miprimita.com

Uana 14

en Grandes Relatos

Ya estoy en Londres y me siento súper bien. Ya contaré el reencuentro con algun@s de mis amig@s de aquí, pero antes siento la necesidad de explicar lo que pasó con mi padre antes de mi partida.

Es sorprendente como las personas cambiamos la perspectiva de las cosas al pasar los días.

Cuando después de ver mi padre algunos de los vídeos de mis pajas y leer los relatos que le dejé leer empezó todo, pensé que esa situación era demasiado íntima y privada para contárselo a nadie y ahora se ha convertido en un relato más.

Por supuesto me encuentro amparada y protegida detrás de una pantalla de ordenador y sabiendo que nadie me conoce realmente a mi y mucho menos a él, ya que, eso sí, creo que sería absolutamente incapaz de contárselo a nadie en persona.

*                 * *

Aunque pueda no parecerlo, soy bastante responsable en las cosas que hago si tengo cosas que hacer, claro.

Ese día, como de costumbre, me levanté temprano y me fui para la cocina a hacerme mi té matutino y al pasar por el comedor vi que mi padre estaba sentado a la mesa tomando un café, cosa no muy habitual pues él ya suele haber salido a trabajar a esa hora y es a mi madre a quien me encuentro por las mañanas.

Le di los buenos días.

Desde aquella noche en que me pilló con las manos en la masa (masa aquí es un eufemismo) no habíamos hablado prácticamente. Únicamente lo justo para la convivencia.

Me senté a la mesa con mi té y le pregunté por mi madre sin cuestionar como era que él no había ido a trabajar siendo un día laborable.

Al principio me contestó sin darle importancia diciendo que mi madre se había ido a ver a la tía Fina que vive en Santa Pola, que él no se encontraba muy bien y había llamado al insti diciendo que ese día no haría las clases. Creo que ya mencioné que es profesor de literatura en secundaria.

No le dije nada, pero mi cara de incredulidad lo dijo todo. Cuando iban a visitar a la hermana de mi madre, lo hacían los dos juntos y nunca entre semana.

Se dio cuenta de su explicación tan absurda y entonces cambiando de tono me explicó que la noche antes habían empezado a hablar sobre lo que estaba pasando entre ellos; su prácticamente nula relación sexual, las broncas que cada vez eran más frecuentes y otras desavenencias. Que había comenzado como una conversación de cama y había seguido con una discusión llegando a convertirse en bronca. Vamos, una pelotera, con los reproches, acusaciones y malos rollos que parece que suelen salir de esas parejas que ya llevan tiempo juntas.

Le vi bastante apenado y en una reacción involuntaria y sin pensarlo, me puse detrás de su silla y le abracé diciendo, como si yo tuviera experiencia en eso, que eran discusiones pasajeras que al día siguiente se olvidarían.

Puso sus manos sobre las mías y me las acarició agradeciendo lo que le decía, pero su contacto me hizo recordar su cara cuando entró en mi cuarto aquella noche y tengo que admitir que sentí algo parecido a la excitación.

Estirando de mi mano me hizo sentar encima de su regazo y yo le rodeé el cuello en un abrazo no sin antes sentir que mi muslo hacía contacto con la erección que llevaba debajo de los pantalones. Lancé un suspiro muy profundo que podía haber sido de relajación o de nervios. Al poco, una de sus manos subió lentamente y se posó temblorosa encima de uno de mis pechos.

Hasta ese momento y a pesar de la tensión sexual innegable que yo sentía y que estaba segura que él también notaba, incluso sintiendo su erección junto a mi culo, aquella situación no pasaba de ser un momento de cariño entre un padre y una hija que quieren demostrarse comprensión, sin embargo sentir su mano encima de mi pecho era una declaración abierta de querer más que eso y que yo acepté sin pensar en otra cosa que no fuera lo a gusto que me sentía con su caricia y la dureza de su miembro.

Pero, ¿qué tenía de malo, si dejamos a un lado los tabúes y la moral impuesta a la fuerza por unos reprimidos?

A fin de cuentas no era más que una demostración de cariño a nivel tanto de sentimientos como físico. Y del mismo modo que él no podía evitar la rigidez de su polla, yo tampoco podía hacer nada para parar el flujo que ya hacía rato que estaba saliendo de mi chichi.

Como suelo hacer por las mañanas cuando me levanto y no hace frío, me había puesto solamente unas bragas y una camiseta ancha que me llega hasta media pierna y, sentada como estaba, la camiseta había subido probablemente dejando al descubierto una parte de las bragas, precisamente la que debía estar más mojada en ese momento. Con la cabeza de mi padre apoyada sobre mi pecho tapándome la visión no lo podía ver, pero él, con la mirada hacia abajo seguro que lo había visto y la confirmación vino cuando apartó la mano que tenía sobre mi pecho y la deslizó por mi costado bajando por la cadera hasta llegar al fin de la camiseta. La puso por debajo subiendo así un poco más la camiseta dejando al descubierto el triángulo de mis ingles.

Así estuvimos unos minutos, no sé cuantos. Él con la cabeza sobre mi pecho, un brazo en mi cintura y una mano sobre mi muslo. Yo, rodeando su cuello con mis brazos y las manos entrelazadas por detrás.

Sin decir ni una palabra y sin moverse en absoluto, me estaba pidiendo a gritos que fuera yo quien hiciese algo para así no sentirse él como si hubiera sido quien lo había provocado.

En ese momento tuve dos sensaciones; una, un inmenso cariño por él y la otra…pues ya te puedes imaginar, unas ganas también inmensas de sentir una mano sobre mi chichi. La mía, la suya o la de quien fuera.

Esas dos sensaciones hicieron esfumarse cualquier tipo de pudor que pudiera haber tenido hasta entonces.

Me moví un poco sobre sus rodillas abriendo algo más las piernas y cogí la mano que tenía sobre mi muslo poniéndola suavemente sobre mis bragas mojadas. Él no hizo nada para pararme y dejó allí la mano un momento inmóvil, pero enseguida comenzó a acariciarme con los dedos. Primero suavemente y al poco con más fuerza. Luego su otra mano volvió hacia uno de mis pechos acariciándolo también.

Naturalmente no pude evitar mover mi culo al mismo ritmo que su caricia y no había pasado ni un minuto cuando oí que su respiración era más profunda y de su garganta salían unos gemidos guturales que iban acompañados de unos pequeños espasmos de su pene que noté en mi nalga.

Se estaba corriendo.

El movimiento de mi culo rozando su polla y el sentir mi coño mojado bajo sus dedos había sido suficiente para llevarle al orgasmo.

Sentí que acababa de eyacular y sus manos se quedaron quietas.

Yo, por supuesto habría seguido con la mía pero me dio pena ver que se sintiera tan abatido y me levanté lentamente, me puse detrás de él como estaba antes de sentarme sobre su regazo y le abracé.

Entonces fui yo quien pudo ver claramente la mancha de humedad que tenían sus pantalones y que yo había notado en mi culo.

Oí como balbuceaba.

Perdóname.

Puse mis labios al lado de su oreja y le dije que no se preocupara ni un pelo, que lo que se hace en la intimidad no es cosa de nadie más.

Eso es lo que hablamos el otro día, ¿no? Y además me ha gustado mucho, mucho.

Él aún no había levantado la cabeza y en ese momento lo hizo. Le di un beso en el cuello dirigiéndome a mi habitación y estaba abriendo la puerta cuando me llamó.

Hija.

Díme. Me giré y le miré sonriéndole borrando así cualquier duda quepudiera tener él sobre mi estado de ánimo.

Gracias.

Le di un beso a la palma de mi mano y lo soplé hacia él entrando en mi habitación.

Ni que decir tiene que acabé con mis dedos lo que él había empezado con los suyos y me corrí disfrutando de cada fracción de segundo de mi orgasmo sin ningún tipo de remordimiento ni culpa.

Dos días antes de salir de España tuve mi último encuentro a solas con mi padre, pero eso es un punto y aparte.