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Uana 11

en Grandes Relatos

Es impresionante cómo cambiamos las personas con la experiencia!! No hace siquiera un año yo era prácticamente una niña tímida que

solamente sabía del sexo lo que veía en Internet y con lo que irremediablemente me hacía una paja.

Clips de lesbianas, de heteros, de gays… cualquier escena de sexo hacía que me mojara las bragas, pero hasta entonces no había tocado ningún cuerpo desnudo y mucho menos una verga o un coño.

Ahora, después del tiempo que estuve con Alicia y las chicas en Londres, me he dado cuenta del poder que tiene mi sexo con muchas personas.

Como ya te dije, tengo relatos pendientes de escribir, pero si tuviera que convertir en relatos todos los momentos en los que he estado con alguien en este año, no podría hacer otra cosa y por tanto solamente escribo cuando los tengo frescos en la cabeza (y en el cuerpo) y puedo sentarme a escribirlos.

Mis padres, aunque no son demasiado clásicos, me aconsejan que no vaya vestida como voy, que se pensarán que soy una puta, cosa que al parecer también piensan más personas de mi entorno, como la mujer del jefe del bar dónde trabajo los fines de semana. Y él quizás también después de lo del otro día.

Eso me ha hecho pensar que lo que yo quiero es dinero para largarme de Alicante y una manera de conseguirlo es usando mis habilidades, que en este momento las uso de manera altruista (jjj) por mi propio placer. Si hay gente que paga por el sexo, por qué no a mi?

No es que quiera convertirme en una puta profesional, pero sí que podría aprovechar más por ese lado todo lo que he aprendido en la cama para mi propósito, que es pagarme el viaje a Londres y poder vivir un tiempo mientras encuentro trabajo. Y la vida allí es cara, créeme.

De momento, ya veremos que pasa el sábado cuando vuelva al pub a trabajar y me encuentre con mi jefe, pero le estoy dando vueltas a una idea.

Ahora voy a hacer algo que nunca he hecho y me apetece hacer; me voy a depilar el chichi como lo tenían Alicia y Vane. Sharon se lo afeitaba, pero se dejaba un pequeño felpudo por encima.

*          *          *

Esta semana no ha pasado nada extraordinario, aparte de que me he afeitado el coño, cosa que antes nunca había hecho. Se me quedó rojo como un tomate, pero me da mucho placer acariciarme sin sentir el vello, la piel es muy suave y con un poco de crema me hago unos masajes deliciosos.

Bueno, durante la semana no ha pasado nada, pero el sábado sí pasó algo, o mejor dicho, pasó alguien.

Ese día fui a trabajar al pub como habíamos quedado y por la cabeza me rondaba la idea de decirle al jefe que lo que me pagaba por las horas que hacía no me parecía bien, pero no sabía cómo decírselo sin que pudiera pensar que le estaba haciendo chantaje por la mamada que le había hecho el domingo anterior ni que le estaba pidiendo que me pagara ese servicio como si yo cobrara por chupar polla.

Como el domingo anterior, a lo largo de la tarde intentó rozarse conmigo varias veces, pero esta vez lo evité y no le di ninguna señal que pudiera hacerle pensar que se iba a repetir lo que había pasado después de cerrar, aunque a decir verdad, ese día me había vestido aún más provocativamente. Llevaba una falda plisada, como las colegialas, unas mallas debajo y un top ajustado con unos finos tirantes que dejaban al descubierto desde mis hombros hasta el principio de mis tetas. Como es habitual en mi, no llevaba bragas debajo de las mallas y al haberme depilado hacía un par de días, la suave tela de las mallas me frotaba el chichi al caminar. Era como una masturbación interminable que me estaba mojando cada vez más.

Había varias personas sentadas y otras jugando a billar y la barra estaba vacía cuando entró un hombre con gafas de sol, cabello muy canoso y vestido muy elegantemente, según los cánones de elegancia de las personas de entre cincuenta y sesenta años que se consideran jóvenes de espíritu y ligones de jovencitas, aunque se note su edad.

Se sentó en la barra y se saludó efusivamente con el jefe, quien me indicó que me acercara y me lo presentó como Vicente, un amigo.

Ahí quedó todo de momento. Le serví un par de gin tónics a lo largo de la noche y mientras se bebía el segundo comenzó el ataque que yo había intuido que pasaría en cualquier momento.

Me preguntó cosas sobre mi y le contesté lo que quise, explicando que estaba en el bar ahorrando dinero para marcharme a Inglaterra y él muy comprensivamente comentó que era una pena que todos los jóvenes se tuvieran que marchar de España por falta de oportunidades, blablabla… Sí, muy educado y comprensivo, pero no dejé de darme cuenta que cuando yo me movía por la barra o por el bar, no me quitaba la vista de encima y me hacía un repaso desde los pies a la cabeza.

También había una parejita sentada en una mesa que atrajo mi atención, básicamente porque cada vez que las miradas de la chica y la mía se cruzaban, ella me sonreía con una sonrisa que tenía algo más que amabilidad.

Ella llevaba el pelo muy corto, más que él, e iban vestidos muy palo

“alternativo”. Ella, camiseta reivindicativa de algo, con muchos anillos en todos los dedos y él con pañuelo al cuello y unas cortas rastas. Él me miró un par de veces pero sin demasiado interés, aunque se dio cuenta de que la atención de ella estaba puesta más en mi que en él.

Hay que decir que yo también colaboré para que ella siguiera interesada en mi. De vez en cuando, cuando veía que me miraba, le hacía alguna mueca divertida de reconocimiento. Era tan evidente que hasta el jefe se dio cuanta y me preguntó si la conocía, le contesté que sí, que era amiga mía, pensando para mis adentros que aunque no lo fuera, seguramente pronto lo sería.

Parecían muy modernos, pero tenía mis dudas sobre la aceptación que tendría la propuesta de un trío con ellos, aunque a ella fijo que no le importaría pasar un rato conmigo. Había visto esa mirada bastantes veces en Londres.

Después de acabarse Vicente, el amigo canoso del jefe, el tercer gin tónic, ya era bastante tarde y me llamó para pagar. Yo antes le había dicho que era traductora y en el momento de despedirse, me dijo que tenía un amigo que era algún tipo de jefe en una editorial y que si no me importaba, le hablaría de mi. Al mismo tiempo me dio una tarjeta. Sí, una tarjeta! Yo pensaba que eso ya no se llevaba, pero al parecer hay gente que aún las usa. En la tarjeta ponía su nombre, que obviamente no voy a decir, y debajo Administrador de Fincas con un número de móvil y una dirección de correoelectrónico.

Me dijo que llamaría a su amigo el lunes sin falta. Se lo agradecí y se marcho despidiéndose del jefe, que le acompañó hasta la puerta donde

estuvieron hablando un momento fuera de mi campo de escucha y no sé por qué me imaginé que algo hablaron de mi.

En un momento en que estaba todo controlado y no había nada que hacer, aparte de retirar vasos vacíos y lavarlos, me fui al baño mirando a la chica de la parejita mientras caminaba y al pasar por delante del cuarto rojo pensé que no sería un mal lugar para “charlar” un poco con ella, pero naturalmente eso no podía ser, aunque seguro que al jefe le hubiera encantado estar presente en esa “charla”.

Entré en el servicio sentándome en la taza del water, me subí la falda, me bajé las mallas que estaban empapadas por donde los muslos se juntan y me puse a mear. Llevaba tal subidón de calentura que puse la palma de la mano encima y me froté un poco el chichi mientras caía el pipi entre los dedos. Un poco más y me habría corrido, pero entonces oí como se abría la puerta del servicio y luego el grifo del lavamanos.

Eso era lo que me había imaginado que pasaría, aunque tampoco sabía muy bien para qué, pues la situación no era demasiado discreta para intimar con nadie. Aún así, tampoco sabía si era ella; había algunas mujeres más en el pub. Me sequé todo, me subí las mallas y bajándome la falda salí del servicio.

Era ella, por supuesto, se estaba lavando las manos sin lavárselas. Las tenía debajo del grifo simplemente haciendo tiempo para que yo saliera.

La saludé con la mejor de mis sonrisas y le pregunté cómo se llamaba. Marta.

Solamente hay un lavamanos y vio que yo esperaba que ella acabara, así que sacudiéndose el agua de las manos me dio paso y se quedó detrás de mi mientras me las lavaba. Sentí como se acercaba su cabeza y me preguntó al oído mi nombre rozándome la oreja con sus labios.

Me giré rápidamente, le pasé la lengua por encima de los labios, le dije mi nombre y salí de los servicios con las manos mojadas, de agua, claro.

Por mi parte, con el jefe no iba a haber nada más y cuando después de vaciarse el local y ordenar las cosas me invitó a un trago, le dije que lo sentía pero tenía prisa.

Con lo caliente que iba, tenía muchas ganas de comerme un coñito joven que me recordara a Sharon y pensé que lo tenía a mi alcance, aunque también pensaba en llamar algún día de la semana siguiente (ésta) a Vicente, el señor canoso, porque si gracias a él conseguía algún trabajo de traductora, se merecía algún regalo, ya que de ese modo podía irme de nuevo, al ser ese trabajo algo que se puede hacer desde cualquier parte del mundo.

Aproveché un momento que el chico fue a la barra a pagar y me acerqué a la mesa a retirar los vasos. Le di una sonrisa de oreja a oreja y ella me la devolvió al mismo tiempo que me ponía en la mano un papelito

doblado. Lo cogí pero no lo miré hasta más tarde. Había escrito: ¿Quedamos? Y un número de móvil. Esa noche ya me habían dado su número dos personas.

Eso del pub es un buen lugar para hacer amistades!

Después de pagar, ella se acercó y me dio un beso en cada mejilla como si fuéramos amigas y se marcharon.

La noche acabó sin más historias y después de recoger, el jefe intentó la estrategia de la copa en el cuarto rojo, pero le dije que esa noche no podía y me fui a casa.

El domingo, como la semana anterior, no hubo mucho trabajo y acabamos antes. El lunes, desde que me levanté estuve pensando en llamar a Vicente, el hombre canoso amigo del jefe del bar que me había prometido ponerme en contacto con un editor y al mismo tiempo, la cara de Marta se me aparecía sonriendo y con los ojos brillantes y sugerentes.

Al mediodía llamé a Vicente y me dijo que como me había prometido había llamado esa mañana a su amigo el editor y había quedado para cenar con él en su casa el viernes y que si me apetecía estaba invitada, sola o acompañada, como quisiera. Le contesté que como era lunes, había tiempo hasta el viernes, que ya le diría algo, pues no sabía si tenía alguna cosa que hacer, aunque la verdad es que no tenía muy claro ir a una cena con él.

Ahora soy muy decidida y lanzada, no como antes, pero aún así, no sabía nada de él. Ni siquiera si estaba casado o si era un sádico, solamente me había dicho que su amigo iba a cenar con él en su casa y la manera en la que me miró en el pub… por otro lado, morbo sí que tenía el tema.

Estuve dándole vueltas y entonces se me ocurrió llamar a Marta. Ella también parecía que tenía los ovarios bien puestos y si iba conmigo a la cena yo me sentiría mejor. Además sería una buena ocasión para conocernos.

La llamé y quedamos al día siguiente en un bar al lado del pub y antes de colgar me dijo a saco: tengo muchas ganas de comerte el coño. Me gustó mucho lo directa que era. Me recordaba un poco a Alicia, aunque con la diferencia de que Alicia era más masculina, bastante “marimacho” como se suele decir y en cambio Marta es mucho más femenina.

Le contesté que esas ganas eran mutuas.

Al cabo de pocos minutos volvió a llamar y me dijo que si quería podíamos quedar en su piso, que había preguntado a sus compañeras y el día siguiente (martes) por la tarde no estarían. Por supuesto le dije que de acuerdo y me dio la dirección.

*         *          *

En cuanto llegué, cerró la puerta, me puso las palmas de las manos sobre las mejillas y me morreó un buen rato. Yo respondí a su morreo con

mi lengua y poniendo mis manos sobre su culo. Mientras me sujetaba la cabeza notaba en mis mejillas todos los anillos que llevaba puestos, aunque iba vestida de manera muy distinta a cuando la vi en el pub. Llevaba puesto un vestido hasta media pierna bastante clásico.

Como es habitual en mi ahora, llevaba una falda corta y unas mallas debajo, sin bragas y como es habitual también, se empezaron a mojar.

No hablamos casi nada, vi que había un sofá cerca y sin despegarnos me fui moviendo hacia él. Antes de sentarnos nos desnudamos y vi que tenía el coño más peludo que he visto nunca y ella lo sabía, porque me preguntó si me molestaba tanto pelo y yo le dije que eso no era un obstáculo para mis dedos y mi lengua. Abrí bien las piernas, le enseñé mis ingles depiladas y le dije que el contraste entre las dos era impresionante, aunque me depilé el chichi por primera vez hace unos días, yo también tengo mucho vello y me crece muy rápido, pero lo de ella es un bosque.

Como hago a veces, llevo mi cámara en la mochilita y le pedí por favor que me dejara hacer algunas fotos, cosa que aceptó sin dudar.

Como vi que no le importaba, puse la cámara a grabar encima de la mesa y nos pusimos a jugar.

Está claro que soy un tanto exhibicionista y me gustó mucho que ella también lo fuera.

Nos sentamos y nos estuvimos acariciando todo el cuerpo mientras nos besábamos bajando las manos hasta el vientre y cada vez un poquito más abajo hasta que yo fui la primera en llegar al “regalito”. La sensación de acariciar tanto vello era muy curiosa, ni los hombres con quien he estado tenían tanto pelo en el pubis, pero ella también estaba mojada y dos de mis dedos entraron suavemente primero y luego, con mi lengua en su boca, la follé con ellos. Hice que se tumbara hacia atrás y seguí follándola con los dedos abriendo más su chichi mientras acariciaba su monte de Venus.

Cada vez estábamos más excitadas, pero ella, antes de correrse me hizo tumbar a mi, me comió un buen rato y luego hizo lo mismo que yo le estaba haciendo a ella. Cuando sus dedos entraban en mi hasta el fondo, notaba el contacto con sus anillos y el hecho de sentir metal en las labios de mi chichi me daba unos escalofríos nada desagradables.

Me gusta cualquier sensación erótica, está claro.

Íbamos las dos bastante calientes y primero me corrí yo, luego, con mi lengua lamiendo su clítoris y mis dedos entrando y saliendo de su chichi, se corrió ella con unos sonidos de gatita maullando.

Una vez ya más relajadas estuvimos charlando un rato, le expliqué lo del viernes y quedamos para vernos e ir juntas a la cena, aunque por su cara pude ver que no estaba muy segura de ir.

A ver qué pasa con Vicente y su amigo el editor, aunque cada vez tengo más claro que sus intenciones no son solamente proporcionarme un trabajo de lo mío.

Tengo que decirte que voy a cambiar de corresponsal, se ha puesto en contacto conmigo uno que me pone a cien con sus mensajes, fotos y vídeos de él y su mujer. Me da un morbo que te cagas!!!