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X-Change 5

en Fantasías Eróticas

Ese domingo lo pasé con Magda. Tuvimos sexo toda la mañana, en la tarde salimos a comer algo y luego la lleve a su casa. Durante todo el día Marcelo me estuvo mandando mensajes. Cada vez que llegaba un mensaje de él yo me angustiaba. Es decir sentía que la engañaba de la peor forma, no sólo la cuestión de estar con alguien más sino la forma. Al final, deje de hacerle caso al teléfono.

La deje en su casa y volví a la mía. Ahora si me recosté en la cama y me puse a revisar con calma los mensajes de Marcelo. El punto de sus mensajes es que quería estar conmigo. Conmigo para siempre, quería que yo fuera su mujer, que dejara mi trabajo y todo y que ahora viviera con él. Ahí en la oscuridad de mi habitación fantaseaba con esa idea. Pero cuando era hombre algo cambiaba en mí. Simplemente no podía hacerme a la idea de vivir con él. Una llamada me sobresaltó, era Marcelo. Le colgué y empecé a escribirle mensajes por whatsapp.

Le expliqué que no quería platicar con él por teléfono como hombre. Que podíamos mensajearnos pero no con voz. Se mostró de acuerdo y volvió con su tema de siempre. Que quiere ser mi hombre, que me va a cuidar, etc. Me dijo que mañana quería verme (iba a ser lunes), le dije que no, que había faltado el viernes al trabajo por lo del bautizo y que no podía faltar otro día. El me decía que ya dejara el trabajo. Le dije que no estaba listo para eso. Le prometí que desde el sábado y el domingo todo el día estaría con él. Y que ahí platicaríamos más.

Me dijo que sí. La semana pasó lenta, entre que yo esperaba el sábado y tener que inventar excusas para Magda. Intentaba evitarla, pero ella me buscaba. Me sentía mal por eso. Dios santo, Magda era una buena chica, no sé merecía que yo la tratará así. Salimos el jueves, fuimos a cine, no podía alejar mis manos de su cuerpo. Además era tan sensual y al mismo tiempo tan sumisa. Mientras veíamos la película, le jale el cabello y solo de ver su cara, sabía que se excitaba, su pucha se mojaba y era increíble.

Al salir del cine fuimos directo a mi casa y tuvimos otra excelente sesión de sexo. Como a las 12 me pidió que la llevara a su casa. Así lo hice. El viernes la evité lo mejor que pude. Tuve que inventarle que iba a salir de la ciudad a ver a mis padres para que me dejara en paz sobre vernos el viernes o el sábado o el domingo. Salí del trabajo y me fui directo a la farmacia donde el otro día compre la pastilla. En realidad ya no tenía tanta vergüenza como la primera vez. Me estaba haciendo a la idea de que ese era mi camino y no me importaba lo que pensaran.

Pero esta vez el tipo detrás del mostrador no fue profesional. Cuando le pedí la pastilla, sonrió. No quería verlo sonreír y fue por la pastilla. “Maldito pervertido” además era un viejo horrible panzón, moreno y con los dientes chuecos. Cuando volvió extendió la mano, sin quitar la sonrisa. Cuando intenté tomar la caja, el alejo la pastilla y me miró. —Sabes, puedo conseguirte esta pastilla mucho más barata si quieres—. Tomé la caja y sin decirle nada me alejé. Pagué y me fui de ahí. Nunca volvería a esa farmacia. Aunque el hombre tenía razón en una cosa, es bastante costosa, podía darme un lujo una vez al mes, pero cada fin de semana, y dos días en un mismo fin de semana menos. Tendría que hablar al respecto con Marcelo.

Llegué a la casa, me di un baño, cené, vi una película y me tomé la pastilla. Eran como las 11 de la noche. La tomé pensando en que, el efecto de esta pastilla pasaría a las 11 de la noche del sábado, me tomaba la nueva pastilla y pasaría el efecto el domingo por la noche y el lunes podría ir a trabajar con normalidad. Si me la tomaba mañana por la mañana el lunes todavía sería una mujer y tendría problemas de tiempo.

Así que la tomé y cambié. Había aprendido a disfrutar mi cuerpo de mujer. Me puse a platicar con Marcelo. Me dijo que le daban ganas de verme en ese momento. Le dije que si quería podía venir. Y aceptó. Llegó una media hora más tarde, ya traía la verga parada. Hicimos el amor como locos, fue un poco más violeto que la última vez pero en realidad nada digno de mención, nada que no hubiera mencionado ya en relatos anteriores. Luego, nos acostamos un rato y platicamos. Como les he dicho Mauricio y yo éramos amigos de mucho tiempo. Sabía muchas de las cosas que me contaba. Pero de alguna forma la confianza que tienes con tu amigo no es la confianza que tienes con tu chica. Me contó de algunos de sus miedos, cosas que no le hubiera contado a su amigo, pero que si lo hace con su chica.

Así abrazados nos quedamos dormidos. Me desperté en la madrugada, tenía ganas de ir al baño. Fui y volví en silencio. Al subirme a la cama, miré a Marcelo dormido. Pensé en que si podría hacer eso. Me trataba bien, no era feo, tenía dinero. Subí a la cama despacio. Palpé su cuerpo por encima de la sabana y sentí su verga bien parada y enorme. Pero durísima, nunca se la había sentido así de dura, y así de grande. Intenté destaparlo sin hacer mucho escándalo, en realidad me hubiera gustado mamarlo un poco, pero quería que se despertara dentro de mí. Así que tomé un poco de lubricante que tenía en mi buró y me lo coloqué en la vagina. Gateé sobre la cama sin hacer ruido y tratando de no mover mucho la cama. Puse una rodilla a cado lado de la cadera de Marcelo. Tomé su pene y lo guié hasta la entrada de mi vagina. Si estaba durísimo. Cuando sentí la punta en mi entrada bajé apoyando el cuerpo en la verga. Fue delicioso. Esa verga estaba dura como un pedazo de fierro. Cuando mis ingles chocaron con su cuerpo, uff la tenía toda adentro, hasta los huevos. Empecé a moverme despacito. Que placer, me agaché y lo empecé a besar, entonces despertó.

De inmediato acompañó mis movimientos con los de él. Yo estaba tan excitada que rápido me vine, lo estaba besando y cuando me llegó el orgasmo solo pude gemir despacito en su oreja. Supongo que mis gemidos lo pusieron al 100, porque sentí como su verga temblaba y derramaba su leche dentro de mí. Una vez que el tuvo su orgasmo nos quedamos quietos, yo sobre él. Él con la verga adentro de mí y con su leche adentro de mí. Despacio sentí como su verga empezó a perder dureza y a encogerse. Él acariciaba mi cuerpo, recorría la espalda, los brazos, las nalgas. Se giró un poco, yo quedé ahora si sobre la cama, pero aun estábamos empiernados. —Que rico—, me dijo. Luego me abrazó y me besó, me siguió acariciando, hasta que volvimos a quedarnos dormidos.

Al despertar me puse un pants cómodo, unas pantuflas y una camisa y baje a hacerle el desayuno a Marcelo. Sabía que estaba asumiendo un rol medio estereotipado de lo que es una mujer, una buena mujer, pero me gustaba. Era lo que quería hacer, quería atenderlo, sorprenderlo. Así lo hice, me senté junto a él en la cama mientras comía. Platicamos un poco, le pregunté que quería hacer en el día.

Me dijo que tenía ganas de salir de compras y como me había portado muy bien con él: primero despertándolo con su verga adentro de mí y luego sorprendiéndolo con el desayuno que él también se quería portar bien conmigo. Así que nos bañamos, y salimos de la casa como a las 10 a.m. En realidad solo una plaza              estaba abierta y entramos ahí, pero la mayoría de las tiendas aun estaba cerrada. Compramos un helado y nos pusimos a caminar por la plaza. Yo trataba de tomar nota mental de las tiendas a las que quería ir. Y así pasamos el resto de la mañana y buena parte de la tarde.

Se cansó bastante de seguirme tienda tras tienda, pero se portó bien él a su vez. No hizo ningún comentario al respecto y me ayudaba diciéndome cual él creía más bonito y luego como me quedaban etc. Al final ya con bastantes compras fuimos a un restaurante y comimos/merendamos. Cerca de las seis de la tarde salimos de la plaza rumbo a casa. Con la emoción de las compras y un poco el cansancio, porque yo también estaba cansada; olvide por completo el asunto de la pastilla.

Así llegamos a la casa y fuimos a la cama, pero no tuvimos sexo. El se acostó a ver la televisión. Y yo me acosté junto a él. Se puso a ver un programa aburrido sobre historia medieval. Le pedí que le cambiará, me dijo que lo haría con una condición. Que si le cambiaba yo lo tenía que consentir. No entendí a que se refería. Me lo dijo, yo me acomodaba de tal forma que el pudiera reposar su cabeza sobre mi vientre y le hacía piojito y caricias. Le dije que estaba bien. Y puse el canal que yo quería. Me puse a ver a las Kardashians. Nunca me había gustado ese tipo de programas, de hecho los consideraba basura pero ahora me llamaban la atención.

Sin darme cuenta Marcelo se quedó dormido. De pronto le pregunté algo o hice algún comentario no recuerdo y ya no me respondió. Le volví a hablar, me incliné un poco para mirarlo y estaba completamente dormido. Seguí acariciandolo un poco y luego me safé de su peso. Seguí viendo el programa por unos minutos creo y sin darme cuenta me quede dormido. Eran como las 9 de la noche cuando me dormí.

A las 12 Marcelo me despertó. —Oye—, antes de abrir los ojos, pero ya despierto entendí que algo andaba mal. Era hombre otra vez. “Mierda, se me olvidó la pastilla pensé” ahora estaba acostado junto a Marcelo y era hombre. —Mierda— me levante preocupado. Sintiéndome ridículo. Marcelo se levantó con una sonrisa. —Tranquilo, tranquilo no pasa nada— dijo intentando calmarme. Pero yo estaba fuera de control. Me dan ganas de llorar y Marcelo se ríe de mi angustia. —No te rías—, le digo. Él intenta hacer una cara de seriedad pero no puede. Se acercó para abrazarme, yo me resistí un poco, pero no mucho en realidad. Me abrazó. Yo me dejé abrazar y lloré contra su hombro.

Ahorita les aseguro que no sabía que pasaba en ese momento. Quizá las pastillas o el cambio constante de sexo me alteraron. Porque estoy seguro que si estuviera en estado normal, no hubiese llorado como lloré entonces. Luego Marcelo levantó mi rostro. Como hombres, éramos casi de la misma altura. Me acarició la cara, limpió mis lagrimas y me beso. Igualmente en otras circunstancias hubiese rechazado el beso, pero entonces estaba bajo su control. Respondí el beso y el bajo sus manos por mi cuerpo. Primero en mi espalda, luego en mi cintura, hasta mi culo.

Intenté nuevamente resistirme, pero era una resistencia débil. La venció apenas sujetando levemente mis brazos. Me llevó hasta la cama y me recostó en ella, boca arriba y él se recostó sobre mí. Sentía su peso, de cierta forma era como cuando era chica, pero de otra manera no. Siguió besándome, me quitó la ropa que traía. Yo me dejaba hacer, incluso cooperaba. El se bajó el pantalón y se acercó a la orilla de la cama. Me ofrecía su verga para que la mamara.

Lo hice, empecé a hacerlo despacio casi con miedo. Pero me fui soltando, era la misma cara de Marcelo que antes ya había visto. Una vez que ya la tuvo bien paradita y mojadita, abrí las piernas para él. El se acercó a mi culo, acomodó su verga en mi entrada y fue empujando. Esa penetración fue más dura que ninguna. Sentir como su pena se abría paso por mi culo fue un poco doloroso. Pero en ese momento descubrí que más allá ser hombre o mujer en mi cuerpo. Era una hembra en la mente. Esto es lo que quería ser poseída. No por cualquier cabrón. Por un macho que me domine, pero que al mismo tiempo se preocupe por mí. Marcelo empezó a bombear despacio, me besaba, yo lo abrazaba con los brazos y con las piernas en la cadera. Él se movía despacito para no lastimarme, pero cada embestida llegaba un poco más lejos. Sin detenerse llenó de leche mi culito. Solo salió de mí. Esta vez su ausencia dejo un vacio extraño.

Se recostó nuevamente en la cama. Y me jaló hacía él. Me acomodé en el hueco de su hombro, empecé a acariciarlo. De alguna manera sabía que debía hacerme sentir ridículo esto, dos hombres acariciándose, pero no se me hacía ridículo en lo más mínimo. Era casi tan agradable como cuando era chica.

El domingo lo pasé en casa de Marcelo. Ni siquiera fuimos por la pastilla. Simplemente así estuvimos todo el día. Ambos como hombres, pero yo asumiendo el rol de hembra. Hicimos el amor un par de veces más y aprendí a disfrutarlo también como chico. En la noche me llevó a mi casa. Quedamos en que el siguiente fin de semana nos veríamos y hablaríamos ahora si seriamente sobre el futuro juntos. Yo estaba ya decidido, de una forma u otra, hombre o mujer, viviría con Marcelo. No voy a decir que lo amaba, pero al menos me daba mucho placer y era bueno y me cuidaba.