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Con este frío conviene quedarse en la cama.

en Amor filial

Con este frío la verdad es que no apetece salir de la cama para nada y más sabiendo el día que me espera, maldita la hora en la que me dijeron cuando acabé el bachiller “Métete a la Universidad, verás que bien te lo pasas, hay un huevo de fiestas”. Pero de lo que no te avisaban era que tenías que sacrificar tus vacaciones de navidad para estudiar todos los días y que el mes de enero era una guerra continua de examen tras examen.

 

Como ya he dicho hoy no iba a ser muy diferente a lo que ya os he contado, tenía que levantarme y empollarme cuatro o cinco temas de Bioquímica si quería llegar al menos al tres en el examen. Giré la cabeza con dirección a la mesita donde se encontraba mi despertador, marcaba las 8:30 por lo que aún era temprano y podía descansar al menos media hora más. Saqué uno de mis brazos después de lidiar una ardua lucha con mis sábanas para coger el móvil y entretenerme un rato con el instagram, pero en cuanto lo saqué noté como mi brazo se convirtió en un bloque de hielo, el móvil tampoco estaba muy lejos de ser otro, estaba más frío que los cubitos que me suelo echar en la coca cola en verano.

 

Me froté un poco conmigo misma hasta que entre en calor pero mis manos y mis pies todavía seguían frías. Como último recurso metí mis manos entre mis piernas para calentarlas con el movimiento y fricción de las mismas, pero tampoco surtió mucho efecto. Después de unos minutos, ya entré en calor y me puse a cotillear un poco el instagram  y sus historias, desde que empecé con los exámenes lo tenía bastante abandonado por lo que tenía fotos para ver hasta el siglo siguiente. Fui pasando una, otra y otra cuando para mi sorpresa me llegó una petición de amistad, cliqueé en el corazón para ver de quién se trataba.

 

La cuenta estaba a nombre de una tal Roberto Sánchez, viendo sus fotos no me sonaba de nada y ya es raro, porque con lo bueno que estaba me acordaría de él perfectamente; menudos abdominales y vaya brazos, no me importaría hacer el trabajo de fin de universidad sobre su anatomía. Seguí indagando y me fijé en que teníamos la mayoría de amigos en común por lo que me hizo dudar aún más, así que le hablé a mi amiga Silvia y le pregunté que quién era. Tras unos minutos de risas, vacile y de intentar hacerme adivinar quién era me acabó confesando que era el friki de primer año que se acabó cambiando del grupo A al C porque le hacía bullying.

 

Madre mía, ahora sí que te hacía yo bullying se pasó por mi mente. Pero qué digo, Marta relájate, los exámenes y la falta de sexo me estaban volviendo un poco loca pero de ahí a pensar esas cosas. Tengo que reconocer que el cambio ha sido brutal, si no me lo llega decir Silvia no me hubiese acordado de él ni por asomo. Continué viendo fotos suyas, la siguiente era mejor a la anterior, me acabé parando durante unos minutos en una foto que tenía sin camiseta, era la mejor de todas sin ninguna duda.

 

Cuando el móvil me avisó de que me quedaba un 5% de batería pude ver en la oscuridad de la pantalla el reflejo de mi cara pero sobre todo el de mis labios mordiéndose entre ellos, eso me excitó la verdad, por lo que mi mano izquierda decidió sumarse a la aventura y ella sola empezó a masajearme y pellizcarme los pezones uno a uno, como diría mi profesora de música esto iba en crescendo. Cambié de foto buscando una mejor, aunque iba a ser difícil pero no imposible, y así fue. Al final de todo encontré un vídeo suyo en el gimnasio haciendo sentadillas.

 

 Cómo se le marcaba el culo, madre mía, eso sí son dos caparazones y no los que nos enseñan en clase de biología. Debía de tener un paquete enorme porque la curva que hacían sus pantalones no creo que fuese de pura casualidad. Mi mano siguió con su juego y fue deslizándose poco a poco por mi abdomen hasta llegar a centro neurálgico, cuando mis dedos levantaron levemente mi pantalón buscando una entrada para llegar hasta mis bragas, se pudo notar salir un hervor que emanaba de…creo que no hace falta decir de dónde.

 

El dedo índice llego a alcanzar el clítoris y lo empezó a masajear con amor durante unos segundos, pero después de eso mi cuerpo pensó “llevamos meses sin sexo, queremos algo duro” por lo que el dedo paso de unas caricias a hacer la función de un limpiaparabrisas a gran velocidad. Mis suspiros y latidos del corazón aumentaron poniéndose a la misma velocidad hasta tal punto de que no podía dejar de mirar el móvil y masturbarme al mismo tiempo.

 

La batería se terminó en ese instante pero me dio igual, tenía la suficiente memoria como para recordar aquella fotografía y continuar yo sola a oscuras bajo mis sábanas. La temperatura iba subiendo por instantes, en ocasiones la mezcla del calor que desprendía la cama junto con el frío de afuera generaba leves destellos de vaho. Mis dedos y yo cada vez queríamos más por lo que mientras una mano se centraba en el clítoris la otra bajó hasta la vagina, una vez allí el proceso fue casi el mismo que antes, los dedos índices parece que son los más pervertidos de cada una de las manos, aunque en esa ocasión uso como cómplice al dedo corazón.

 

Los dos vacilaron marcando el lugar por el que iban a entrar, y en cuanto notaron la puerta húmeda de la vagina se introdujeron en ella sin pensárselo dos veces, empecé a masturbarme como nunca antes lo había hecho, estaba desbocada, mis dedos iban tan deprisa que me llegaba a doler hasta el brazo pero solo era consciente de una cosa, no podía parar.

 

En ese instante en el que mis dedos igualaban la velocidad de la luz vino a mi mente la imagen de su paquete, menudo bulto, si estaba así flácida no me quiero imaginar erecta, por lo que aumenté de tamaño y pase de introducirme dos dedos a tres. El placer aumentó, notaba mis piernas tan húmedas que parecía que me acaba de orinar encima, agache la cabeza y con la poca luz que se colaba entre los huecos de la persiana pude ver el brillo de mis dedos a causa de mis fluidos pero no sé porque solo se me ocurrió contener una buena cantidad de saliva en la boca y precipitarla sobre mis dedos, estos la retuvieron clavándose de nuevo en mi coño, aquello chapoteaba como los niños que jugaban a saltar de charco en charco los días de lluvia, era impresionante.

 

La idea de cuán grande podría ser su polla no paraba de repetirse en mi mente así que yo iba sumando dedos, hasta que hubo un instante en el que pensé en introducirme la mano entera, la idea era difícil porque nunca antes lo había hecho y si salía mal corría el riesgo de no poder sacármela o hacerme mucho daño, pero tras deliverarlo varios minutos y ver lo mojada que estaba, claro era que aquello iba a entrar y salir seguro, y así fue.

 

Mi mano y una vez dentro mi puño entero entraba, salía y giraba como si no fuese nada, parecía ser el dueño de aquello, su polla debía ser algo parecido y eso mismo debieron pensar mis piernas que  empezaron a temblar de una manera desenfrenada tuve que morderme el brazo que me quedaba libre para no exclamar mi orgasmo a los cuatro vientos, así que tras unos segundos me acabé corriendo empapando todo aquello como cuando descorchas una botella de champán mientras me mordía el brazo con todas mis fuerzas y lloraba por la impotencia y placer que yo misma me había creado.