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Una bella y Normal mujer y su tío. Cap III

en Sexo con maduros

La primera parte de este relato fue escrita por qazwsx1 y esta en la categoría “sexo con maduros”. Sin embargo, por problemas personales, él se vio impedido de continuar con la historia de Cristina y su Tío político, por lo que me pidió que redactara la segunda parte de esta historia, publicada y abandonada por mí hace mucho tiempo. Algunos autores propusieron algunas continuaciones; sin embargo, no quise dejar de compartir con ustedes la versión que siempre ha estado en mi cabeza y que ha alimentado mi morbo durante tanto tiempo.

  

Una bella y Normal mujer y su tío.

Cap. III

  

Lo que había pasado estaba alterando sobremanera a Cristina. No entendía cómo había sido capaz de dejar que otro hombre la tocará, más aún un hombre mayor, un hombre de la absoluta confianza de su marido, su propio tío político. Tío Antonio había criado a Miguel desde los catorce años, cuando sus padres habían fallecido en un lamentable accidente. Lo que convertía a aquel hombre en su suegro, en el abuelo de sus hijos.

 Todo había comenzado cuando permitió que Miguel invitara a vivir a su casa a tío Antonio después de la muerte de su mujer. Después de unos meses, donde aquel hombre se había convertido en un apoyo para la casa y un familiar de confianza para toda la familia, ella descubrió que el viejito en apariencia inofensivo tenía un lado oscuro. Un lado oscuro que la había elegido como inspiración de sus fechorías. Lo había sorprendido espiándola mientras se duchaba. Había descubierto que la admiraba desde hacía muchos años y que mantenía una colección de fotos de ella de distinto calibre, inclusive erótico, colección que se atrevió a llamar su “tesoro”.

 En ese instante se había sentido traicionada, indefensa ante los macabros deseos que suponían la admiración de su suegro. Pero él, ante la idea de que ella lo sacara de la casa, se había deshecho en disculpas y suplicado su comprensión. Que entendiera que ante la belleza de su cuerpo, la elegancia de su figura y la sensualidad de sus movimientos, él no había sabido oponer resistencia a la imperiosa necesidad de admirarla. Le había suplicado que no le contara nada a Miguel, que así como había mantenido el secreto durante tantos años ahora lo podían mantener los dos y no provocarle un gran sufrimiento al sobrino que era como un hijo, el marido de su musa.

 Ante semejantes argumentos, y viendo las lagrimas que se aglomeraban en los ojos de aquel pobre viejo, Cristina había cedido, había aceptado darle un tiempo y pensar en las alternativas que tenia. Precisamente en estas sesiones de ensimismamiento, de conversar consigo misma, fue que conoció una parte de ella que hasta ese momento se había mantenido al margen de su vida. La idea de que Don Antonio, un hombre con ninguna posibilidad de estar con una mujer como ella, tuviera esa necesidad de admirarla, una mujer prohibida para él, la mujer de su hijo, la inalcanzable mujer de su hijo…. y aún así lo había hecho. Le había escupido en la cara a la moral, a lo correcto, para lanzarse a las turbias aguas del taboo, del deseo carnal. Ante semejante idea se sorprendió conmocionada, y no de forma desagradable. Se sintió admirada, el centro de atención del instinto de un ser inferior, la causa del volcamiento de la ética de un hombre respetable, de un padre, de un abuelo…. La causa de un malsano deseo.

 Estas extrañas sensaciones habían llevado a Cris a un mundo nuevo, a una realidad donde se había dejado tocar, con un consentimiento implícito en su dejo de protesta, por uno de sus pacientes: el Sr, Reyes. Apenas había sido una pierna, pero había sido consciente de que había dejado tocarse por un hombre mayor, un hombre que no era su marido, un tímido adulto mayor con un deseo irrefrenable. Ella era la causa, su curvilíneo cuerpo, sus largas piernas, su elegante figura, su precioso rostro. La admiración que provocaba a esos niveles inmorales la hacían sentir extraña. Cualquier hombre podía piropearla, inclusive acosarla, pero era parte de la naturaleza humana; los hombres deseaban a las mujeres, la ley de la vida. Pero que su suegro se atreviera a espiarla a escondidas, que uno de sus pacientes se arriesgara a ponerle las manos encima, le habían provocado sensaciones irracionales, desembocando en un consentimiento apenas consiente para los avances del Sr. Reyes y en un acuerdo con Don Antonio, débilmente excusado en el bienestar de Miguel.

 En ese mundo nuevo, se había vuelto cómplice del extraño hobby de su suegro. La aparente seguridad del secreto que mantenían la habían llevado a liberarse a sus nuevas sensaciones y acceder a posar desnuda para su pobre admirador. Se descubrió disfrutando ante la cara de impresión y de impulsos apenas retenidos que tío Antonio ponía mientras la fotografiaba. El taboo y la pincelada de infidelidad que representaban esos impensados actos mellaron en su conciencia, pero no con la fuerza necesaria para dar marcha atrás. Se había convencido que estas extrañas sensaciones habían terminado beneficiando a Miguel pues era con él con quien daba rienda suelta a sus nuevas necesidades.

 Después de su primera sesión de fotos fue solo cosa de tiempo para que sintiera la necesidad de volver a mostrarse frente a su cómplice. El recato que tío Antonio había mostrado e inclusive la falta de presión para volver a buscarla, la habían convencido del control que mantenía sobre su pequeño secreto y su insensato admirador. Fue así como vivió el segundo avance del Sr. Reyes quien, valiéndose de las nulas protestas de Cris, se había atrevido a explorar su bien formada cola, masajeándole el trasero mientras esta lo atendía. Las extrañas sensaciones volvieron a raudales, nunca nadie la había tocado en una parte tan intima como su cola aparte de su marido, y no le había desagradado. La esencia de lo prohibido, el atrevimiento de aquel Señor ya mayor y su evidente consentimiento gatillaron una ansiedad y emociones que no sabía satisfacer.

 Ese día había llegado a casa confusa pero a la vez emocionada. Sintió la necesidad de ser admirada. Todo era seguro…. los niños en el colegio… Miguel en el trabajo… y la conversación con su tio-suegro… “Don Antonio, ¿Usted cree que las fotos de la semana pasada salieron bien?” había preguntado ella. La emoción del pobre viejo y la renovación de los votos de silencio, terminaron en una segunda sesión de fotos. Pero esta vez las cosas no salieron tan bien como ella esperaba. Las cosas se descontrolaron.

 Primero había cometido el error de alterar a su fotógrafo con un atuendo ajustado y provocador… pero se sentía tan segura… y la cara de ese pobre hombre al admirar sus sensuales prendas e increíbles movimientos… no tardo en mostrar su piel desnuda, su cuerpo indefenso y expuesto. Cuando tío Antonio exploto y le dijo “Que maravillosas tetas”, volvió el ansiado descontrol de su admirador. Había identificado en esa vulgar expresión el inequívoco síntoma de las emociones prohibidas de aquel pobre esclavo y ella lo estaba provocando, su cuerpo era un manjar inalcanzable para los deseos más profundos de su suegro, pero ella le serbia un banquete a los ojos desorbitados del anciano.

 Lo que siguió, ahora que lo meditaba, había sido consecuencia de todo lo demás, que más se podía esperar con esa clase de juegos, con esa clase de sensaciones. Ella misma lo había empujado a sincerarse, inconscientemente sabia que lo que él quería pedirle no podía apuntar en otra dirección, sin embargo lo tentó a desahogarse. Él quería tocarla. Ella había disfrazado la corriente de ansiedad con una máscara de indignación. El pobre hombre volvió a deshacerse en disculpas, tanto que ella se había compadecido de él, o eso quería pensar. Ante su propia sorpresa había aceptado ser tocada, acepto exponer sus pechos, sus redondos e inmaculados senos para complacer el deseo prohibido de su admirador. Solo sería un momento le indico, solo hasta que ella dijera basta. Pero que había pasado…. ¿Por qué no dijo basta antes?, ¿Por qué dejo que las manos de otro hombre se posaran sobre la tela de su pequeño delantal y luego sobre su piel?, incluso contemplo como su suegro estaba a escasos centímetros de sus magreados senos, y dominada por aquellas extrañas e infames sensaciones lo condujo a alimentarse de ellos. Lo observo mamar como un becerro muerto de hambre, chupeteaba, lamia y gozaba los pechos de la mujer de su querido sobrino, de su nuera, una mujer prohibida para él y ahí estaba como un viejo verde abusando de la complicidad de su inocencia y confianza. Las manos de su tío ya no se limitaron a sus pechos, sino que recorrían todo su cuerpo en un frenesí descontrolado. El taboo, lo morboso y lo bizarro de los actos que aquel viejo perpetraba la tenían en un mundo insano, amoral, de un libertinaje condenado al desastre….. Pero no podía decir basta. Nunca se había sentido tan deseada. El mero acto de permitir que profanaran su cuerpo, de compartir lo que ante los ojos de Dios y de la Ley le pertenecían única y exclusivamente a su marido, no la dejaba pensar, solo sentir. Si no hubiera sido por esa mano intrusa que trato de introducirse entre sus muslos, aquella que despertó su sensatez, quien sabe que hubiera pasado. Reacciono liberando su cuerpo de los deseos de tío Antonio. Lo había empujado y pedido que se fuera.

 Si bien Cristina había dejado que el acuerdo con tío Antonio continuara, la culpa y el miedo a las consecuencias de sucumbir ante estas nuevas sensaciones que se habían desencadenado en ella, la llevaron a evitar cualquier posibilidad de una tercera sesión fotográfica. El placer que Miguel le daba en la cama, acrecentado por los recuerdos de  aquella escena, donde se entregaba a los insanos deseos de su tio-suegro, mantenían su “ansiedad” controlada. Aparte había aprendido que tocándose ella misma, imaginándose entregada a la admiración de tío Antonio o el Sr. Reyes, podía poner a raya esas extrañas sensaciones que la atormentaban cada cierto tiempo.

 Este dominio sobre las nuevas necesidades de su cuerpo, dieron cabida a sentimientos de culpa en el corazón de Cris. Si bien antes amaba a su marido; ahora, con los apuros que tenía en la cama, los que Miguel gustosamente saciaba, le habían dado un apasionado refresco a su amor. Por esto al ver las fotos que tío Antonio le mostraba, si bien seguían provocándole estas extrañas sensaciones, cada día le propinaban estocadas de culpa más profundas.

 Después de todo lo pasado y tras darle muchas vueltas al asunto decidió hablar con Tío Antonio. Esa mañana, después que su marido y los niños hubieron salido a sus labores diarias se sentó junto a su suegro en la cocina.

 ―Tengo unas fotos preciosas Cris, te ves increíble, como un angel caído del cielo―dijo el viejo mientras encendía su notebook.

 ―Necesito hablar con usted tío―Antonio la miro, ella bajo la pantalla del equipo frente a él― no podemos seguir haciendo esto.

 ―¿A qué te refieres…

 ―No le quitare sus fotos, siempre que usted me diga donde están todas las copias que tenga y las guarde en un lugar seguro y con clave en su equipo. Creo que esto no debió haber pasado nunca. No le mentiré, fue agradable este juego que compartimos y le agradezco mucho su “admiración” hacia mí, pero no está bien. Ambos amamos a Miguel y esto aunque él no lo sepa le hace daño.

 ―Pe..pe..pero… si es nuestro secreto… él nunca lo sabrá por mi boca y mis archivos están muy seguros, los tengo bajo cuatro claves, conseguí un programa exclusivamente para proteger nuestro secreto―la voz de tío Antonio se mostraba desesperada.

 ―De verdad lo siento tío, pero he tomado una decisión. Esto termina ahora. No quiero que me saque más fotos y no volveremos a hablar de esto.―dicho esto Cristina se puso de pie y saco su escultural cuerpo de la cocina.

  

***

  

El viejo quedo solo y su rostro paso de la aflicción a la ira. Dio un fuerte golpe en la mesa de la cocina y sentía que casi lloraba de la impotencia. Tenía ganas de seguir a su nuera y violarla en el acto, pero retuvo sus impulsos. ¿Qué estaba pensando?, era la mujer de su sobrino querido, la mujer que admiraba con ese deseo que nace de las ansias  más oscuras del hombre. Había avanzado tan bien, había logrado mamarle las fabulosas tetas con su propio consentimiento; la había manoseado ese culo precioso, sentido esa piel tan suave y tersa; había estado tan cerca de empapar sus dedos en los gloriosos jugos de la zorra de Cris….. ya se había convencido que iba a ser suya y todo se fue al carajo en un segundo. El viejo Antonio se tomaba la cabeza, en su desesperación no podía pensar, no podía renunciar a esto así como así, necesitaba adueñarse de su musa. Nunca había tenido en su vida una mujer así y no podía olvidar esas fabulosas tetas, y ese culo redondo y firme y esas piernas sedosas, largas y poderosas. “Al diablo lo que está bien o mal” se dijo para sí. ¿Cómo ella podía desecharlo tan fácil?, se cuestionaba. Lo había visto en sus ojos, él había sabido despertar la lujuria en ella. ¿Qué estaba pasando por la cabeza de su nuera?. No encontraba respuestas a nada pero se tranquilizo pensando que sabia donde encontrarlas.

 Esa misma tarde fue a ver a su amigo Gustavo.

 ―¿Pero si no es el suegro del año?―lo recibió Gustavo ni bien abrió la puerta.

 Tío Antonio pasó sin esperar invitación.

―Necesito contarte algo, creo que metí las patas hasta el fondo―le dijo Antonio ya instalado en el living.

 ―Bueno hace tiempo que no vienes, supuse que estarías revolcándote con tu nuera, preso o por lo menos en la calle tratando de encontrar algún asilo para viejos verdes―se burlaba el viejo Gustavo viendo la cara de compungido de su sorpresivo visitante.― a ver, cuéntame que pasa.

 ―El otro día Cris accedió a otra sesión de fotos.

 ―Supongo que las traes―lo interrumpió con malicia Gustavo.

 ―No se me ocurrió….

 ―Pues nunca se te ocurre. Ni siquiera he visto las otras. Tu nuera está más buena que la cresta. De solo pensar en que yo también me la voy a culiar me saca de quicio.

 ―No hables así Gustavo. Recuerda que Cristina es la esposa de Miguel, la madre de mis nietos, un poco de respeto.

 ―Jajajaja…bonita la cosa, el muy bastardo se la quiere encamar y para hacerlo hace un trato con el diablo, “mua”. Y ahora quiere respeto… corta el hueveo y dime en que anda la putona esa.

 Tío Antonio lo miro con cara de disgusto pero al cabo ambos se largaron a reír.

 ―El otro día en la sesión que te cuento, le pedí que me dejara tocarla― empezó tío Antonio ante la expectante mirada de Gustavo.

 ―¿Y, te dejo?.

 ―Si.

 ―Eso!!! Lo sabía, sabía que la muy zorra no podía ser tan decentita con ese cuerpazo.― el entusiasmo de Gustavo solo se comparaba al desgano que sentía tío Antonio al compartir su tesoro― ¿y? ¿y? anda viejo de mierda cuéntamelo todo.

 Tío Antonio si bien había acordado entregarle a Cristina a su malsano amigo, en realidad nunca había pensado en hacerlo. No solo porque fuera la mujer de su sobrino, sino porque la quería para él solo, la admiraba y la deseaba, pero quería gozarla él, no entregarla a cualquier malviviente que se calentara con ella. Había accedido porque todo había empezado como un juego, el desahogo de un par de viejos. Ni siquiera se había permitido mostrarle las fotos más comprometedoras, solo una que otra en algún ángulo interesante. Pero ahora las cosas cambiaban, estaba confesando un avance mucho más comprometedor y dispuesto a pedir consejo para llegar hasta el final. Si es que se podía, confiaba en que Gustavo sabría cómo hacerlo. Como lo veía, tenía dos alternativas: dejar las cosas como estaban y confiar en que Cris se arrepintiera y volviera a él; o ser honesto con Gustavo, traicionar a su musa, planear la caída de esa extraordinaria hembra y compartirla con su compañero de cacería. En su cabeza resonó “De verdad lo siento tío, pero he tomado una decisión. Esto termina ahora” y supo que si no hacia algo al respecto nunca volvería a ver el rostro de sumisa entrega que su hermosa sobrina le había regalado mientras devoraba sus increíbles tetas.

 ―Le pedí que me dejara tocar sus pechos.

 ―¿Y te dejo así como así?.

 ―No, al principio se mostro molesta y yo reaccione disculpándome como un niño que sabe que se avecina una paliza.

 ―¿Estaba en pelotas?― pregunto Gustavo con relamida malicia― Anda dime como es en pelotas, ¿Cómo tiene esas tetazas, las tiene tan firmes y redondas como parece?.

 ― Si, lo estaba, sin nada encima, con esas tremendas tetas apuntando al cielo. Se había puesto un diminuto delantal pero ya se lo había quitado. Se veía exquisita con taco y ese ajustado delantalsito que apenas le cubría el culo.―de solo recordarla el pobre viejo maldecía su mala suerte. Además exponiéndola a Gustavo sentía que de cierta manera se desquitaba de la indiferencia con que su nuera lo había desechado― Cuando se hizo la indignada se lo volvió a poner. Se cruzo de brazos mientras me deshacía en disculpas, pensé que la había cagado y me maldecía para mis adentros, me acorde de ti y seguí en mi papel, siempre de hueón. Ya me había resignado y me disponía a irme cuando ella me detuvo.

 ―Grande Toñito, así que la niña bonita se compadeció.

 ―Me dijo que solo un poquito, solo hasta que ella dijera basta. Dios, en esos segundos que se demoro en caminar hacia el costado de la pieza, con ese caminar tan sensual, se apoyo de espaldas a la muralla y yo la seguí con el corazón a punto de estallar… Tú sabes que ella es más alta que yo, y con esos tacos sus tetas me quedaron justo en frente de mi rostro. No sé si fue el nerviosismo o el miedo a que fuera un sueño pero apenas pude levantar las manos y apoyarlas sobre sus pechos… No dijo nada mientras le manoseaba las tetas cada vez más fuerte, tan firmes y grandes― Tío Antonio se había ensimismado en su relato mientras el viejo Gustavo escuchaba con la boca abierta―  Tampoco dijo nada cuando le desabroche el delantal y libere sus hermosos senos… estaban a escasos centímetros de mi rostro, los tome en mis manos y sentí una suavidad increíble, ¡que tetas las de mi sobrina! tersas, firmes, suaves, con esos pezones rosaditos… duritos… no podía quitarle los ojos de encima. Temí que estuviera a punto de detenerme, de decirme basta, la mire a los ojos pero no dijo nada, solo contemplaba mis manos sobre sus hermosos pechos. Y de repente….

  ―¡¿Qué, qué?!― Pregunto al borde del infarto Gustavo ante la pausa de Tío Antonio.

 ―Tomo mi cabeza y me guío a comerle las tetas―dijo tío Antonio mirando al vacio como si no creyera en su propia historia― Que sabor más increíble, sabia a duraznos, deliciosas, que piel más sabrosa… y esos pezones, los relamí como un bebe. La mire y estaba entregada, esa cara de placer, la muy golfa lo estaba gozando y pensé que ya estaba hecho, iba a ser mía. Me atreví a meter las manos por su espalda y bajar hasta ese culazo que tiene. No podía creer la suavidad y dureza de esas nalgas, se las apretaba con fuerza y la manoseaba a placer desde su espalda a sus generosos muslos…. Estaba en el cielo comiéndole las tetas y estrujándole el culo. Hace décadas que no tenía la tranca tan dura y la apoye en su pierna, la apreté contra su pierna para que la sintiera.― Antonio quedo en silencio, detuvo su relato como quien en medio de una broma se acuerda de una pena muy grande.

 ―Y?, no te quedes callado a estas alturas. ¿Qué paso?― lo ínsito Gustavo.

 ―Pues no sé, quise probar que tan mojada estaba pero cuando trate de meter mi mano entre sus piernas me aparto de un empujón y me mando a volar de la habitación― el tono de Antonio denotaba su disgusto.―Estaba tan cerca… tan cerca…

 Por unos instantes el silencio se impuso hasta que Gustavo exploto en una carcajada que a Antonio se le antojo un tanto malévola.

 ―¿De qué te ríes?. La cosa no acaba ahí, hoy Cristina me dijo que ya no la fotografiara más. Que nuestro acuerdo se cancelaba.

 ―¿Y por eso estas tan triste?―respondió Gustavo divertido― que no te das cuenta que estas a un paso de conseguir lo que quieres… lo que queremos.

 Antonio lo miro incrédulo. Acaso Gustavo estaba jugando con él o de verdad tenia la solución, la llave para poseer a Cristina.

 ―No lo ves verdad, por eso estas aquí. No sabes que hacer y te está volviendo loco― lo increpo Gustavo aún entre risas.―Pues que te vuelva el alma al cuerpo viejo idiota pues yo tengo la solución. Sé exactamente lo que debes hacer para que Cristina habrá esas increíblemente bien formadas piernas para ti y luego para mí.

 La sola mención de que Gustavo disfrutara del cuerpo de su nuera le irritaba en lo más profundo. Sin embargo Antonio recordó el desprecio de Cristina y se descubrió admitiendo que entregarla a Gustavo podría ser un buen castigo para ella.

 ―Entonces dímelo. ¿Qué hago?.

 Gustavo paso de la burla a adoptar el formato de un oportunista hombre de negocios que sabe que lleva las de ganar.

 ―Quiero las fotos de la última sesión. Y no quiero unas cuantas vistas rápidas en tu portátil. Las quiero todas en CD para poder disfrutarlas en la privacidad de mi habitación. Quiero ver en pelota a Cristina, quiero ver clarito sus tetas, su culo y lo húmeda que se le ponía la zorra de puro mostrarla.

 La expresión de Gustavo al imponer su precio era implacable. Antonio supo que esta vez no podría conseguir nada sin compartir su tesoro. Por su mente paso fugazmente la promesa de mantener las fotografías solo para él, pero apenas pensó en las consecuencias de mantenerla opto por la traición.

 ―Está bien, te las traeré. Tienes mi palabra.

 ―Nada de palabras. Quiero las fotos, luego hablamos.

 Eso sorprendió a Tío Antonio. Se dio cuenta que realmente pensaba hacer lo mismo de siempre, prometer pero no cumplir. Ahora Gustavo no lo toleraría, le estaba pidiendo el pago antes de sus valiosos consejos. Trato de persuadirlo, realmente necesitaba calmarse, necesitaba tener la certeza que Cristina aún estaba a su alcance y mientras antes mejor. Sin embargo, no hubo manera, Gustavo estaba cerrado en sus exigencias, quería las fotos antes de cualquier consejo o sugerencia.

 De camino a casa Antonio no dejaba de debatir en su cabeza acerca de que debía hacer. Se le ocurrió que quizás esta exigencia de su amigo por tener las fotos de Cristina era porque en realidad no tenía esperanzas de que se pudiera recuperar lo perdido, por lo que quería las fotos antes de darle algún consejo descabellado o meramente lo mismo de siempre “paciencia, espérala y verás”, pero él estaba seguro que ya no resultaría, esta vez Cristina tenia la seguridad y el convencimiento de que lo que estaban haciendo estaba mal, y para que se iba a mentir él mismo, él quería poseerla y eso no era bueno, por lo menos no para ella y su marido.

 Maldición, la conciencia combatía a brazo partido con los deseos de poseer a su nuera. Pensaba en lo bajo que sería compartir su tesoro con Gustavo, de solo imaginarlo viendo a Cristina desnuda, exponiendo su hermoso cuerpo a la cámara, en esas posturas que él sabía eran muestra suficiente de lo ardiente que se ponía al exhibirse. Imaginaba a su amigo agarrándose el paquete mientras veía esas fotos que solo debían ser para él, su tesoro, y la rabia lo inundaba, el asco lo consumía. Y luego pensaba en ¿cómo podría vivir sin volver a tocar a Cristina?, ¿cómo podría morir sin haber hecho suya a una mujer como ella?. Por más que forzaba su cabeza, no se le ocurría ninguna solución, dependía de la infame astucia de Gustavo.

 Se sentó frente a su notebook, en la mano tenía un cd virgen y aún no tomaba una decisión. Vio las fotos de la última sesión. Recordó la suavidad de la piel de su nuera, el sabor de sus pezones y su rostro excitado al entregarse a sus magreos. Puso el cd e hizo un respaldo de las fotos.

 Gustavo no pareció asombrarse de verlo de vuelta tan pronto. Sin mediar palabra Tío Antonio le entrego el cd.

 ―¡Dios santo, parece una chica playboy!… nada que envidiarle a esas perras― exclamo Gustavo una vez admirando las fotos― tenias razón, la muy zorra lo disfruta, mira como arquea la espalda como una gata, se nota que gozó calentándote viejo afortunado.

 Tío Antonio se sorprendió, la rabia que sentía al compartir su tesoro se disipaba al mezclarse con el morbo que sintió al usar a Cristina como moneda de cambio. De alguna manera sentía que la utilizaba pero ¡qué más daba!, ella lo había traicionado primero, no era justo que se alejara de su juego secreto, no así, imponiéndoselo como si solo dependiera de ella.

 ―Bueno, ya está. Ya tienes lo que pediste, ahora habla.

 ―Jajaja, mi buen socio. Debo admitir que me has sorprendido. Si me hubieran obligado a apostar, me la hubiera jugado por que todas tus historias no eran más que delirios salidos de la mente resquebrajada por los deseos macabros de un viejo verde.― Gustavo no apartaba la vista de la pantalla donde el culo en pompas de Cristina se alzaba como la octava maravilla del mundo.

 ―Pero ya ves que no es así―Antonio se paro y apago la pantalla― la incertidumbre me tiene loco, dime como puedo volver a tenerla para mí.

 ―¿De verdad no se te ocurre?, la calentura te nubla la razón imbécil. ¿Qué viste en las fotos?.―Gustavo se regocijaba en la desesperación de Antonio―¡Vamos! tu mismo me lo has dicho varias veces.

 ―Ella lo disfruta, se nota que lo disfruta.

 ―¡Exacto!, ella te pidió la última sesión de fotos, ¿no es así?. Pues claro que lo disfruta, y lo disfruta porque lograste que floreciera su morbo. Ya nunca será la misma, tiene que satisfacer ese morbo, esos deseos los debe alimentar. Tan seguro estoy como que tiene que beber agua para no morir de sed.

 ―Eso suponía yo, pero si hubieras visto la seguridad con que termino con nuestro acuerdo.―Antonio se mostraba reticente al convencimiento de Gustavo, pero olía algo, intuyo que su amigo veía algo que él no había pensado.―¿A dónde quieres llegar?

 ―Es lo que te digo hombre. Ya tiene el morbo adentro, eso no se saca así como así. Si no lo alimenta contigo, la pregunta es: ¿Con quién lo hace?

 Antonio se quedo pensando un momento. De pronto su rostro mostro la indignación que empezaba a sentir.

 ―¡¿Quieres decir que le está poniendo los cuernos a Miguel?!.

 Gustavo no pudo aguantar la risa ante la incongruencia que significaba la irritación de su amigo.

 ―Pedazo de payaso, pero si tú te la quieres encamar. Pero no te preocupes, no es así, está muy fresca en su morbo para andar buscando otras vergas. Seguramente encontró consuelo en el propio Miguel.

 ―¿En Miguel?, pero si él no es nada nuevo para ella.

 ―Pero lo que recuerda mientras lo tiene dentro sí. Imaginarse que se muestra en pelota y se deja tocar por otro hombre mientras su marido se la folla, además de algunas sesiones personales cada tanto―Gustavo hizo un movimiento con el dedo imitando la masturbación de una mujer―la mantendrán satisfecha por un buen rato.

 ―Y entonces, ¿Qué hago?.

 ―Pues esperar. Lo que tiene le bastara por algún tiempo, quizá años, pero los mismos recuerdos la van a terminar cabreando y su morbo volverá a necesitar experiencias nuevas. Por lo que me has contado, seguramente no le bastara con ponerle los cuernos a nuestro querido Miguel, sino que tendrá que ser bastante morboso jejeje.

 ―¿Años? Pero…

 ―Sí, años― interrumpió Gustavo―a menos que forcemos un poco la situación.―el silencio de Antonio lo invito a continuar―cortémosle el agua amigo mío. Dejemos que la sed la consuma hasta que vuelva suplicando por todo el “liquido” que tienes reservado para ella.

 ―¿Y cómo propones hacer eso?―Tío Antonio se había acostumbrado a esperar, a negar, a ser complaciente y paciente. Intuía que esta vez tendría que desempeñar un papel más activo, tendría que llevar a cabo acciones, y todo apuntaba a que tendrían que ser en contra de su sobrino, lo que lo mantenía tenso y desconfiado. Sin embargo, quería escuchar lo que su consejero tenía que decir.

 ―Verás, hace mucho tiempo me vi obligado, como la mayoría de los jóvenes de mi edad, a hacer el servicio militar. De solo imaginarme encerrado en un galpón con decenas de tipos me tenia enfermo; no por la cantidad de hombres, sino por la ausencia de mujeres. Siempre he sido un macho caliente, amante de putas. No sabía cómo iba a aguantar meses de entrenamiento sin tener una perra que me complaciera. Ya me veía deseando el culo de alguno de mis compañeros jejeje.―Gustavo hizo una pausa y se sentó―Pero nada paso. Por extraño que parezca no tuve necesidad ni de correrme una paja.

 ―“Piedra Alumbre”―susurro Antonio.

 ―Eso dice el mito urbano, pero en realidad termine averiguando que es una droga especial que los muy canallas nos mezclaban en la comida. Como sea, yo puedo suministrarte esos polvos mágicos. Y siendo tú un extraordinario cocinero estoy seguro que te resultara muy fácil suministrarlo a la persona indicada.

 Era fácil, nadie tendría que darse cuenta, no había resultados permanentes ni síntomas secundarios. No le haría daño a Miguel, sería solo hasta obtener lo que necesitaba, lo que deseaba con su lado más oscuro: la mujer más bella que hubiera conocido, la mujer de su sobrino. En el rostro de Tío Antonio se dibujo una malévola sonrisa.

 

***

 

Cristina estaba desesperada. Miguel ya no era el mismo de antes, su pasión se había acabado. Hace dos semanas que él no le hacía el amor, ni siquiera la tocaba. Pese a todos sus esfuerzos por seducirlo no había logrado nada, hasta que se decidió a pedírselo directamente; a lo cual se excusó reclamando que estaba muy cansado.

 Las dudas amenazaban su cordura. ¿Tendría una amante?, ¿estaría cabreado de ella?, ¿La pasión que últimamente la dominaba le repugnaba?, ¿sospecharía algo de sus sesiones fotográficas con tío Antonio?. Todas esas preguntas sin respuesta martillaban su cabeza sin piedad. Por si fuera poco, las sensaciones nuevas que había aprendido a disfrutar y dominar en la cama con su marido le estaban pasando la cuenta. Sus “sesiones privadas” calmaban esas extrañas inquietudes cada vez con menor intensidad. Hasta se había cuestionado el haber terminado tan tajantemente el juego prohibido que había mantenido con Tío Antonio; pero no podía dar marcha atrás, pues aunque no lo había dicho, ella estaba convencida que al pobre tío había sufrido las penas del infierno cuando ella termino con todo eso. No era justo que ahora, como si nada, ella volviera a aceptar que la acechara. Además, si ella buscaba seguir con el juego, perdería el dominio que siempre había tenido sobre su pobre admirador.

 A ojos de Tío Antonio, ella había participado apenas convencida y solo por un extraño sentimiento de caridad, como si él no fuera más que un pobre enfermo aquejado por una maldita obsesión. Si ella volvía con el rabo entre las piernas, él tendría el control de la situación, ya no estaría en ella terminarlo todo otra vez tan fácilmente. “No y no, debo ser fuerte” se volvía a decir cada vez que estas ideas pasaban por su mente; sin embargo, debía encontrar una solución pronto o quien sabe donde la llevarían esas extrañas necesidades. “Si tan solo dependieran de cualquier hombre” se sorprendió pensando, si tan solo la mirada de cualquiera la pudiera ayudar; pero no, esas extrañas sensaciones nacían de la admiración extraordinaria que impulsaban a un hombre a romper las barreras de lo moral y lo correcto. Por si fuera poco el Sr. Reyes había dejado de asistir a su tratamiento dental sin explicación alguna.

 Desde hace unos días que al salir de la clínica prefería caminar un rato por el centro antes de volver a casa. Estar sola con tío Antonio la asustaba y entusiasmaba en partes iguales. Estar bajo el mismo techo con un hombre que la admiraba de esa manera despertaban esas malditas sensaciones, provocando una ansiedad que apenas podía controlar y le asustaba perder la cordura y pedirle otra sesión fotográfica a su tío. Por eso deambulaba por el centro tratando de encontrar una solución, algo que calmara esa ansiedad morbosa e insana que la agobiaba.

 Los hombres la miraban, ya estaba acostumbrada, ahora que le gustaba vestirse más provocativa, con prendas apretadas, las miradas la seguían a todas partes. Incluso estas miradas habían servido para condimentar sus “masajes privados” por algún tiempo. Pero nadie se atrevía a llegar mas allá, nadie le hablaba, nadie la rozaba, todos esos cobardes la miraban de lejos, temerosos del poder que su belleza provocaba en ellos, temerosos de cruzar la línea que los pudiese convertir en infieles o de cómplices de adulterio. ¿Qué querían?, que se vistiera como una cualquiera; Pues no, claro que no. Ella estaba dispuesta a provocar, pero su anillo no se lo sacaría. Si alguien se atrevía a propasarse, que supiera que era una mujer casada, decente y comprometida. “¡Solo para mirar!” se imaginaba gritándoles, pero en su interior la sola posibilidad de que alguno se pasara de la raya, provocaba estragos en su ropa interior.

 En una de esas largas caminatas de “exposición” fue cuando dio con algo que podría calmar sus nuevas necesidades. Cuando pasaba frente a un escaparate de una tienda para adultos, a un par de cuadras de la consulta donde atendía, pudo ver de reojo algo que inmediatamente capto su atención. Pese a que como una mujer decente nunca se había atrevido a mirar algo así, ni siquiera dejarse ver parada delante de una tienda de ese tipo, lo que vio retuvo su mirada y su atención lo suficiente para hacer que se detuviera. Obvio que apenas entro en razón quito la vista de la vitrina y fingió estar esperando a alguien. Miro para ambos lados, asegurándose que nadie la había visto antes de volver a posar sus ojos en la tienda.

 Ahí estaba, una caratula de una película para adultos con una particularidad que la extasió. Un hombre mayor, muy poco agraciado por lo demás, manoseaba a una bella joven desnuda. Esta quitaba la vista del insano acto del que era víctima, lo que insinuaba su falta de consentimiento. Fue tanta su emoción que se sintió expuesta a la mirada del mundo. Una mujer mayor se cruzo entre la tienda y ella, y dedicándole una evidente mirada de desaprobación siguió su camino. Cris casi se muere de la vergüenza, ¡¿qué hubiera pasado si hubiera sido una persona conocida?!, le dio la espalda en el acto a la vitrina. Sin embargo, fue incapaz de irse, necesitaba conseguir ese DVD. Trato de pensar la forma de hacerse de él, pero le resultaba inimaginable entrar en aquel local, y no se le ocurrió a quien poder pedirle que se la comprara, ni menos una excusa razonable para exculparla de querer ver tan morbosa película.

 De nuevo espero a que no viniera nadie para volver a mirar la vitrina; se llevo una sorpresa al encontrarse con el dependiente de la tienda apoyado en el marco de la puerta de entrada, fumándose un cigarro y mirándole con descaro su bien formado trasero. Instintivamente lo ignoro, pese a que sabía que el tipo no le sacaba los ojos de encima busco la caratula nuevamente y memorizo el titulo, “Tutta una Vita” dirigida por Mario Salieri. Una vez segura que no lo olvidaría se marcho rápidamente, no sin dejar de percatarse de la burlona sonrisa del locatario. Sentía su rostro como un tomate; entre la vergüenza, la emoción que le provocaba esa caratula y esas traicioneras sensaciones que despertaron atronadoramente al verse sorprendida por aquel hombre, la habían dejado con la temperatura por las nubes.

 Nunca había sentido tal ansiedad. Se dirigió como un rayo de vuelta a su consulta. Se le había ocurrido como conseguir esa película sin que nadie tuviera que enterarse,¡ la bajaría de internet!. A esa hora ya no había nadie; su secretaria ya había cumplido la media jornada por la que la tenia contratada y ya había cerrado. Abrió con sus llaves y se fue como un rayo a prender su ordenador. No le costó encontrarla. Como dedujo por el título, era una película italiana. Encontró una página donde podría descargarla. Nunca había descargado una película de internet y menos de esa calaña; sin embargo, después de quince minutos de búsqueda y media hora de espera ya la tenía guardada y lista para verla.

 Le extrañó que una producción de esas características estuviera tan bien realizada. La banda sonora, la ambientación y la caracterización de la cinta acrecentaban el morbo de la historia. Pese a estar en italiano, a Cristina no le costó interpretar los acontecimientos que se relataban. Ambientada en la Italia de la segunda guerra mundial, la trama seguía los pasos de una hermosa pueblerina, quien da cobijo a un soldado americano que huye del ejército de Mussolini. Lamentablemente, sin que ella se dé cuenta, es descubierta por una especie de Nazi, viejo y malévolo. Una noche, cuando la protagonista se queda a dormir en casa de su amiga, tan bella como ella, es visitada por el inescrupuloso oficial. Este, al encontrarla durmiendo junto a su angelical compañera, aparta lentamente la ropa de cama y su camisa de dormir para empezar a acariciar delicadamente los preciosos senos de la inocente muchacha. Ella no tarda en despertar, pero antes de que pueda protestar, el pervertido la obliga a callar advirtiéndole que si no consiente sus avances, la encarcelara por esconder fugitivos buscados por el régimen.

 El éxtasis que sintió Cristina al presenciar estas imágenes le produjo temblores de excitación. Aquel insano hombre, sin importarle lo correcto, lo ético o lo moral, estaba chantajeando a aquella hermosa muchacha para que se entregara a sus más bajos deseos; y ella temerosa de las consecuencias de defenderse se dejaba recorrer por esas rugosas manos. Inclusive, ante los deseos de su martirizador, alargo su mano para acariciar a su bella amiga que aún dormía plácidamente, ignorante de los macabros acontecimientos que estaban sucediendo a su lado. Cris, angustiada a más no poder, no pudo contener sus propias manos que empezaron a recorrer su cuerpo, imaginándose a merced de un sinvergüenza como ese. Desabrocho su blusa y libero sus sedosos y grandes senos, mucho más bellos que los de la chica de la película. No demoro en despojarse de su falda y sentir su escaso vello púbico asaltado por sus cuidadosos magreos. Continuo imitando los delicados vaivenes de cadera que la muchacha de la película parecía no poder evitar al ser manoseada de esa manera. Mientras, ante la creciente excitación de su audiencia, la obediente chica desnudaba y acariciaba a su compañera de alcoba para el deleite del vil chantajista. Las manos del viejo se volvieron más agresivas y mientras con una apretaba los inocentes pechos de su víctima, con la otra invadía violentamente la entrepierna de la hermosa joven.

 Cris no pudo evitar recordar los avances de Tío Antonio en su última sesión fotográfica. Él quería irrumpir en su sexo como aquel villano hacia con descaro, y cuando en la pantalla este se lanzo a lamer los pezones de su presa, sintió los copiosos deseos de tener a tío Antonio mamando de sus ubres. ¡Gracias a Dios estoy en la consulta!, razono en un breve arrebato de lucidez.

 De pronto quedo paralizada por lo que vio en la pantalla. Era morbosamente increíble. La chica mantenía su rítmico y elegante vaivén de caderas, que según leía Cris, era fruto del frenesí provocado por esas deliciosas sensaciones tan familiares para ella. Sin embargo, era la propia muchacha quien apretaba sus pechos, mientras con su boca le daba placer al miembro de aquel viejo chantajista. En su juventud, más como broma entre amigas que por deseo, vio una que otra peli porno, y nunca entera por lo demás, donde las chicas se dedicaban a practicarle sexo oral a sus parejas. Pero a ella nunca le había parecido atractivo, pues parecían actos demasiado artificiales. Por eso nunca le llamo la atención y dado que nunca tuvo las ganas y Miguel jamás se lo había pedido, nunca lo había hecho. Pese a ello, ahí estaba esa preciosa mujer alimentándose golosamente del garrote erecto que le ofrecían. Su lengua parecía danzar en conjunto con sus labios para besar y lamer al unisonó aquel pedazo de carne ofrecido por aquel veterano. Su rostro reflejaba el placer de estar disfrutando del más delicioso de los manjares, saboreando y mordisqueando cariñosamente el húmedo glande del bien amado falo que ponían a su alcance.

 La pasión con que desempeñaba su labor hizo que a Cris se le hiciera agua la boca. El miembro de aquel hombre no era nada del otro mundo, no era ni largo ni grueso, pero estaba firme y jugoso a causa del cuerpo a su merced y del cariño con que lo trataba aquella dulce muchacha. La angustiada esposa y madre vio cuestionada su decencia al darse cuenta que se echaría a la boca cualquier miembro que le ofrecieran en ese momento. Y lo haría con la misma hambre con que esa mujer degustaba los líquidos que le entregaba su carnoso biberón. El impulso fue más fuerte que ella, llevándose los dedos con los que acariciaba su empapada entrepierna a la boca, degusto sus propios jugos imaginándose que sentiría el bandido que consiguiera tentarla a alimentarse de él.

 Mientras, en la película, el veterano le quitaba su miembro a la complaciente mujer para volver a manosearla y aprovechar de besarla, entrelazando su vieja lengua con la de la anhelante muchacha. El intercambio de saliva se generaba morbosamente por parte de él, que chupeteaba y lamia como un animal; mientras ella continuaba con la delicada y elegante maniobra bucal con la que respondía a los violentos magreos en su entrepierna. Por fin el vil militar se irguió y admirando la danza de aquel cuerpo excitado procedió a apresurar su eyaculación descargando chorros de semen sobre la delicada piel de su presa. Ante cada brote de esperma, la excitada muchacha se sacudía como si de sendas estocadas calientes estuviera siendo víctima.

 Cristina, descontrolada, lamio la pantalla, angustiada por aquella leche perdida que gustosa hubiera recibido en sus labios. Imagino las palpitaciones del éxtasis de un hombre en su boca y el tibio sabor a macho en su garganta. Mientras lamia desesperada ahí donde brillaban los restos de semen en la imagen, tuvo un orgasmo como hacía tiempo no tenia. Sabiéndose sola gimió como si nunca fuera a tener una oportunidad así; por largos minutos sintió como su entrepierna se inundaba. Por su mente paso el magreo que su tío le había propinado y se imagino entregándose a él, lo imagino pidiéndole que le  besara su miembro, ante lo que ella aceptaba con la condición que no se lo dijera nunca a nadie, se imagino que el descargaba sin tapujos primero su liquido pre seminal para luego, mientras le pedía perdón a Cris, descargarle copiosos cantidades de esperma que ella tragaba. Su imaginación voló por los avances del Sr. Reyes, se imagino desnudándose para él, exponiéndose para él, tocándose para él, cayendo al orgasmo frente a él…..

 Quedo casi inconsciente, semi desnuda frente a su ordenador. La silla estaba mojada por su excitación y orgasmo. Sentía en la boca el sabor de su entrepierna, la pantalla del monitor estaba toda ensalivada y era bastante tarde. Pero estaba satisfecha, por lo menos por ahora estaba tranquila. Con esa película tendría para unos días más. La pregunta era, que diablos haría después.    

  

CONTINUARÁ…. PRONTO.

  

NOTA: La referencia a la película de Mario Salieri “Tutta una Vita” es real. Es más que recomendable verla. Saludos.