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Enamorándome de mi hijo

en Amor filial

Luego de aquella noche, yo tenía sentimientos encontrados. Por un lado era mi hijo; por otro me había hecho sentir tan mujer que era increíble. Lo evitaba, cosa difícil en el departamento, afortunadamente él pasaba por algo similar, pues no se me acercó nuevamente. Al menos no de inmediato. Pero yo a veces por las noches soñaba con mi hijo, con sus manos, con su cuerpo.

Una noche, casi un mes después de haber estado con mi hijo, mi esposo y yo estábamos en cama, el calor de mi cuerpo exigía satisfacción. Me giré y comencé a besarlo, creo que al principio para él fue una sorpresa, acaricié su vientre algo abultado y bajé. Toque con las uñas su miembro, lo sentí  flácido, pero empezó a reaccionar. Le acaricié los huevos, y comenzó a besarme de regreso. Me abrazó, y me repegó contra su cuerpo. Sentí contra mi vientre como su hombría crecía.

                —Pensé que ya no te gustaba el sexo. Me dijo.

                —Yo pensé que a ti era el que no te interesaba. Le dije.

                Me empujó la cabeza, bajé como lo pedía. Comencé a mamarlo, su miembro era un poco más pequeño que el de mi hijo, pero más grueso. Tenía también un poco de olor a sudor, pero seguí. Él comenzó a marcar el ritmo de la mamada con sus manos, luego me detuvo.

                Me jaló con las manos y me sentó sobre él. Guié con mi mano su pene hacía mi entrada, mi saliva y mis jugos dejaron que su verga se deslizara sin mucha dificultad adentro de mí. Era rico, era bueno, me recosté sobre él como hacía muchos meses me abrazó mientras seguía moviéndose. Era un sexo romántico, intimo, muy diferente a lo que tuve con mi hijo. Me besó en las mejillas, en las orejas, luego me besó en la boca y de pronto siento como gime me da dos embestidas más fuertes, su miembro se sacude y me llena de leche, pero se detiene de inmediato.            Me besa en la boca y me dice —Te amo. Se sale de mi interior, y se gira para dormir. Yo me recuesto a su lado frustrada y usada. En realidad no sabía qué hacer, tenía unas ganas de llorar grandes y un deseo insatisfecho. Me levanté, mi esposo ya dormía, en dos minutos se había quedad dormido el desgraciado.

                En nuestro cuarto hay un baño completo y es el que regularmente uso, pero esa noche no tenía ganas de estar en el cuarto con él. Salí al pasillo y entré al otro baño. El semen me escurría por los muslos, tome un poco de papel y comencé a limpiarme, me senté en la taza y puje un poco para sacar lo que tenía adentro. Apagué la luz y ahí, sentada en el baño, en la oscuridad, comencé a llorar muy bajito.

                La puerta del baño se abrió despacio. Era mi hijo, casi esperaba su llegada. Se paro frente a mí, lo abrace por la cintura. Y lloré un poco más pegada a él. Creo que se dio cuenta que no estaba para sexo, me puso de pie y me beso de forma apasionada en la boca. Fue muy tierno, justo lo que necesitaba, me manoseo un poco, pero también lo necesitaba.

                Sólo me dijo —Mañana. Y me hizo salir del baño, me dio una nalgada y mandó a mi cuarto. Esa noche empecé a amarlo, ya lo amaba como hijo, ahora lo amaba como hombre. También esa noche empecé a odiar a mi marido.