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Motivación en el trabajo 12

en Lésbicos

Estaba completamente pálida y a la vez roja por el cabreo. Nunca me sentí tan confusa como en ese momento, no entendía nada. Podía entender que hubieran vuelto a estar juntos, bueno entender, mejor dicho respetar. Pero que aceptara a una propuesta de matrimonio después de haber estado conmigo ultimamente no me parecía correcto.

Ella estaba igual o más pálida que yo, es más, se había quedado petrificada. El novio al ver que estaba distraída le robo un beso rápido y le susurro algo al oído. Algo que pude leer en sus labios facilmente... TE AMO.

Empecé a marearme. No me encontraba nada bien. Puede que lo nuestro no llegara a ningún sitio y estuviera destinado a tener un final, pero tampoco calía hacer que terminara así.

Oscar se acercó para felicitarla, luego se acercó Lorena e hizo lo mismo. Ella resòndía fingiendo felicidad, pero de reojo trataba de entender mis pensamientos, intentaba averiguar que estaba pensando. Cuando finalmente reaccioné, me acerqué a ella a paso normal y empecé a esbozar una suave sonrisa. Tenía buen don para disimular mis sentimientos, estaba acostumbrada a reprimirlos, mis amigos se frustraban al no ser capaces de saber cual eran mis verdaderos sentimientos. Mi sonrisa realmente era cálida, como si una amiga me hubiera dicho que se casaba con su principe azul y me alegrara completamente por ella. Cuando me paré frente a ella parecía aun más asustada. Incluso muy confusa. Suavemente me incliné hacia ella y lentamente deslicé mis manos por su cintura hasta su espalda para atraerla hacia mí y darle un abrazo tal y como hicieron Oscar y Lorena. Solo que yo lo hacia con pasion escondida, solo ella podía sentir esa pasión. Al atraerla hacia mí me di cuenta que aun mi cuerpo era capaz de dominarla, seguía sin poder resistirse a mí. Le acaricié con sensualidad la espalda. Pude sentir como eso la superaba, y tensaba la espalda al intentar no arquearla. Oía su cálida respiración en mi oído, pidiéndome más. Entonces era el momento perfecto. Me separé de ella para que se diera cuenta de que realmente me necesitaba. Puso cara de frustración, pero lo aceptó.

- Bueno me voy a montar así acabo antes. -dije adornando de nuevo mis labios con una sonrisa.

- Yo también tendré que ir... -dijo Lara con cara de fastidio.

- No os canseis juventud. -dijo Oscar riéndose de nosotras.

Al salir de la puerta del bar empecé a andar rápido, escuché abrirse la puerta de nuevo sabiendo que era Lara quien salía. Reducí la velocidad, no quería que me viera huyendo. Por suerte ya estaba bastante alejada de ella y tendría que correr para alcanzarme. Preparé rápido el primer potro. Monté en pistas diferentes a las de ella para así no tener que cruzarmela. Cuando me quedaba solo un potro decidí ir al campo para desconectar. Hice el mismo procedimiento que la última vez, solo que estab vez con más calma. Me fui al campo en aquel lugar donde podría galopar como en una pista de carreras. Allí despreparé al potro y lo deje suelto pastando. Mientras empezaba a cantar.

Estaba en la hípica, había vuelto de la ruta con el potro. Estaba silenciosa, no se oía ningún caballo. A la hora de comer nunca había nadie por allí, excepto en el bar, pero eso estaba a la otra punta de la hípica. Duché al potro con lentitud, así le enfriaba bien los tendones ya que al ir a correr tanto eso le vendría bien. Lo guardé en su corral y empecé a guardar material. Primero la montura. Al entrar y dejarla un sonido extraño me llamo la atención. Coneseguí pasarlo por alto y seguir recogiendo. Recogí la brida (lo que lleban el la boca) y los protectores (lo llevan en los pies). Volví al guadarnés y escuché aun más fuerte el sonido de antes. Guardé rápido todo en la taquilla y empecé a perseguir el sonido, me costaba localizar de donde venía. Al no conseguir dar con él lo ignoré y subi al piso, para dormir un rato en las habitaciones. El sonido se hizo más fuerte. Pero venía del otro lado, entraba por la ventana. Desde el piso podía observar toda la hípica, por donde había subido yo estaba el guadarnés, y al otro lado del piso estaban los corrales de ponys de escuela. Por eso no había conseguido dar con el sonido, porque venía del otro lado. Me asomé a la ventana y los vi. Ella estaba medio tumbada en el comedero de los caballos y él encima. La embestia con una violencia asombrosa. También me sorpendió su miembro... bastante grande, incluso demasiado. Me reí al pensar que era por eso por lo que estaría con él. Rápidamente me cabreé de nuevo, porque lo estaban haciendo en 'mi casa'. Aun así me excitaba muchísimo verla así. Pero me dolía a la vez, la veía muy entregada a él. Más que conmigo, la veía más desquiciada, más excitada, más todo...

Ella no llegaba a tener orgasmos pero jadeaba muy deprisa y fuerte. Cerraba los ojos con fuerza dejándose llevar por el momento. En la embestida final, la penetró con tanta violencia que hasta a mí me temblaron las piernas. Rápidamente él echo mano al clitoris de ella haciéndola llegar a ella también. Allí empecé a escucharla gemir, como me excitaba poder contemplarla así... aunque a la vez lo odiara. Empezó a entrecerrar sus ojos y ponerlos en blanco. Sabía que eso significaba que llegaba al orgasmo final. Empezó a tener un gemido muy prolongado y...

Me desperté de un sobresalto. Maldita pesadilla. A pesar de todo tenía el presentimiento de que en ese momento lo estarían haciendo igual que en la pesadilla...

Me percaté de donde estaba, rápidamente busqué al potro, no lo encontraba... Me agobié mucho. En cualquier caso si hubiera conseguido escapar de aquel recinto se habría ido en dirección a la hípica.

- ¡Tranquila! -oí que gritaban a lo lejos-. ¡Está conmigo!

Joder Eric, pensé. Vaya susto de muerte me dio. Allí venia a paso rápido pero elegante hacia mí. Me causaba ternura verlo con el sombrero vaquero, era como sacado de una película. Ya me contó su tio que allí en Tejas el sombrero se lleva para todo, hasta para cenas elegantes y de negocios. Me costaba imaginarmelo con traje y corbata... le sentaría de maravilla pero me imaginaba el sombrero puesto y sin querer se me escapó una risita.

- ¿De que te ries? -pregunto confuso.

- Nada, nada. Tonterías mías. -respondí borrando mi sonrisa de la cara.

- Perdona por lo del susto... -me dijo tratando de volver a ver mi sonrisa-. Vine aquí con la yegua para galopar y el empezó a seguirnos, decidí volver para dejarla en casa y el me ha seguido hasta allí.

Me quedé observándolo pensativa. Me desconcentraban sus ojos. Se había dejado un poco de barba, muy poca, la suficiente para darle un poco mas de virilidad. Su camisa de tirantes acavaba de deconcentrarme por completo, llevaba una de tirantes la cual dejaba marcar cada uno de sus músculos que se notaban trabajados, supongo que debido a convivir con caballos.

- ¿Estás bien? -esas palabras me hicieron volver al presente.

- ¿Eh? Sí, sí. ¿Ahora donde está?

- Lo he dejado en la finca, he cogido otro caballo para venir a buscarte y ahora vamos allí.

- ¿Y como hago para llevar la montura para allí?

- Mmmm... -lo veía hermoso así pensando-. ¿Si coges solo la brida y luego vienes montando a pelo hasta aquí y se la pones? ¿O está muy loco para ir sin montura?

- Vale sí, me parece bien.

Cogí solo la brida y dejé allí algo escondida la montura. Me llevó hasta el caballo que había traido. ¡Dios santo! Pensé. Era enorme, todo negro. Realmente hermoso, su pelaje brillaba debido al sol y un poco por la sudor. Se subió él y me ofreció la mano para subir. Al cogerme a el por detrás pude comprovar que si que estaba musculado, mis manos rodeando su cintura me lo confirmaban.

- ¿Te importa galopar? -entendí que lo estaba deseando.

- Y tanto. -dije cogiéndome más fuerte a él.

Echó a galopar como un loco. Se notaba que era otro estilo de caballo, los que monto yo son PRE, Pura Raza Española, son de otro estilo, son más elegantes y no tan ágiles. En cambio este era todo lo contrario, exageradamente veloz y ágil. Llegamos rápido ya que su casa estaba practicamente detrás.

- Espera, no bajes aun. -dijo bajandose él del caballo.

Desapareció uno o dos minutos y volvió. Me indicó ir al otro lado para despreparar al caballo, que él estaría allí esperándome. La finca era grande por lo que aun que fuera con caballo tardé más de lo normal al no saber muy bien por dónde iba. Al llegar allí lo encontré sirviendo el pienso a una corral pequeño donde no había caballos, por lo que entendí que iba el que estaba montando yo. Se acercó a mí y para que bajara. Me ayudó, podría haberle dicho que no, ya que sabia igual o más que él de montar pero habría sido desagradable por mi parte así que lo tomé como un acto de cortesía. Al bajar me tenía agarrada por ambos lados de la cintura, poco a poco empecé a rozarme con él, primero mis piernas deslizándose por su pecho, luego mi zona íntima y por último mis pechos. Estaba aprisionada, entre el caballo y él. Pero hizo todo lo contrario, otra persona habría insistido y me habría besado, en cambio él respeto mi espacio y se alejó para empezar a despreparar al caballo. Cosa que realmente hizo que me quedara esperando el beso...

Me ofreció quedarme a comer, acepté. Había conseguido olvidarme unos instantes de Lara y su... prometido. Así que sabía que era mejor quedarme allí que volver a la hípica y volver a sufrir. Su tío me atendió muy bien, nos sirvió la comida y todo.

De pronto empezó a vibrar mi teléfono, al ver quién era pedí permiso para levantarme de la mesa y pregunté por el servicio. No llegué a entrar en el baño, me quedé fuera ya que estaba alejada de ellos.

- ¿JUDITH? -oí su voz cabreada y agitada.

- ¿Qué quieres? -respondí seria.

- ¿Como que qué quiero? ¿Se puede saber dónde estás?

- No.

- ¿No qué? -Que no tienes porqué saber dónde estoy. Ahora sabes que estoy bien, así que no necesitas saber nada más.

Me dispuse a colgar y la escuché de nuevo hablando. Pero dejé de prestarle atención al oir pasos acercándose.

- ¿Estás bién? -preguntó Eric con voz dulce.

- Aaaaa... ¿así que es por él no? -dijo Lara cabreada desde el otro lado la línea.

- Sí, ahora voy. -dije poníendole cara de fastidio al teléfono para que pensara que era algo de negocios.

- ¿¿¡A dónde vas!?? -preguntó Lara histérica.

- Que no te interesa. -hice una pausa.

- ¿Qué tienes pensado hacer con él? -preguntó cada vez más frustrada.

- Lo mismo que tú con tu novio. -y colgué el teléfono.

Para nada tenía pensado tirármelo, quizá si sucedia pues sí. Pero a pesar de ser un encanto de hombre y ser guapísimo seguía siendo un hombre. Por no decir que sería un simple lío de verano, ya que el vive en Tejas.

Cuando se hicieron las 15:30 entendí que me tenía que ir porque a las 16:00 tenía la primera clase. Recogí rápido la mesa, me pidieron por favor que no lo hiciera así que solo por las prisas les hice caso. Eric me llevó hasta dónde estaba el potro, lo preparé sin montura, por lo que fue rápido.

- No me dará tiempo a ir por la montura... -le dije preocupada.

- Tranquila... si eso voy yo y por la tarde te la llevo.

- Sí, gracias. Me harías un favor.

- Por ti lo que sea... -dijo en un tono exageradamente dulce.

Se acercó para darme un beso en la mejilla. En el último momento giré la cara para que me lo diera en los labios. Se sorprendió. No llegó a haber lengua, fue un beso suave y simple. De despedida. Se separó de mi y se agachó un poco para que le pusiera el pie en las manos y subiera al caballo.

- Ten cuidado... -dijo con una sonrisa.

- Lo haré. -dije devolviéndole el gesto.

Troté un poco hasta la salida de la finca. Nada más cruzarla eché a galopar. Recordé ese último beso. Algo se apoderaba de mí cuando estaba con él. Pero sabia que no era amor. Simplemente me sentía bien porque él me hacia sentir valorada. Pero sabía que eso era jugar con él. Así que tendría que dejarlo al momento, no quería hacerle sufrir. Llegué y faltaban 5 minutos para en punto. Duché a toda velocidad y lo guardé en la cuadra. Hice todas las clases de la tarde, estaba rebentada. Eric me había dicho que pasaría cuando acabara las clases, que si queríamos podríamos ir luego al cine o a tomar algo. Todavía no había llegado y yo lo estaba guardando todo. Sufrí una encerrona por parte de Lara, que nos encerró dentro del guadarnés de escuela. Entró sin que me diera cuenta y cerró con llave.

- ¿Qué haces? Abre. -dije de inmediato.

- No me da la gana... -dijo acercándose a mí.

Desde luego ella si que sabía ponerme nerviosa. A pesar de estar cabreada con ella no podía dejar de desearla. Me estaba enfureciendo cada vez más, pero a la vez me excitaba a una velocidad anormal.

- A saber que habrás echo con él... -dijo al ver que me mantenía fría.

- Cosas que no te incumben. -respondí seca.

Menos mal que sabía ocultar mis sentimientos, si no sabría que en ese momento me moría por ella. Cuando ya no pude recular más, empezó a pegar su cuerpo al mío. Lentamente. Con solo eso yo ya estaba jadeando. Hizo un movimiento brusco con su cintura, cosa que se clavó en mi zona... no pude más que dejar de resistirme y cogerla del culo y clavarla aun más entre mis piernas. Empezó a besarme el cuello, succionando poco a poco. Su cintura se movía sutilmente en medio de mis piernas, un acto que empezaba a tenerme loca. Separó un poco su cintura y la sustituyó por su mano. Primero por encima de los pantalones. No podía mantener quieta mi cintura, la movía al ritmo de su mano. Poco a poco separó de nuevo la mano y empezó a introducirla en mis pantalones. A pesar de estar loca de deseo intenté negarme. Pero ante eso ella solo me trataba con más ansia, cosa que hacía que no pudiera resistirme. Al final me dejé, nada más dejarla entrar rápidamente me penetró con no se cuántos dedos. Le mordí el hombro bruscamente. Me dolió la mandívula de lo fuerte que mordí. Pero ella no paraba, era como si no sintiera nada y estuviera concentrada en mí. Iba ahogando mis gemidos, alguno se me escapaba. Trataba de calmarme, pero jadeaba a un descontrol exagerado. La atraía cada vez más fuerte hacía mí. Su peso me aprisionava y me impedia respirar normal. Empezó a acercarse mi orgasmo final, por lo que la mordí de nuevo. Tenia su piel entre mis dientes, ella actuaba con más velocidad y más ansia. Como si no consiguiera saciarse de mí.

En ese maldito momento una voz nos interrumpió.

- Judith, Lara ¿dónde estáis?- preguntó una voz que desconocía.

- ¡Judith! -chilló otra voz. Esa si la conocía era la de Eric.

- ¡Mierda! -dijimos ambas a la vez.

Yo estaba roja, me había quedado con el calentón. Y la vergüenza de que nos pillasen.

Al salir los encontramos cerca de nosotras, por suerte no sabían dónde estábamos. Era su prometido y mi... amigo, novio o lo que fuera.

- Eric y yo hemos estado hablando, y queríamos deciros que si os apetece que vayamos los cuatro a cenar por algun sitio. -comentó su prometido.

Las dos estábamos congeladas.

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