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Cuarta parte de la transformación

en Fantasías Eróticas

I

Me lancé a la cama, simplemente quería desaparecer. Intenté dormir, pero no podía dejar de pensar. Javi comenzó a tocar la puerta del cuarto. Me levanté a abrirle. Abrí la puerta y Javi me preguntó de inmediato—¿Qué pasó?— No le respondí y fui al baño a lavarme los dientes, todavía tenía el sabor del semen en la boca. —¿Qué pasó?— repitió Javi. La miraba por el espejo, “¿Por qué me pregunta eso? Ella me vio”. —¨Tú viste ¿no?— Hizo cara de preocupación, —pues vi algo, pero quiero que me digas que pasó—. Acabe de lavarme los dientes. —Ya no quiero ni recordarlo—. Me tire otra vez en la cama. Javi estaba ahí parada todavía a la puerta del baño. —¿Qué voy a hacer ahora?— Dije sin saber si llorar o enojarme. —¿Cómo voy a volver a la escuela después de esto?— Enterré la cara en la almohada y entendí que debía hacer: llorar. Empecé a llorar, y Javi se sentó junto a mí de inmediato. Comenzó a acariciarme el cabello. —Ya no llores, es un pendejo. No va a pasar nada, mañana vas a clases y ya—. —¿Cómo voy a ir a clases? El se va a burlar de mí, estoy segura—. —Tú no te debes preocupar por eso, él te engañó y te trato mal, el que se debe sentir mal, es él no tú. Tú no hiciste nada—. Sus palabras me consolaban, creo que tenía razón, pero no podía evitar dejar de llorar. —Sabes que tengo razón ¿verdad?— —Sí— dije mientras me sorbía los mocos e intentaba recobrar algo de compostura. —Muy bien, entonces ¿vas a ir mañana a la escuela?— preguntó con una voz ligeramente juguetona. —No— le dije con una sonrisa entre el llanto. Hizo una cara extraña como de desconcierto. —Si voy a volver, pero mañana no, otro día, el miércoles—. —Ok, me parece bien, mañana descansas y vas el miércoles, ¿si?— —Si— Javi me había hecho sentir mejor en un instante.

                —Bueno ahora levántate y cámbiate, si ya te vas a dormir no te puedes dormir así—. —Ya Javi, déjame dormir— —No, mira para empezar te tienes que desmaquillar, vas a hacer un mugrero en la almohada—. —Ok— Me levanté, ya casi no corrían lágrimas por mis ojos, pero el rímel se había corrido. Me acerque al lavabo y nuevamente mis manos actuaron solas. Abrí un frasquito de aceite de coco, le puse un poco a una torunda y comencé a desmaquillarme. Acabe pronto, me quite el abrigo y lo colgué. Me quité los zapatos y quede descalza sobre la alfombra del cuarto. Miré a Javi que me miraba. No me había fijado que ropa llevaba; hasta ese momento: traía un pants moradito claro que le ajustaba muy bien a la cadera, unas pantuflas coquetillas que hacía juego con el pants, y una camisa del mismo conjunto. No llevaba brasier, los pesones se le marcaban ligeramente bajo la camisa, pero la línea de la panty era visible bajo el pantalón.

                —Desnúdate— me dijo Javi. Ya ni siquiera lo pensé, me sentía tan en confianza con ella que lo hice sin dudarlo. Ella sacó un conjuntito igual al de ella pero ros. El conjunto me quedaba exacto. Me vestí y le dije que me iba a dormir. Me dijo que no quería dormir que si me podía acompañar y le dije que sí. Nos acostamos juntas, como cucharitas. Ella sólo acariciaba mi cuerpo, mis piernas, mis brazos, mi cintura. Me quedé dormida. No soñé nada, o al menos no lo recordé.

                Al día siguiente me desperté como a las 9. Bajé en la pijama que me había dado Javi y preparé el desayunó; lo preparé para las dos. Cuando estuvo listo la llamé. Bajo Adormilada, aun así era preciosa, el cabello lo tenía desordenado pero su rostro era perfecto, aun sin maquillaje, ni nada. Le sonreí y me dijo —¿Qué?— —Nada— —No, dime qué— —Nada que te ves muy guapa, así, aunque estés modorra y todo—. Jaja suelta una carcajada que la hace ver todavía más guapa, y de un brinco llega junto a mí y me da un beso en la boca. Antes de que pueda quitarme o no, o entender si quiera lo que pasa, el beso termina. —Gracias, tú también te ves preciosa—.

                Nos sentamos a desayunar, yo estaba muy contenta a pesar de lo que pasó el día anterior, Javi había sabido calmarme y ya no estaba triste, ni preocupada. —¿Qué vamos a hacer hoy?— Me preguntó Javi cuando ya estaba cerca de terminar el desayuno. —No sé, ¿de qué tienes ganas?— me quedé en silencio esperando que ella pensara: —Te prometo que voy a participar en lo que elijas, ayer te portaste muy bien conmigo y hoy va a ser tu día te voy a consentir—. Le dije, mientras le tomaba la mano y le tocaba el muslo. Acerqué mi rostro con una sonrisa y otra vez antes que pudiera alejarme, Javi me besó. “¿Qué es esto?” pensé, pero no dije nada, estábamos muy bien.

                Al terminar me levanté, tomé mi plato y el de Javi, al darme la vuelta Javi me jaló el pantalón de la pijama hacía abajo, dejando descubierta una de mis nalgas. Salté por puro instinto. Javi se reía, que buen culo tienes. Me reí, y me subí el pantalón otra vez. —Ya mejor piensa que vamos a hacer al rato—. —Ya sé que vamos  a hacer al rato—. La miré y se veía confiada y guapa. —¿Qué vamos a hacer?— —Es una sorpresa—, me dijo jugando. —Oye y ahora que lo pienso, ¿tu coche?—. Sólo recordar el coche que se había quedado en la universidad y toda la situación del día anterior me puso sería. Javi de inmediato se dio cuenta y cambio el tema. —No te preocupes, ¿quieres que pasemos por él al rato?— —No, no tengo ganas de ir a la universidad para nada, mejor me voy mañana en camión y lo recojo cuando regrese a casa—. —Muy bien, bueno, voy a subir y voy a escogerte la ropa— —No, no, no— empecé a protestar. —Dijiste que ibas a acompañarme a donde dijera—. —Sí, a donde digas y quieras, pero la ropa la elijo yo—. Javi hizo cara de puchero, sabía que estaba jugando, pero me conmovió. —Ok, Javi tu escoger mi ropa, pero que no sea muy exótica, no me gusta andar tan descubierta como a ti—. En los pocos días que llevábamos desde nuestra transformación se había hecho evidente que nuestros estilos de vestir eran diferentes. —No te preocupes, con lo que voy a elegir te vas a ver muy guapa—. Sólo pensé que mientras no pareciera una puta, sería ganancia. Lavé los platos rápido y corrí a ver que hacía Javi. Pero me escuchó mientras corría y salió del cuarto. —No puedes ver. Es más báñate en mi cuarto, agarras una de mis toallas y ya te vistes aquí en el tuyo cuando termines—. —Pero…— me di cuenta que no valdría ninguna protesta así que me di la vuelta y me fui a su cuarto.

                Su cuarto estaba muy desarreglado a mi gusto, pero bueno hoy no le iba a decir nada. Entré al baño y tomé una toalla y la puse en el gancho fuera de la regadera. Me desnudé, me miré al espejo unos minutos. Todavía no me acostumbraba al cien por ciento a mi cuerpo. Y si estaba buena, es decir, era el tipo de mujer que jamás en la vida me hubiera hecho caso: al hombre que era yo antes de ser la mujer que soy ahora. Locuras. Me bañé y salí. Fue un baño breve, estaba preocupada por lo que me esperaba al salir. Fui a mi cuarto y el conjunto era perfecto. Al menos como lo vi en un primer momento. Era un pantalón vino que seguro me quedaba perfecto, toda la ropa parecía estar cortada a nuestra medida; una blusa blanca de botones, un top interior también blanco, un brasier blanco unos tacones dorados, bastante altos. “Ups, si ya soy alta, sin tacones, pocos muchachos van a poder salir conmigo”. El escote de la blusa era redondo en su mayor parte, pero justo en el frente bajaba en una V algo marcada, si no tenía cuidado por ahí podrían mirujiar pero tendría cuidado.

                Iba con la toalla amarrado sobre los senos como una chica, era sorprendente lo rápido que me adaptaba a todo. “¿Dónde estaba Javi?” pensé luego de un segundo de mirar la ropa. Acabe de secarme toda, y empecé a ponerme crema en todo mi cuerpo. También esto era algo que no hacía como hombre, jamás me ponía crema, a veces en las manos cuando las sentía muy resecas, pero ahora me ponía crema en todo el cuerpo. Cuando terminé estaba a punto de empezar a vestirme, cuando noté algo, no había panty. Miré debajo de la ropa, quizá la había sacado primero y había quedado enterrada bajo otra ropa, pero no. No estaba. Me acerqué al guardarropa y abrí el cajón de las pantys: —¿QUÉ HACES?— me gritó Javi de pronto, dándome un gran susto. —¿Por qué me asustas?— le reñí. Pero ella ya se estaba riendo. —Mira toma—. Me dio una panty. Desde que la vi, no me gustó mucho, era como una tanga, un poco más gruesa, pero rosa y negro, no me gustaba esa combinación, pero bueno en todo lo demás había escogido perfecto entonces no me iba a pelar por la panty que no se iba a ver. La tomé de su mano, pero de inmediato me sorprendió. Lo que me sorprendió fue su peso. Estaba realmente bastante pesada para ser una panty. Es decir, son apenas unos gramos de tela, y esto pesaba un poco me acerque a mirarla y tenía todo una pequeña bolsita justo donde iría mi clítoris y sobre ella un objeto que era un poco más grande que una bala. O solo así se me ocurrió pensarlo porque tenía más o menos esa forma que aparece en las películas. —¿Qué es esto?— Le pregunté a Javi mientras sostenía la panty a la altura de mi rostro. —Tú panty póntela—. No quería pelar, así que la tomé y me la puse rápido. No hubo mayor problema, la balita ni siquiera la sentía. Javi se fue a su habitación supongo que a bañarse y arreglarse. El resto del conjunto era perfecto, Javi tenía un gran gusto cuando quería.

                Terminé de vestirme, me puse un par de accesorios, unas pulseras doradas, y unos aretes grandes también dorados, comencé a maquillarme y de pronto sentí una vibración extraña en mi entrepierna. Tuve que apoyarme en el tocador, y cerré los ojos, la sensación fue agradable y de pronto se detuvo. Abrí los ojos y a mi derecha Javi se acercaba con una sonrisa y un objeto extraño en la mano. —¿Qué? ¿Te gustó?— me preguntó. —¿Qué era?— —¿Qué es?— me corrigió, miró el aparato que tenía en su mano derecha y lo ajusto un poco, nuevamente sentí una vibración directamente en mi clítoris, que me hizo estremecerme, pero lo apagó de inmediato. —¿Qué es? Es la tanga ¿verdad?— —Sí, la balita que viste, es un vibrador pequeño y esto que ves— me mostró lo que debía ser una especie de control remoto, tenía forma de un cilindro de unos 12 cm de largo, —es el control—. Extendí la mano para tomar el control, pero de inmediato retiró el control. —No, esto es mío—. “Ayy que mala” pensé. Pero ella se rió otra vez. —Ya casi nos vamos ehhh—. Me dijo como aviso. —Ya estoy casi lista—. Le contesté. La miré mientras entraba en su habitación, llevaba una falda que le llegaba a media rodilla, y alta, como de tubo de la cadera hasta la cintura. Era estrecha y dejaba ver su vientre plano y su bonito trasero. Sus chamorros estaban bien formados y lo pies se estilizaban con unos altos tacones negros. El color de la falda también era negro. Traía una blusa ajustada blanca, que dejaba ver unos cinco centímetros de su abdomen.

                Me seguí maquillando, me di cuenta que no me gusta maquillarme mucho. Es decir soy una chica guapa, solo necesitaba un poco de base para no brillar mucho, un poco de rímel, rubor y los labios pintados, tampoco me gusta pintarme con colores muy intensos, entonces regularmente uso, labiales color rosas claros o rojos bajitos.

                —Ya estoy lista—, le grité a Javi. —Ya voy me respondió, pero mientras para que no te aburras—. Prendió el vibrador, empezó más que agradable era avasallador, demasiado fuerte para controlarme. Pero luego de unos segundos empezó a ser placentero. Me senté en un sillón que teníamos y me centré en el placer. Lentamente me fui acercando al placer máximo y Javi apagó la balita. —Lista, vámonos—, me dijo decidiendo ignorar mi placer. Tuve que respirar unos segundos y recomponerme. Javi me miró despatarrada en el sillón, —¿Qué?— —Un poquito más— le pedí, casi en suplica. Se rió, se agacho y me besó nuevamente en la boca, intensamente esta vez, nuestras lenguas, sus manos acariciaron mi cuello, me apretaron un poco los senos y se volvió a alegar de mí. Sonrió —Vamonos—. Fue un beso maravilloso, no quería que terminara, y su distanciamiento me dolió. “¡Me besa porque le gusto o solo por diversión?” me descubrí pensando. Me levanté y caminé tras ella. Salimos de la casa. —¿Qué vamos a hacer?— Le pregunté a Javi que ya iba unos metros frente a mí. —¿No vamos a pedir un taxi?—, le grité mientras ella seguía alejándose. —No, vamos en metro, a lo mejor un poco en camión—. —¿Qué?— le grité sorprendida, corriendo un poco, correr era difícil con tacones, pero lo hice mejor de lo que me hubiera imaginado. —¿Cómo que en metro? ¿Estás loca? Mira nada más como andamos vestidas, no podemos subirnos al metro así—. Ella me sacó la vuelta y caminó como si no me hubiera escuchado. La estación del metro no estaba muy lejos de la casa, pero debíamos caminar como 5 minutos.

                Yo seguía a Javi, que se movía con naturalidad, contoneando las caderas que se le notaban muy bien en esa falda. Al notar su movimiento de caderas, me hice consciente de mi propio caminar, y noté que también había cambiado. Caminaba diferente con un poco más de ritmo. Nuevamente corrí un poco hasta quedar junto a ella. La miré de reojo y ella caminaba con una confianza y una satisfacción que solo pude admirar. Intenté imitarla, y caminé con más confianza, aunque me aterraba lo que íbamos a pasar en el metro, intenté no pensar en ello. Pero un auto pasó cerca de la banqueta y al mirarnos, bajo la velocidad. —Chiquitas hermosas, que buenas están—. Miré de reojo a Javi, sólo sonrió y siguió caminando, no dijo nada. —¿Ves por qué no podemos seguir con esto, mejor pidamos un taxi?— le dije, pero al parecer no me escuchaba, mis palabras no llegaban a sus oídos.

                Llegamos a la estación, había pocas personas, pero de todas formas fuimos un impacto, los hombres nos miraban con no sé si decir admiración, sorpresa, lascivia, las mujeres con envidia, sorpresa. Javi pagó los boletos y avanzamos a hasta el andén. —¿A dónde vamos a ir Javi?— yo le preguntaba con un poco de preocupación. —No te preocupes— me dijo para tranquilizarme, —no va a ser un lugar malo, ni nada va a ser un lugar normal—. —Ok— me tranquilicé un poco. El tren no llegaba. —Bueno si no es mal lugar, ¿por qué no me lo dices y ya?— Javi miró al cielo como exasperada, —porque no, así es el juego. Ya por favor Gabriela, me estás cansando—. Yo la miré algo dolida. Y miré al frente esperando el tren. Javi se dio cuenta de mi enojo y me dio un beso en la mejilla, —No te enojes, discúlpame. Quiero que sea una sorpresa, nada más—. —Ok— dije calmándome un poco. —Oye me hablo acercándose a mi oído nuevamente. —Ya viste allá, ¿se te hace guapo?— Volteé sin ninguna discreción y estaba un chico, no muy guapo, pero atractivo. Era alto y lucía fuerte. De pronto, casi sin avisar, el nos miró. Yo giré de inmediato la cabeza y miré al frente, escuche la risa de Javi y no pude evitar reír también.

                —Qué estúpidas Javier, ya nos vio— dije sin girar la cabeza. —Ya no me digas así, dime Fer— me dijo, su segundo nombre era Fernando, así que estaba bien. —Sí, ok Fer, perdóname—. —No te preocupes—, el tren por fin llegaba, yo sólo quería entrar y sentarme lejos de donde el muchacho pudiera vernos. Las puertas se abrieron y entramos, el vagón estaba bastante sólo. Debo explicar que nuestra casa y la Uni estaban relativamente en las afueras de la ciudad. Fer había decidido que el viaje sería hacía el centro, entonces antes que la estación en la cual nos subimos, sólo había otra más, por ello, el vagón estaba casi solo.

                Vimos un par de asientos solos, Fer se sentó en el que estaba junto a la ventana dejándome el que estaba junto al pasillo. El chico que habíamos estado mirando entró en el mismo vagón y se sentó algo lejos, pero en un asiento de esos que miran hacia el interior del metro, no al frente. Entonces prácticamente lo teníamos en nuestra área de visión. Fer me apretó la mano para que lo notara, pero ya lo había visto, no necesitaba que ella me lo señalara. Las puertas del vagón se cerraron, y casí al mismo tiempo el chico nos miró y Fer encendió el vibrador en mi panty. Casi di un brinco y noté como los ojos del chico se concentraron en mí, creo que probablemente quería entender que había pasado.

                Me reí e intenté quitarle a Fer el control del vibrador, pero no lo pude hacer. Me dijo —tranquila, descansa—. El chico se levantó y se acercó a nosotras, pero todavía estaba muy lejos para iniciar una conversación. Me dieron muchos nervios que empezara a hablarnos y junto al vibrador que no cesaba de acariciarme no sabía qué hacer. Cada treinta segundos el chico nos miraba o algo así, Fer se aburrió —No nos va a hablar nunca o ¿qué?— preguntó con una voz un poco, alta. Me dio miedo que el chico escuchara o entendiera, pero no me dio tiempo de decirle nada, las puertas del vagón se abrieron y entró un grupo numeroso de personas en tropel. Los asientos más cercanos a nosotros fueron ocupados. Ahí donde estaba el chico, como dos filas delante de nosotras y del otro lado del vagón, sería lo más cerca que estaría. Miraba al chico, que ya no nos miraba, el vibrador había logrado que empezara a mojarme un poco. Mira su rostro, era un rostro moreno, era delgado, los facciones se le marcaban en la piel. Tenía una barba apenas de un par de días, debía ser estudiante, pues llevaba una mochila y ropa relativamente juvenil. Fer subió una velocidad el vibrador y solté un sordo gemido, apreté una de mis rodillas con la mano y Fer se me acercó riéndose. —Te gustó el chico ¿verdad?— Yo estaba a punto de correrme, e intentaba con todas mis fuerzas no hacer ningún ruido. Que ningún gemido se me escapara, aunque lo que quería hacer era gritar. Fer me tocó la pierna izquierda, ese tacto sensual y suave de su mano fue suficiente. Sujete con fuerza la mano de Fernanada, sujeté el asiento de adelante y me corrí con fuerza. Mis piernas temblaban. Cerré los ojos concentrándome en el placer y en no hacer ningún ruido. Que tremendo placer, duró lo que me pareció una eternidad. Al terminar abrí los ojos despacito, quería llorar. Más personas habían subido. Ya no quedaban asientos libros y un hombre se había parado junto a mí. No me preocupé por eso en ese instante. Me acerque a Fer y en voz muy baja le pedí que apagará el vibrador. Lo hizo. Casi desfallecí sobre ella. Ella me abrazó me beso en la frente, me acomodó en el asiento. Miré al frente y el chico nos miraba con curiosidad. No detecté malas intenciones en su mirada. Se lo tonto que puede parecer esto, pero creo que a veces puedes detectar cuando alguien te mira con lascivia y cuando no. Este chico, al parecer estaba intrigado por nosotras, pero al menos no nos quería coger de inmediato, al menos no de inmediato.

                El hombre que tenía al lado era otra historia. Veía por el bulto de su pantalón que estaba excitado. Ni siquiera me atrevía a mirar hacia arriba para ver su rostro. Sólo me acomodé la blusa para que el patán ese no me mirara. Con los bamboleos del tren el tipo acercaba su pene a mi cara, Dios que repulsión. —¿Falta mucho para que nos bajemos Fer?— le pregunté en voz alta, para que el tipo oyera, no le importo obviamente. Antes de que Fer me pudiera responder notó movimiento a mi lado. El chico se ha levantado y un poco casual, pero firmemente empujó al hombre que estaba junto a mí para que no me molestara. El chico me miró un poco, pero no dijo nada y se mantuvo ahí junto a mí, custodiándome.

                Fer me dio un codazo, “ayyy ya sé Fernanda, no me golpees se va a dar cuenta” pensaba. Luego me jaló un poco la camisa, justo lo contrario de lo que yo había hecho con el otro hombre. Fer la bajaba para que me viera las tetas. Yo rápido puse una mano sobre mi blusa y me reí. Miré arriba y el chico me miraba, con una sonrisa. —Perdón— dije. No estaba bien segura porque pedía perdón, pero era lo que me salió. El chico siguió sonriendo —No te preocupes— dijo.

                —Aquí— dijo Fer y se levantó. Yo me levanté empujando un poco al chico por lo abrupto de mi movimiento. El chico no tuvo tiempo de nada, ya estábamos abajo del tren, antes de que supiera lo que pasó.

II

Nos bajamos en una de las estaciones más congestionadas de la ciudad. Tuvimos que abrirnos paso entre mucha gente, sentía manos en mis nalgas, en mis piernas. Al salir de la estación estábamos en centro, y Fer me guió hasta un café ahí comimos sin mayores incidentes. Luego nos fuimos a una tienda, era una tienda departamental. —Genial, hay que comprar ropa—. —Si—, me dijo, pero antes de eso tenemos que hacer algo más—.

Fer caminó por diversas áreas hasta que llegamos al área de lencería. Ahí estaba montado un gran escenario. —¿Qué es esto?— le pregunté a Fer, pero no me contestó, además por lo que veía era obvio. Fuimos hasta la parte de atrás del escenario y ahí Fer saludo al un tipo. Era un hombre delgado, sumamente amanerado. —¿Son las amigas de Javi?— Sí— dijo Fer antes de que yo pudiera responder algo. —La verdad me sorprendió, cuando Javi dijo que tenía dos chicas guapas para mi show dudé, pero ahora veo que tenía mucha razón—. Dijo luego de examinarnos un buen rato. —Javi no va a venir—, —No, se siente un poco mal y solo nos dijo que si queríamos venir—, contestó nuevamente Fer antes de que tuviera oportunidad yo de hablar. —Pasen por ahí ya hay otras chicas y hay que arreglarlas el show empezará a las cinco— concluyó el hombre y se alejó de nosotras.

—¿Qué pasa Fer?— pero Fer ya avanzaba a la puerta que nos indicó el hombre.—Fernanda—. No me quedó más remedio que seguirla. Al entrar era una especie de caos controlado. Había dos hileras de espejos con muchos focos. En ellas había tres chicas sentadas, en ropa interior, y maquillistas y peinadores revoleteando alrededor de ellas. Al vernos uno de los maquillistas se acerca. Al igual que el hombre de afuera se nota visiblemente amanerado.

—Venga pongan sus cosas allá— señaló una puerta al final del pasillo, —también dejen su ropa, solo la ropa interior—. Fer me tomó de la mano y me guió hasta la puerta del fondo. Al abrirla, estaban dos chicos desnudadose. —Perdón— dijo Fer y salimos, pero el maquillista que parecía llevar la batuta, nos miró con ojos severos. Al parecer, debíamos volver. Así lo hicimos. Abrimos la puerta pero de hecho los chicos ya se iban. Los miré rápido a ambos y estaban muy bien, delgados, con el cuerpo bien formado, salieron en calzones, y al menos al segundo que fue al que pude ver mejor, se le notaba un bulto agradable.

Entramos al pequeño cuarto y tenía dos bancas largas y unos cuantos espacios como para poner ropa o mochilas. —¿Qué es esto Fernanda?— le pregunté. —¿Qué parece?— me contestó. —Pues parece un desfile de modas—. Se rió y me dio un beso en la frente. —Mira, si entendiste—, se burló. —Desnúdate— me ordenó. Ella lo empezó a hacer. Yo también. En un instante quedamos en ropa interior. Salimos y les estaban dando los últimos toques a dos chicas. Los chicos también estaban sentados ahora y nos dieron a las dos un repason con la mirada. El maquillista en jefe, me tomó a mí y me guió hasta una silla. Me pidió que me sentará, así lo hice. Me miró a la cara durante un minuto que se me hizo eterno. —Bueno no hay mucho que hacer, estás muy bien, sólo vamos a hacerte ver más espectacular—. Dicho esto tomó sus materiales y me empezó a maquillar. Tardó unos quince minutos, mientras una maquillista, se había llevado a Fer. Luego de que terminó mi rostro, pidió que me levantara y me maquillo un poco los senos para darles como mayor profundidad, como lo dije no son muy grandes, pero luego de un poco de maquillaje se me marcaban más aunque todo fuese una ilusión óptica, si lucían más grandes. Luego me maquillo un poco los laterales de los abdominales, y no es que tuviera grase, pero con lo que hizo, mi silueta lucía más delgada y mis caderas más amplias. Aunque el maquillaje de mi rostro ciertamente no me gustaba, los labios muy marcados, la sombra de los ojos, el rubor, pensé que quizá desde lejos haría buen efecto, ya que no todos podrían estar cerca de la pasarela.

—Muy bien—, el maquillista cuando hubo terminado conmigo. Éramos siete modelos, cinco chicas y dos hombres. —Tú eres la uno, tú la dos— y siguió repartiendo números. En el fondo, había armarios con números y nos dijo pruébense la ropa. Unas chicas que luego entendí eran sastres nos acompañaron. Nos probábamos la ropa rápido y nos hacían ajustes. Eran ropa interior y trajes de baño, nada más, no había ropa de otro tipo. A mí casi todo me quedaba exacto. Nos desnudábamos completamente ahí, frente a todos, aunque la verdad era que todos estábamos tan apurados por el maquillista y las sastres, que no mirábamos a nuestro alrededor.

Una vez que estuvo toda la ropa lista, la sastre me explicó cómo me la iba a poner, es decir, en que orden. Luego me señaló a una chica y me dijo, —tú siempre vas a salir detrás de ella—. La chica señalada era una rubia casi tan alta con yo, pero un poco más tosca, con espaldas un poco anchas pero una cara muy hermosa, ojos verdes precisos, además tenía unos pechos enromes, pero le faltaba un poco de trasero y más cintura, al menos desde mi punto de vista. Bueno ponte tu primer conjunto. Era un leotardo negro, semitransparente, que tenía dos tirantes que se ajustaban detrás del cuello, dejando toda la espalda descubierta. Además la parte del calzoncito estaba muy abajo, y era muy corto, mi culo lucía espectacular, y lo cierto es que también mi espalda. Iba acompañadas de unas medias negras hasta medio muslo, unos tacones negros muy altos y uno guantes blancos hasta medio brazo. Para ese instante, ya no cuestionaba que estaba haciendo, los nervios me hacían temblar.

Un presentador habló un poco de la colección, del nombre del diseñador, en que ideas se había inspirado, solo escuchaba a medias, luego comenzó. Inició una chica que llevaba un babydoll con holanes muy bonito. Todos los modelos estábamos en fila, delante de la chica que yo iba a seguir estaba Fer, que traía un leotardo blanco, también semitransparente pero con más cruces por el frente. Unas medias blancas igual hasta medio muslo y unos guantes blancos, pero hasta la  muñeca. Detrás de mí iba el chico del buen paquete. Sólo lo miré cuando se acercaba, pero una vez en la fila me concentré en el frente. La siguiente chica salía cuando la que le antecedía llevaba unos quince segundos fuera. Una de las chicas que hizo de sastre estaba marcando el ritmo de las salidas.

Fer salió y mis nervios estaban a punto de explotar, mi estomago se sentía extraño, mi corazón como oprimido. Salió la chica frente a mí. El aire me faltaba. —Ve—, me dijo la chica que era la sastre. Comencé a caminar, el primer paso fue el más difícil, al quedar de frente a la pasarela vi a Fer que ya volvía, sonriente y tranquila, al parecer. Me miró y su mirada me dio fuerza y confianza. Caminé fuera, hacía la pasarela, y sonreí, sentía las miradas. No podía mirar a la gente, al menos no a la que tenía más cerca pero si pude ver a un grupo de hombres que estaban un poco más lejos.

Llegué al final, posé un poco, como había visto a la chica antes de mí y volví. Al llegar al final de la pasarela respiré de nuevo, pero ahora estaba emocionada. Pero otra sastre nos recibía y no nos daba tiempo de nada, nos empujaba —rápido al otro vestuario—. Corrí, me desnudé en un instante y me puse con cuidado el siguiente conjunto, era un poco retador porque el calzoncito era una triangulito por delante y por detrás y se ataba a los costados de mi cadera. Pero lo logré, era rojo con negro, las medias esta vez eran rojas, sin guantes y con tacones negros. Rápido corrí y llegué justo cuando Fer entraba a la pasarela. —Tienes que cambiarte más rápido—, me dijo la chica que preparaba nuestras salidas.

No lo había notado hasta que salí, pero los hombres que estaban al final empezaron a gritar groserías y lanzar silbidos y ruidos malintencionados. —¡Uff ahí si me acabo de criar!— le gritaban a la chica de adelante. —¡En esa cola si me formo!— me gritaron a mi cuando salí. Mientras daba la vuelta vi como unos guardias les pedían que guardaran silencio o se fueran.

Pero yo no podía concentrarme en ellos. Tan pronto como termine la pasarela corrí al siguiente vestuario.  Así se repitió unas 10 veces con diversas ropas. En las últimas vueltas ya me había habituado y pude notar mejor a los asistentes. En general señoras copetonas, muy poco hombres, y los pocos que iban, iban solos. Por fin terminamos, al final todos los modelos salimos e hicimos un par de caravanas y aplaudimos al diseñador. Salimos y me senté en una de las sillas detrás de la pasarela, hasta ese momento no había notado lo cansada que estaba, posiblemente de los nervios, más que de un verdadero esfuerzo físico. Fer se me acercó por detrás de la silla y me acarició los hombros. —¿Te gustó?— estaba un poco molesta con ella, por no haberme dicho que íbamos a hacer, pero me había encantado así que decidí no pelear. —Sí, me encantó—. —Pues si le gustamos a Viktor, con K—, así lo dijo —el maquillista, quizá nos contrate como sus regulares—. —¿En serio?— Sí, ¿te gusta la idea?— Me extrañó como verdaderamente me había emocionado esa posibilidad, luego me mostré más neutro, —pues quizá es una opción que podemos evaluar— Fer lo notó de inmediato y se rió pero no me dijo nada. Luego llegó Viktor con K y nos entregó a todos unas maletas con el nombre de la tienda y nos dijo que las prendas nos las podíamos llevar, además nos dio el pago por el evento. Ciertamente no era mucho, pero la ropa gratis y la satisfacción de desfilar eran al menos de momento suficientes para mí. Empecé a guardar mis cosas, con lentitud, en realidad estaba como con una especie de sopor, que hacía que me moviera más despacio. Fer estaba igual que yo, moviéndose despacio. Pronto solo quedamos nosotras dos en el camerino. Caminamos a la puerta de atrás y empezamos a vestirnos con la misma lentitud que hace un momento. Entonces escuchamos la otra puerta del frente abrirse y unas risas y lo que solo podían ser besos. Ambas estábamos todavía en ropa interior.

Fer de inmediato apagó la  luz del pequeño cuarto en el que estábamos. Y abrió un poco la puerta. Pudimos ver a uno de los modelos, el del bulto apetecible, besar al maquillista Viktor con K. El que llevaba la voz cantante ahí era el modelo. Manoseaba el culo de Viktor mientras lo besaba, luego alejaba su rostro y le daba una cachetada con ciertamente lo que parecía algo de fuerza. A Viktor parecía que le gustaban esas cachetadas pues después de ellas lo besaba con más fuerza. Viktor empezó a besar al modelo y con las manos desabrochaba el pantalón. Desde donde estábamos se notaba como el bulto del modelo era impresionante. Al final salió el miembro de su prisión y debía ser un palo de 20 cm y bastante grueso. Se siguieron besando, pero Viktor lo masturbaba.

Yo sin notarlo me había mojado otra vez. Fer tomó mi mano y la guió hasta su vagina. Luego guió su propia mano hasta la mía y empezamos a masturbarnos mutua mente. —Híncate— ordenó el modelo con una voz autoritaria. Viktor se hincó, y el modelo empezó a menarle la verga frente a la cara. Viktor tomó el miembro y comenzó a besarlo y masturbarlo. Que temible tranca, no sé cómo le hizo Viktor pero pronto casi tenía los huevos del modelo en la barbilla. El chico empezó a sujetar a Viktor por el cabello y lo guiaba en la mamada, un poco más hondo o un poco más en la puntita nada más. De alguna manera Viktor respiraba, pero no sé todavía como lo había con es verga tapándole la garganta probablemente. Luego el chico la sacó y comenzó a golpearle la cara con ella. El rostro del maquillista pronto estuvo lleno de saliva, de su propia saliva y el modelo a veces se la metía de golpe hasta el fondo, luego la sacaba y la volvía a meter, cada vez con mayor saña y fuerza. Pero Viktor podía con ella. Y la manejaba como un maestro. Mientras la conchita de Fer ya parecía un río, la mía también. De pronto el modelo levantó a Viktor, lo lanzó contra una mesa, de tal forma que el torso quedo sobre la mesa y el culo levantado hacía él. El modelo se escupió en la mano, frotó su verga con la saliva y en un movimiento sin piedad se la metió toda a Viktor. Viktor se quejó y pujó pero no pidió que se la sacaran. Al ver eso extrañamente mi excitación creció muchísimo. Los dedos de Fer ahora eran mágicos, y yo misma, con mi mano libre me apretaba los pezones buscando un poco de dolor placentero.

El modelo empezó a bombear a Viktor sin piedad, Viktor extendió el brazo contra el abdomen del hombre, como para evitar que cada embestida llegara muy hondo. El chico le apartó la mano de un manotazo y en venganza, cada metida iba hasta los huevos. Ver los rostros, de lujuria y poder del modelo y de dolor y sumisión de Viktor me estaban calentando más allá de los límites posibles. El modelo empezó a nalguear a Viktor y bombear con ferocidad.

Fer seguía masturbándome, pero yo no podía más la solté y comencé a masturbarme yo misma. Ella también lo hacía. De pronto el modelo soltó un gruñido y Viktor también pude ver como el semen salía del pequeña verga de Viktor y se derramaba en el suelo. Eso lo logró, llegué al clímax un instante después que el modelo y Viktor. Gemí sordamente y caí de rodillas sin fuerza en las piernas. Fer estaba teniendo un orgasmo semejante, pero ella no se hecho al suelo. Luego de un instante de gloria me levanté. Afuera, Viktor estaba terminado de limpiar la verga del modelo, con la boca. Viktor se levantó y el modelo lo beso en la boca con pasión satisfecha. Se arreglaron las ropas y salieron. —Espero que hayan disfrutado del espectáculo chicas—. Gritó Viktor al salir. —Sabia que estábamos aquí— dije muy bajito. —Pues al parecer si— contestó Fer. —Uff pero viste que pedazo de carne tenía ese muchacho—, me preguntó Fer. —Claro que lo vi, lástima que se desperdicié en eso—. —Pues así pasa—. —Ándale vístete que ya me quiero ir a la casa estoy muerta—, me dijo y yo no podía estar más de acuerdo con ella. Pero el orgasmo reciente me había dejado desganada. Me vestí y cuando estuvimos listas salimos. —Vámonos en taxi— le pedí. —Claro—, me dijo: —ahorita no estoy de ánimo de enfrentarme a aglomeraciones—. Así salimos del centro rápidamente y en un santiamén llegamos a casa. Subimos cada una a su cuarto. Yo me desmaquille, me desnudé y me preparé para dormir. Sentí como Fer se acostaba junto a mí, estaba bien me encantaba su presencia, me abrazó me besó y nos quedamos dormidas.