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Vvian, Mi Adorable Vecina. Entrega I.

en Sexo con maduros

Entrega I

De hace bastante tiempo que frecuento la página todorelatos.com; eso sí, hasta ahora solo como lector. Me atraían mucho los relatos que trataban de las casualidades de la vida, esas que llevaban a sus protagonistas a tener un encuentro sexual; ya sea con un desconocido o con alguien con quien siempre soñaron, pero que veían inalcanzable. Como sea, cada vez que leía un relato de este tipo, pensaba en la suerte que tienen algunos; como los que se enteraban de un secreto y tenían la oportunidad de chantajear a la chica indicada, o simplemente estaban en el momento justo en el lugar preciso; y bueno, lo demás solo consistía en aprovecharlo, y en atreverse a aprovecharlo, ya que es fácil decir lo que se haría; pero cuando estas en el momento preciso, es distinta la cosa ¿o no?. Esta es una de esas historias, y gracias a Dios, me paso a mí.

Mi nombre es Braulio; tengo 58 años; estoy un poco sobre peso y vivo en un barrio residencial, de clase media-alta, de esos antiguos, donde la mayoría de los vecinos somos personas de edad; digo la mayoría porque algunos ya nos han dejado, ya sea por algún asilo o por algún cementerio, dejando sus casas a la venta o para que las ocupen sus herederos. En el primer piso de mi casa, tengo una pequeña clínica veterinaria, la que más que ser un sustento es una distracción; pues aquí entre nosotros, no necesito dinero. Es mas, no creo que lo necesite por el resto de mi vida. Al morir mi esposa, el haber de su herencia paso en su totalidad a mí y a mi hijo, un abogado bastante respetable que nunca ha pensado siquiera pedirme un peso. Él vive feliz al otro lado de la ciudad y no lo veo más que un par de veces al mes. Comprenderán entonces que un hombre de mi edad, que vive solo y sin la necesidad de trabajar, necesita alguna distracción aparte de Internet. Es eso precisamente lo que significa la veterinaria para mí; siempre me gustaron los animales y es por eso que dedique mi vida laboral a ellos, y no solo porque no necesitara el dinero los iba a dejar.

Mi vida transcurría en forma más o menos rutinaria; atendía a mis pocos pacientes, la mayoría del barrio; compartía el té de vez en cuando con algún vecino; leía todorelatos y veía una que otra porno. El único que me hacia compañía era Aquiles, un chimpancé que había sido maltratado en un circo y que yo había adoptado después que las autoridades se lo requisaran a los rufianes esos. Como podrán darse cuenta, era una vida bastante aburrida, pero por lo menos era una vida.

Bueno, entremos más de lleno en lo que les quiero contar. Todo empezó cuando llegaron mis nuevos vecinos de junto. No tengo palabras para expresar con exactitud lo que sentí cuando los vi parados junto a su auto, contemplando como los de la mudanza descargaban sus cosas. Ella estaba echa una diosa, rubia; alta de 1.80 mas menos; traía puesta una camisa anudada a la cintura y unos vaqueros desgastados, nunca lo olvidare; una verdadera obra de arte; esa cintura de avispa; su culo generoso e increíblemente bien formado.... OH Dios, sus piernas proseguían la forma de sus caderas con perfecta armonía; y que decir de sus pechos, unos melones que a simple vista se apreciaban grandes y firmes bajo esa camisa. Me podría explayar en forma magistral describiendo la belleza de esa mujer, pero creo que para el caso es mas practico que les diga, o mas bien les afirme, que era una verdadera Playmate. Junto a ella estaba el que deduje su marido, un tipo también rubio, de semblante simpático y de buen porte, supongo que las chicas no dudarían un segundo en asegurar que era un tipo atractivo; yo, aparte de estar embobado por la chica, solo pensé que hacían buena pareja.

En los días que siguieron, me faltaban excusas para salir al jardín y tratar de ver a mi nueva vecina, o en el mejor de los casos quizás hasta podría tener la suerte de entablar una conversación con ella o con su marido. Es por eso que sacaba la basura como tres veces al día, incluso hasta regresaba con ella cuando me daba cuenta que nadie me veía. Lamente tener un chimpancé y no un perro para poder sacarlo a pasear, hasta podría haber hecho que se cagara en su jardín, para así hablarle y pedirle autorización para limpiar yo mismo las suciedades de mi mascota; pero que mas da, yo no tenia perro. Incluso debo confesarles que hice un orificio en la muralla del segundo piso que daba al patio de ellos, desde donde pude ver la piscina, pero como aún no era verano de poco me servia espiar por ahí. A lo mas la veía pasar al cuarto al final de su patio, pero eso era como verla salir de su casa; bueno, no niego que había cierto morbo en espiarla de esa manera; pero ¿qué le íbamos a hacer?, solo ansiar la llegada del verano.

Pasaron un par de meses, empezaba el verano, y yo ya perdía las esperanzas de acercarme a ella. Debo decir que para esas alturas lo mío ya era crónico, no dejaba de pensar en la chica. Sabía que nunca podría cojermela; es más, nunca me había cojido a una chica de ese calibre, y a mi edad.... pues ella podría ser mi hija, menos opción tenía. Pero me quitaba el sueño, no de una manera depresiva, sino que me provocaba bastante morbo espiarla, mirarla con ojos de viejo verde; pues no sé si me explico, no habían sentimientos de por medio, sino un gran y vil morbo.

Una mañana, estaba tomando desayuno y pensando que tal vez ese día podría tener suerte y verla en su patio mas liviana de ropa, pues ya hacían días calurosos y quizás ella, al sentirse segura en su patio, saliera con las diminutas prendas con las que me la imaginaba en mis sueños; que se yo, en bikini o en ropa interior. En eso ocupaba mi cabeza cuando sentí el timbre. Pensé que algún paciente me arruinaría mi mañana de voyerista. Salí a abrir la puerta y casi caigo muerto ahí mismo de un ataque al corazón; eran ellos, mis vecinos de junto, me quede mudo, no fui capaz ni siquiera de decir un “buenos días”.

―Disculpe, la Sra. Gladys nos dijo que usted es veterinario―dijo ella.

Salí de mi aturdimiento y le dije que sí, en ese momento vi al perro que llevaba en brazos, un labrador adulto.

―¿Qué le pasa?―pregunté.

―Se llama Buba, hace dos días que no come, y como que trata de vomitar―me respondió él.

Los hice pasar; tomé al perro y lo lleve a la mesa donde suelo examinar a mis pacientes. Mientras revisaba a Buba, de reojo la podía ver, estaba a menos de dos metros de mí, lo que basto para provocarme una tremenda erección; por suerte andaba con delantal.

 Llegue a la conclusión que el perro no tenía más que una infección, algo había comido que le había hecho mal. Le recete unos medicamentos y les dije que lo tendría en observación todo el día. Me lo agradecieron y se presentaron como Guillermo Montes y su esposa Vivian, mis vecinos; les dije que ya creía haberlos visto antes (claro, como no). Les invite un café, el cual aceptaron.

Era día Sábado, supongo que no tenían mucho que hacer. Platicamos un rato; el tenia 32 años y era ejecutivo de una empresa internacional; ella tenia 28 y era azafata; viajaban regularmente por lo que muchas veces su casa se quedaba sola. Claro, yo entendí el porque ella desaparecía cada cierto tiempo, dejándome tardes completas en mi puesto de voyerista sin resultado alguno. Me contaron que la hermana de ella se había mudado a un departamento y que les había suplicado hacerse cargo de Buba. Al parecer no les había gustado mucho la idea, pero en esos dos días de verdad se habían encariñado con el tierno animal. Les conté a grandes rasgos lo que yo hacia y que había sido de mi vida hasta ese momento; les presente a Aquiles, a ella pareció asustarle, pensaba que los chimpancés eran más pequeños. Le dije que en efecto, este era grande para su especie, bien erguido media cerca de 1.20 mts. Bueno, resumiendo, hicimos buenas migas, les parecí una persona agradable y me propusieron cenar con ellos esa noche.

En la cena nos reímos mucho; nos entendimos bastante bien, lo que dio inicio a visitas regulares entre nosotros. El perro se recupero en unos días, y no hacia más que mover la cola cuando yo aparecía. Las primeras veces, Vivian se vestía algo recatada, pero a medida que fue creándose confianza, empezó a usar escotes y jeans ajustados que a mi me volvían loco; obviamente yo disimulaba muy bien, si se daban cuenta del morbo que sentía por ella, perdería todo lo que había avanzado. Eso si, me reconfortaba haciéndome tremendas pajas en honor a ella cuando volvía a mi casa, imaginándomela en cueros o con alguna lencería erótica, de esas bien pequeñas.

Como les dije, debido a sus trabajos, viajaban bien seguido y habían veces que solo uno de ellos estaba en casa. A mí en especial (ustedes comprenderán), me agradaba cuando ella se quedaba sola por uno o dos días. Yo, ni tonto ni perezoso, la invitaba a cenar o la iba a visitar con cualquier excusa. Recuerdo una ocasión, cuando fui a tomar el té, que traía puestos unos jeans ajustados, a la cadera, y un peto;  y les aseguro que debajo de ese peto no había nada más que su tierna piel; pues ese par de melones saltaban firmes y redondos a cada paso que ella daba. Su marido no estaba, así que cada vez que se daba vuelta, mis ojos recorrían minuciosamente sus increíbles curvas, poniendo especial énfasis en su perfecto culo; ¿les dije que Vivian tiene un culo de diosa?, pues quede corto, les aseguro que esa cola llegaba a ser deforme de lo bien formada que estaba. También aproveche de ver mas de cerca sus senos, pues al estar sin brassier, me podía dar una idea bastante certera de la forma de sus tetas, y con el escote que le dejaba el peto, pues guuuaaauu, ¿qué les puedo decir? Me sentía en el cielo. Y por si fuera poco, como si yo no hubiera estado lo suficientemente caliente, cuando estábamos a la mesa, me comento que ya empezaba a hacer calor y que estaba pensando limpiar y llenar la piscina. Esa noche me hice una paja de ensueño mientras recordaba como se veía y me la imaginaba en bikini; “Debo comprarme un traje de baño” pensé.

Para mi pesar, al principio de la primavera, me agarro una de esas alergias que parece que no te abandona hasta tus últimos días; así que ni hablar de que me invitaran a la piscina...Bueno, yo habría ido igual, pero ellos pensando en mi salud y ni lo mencionaron. Para más remate el maldito árbol, justo entre su piscina y mi posición de espionaje, dio mas hojas que una puta imprenta, quedo como una muralla verde, dejándome sin posibilidad de fisgonear.

A estas alturas ustedes se preguntaran “¿a qué iba este viejo tonto con ese discursillo de las oportunidades y esas estupideces?”. Pues a eso voy, un poco de paciencia que por aquí ya empiezan a tener sentido todas esas pavadas.... porque ahora que las leo.... creo que tienen razón, no son mas que pavadas; pero bueno...algo tienen que ver.

Como ya les dije, mis vecinos tomaron mucha confianza conmigo; tanto así, que un día me sorprendieron pidiéndome que alimentara a su perro y a sus canarios durante dos días que coincidirían fuera de la ciudad. En realidad esas coincidencias se daban bastante seguido, pero dado que la ultimas vez Buba había dejado sus desechos por todo el patio y la casa (ya que la puerta trasera tenia de esas entradas de perro); decidieron que lo mas seguro para el perro y sus propias pertenencias, era que alguien lo alimentara y sacara a pasear en la tarde para que estirara las patas e hiciera sus inmundicias por ahí. Como ustedes comprenderán, acepte encantado; me gustaba sentirme útil para ella, y por consiguiente mas cercano. En realidad no vi el potencial de la situación hasta que Guillermo, antes de irse al aeropuerto me entrego un juego de llaves completo de la casa.

―Deje los canarios sobre el diván de la cocina Don Braulio, bueno y usted ya sabe donde esta la comida ¿no?―dijo algo apresurado.

―Pues claro, no te preocupes muchacho―respondí, ocultando mi extrañeza como el mejor de los actores. Sabía que tenían que entregarme las llaves del portón para poder entrar al patio; pero pensé que se limitarían a eso, que dejarían los canarios en el cuarto de herramientas tras la casa o que me los traerían a mí. Nunca pensé que tendría libre acceso a su casa; a su cocina; a su baño; a su sala.....a su dormitorio.

Esa noche, luego de alimentar a Buba y a los canarios entre a su casa; no me preocupaba que los demás vecinos se dieran cuenta que alguien estaba en la casa; ya que Vivian y Guillermo no eran muy sociables, por lo que dudaba mucho que se supiera en el barrio de la ausencia de ellos. Además, si por alguna razón me preguntaran les diría que las había encendido para espantar a los ladrones.

Revise todo el primer nivel; ya lo conocía bastante bien, pero quería alargar un poco mas el gusto y el morbo que me provocaba estar a solas en esa casa. Cuando subí las escaleras al segundo piso, me invadió una emoción increíble. Me reía solo cuando llegue arriba, pero todo vestigio de sonrisa se borro de mi cara cuando abrí la puerta de su dormitorio.

Era amplio y estaba muy bien decorado; la pareja tenía buen gusto. Había una cama de dos plazas extra grande, de esas que puedes dormir con pies y brazos estirados y no encontrar el borde. Dos veladores de madera envejecida, llenos de figuritas de porcelana, igual que la cómoda que se notaba era del mismo conjunto que los veladores y el armario. Las murallas estaban recién empapeladas con formas y colores que hacían juego con el plumón de la cama. Toda la habitación estaba alfombrada, y la armonía que irradiaban sus muebles daba una sensación de calidez. Pensé que Guillermo era muy afortunado; pasaba todas las noches en esa preciosa habitación con una escultural mujer a su disposición.

No demore mucho en encontrar la ropa interior de Vivian. Tenia tangas de todos los tamaños y colores. Se notaba que a Guillermo le gustaba verla en ropa interior, porque habían conjuntos muy sexys. Jugué largo rato con esas maravillosas prendas. Me imaginaba a Vivian desfilándome en ropa interior; me pasaba los tangas por la cara y rodeaba mi erecto miembro con los coraless mas pequeños que encontré... Pues claro que los deje llenos de semen, pero sabia que tenia tiempo para lavarlos y dejarlos donde estaban e intactos.

Una vez que me sentí satisfecho, solo de curioso, empecé a husmear en los cajones de los veladores; quería saber a que lado de la cama dormía Vivian. Unos estuches de maquillaje me entregaron la información que necesitaba. Revise la parte de abajo del velador y encontré una cajita que tenia un pequeño candado de código numérico, lo tire pensando que estaría abierto pero no abrió, el número no era el correcto. Me frustre pues seguramente en la caja habrían algunas joyas. No piensen mal, no pretendía robar nada pero se me ocurrió que cuando llegara el día del cumpleaños de Vivian podría regalarle justo lo que le faltara y quedaría muy bien con ella. En ese momento me di cuenta de algo, el código del candado era de 4 dígitos, en ese momento estaba en 1609 y me acorde que el cumpleaños de Vivian era el 16 de Octubre. El 16 ya estaba y los otros dos al moverlos en conjunto me daban justo el 10, “no pierdo nada con probar” me dije, cambie los números y la caja se abrió. Cual seria mi sorpresa al darme cuenta que no aran joyas lo que contenía la caja.

CONTINUARÁ.