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Cristina - Cap I

en Sexo con maduros

Cristina

Cap. I

 

 

Soy Cristina; tengo veinticinco años y estoy casada hace uno con un hombre maravilloso. Con Pablo nos conocimos en la Universidad; él estudiaba Arquitectura y yo Derecho. Lo nuestro fue algo así como amor a primera vista, él era muy atractivo y tenia a media Facultad babeando por él. Bueno, debo decirles que yo también causaba sensación entre mis compañeros, y más de alguna flor o poema apareció sobre mi pupitre en mis tiempos de soltería. Recuerdo que fue uno de estos pretendientes el que cometió el grave error de presentarme a mi futuro esposo; aún es amigo nuestro y no es raro que reciba una que otra broma al respecto cuando nos juntamos con nuestros antiguos compañeros; claro que él no demora en defenderse atribuyendo a mi belleza sus “errores tácticos”. Eso si, todos los demás no demoran en darle la razón, inclusive Pablo se suma a ellos cuando se refieren a mi rostro juvenil “adornado con un par de rubíes azules” dice galantemente, además cuando hay un par de copas de mas en sus cuerpos se refieren a mi increíble delantera, a mi cintura, a mis redondas pompis y a mis largas y bien formadas piernas. No crean que exagero, pero ellos tienen razón; por algo me gusta tanto el ejercicio, no puedo negar que soy bastante preocupada de mí. Además soy alta y eso parece gustarle a los hombres, Pablo me dice que soy su Barbie.

Recién casados, decidimos independizarnos y vivir donde nos lo permitiera nuestro bolsillo. Vengo de una familia de buen nivel económico, igual que Pablo; pero cuando decidimos contraer matrimonio, él recién titulado y yo apunto de egresar, nos propusimos empezar de abajo y sin ninguna ayuda de nuestras familias. Es así como empezamos nuestra vida de casados en un barrio común y corriente de la ciudad, donde habían tanto casas bonitas como otras bastante feas; y cabe decir que la variedad de estas también corría para la gente que las habitaba. Por nuestra parte no socializábamos mucho con nuestros vecinos, incluso a Pablo le caía bastante mal nuestro vecino de junto; decía que me miraba bastante y ni siquiera era disimulado como los demás; mas de un encontrón habían tenido por ese tipo de boberías. A mi parecer Don Tito, que es nuestro vecino, con sus cincuenta y tantos años a cuestas; una barriga cervecera y un rostro de ogro malas pulgas, nunca había tenido la oportunidad de observar tan de cerca una mujer tan atractiva. Cuando le decía esto a mi marido lo relajaba y me devolvía una sonrisa. Además la esposa del viejo, Doña Raquel, era una señora muy amorosa y me entretenía conversando con ella cuando venia a pedirme algo de vez en cuando; así que le pedía a Pablo que no fuera tan antipático con los vecinos de junto. Como podría haber sabido lo que pasaría.

Por otro lado, y a decir verdad, nuestra intimidad era bastante relajada. Por mi lado nunca había estado en la cama con otro hombre que no fuera Pablo y él, aunque con bastante más experiencia, me trataba con mucho respeto. ¿Quién sabe? Quizá no quería hacerme sentir incomoda. En cierta forma, yo sabia que no me llenaba en la cama, pero me lo negaba a mí misma.

Bueno, creo que con esta pequeña introducción, se darán cuenta de cómo estaba mi vida: en general bastante normal y por lo mismo si me hubieran dicho lo que iba a pasar nunca lo hubiera creído.

Todo empezó hace unos seis meses. Como ya les dije, la vida sexual con Pablo no era muy buena. Lo que quiero decir es que me hacia sentir que no lo complacía como hombre y eso me apagaba como mujer. Cada vez fui sintiendo un vacío más profundo.

 Pablo trabajaba en una empresa constructora y le pagaban bien, mientras yo trabajaba en casa dedicada a mi examen para obtener el título de abogada. Teníamos fe que pronto me titularía y empezaría a aportar para obtener nuestra casa soñada.

 Una tarde hacia tanto calor que me puse unos jeans ajustados y una blusa bastante ligera para salir por unos refrescos. En la calle me percate que mas de alguna mirada iba dirigida descaradamente a mi trasero o a mis pechos. Lo mas sorprendente fue que me di cuenta que me provocaba extrañas sensaciones, cuando veía a algún viejo verde o a algún chiquillo mirando mi cuerpo me mojaba y no podía evitar caminar de forma sensual para provocar mas miradas. Cuando empezaron los piropos ― ¡bonita princesa!, ¿quiere que la lleve mi reina?― bueno, me alagaron… y debo confesar que me excitaron.

Llegue a casa y no pude aguantar, me encerré en el baño y me toque, lleve mis dedos entre mis piernas y recorrí mis pechos, tenía mis pezones duritos, me sonroje de solo pensar que se me notaban en la calle. No les miento cuando les digo que esa tarde estuve cerca de una hora orgasmo tras orgasmo…. fue genial. Fue ese día que nunca olvidare, fueron los recuerdos de esas miradas y de esos atrevimientos de hombres desconocidos los que me dejaron satisfecha, por el momento por lo menos.

A la mañana siguiente Pablo ya no estaba, se había ido a trabajar, y yo me quede sola con esas extrañas sensaciones que como un viento huracanado embravecían el mar de mis deseos, lleno de los recuerdos de lo sucedido el día anterior. No tarde mucho en tomar los mismos jeans y una blusa aun mas ajustada y salir a caminar…. solo a caminar, a observar y a escuchar. Los elogios a mi belleza, esta vez hasta soeces, no tardaron en aparecer y las miradas y las voces de aquellos impertinentes hombres volvieron a incentivar esa misteriosa lujuria.

Al día siguiente volví a salir…… y el siguiente….. y el siguiente. Empecé a hacer mas ejercicio para verme mejor. Compre maquillajes más coloridos e incluso me daba el tiempo de practicar las formas de caminar mas sensuales. Definitivamente era feliz con mi nuevo hobby. Las miradas y sobre todo los dichos de aquellos extraños en la calle me llenaban de erotismo, me hacían sentir mujer, y en un barrio de esas características no era difícil encontrar algún sujeto que te mirara descaradamente y te dijera alguna grosería― ¡Tremendo culo mi reina!; Con esa delantera cosita, le pongo el pelao que quiera al arco―. Incluso la diferencia de estatus social me provocaba locas ideas que resultaban en suspiros llenos de excitación. Era como una bella princesa entre plebeyos deseosos....sucios y mal olientes plebeyos.

Esa mañana en especial estaba muy inquieta, con la temperatura por las nubes; decidí que esa salida debía ser especial. Me puse una falda a medio muslo bastante ligera para que destacara la forma de mis nalgas desnudas, pues mi pequeño tanga ya había sido absorbido por ellas. Arriba solo una blusa apretaba mis pechos donde se notaban mis pezones paraditos y duros; deje mi cintura al aire libre y unas sandalias con taco alto completaban mi increíble atuendo.

 Salí de casa dispuesta a llamar la atención de cualquier hombre que se me cruzara por delante. Camine mucho ese día y escuche muchos comentarios asquerosos. Al rato de haber salido de casa cruce el Parque Central; un viejo malviviente estaba sentado en una banca. Desde que lo vi de lejos supe que me iba a decir algo fuerte; incluso sentí cierta emoción cuando me acercaba con mi caminar coqueto mejor ensayado. Pase junto a él y lo escuche….. es imborrable en mi memoria, él me dijo con una voz carraspera y hasta podría decir malévola: “Déjame lamer tu coño, PUTA”. Sentí una verdadera carga eléctrica recorrer mi cuerpo; me sentí empapada de un instante a otro…. fue como un orgasmo instantáneo. Pare por un segundo y luego como pude seguí caminando, asustada, emocionada y sobre todo excitada. Nunca me habían llamado así, de pronto todo era tan claro, así me gustaba sentirme; sucia, provocativa, rastrera…. ¡toda una PUTA!. En esos momentos solo quería estar en casa, necesitaba masturbarme. Me di cuenta que había caminado mucho, estaba lejos y me sentía ansiosa. Decidí tomar el autobús, me dirigí a la parada mas próxima y me subí al primero que iba en dirección Sur.

Cuando llegue a casa me dirigí directamente al baño y di el agua para darme un baño de tina. Planeaba quedarme ahí por un par de horas; tocándome, excitándome, autosatisfaciéndome. Estaba desesperada y ansiosa― “puta, déjame lamer tu coño ¡PUTA!”― sonaba en mi cabeza produciéndome incontrolables estertores. La tina estaba casi llena y me disponía a cerrar la puerta del baño cuando sonó la campana de la puerta― mierda, ¿quién puede ser?― recuerdo que pensé. No acababa de decidir si atender a la puerta o no cuando tocaron otra vez. Cerré la llave de la tina y fui a ver quien tocaba, no quería que nada me distrajera y un payaso tocando insistentemente a la puerta claro que no me dejaría enfocarme en mis necesidades.

Abrí la puerta y ahí estaba Don Tito, nuestro vecino. Apenas le abrí su mirada se fijo en mi escote, eso me excito, no lo puedo negar. Primero me pidió disculpas por la molestia y luego, recorriéndome el cuerpo con la mirada, me pidió un poco de azúcar. No me extraño pues como les comente, nuestros vecinos siempre nos están pidiendo algo, pero la que generalmente viene es Doña Raquel, así que pregunte por ella. Me dijo en tono de broma que ella estaba enferma y que por eso era él quien tenia el agrado de encontrarse conmigo. Me di un momento observando como me devoraba con los ojos….. no les mentire, me gusto como me miraba, me excitaba. Le pedí que pasara y que me acompañara mientras le llenaba el tazón que traía para llevarse el azúcar. Camine a la cocina sabiendo que el me seguía sin perder de vista mi intencionalmente meneado trasero. En el camino entendí porque me miraba así; me había salpicado agua de la tina a la blusa y esta estaba pegada a mis pechos, mis pezones casi estaban al desnudo para el deleite del afortunado vejete. Me preocupo por un momento la impresión que podía darle, quizás podría comentarlo con Pablo, o pensaría que soy una provocadora; esto último me excito y los problemas que podría tener con mi marido no me importaron pues los vi muy improbables, mi amado esposo y mi agrio vecino solo cruzaban palabra para pelear.

Mi excitación me pedía que jugara con Don Tito, quería verlo deseándome, me estremecía al pensar que estaba sola en la casa con un viejo verde que solo quería probar mi cuerpo. Instintivamente mi cola se paro, mis hombros se fueron atrás y mi caminar se volvió exquisitamente sexy pero casual a la vez. Cuando llegamos a la cocina, me incline en ángulo recto para coger el azúcar del gabinete de abajo; me demore simulando que no la encontraba. Cuando por fin la encontré me di vuelta y pude ver como el viejito sin vergüenza se enderezaba. Casi me volví loca al pensar que ese viejo me había visto el trasero. No pude evitar fijar mis ojos en su pantalón; me di cuenta de su erección. Seguramente noto que le miraba el bulto pero no dijo nada, así como yo no dije nada al sorprenderlo mirando bajo mi falda. Estaba como loca, estaba muy nerviosa, pero no nerviosa de forma común y corriente sino de esa forma que solo la excitación extrema puede provocar… estaba ansiosa. Le pedí que acercara el recipiente que traía, enseguida lo hiso y lo apoyo sobre los gabinetes. Empecé a llenar el tazón, pero de a poco, quería que ese momento durara lo más posible. Sus ojos llegaban a la altura de mi cuello, pues el muy bribón era más bajito, lo tenía a treinta centímetros de mí y me miraba descaradamente mi blusita pegada a mis pechos casi desnudos. Su excitación...no, no puedo llamar lo que vi excitación, era calentura; ese viejo me quería comer mis senos y yo lo sabia….. y me excitaba, y ciertamente me excitaba más aun el hecho de que yo se los estaba mostrando. Era una putita calentando a un vejete verde, al tipo que mi querido Pablo detestaba por apenas unas miraditas indiscretas. ¿Qué diría mi amado marido si lo viera comiéndose con la mirada las ubres de su hermosa mujer?.

Termine de llenar el tazón de azúcar y me volví dándole la espalda; cerré los ojos y suspire sin que él me viera, tratando de recobrar el control. Me quede ahí contra los muebles de la cocina simulando que ordenaba algo. Era conciente que el me miraba de atrás y el no saber donde tenia plantada la mirada me generaba ideas demasiado provocativas.

―Sabes Cristina, tienes unas piernas preciosas― dijo Don Tito. Me quede helada. ―Espero no te moleste que te lo diga.

―No ―respondí. Estaba inmóvil, supongo que parecí algo sumisa porque prosiguió.

―Y esa cintura, ¿estás yendo al gimnasio?.

Asentí con la cabeza, si le hubiera respondido con un “si” se hubiera escuchado mas como un gemido que como una palabra.

 ―Y esa cola, discúlpame que te lo diga, pero esta fantástica― sentí como dio un paso hacia mí y luego poso suavemente sus manos en mi cintura ―Guauu...y tu piel es suave como la seda.

 ―Gracias Don Tito―dije nerviosa, casi tartamudeando.

 Sus manos empezaron a moverse suavemente sobre mis caderas. El hecho de estar en esas condiciones con un viejo mirándome descaradamente y a la vez tocando y sintiendo mi piel no hacia mas que acrecentar mi excitación. Me limite a escucharlo y tratar de disimular mi estado lo mejor posible. Fue un error, debí detenerlo cuando todavía era tiempo, pero esas mismas cosas que me decían en la calle tenían un aderezo especial viniendo de él, con mi consentimiento, a solas bajo mi techo, en la casa que mi marido mantenía.

―Tienes un cuerpazo, y hace algún tiempo lo estas mostrando descaradamente....deberías cuidarte, podría pasarte algo...además te deben decir muchas groserías en la calle― dijo cerca de mi oído. Dios, eso no estaba bien.

 Apoyo su bulto en mi trasero. Pude sentir sobre mis nalgas su excitación, una palpitante excitación. El maldito me estaba apoyando y descaradamente. Yo era la mujer de su vecino, de ese vecino que no le agradaba mucho...Maldición, era un viejo que se aprovechaba de mí, un viejo que podía ser mi padre y además era el enemigo de mi esposo.

Nunca había sentido un bulto que no fuera el de Pablo y no hice nada por defenderme, quería pero no podía.

―No Don Tito… no debería estar tan cerca― dije casi en un susurro― alguien nos podría ver― defendí mis reclamos estúpidamente: Estábamos solos y lo sabíamos. No me hiso caso. Mas me excito; sus avances eran impropios, no consentidos y no le importaba. No pude evitarlo, empecé a rozar mi culo contra sus pantalones….. con mis nalgas trataba lenta y suavemente de atrapar ese miembro palpitante; era un movimiento sutil pero estoy segura que lo sentía. Era obvio que lo sentía, porque empezó a puntearme con más fuerza, no mucha pero fue notorio. Estaba haciendo realidad los sucios deseos de aquel viejo y no tenia fuerzas para evitar que abusara de mi cuerpo. Sus manos me rodearon suavemente hasta atrapar mis pechos. Me daba cuenta que todo aquello era morboso e insano, los avances de aquel viejo me llevaban sin remedio a una traición horrible; pero mi cuerpo me traicionaba y mi voz apenas se mantenía fiel a mi cordura.

―Suélteme Don Tito―exclame entre suplica y gemido. Mi cuerpo se arrimaba al maldito.

―Que buenas tetas―susurro en mi oído.

¡Se refirió vulgarmente a mis senos!. Esas grosería que escuchaba en la calle, ahora me las decían al oído. Mis manos se apoyaron fuertemente en las de él sobre mis pechos.

―Ya basta, suélteme Don Tito―suplique. Pero mis manos se apretaron contra mí, mi cuerpo no tenia intención de resistirse y confirme que me excitaba pedir un alto y no obtenerlo; que aquel viejo no me hiciera caso; que su calentura fuera mas fuerte, me sentía deseada y abusada pero sobre todo muerta de excitación.

 Me apretaba los pechos con pasión; los amasaba muy fuerte murmurándome al oído que estaban grandes y firmes. Me empezó a puntear con más fuerza; tuve que apoyarme contra el mueble de la cocina para no perder el equilibrio. Sus manos apretaban mis pechos y su cuerpo me apretaba la cintura contra los gabinetes. Para conservar su paquete a una altura adecuada tuve que flectar ligeramente las piernas, inclinándome, buscando con mi cola bajo su barriga y encontrado su bulto, dejando que lo apoyara y restregara entre mis nalgas. Estaba fuera de mí, no dejaba de pensar en lo morboso de la situación; ese viejo que todas las noches compartía la cama con esa mujer vieja que es Raquel, ahora tenia un cuerpo mucho más joven y bastante mejor formado para darse gusto, y ese cuerpo era mío, una mujer casada; la esposa de su intachable vecino, y se estaba dejando hacer solo por perra; ¡¡POR PUTA!!.

Estuvo un rato masajeándome los pechos y apretando una y otra vez su paquete contra mi trasero. Yo estaba loca, parecía tener un orgasmo atorado en mi interior; cualquiera podría decir que la escasa sensatez que me quedaba me impedía entregarle el placer del triunfo a aquel viejo maldito; pero no, no era esa la razón, solo quería que eso explotará dentro de mí, la idea de sentirme dominada por Don Tito me estremecía. El viejo apoyo una de sus manos sobre la parte superior de mi muslo derecho, de a poco fue subiendo la falda hasta que pudo acariciar la piel de mi pierna. Me acaricio con bravura. Me voltee un momento y vi como observaba sus movimientos por debajo de mi falda. Su rostro era enfermizo, parecía un lunático, su arrugado rostro delataba un placer morboso. Cuando repentinamente tomo la falda y la dio vuelta sobre mi espalda, la sonrisa de deleite que mostró al ver mi pequeña prenda interior atrapada entre mis redondas nalgas, instintivamente me hizo parar aun más mi cola, mostrándola en su máximo esplendor.

―¿Le gusta?―pregunte como una niña que muestra el vestido de una muñeca a un adulto.

―Eso, muéstrame el culo como debe sercomentó mientras me plantaba una fuerte palmada en el trasero. Su comentario, mezclado con el fuerte sonido de su palmazo, me hicieron comprender que ya no había vuelta atrás, mi excitación era demasiado fuerte y no podía renegar de ella.; Don Tito me tenia en sus viejas y asquerosas manos.

Mientras seguía admirando mi trasero, tomo mis nalgas y las separó, para apoyar sobre la línea de mi tanga el grueso bulto que se le notaba en los pantalones. Cuando soltó mis nalgas sentí entre ellas las palpitaciones de su excitado miembro y enterré mi cola bajo su barriga. Me tomó de las caderas desnudas y me apoyó su paquete con fuerza, incluso pude oír un pequeño gemido de parte de él, a la vez que a mí se me salían ruegos de niña, que sonaban como gemidos de mujer.

―Noooo…. Déjeme Don Tito…. No siga por favor…..

―Uyyy....mueve el culo Cristina!!...menéalo como a los machos nos gusta―decía el muy canalla, mientras con sus manos tenia casadas mis caderas y las guiaba en su frenético punteo.―anda vecina! Mueve tu puto culo!!!.

No pude dejar de obedecerle y pare lo mas que pude la cola, la empecé a mover enérgicamente de lado a lado mientras restregaba su pantalón. Me voltee un instante; me excitaba ver su rostro, el viejo estaba en la gloria y el morbo de la situación me tenía extasiada también a mí. Las palmadas en mi trasero empezaron a sonar y sentí cosquillas de dolor en mis nalgas cuando el vejete gozaba golpeándolas; este dolor me hacia sentir mas abusada; a merced del ogro deseoso de carne humana que me había atrapado.

Don Tito aparto su bulto de mi cola, se paro junto a mí y apoyo su mano sobre la parte baja de mi espalda. Empezó a acariciar suavemente mi trasero, se paseaba de nalga en nalga, seguía por mis muslos y de vez en cuando acariciaba fugazmente mi entre pierna por sobre mi tanga. Deje de mover mi trasero; si lamente un momento el cesé de los golpes apenas me di cuenta pues pronto volvieron….y no volvieron solos.

―¡¿Qué pasa?!, no he dicho que pares, ¡sigue meneando el culo PUTA!―vociferó mientras me plantaba un fuerte charchazo en la cola.

―¿Cómo me llamó?...uuuyyy...Don Tito...aaahhh....¿Cómo me llamó?.―balbucee como pude, mientras reanudaba descontroladamente el meneo de mi trasero.

―PUTA!!...no eres más que una PUTA calentona!!!...y además con un cuerpazo de diosa PUTONA...no te preocupes que yo voy a clavártela PUTA....y en la cama de tu lindo marido.

El dolor, mezclado con la increíble excitación que me provoco el haberlo escuchado llamarme puta, desencadenaron un orgasmo que resulto en fuertes gemidos y la tensión de todo mi cuerpo. Mientras gozaba con aquel sentir, la idea de que aquel viejo hablara mal de Pablo me excitaba aun más…. mi primer orgasmo de ese día fue largo e intenso.

―AAAhhhhhh!!!, déjeme Don Tito...uuuuyyyy....por favor….. aaaayyyy…. Suélteme― gemía y suplicaba mientras aquel mega orgasmo extasiaba mi cuerpo y mutilaba mi cordura. Además el muy hijo de puta seguía castigando mi colita a punta de fuertes y deliciosos charchazos.

Exhausta y adolorida, me quede quieta sobre el mueble de cocina; Don Tito se había dado cuenta que acababa de tener un orgasmo y ya no me exigía que meneara el trasero; se limitó a acariciarme o mejor dicho a manosearme mientras recobraba el aliento. Mi rostro estaba apoyado contra la pared, mis ojos cerrados y la fuerte respiración delataban mi pasividad. El viejo se acercó y metió su lengua por entre mis labios, jugo un momento dentro de mi boca y luego lamió mis labios y mejilla. De un solo tirón arranco mi falda y la tiro al suelo; yo reaccione y me aleje un metro de él.

Hay estaba yo, frente al vecino, con un diminuto tanga, una pequeña blusa mojada que se pegaba a mis pechos y parada sobre unas sandalias con taco. De seguro me veía increíble, porque la sonrisa del viejo era enfermizamente caliente. Se empezó a acariciar su bulto en frente de mí; la idea de que ese viejo se estuviera masturbando mirando mi cuerpo provoco el regreso de esos cosquilleos que creí extintos luego del orgasmo.

―Estas bien buena Cristina, si que tiene suerte el hijoputa de tu marido.

―Por favor, no se refiera a él de esa forma― Increpe sin mucha convicción.

―Ja Ja..¿Cómo quieres que le llame?... ah si, cornudo, esa es la palabra, es un hijoputa cornudo―se burló mientras se apretaba el bulto y me miraba a los ojos― Acabo de manosear como he querido a su linda esposa, incluso le di un lindo beso y ahora la estoy mirando semi desnuda frente a mí mientras me corro una buena paja...definitivamente estas muy buena, mira esas piernas, ¡están de lujo!....Ahora quiero que desfiles para mí, que me muestres ese cuerpazo...¡Anda, camina como una PUTA! ¡caliéntame!.

Dude. No me gustaba lo que había dicho pero era verdad; era una puta, una perra que quería seguir jugando o que jugaran con ella. Perdóname Pablo, perdóname por no poder evitar entregarme como una cualquiera.

Camine lentamente frente a él. Mis pasos mejor ensayados se los mostré mientras le miraba el bulto en sus pantalones. Sabía que le gustaba que le mirase ahí y a mí me gustaba el juego: calentar a ese viejo, un viejo que nunca podría soñar con una mujer como yo, me provocaba demasiado. Cuando pasaba cerca de aquel miserable, no perdía oportunidad en darme una nalgada o manosearme los pechos, a la vez que me llenaba de insultos llamándome puta o perra….. Estaba en el cielo.

―Eso señorita Cristina, menéele el culo a este viejito caliente...muéstreme lo provocativa que puede ser la esposa del hijoputa de mi vecino....que puta mas buena....¡y va a ser mía!...su cuerpo va a ser mío...¿no es cierto?....¿no es cierto Cristina? ....¿no es cierto PUTA?....¡Vamos, responde!―El viejo se cruzó en mi camino, me tomo de las caderas, y me miro a los ojos con una mueca de satisfacción interrumpida en la cara.

―Si....si Don Tito...mi cuerpo será suyo...y lo será como a usted le plazca―respondí. Sumisa frente al avance de sus manos, que metió bajo mi blusa para apretarme los pechos.

―¿Te gusta que te manoseen las tetas?...a las putas como tú les gusta.

―Si Don Tito, me gusta que me aprieten las tetas―decir tetas, refiriéndome a mis propios senos me gustó. Sus manos levantaron mi blusa para poder ver como amasaba mis pech...tetas.

―¿Y te gusta que te las chupen?,¿quieres ser mi vaca lechera?....que lindas tetas Cristina, seguro a tu estúpido marido también le gustan―dijo mientras empezaba a lamer mis pezones.―¿le gustan?, ¿Cuánto le gustan?.

―Si, a él le gustan mucho Don Tito―respondí sin perder de vista su lengua―se siente orgulloso de ser el único que las ha besado.

Al escuchar esto me las apretó con fuerza, mientras la lamida de mis tetas se trasformo en chupadas y mordiscos descontrolados. Pablo jamás me había besado así; me sentía muy deseada y sucia a la vez por permitirle a aquel viejo asqueroso manosearme de esa manera. Al cabo de unos minutos, soltó mis tetas para posar sus manos sobre mi trasero, me apretaba y acariciaba las nalgas violentamente.

―Y tu culo...mierda!!, que bueno esta, tienes un culo de ensueño PUTA...y quien te lo esta sobando soy yo....aaaaahhhh...y no ese marica de tu marido!!!....que culazo PUTA....¿te gusta que te manoseen el culo perra?.

―Adoro que me manoseen el culo Don Tito....¡uuuuyyyyy!.... adoro calentar a viejos como usted.....aaaaayyyyy.....adoro que abusen de mi culito.....aaaayyyyy no, no esta bien...ay ay, por favor suélteme Don Tito, por favor no abuse de mi― dije como una bebita asustada, lo que encendió al viejo y volvió con sus fuertes y adorables palmadas sobre mis nalgas.

―Que PUTA eres Cristina...una PUTA preciosa, mira esa carita de ángel...que labios mas hermosos...¿te gustaría que te premie con un dulce?―El viejo empezó a desabrochar su cinturón y cuando se iba a desabrochar el pantalón se arrepintió―anda, búscalo putita...muéstrale a este viejo lo que te gusta.

Era el momento de la verdad. Hasta ese instante no me había dado cuenta de lo ansiosa que estaba por portarme como una verdadera puta; había llegado el momento de hacer en vez de dejarme hacer y me excitación iba en franco aumento.

―Ande Señora Cristina, busque lo que le gusta a las perras como usted. Le aseguro que esta bien duro…… bien duro en honor a usted. Anda PUTITA, acaríciamelo―El viejo ya se había dado cuenta del morbo que me provocaba que me dijera puta, y lo sabia aprovechar.

Estaba asustada. Sabía que era muy diferente dejarme tocar a provocar placer en otro hombre, y más si era ese canalla a quien mi marido detestaba, pero estaba decidida a seguir jugando y me tenía loca la idea de entregarme a Don Tito. Dejarme follar por aquel viejo verde me convertía en una puta, y eso me encantaba, quería ser una puta ansiosa de placer...de verga.

Tímidamente acerque mis manos al bulto de sus pantalones. El viejo suspiro de placer cuando apreté su paquete y sentí la dureza de su miembro. Me miraba con una mueca extraña, como un violador burlón mira a su victima indefensa. Pude sentir una barra larga y gruesa bajo la tela, me encantaba, aquel viejo si que estaba caliente, y me hacia sentir toda una hembra. No se en que estaba pensando cuando desabroche su pantalón y lo acaricie bajo su ropa interior, cerré los ojos para disfrutar la sensación de tocar aquella vieja barra de carne, una de mis manos atrapo sus peludos testículos, los que acaricie suavemente; la otra apretó fuertemente su mástil y con un sutil sube y baja lo empecé a masturbar. Nunca había tocado otro pene más que el de Pablo, este era más grande y grueso ―un macho bien dotado― me dije, y lo disfrute. Me vio descuidada y volvió a meter su lengua en mi boca, parecía que había juntado saliva para inundar mi cara, era asqueroso pero excitante; devolví su beso como una niña dejándose hacer, como si fuera mi primer beso y luego me deje lamer la cara.

La piel de su verga era tersa por la rigidez de esta; su glande estaba húmedo y manchaba mi mano cuando lo acariciaba. Parecía que su miembro crecía a cada instante, volviéndose mucho más grande que el pene de Pablo y eso me excitaba, me calentaba la idea de que aquel viejo me brindara mas placer que mi marido; con sus años de mas, su barriga y su fea cara me iba a tomar como nunca lo había hecho mi amado esposo.

Don Tito suavemente me oriento hacia la mesa de la cocina. Yo, sin soltar su miembro, lo seguí; ya estaba perdida, estaba hambrienta.

―Ahora me la vas a chupar perra...le vas a chupar el pico a tu vecino―dijo Don Tito cuando me obligaba a inclinarme sobre la mesa. Me dejo apoyada en un vértice de esta, dejando mi cabeza a la altura de su miembro y mi cola en pompas por el otro lado. Mientras me acariciaba el culo, me empezó a dar pequeños golpes en la cara con su verga.

―¿Qué te parece tu dulcecito? Eh PUTITA, ¿Te gusta?― empezaron los sonoros palmazos en mis nalgas―¿Qué diría tu maridito si te viera con mi verga en la cara?....aaaaggghhh...¡anda! abre la boca PUTA!!.

―Pablo nunca me ha pedido que se la chupe Don Tito―dije antes de desabrochar los últimos botones de su camisa y pasar sensualmente mi lengua por su velluda barriga―Su verga de viejo será la primera que saboree mi boca....sus jugos serán los primeros que trague….. Usted Don Tito va a ser el primero que meta su verga en mi boca.

No podía creer lo que acababan de pronunciar mis labios; sabia que eso iba a calentar al viejo, y era consiente de que eso me calentaba, pero decirlo con esa mezcla de inocencia y sensualidad me asombraba.

―Entonces saboréelo Señora, mire lo que tengo para usted―dijo con voz carrasposa, mientras tomaba su propia herramienta y la estiraba hacia adelante, como ordeñándose, logrando que aflorara una gran gota viscosa de la punta de su glande― Sabroso y nutritivo putita.

No me explico como pude sentirme tan tentada, pero no pude evitarlo; mi lengua recogió el viscoso fluido acumulado en el hinchado y palpitante glande del viejo. Estaba delicioso, era elixir de macho y supe que jamás dejaría de degustarlo, tragándome todo lo que aquel carnoso recipiente estuviera dispuesto a regalarme por mis cariñosos besos y lamidas. Después de limpiar su morada cabeza repase su miembro con la lengua. Él se inclinaba para poder verlo bajo su barriga. Recorría de la base de su gruesa verga hasta su protuberante glande, tenía sabor a sudor de hombre; me gustaba, el sabor a calentura de viejo me gustaba. Bañe su mástil con saliva y sus enormes testículos también, que me sumergiera entre su vello para alcanzar sus testículos con mi lengua le encantaba, podía sentirlo en los apretones o palmadas en mi cola. Cuando volví sobre su brillante cabeza, buscando cazarla con mis labios, cada una de sus manos apretó la respectiva nalga que tenia atrapada.

―Eso puta, chupamela...demuéstrame de lo que se ha perdido tu estúpido marido.

Obedecí. chupe su verga de forma hambrienta. Mientras mis labios la recorrían de arriba hasta donde alcanzara a entrar en mi boca, mi mano apretaba y masturbaba lo que quedaba fuera. Mi lengua acariciaba su glande sin descanso, deseosa de los jugos que con cada palpitación escupía, y mi cola se meneaba sin cesar. Ya llevaba un rato así cuando empecé a bajar el ritmo.

―¡Vamos puta!, sigue chupando....síguele chupando el pico a este viejo caliente― exclamó irritado mientras me pegaba fuertes palmazos en mis nalgas. Conseguí lo que esperaba. Era una puta, debían tratarme como tal.

Reanude mi ritmo; mi excitación había crecido. Al tratarme de puta y ordenarme que siguiera, me hacia mas deseable...mas puta...mas rastrera. Mientras chupaba no podía evitar emitir sonidos de gemidos atrapados en mi garganta. Mi calentura se notaba; y más crecía cuando disminuía el masaje en su verga, con la intención de que me volviera a gritar, a insulta y a darme palmazos como a una niña que no cumple con su tarea.

―Me gustaría ver al hijoputa de tu marido viendo como me la chupas...aaarrgg....el cuerpazo de mujer que tiene chupándosela a su “querido” vecino....mientras te manoseo este delicioso culo...aaaahhhh....eso puta, comete tu dulce, reverenda PUTA!!―gritaba sabiendo que yo me calentaba más con sus insultos.

De pronto aparto su delicioso aparato de mí y se paró detrás de mí. Agarro mis tangas y me los dejo a medio muslo. Lo mire, estaba mirándome el culo ya desnudo y mi entrepierna totalmente expuesta. Puso su mano sobre mi húmeda vagina y la acaricio impregnando mi escaso vello con mis propios flujos.

―Estas toda mojada PUTILLA...como perra en celo!―mascullo impresionado mientras ponía la punta de su verga sobre mis labios vaginales.

―No Don Tito, no me la meta!!!....por favor...no me viole!!―implore sabiendo que no me haría caso; me encantaba que no le importara si yo quería o no.

―Estás loca porque te la metan...la muy PUTA...piensas que te voy a dejar así no mas...pues ahora me lo vas a pedir...me vas a pedir que te la meta...anda, pídeme que te atraviese....pídeme que te haga mía....pídeme que posea el cuerpo de la mujer de mi vecino...anda puta, no te la voy a meter hasta que me lo pidas―dijo el viejo desgraciado mientras rozaba la morada cabeza de su verga en la entrada de mi vagina.

Estuvo un rato acariciándome el culo y la entrepierna con su falo, sus fuertes apretones y nalgadas se mantenían sobre mi maltratado culito. Mi excitación me dominaba, estaba ese viejo manoseándome y mirando mi cuerpo casi desnudo y ya no aguantaba las ganas de que me lo metiera. Me volví a mirarlo, nuestras miradas se encontraron, su sonrisa malévola me hacia sentir dominada y descontroladamente caliente.

─Por favor Don Tito....aaaaayyyyyy....desquítese de Pablo follando a su mujer....quiero sentir como abusa de mí...uuuuyyyyy....quiero sentir su gruesa verga dentro de mí....por favor Don Tito, complázcame y seré suya para siempre.....para que desahogue su placer en mi cuerpo....por favor Don Tito, calme mi calentura― dije mirándolo a los ojos en forma suplicante, mientras yo misma acariciaba mi culo a la vez que lo meneaba como sabia que a él le gustaba.

El viejo aguanto hasta que termino mi desesperada petición; se agasajo mirando mi excitado rostro mientras le pedía que me clavara esa verga. Lo deje de mirar cuando me tomo de las caderas y, como si no fuera suficiente le solté:

―La tiene mucho más grande que mi Pablo, mucho más gruesa que mi marido― Humille a mi querido esposo.

Escuche su risa mezclada a un bufido de excitación. Ubico la punta de su miembro y de una sola embestida me lo clavo completo. Su gruesa verga se abrió paso en mi interior como un taladro. Me saco un grito desgarrador, el dolor y el placer se mezclaban de forma exquisita entre mis piernas. Se quedo ay un momento, con toda su carne dentro de mí; nunca había sentido nada tan adentro. Me calentaba pensar en como me había dejado joder por el viejo vecino; la idea era repetitiva pero no podía dejar de excitarme. De pronto empezó el violento mete y saca, me tenia agarrada de las caderas y me empujaba hacia él con la misma fuerza que me estaba clavando. Pude sentir su barriga sobre la parte baja de mi espalda cuando se inclino para agarrarse de mis tetas. Estaba sobre mi, follandome salvajemente. Yo tenia las piernas juntas, amarradas por mis tangas a medio muslo; y mis codos, apoyados sobre la mesa, daban el espacio para que manoseara a placer mis excitados pechos. Me tenía montada como a una perra.

―¡Aaaaaayyyyyyy!....¡me duele!.......¡uuuuuuyyyyyy!.......¡me parte!.......¡Don Titooooo!.......¡NO….. PAREEEE!.........¡NO, DÉJEME, NO PUEDO HACERLE ESTO A PABLO!.......¡VIEJO ASQUEROSO!..¡¡¡DEJA DE VIOLARME!!!.

―¡CALLATE MALDITA PUTA!.....¡APENAS ESTOY EMPEZANDO!......¡QUE RICO             METERTELA ENTERA!......AAAAARRRRGGGGG.......¡DIJISTE QUE SERIAS MIA SI TE LA METIA!.....¡ERES MIA CRISTINA!¡MAÑANA CUANDO TU HIJOPUTA MARIDO ESTE TRABAJANDO!....¡¡¡¡YO VENDRE A CULIARTE OTRA VEZ!!!!!.......¡Y ME VAS A ESPERAR, ESCUCHASTE, ME ESPERARAS PORQUE ESTARAS HAMBRIENTA POR ESTE VIEJO ASQUEROSO!―gritaba mientras me cogía.

―Si Don tito.....aaaayyyyyy....lo voy a esperar.....¡dispuesta  a todo!.....voy a ser su perrita.....uuuuyyyyy.......La mujer de Pablo ¡VA A SER SU PERRAAAA!.....AAAAHHHHH.......AAAAAHHHHH―Estalló mi segundo orgasmo, fue largo e intenso, pero no me dejo satisfecha; me dejo cansada y mas calmada pero no satisfecha, aún estaba hambrienta.

El viejo se detuvo. Sin embargo, no me lo saco, se quedo quieto parado detrás de mí con su enorme herramienta clavada hasta mis entrañas. Sentía palpitar dentro de mí aquella monstruosa culebra que parecía tener vida propia. No demore mucho en empezar a moverme en suave vaivén, ahora era yo la que me estaba comiendo su falo. Podía sentir como aquel animal de carne se introducía en mi angosta hendidura, invadiendo mi cuerpo, hasta que mis nalgas se pegaban a su ingle angustiadas por no poder seguir engullendo más allá. Luego volvía a arrimarme contra la mesa sintiendo el roce de su miembro al dejarlo escapar de mí, para luego volver a clavármelo hasta sentir el refregado de su peludo cuerpo en mis muslos y cola.

―Eso putita....comételo....muéstrame que te gusta.....muéstrame que te encanta―murmuraba con malicia el vejete mientras acariciaba mi espalda.―Ahora más rápido....aaaahhhhh…..¡más rápido te dije¡―Volvió a azotar mis pompis con sus arrugadas manos.

Acelere el ritmo de mis movimientos. Él no se movía, era yo la que, bajo el yugo de sus palmazos, devoraba su herramienta por entre mis piernas en un mete y saca descontrolado, mete y saca, mete y saca, mete y saca; como una yegua complaciendo a su jinete. Sabia que le encantaba mirarme dándome placer con su verga. Sabia que gozaba mientras me dejaba golpear con tal de mantener su falo dentro de mí. El sentirme como su puta; el escucharlo insultarme, e insultar a mi marido, me tenía histérica de morbo. Mi único control se basaba en dejar que abusara de mi cuerpo, con tal que siguiera gozándome…. usándome, me mantenía sumisa ante él.

Luego de un rato de gozar de mis movimientos, sorpresivamente se aparto de mí, sacándomelo y dejándome un gran vació entre las piernas. Me volví a ver que hacia y me asuste al verlo subiéndose los pantalones.

―Siga Don Tito...por favor…. siga abusando de mí―suplique jadeante.

―Quiero seguir gozándote en tu cama puta; ahí donde duermes con tu lindo maridito―dijo el viejo maldito.

―No, por favor Don Tito, no nos humille así. Por favor se lo pido, haga lo que quiera conmigo ¡pero no lo humille así!― rogué levantándome de la mesa.

―Solo por el placer de humillarlo a él es que me voy a follar a su esposa en su propia cama y ella me va a seguir. Porque eres una PUTA hambrienta de verga y mi verga va a tu dormitorio. Y no demores PUTA o la leche que tengo guardada para ti, la voy a regar en su almohada―dijo sacando su desgarbado cuerpo de la cocina.

Me subí el tanga; mi blusa, esta vez mojada por mi propio sudor, seguía pegada a mi cuerpo. No podía creer que aquel viejo me hubiera dejado botada en la cocina, asegurando que no podría aguantar el deseo de seguirlo. Quería humillar a Pablo follandome en nuestra cama matrimonial. Recogí mi pequeña falda y pensé en ponérmela, ir a buscar a ese maldito viejo y sacarlo de mi casa. Él podría molestarse y violarme crudamente ahí mismo; quizá era más bajo y entrado en años pero seguía siendo mas fuerte que yo. La idea me calentó. Luego pensé en seguirlo, darle en el gusto a ese vejete de mierda; mostrarle que con tal de que siguiera abusando de mí, humillaría a mi amado esposo de la peor de las formas. Me di cuenta que me gustaba, me gustaba la idea de ser sumisa ante él y entregarle mi cuerpo en nuestra cama. Me excite, parecía una drogadicta afligida por falta de droga; necesitaba verga, esa gran verga, he iría por ella sin importar las consecuencias.

Cuando entre en la habitación me sentí como una niña que asiste por primera vez a clases; estaba nerviosa, ansiosa y asustada, aun así camine con un andar sensual y orgulloso. Él estaba desnudo junto a la cama, solo conservaba unos viejos calcetines que al parecer no pensaba sacarse.

―Aaaaahhhh. No era tan decentita la Señora. Parece que no le importan los cuernos de su lindo esposo mientras ella se pueda comer un buen cuerno también jaja―dijo en un tono burlesco y malvado mientras se agarraba su enorme cuerno de carne, mi perdición―Ven acá Cristina, ven donde mis manos te alcancen. Anda, complace a Don Tito, este viejito te dará tu merecido―dijo el miserable viejo.

Me acerque a él, como me lo ordeno. De un tirón desprendió todos los botones de mi blusa y dejo mis pechos libres frente a él. Mis enormes ubres parecían más hinchadas y soberbias que nunca, coronadas por preciosos y erectos pezoncitos; fui consciente de su perfección y la idea de entregarlos a aquel monstruoso individuo me invadió de pena, luego de morbo, luego de ardor. No demoró en atraparlos entre sus manos y chuparlos como un becerro hambriento. Sus manos recorrieron mi trasero y disfrutaba tirando de mi tanga para que esta se metiera entre mis nalgas y restregara mi intimidad. Su lengua subía hacia mi cuello y luego a mi cara donde inclusive se atrevió a besarme asquerosamente. Me excito. Le respondí como una tierna quinceañera su asqueroso beso, dejándome lamer los labios, dejando que su lengua entrara en mi boca y jugara con la mía, tragándome su saliva rancia a tabaco. Ya descontrolada, me entregue y le abrace por sobre los hombros dejando a su merced, y sin ninguna protección, todo mi cuerpo. Por primera vez sentía su piel peluda y arrugada abrazar y restregar mi cuerpo, pegados de frente como desesperados por fusionarnos, por hacernos uno. Dejo de besarme para volver a mis pechos; le acaricie suavemente la nuca mientras gozaba entre mis melones.

Saciado de mis ubres me aparto bruscamente. Esta vez fueron mis diminutos tangas los que fueron apartados de mí de un fuerte tirón. Me tomo del brazo y me arrogó sobre la cama. Caí de espaldas, dominada, entregada, excitada. Se masturbaba lentamente, mientras se deleitaba mirando mi cuerpo con esa mueca enfermiza que tanto morbo me provocaba.

―Abre tus piernas PUTA. Muéstrale a este viejo como te entregas en la cama donde duermes con tu marido.... y pídemelo, pídeme que te tome, que te folle como a una sucia PUTA―exigió el viejo con tono malévolamente candente.

Lo mire. Sabia que le gustaba verme a los ojos cuando lastimeramente le pedía que me tomara, cuando se lo pedía como una hembra desesperada.

―Don Titoooo....por favor.....poséame aquí.... en la cama que comparto con Pablo―Abrí mis piernas lentamente, doblando mis rodillas; exponiendo por completo mi intimidad; ofreciéndome como una perra en celo―Ande viejo....aaayyyy....abuse de mi cuerpo...abuse del cuerpo de la mujer de otro hombre....uuuuyyyyyy....úsela como una puta.―continué con ansias, a la vez que mis manos recorrían suavemente mi entrepierna y mis tetas, expuestas para él.―Don Tito, venga tómeme...métame esa rica verga....góceme....ande viejo...culeeme....viole a la hembra de su vecino...desquítese conmigo...ande Don Tito, desquítese usando mi cuerpo… yo respondo por mi marido―cerré los ojos y voltee mi rostro, con eso me sumergí en la excitación que me acababa de provocar diciendo esas palabras, y le di a entender que el exuberante cuerpo desnudo sobre la cama: el cuerpo de la mujer del cabron de su vecino, era suyo.

Me sentía tan expuesta, tan desnuda frente a aquel bastardo. Era otro hombre, no mi esposo. Ahí, con los ojos cerrados, estas ideas revolucionaban mi cordura calentándome cada vez más. Estaba expuesta, atormentada y hambrienta; Dios, que delicia.

Basto sentir que subía a la cama, para que yo empezara a gemir delicadamente. Sentí la punta de su verga en mi conchita; se me escapo una inspiración agónica, como si hubieran vaciado un balde con hielo en mi espalda. Pero no era hielo, sino una barra de acero candente que se introducía dentro de mí; abriéndose paso aguerridamente ahí donde el disminuido pene de mi marido entraba sin problemas. Solté el aire retenido en un gemido de angustia provocado por el excitante dolor que me infringía el poderoso armatoste de mi asaltante.  Mientras me llenaba a más no poder, sentí caer su barriga sobre mi esbelto vientre y su lengua empezar a recorrer mi cuello. Lo rodee con mis piernas. Su fofa contextura me recordaba la diferencia de edad. Su velluda y arrugada piel se aplastaba ante la presión de mis muslos. Su respiración era pesada y ansiosa, parecía un perro desesperado. Sus caderas respondieron a mis desesperados quejidos como los tiburones responden a una presa herida, atacándome sin piedad con poderosas embestidas, apuñalándome duro y sabroso. La idea de que me dejara gozar por un viejo que podría ser mi padre, un viejo regordete y feo; y que además era enemigo de mi marido, me calentaba de forma increíble. El mete y saca, cada vez más frenético….. la follada que me estaba dando Don Tito, me arrancaban gritos de placer. Mi tercer orgasmo no tardo en llegar.

Cansada pero aun entregada a las clavadas del viejo, abrí los ojos. La fotografía de mi boda sobre el velador, conmigo de novia y Pablo sonriente junto a mí, era testigo del abuso de mi cuerpo. Mis ojos se pegaron en la fotografía, sentí lagrimas brotar de mis ojos y recorrer mis mejillas. Las lagrimas eran por un sentimiento de culpa, de culpa por no poder decirle que no a aquel viejo que se saciaba conmigo. Le pedí perdón a Pablo, volví a apretar con mis piernas el cuerpo de mi violador; lo abrace; acaricie su peluda espalda; busque su jadeante boca y lo bese como la hembra hambrienta que era.

―Dame más fuerte....aaaahhhh....dame mas fuerte viejo asqueroso....perforame mas duro―gemía suplicante, pegada a sus labios y aun con lagrimas recorriendo mis mejillas. Se dio cuenta de mi tristeza lo que le provocó una risa burlona.

―Ya es tarde Cristinita...tu cuerpo ya es mío...siente mi verga―me la dejo hasta el fondo, dura gruesa, salvaje―eres una perra asquerosa....sumida a los deseos de cualquiera que quiera darte verga...a cualquiera que quiera gozar de tu cuerpazo.....incluso este viejo que tienes montándote―volvió a moverse, torturándome, provocándome oleadas de placer.

Al rato se incorporó sobre sus rodillas. Juntó mis piernas y las apoyo sobre su hombro derecho, cazándolas en un abrazo mortifero mientras volvio a embestirme brutalmente. Nunca pensé que pudiera llegar tan adentro.

―AAAAhhhhhhh!!!!―grite de dolor―AAAyyyyy….. no por favor, me mata….. me va a partir….por favor no tan adentro!!!...no tan fuerte!!!―solloce y suplique desesperada.

No me hiso caso y continúo con fuertes embestidas, llegando a sacar su gallarda verga para luego enterrármela hasta lo mas profundo de un solo golpe. En esa posición, con mi culo nuevamente a la vista, golpeando su ingle bajo su barriga, y al alcance de sus manos, las nalgadas volvieron a resonar como latigazos de placer al compás de su vaivén. El dolor acabo por extasiarme a más no poder. La pena al darme cuenta que mi Pablo nunca podría hacerme algo así me tenía llorando. El viejo disfrutaba al verme sollozar bajo su bestial coito y sus salvajes nalgadas pues mi cuerpo era su cómplice; mis ojos liberaban lagrimas mientras que mis manos, lejos de luchar contra mi cruel atacante, se aferraban fuertemente a la ropa de cama, buscando mantener la pose adecuada para recibir tan deliciosa agresión.

―Toma PUTA......¡¿así te gusta que te la claven?!.....aaaarrrrgggg....eres una niña mala que merece que le destrocen el culo a charchazos―balbuceaba aferrando mis piernas contra su pecho―¡Eso perra!....me encanta ver como te saltan las lágrimas....grita puta, sigue gritando....llora todo lo que quieras….muéstrame como te duele que te parta con mi buena vergota… como te gusta que te la meta toda.

Sus insultos; sus golpes; su mirada de desprecio me tenían en éxtasis y gemia como loca, como si me estuvieran matando de placer. Lo vi arremetiendo contra mi ardiente cuerpo con un ansia de deseo y odio. Cuando me escupió, logrando que su saliva cayera en mi rostro, lo incentive recogiendo los restos de su humillación, con hambrientos movimientos de mi lengua. Era su perra y con tal que me siguiera follando era capaz de eso y más.

De pronto sus embistes disminuyeron su intensidad hasta sacar su miembro de mi interior. Mi cuerpo seguía con el vaivén extinto con ansia de lujuria.

―Siga Don Tito...deme más verga―pedí entre jadeos.

―¿Quién entiende a las mujeres?. Hace un momento llorabas como una niña. Ahora quieres más castigo.―dijo incrédulo.

Mi mirada se posó sobre la foto de mi matrimonio.

― No era por usted Don Tito. Era por Pablo.

―¿Te da pena el muy cornudo hijo de puta?.

Dude, pero supe que mi confesión lo incitaría a seguir dándome placer.

―Sí, me da pena lo que le estoy haciendo. Pero lo que realmente me entristeció fue darme cuenta que él nunca podrá darme lo que usted me a dado.

―¿Ah si?― el viejo agarró su portentosa herramienta, aún erecta.―No tiene una como esta ¿verdad?.

―No, Don Tito― admití― Ni de cerca―Me incline como una gata y le di cariñosos besos y chupetones a su delicioso mástil.― Por favor, quédese conmigo un rato más, este bribón aún tiene fuerza.―me arrime a su pecho como una niña regalona.

―Si te voy a dar perra, no te preocupes―me tranquilizó a la vez que sus dedos se paseaban de mi inundada intimidad hasta mi virgen agujero posterior─¿Alguna vez tu marido te ha pedido tu culito?

―Si, Don Tito―respondí percatándome de que la respuesta no le había gustado demasiado―pero no se lo entregue, él lo quería pero se lo negué―esa ligera mueca burlona volvió a aparecer en su rostro.

―Pues será mío, te voy a desflorar el culo perrita―dijo mientras se acomodaba para restregar su glande contra mi ano.

―¡No!....oh Dios mío no, por favor Don Tito no!!―rogué envuelta en deseo.

Estaba asustada de verdad. Aunque ya por experiencia sabía que el dolor puede causar el mayor de los placeres, de todas formas me resistí. Sin embargo, apenas le costó volver a capturar mis piernas contra su pecho, volviendo a dejarme de patitas al hombro. Pero esta vez con su vergota hurgando entre mis nalgas. Pude sentir entre mis cachetes su palpitante glande que buscaba mi virgen agujerito posterior. En cuestión de segundos sentí como su miembro rompió la resistencia de mi anillo rectal, que dejo entrar su hinchado glande por completo. Mis piernas frenaron sus leves intentos por liberarse de entre sus brazos, para quedar inmóviles ante el empalamiento que estaba sufriendo. Quede muda, dejando que de a poco su portentosa herramienta invadiera mi adolorido culo. No fue sino hasta que me lo termino de enterrar y sentí sus peludas bolas rebotar contra mis nalgas; cuando emití un fuerte grito de dolor. El dolor me inundo. Pero mis gritos parecieron incentivar sus embistes, que de suaves estocadas se convirtieron rápidamente en frenéticas puñaladas.

─¡ME DUELE!...AAAAAAAHHHHHH...¡SACAMELO VIEJO ASQUEROSO!.. AAYYYYYY....¡ME DUELE!....¡AAAAYYYYY!....¡ME PARTE!, ¡DON TITO!...AAYYY... ME ESTA PARTIENDO....¡ME DUELE!― rogaba a la vez que mis gritos se mezclaban con gemidos de placer― ¡AAAYYYYY!....QUE RICO.....¡PARTEME EL CULO VIEJO DE MIERDA!...¡AAAAAAAAHHHHHH!....¡PERFORAME HASTA EL FONDO!...CULEEME FUERTE!!!!

―Que culito más apretado PUTA!!!!...eso, comételo todo....aaaaagggghhhh....¿me gustaría que tu marido me viera perforándote el culo?...aaaarrggg...supiera lo perra que es su mujer...lo mucho que le gusta la verga....tanto que viene cualquier malviviente y se la clava en el culo... SE LA CULEA!!!!......¡TOMA PUTA!....¡SIENTELO HASTA ADENTRO!―gruñía mientras me embestía de tal manera que me sentí partida. Llego mas adentro que nunca y fue tal el dolor que me provoco convulsiones de placer. Dios, estaba sufriendo el más increíble orgasmo de toda mi vida.

Me agarro un pecho y me dio un fuerte apretón, a la vez que me sacaba su miembro del culo para así rosearme con sus abundantes chorros de semen. Mis tetas, mi cuello, mi cara, estaban siendo inundados de esperma de viejo asqueroso.

―¡ANDA PERRITA!...¡AQUI TIENES TU LECHITA!...¡PUTA! ...¡PUTA! ...¡PUTA! ...¡PUTA! ...¡PUTA! ...¡PUTA! ...¡PUTA!―gritaba.

Su orgasmo me pareció infinito. Mi cuerpo recibía sus descargas de semen con hambre. Entre increíbles contorsiones de placer, trataba de recibir hasta la ultima gota de leche sobre mi piel. Mis manos esparcieron su esperma por mis tetas dándoles un brillo excitante, mientras mis labios capturaban los restos que estuviesen a su alcance, devorando el exquisito elixir de su humillación.

―Ahí estas bañada de leche PUTA. Saboréala, disfrútala como sé que te gusta. Así quedo la PUTA de mi vecino; la PUTA mujer de mi vecino....que culazo que tienes...y te lo acabo de culiar―termino dándome un fuerte palmazo en el culo y, dejando caer mis piernas hacia un costado, se levantó.

Quede exhausta sobre la cama. Su última nalgada se notaba sobre mi trasero, ardía sobre mi maltratada piel. Jadeante vi como se vestía. Junto a él la foto de mi matrimonio me recordaba que había sido humillada y abusada sobre la cama que compartía con Pablo. Ese asqueroso viejo me había hecho suya; a mí, la mujer de su odiado vecino. Y ahora se vestía para dejarme ahí; abusada, usada, vejada y violada, pero sobre todo dominada. Me hizo lo que quiso y ahora se iba; satisfecho.

Recogió mis llaves de la casa, que estaban sobre el velador. Vio la foto, el retrato de mi matrimonio, la levanto para verla mejor. Se volteo a verme y esa maldita mueca de placer volvió a aparcera en su cara. Tiro la foto junto a mí.

―Nada me gustaría mas que quedarme y ver la cara de tu marido al verte bañada en mi leche, como una perra asquerosa―dijo el viejo guardándose las llaves― Pero prefiero que por ahora no se entere; ahora es mía y pienso disfrutarla Señora Cristina. Ya llegará el día que goce humillándolo. Dejemos que siga manteniendo esta casa; que te alimente, que te vista, que te alinde para mí.

Me senté sobre la cama y me cubrí con las sabanas. Se acerco y apoyándome un dedo en la barbilla levanto mi rostro para que lo mirara.

―Me llevo las llaves porque de ahora en adelante pienso entrar a esta casa cuando quiera―dijo con su vos carrasposa―Volveré después de comer, quiero que te des un baño y me esperes en la cama...con tu ajuar de novia puesto ¿escuchaste?―Se me quedo mirando, esperando una respuesta―¿escuchaste?―Volvió a preguntar.

─Si, Don Tito.

Se fue, salió del dormitorio y luego escuche como la puerta de la calle se cerraba. Me lleve las manos a la cara y llore; de vergüenza; de rabia; de alegría, no lo sé, solo sé que llore desnuda sobre la cama. Sentía secarse el semen sobre mi piel, y mi ano me ardía. Las lágrimas escapaban por entre mis dedos para mojar las sabanas que compartía con Pablo, mi marido.

Me di una ducha y me dispuse a hacer mis maletas. Eran las doce del día. Por acá se suele comer como a las dos. Eso me daba dos horas para empacar he irme de ahí. Llamaría a Pablo de la casa de mis padres para que me fuera a buscar allá, y nos iríamos lejos, sin explicación de por medio. Él lo haría por mí, él me amaba y se iría conmigo sin preguntar nada, en un gesto romántico propio de él.

Mientras empacaba encontré mi ajuar de novia, recordé las palabras de aquel viejo. Me calme; mi apuro se había desvanecido; mi total atención se fijo en las diminutas prendas blancas que cubrieron mi cuerpo en mi noche de bodas. Mis portaligas, mi brasier de encaje y el pequeño corales se deslizaron por entre mis dedos, estaban suaves y recordé lo mucho que le gustaban a Pablo. Decía que me veía hermosa, que podía estar muy cansado, pero apenas lo sorprendía con esas prendas adornando mi cuerpo, no aguantaba las ganas de hacerme el amor. Cuando me di cuenta ya las tenia puestas, estaba frente al espejo y admiraba lo sensual que me veía. Mi pequeña cintura, abriéndose en unas preciosas caderas, daba el soporte a mis pequeños colaless. Me di media vuelta. El conjunto de ese hilo perdiéndose entre mis nalgas, con ese fino portaligas que rozando mi trasero se unía a mis ligas a medio muslo, me hacían ver increíble. Me extrañaba el nunca haberme detenido a admirarme. Aquel brasier de media copa juntaba mis gloriosos pechos generando una increíble vista del escote. Camine mirando al espejo. Me sentí sensual, me sentí como una hembra excitante...y me gustó.

Me acerque lentamente a la cama. Mientras cambiaba las sabanas, a mi mente llegaron las imágenes de aquel viejo abusando de mí. Ese viejo, que compartía noche tras noche la cama con una vieja, había gozado de mi cuerpo; de mi cuerpazo como él mismo lo llamó, un cuerpo joven y hermoso de los que seguramente ni en su juventud pudo gozar. Y yo....y yo lo había dejado, lo había dejado manosearme y luego penetrarme; era una perra...había sido su perra; su puta, solo porque me tomará, ese era mi precio, no pedía más, solo que me gozará con su portentosa herramienta.

Me metí entre las sabanas limpias. Sentía mi ajuar apretando mi cuerpo. Me recosté de lado dándole la espalda a la entrada del dormitorio, y espere. Recordé a Pablo, sabia que él no llegaría hasta las siete; él estaba trabajando y nunca sospecharía lo que su mujer estaba haciendo en su ausencia. De pronto sonó la cerradura de la puerta de entrada. Los pasos se dirigieron directamente a la habitación y luego junto a la cama; de un tirón la sabana que me cubría quedo a mis pies y un sonoro y burlón “guauuu” resonó en la habitación. Sentí el peso de otra persona en la cama y luego una áspera mano me tiro de la cintura.

─Ven acá PUTITA.

 

CONTINUARA…….