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Iniciando en la Academia (La Puta de mi Tio)

en Transexuales

Las siguientes dos semanas transcurrieron relativamente rápido. Mi tío se portó muy bien conmigo, todos los días me seguía tomando mis pastillas. Julián y yo seguíamos platicando discretamente para que mi tío no se molestara. Yo le daba placer a mi tío siempre que se podía. En realidad estaba disfrutando esta nueva vida. A veces me ponía a pensar en mis padres, pero intentaba evitarlo porque si me ponía un poco triste eso.

                Yo le preguntaba un poco a mi tío sobre que era ese lugar a donde me mandaba. Él no me quería contar nada, me dijo que ya lo vería cuando fuese momento, que mientras no me preocupara, que estuviera tranquila. Como no me quería contar eso, le preguntaba cosas relacionadas, solo me dijo que era un internado, que estaba en otra ciudad. Pero si le preguntaba, ¿Cuántos tiempo me iba a quedar? O ¿Qué iba a empacar? Me decía que me quedaría el tiempo necesario y que no necesitaba empacar nada, que allá me iban a dar lo necesario. Así cuando finalmente el día se acercó a pesar de lo que me dijo mi tío, empaque un par de cambios de ropa, algunos libros, mi celular, computadora, todos los elementos de aseo personal etc.

                Llegamos al aeropuerto y luego de registrarme en el vuelo y de documentar mi equipaje y que nos sentamos en la sala de espera, un hombre se acercó con mi tío. Era un hombre vestido de manera impecable, de tamaño regular y no especialmente fuerte. Intercambió unas palabras con mi tío y luego mi tío se acercó a mí.

—Bebe, él es parte de la escuela, vino por ti. Ahora te va a acompañar el resto del viaje, pórtate bien y hazle caso. ¿ok?— me dijo mi tío. Aunque lo último fue una pregunta, él no esperaba respuesta, antes de que pudiera responder, ya se había alejado.

                El hombre estrecho la mano de mi tío y se acercó hasta mí. —Buenas tardes, soy Alejandro, te escoltaré hasta la escuela. Puedes considerar que tu estancia en la Academia acaba de comenzar, a partir de este momento, solo hablaras conmigo. No puedes hablar con nadie más, y solo hablaras cuando yo te pregunté algo. ¿Está claro?— Yo no entendía que pasaba —¿Está claro?— No parecía estar molesto solo quería dejar las cosas claras. —Sí, está claro—, dije. —Muy bien, ahora guarda silencio por el resto del viaje—.  

                Y así lo hice, el resto del viaje el me indicaba por donde ir y por donde no ir. Me dijo cuando debía ir al baño y me compró comida cuando juzgo necesario que comiera. El viaje resultó más largo de lo pensé. No supe a donde llegamos, solo que era un lugar con calor y mar. Al llegar al destino fuera del aeropuerto una camioneta nos estaba esperando, subimos y ya había otra pareja ahí. Otra pareja de un chico con rasgos delicados y un hombre de traje, los hombres de traje se dieron la mano en silencio, nosotros solo compartimos miradas de curiosidad y miedo.

                Esperamos unos 20 minutos más y llegó una tercera pareja. Cuando lo hizo, el conductor encendió el motor y salimos. El viaje fue de cerca de una hora u hora y media. En realidad no estoy segura porque no pude sacar mi celular, el hombre que me escoltaba tomó mis mochilas y me pidió mi celular y él los guardó. Solo miraba el horizonte, las calles, los chicos y hombres que estaban junto a mí en silencio. Uno de los chicos se empezó a quedar dormido y su escolta lo reprendió, no te puedes dormir, le dijo. El chico al parecer iba a protestar, pero al mirar a su escolta se lo pensó dos veces. “¿Por qué no nos dejan dormir? ¿Por qué no nos permiten ver nuestros celulares? ¿Por qué no nos dejan hablar?” Eran todas preguntas que se me juntaban en la cabeza, pero que en realidad no tenía valor de preguntar.

                La camioneta se detuvo frente a un portón bastante grande. Toda la propiedad a la que estábamos a punto de entrar estaba resguardada por una barda perimetral bastante alta, aunque pintada de blanco y con remates muy lindo en la parte de arriba. A pesar de ello, la altura me dio a entender que serviría como prisión o al menos como elemento para que los que estuvieran ahí no pudieran salir. El portón se abrió y lo primer que note fueron muchos jardines, y un sinfín de pequeño caminos que serpenteaban en diversas direcciones. La camioneta se adentro por alguno de ellos hasta llegar a una construcción blanca. La construcción daba una idea de modernidad, clase, prestigio y dinero. Los escoltas nos pidieron que bajáramos y nos guiaron hasta un espacio en la construcción que daba hacía otro espacio abierto.

                Ahí había una alberca. En la alberca había muchas chicas, unas 15 o 20, todas preciosas, con cuerpos maravillosos y trajes de baño muy lindos. Las chicas estaban tomando, bailando, algunas tomaban el sol. Los tres chicos nos quedamos asombrados mirándolas, creo que ninguno con lujuria, sino más bien con admiración de su belleza. Algunas nos notaron y nos saludaron. Los escoltas permitieron unos momentos que las miráramos y luego nos pidieron que continuáramos caminando.

                Entramos por una pequeña puerta a lo que parecía un salón de clases. Había un escritorio al frente, pupitres en el área común y un pizarrón blanco para plumones de los que se borran. Por las ventanas del lado derecho aun se podía ver el área de la piscina y las chicas divirtiéndose. Junto al escritorio nos esperaba un hombre de traje, también impecablemente vestido, aunque un poco más maduro que nuestros escoltas.

                —Buenas tardes jóvenes, bienvenidos a la Academia—. El hombre nos miró a los tres, quizá esperando una respuesta, los tres guardamos silencio. El hombre del frente miró a los escoltas al parecer complacido. —Una clase prometedora al parecer—, luego de una pausa —veo que han aprendido bien las reglas, es importante. En esta escuela vamos a hacer de ustedes chicas lindas—. Mientras hablaba caminó hacía la ventana. Extendió la mano mostrando a las chicas que jugaban. —Todas esas chicas, alguna vez estuvieron paradas frente a mí, así como hoy lo están ustedes. Asustadas, con cuerpo medianamente agraciados y sin saber comportarse—. Hizo una pausa para mirarnos. Nadie movió un musculo. —Quizá no lo saben, pero sus benefactores pagaron una fortísima cantidad de dinero por su estancia aquí, entonces espero de ustedes un compromiso a la altura del gasto—. Mientras decía esto se acercaba al chico que llegó al último a la camioneta. Era un joven rubio muy delgado apenas habría cumplido los 18 años, de ojos azules hermosos y labios carnosos. Al llegar frente a él, el hombre se abrió el pantalón. Lo dejó caer y una verga flácida pero enorme colgaba entra las faldas de su camisa. Miró al joven y no dijo nada. El chico pareció dudar un segundo, pero al cabo de un momento, se hinco frente al hombre y empezó a darle una mamada. —Una clase prometedora de verdad—. Dijo el hombre. Hizo un gesto a los escoltas, y el que se había presentado conmigo como Alejandro de acercó a mí y el otro escolta al otro chico. Ambos se bajaron los pantalones y dejaron ver buenas vergas. De inmediato el otro chico y yo nos hincamos y empezamos a mamar. Uno de los escoltas solo estaba mirando. Pero luego el hombre que nos esperaba se alejo y ordenó al escolta que faltaba que ocupara su lugar. El chico rubio acepto el cambio sin dudar y siguió mamando.

                La verga de Alejandro estaba como piedra, yo intentaba dar mi mejor mamada, acariciaba sus huevos, buscaba sus ojos, pero él no me miraba, parecía estar mirando otra parte. Luego mientras mamabamos, el hombre empezó a hablar. —Quizá no tenga que decir esto por lo que veo. Pero nuestra función es convertirlas en mujercitas, en putitas. Por ello siempre que un hombre quiera sexo, ustedes se lo tienen que dar. Aquí inicia su entrenamiento. Ustedes siempre estarán subordinadas a un hombre. Cuando tengan una duda de que deben hacer, acérquense a uno de los hombres que están por la propiedad y él les dará la solución. No intenten solucionarlo solas, tampoco hablen entre ustedes. Siempre pidan ayuda a un hombre. Esta institución no tiene grados, ni tiempo de estancia. Simplemente cuando ustedes sean las mujercitas que sus benefactores necesitan volverán a casa, antes no—. La verga de Alejandro seguía como piedra y su rostro también, no delataba ninguna emoción. Yo intentaba darle el mayor placer posible y de pronto su verga empezó a temblar y una carga de semen me inundó la garganta.  A pesar de que Alejando intentaba no mostrarlo, el hombre se dio cuenta. —Muy bien—. Una vez que quedó limpio, me trague sus mecos y me levanté otra vez. Alejando se alejó, se abrochó el pantalón y se quedó esperando alguna nueva instrucción como si nada hubiese pasado.

                —Siéntate— me ordenó el hombre y así lo hice. Casi inmediatamente el escolta del chico rubio se vino también. Y también se alejó y el chico se sentó. Tuvimos que esperar un poco más para el último escolta. Y cuando finalmente se vino el chico empezó a toser y por poco vomita. Pero logró controlarse. Se sentó también. Una vez que ya estuvimos todos atentos, el hombre continuó —veo que ya tienen algo de experiencia, y que han iniciado sus tratamientos hormonales. El adiestramiento sexual como ven es uno de los pilares de la escuela, y llevaran este adiestramiento a lo largo de toda su estancia aquí. Pero además, lo primero en lo que nos enfocaremos será en feminizar más sus cuerpos, tanto como sea posible. Mañana temprano verán a un medico que les hará un chequeo hormonal y les diseñara un programa especifico para cada una de ustedes. Por favor síganlo al pie de la letra, y tendrán resultados maravillosos. Al mismo tiempo tendrán una rutina de ejercicios, que deben igualmente cumplir, será a veces cansado extenuante, pero como les dije al principio su compromiso debe ser alto. Más adelante una vez que la cirugía de reasignación de sexo se haya completado veremos un par de cosas sobre etiqueta, higiene, maquillaje etc.— Nuevamente nos miró con cierta complacencia. —Bienvenidos, los caballeros las escoltaran a sus habitaciones, descasen nos vemos mañana—.