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Clases de repaso VIII

en Lésbicos

Me sentía al borde del clímax, quería parar pero no sabía cómo ya que yo no controlaba el aparato. Estaba haciendo en esfuerzo sobre humano para que no se me notara nada, pero hay cosas que no puedo dominar, por ejemplo el rubor en mis mejillas, ese rubor de cuando estás tan excitado. Los jadeos… de vez en cuando se me escapaba alguno, aunque lograba maquillarlo con algún sonido seguido hecho apropósito.

 

Gracias a Dios a Carlos le sonó el teléfono y se alejó unos pasos de modo que no me veía, en ese momento me dejé llevar por ese placer y al fin pude dejar que mi cuerpo llegara al orgasmo. Estaba agarrada tan fuerte a la máquina que creí que la tiraría al suelo. Aún persistían en mí espasmos mezclados con fuertes jadeos, cuando de golpe apareció Carlos. Rápidamente  y no sé ni cómo conseguí ponerme recta y ahogar mi respiración para que no se me notara nada. Me dio el café, se notaba en mis manos un leve temblor al coger el vaso. Me despedí dándole las gracias y me fui rápida y directa a la sala de juntas.

 

Yo: Se acabó. –dije enfadada.

 

A ella se la veía feliz, había cumplido su propósito. De nuevo había caído en sus garras.

 

Maggie: Esto no es ni el principio. –dijo seria de nuevo.

Yo: Lo será para ti pero yo me he cansado de tus juegos. –aún me costaba decir frases largas debido a que aún les faltaba oxígeno a mis pulmones después del mal rato pasado segundo antes.

 

Me miró con cara preocupada, mejor dicho asustada.

 

Maggie: No, tú no puedes hacerlo. –notar esa voz suplicante me partía el alma.

Yo: Vete. –dije firme pero con quiebros en mi voz.

 

Se quedó observándome con cara de pánico y negándome con la cabeza.

 

Yo: He dicho que te vayas, respeta mi decisión por favor. –mis palabras llevaban cierto rencor.

 

No quería dejar llevarme por sus triquiñuelas, sabía que montaba numeritos muy buenos pero no podía seguir en esa montaña rusa, empezaba a tener vértigo.

Ella no me miraba, parecía en otro mundo.  Cuando me acerqué a ella para darle la mano y llevarla hasta la puerta, cuando estuve a 10 cm de su cara me miró.

 

Maggie: No lo hagas… -dijo con lágrimas en los ojos y en un tono de voz poco audible.

Yo: ¿Hacer qué? –quizá era otro juego suyo para enredarme pero no podía verla, jamás me perdonaría haberla hecho llorar.

 

 Se estuvo con rato sin responder, quizá fueron segundos o media hora, se me hizo eterno de todas formas.

 

Maggie: Tu no… -decía con un hilo de voz.

Yo: ¡Dímelo! ¿Yo qué? –me empezaba a desesperar.

Maggie: No me abandones. –consiguió decir balbuceando.

 

Entonces empezaron a brotar lagrimas por sus mejillas, muy pocas y de manera muy lenta. Tenía los ojos transparentes, me reflejaba yo en ellos.

Yo: Es lo último que deseo en este mundo pero como dice un refrán: Duele menos una despedida que mil reconciliaciones. Es mejor dejarlo ya que juntas no mejora nada.

Maggie: Pero es cuestión de tiempo. –decía entre sollozos.

Yo: No me hagas ser la mala de la película… lo he intentado lo mejor que he podido. –dije mientras se humedecían mis ojos.

 

Se levantó sin ser capaz de mirarme y se encaminó hacia la puerta.

La cogí por la cintura antes de que abriera la puerta, le di la vuelta y le di un suave beso de despedida en la mejilla.

 

Yo: Siempre seré tuya… Te amo. –dije susurrando en su oreja y me alejé dándole la espalda.

 

Me derrumbé, empezaron a caer centenares de lágrimas por mis mejillas, escuché como se cerraba la puerta, se había ido. Entonces me ahogué en mi propio llanto.

 

Me desperté cansada y desorientada. Estaba dormida con la cabeza apoyada en la mesa, ¡estaba en la oficina! Me quedé dormida llorando…

Fui al baño me lavé la cara, recogí y me despedí saliendo por la puerta.

Sonó mi teléfono.

 

Era Lisa, pero prefería no cogerlo ya que me pondría a llorar de nuevo.

Fui directa a casa, pasando por todo lo que estaba pasando y en el peor momento…

Tenía que estudiar, ya en nada tenía los exámenes, pero era incapaz de concentrarme.

 

Llegó el horroroso día del examen, estaba nerviosa y Lisa me acompañaba a clase.

Ella tenía sus finales aunque poco le preocupaban. Estaba más pendiente de animarme a mí.

Conseguí hacer el examen como pude, a lo mejor aprobaba aunque muy justa.

 

Cuando recibí las notas saqué más de lo que esperaba ya que casi no presté atención al examen y estaba pensando en mis cosas. Saque de media un 7 así que estaba contenta, aunque sabía que podría haber sacado más.

Llego el verano.

 

Yo: Lisa… he tomado una decisión. –dije seria.

Lisa: ¿Qué pasa? –dijo confundida.

Yo: Me voy. –dije directamente–. Me voy a vivir a otro lado, no sé si será para siempre o un tiempo.

Lisa: ¿Cómo que te vas? ¿A dónde? –se la notaba desesperada.

Yo: Me iré a vivir a Cataluña, al menos durante el verano.

Lisa: Me voy contigo. –dijo dirigiéndose a su habitación–. Y no se hable más.

Yo: ¿Segura? No quiero que vayas por mí…

Lisa: He dicho que sí. –realmente estaba seria pero la notaba feliz, como que ella también quería irse.

 

Transcurrieron dos semanas y ya teníamos casa alquilada en Gerona, una casa rural hermosa. No muy grande pero con campo y vistas preciosas. Lo mejor para desaparecer del mundo.

Cada día estaba mejor, el no tener contacto con ella me hacía seguir adelante sin tanta dificultad. Y mucho más en un lugar nuevo conociendo gente nueva.

Todavía no estábamos del todo instaladas, íbamos haciendo viajes de ida y vuelta porque aún nos faltaban cosas y nos despedíamos de la gente.

 

Cuando ya teníamos todo en la nueva casa nos quedamos allí cómodas y con amigos nuevos.

Lisa parecía haber encontrado a un chico majísimo, era de campo, un amante de los animales y la naturaleza. Incluso a mí me gustaba. Era el primer hombre que veía que producía un efecto así en ella, ese efecto en el que te das cuenta que esa persona lo es todo para ti. Lisa nunca había sentido eso antes.

 

Yo llegué a conocer chicas muy guapas y simpáticas pero mi cuerpo no quería ni sexo ni mi corazón amor.

 

Después de transcurrir un mes y algo recibí una carta. No tenía sello ni nada, como si alguien hubiera ido hasta mi buzón para dármela sin direcciones.

 

Me gusta ver cómo te va esta nueva vida. Me gusta mirarte de lejos sin que te des cuenta, me invento historias contigo y mueves mi mundo, sin que tú te muevas.

No sé si eres feliz pero lo pareces, y eso me hace feliz a mí. Me dijiste una cosa, una última frase que cambió mi vida. Y no llegué a responderla… he pensado, he viajado y me he dado cuenta de cómo soy y como me ha hecho ser la vida, he decidido volver a ser como era, una mujer feliz que simplemente vive el día a día. Hace muchos años, estaba con una mujer hermosa, la amaba con locura, me entregaba en cuerpo y alma a ella cada día, cada segundo de mi vida. Sin más un día me llamaron del hospital, la habían atropellado. Me pasé semanas viéndola en coma, llevándole flores cada día y explicándole nuestras historias vividas. Hasta que un día murió. Juré nunca más volver a amar a alguien, ni tan solo a mis amigos. Me refugiaba en cualquier cosa que tenía cerca.

Hasta que un día apareciste tú, con esa timidez, se te veía tan frágil que sentía la necesidad de protegerte. Te vi crecer, cambiar a mujer deseando cada vez ser tu ángel de la guarda, hasta que un día lo conseguí. Tardé muy poco en cargármelo todo, tantos años deseándote y tan poco tiempo para destrozarlo todo.

Simplemente… TE AMO. Y por más que intente cambiarlo nunca lo lograré, te amo como nunca amé a nadie.

 

Maggie García.

 

 

 

Mi corazón se revolvía dentro de mí, quería salir a tomar aire, no tenía espacio suficiente y se ahogaba a sí mismo. ¿Cómo sabía dónde estaba? ¿Me siguió? Me había estado observando sin que yo me diera cuenta. En parte lo odiaba pero por otra parte me enamoraba. Podía simular fácilmente que estaba bien, pero las ganas de amor en mí se habían extinguido por completo. Hasta que leí la carta… mi corazón resurgió de sus cenizas con ganas de amar de nuevo, con ganas de amarla a ella.

Quería buscarla, no para estar juntas, quizá eso no fuera posible. Pero al menos la necesitaba en mi vida, aunque fuera un poco.

Empecé a mover cielo y tierra, intentaba dejar señales allí por donde pasaba pensando que ella me estaría observando.

 

Cuando Lisa se fue una semana de viaje con ese hombretón tan bueno empecé a sentir que Maggie estaba cerca. Cada día llamaban al timbre y encontraba algo, una dedicatoria, un beso hecho con pintalabios o alguna rosa.

Un día llamaron, siempre a la misma hora. Al saber que hora era me encaminé de forma rápida a la puerta a la espera de algún detalle de mi admiradora secreta, aunque no tan secreta.

Abrí. Me entristecí al instante, no había nada. ¿Significaría eso un Adiós?

Escuché algo detrás de la casa y me dirigí hacia allí algo asustada. ¡Chillé de golpe, no me lo esperaba! ¡Un perro! Espera, el perro tenía algo. Me acerqué a ese cachorrillo Golden Retriever y vi que en el collar en la parte de adelante había una cajita. Reconocía ese tipo de cajitas, la cogí y cuando fui a abrirla con un poco de temor, sentí un roce detrás de mí. Tan suave… acompañado de esa deliciosa fragancia que tanto conocía. Y una dulce voz susurro detrás de mí en mi oído:

 

-          ¿Quieres casarte conmigo?

 

¡Me morí! Oh Maggie… eso para mí era demasiado. ¡Abrí la caja y Santo cielo, que anillo! Era hermoso, nada exagerado y muy dulce de estilo romántico. Estaba en otro mundo, no me había dado cuenta de que el jardín estaba lleno de flores, de ramos… todo decorado de manera espectacular, con lazos blancos, todo detallado a la perfección.

 

Unas manos rodearon mi cintura haciéndome volver a la tierra.

 

Maggie: Por favor di algo, estoy muy nerviosa. –dijo intentando poner voz serena. Por fin oía su voz, sentía su olor, sus manos sobre mí… No sabía que hacer porque cada parte de mi cuerpo me ordenaba hacer algo diferente, desde huir, chillar, besar, hacer al amor… sentía de todo, estaba colapsada tenía miedo a tener una decisión y equivocarme. Me giré poco a poco para ver esos ojos en los que solo en ellos me veía grande. Cuando por fin mi mirada se enlazó con la suya tomé valor para responderle.

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