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Clases de repaso V

en Lésbicos

Transcurrido un buen rato de besos intensos, en los que el olor de ella se apoderaba de cada rincón de mi cuerpo, empecé a escuchar su respiración agitada mezclándose con la mía.

Apretaba su cuerpo contra el mío lo más fuerte que podía, cada vez más excitada. Noté un suave y reprimido gemido en mis labios, ella intentaba controlarse y no perder los papeles en aquel lugar tan pequeño.

 

Maggie: Llevo todo el día esperando esto, desde que te he visto llegar con las maletas.. estabas tan tímida, tan irresistible.. que te lo hubiera echo allí en medio de la calle.

 

Volvió a apoderarse de mis labios, esta vez fue a lo suyo ya con más vigor. Sus manos buscaron mis pechos y comenzaron a estimularlos, a excitarme a mí. Era lógico que en aquella estrechez no nos pudiéramos desnudar, por lo que me preguntaba qué sucedería. Todavía tenía un poco de inseguridad, me asustaba que pudiera pasar algo mientras estábamos allí sin enterarnos. Pero de la manera en la que me excitaba hizo que rápidamente se me olvidara la situación en la que estábamos.

 

Noté la humedad que me había provocado ella, sus dedos me acariciaban muy profundamente y provocaban en mi sacudidas algo violentas. Seguía presionándome con su cuerpo teniendo su mano entre mis piernas. Cuando se movió un poco, aproveché para acariciar su cuerpo hasta llegar a su faldilla e ir directa a su sexo por dentro de sus braguitas. Mientras ella no dejaba de estimularme, llevándome a universos paralelos. Cuando acaricié el punto exacto, y lo rocé suavemente, percibí como trataba de coger aire e intentaba sofocar un fuerte gemido.

 

Maggie: ¡Oh Dios! –murmuró, respirando entrecortadamente.

 

Al estar ella tan húmeda, sin yo quererlo, la penetré muy suavemente sin darme cuenta en el territorio que me estaba metiendo.

 

Maggie: ¡Sí! ¡Oh, sí! –gimió en voz baja mientras apretaba más su cuerpo con el mío.

 

Resultaba algo agobiante, necesitábamos aire fresco para respirar, estábamos exageradamente pegadas la una a la otra, sin que ni un solo centímetro de nuestra piel se separase, aumentando a su vez en gran nivel de excitación que llevábamos.

Enseguida sentí que las oleadas se acercaban a mí.

 

Maggie no había dejado de tocarme ni un solo segundo desde que la había penetrado y me hundía en ella.

Cuando por fin mi estómago se contrajo, notaba como ella respiraba con más fuerza sin dejar de moverme en su interior. No sé como pero nos acercamos aún más y, una detrás de la otra, reprimimos un gemido.

 

No sabría decir cuánto tiempo estuvimos abrazadas, ya que el orgasmo nos había resultado tan intenso que a los minutos aún jadeábamos y teníamos leves temblores que no abandonaban nuestro cuerpo. Gracias a que el baño era pequeño, porque en ese momento mis rodillas me habrían dejado caer al suelo.

 

Cuando por fin nos recuperamos nos dispusimos a salir.

 

Maggie: Tú sales primero y luego ya iré yo. –dijo ya en un tono algo más frio.

 

Pero antes de salir, se inclinó y me besó con delicadeza.

 

El resto del viaje me lo pasé recordando nuestros encuentros sexuales, ella me debería sacar unos siete u ocho años, no lo recuerdo bien, pero parecía una adolescente con ganas de experimentarlo todo. Percibí que siempre intentaría sorprenderme, pillarme desprevenida y hacérmelo de la manera más fugaz que exista.

Siempre había disfrutado del sexo, pero no es lo mismo el sexo por que sí, que cuando sientes esa gran química, esas chispas que arden al entrar en contacto. No es lo mismo que alguien que simplemente te atrae o te gusta te acaricie, no provoca el mismo efecto que alguien por quien te mueres de deseo, anhelas probar su cuerpo aunque aún nunca lo hayas sentido.

 

Sin darme cuenta ya estábamos aterrizando, una nueva oleada de miedo me invadió… porque pensé ahora ya no puedo echarme atrás, pero recordando rápidamente la escena en los lavabos se me pasó rápido ese pensamiento.

 

Maggie: Mira allí tenemos el taxi, ve hacia allí que yo me encargo de las maletas.

Yo: ¿Segura que no quieres que te ayude? –dije en un tono dudoso.

Maggie: No preciosa, puedo yo sola. Tú ves y descansa que te hará falta. –me guiñó el ojo y acto seguido me enseño su gran sonrisa malvada. Me estremecí tan fácilmente que parecía que no hubiera hecho el amor en años.

 

Empecé a dudar si me torturaría o algo, porque no sabía que más me haría, en ese momento no fui consciente de lo que decía, de la de cosas que se podían llegar hacer.

 

Transcurrida una hora en coche, llegamos al destino por fin.

 

Yo: ¡Ohhh! –gemí, no fui capaz de reprimirme al ver esa casa.

Maggie: Sí, lo sé. –dijo con un aire de felicidad que nunca había visto.

 

La casa... era perfecta, al menos para mis gustos, era la típica de pueblo muy grande, que te hace recordar a tus abuelos, lo que esta tenía un toque exquisito, era moderna pero de campo, todo muy simple y a la vez muy detallado, hecho a la perfección.

Al pasar el recibidor llegamos al enorme salón, con librerías y una chimenea de película, tan lujosa y grande.

 

Maggie: Luego abriré champagne y encenderé la chimenea. –dijo con mirada traviesa.

 

Así que aquí tendremos el segundo asalto de hoy pensé, y no pude evitar una sonrisa al imaginarme esa deliciosa escena.

 

Subimos a las habitaciones, pero por una extraña razón me dio una para mi sola, moría por dormir con ella y levantarla cada mañana con una oleada de orgasmos.

Seguimos caminando hasta el fondo del pasillo.

 

Maggie: Y esta es mi habitación por si necesitas algo.

Yo: Pensé… que dormiríamos juntas. –dije tartamudeando.

Maggie: Es mejor así, que cada una tenga su espacio. –dijo muy fríamente.

 

Consiguió bajarme la libido en milésimas de segundo. Volví a mi habitación sin pronunciar palabra. Deshice la maleta.

 

Maggie: Ponte algo cómodo que te enseñaré el pueblo y comeremos por allí. –dijo chillando des de su habitación.

 

No respondí, simplemente me cambie y me puse cómoda.

 

Maggie: ¿Estás lista? –dijo cariñosamente entrando en `mi´ cuarto, se acercó a mí y me abrazó por la espalda.

Yo: Sí, vamos. –dije fríamente y liberándome de sus brazos.

 

Fui directa a la puerta de la casa para salir cuando noté que me empujaba de cara a la pared y me agarró el culo.

 

Maggie: Este culo, y con estos leggins me volverás loca.

 

Ese contacto me estremeció y me olvidé de como se había comportado momentos antes y sin mover mi posición, como pude la agarre des de atrás y la pegué más a mi cuerpo.

Gimió al sentir la presión de mis glúteos contra su sexo. Gire un poco el cuello y entendiendo lo que quería hacer me besó.

Me enseño el pueblo, era precioso, muy pequeño. Tenía playa, realmente parecía un rio, pero era una playa de lo pequeña que era, pero muy acogedora. Te llegaba el olor fresco del mar y su hermoso sonido. Comimos un buen plato de paella y visitamos cuatro sitios más hasta que volvimos a casa.

Ya estaba anocheciendo, prácticamente el sol se había ido, decidió encender por fin la chimenea, luego tal y como prometió se fue a por dos copas y una botella de champagne.

 

Ay Dios, pensé… a saber la que me esperaba ahora.

Yo ya llevaba rato delante de la chimenea de modo que la piel empezaba a picarme debido al quemazón. Me dio la copa y brindamos sentadas en el parquet que estaba caliente. Cuando se levantó y fue directa al equipo de música pensé ha llegado el momento.

 

Maggie: ¿Te gusta el saxofonista Kenny G?

Yo: No sé cómo lo sabes pero me encanta.

 

Puso un CD que debió durar por lo menos dos horas.

 

Volvió a mi lado, se puso de rodillas delante de mí y me quitó la copa dejándola a un lado igual que la suya. Tan solo ese gesto me puso la piel de gallina, a pesar de que en breves seria verano y teníamos la chimenea encendida. De todos modos hacia frio, era un pueblo muy húmedo. Pero no tanto como nosotras en ese momento.

 

Ya a oscuras completamente con tan solo la luz de la chimenea y la música, me excité como nunca sin la necesidad de tener preliminares. Pero aun así me los hizo, lo cual significa que acabé subiéndome por las paredes.

 

Maggie: Date la vuelta por favor. –dijo con un deseo muy perceptible.

 

Obedecí y al instante sentí sus manos rodear mi cintura y meter algunos dedos por dentro y estirar de los leggins hacia abajo muy lentamente.

 

Maggie: Desde que te los has puesto que ansío hacer esto. –se le quebraba la voz del deseo.

 

Con los leggins por debajo del culo me pidió darme la vuelta de nuevo y me los quitó a un ritmo demasiado lento para mi nivel de excitación. Yo misma sin poder más me quite rápidamente la camisa y cuando me dispuse a quitarme el sujetador.

 

Maggie: ¡Para! –parecía que hubiera infringido alguna ley-. Quiero hacerlo yo.

 

Me detuve y esperé esa eternidad hasta que empezó a subir lentamente desde mis pies dándome besos y acariciándome todo el cuerpo hasta ponerse a horcajadas sobre mí y lentamente deslizar sus dedos hacia mi espalda y desabrochar lo que me había prohibido deshacer por mí misma.

Me quitó lentamente los tirantes por los brazos, y a la espera de que terminase mis pezones endurecieron como los de una mamá cuando da de mamar a su crio. Quería que hiciera eso que los succionara como si fuera un bebe, hasta que me retorciera de placer. Sin yo pedirlo lo hizo, suavemente y poco a poco con más insistencia, succionando y dando golpes con la lengua. Sentí que me liberaría así, estaba demasiado excitada, pareció percibirlo y paro, porque si no yo ya me habría liberado sin que apenas me hubiera rozado mi sexo. Retiró mis braguitas de lencería negras y se amorró a mi como el pobre que se muere de sed, a pesar de estar muy excitada todo iba muy rápido, mis orgasmos llegaban con retraso, entonces al sentir que a pesar de querer llegar al orgasmo final no llegaba, introdujo un dedo muy suavemente y de manera irresistible, yo estaba al borde del precipicio necesitaba caer ya, pero solo podía tambalearme, al sentir mi frustración, añadió otro dedo que al poco tiempo fue seguido por un tercero. Allí por fin me caí, volaba lentamente mientras caía del precipicio, mientras por fin podía chillar y desahogar todo lo que no había podido en el avión, mi cuerpo seguía corriéndose, parecía no querer parar nunca, debido a que ella no paraba y seguía sin dejarme respirar, entonces sin tiempo para respirar, sentí que una nueva oleada de acercaba, llegaba como un tsunami que no se puede frenar y, allí sí que aferré su cabeza contra mi sexo y gemí enloquecidamente, apenas me salían los gemidos, eran gritos ahogados por mis convulsiones de placer. Por fin se detuvo, y poco a poco se retiró de mí y subió hasta mí para darme a saborear todo lo que mi cuerpo había expulsado. Sentirlo en su boca, me volvió a excitar. Aunque aún persistían en mi los temblores, le di la vuelta, me puse encima de ella dispuesta a cambiar los papeles y torturarla como nunca me había permitido hacer a nadie.

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