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Aprendiendo Inglés VII

en Lésbicos

Mi cabeza echa un lio, el sentimiento que te oprime el corazón, sientes como tus pulmones se hacen pequeños y por más que respiras el aire no te llena, estás vacía.

Su mano en mi barbilla impedía que pudiese girar la cabeza. Quería estar con ella, de verdad lo quería. Pero no así, no soportaba ser la segunda de nadie, necesitaba ser lo más importante en su vida, que me lo pudiese dar todo. –Resoplé- no sabía que responder, ni cómo empezar.

-          Helena.. –un pequeño hilo de voz consiguió salir de mis labios.

Sus ojos parecieron agrandarse. Si seguía mirándome así no podría decirle que no. Porqué esas pupilas tan negras y grandes envueltas de ese azul me estaban detallando al máximo. No podía retirar mis ojos de los suyos, de verdad jamás había conocido a nadie con las pupilas tan grandes.

No puedo decir el tiempo transcurrido en el cual estuvimos con ese contacto visual, solo sé que fuese mucho o poco, cada vez parecían ensancharse más esos agujeros negros como si me pidiesen entrar en su vida, como si me abriesen las puertas.

-          Yo.. –intenté nuevamente rechazarla pero fue en vano.

Su mano en mi barbilla se movió sutilmente de modo que empezó a acariciarme los labios con el pulgar, involuntariamente entreabrí los labios un poco.

-          ¿Sabes qué? –dijo en el tono más dulce que había oído en su voz.

No respondí, simplemente me limité a observar aun más esos ojos.

-          Muero por esos labios.. no sé cuánto tiempo ha pasado, pero sigo sintiéndolos junto a los míos. Jamás nunca me han besado así como tú lo haces, tus besos son la más clara demostración de amor que me han dado. He entendido que después de probarlos mis labios nunca más se saciarán si no es contigo. –mi corazón se aceleraba a un ritmo incontrolable, se estaba declarando, esa mujer fría e incontrolable me abría su corazón.

-          Pero.. –yo seguía tratando de encontrar la cordura que tanto tiempo me había llevado encontrar, que tanto había preparado para este día, pero nada parecía salirme.

-          Tranquila.. –hizo una pausa-. No te volveré a besar hasta que tú me lo pidas.

-BÉSAME YA- pensé por dentro. Mi cabeza me lo chillaba a gritos descomunales.

Dolor, dolor, dolor… solo podía tratar de pensar eso a ver si así lograba enfriarme, sufrimiento. Nada parecía enfriarme, ni todo el hielo de la Antártida lograría que dejara de desearla y mucho menos que no la deseara. Pero encontré el pensamiento perfecto.

-          Pero mientras yo no lo haga.. –tragué saliva-. Él lo hará.

Ella sí que se enfrió rápido. Quito todo contacto entre nuestros cuerpos, su mano en mi barbilla era lo que más me dolía. Sentir ese frio en mis labios… su ausencia.

Se levantó del banco.

-          Sí, por supuesto que lo hará. –dijo con su habitual tono frío.

-          Zorra.. –murmuré por lo bajo.

-          Ya me saciaré bien de él… -dijo con regocijo.

-          Bueno según tú, nadie lo hace como yo. –dije levantando una ceja de modo ganador con una malvada sonrisa.

-          Si bueno, es que todos sabemos que para follar… hay que mentir. –patada en la boca, puñetazo en el estómago y un balazo en el corazón.

Me levanté bruscamente, trataba de controlar mis ojos, que aguantaran por lo menos un minuto las lágrimas.

-          Perdona por haberme entrometido en tu vida, no te será difícil encontrar otra imbécil como yo para que sacie esos deseos. –dije en un tono realmente bastante sereno tratando de aguantar.

Me di la vuelta, no entraría de nuevo a clase, me fui en dirección contraria a ella alejándome del instituto, cosa que no quería ya que necesitaba el coche pero me negaba a pasar delante suyo con lágrimas en mis ojos, no quería darle tal victoria.  Odio es el único sentimiento que invadía mi cabeza.

Pero por más que la odiara, no la quería menos, al contrario también la quería más. Me recordaba a una película que había visto en el cual el hombre le decía a su mujer, -acabarás odiándome-. Y ella respondía, -puede que te odie más, pero nunca te querré menos-. Ahora entendía esa frase, la odiaba, pero la necesitaba más que nunca. Necesitaba que en ese momento corriera y se abrazara a mi espalda, proporcionándome protección y amor. Pero eso tan solo sucedía en las películas.

Otra vez vuelta a empezar.

Me leí a Elvira Sastre.

‘Día Uno sin ti:

te echo tanto de menos

que en mi reloj aún es ayer.

Día Dos sin ti:

no salgo de la cama,

aún estás conmigo, tan guapa,

aunque sea en mis pesadillas.

Día Tres sin ti:

no llamas

y todo, las canciones en mi cama

la pena mi pecho tu nombre mi nombre con el tuyo

tus fotos mis trozos nuestros restos,

comunica.

Día Cuatro sin ti:

me abandonaste a las tres en punto.

Mi reloj lleva cuatro días marcando las tres y cinco.

Día Cinco sin ti:

tu ausencia aplastando mis entrañas.

Pareciera que han pasado por mi alma noventa años.

Día Seis sin ti:

hoy solo he llorado escuchando a Andrés

y leyendo a Ernesto.

voy mejorando.

Día Siete sin ti:

mi madre me ha besado las ojeras

y he salido del ataúd que es mi cama sin ti,

dejando al lado de mi almohada una nota de resurrección.

Día Ocho sin ti:

me he ido a dar un paseo a la playa,

ha llovido como si le rompieran el corazón al cielo

y he comprendido

que uno es de donde llora pero siempre

querrá ir a donde ríe.

Día Nueve sin ti:

no te olvido,

pero hoy he vuelto a reír de nuevo

y he sentido un anhelo reconfortante al abrir la ventana,

como si el aire barriera los fantasmas de mi suelo.

Día Diez sin ti:

he dejado de huir

porque me he dado cuenta de que soy la

única que me sigue.

Tu recuerdo tampoco: Se ha quedado atrás.

Creo que me acerco a la meta.

Día Once sin ti:

me he olvidado de que te estaba olvidando

y te he olvidado.

Día Doce sin ti:

he conocido a alguien,

soy yo.

Voy a darme una oportunidad.’’

Así sucedieron prácticamente esos días. Seguía sin ir a sus clases, me negaba a verla. Karina me decía que preguntaba por mi, ya que normalmente me quedaba fuera de la escuela en sus clases y me veía, pero desde lo último sucedido me alejaba mucho de la escuela para que no pudiéramos coincidir por nada del mundo.

-A quien voy a engañar- me dije a mi misma. –La amo y la necesito más que nunca, así sea que pasen los días, ella es todo para mí-. Todo eso rondaba mi cabeza sin cesar.

Pero ella tampoco me buscaba, lo cual significaba que ella estaba bien y yo debía respetar eso. Aunque me quedase hundida y jamás la superase debía hacer que ella creyera que si, así podría ser feliz y olvidarse de mi. Que seguro no le costaría nada.

*DOMINGO*

Día exclusivo en mi ciudad de TRES TOMBS, dar tres vueltas con los caballos alrededor del centro de la ciudad. Con carros y gente con sus caballos propios.

Ahí salíamos unos cuantos de la hípica.

Yo con mi fenómeno, el único que podía animarme aunque no siempre lo hiciera, a veces colaboraba a que me sintiese peor, pero era lo único que me quedaba después de no tenerla a ella.

Ahí estaba yo a las 10:00 am el la plaza, el resto venían más tarde ya que habían ido a por el resto de caballos. El mío estaba atado a un palo especial que habían puesto para eso.

Aproveché a la barbacoa que hacían por la mañana invitando a toda la ciudad y en exclusiva a los jinetes y amazonas.

Desgraciadamente vi a lo lejos a todos los profesores del colegio, habrían quedado para ver el espectáculo.  Sabía que ella estaba allí, y sabía que ella me había visto. Pero seguí mi camino pasando enfrente de ellos, pero no lo suficiente para que me reconocieran.

-          ¡Claudia! –una dulce voz pronunció mi nombre en la dirección en la que estaban ellos.

-No puede ser-. Pensé para mis adentros.

De entre la multitud salió ella. Vestida con sus pantalones de montar negros y un polo por dentro del pantalón de color blanco con el escudo de la hípica. Una sonrisa grandiosa inundó mi rostro. Una sonrisa realmente tonta. Me dolían las mejillas de sonreír de tal modo.

Iba acercándose a mí con un paso perfecto, meneando esas caderas detalladas de montar a caballo.  Al llegar delante de mí, se inclinó a darme dos besos y un fuerte abrazo.

Pude ver a Helena con mucho odio e impotencia observándome. Pero el olor de ella, me hizo volver a quien tenía entre mis brazos. Ese olor que tanto había sido mi perdición.

Se retiró del abrazó y se puso bien recta y elegante delante de mi.

Entonces se quitó esas gafas de sol que impedían que viese los ojos más hermosos de este mundo. Esos ojos Husky que tanto me enamoraban.

-          Dios Mío Lara, estas hermosa. –dije con la cara más boba del mundo.

-          Tú también, pero tu cara me esconde cierta tristeza. –dijo con ese tono de voz tan dulce.

Le veía el cabello un poco más castaño de lo habitual y más largo cosa que le daba un aire fresco y angélico.

-          ¿Cómo está el hombre de tu vida? –se escuchó una risita.

-          -me reí-. está ahí atado al palo ese extraño que han puesto.

-          Muero por verlo, seguro que está más blanco.

-          Sí.. –protesté poniendo pucheros.

-          Vamos… ¿aun no lo has superado? ¡Es tordo! Desde que nació sabes muy bien que se volvería blanco.

-          Ya.. pero lo adoraba cuando era casi todo negro. –exageré más mi cara.

-          Sea como sea siempre será el más hermoso. –esa frase en su boca me iluminó haciendo que olvidase por completo que Helena existía.

-          Y… ¿los amores que tal? ¿Ha habido alguien después de mí? O sigues siendo mía desde aquel día en la cuadra con Bolero.

-          -Me reí como una tonta enamorada, esta chica era de lo más.

-          ¿Y tú? –respondí rápido.

-          Aunque he preguntado primero es lógica tu pregunta, dejé a Pablo esa misma noche después de que lo hiciésemos en la cuadra. –dijo en un tono triste-. Y… desde entonces no he estado con nadie. –eso me iluminó aun más.

-          Tu turno… -dijo curiosa.

*HELENA*

 

 

-No sé quién diablos será esa pero no me gusta en absoluto. La hace relucir bien… y aunque suene egoísta no quiero, es mía-. Me dije enfadada.

En todo el día no se separaron ni un segundo. Es más la subió a su caballo, supongo que era su caballo, iban las dos subidas como dos princesas durante las 3 vueltas. Lo que más me dolió no fue en si que estuviese con ella, con Felipe me daba celos, pero estaba pendiente de mis reacciones, en cambio con ella se olvidaba de mi, no me había vuelto a mirar.

 Aunque la odiase sin conocerla, es cierto que era hermosa, de cerca seguro que lo era aun más, por lo cual más rabia tenía yo.

*FLASHBACK*

 

Recuerdo aquel día que llegué al instituto más pronto de lo habitual para salir a dar una vuelta, al entrar por la puerta del parking con el coche la vi a ella sentada en un banco, asilada de todo. Aparqué el coche rápido y tan solo agarré el bolso y me fui a donde la había visto.

Con lentitud me acerque a ella, estaba llorando aunque bajo mi presencia ya no lo hacía. Se limitaba a disimularlo, pero a mis 35 años de vida y siendo mujer como ella podía reconocer rápido que no solo lloraba, sino que además lo hacía por temas de amor.

Hablé con ella y no hizo ademán de contarme que le sucedía así que me fui a un edificio de detrás de la escuela, nadie sabe lo que hay dentro, es un lugar al cual vas a hacer donaciones y colaborar con asociaciones, lugares de acogida, etc… Eso me hacía bien ya que venía de discutir con mi novio, Leonardo, que lo quería mucho pero estaba unida a él por asuntos familiares, ambas familias de buen estatus, familias que apenas dejan que escojas pareja ya que los padres escogen por los hijos sin darles voz ni voto.

Salí feliz de las donaciones, me sentía tan bien gastando el dinero de mis padres en ayudar al mundo.

Al volver la vi allí, seguía en el mismo lugar, pero esta vez ya se la veía más feliz.

-          mmm... esa cara me gusta más. -dije acercándome de nuevo a ella.

Por favor… que sonrisa tenía, era la más dulce e indefensa que había visto, como la de un niño que sonríe con sinceridad. Cuando estuve lo suficiente cerca podía escuchar como su respiración seguía agitada, a veces se le escapaban fuertes suspiros incontrolables.

-          ¿Ahora quieres contármelo? ¿Amores? -dije curiosa.

-          - No... –respondió tímida.

Se quitó las gafas de sol… la luz rojiza se reflejaba en su caballo castaño, por último esos ojos verdes, tenían un tono deslumbrante, llorar la hacía aun más hermosa, sus ojos con un tono rojo del llanto hacía que se viesen aún más verdes y brillantes, podía verme a mí a través de ellos.

*FIN FLASHBACK*

Estaban recogiendo los caballos ya había terminado todo y allí se fue ella con aquella chica… en el mismo coche. Que sensación de impotencia, quería matarla porque se fuera con mi chica. Mía.

Tuve una leve sensación de mareo, no podía ser que ella causase tantas sensaciones en mí. Mi cuerpo no me respondía, ya no me pertenecía a mi misma.

-          Helena. –dijo la subdirectora-. Por casualidad no tendrás algún támpax…

-          Mmm.. deja que lo mire. –hurgué dentro de mi bolso hasta que hallé con uno y se lo di discretamente.

-          Gracias, me has salvado el culo. –dijo riendo.

-          De nada. –respondí mientras ella se dirigía a los servicios de un bar.

Me quedé pensativa…

-          ¡Joder! –se me escapó de golpe.

Debo tener como un mes de retraso. Joder, joder… No puede ser.

Fui corriendo detrás de la subdirectora.

-          Pili, tengo un problema.. –dije detrás de la puerta de su servicio.

-          ¿Necesitas uno también?

-          Ese es el problema… que debería necesitarlo. –comenté un tanto alarmada.

-          ¿Qué? ¿Estás embarazada? ¿Tendrás un hijo con Leo? –parecía eufórica-. Le harás muy feliz.

-          Ahhh.. si, puede ser. –dije aturdida, me estaba mareando cosa que me ponía más nerviosa por si era un síntoma del embarazo-. Necesito ir a por un test ahora.

-          ¿Ahora? –dijo tirando de la cadena.

-          Sí por favor, ¿me acompañas? –le supliqué, no podía enfrentarme a esto sola.

-          De acuerdo, vamos.

Buscamos una farmacia de guardia. Compre un test de embarazo y volvimos al baño del bar.

Ahora era yo la que estaba dentro del servicio y ella fuera.

-          Oye, Claudia estaba muy hermosa con ese caballo, nos comentó que vendría con el suyo, sería ese.. –lo que necesitaba, que ella se pusiera a hablar de Claudia.

-          Sí, sí, algo dijo.. –trate de omitir el tema.

-          Y esa chica con la que iba… era una belleza, altamente atractiva, demasiado diría yo. –que mujer tan toca pelotas, que ganas me daban de soltarle un grito y que se callara.

Salí del baño esperando el tiempo indicado para el resultado, se lo di a Pili mientras yo me lavaba las manos.

-          ¿Que quieres? ¿Niño o niña? –dijo entusiasmada.

-          ¿Qué? ¿Es positivo? –me asusté.

-          No, solo pregunto, aun no sale el color. –yo no dejaba de dar vueltas alrededor del cuarto.

-          ¿Pero que te gustaría que fuera? –¡que pesada! Nada, yo no quería que hubiese nada, pero me calmé y me digné a responder.

-          No lo sé, no es un buen momento. –dije fingiendo serenidad.

-          Ah entiendo.. –hizo una pausa-. Mira está cambiando el color.

Yo no podía mirar, seguía andando.

-          ¡¡¡Helena!!! –dijo feliz, cosa que asustó mucho.

-Mierda, mierda y mierda-. Pensé antes de que dijera nada más. Porqué estaba contenta, que pasaba.

-          Lo es. –pausa-. ¡POSITIVO!

*PUUM* caí al suelo. 

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