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Uana 10

en Grandes Relatos

El cuarto rojo

Parece que la cosa se anima. Después del trío que hice con Mario y su novia (relato pendiente) y el revolcón con la madura de las tetas gordas, hay más.

El pub donde a veces nos encontramos el grupito de amigos de aquí lo lleva un tipo muy gordo de unos 50 años. Yo parezco una miniatura a su lado.

Hace unos días quedamos allí y, como de costumbre, estuvimos un rato charlando y jugando a billar americano, y también como de costumbre estaba el chulito de Mario y su novia, con los que había hecho el trío un finde y después del cual ya no era tan chulito conmigo porque en esa ocasión le había demostrado que yo ya no era la niña aquella temblorosa e inexperta que no había sabido chuparle la polla y había sido un corderito en sus manos.

Yo ya había notado que las miradas del dueño del pub no eran inocentes en absoluto y como desde que había vuelto yo de Londres la ropa que usaba era bastante provocativa, la cara con la que me miraba indicaba lo que pasaba por su cabeza. Y tengo que admitir que cuando le pillaba mirándome de aquella manera tan evidentemente lujuriosa, me picaba el chichi.

Como he dicho, es muy gordo, mucho mayor que yo y me pasa por lo menos veinte o treinta centímetros, pero eso añade más morbo a la situación. Me gusta probar con todo tipo de gente. Eso es lo que llaman promiscuidad, creo.

Había visto también a su mujer, que no trabajaba en el pub, pero había pasado alguna vez y aunque no tan gorda cómo él, también estaba muy rolliza. Era bastante simpática, pero no me podía imaginar la postura en la que se pondrían al follar, porque era imposible que con sus barrigas y sus culos llegaran a hacer contacto su polla y su coño.

Pronto me enteré de que cuando le dijo a su mujer quien iba a trabajar en el bar los fines de semana, le dijo que mucho cuidadito, que yo

parecía una puta. Eso no me ofendió en absoluto, más bien al contrario, me dio un subidón de autoestima. Londres me había cambiado radicalmente.

Normalmente había una chica que le ayudaba en el pub, pero ese día no estaba y cuando le preguntamos dijo que se había marchado y él estaba buscando a alguien para echarle una mano los fines de semana.

Yo necesitaba dinero para escaparme a Londres otra vez y le dije que podía ser yo, si le iba bien. Por la reacción que tuvo, me di cuanta que la idea le gustaba mogollón, así que quedamos al día siguiente, un domingo, un rato antes de abrir para que pudiera enseñarme cómo funcionaba todo antes de abrir por la tarde.

Mientras me enseñaba donde estaban las bebidas en los frigoríficos no perdía oportunidad de rozarme por todas partes y como yo no decía nada, cada vez eran más atrevidos los roces. Mano en la espalda, en la cintura… De manera cariñosa, eso sí, pero se veía por donde iban los tiros, cosa que yo ya sabía. Seguramente era su manera de averiguar si yo era una puta o no.

Después de enseñarme donde estaba todo, cogió una llave del bolsillo, abrió una puerta que había al lado de los servicios donde había una señal de no pasar y me dijo que allí era donde él se relajaba de vez en cuando.

Desde luego el lugar ideal para una puta. Había una luz tenue azulada, un sofá, una mesita y una pila de sillas amontonadas en un rincón. Y todas las paredes e incluso el sofá estaban tapizadas de un rojo intenso muy sugerente.

Me lo dijo en un tono demasiado casual para creerme que allí solamente se relajaba, pero no le di la más mínima importancia. Solamente le dije sonriendo que parecía muy cómodo.

Me miraba a la cara como mandándome un mensaje sin palabras y se veía claramente que se moría por meterme mano, pero no se atrevía a más, supongo que no sabía como reaccionaría yo y temía que no fuera de la manera que a él le habría gustado. El paso lo tenía que dar yo, y lo iba a hacer, pero quería calentarle más. Dirás que soy un poco perversa, y es cierto, pero quería ver hasta donde le provocaba, cuándo no se iba a poder contener. No era para putearle, ya había decidido que al final tendría su recompensa aunque sólo fuera una paja.

Esa tarde estuvo lloviendo bastante; de unos días de calor insoportable habíamos pasado a lluvia, viento y frío, así que no vino mucha gente. Mis colegas un rato y pocos clientes más.

El pasó por detrás de mi unas cuantas veces cuando estaba yo en la barra y como tenía que pasar de lado, cada vez que lo hacía rozaba su barriga contra mi espalda, cada vez menos disimuladamente.

Una de esas veces, cuando vi por el rabillo del ojo que iba a pasar, abrí la tapa del botellero y me incliné simulando buscar una lata de dentro

sacando un poco el culo hacia atrás justo cuando pasaba. Sentí que mi trasero tocaba justo por debajo de su barriga y noté que estaba empalmado. Vaciló un momento y por un instante pensé que se iba a parar ahí, pero pasó frotando su paquete contra mi culo. Le pedí perdón con una sonrisa muy maliciosa y el contestó que no pasaba nada de manera demasiado natural, pero creo que entendiendo que yo lo había hecho a propósito. Me dio la impresión de que de haberse parado un momento haciendo contacto con mi culo se habría corrido sin sacársela de los pantalones.

Llegó un momento en el que ya no quedaba nadie en el pub y aunque todavía faltaba un buen rato para la hora de cerrar, dijo que cerrábamos porque seguramente ya no iba a ir nadie con el tiempo que hacía.

Bajó la persiana de hierro de la puerta, rellenamos los botelleros y limpiamos el bar. Cuando acabamos me dijo si quería tomar algo y le acepté un whisky, que aunque no me gusta mucho, las veces que lo he bebido me ha dado un toque guapo.

Sirvió dos copas y se dirigió directamente con ellas en las manos al cuarto rojo diciendo que estaríamos mejor. Le seguí y se sentó en el sofá dándome un de los vasos.

La verdad es que todo rojo oscuro y con aquella luz azulada, aquel cuarto daba un toque de morbo, parecía la habitación de un prostíbulo.

Si tenía la polla dura, no se le notaba, ya que sentado como estaba su barriga le llegaba casi hasta las rodillas tapando lo que tuviera debajo.

Yo me quedé de pie mirando alrededor del cuarto, me preguntó si me gustaba y le dije que lo encontraba “muy acogedor”

Intentando hacer una broma me dijo que podía sentarme en el sofá también, que no me iba a comer.

Le miré sonriendo y pensando que si alguien iba a comer algo, esa sería yo y no él.

El whisky que bebía a sorbitos estaba empezando a hacerme efecto y empezaba a sentir su calor, además el ambiente de la habitación me hacía sentirme un poco putilla sabiendo que tenía la sartén por el mango.

Yo aún no me había sentado y estaba de pie delante de él, que me miraba de tal manera que parecía que iba a empezar a babear.

Aún le hice rabiar un poco más. Puse la mano por debajo de la camiseta subiéndola un poco dejando ver mi vientre y dije que en aquel cuarto hacía mucho calor, y era verdad. La boca se le habría llenado de saliva, pues tragó varias veces dirigiendo su mirada a mi mano.

Y ya no seguí con el juego.

Estiré la camiseta hacia arriba y me la saqué. Llevaba unos sostenes negros de puntillas que me había comprado en Camden y que tapaban solamente media teta, justo por encima de los pezones. Le dije que no lo

tomara por costumbre y me acerqué a él. Su cara quedaba justo a la altura de mis tetas y vi como temblaba su mano. No se decidía a levantarla. Era curioso ver a un tipo tan grandote y muchos años mayor que yo temblando como una criatura indeciso ante lo que le estaba poniendo yo al alcance de la mano. Parecía la primera vez de un adolescente.

Quizás pensaba que realmente era un puta y tenía que pagarme, no lo sé. El caso es que me acerqué aún más y ya me puso las manos sobre mis pechos. Con un dedo bajó los sostenes por debajo de los pezones, acercó la cara y se metió uno en la boca. Le cogí la nuca y apreté contra mi. Lo chupó y lamió como un perrito la mano de su amo.

Ahora ya no se trataba solamente de él, yo también me estaba calentando y algo tenía que hacer. Necesitaba ver su polla.

Le aparté un poco y me quité los sostenes, luego me bajé los shorts que llevaba puestos y me quedé con las mallas apretadas que suelo ponerme y que dejan ver perfectamente la raja de mi chichi. Ahora ya se había abierto la veda y bajó una mano hasta ponerla encima de mi entrepierna apretando hacia dentro. Como me cuesta muy poco mojarme, en ese momento ya lo estaba y cuando lo notó respiró profundamente como si estuviera suspirando.

Me frotó un poco por encima mientras seguía chupándome un pezón tras otro.

Como parecía que no iba a cambiar de táctica y se iba a pasar toda la noche haciendo lo mismo, me aparté y me saqué las mallas, debajo de las cuales nunca me pongo bragas, me subí al sofá con una pierna a cada lado suyo, le puse mi coño sobre la cara y le dije que bebiera, que el licor que me salía era más sabroso que el whisky.

Me puso las manos sobre las nalgas apretando y me lamió metiendo la lengua todo lo que podía dentro tragando zumo varias veces.

Él parecía que fuera la primera vez que veía un coño con lo que yo seguía dirigiendo porque él no tenía iniciativa y yo seguía intrigada por saber lo que tenía debajo de la barriga.

Cuando ya llevaba un rato chupando de mi, me bajé del sofá y le dije que se pusiera cómodo también. Se levantó y se quitó la camisa, los pantalones y los calzoncillos como un corderito. Dios! Su barriga aún parecía más gorda que con ropa y por debajo le sobresalía la punta de de una polla que dudo él se pudiera ver si no era con un espejo.

Chupársela tal como estaba era imposible, pues la cabeza haría tope con su barriga y no llegaría a tocarle ni con la lengua. Él lo sabía y también sabía mis intenciones. Se sentó en el sofá y aún despareció más engullida por su vientre, pero se tumbó dejándome la visión completa de lo que tenía.

Aunque sin ser minúscula, era una de las pollas más pequeñas que he tenido el placer de ver y tocar, pero cuando la agarré noté que estaba tan dura como una roca.

Me arrodillé en el suelo al lado del sofá y le pasé la lengua un par de veces antes de metérmela en la boca. Él también estaba mojado, por la raja del capullo le salían gotas de zumo suave y dulce. Me puse manos a la obra y empecé a chupársela hasta el fondo sin problemas. Mi boca ha acogido tamaños mucho más grandes.

Él metió la mano por debajo de mis piernas y mientras yo le chupaba me fue follando con los dedos. Los metía y sacaba demasiado deprisa y le dije que fuera con más calma. Al cabo de muy poco ya noté que iba a correrse y paré. Le aparté la mano de mi chichi y yo misma me hice una paja mientras le sacudía la polla hasta que se corrió enseguida encima de mi mano. Yo seguí un poco más sin soltarle la polla hasta que me vino.

Se quedó casi sin respiración tumbado allí, yo salí del cuarto, me lavé un poco, me vestí y él seguía tumbado en el sofá respirando profundamente sin creerse todavía lo que había pasado.

Antes de irme le recordé que no se lo tomara como algo habitual. Yo ya había saciado mi curiosidad y algo más.

Eso pasó anteayer, domingo y hasta el finde que viene no vuelvo a trabajar, pero ya le he compensado por haberle calentado la polla con mis provocaciones y además voy a ver si me sube el sueldo, que tengo que irme a Londres.

En realidad, una polla es una polla y nunca hay que despreciarla sea quien sea su dueño!