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Mi hijo me sedujo

en Amor filial

Soy Karla tengo 39 años, esto sucedió hace un par de meses y desde ese día mi hijo y yo somos pareja sexual. Soy una mujer normal, trabajadora, casada. Mi esposo y yo nos conocimos muy jóvenes. Fuimos novios desde la secundaria y pronto quedó claro que nos casaríamos. Tuvimos a nuestro único hijo cuando yo tenía 17 años.

                En aquel entonces teníamos grandes apuros económicos, éramos una pareja joven, sin muchos ingresos y un niño pequeño. Pero salimos adelante, con ayuda de nuestros padres y poniéndole mucho trabajo y empeño.

                Mi esposo era parte de un grupo de ventas de una empresa encargada de hacer cajas para empacar productos, yo soy secretaria. Me gusta salir a caminar por las tardes y hacer algo de ejercicio en casa cuando puedo, por lo que me conservo creo que bien. Sin embargo desde hacía unos meses mi esposo cada vez me procuraba menos. Seguía estando al pendiente de las cuentas de la casa y que no nos faltará nada, pero no me tocaba.

                Una tarde llegue como siempre del trabajo, vivimos en un departamento pequeño, pero lindo, tiene lo que necesitamos y no más. Apenas estaba dejando las cosas y llegó mi hijo, se llama Eduardo. Tenía 21 años y estudiaba y trabajaba. A esas horas llegaría de su trabajo.

—Hola hijo, ¿Cómo estás?

—Bien mamá.

                Como siempre dejó las cosas y fue a su cuarto.

—Me voy a bañar o ¿quieres que antes te haga de cenar? Le pregunté.

—No te preocupes mamá ahorita me hago algo yo. Me dijo. Así que me fui a mi cuarto.

                Me desnude y me metí a bañar. Ese día no sé qué sucedió. Supongo que los meses sin que me tocarán o algo, pero mientras me bañaba sentí gran calor en el vientre. Mientras me pasaba el jabón por el cuerpo, comencé  a tocarme. Primero los senos, acariciarlos, sentir como el agua cae sobre ellos, luego despacio entre mis piernas. Primero acariciando suave el clítoris y cuando más concentrada estaba escuche algo afuera del baño. Me detuve al instante.

—Hola. Dije en voz baja con algo de miedo. Abrí un poco la cortina y vi que la puerta del baño estaba entreabierta. “¿La dejé así?” me pregunte a mí misma, no podía recordarlo. Terminé de bañarme rápido, el momento de tensión había terminado con mi deseo.

                Salí del baño y en el cuarto todo parecía estar donde lo había dejado. Pero nuevamente la puerta del cuarto estaba entre abierta. Yo siempre la cierro por privacidad. La cerré y me vestí. Me puse unos shorts de tela viejos y una camisa de tirantes. Claro traía unas pantys cómodas y sujetador. Salí descalza a la cocina. Mi hijo estaba en la sala sin camisa, solo con unos shorts, el tiempo es de mucho calor.

                De cualquier forma ver a mi hijo así me hizo sentir extraña. Siempre lo había visto como un niño, quizá ese día por lo del baño o no sé porque lo vi como un hombre. Con su pecho firme, su abdomen delgado pero fuerte, sus brazos bronceados. Y noté algo más, algo que todavía a veces me avergüenza reconocer, note como en su short se dibujaba el bulto de una buena verga. Aparte la mirada y entre a la cocina.

                —Entonces, ¿Quieres algo de cenar? Creo que yo me voy a hacer un huevo. Le dije.

                —Si, lo que quieras. Dijo desde la sala.

                —Mamá, ¿sabes si papá vendrá pronto?

                —No sé, sabes que últimamente se queda a trabajar hasta tarde. ¿Por qué? Le respondí.

                No escuche la respuesta, abrí el refrigerador y me agache para sacar los huevos y el jamón y entonces sentí un golpe en las nalgas. Sentí la dureza de lo único que podía ser un pene.

                Me levanté y vi a me giré. Mi hijo estaba sobre mí. —¿Qué haces? Le pregunté más sorprendida que molesta.

                —Te vi en el baño mamá. Sé lo que quieres.

                —¿De qué estás hablando? Ahora si mi molestia era mucha este huerco cabrón. Intente empujarlo, pero era más fuerte. Se había hecho un hombre y no podía con él. Me pasó los brazos por la espalda, me abrazó fuerte y sus manos buscaban mi culo; su boca mis labios. Yo seguía resistiendo, pero no podía hacer mucho, sólo evitaba sus besos girando la cabeza. Luego de un movimiento fuerte me giró. Me puso contra la repisa de la cocina y se pegó a mi culo.

                Sentía su hombría. El calor en mi vientre empezó a crecer, pero todavía no estaba lista para aceptar eso. —Le voy a decir a tu papá. Déjame. Le ordené, pero no me escuchaba. Comenzó a pasar sus manos por mis senos. —Te va a gustar, lo sé. Me susurró. Yo peleaba un poco menos. Bajo con fuerza el short y mis pantys. Metió sus manos en mi raja, estaba húmeda. —Ves, lo deseas. Me dijo, acerco sus dedos a mi boca, estaban llenos de mi flujo. No lo resistí más, los chupé. El bajo su short y acerco su miembro a mi entrada.

                Hizo algo de presión y noté como su verga iba entrando dentro de mí. Fue increíble, sentí un placer extraño desde el primero momento. Nunca lo había sentido así. Su padre había sido el único hombre de mi vida. Ahora mi hijo era el segundo. Me movió, hizo que me recostara sobre la repisa y levantó mi culo. De un golpe fuerte la metió al fondo.

                Hubo un poco de dolor, pero no dije nada. Comenzó a bombear, primero despacio luego un poco más fuerte. Dios que placer. No paraba de decir groserías. Que era su puta, que le encantaba. Seguía bombeando, y me encantaba, no pensaba en nada. De pronto, suena mi celular. Mi hijo se detiene un instante. —No pares sigue… no estoy para nadie. Le digo. El celular sigue sonando. Maldito, escuchar ese sonido me desconcentra.

                Finalmente se detiene. Pero apenas unos segundos después empieza a sonar el teléfono de la casa. —No te detengas. Le digo a mi hijo, tengo en la cocina un teléfono y miró el identificador. —Es tu papá. Contestó, mi hijo a tras sigue bombeando.

                —Bueno.

                —Hola, amor, ¿cómo estás?

                —Bien. Lucho por no gemir, mi hijo empieza a darme más fuerte. Me da una nalgada.

                —Oye, ya voy llegando aquí estoy abajo, ¿ocupas algo de la tienda?

                Mi hijo empieza a moverse despacio, Dios que placer, me acaricia el culo, la espalda. De pronto me jala el pelo con fuerza y empieza a bombearme todavía más fuerte.

                —No. Digo junto a un gemido.

                —¿Estás bien? Me pregunta mi esposo.

                Estoy excelente, mejor que en muchos meses.

                —Si, quiero estornudar es todo. Mi hijo sigue dándome, me agarra el cuello y empieza a ahorcarme un poco. Siento como mi vientre está a punto de explotar.

                —Ya llegó Lalo.

                —Sí, ya llegó. Apenas puedo hablar. Sigue el bam bam bam de su vientre contra mis nalgas.

                —Que bueno, ahorita llegó. Ya no digo nada, solo cuelgo.

                —Era tu papá, ya viene.

                Mi hijo no dice nada, empieza a darme verdaderamente fuerte. Me besa los oídos, me aprieta el cuello, mis piernas me empiezan a doler, pero no quiero parar. De pronto el orgasmo más intenso de mi vida me golpea. Ahhh si… casi me derrumbo dentro de mí misma. Y él sigue bombeando. Antes de que pueda terminar el placer me gira y me obliga a hincarme.

                Pone su verga en mi cara y comienza a masturbase. Abro la boca y de inmediato chorros calientes de semen caen en mi boca, en mi cara. Me meto su verga a la boca. Siento como los últimos espasmos recorren su miembro y recojo lo último de su leche. Escucho pasos en el pasillo fuera del departamento. Me levantó, tragó la leche en mi boca, me limpió la cara con un dedo y lo chupó, beso a mi hijo en la boca.

                —Vete a tu cuarto. Le digo. Obedece tranquilo. Me subo el calzón y el short lo mejor que puedo. Me arreglo un poco el cabello, limpio un poco más mi cara. Escucho la puerta del departamento abrirse. Tomo los huevos y el jamón.

                —Hola amor. Digo a modo de saludo. —Me voy a hacer de cenar ¿Quieres? Le preguntó a mi esposo, él no me mira, solo dice que sí.