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My life: la tienda del pueblo

en Hetero: General

La historia que os cuento a continuación sucedió hace años. Mi familia tenía la costumbre de pasar los meses de verano en un pueblo del campo del cual provenían mis abuelos y en el que la familia tenía una casa. Durante algunos años pasé los veranos en aquel pueblo pequeño, y fue en el último año que fui de vacaciones cuando sucedió lo siguiente.

Debido a que en unos meses comenzaría a asistir a la universidad, aquel verano decidí buscarme algún trabajo en el pueblo para conseguir algo de dinero con el que disfrutar de la vida universitaria. Como era un pueblo pequeño donde toda la gente se conocía, pronto encontré trabajo en una tienda de comestibles situada en el centro del pueblo. El dueño era el tío Braulio, un hombre de avanzada edad, muy delgado, con un cuerpo curvado por el paso del tiempo y con una piel oscura y arrugada por el sol del campo. Tenía edad suficiente para haberse jubilado hace tiempo, pero debido a que era un hombre soltero, aún seguía en la tienda. Su única familia era su hermana, mi abuela. Siendo por ello que conseguí ese trabajo.

Por el día y las tardes me dedicaba a mi nuevo trabajo de dependiente de tienda, despachando a los clientes y sacando productos del almacén para reponer las estanterías mientras el tío Braulio entraba y salía de la tienda, unas veces a tomar un café y otras a fumar un cigarro. Entre esto y las historias de juventud que me contaba el tío Braulio, pasábamos los días en la tienda cada vez tomando más confianza.

Al cerrar la tienda por las tardes, todos los días iba a la piscina pública del pueblo para relacionarme con la gente de mi edad. Tomábamos algunas cervezas en el bar de la piscina y hablamos de todo un poco. Allí conocí a Elsa, una chica de mi edad, delgada, pelirroja y muy alegre, ya que se pasaba todo el tiempo sonriendo. Ella no era del pueblo, sino que al igual que yo, venía con su familia a pasar el verano. Con el paso de los días hice cierta amistad con ella, ya que conectamos bastante bien.

Un día, mientras el tío Braulio estaba fumando fuera de la tienda, entró una mujer joven. Nada más verla entrar por la puerta supe que era extranjera. Piel clara algo rojiza por el sol, rubia, camisita blanca de tirantes, mallas negras ajustadas a su cuerpo, zapatillas deportivas y una mochila a la espalda. Tomó una cesta de la compra y fue recorriendo las estanterías metiendo productos en la cesta mientras yo me fijada detenidamente en ella. No llevaba sujetador, y los pezones de sus pequeñas tetas se marcaban en la camiseta blanca, al igual que los labios de su coño se marcaban ligeramente a través de sus mallas negras. Al terminar de comprar, sacó de su mochila una tarjeta de crédito para pagar la compra. Yo con mi pobre nivel de inglés intenté explicarle que en la tienda no teníamos para pagar con tarjeta, y ella con su pobre nivel de español me intentaba decir que no tenía efectivo para pagar.

En ese momento entró en la tienda el tío Braulio, preguntándome que sucedía a lo que yo le respondí que la mujer querida pagar con tarjeta de crédito. Para mi sorpresa, en viejo tío Braulio se giró hacia ella y comenzó a hablar en un perfecto inglés, cosa que la mujer agradeció y se puso a entablar una conversación con el viejo. Yo mientras tanto, los miraba a los dos, intentando captar alguna palabra suelta que me diera idea sobre lo que estaban hablando. Con mi poco inglés creí entender que la mujer necesitaba los comestibles y que el tío Braulio le dijo algo sobre la tarjeta de crédito y el almacén. A los pocos minutos, la mujer soltó en el suelo la cesta de la compra y se fue detrás del tío Braulio, mientras éste, sin decirme nada, abría la puerta del almacén y entraba dentro con la mujer, cerrando la puerta a su paso.

Yo me quedé paralizado sin saber que estaba sucediendo ni cómo reaccionar, y justo en eso momento entró una nueva clienta por la puerta. Y tras ésta, otra. Y de ese modo volví a mis labores de dependiente de la tienda. Durante unos diez minutos estuve despachando a los clientes y me olvidé por completo del tío Braulio y la mujer extranjera hasta que el viejo salió del almacén, cogió la cesta de la compra y metió los productos en una bolsa. Segundos después salió la mujer extranjera del almacén, con el pelo revuelto y algo blanquecino sobre su pelo rubio. Al pasar junto a mí pude ver que se trataba de semen. Tomó la bolsa de las manos del tío Braulio y salió de la tienda sin decir nada. Yo me quedé mirando al viejo esperando que dijera algo. Me miró sin decir nada y sonrió. Entonces hice la única pregunta estúpida que se me ocurrió “Tío Braulio, ¿en el almacén hay para cobrar con tarjeta?”. Me miró de nuevo. “Anda chico, que ya tienes edad para saber de estas cosas. A estas guiris hay que tratarlas como se merecen”. Yo no me podía creer que aquella mujer hubiera aceptado que un viejo como el tío Braulio la hubiera tocado. “Ya irás aprendiendo las costumbres del pueblo”. Dijo el viejo mientras encendía un cigarro y salía fuera de la tienda.

Pasaron una par de días hasta que una mañana para mi sorpresa volví a ver entrar por la puerta a la mujer extranjera. Hizo lo mismo que unos días antes. Esta vez, ella traía una bolsa de la compra y la fue llenando de productos. El tío Braulio la miraba sonriendo desde una esquina de la tienda. Sin decir nada, el viejo abrió la puerta del almacén, y la mujer, aún con la bolsa de la compra en la mano, entró detrás de él cerrando la puerta. A los cinco minutos oí la voz del viejo “Chico, cierra la puerta de la tienda y ven al almacén”. Obedecí al viejo. Cerré la tienda y al entrar en el almacén vi algo que aunque esperado, me sorprendió. El viejo de pie con los pantalones en el suelo. La mujer de rodillas frente a él, con la bolsa de la compra junto a ella y mamando la vieja y arrugada polla del tío Braulio. Tenía su mano derecha agarrando la base de la polla mientras sin ni siquiera hacer caso a mi presencia, seguía metiéndose aquella vieja polla dura hasta la garganta. “Acércate chico, a ella no le importa. Ya te dije que a estas guiris hay que saber tratarlas”.

El viejo sonreía mientras agarraba el pelo rubio de la mujer y comenzaba a follar su boca más fuerte entre las arcadas de ella. “Ya verás las de cosas que van a aprender con tu tío Braulio este verano”. Dijo el viejo mientras sacaba su polla de la boca de la mujer. Fue entonces cuando me di cuenta del enorme tamaño de la polla del viejo, aunque de piel arrugada, aquel miembro debía tener al menos 20 centímetros. “A esta rubia lo que le sucede es que le gusta lo que tiene el tío Braulio entre las piernas”. Me dijo el viejo mientras agarraba a la mujer por los hombros y la ponía de pie frente a mí. Asentí con la cabeza sin decir nada. El viejo agarró las mallas de la mujer por la cintura y se las bajó delante de mí. “Coño, mira, hoy la guiri viene sin bragas”. Dijo él mientras manoseaba el coño afeitado de la mujer. “Sácate la polla, chico, no tengas vergüenza”. Obedecí de nuevo y saqué mi polla por el pantalón. Entonces el viejo cogió la cabeza de la mujer y la llevó hasta mi entrepierna. Ella mecánicamente la agarró con la mano y se la metió en la boca, comenzando a chuparla. Mientras la mujer metía y sacaba mi polla de su boca, el viejo la agarró del culo, levantándolo y abriendo ligeramente sus piernas. Se colocó detrás de ella con su enorme polla dura y apuntando a su coño afeitado se la metió de un solo golpe. Ella lanzó un gemido por el dolor sin dejar de mamar mi polla mientras el viejo comenzaba a bombear el coño por detrás con la energía de un adolescente.

Yo continuaba sin decir nada mientras ella se metía mi polla más adentro a cada embestida del viejo. “¿Lo ves chico? Hay que darlas lo que buscan”. Me decía el viejo mientras agarraba sus nalgas con fuerza y la penetraba más rápido cada vez. Mientras el viejo me hablaba, casi sin darme cuenta descargué mi esperma dentro de la boca de la mujer, la cual, sin sacarse mi polla de la boca se tragó mi semen. Ella seguía mamando aunque mi polla se empezaba a hacer pequeña dentro de su boca. El viejo sacó de repente la polla del coño de la mujer y descargó una gran cantidad de esperma sobre la espalda y el culo de ella. “¿ves? Puta bien regada, clienta asegurada. Ese es el lema de tu tío Braulio, a ver si te lo aprendes, chico”. Mientras el viejo seguía hablando, la mujer se subió las mallas, las cuales quedaron manchadas por el semen que el viejo dejó sobre su culo. Acto seguido, la mujer tomó la bolsa de la compra y salió de la tienda sin decir nada. Mientras, el tío Braulio sonreía y se encendía un cigarro dentro de la tienda.

“Bueno, ¿te gusta el trabajo con el tío Braulio, chico?”. Asentí con la cabeza.

Ese mismo día, al anochecer, había quedado con un grupo de jóvenes del pueblo a tomar unas cervezas en el único pub del pueblo, un lugar oscuro, con una barra larga, apenas cuatro taburetes y una pequeña zona de baile. Después de un par de horas y varias cervezas, empecé a fijarme en mi amiga Elsa. Pelirroja de media melena, vestido corto de verano de color azul oscuro y unas sandalias de tacón a juego. Mientras hablábamos de temas triviales empecé a imaginármela mamando mi polla al igual que hizo la guiri horas antes. Fijándome en sus labios carnosos y rojizos se me puso la polla dura. Ella me sonreía seguramente sin imaginar lo que pasaba por mi mente. “¿Bailamos?” Me dijo con una sonrisa de chica buena.

Asentí con la cabeza mientras dejaba la cerveza en la barra y ella me agarraba la mano y me llevaba a la zona de baile. Sonaba una canción típica de esas del verano y ella se puso a bailar delante de mí, moviendo sus caderas al ritmo de la música. Agarró mis brazos y los puso alrededor de su cintura, pegando su espalda a mi cuerpo sin dejar de mover las caderas. Yo me movía a su ritmo pegando mi polla dura a su culo. Cada vez más dura debido a sus movimientos de cadera cada vez más marcados. Giraba la cabeza, me miraba y sonreía. “¿Se te ha puesto dura? ¿Y eso porque?” me preguntó sin dejar de mover su culo contra mi polla.”Porque bailas muy bien”. Ella sonrió.”Y eso que aún no sabías que no llevo nada debajo del vestido”.

Volvió a sonreír. Bajé mis manos de su cintura hasta sus muslos y las metí por debajo del vestido, agarrando su culo. “¿Y por qué no salimos fuera un rato y me dejas comprobarlo?” Le dije mientras manoseaba su culo bajo el vestido. “Yo no hago esas cosas, tengo novio y le quiero mucho”. Me dijo sin dejar de sonreír ni de mover su culo contra mí. Estuve a punto de llamarla calientapollas, pero en lugar de eso, saqué mis manos de debajo de su vestido y le dije que me tenía que ir casa porque al día siguiente trabajaba. “¿Tan pronto te vas?”. Asentí con la cabeza. “Bueno, entonces gracias por bailar conmigo”. Me dijo antes de darme un beso en la mejilla. Salí del pub sin despedirme de nadie y me fui directo a dormir.

A la mañana siguiente fui a la tienda como de costumbre. Quedaba poco de verano y me pasé casi todo el día pensando en mi futuro en la universidad. A media tarde entró en la tienda una señora bien vestida. Morena de pelo largo sobre los hombros, gafas de sol, blusa roja de botones, falda negra de esas de lápiz por debajo de las rodillas, medias negras, zapatos de tacón alto negros y bolso de mano a juego. Era una mujer ya madura, sobre unos 50 años calculé, de cuerpo esbelto aunque con anchas caderas y generosos pechos. “Buenas tardes tío Braulio”. Se dirigió al viejo sin quitarse las gafas de sol. “Buenas tardes Luisa”. Respondió el viejo. Ella sacó un pequeño papel del bolso de mano y se lo entregó al viejo. “¿A las ocho como siempre, tío Braulio?”. “Claro Luisa, cuando cierre la tienda, como todas las semanas”. El viejo me entregó el papel mientras la mujer se despedía y salía de la tienda. “Prepara el pedido de la señora Luisa, chico, que luego al cerrar se lo llevamos a casa”. Asentí con la cabeza mientras me puse a meter los productos en una bolsa. “No sabía que usted repartía a domicilio, tío Braulio”. “Y no lo hago, pero la señora Luisa no es cualquier cliente. ¿No sabes quién es?”.

Negué con la cabeza. “Es la esposa del alcalde, chico, y además su familia es la más rica del pueblo. Tienen miles de hectáreas de campo y medio pueblo es suyo. Por eso es bueno portarse bien con ella, aunque es un poco gilipollas la vieja”. Me hizo gracia que el tío Braulio llamase vieja a la mujer, cuando seguramente por la diferencia de edad ella podría ser su hija.

A las ocho de la tarde cerramos la tienda y metimos las bolsas de la compra de la señora Luisa en el viejo coche del tío Braulio. El viejo se sentó al volante y nos dirigimos a la casa de la clienta. Tras recorrer varias calles estrechas finalmente llegamos a las afueras del pueblo. Allí estaba la casa. Enorme. El viejo aparcó el coche frente a la puerta. Salimos del coche, cogimos las bolsas y llamamos al timbre de la puerta. “Chico, tu de lo que veas aquí nada a nadie, ¿entiendes?” Asentí con la cabeza aunque en aquel momento no logré comprender a que se refería el viejo.

Nos abrió la puerta la señora Luisa, aún vestida con la misma ropa con la que fue a la tienda, incluso aun llevaba puestas las gafas de sol. “Deje las bolsas en la cocina y luego pasé al estudio, tío Braulio, como siempre”. Dijo la mujer mientras se daba la vuelta y desaparecía de nuestra vista. El viejo me hizo una señal para seguirle hasta la cocina. Una vez allí dejamos las bolsas sobre una mesa. “Espera aquí chico que yo termino pronto”. Me quede sentado en una silla esperando no sabía a qué. No pasaron más de cinco minutos cuando empecé a oír los gemidos de la señora Luisa. Sin duda el viejo se la estaba follando. Me levanté de la silla y me fui a buscar el origen de los gemidos.

No tarde mucho en encontrarlos ya que estaban en una habitación cercana y con la puerta abierta. El viejo me miró y sonrió al verme aparecer por la puerta. “Pasa chico, estabas tardando en venir”. Allí estaba el viejo, de rodillas sobre una alfombra detrás de la mujer, agarrando sus nalgas con sus viejas manos mientras la follaba por detrás. Ella a cuatro patas, con sus gafas de sol puestas, su blusa roja abrochada, sus medias negras, sus zapatos de tacón y la falda subida hasta la cintura mientras el viejo la embestía el coño una y otra vez. Me tomé la libertad de sentarme en un sillón cercano a ellos y mirar como el viejo se la follaba mientras empezaba a tocarme la polla dura por encima del pantalón. Los gemidos de ella y el ruido que se producía al meter y sacar la polla del viejo de su coño empapado era lo único que se escuchaba en toda la casa. A cada embestida del viejo las tetas de la mujer se movían adelante y atrás dentro de su blusa roja. El viejo agarraba el cabello de la mujer y tiraba hacia atrás de él, mientras ella gemía cada vez más alto. “Puedes tocarla si quieres chico, Luisa no se va a molestar”. Me dijo el viejo sonriendo.

Me levanté y me puse de rodillas junto a ella. El viejo seguía follando su coño. Yo empecé a magrear sus tetas por encina de la blusa con una mano mientras con la otra me sacaba la polla del pantalón y comenzaba a masturbarme. Tenía unas tetas más grandes de lo que imaginaba, gordas y duras, que no paraban de moverse con cada golpe de polla que recibía por parte del viejo. Cada vez me sentía más caliente y con ganas de derramar mi semen sobre aquella mujer madura. Pasé de tus tetas a su culo. Un culo redondo y firme, que agarré con fuerza hasta casi clavarle las uñas. “Vamos chico, ya sabes lo que te dije un día, puta bien regada, clienta asegurada. Así que ya sabes lo que hay que hacer”. El viejo sonreía mientras azotaba el culo de la mujer con fuerza. Yo miraba fijamente la polla del viejo entrar y salir del coño empapado de la mujer. Finalmente apunté mi polla hacia sus medias negras para correrme sobre ellas. “Ves chico, así es el negocio”. Entonces la empujó hacia adelante, haciéndola caer boca abajo sobre la alfombra, apoyando una mano sobre su cabeza y sin apenas sacar su vieja polla del coño.

Ella abrió sus piernas aún más mientras gemía con la cara aplastada sobre la alfombra. El viejo la agarró del pelo con fuerza mientras descargaba su esperma dentro del coño. Siguió follándola durante un par de minutos mientras el semen del viejo salía por el coño a cada embestida y manchaba la alfombra. A estas alturas yo ya me había metido la polla de nuevo al pantalón. El viejo se levantó e hizo lo mismo. “Vamos chico, por hoy ya hemos terminado”. Allí estaba aún la señora Luisa, con sus gafas de sol, la blusa abrochada y sus medias negras manchadas con mi semen. Boca abajo sobre la alfombra, con las piernas abiertas y su coño chorreando aún el esperma del viejo. “¿La dejamos así?” Fue lo único que se me ocurrió decir. El viejo me miró. “Ya está regada, ¿no?”. Asentí con la cabeza y salimos de la casa.

Para mi sorpresa, justo cuando íbamos a entrar en el coche, apareció Elsa. “Hola, que haces por aquí?”. Me preguntó con la sonrisa de siempre. Dudé un segundo. ”Hemos venido a traer un encargo de la tienda a la señora Luisa”. “¿A mi tía?”. “¿Es tu tía?”. “Si, es la hermana de mi madre”. Miré al viejo que estaba sonriendo. “Si bueno, hemos traído cosas, ya nos vamos que es tarde”. “Vale, ¿te veo luego en el pub?”. Me pregunto antes de darme un beso en la mejilla. “Sí, claro, nos vemos luego”. Nos subimos al coche y nos fuimos de allí.

Cuando llegué al pub por la noche apenas me dio tiempo a entrar por la puerta cuando Elsa me agarró del brazo y me sacó a la calle. Me miró fijamente a los ojos. “¿Sabes lo que encontré en casa de mi tía esta tarde después de que os fuerais?”. Me encogí de hombros. “No lo sé”.”¿No lo sabes?”.”No”. Ella me seguía mirando a los ojos.”Pues cuando entré en el estudio encontré a mi tía medio dormida, tirada en el suelo boca abajo, medio desnuda y llena de semen”. Puse cara de asombro. “¿Y tú no sabes nada de eso?”.”No”. Ella negó con la cabeza.”Pues no te creo, yo creo que tu tío y tú os follasteis a mi tía hasta dejarla agotada y tirada en el suelo”. Me encogí de hombros de nuevo. “¿Y qué te dijo tu tía?”. Elsa no respondió, simplemente agarró mi mano, la metió bajo su vestido y la puso sobre su coño desnudo. Deslicé un dedo dentro de su coño. Estaba mojado. Ella soltó un leve gemido. “¿Tu no tenías novio?”. Empecé a mover mi dedo dentro de su coño, recorriendo sus paredes, metiéndolo y sacándolo, follándola con mi dedo. “Si tengo, pero desde que he visto a mi tía allí tirada y follada, tengo el coño empapado”. Sonreí apretando la palma de mi mano contra su pubis y metiéndole el dedo más profundo. “¿Y qué quieres?” le pregunté.

Ella movía su cadera hacia adelante y atrás mientras mi dedo seguía dentro de su coño. “Quiero que me folles” respondió entre gemidos. Sonreí. La puse mirando contra la pared. Ella apoyó sus manos en la pared levantando su culo. Saqué mi polla del pantalón, la cual ya estaba dura. Levanté ligeramente su vestido. Agarré mi polla y la coloqué en la entrada de su coño. “Fóllame”. Volvió a repetir ella. Entonces separé sus nalgas con mis manos mientras deslizaba mi polla hasta el fondo de su coño de una solo embestida. Agarré sus caderas mientras la follaba con fuerza. Sus nalgas rebotaban contra mi cuerpo a cada embestida. “Fóllame” seguía repitiendo ella entre gemidos entrecortados. Bombeaba su coño cada vez más rápido mientras ella comenzó a tener un orgasmo tras otro. “Córrete en mi boca, en mi coño no, que no estoy con la píldora”. Fue la única frase capaz de decir entre jadeos. Sus gemidos cada vez más altos y el calor intenso de su coño hicieron que comenzara a correrme dentro de su coño. “¡Sácala! ¡En el coño no!”. Ignoré sus palabras mientras apretaba sus caderas contra mí y descargaba todo mi semen dentro de ella. “¡En el coño no!”.

Ya era tarde. Había dejado su coño bien regado, como decía el tío Braulio. Saqué mi polla flácida de dentro de ella y la guarde en mis pantalones. Ella se giró hacia mí, aún con su vestido por encima de sus caderas y su coño chorreando mi semen. “Te dije que no lo hicieras dentro, ¿y si me has quedado embarazada, imbécil?”. Se colocó el vestido muy enfadaba. “Pues le dices a tu novio que es suyo”. Fue lo primero que pensé en decir. “¡Eres un cabrón!”. Ella intentó darme una bofetada, pero yo le sujeté la mano. Empezó a gimotear. “Te dije que dentro no”. Solté su mano y se sentó en el suelo. “¿Y ahora que vamos a hacer?”. Yo me encogí de hombros. “Yo ahora me voy a dormir que mañana tengo trabajo”. Levantó la mirada.”¿Cómo dices?”. “Que me voy”. Y me fui.

Meses después, conocí a un chico del pueblo en la universidad. Me contó que el último verano en el pueblo, a una mujer y a su sobrina las habían violado a la vez y dejado embarazadas.