ana se sentara sobre su regazo y entró en su carpeta. Allí había unas cuentas fotos y videos, todas del día anterior y algunas carpetas más. Una en particular ponía ‘La puta infiel disfrutando’

Ana enseguida reconoció que tenía en común todas las fotos. Se podían malinterpretar y parecía que Ana era solo una guarra salida disfrutando de sexo con los amigos de su marido… Bajó su pierna Ana sintió que la polla de Raúl crecía. Este le hizo maniobrar y enseguida termino con su polla metida por el coño. “Mueve las caderas Anita” le susurró al oído mientras empezaba a pasar las fotos.

Ana estaba asqueada. Desde las dos primeras donde se volvió a ver desabrochándose el pantalón para dejarse meter mano por Raúl o bebiendo cerveza con Raúl habiendo conseguido su objetivo… Ella bailando sobre la mesa… el video de la mamada en el bar… a cuatro patas… la fotos y escaneos de la dedicatoria del día de su falsa-verdadera violación… Había muchas fotos y en distintos momentos que retrataban a Ana como una guarra salida complaciente que engañaba a su marido, ya no solo con sus dos amigos, sino con más hombres, después del último día.

También había una carpeta con las mejores enculadas de Marcos, otras de espalda que no se veía su reacción y podrían usarse para completar las que parecía que disfrutaba… Raúl se las fue enseñando mientras poco a poco, su polla iba excitándose y termino descargando la enésima carga de semen en su coño. Ana se fijó en una carpeta que ponía ‘Chantaje’. Imagino que allí estaban las pruebas contra su marido.

“Anda… Anita… ve a ducharte. O tu marido se dará cuenta del cornudo que es y de la puta salida que eres tú” Ana casi agradeció el momento de descanso que fue la ducha, con sus lágrimas camuflándose con el agua que le corría por la cara.

Aún tuvo que mantenerse desnuda. E incluso hacerle la comida. Y lo de desnuda sin ningún interés aparente. Raúl, que ya debía de estar satisfecho de tanto follársela, ni se digno a disfrutar una vez más de Ana.

Javier llamó al portero automático. Ana, aterrada, le recordó a Raúl que estaba desnuda. La mandó a vestirse mientras abría a Javier por el portero. Ana se precipitó a vestirse. Aún salió una vez del cuarto preguntando a Raúl donde estaban sus bragas. Vio que Raúl las tenía en sus manos y se las metía en el bolsillo. Otra bragas que iba a perder Ana a mano de sus violadores. Otro trofeo.

Cuando Javier subió todo parecía normal. Ana había hecho un gran trabajado ocultando las pruebas de su violación. Tomaron un café los tres sobre la misma mesa redonda donde Ana había sido violada tantas veces el día anterior sin que Javier fuera consciente del hecho. Javier aun agradeció una última vez el favor a Raúl y este le quito importancia. “Si vuelves a necesitarlo, cuenta conmigo.” y Ana temió más sesiones en las que su marido, sin saberlos, la llevaría y la traería.

Capitulo 5 .- Policías de paja

NOTA: Este capítulo apenas tiene escenas de sexo. Es para cerrar la historia.

“Ana. He encontrado esto bajo la mesita del salón” Javier, con una cara de profunda preocupación, mostraba en sus manos unas bragas de su esposa manchadas con semen. Habían pasado cinco días desde la fiesta del póker. Raúl se había pasado un momento por casa para uno rápido como decía. Solo había tenido que quitarle las bragas bajo las faldas, ponerla a cuatro patas en el salón y follársela. La última vez que vio sus bragas Raúl se estaba limpiando la polla con ellas. Luego no las vio más. Ana pensó que, como otras dos veces, Raúl se ha llevado las bragas a modo de trofeo. No se percató que las había tirado al suelo. Y como había sido algo rápido, no como las otras veces, no pensaba que tuviera nada que limpiar para ocultar su enésima violación.

Ana se quedó en shock. No sabía qué decirle. Su marido iba a pensar que le era infiel y no sabía cómo contarle la verdad.

“¿Quien te esta chantajeando?” preguntó Javier.

Ana aún se quedó más en shock. No solo no le estaba acusando de serle infiel sino que había acertado con lo que pasaba.

“JA… Javier… cariño… encuentras… eso… ¿Y no piensas que te… he sido infiel?”

Ahora el que puso cara de sorprendido, aunque Ana no pudiera entenderlo, fue Javier. “¿Perdona? No. Para nada. Eres maravillosa. Y sé que nunca me harías daño. Puedo tener miedo a veces que me dejes. Eres… maravillosa, dulce, buena conmigo. Me haces feliz… A veces me pregunto por qué estás conmigo. Pero por todo eso sé, que si algún día decides dejarme, sencillamente… lo harás. No me serás infiel. No me harás daño. Pero son tus bragas. Eso es semen. No es mío. Desde que te... pasó lo del asalto te he dejado espacio y no hemos hecho el amor.”

Ana fue consciente que no se había dado cuenta que en tres semanas su marido había sido un encanto, haciendo todas las tareas, preocupándose por ella en todo momento, haciendo por ella todo lo que fuera necesario y no habían hecho el amor ni una vez.

“Si no puedo imaginarte haciéndome daño es que alguien te ha chantajeado para esto… o peor. Ha habido otro asalto y me lo has ocultado por alguna razón. Ana. Amor mío. Sea lo que sea déjame ayudarte”

Ana no se lo creía. Javier seguía siendo ese marido utópico que, en todo momento, la apoyaba, creía en ella sin ninguna duda y la amaba sin condiciones. Poco a poco una lágrima tras otra terminó llorando desconsoladamente. Su marido tiró las bragas manchadas a un lado y se fundió en un abrazo con su esposa. Ambos se sentaron en el sofá y durante 20 minutos Javier abrazó a su esposa, paciente, mientras esta lloraba y se desahogaba por completo.

Al final Ana decidió que debía contarle absolutamente toda la verdad. Sin entrar en detalles morbosos le contó absolutamente todo lo que había pasado. El chantaje, la primera violación, la salida con sus amigos, el falso-verdadero asalto con violación y la fiesta de póker con los tres invitados adicionales.

Javier soltó sus lágrimas también. Sobre todo cuando imploraba el perdón de Ana. Había sido su desliz al volante, habían sido sus amigos, había sido incapaz de ver las señales antes. Javier le imploraba a Ana que le perdonara. Ella se sentía erróneamente culpable por haberse dejado follar decenas de veces y eso hacía que le impresionara aún más la actitud de su marido. Fue una sucesión de ambos pidiendo perdón y ambos exculpando al otro.

“Pero no cambia nada. No puedo vivir sin ti. Tonto” le dijo Ana a Javier. “No eres consciente de la maravilla de marido que eres. He pasado un calvario pero ha valido la pena por mantener a salvo y junto a mí. No quiero perderte, amor mío. Nunca tengas miedo que pueda dejarte. Jamás. Creo que después de esto lo he demostrado con creces”

“Pues yo no puedo vivir dejándote sufrir. Puedo soportar cualquier cosa menos que algo te afecte. No tenemos salida ahora”

Después de un momento de silencio donde no se veía salida Javier le dio una sorpresa a Ana.

“Pero de momento estarás a salvo” Javier sacó dos billetes para un crucero que salía en dos días. “Quería darte una sorpresa. Por lo que habías pasado. No te preguntaba pero te veía desmoralizada. Pensaba que era por… el asalto… no sabía que era tan grave la situación. Pero pensé que diez días en el mar te ayudaría a relajarte y desconectar. Ahora al menos te mantendrá a salvo de…” y otra vez esa mirada de rabia.

A Ana le encantaba el mar. La idea del crucero era perfecta. Javier la conocía muy bien. Había acertado de pleno.

Esa noche hicieron el amor. En el listado de Ana cuando pensaba en las virtudes de Javier también debía incluir que era un buen amante. Con una lengua soberbia siempre dispuesta a recorrer todos los rincones de su cuerpo, sobre todo entre sus piernas. Con un ritmo perfecto, sabiendo el momento justo de cuando debía aumentar, siempre siendo capaz de sacarle orgasmos. Esa noche no fue diferente. Por primera vez en semanas Ana sintió el toque cariñoso de un hombre y puedo disfrutar de unos merecidos orgasmos.

Al día siguiente fue Javier quien informó a Raúl, de forma casual, que se iban de crucero. A Javier le costó mucho disimular su ira. También se tomó el día libre. Si los cabrones de sus… Si esos cabrones quería una visita antes del viaje no iban a poder pillar a su esposa a solas.

El matrimonio subió al crucero dispuestos a empezar el viaje. Poco antes de zarpar Javier se separó para hacer un trámite. Ana se sintió un poco asustada al encontrarse sola. Y tenía razón… pero no como se imaginaba. En el camarote encontró una nota de su marido. “Lo siento. No puedo dejar que pases por esto. Lo voy a solucionar. Te quiero. P.D. No me odies, por favor” Para cuando la encontró el barco había zarpado. Busco a su marido pero la tripulación le informo que se había bajado antes de zarpar. Intento llamarlo al móvil. Apagado. Ana se desesperaba. El próximo ataque sería en cuatro días. Uno más para volar de vuelta a casa. Hasta dentro de cuatro días estaba encerrada en esa jaula flotante.

Ana adquirió por internet un billete de avión para volver tan pronto atracase. El día del atraque bajo rauda del barco… y se encontró a su marido esperándola. Al principio no sabía si sentir rabia, felicidad, perplejidad o que. O sorpresa cuando vio que le acompañaba la inspectora que le atendió después del asalto a su casa.

    

Ana empezó a llorar. Se acercó a Javier que se le veía compungido, preocupado, con miedo… Ana empezó a golpearle el pecho desesperada para luego fundirse en un cariñoso abrazo. Cuando ya se calmo un poco, sin dejar de abrazar a su marido, Ana miró a la inspectora. “Javier. ¿Qué has hecho?”

    

“Tranquila” le dijo la inspectora. “Tu marido nos ha salvado a todas”

    

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Dos días antes el grupo de los cinco chantajistas pasaban el fin de semana en una casa rural propiedad del inspector. En un pueblo donde era la única casa habitada la mayor parte del año. Ese fin de semana no era diferente.

Estaban ebrios y tenían una mujer atada en una silla de ginecólogo. Con las manos al respaldo y las piernas a los estribos. Totalmente desnuda menos por la placa de policía que le colgaba al cuello. El inspector era el que en ese momento estaba entre las piernas de la mujer mientras el resto jaleaba.

Estaban bastante ebrios así que les costó reconocer el ruido. Marcos salió volando dos metros y terminó boca abajo. Mientras el resto intentaba averiguar qué era la mancha roja de la espalda de Marcos, Raúl giró sobre sí mismo al recibir un nuevo impacto. El inspector, desatado follándose a la mujer inmovilizada aun le costó más darse cuenta. Los otros dos se giraron para ver a Javier, con dos escopetas de corredera, uno a la espalda y otra en las manos, que disparó una tercera vez volando el pecho de un tercero. El cuarto intento correr hacia su ropa, donde posiblemente tendría su arma pero ebrio como estaba trastabilló. Javier falló un primer tiro pero acertó con el siguiente. No sería muy buen tirador pero a esa distancia, con un escopeta, no necesitaba tener mucha puntería. El inspector intentó correr pero los pantalones que tenía por los tobillos le hicieron tropezar. Se intento levantar pero le había dado tiempo a Javier para tomar la segunda escopeta y el inspector acabó abatido por un nuevo disparo.

Raúl era el único que aún estaba vivo. Temblando por el shock. “No.. no… por favor.. Javier… somos amigos” Javier no dijo ni palabra, tomó la segunda escopeta, apuntó a la cara de Raúl y se la voló.

La mujer no se le veía asustada. Más bien enfadada. Había un mantel limpio en una mesa cercana y Javier lo uso para taparla. Ahora que se acercó al reconoció. “Usted… usted es la inspectora que atendió a mi mujer. Vaya… esto lo cambia todo”

“¿En qué cambia?” le dijo enfadada. La actitud sorprendió un poco a Javier. La deducción obvia es que era una de las chantajeadas. “¿Vas a matarme también?”

“¿Qué? Oh! No, no…” Javier apartó ambas armas. “No tengo nada contra usted. Solo contra los cabrones que violaron a mi mujer. Pero va a tener que esperar un poco. Lo siento. Primero tengo que asegurarme que lo que le ha pasado a mi mujer no se publicó. Luego la ibero y podrá arrestarme” Javier se encogió de hombros. “Tenía fe que, tal vez, no me relacionarán con esta ejecución. Pero estando usted aquí… ya sé que parece muy claro lo que está pasando y me sorprende. Usted es policía como ellos. No sé si me va a arrestar o no. Y no parece muy afectada con lo que le está pasando”

“Soy inspectora. Si. Pero para estos cabrones solo soy un pedazo de carne. Como todas las mujeres. Pero me niego a comportarme como una víctima. No pienso sentirme como una víctima. “Se le notaba que era una mujer dura. Bien podría ser que fuera su fuerte personalidad la que le permitía afrontar un chantaje así, con esa entereza. “Sospechaba que a tu mujer también la chantajeaban como a mi… pero no estaba seguro. ¿Qué tienes dudas sobre mi? Mira esa pizarra de la pared. Sí que hay mujeres que les gustan cosas muy raras. Lo sé por mi profesión. Pero no estoy aquí por gusto” Que pudiera disfrutarlo era otra historia que no venía al caso.

Había una pizarra con el título de “Porra”. Los nombres de los cinco muertos, una cantidad de dinero al lado y luego rayas verticales.

“Estos… cabrones malnacidos” empezó la inspectora “Mi compañero me tenía chantajeada. Me obligó a dejar los anticonceptivos. El fin de semana después de que me bajara la regla me traían aquí, me ataban todo el fin de semana a esta silla y me follaban uno tras otro. Ni para mear me desataba. Tenía que mear en esta posición y luego me tiraban un cubo de agua sobre el coño para limpiarme. Cada corrida en mi coño, una rayita en la pizarra. Y al final del fin de semana pagaban cinco euros por rayita al bote. Los cabrones querían dejarme preñada. Y el que me dejara preñada se llevaría el bote. Llevo más de un año chantajeada. Y cuatro meses siendo la urna donde los cabrones depositan sus tickets para la porra” Decía con rabia. “Un año ocultándolo todo para que tu, ahora, cabrón, vengas y nos jodas a todas. ¿Te crees que no he pensado en matarlos yo? ¿Qué no van a investigar sus muertes? Encontraran las fotos y los ficheros que tienen sobre nosotras, averiguaran nuestros trapos sucios y serán públicos. No sé que tenían con tu mujer pero la has jodido bien. Y a mí. Y a las otras que dicen que tenían.”

Mientras Javier la escuchaba había sacó su portátil y lo había conectado al móvil de Raúl. Miró un momento la pizarra. Más de quinientos euros había en el bote. Y eso que Marcos iba muy por detrás en la porra. “¿Entonces el resto del mes al menos te dejaban en paz? ¿Y Marcos no quería participar?” preguntó extrañado. “El resto del mes solo me follaban por la boca y el culo. Y Marcos es un cabrón que prefería oírme gritar cuando me enculaba más que ganar la porra” espetó la inspectora. “Menudo plan de mierda el tuyo. ¿Qué pensabas hacer? ¿Matarlos y esperar que no pasara nada”

Javier miraba su portátil. “¿Cómo te llamas?” le preguntó a la inspectora. “Me llamo Isabel. ¿Por?”

“Tu nombre está en la carpeta de las chantajeadas” Javier se levanto y esta vez sí que liberó a la inspectora.

“¿Carpeta? A qué te refieres”

“Mi mujer me contó de una carpeta en la nube donde estos cabrones tenían los datos de sus chantajeadas. El nombre de mi mujer está. El tuyo también. Supongo que puedo fiarme de ti. Ah!. Y mi mierda de plan incluye hacer desaparecer las copias que tienen estos cabrones de sus chantajeadas”

    

“Como… ¿Como lo has hecho?”

“De pocas cosas alardeo… en realidad de solo una. Soy bueno en mi trabajo. Ciberseguridad. Con mi portátil y sus móviles puedo acceder a sus datos. Y como mi mujer me dijo en qué servicio lo almacenaban, ahora que se que carpeta es, también puedo borrar los datos de las copias de seguridad. Ayer rompí su seguridad. No es mala pero… ” Se podía notar incluso cierto alarde en la voz de Javier, totalmente justificado.

La inspectora estaba sorprendida por un plan que podría funcionar y que estaba mucho más allá de sus habilidades. Después de más de un año siendo violada, y no puntualmente como Ana, que su compañero prácticamente todos los días de servicio la forzaba de alguna forma, no se avergonzaba ya de su desnudez. Dejó caer el mantel y empezó a  vestirse en la habitación con Javier.

“Ah! y por si acaso…” la miró de reojo y casi ni hizo caso a su desnudez. “Ve pillando sus llaves. Iré a sus casas a limpiar sus ordenadores. Voy a borrar todas estas carpetas llenas de mierda”

“Espera! ¿Ni las vas a mirar?”

“¿Qué? No… no soy un enfermo.”

“No. Joder… hombre… desde luego que estas hecho de otra pasta. Nadie lo diría. Las otras dos. Sería bueno que supieran que están a salvo.” La inspectora entró en las carpeta del chantaje y tomó los datos de las otras dos víctimas. Una de ellas la conocía por trabajo y la inspectora ya había sospechado que era una víctima. Como con Ana.

La carpeta borrada. Las copias también. Prendieron fuego a la casa y se fueron.

“Espera” le dijo la inspectora. “Antes pasaremos por mi piso”

“No” dijo Javier. “Antes pasaremos por una farmacia”

“¿Por qué?” preguntó la inspectora que no veía razón alguna.

“Por qué no quieres que esos cabrones se salgan con la suya después de muertos” La inspectora cayó en la cuenta. La píldora del día después. Desde luego que ese hombre estaba hecho de otra pasta. “Y luego iremos a tu piso pero.. ¿Por qué?”

“Tengo dos fardos de cocaína que estos cabrones me obligaban a guardarles. Los dejaremos en los pisos de dos de ellos y puede que la investigación piense que eran corruptos y que el asesinato es un ajuste de cuentas”

Así lo hicieron. Pasaron por cada una de los pisos de los chantajistas. Javier se aseguró que no hubiera datos recuperables de los discos, que no hubiera almacenamientos secundarios. Fue exhaustivo y concienzudo. Y su labor tuvo éxito. Absolutamente toda prueba de los cuatro chantajes desapareció de la faz de la tierra.

Además puedo averiguar cuáles eran las contraseñas para acceder a los sistemas de la policía de todos los chantajistas. Se las paso a la inspectora. Así podría fisgar en la investigación sin miedo a  ser descubierta. Javier le explico y luego el monto en casa un sistema para que saltar por media docena de repetidores en internet para que si descubrían los accesos ilegales con las contraseñas de los muertos no pudieran rastrearla.

Dos meses tardaron todas las contraseñas de ser inoperativas. Así de lenta era la burocracia. En ese tiempo la inspectora pudo constatar que la investigación era una vía muerta y que fue cerrada como un tema de policías corruptos que la propia policía estaba deseosa de ocultar.

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Isabel terminó de contarle los detalles a Ana mientras tomaban un café en el puerto.

“No vuelvas a hacerme algo así” le rogó Ana a su marido.

“Lo siento de verdad. Sé que te he hecho daño. Que lo habrás pasado fatal estos días. No quería que te relacionarán conmigo si me pillaban. Si quieres dejarme lo entenderé” Dijo Javier agachando la cabeza.

Ana lo abrazo. “Tonto. No tienes ni idea de la maravilla de hombre que eres. Jamás te dejaría escapar. Tengo muchas suerte de tenerte. Te quiero”

Y se fundieron en un cariñoso beso.