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en Parodias

                         UNA CITA PARA EL HOMBRE ORQUESTA

 

 

Toco como los ángeles un consolador que habla con voz melíflua y sensual. Tengo un vibrador que se acompasa a las frecuencias del gemido de mi pareja y las eleva y eleva, hasta donde ellas quieran. También toco un xilófono que humedece las entrañas de cualquier hembra. El profesor Cabezaprivilegiada, mi profesor chiflado favorito, me ha surtido también de cremas calentonas, de pastillas mucho mejores que la viagra capaces de sostener mi miembro viril horas y horas. Como les decía la viagra del profesor chiflado podría hacerme quedar muy bien en un tío (ellas violín y viola y yo flautín) en un cuarteto, quinteto, en una orgía orquestal y ¡ufff! Comienzo a sudar. Estudié en el conservatorio, pero nunca creí que llegaría a ser un hombre orquesta. Ahora solo me falta la cita, sin cita no hay orquesta, y mira que lo siento, preciosa, me gustaría tocarte mi obra maestra a distancia, pero el profesor aún no ha descubierto el sexo virtual, con casco y xilófono.

 

 

 

              DESEANDO ALCANZAR EL NIRVANA

 

        Me he pasado toda la vida deseando alcanzar el nirvana sin conseguirlo. Acabo de salir de una lamasería y me he dicho que si no llego al nirvana con el sexo no llegaré con nada. He almacenado en mis testículos todo lo que no eché durante años. La primera recibirá una ración como para tener docenizos. Que no se preocupen, que soy esteril. UN MONJE TIBETANO EN OCCIDENTE

 

 

      SE OFRECE PROLETARIO DEL SEXO

 

     Ya sé que todas estáis servidas y por fontaneros guapos o bomberos con manguera extra, pero me consta que no todas sois burguesas y pijas del sexo, que solo queréis lo mejor y lo más caro. Me consta que en esta sociedad aún quedan mujeres necesitadas que no le harían asco a un proletario.  Soy desatascador de emergencia, hago chapuzas a domicilio puedo viajar lejos por un trabajo de fin de semana, ni siquiera como cuando estoy trabajando. Soy una ganga, chicas. EL PROLETARIO DEL SEXO.

 

 

         DAME UNA CITA, CAPERUCITA

 

    ¿Por qué no me das una cita, caperucita ¿Tienes miedo de que te coma?

 

          EL HOMBRE LOBO

    EL HOMBRE INVISIBLE ATACA DE NUEVO

 

    Debe de ser por eso, porque soy invisible. Nadie me quiere. ¡Buaaaaaa! Ni una sola cita, ni una, si me hubieran citado y no me hubieran visto... lo entendería, aunque seguro que la taza del café se movía sola y el líquido elemento se derramaba en el aire y desaparecía. Dame una cita, vamos al parque, entra en mi vida, sin anunciarte, puedo hacerte cosquillas y nadie se escandalizará, pensará que te ríes sola, mi amor. A que sí, cuchi-cuchi, a que tú me vas a dar una cita.