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Quinta parte Transformación

en Fantasías Eróticas

Esa noche no recuerdo haber tenido sueños. Únicamente recuerdo haber despertado con una caricia de Fer. Entre sueños, los labios de Fer recorrían mi cuerpo, acariciando mi piel, piñizcando ligeramente mis pezones, besándolos. Sus dedos jugaban en mi clítoris. Mis manos buscaron su cuerpo por instinto, también la acariciaba, mis uñas raspaban su piel, pude notar como se le ponía la piel de gallina. Nuestros labios se encontraron, yo acariciaba su cuerpo. Ella seguía en mi chicharito. Mi respiración se hizo más veloz, deseaba culminar. Pero antes de que terminara, Fernanda se alejo. Yo estaba al 100 quería sus dedos. Ella bajo besando mi barblla, mi cuello, el surco entre mis senos, mi vientre hasta mi conchita. Su lengua comenzó a trabajar con eficiencia. Yo tomé sus cabellos entre mis manos la acariciaba, sentía cada movimiento de su lengua y el placer me hacía enmudecer. Fer no paraba y el placer llegó como una explosión, simplemente mi conciencia fue abandonada o más bien dominada y aplastada por el placer. Luego de un momento, imposible precisar cuánto, el tiempo durante mi orgasmo había dejado de tener connotaciones medibles, abrí los ojos, Fer todavía me daba placer, pero era un placer sosegado, tranquilo.

                Abrí los ojos y atraje a Fer a mi rostro. La besé, con cariño y con gratitud. Ahora quería corresponderla, no por obligación, simplemente por amor. Al igual que ella, empecé a bajar, pero ella me detuvo. La miré y su rostro sonreía con una malicia tierna que yo había aprendido a amar. Tenía preparada una sorpresa.

                Se giró y se tendió sobre el buró. Mientras lo hacía yo miraba su cuerpo, su espalda, su piel, el ligero bello sobre sus hombros, ligero como la tersa piel de un durazno. Mientras la miraba y estaba concentrada en la suavidad de su piel, ella se giró y con una sonrisa socarrona rompió el encantó. Yo la miré a la expectativa, —¿Qué?—. Ella tenía en la mano un dildo, un dildo de goma, grueso y largo flexible, que se movía con los movimientos de la mano de Fer. —Usa esto—, me dijo. Yo lo tomé, pero antes de usarlo quería besarla, acariciarla, más. La modorra había pasado completamente. —Acuéstate boca arriba—, le pedí. Ella obedeció. Me hinqué sobre sus piernas, y miré todo su cuerpo. Era una vista agradable, aún no me acostumbraba a lo bello que era su cuerpo. Su rostro perfectamente enmarcado en su cabello castaño claro. Sus senos bien formados, levantados y firmes. Su vientre plano y sus caderas anchas. Llevaba una panty color piel muy delgadita.

Tomé sus manos y me incline sobre ella, llevando en el mismo movimiento sus manos tras su cabeza. Sus senos se alzaron por la nueva posición, yo empecé a besar su rostro, acariciar su cabello, sus senos. Sin embargo por la posición era un poco difícil. Me recosté a su lado y seguí besándola y acariciándola. Fer se dejaba querer. Acerque mi mano a su concha y la acaricie por encima de la panty. Una pequeña mancha de humedad ya asomaba en la prenda. Fernanda sola tomo el dildo y se lo llevó a la boca, escupió en él y frotó como si lo estuviera masturbando, luego se lo llevó a la boca y empezó a mamarlo. Mientras lo hacía yo baje su panty, y coloqué mi cabeza entre sus piernas. Mi lengua buscaba su clítoris, y lo encontré rápido, su  humedad ya era amplia y el sabor de sus jugos embriagador. Pero al cabo de unos segundos me golpeo con el didldo en la cabeza.

Tomé el didlo que ya estaba lleno de sus babas. Acerque la punta a su entrada e hice un poco de presión. La cabecita entró despacio. Luego comencé un mete saca despacito, pero cada entrada, el dildo iba más hondo. Hasta que entro todo. Besaba en la boca a Fer y el dildo seguía trabajando. Ella me acariciaba, sentía su respiración aumentar, sus caricias se hicieron más duras. Apretaba mis brazos. —No pares, así, así— me decía con voz entre cortada. Lanzó un sordo gemido, sujeto fuerte mi brazo, debajo de mi hombro y su cuerpo empezó a estremecerse. Seguí besándola y moviendo le consolador hasta que se relajó.

Me miró con esos hermosos ojos y sonrió. —Uff que bonita manera de empezar el día—. —Sí—. Le contesté. Nos besamos una vez más y yo me levanté de la cama. Miré el reloj. —Todavía tengo tiempo de ir a la universidad—, dije más a mi misma que a Fernanda. —Pero no tengo muchas ganas, ¿Qué vamos a hacer hoy?— le pregunté, esperando que ella ya tuviera algún plan. —Mmm no sé— dijo, pero luego añadió —algo se nos ocurrirá—. —Ok, pero primero hay que desayunar—. Ella también se levantó, nos vestimos con unos pijamas no muy sexis, pero que iban a juego.

Bajamos y nos preparamos cualquier cosa. De pronto Fer me preguntó algo que yo ya también me había preguntado en mi mente, pero que nunca había expresado. —¿Crees que debemos cuidarnos? Es decir, ahorita nuestros cuerpos podemos decir, que son perfectos, pero si nos descuidamos, si comemos mal y así, ¿subiremos de peso?— Yo estaba sentada en la mesa y no sabía la respuesta a esa pregunta. —Pues supongo que sí, no sé como funcione esta magia—. Fer se quedó pensativa mirando su plato. —Bueno pues tendremos que arreglar eso—. —¿ya tienes un plan para el día?— Le pregunté algo curiosa. —Pues más o menos—, respondió y yo creí leer en su tono que otra vez no me quería contar su plan. “Otra sorpresa” pensé. —Tengo ganas de ir a comprar ropa—, me dijo. —¿Ropa?— pregunté extrañada, —no creo que nos haga falta absolutamente nada—. Ella me miró como si no me entendiera, —Falta no nos hace, pero una chica no compra ropa porque le haga falta, la compra porque quiere y puede—. Su lógica aún no me entraba en la cabeza, pero la acepté sin mayores comentarios.

Terminamos de desayunar, nos bañamos con relativa velocidad y nos vestimos para ir de compras. Me encantaba vestirme, y hacía el esfuerzo porque mi ropa estuviese perfecta que cada una de las prendas que portaba combinara con las demás, y no hubiera manchas o arrugas o hilitos que salían de la prenda. Me puse ese día un pantalón de mezclilla oscuro, apretado, unos zapatos flats, casi del mismo tono que el pantalón, azul muy oscuro. Los zapatos, tenían en la curva unos detalles en plata que me encantaban. La camisa era una camisa de tela delgadita pero brillosa. Era blanca pero en el frente tenía unas líneas negras que formaban un triangulo. Es decir, eran líneas horizontales negras pero los extremos de las líneas estaban en un ángulo que las hacía cada vez más pequeñas. En la espalda, las líneas eran ausencias de tela. Era una especie de escote que dejaba ver mi espalda. Me puse un brasier blanco, pero no me gustaba como se veía la parte de atrás por el escote, entonces me lo quite. No me gustaba mucho la idea de que mis pezones se notaran a través de la tela, pero supongo que era más sexy que el brasier por mi espalda. Así lo deje.

Fer salió de su habitación y nos miramos mutuamente. Siempre lo hacíamos como para leer y aprender del estilo de la otra. Fer llevaba un pantalón de mezclilla claro, deslavado, también apretado, una camisa de vestir sin mangas con apenas un par de botones abotonados. Dejando un amplio escote  y amarrando el resto bajo sus senos, para dejar ver su ombligo. Llevaba una especie de tenis. Era un look diferente a lo que me esperaba, pero con ese cuerpo se seguía viendo impresionante. Ella sonrió —¿Así te vas a ir?— me preguntó verdaderamente sorprendida. —Sí, ¿Por qué?— le pregunté fingiendo no entender que hablaba de mis pezones. Se rió —Por nada, pu-ti-ta— pronunció las palabras así, hacienda ligera separación entre cada silaba. Enfiló a las escaleras y yo la seguí. —Oye de regreso tenemos que pasar por tu coche a la universidad, ¿no? Ahorita nos vamos en taxi, pero nos va a salir muy caro—. —Ok— le dije, me parecía un buen plan.

Fer llamó un taxi desde la casa, y unos 5 minutos, el taxista, llegó. Salimos y subimos al carro de inmediato. —¿A dónde, chicas?— preguntó el taxista. Era un hombre maduro, moreno llenito, feo. Fer le dijo que al centro comercial. Yo me di cuenta que el señor movió y creo, no lo puedo asegurar que lo hizo para poder mirar mi pecho, quería ver mis pezones. Esa acción me disgusto y al mismo tiempo me excito. Mi excitación solo hizo que mis pezones se endurecieran más lo que llevaría a que se notarán más por debajo de la delgada tela.

Fer me dio un codazo, —a ver si no haces que choquemos, puta—. Pero afortunadamente no chocamos. Llegamos al centro comercial sin incidentes. Al bajar, Fer se inclinó en la puerta del chofer y dejó que la camisa cayera y sus tetas estuvieran expuestas. Al taxista casi se le salen los ojos, Fer le dijo, que solo traía la mitad de lo que costó la vuelta, el taxista dijo que no había problema. Recibió el dinero, miró una vez más a las tetas y Fer se levantó. —Mamasitas— dijo el taxista y se fue. —¿Quién es la puta ahora?— le pregunté. —Ahh ¿qué? Pues a ti te estuvo viendo todo el camino, sentí celos—. Me dio risa su comentario y le ofrecí la mano.

Entramos al centro comercial de la mano. Caminamos por los pasillos, mirando esto y aquello, en realidad yo no tenía idea a donde ir, y creo que Fer tampoco. —¿Qué quieres ver primero?— me preguntó. —No sé—, lo que quieras. Eran como los 12:00, 12:30, había pocas personas en el centro comercial, la mayoría mujeres y jóvenes. Mujeres que estaban paseando y jóvenes que no habían ido a clase o habían salido temprano. Los chicos nos miraban, y las novias hacían posible por alejarlos de nosotras.

—Entremos aquí— dijo Fer. Entramos. Era una tienda como cualquier otra con zapatos, ropa, accesorios. Pero luego de verla un segundo, me di cuenta que de ahí nada me iba a gustar. Los colores eran demasiado brillantes, y contrastantes, creo que mi estilo es más consevador. Pero Fernanda estaba vuelta loca, tomaba casi cada prenda de cada aparador. Yo la seguía tratando de encontrar algo que me gustará, pero no había nada. Pero no la iba a dejar, así que la acompañaba, le decía que prendas creo que se le verían mejor, pero no me hacía mucho caso. Nuestros gustos, no eran solo diferentes, estaban totalmente encontrados. Pero bueno era mi amiga y no tenía nada mejor que hacer, entonces pues la seguí por la tienda.

Luego ella se metió a los probadores y yo me quedé afuera esperándola. Me volví a dar una vuelta por el lugar, pero no encontré nada. De pronto un chico salió de detrás de una columna, casi como si estuviera acechando, me asustó. —Hola ¿Cómo estás?— Era un chico guapo, pero muy chaparrito, o quizá no tanto, pero yo era ligeramente más alto que él y automáticamente no sé porque eso lo descartó como pareja y supuse que me hablaba por eso. Me empezó a decir, que tenía una amiga que se parecía a mí y que iba a cumplir años, que a mí que me gustaba de ahí, como para regalarle a ella.

Yo quería acabar la conversación, pero no quería ser grosera, le dije que de ahí, no me gustaba nada, aunque cada chica es diferente. Que justamente mi amiga le encantaba la tienda, y que quería llevarse todo. Justamente mientras le decía eso, Fer se asomó por la puerta de los vestidores. Me buscaba con los ojos, pero no me encontraba. —Ahhh, es que mi amiga me necesita—, le dije tratando de terminar la conversación. —Ok, aquí te espero—. “Ashh” pensé, “no me esperes, vete”. Fer me notó cuando terminaba de hablar con el chico, y me hizo señal como de no vengas, si estás ocupada. Pero lo que quería era alejarme.

Cuando me acercaba, Fer sonrió —¿Ya andas de puta otra vez?—, a mí en ese momento no me hacía gracia. —Mejor metete, déjame verte—. Deje al chico fuera de mi mente y miré el conjunto que traía Fer. Era un pantalón rosa clarito, zapatos beige al piso y una camisa blanca. Me sorprendió lo sobrio del atuendo, lo bien combinado que estaba y que todo fuera de esa tienda. —¿Es de aquí?— le pregunté. —Sí—, me dijo, —se me hace que tú desde que entramos dijiste, no me gusta nada y ya nada te gustó. Pero no mirabas la ropa—. Me quedé pensando en lo que decía y quizá tenía razón.

—Bueno voy a seguir revisando ropa, tú vuelve con tu galán—. Me dijo con la media sonrisa burlona que se le dibuja. —No, aquí te espero, ya no quiero salir—. Me miró con extrañeza mientras se quitaba la camisa. —Está bien chaparro—. —mmm, y ¿a ti cómo te gustan?—, me preguntó. Era una excelente pregunta. —Pues la verdad no sé, pero chaparros, no—. Ya estaba casi completamente desnuda. Estábamos en uno de los probadores, era bastante amplio. Fer tomó una de mis manos, y la llevó a uno de sus senos. La miré preguntando que quería. Se me acercó así desnuda como estaba, solo traía una panty y me besó. Fue un beso dulce, cálido, con un pequeño toque de lujuria. Se alejó y tomó otra prenda y se la empezó a colocar. En total se vistió con cuatro conjuntos diferentes, contando el primero que ya describí. Fueron unos 20 minutos. Fer eligió varias prendas, algunas me gustaron más que otras, pero el primer conjunto fue insuperable. Lo llevó todo. —¿Tú galán?— me preguntó nuevamente con su sonrisa. —Pues se tuvo que haber ido, ¿no?—. Fer sólo sonrió.

Salimos del área de probadores, yo busqué al chico intentando no hacerlo de manera muy evidente, y pensé que no estaba. Pero al girar la cabeza, el chico se estaba poniendo de pie. Habíamos tardado tanto que el chico se había sentado en el suelo, pero no se había ido. —Ahí está—, le dije a Fer con un murmullo. Yo me quedé pegada a Fernanda mientras pagaba, y no quería ni mirar en dirección al chico, pero tendría que decirle algo. Odiaba estar en esa posición. Fer terminó de pagar y nos giramos, el chico nos miraba con una sonrisa que no podría definir. Al acercarnos, yo estaba pensando en una excusa para poder retirarnos. Pero el chico saludo a Fer de inmediato. —Hola soy Gabriel, ¿ustedes como se llaman?—, Fer no se asustó, ni se puso nerviosa, ni se complicó la vida. —Soy Fernanda y ella es tu tocaya, Gabriela, Gaby—. El chico se rió de la coincidencia y de inmediato contraatacó. —¿Ya comieron?—, preguntó. Y antes de que yo pudiera contestar, Fer me ganó —¿Nos vas a invitar?— —Claro—, —Entonces no, somos cara ehhh— le dijo Fer con una sonrisa. Me tomó del brazo y tomó al chico del otro brazo.

El chico nos guió hasta un pequeño restaurante italiano en el interior de la plaza. La comida transcurrió mejor de lo que pensaba, el chico resultó ser un buen muchacho. Yo lo seguía viendo demasiado chaparrito. Resultó que su papá era dueño de una empresa muy fuerte en el país, y lo había mandado a esta ciudad a manejar una de las sucursales. Pero nos dijo que la sucursal se maneja sola, él solo tiene que revisar que todo vaya más o menos bien y funcioné como debe hacerlo.

Cuando terminamos de comer, nos preguntó que, ¿qué íbamos a hacer? Le dijimos que seguir viendo ropa. Nos pidió acompañarnos y accedimos. Le pregunté por su amiga, la que se parecía a mí. Y admitió que había mentido, solo para platicar conmigo. Estuvimos los tres juntos toda la tarde. Nos probamos ropa, él nos daba concejos sobre que le gustaba más o menos. Se ofreció a pagar un pard de veces al principio pero eso si lo rechazamos. Finalmente como a las 4 o 5 se ofreció a llevarnos a donde ocupáramos y nos llevó por mi auto a la universidad. El traía un auto más o menos, la verdad no tan lujoso, para la empresa de la que aseguraba ser heredero. Cuando pasamos por el carro, dijo que si queríamos ir a su casa. Esta vez Fer dijo que ya estaba cansada. La verdad a mi me había dado curiosidad conocer la casa. Pero me mostré de acuerdo con mi amiga en eso. Nos pidió el teléfono, nos despedimos y cada uno tomo su camino.

En cuanto nos subimos al carro, Fer me dijo —Tú ya querías darle las nalgas ¿verdad?— —No, claro que no, te dije que estaba muy chaparro—. —Pero cuando supiste que tenía dinero, lo viste más alto y más guapo—. Jajaja me dio risa su comentario. Y no estaba tan equivocada. En realidad conforme transcurrió la tarde, lo veía más atractivo.

Llegamos a la casa, yo entonces noté de verdad lo cansada que estaba. Me cambié me puse un pants y me senté a ver la tele. Fer se estaba probando toda la ropa que traía. Cada 10 o 15 minutos llegaba con un conjunto nuevo. A veces era una chica dulce y tierna, a veces llegaba vestida como puta. La verdad me fascinó su habilidad para transformar su estilo. Pero yo en ese momento no quería nada, solo descansar. Como a las ocho, se sentó junto a mí y vimos un par de programas, acariciándonos sin lujuria. Y nos fuimos a dormir.