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Mi altar

en Dominación

Llevaba tiempo mi Amo jugando con las insinuaciones y advirtiéndome que deseaba usarme y follarme en mi cama. 

 
Una situación como aquella pensaba yo era como aquello de que las armas las carga el diablo, todo un peligro por bien organizado que esté. Pero a medida que el me iba recordando su deseo el miedo a una propuesta real me fue excitando de tal manera que ya me masturbaba en casa y en los distintos rincones imaginándome suya en aquellos espacios.
 
Y los astros se alinearon, para una fecha mi marido estaría fuera de la ciudad hasta el atardecer y tampoco tenia que preocuparme por mi hija.
 
Aquella mañana tuvimos los mensajes de buenos días y con ellos unas instrucciones y ya no hubo ningún mensaje más.
 
A la hora indicada yo ya había cocinado toda la comida y preparado todo para aparecer como la anfitriona perfecta y así me desnudé y fui a abrir la puerta y dejarla sutilmente entornada. Volví hacia el salón, descorrí todas las cortinas y me recosté de cara a la mesa abriendo las piernas y quedando totalmente ofrecida.
 
Así estuve por más de 20 minutos. A quien no lo haya experimentado le invito a comprobar como en un estado de tensión y excitación total el silencio llega a ser ensordecedor. No le oí entrar hasta que aquel plug perfectamente lubricado que sin ser de los gruesos no era de los delgados inició su camino entrando en mi ano hasta su totalidad. Todavía sin decirme nada me giró y ahora de espaldas a la mesa dos de sus dedos penetraron descaradamente en mi sexo lubricado por un torrente de flujos fruto de mi excitación.
 
El mismo sirvió dos copas de vino acompañando el brindis por el primer beso de aquel excitante día. "Dine'm" y se sentó atento al primer plato que había preparado. No me permitió que me sentase y mientras el saboreaba la comida sus dedos volvieron a buscar la excitación de mi cuerpo introduciéndose dentro de mi sexo mientras yo le acompañaba comiendo silenciosa y de pie a su lado.
 
El segundo plato lo compartimos sentados los dos hablando de distintas cosas, y manteniendo yo el plug dentro de mi. Llegaba el momento de los postres y al retirar los platos de la comida me ordenó que los dejase en la cocina pero que no sirviese todavía los postres. Al volver me arrodilló ante el y tuve que acomodarme debajo de la mesa, apretó mi cabeza sobre su bragueta y removiéndola me iba diciendo "mossega, mossega-la, mossega fort..." y su miembro duro se marcaba bajo su pantalón y yo dejándome llevar por el descontrol de sus palabras y sus gestos se la mordía y respondía a sus, más, más, más. Aunque fuese por encima del pantalón yo apretaba fuerte y le notaba excitarse. 
 
"llepa-la", me ordenó y yo temblorosa empecé a desabrocharle hasta sacársela y llenar mi boca con aquel regalo grueso y duro con sabor de deseo.
 
De un salto retiró la silla hacia atrás, cogiéndome del pelo me levantó y apoyandome de espaldas en la mesa me penetró. Folló salvaje mi sexo ardiente de deseo e inundado de flujos. Tiraba de mi pelo hacia atrás y mordía mi cuello y aflojando la tensión del pelo me besaba la boca y me la mordía.
 
Se retiró sin correrse y para controlar su eyaculación asió mis pezones con sus dedos y los apretó y retorció terminando con un bufido de control.
 
"Fem els postres ?" y siriviendoselos me hizo una señal y me agaché para buscarle su miembro que todavia duro empecé a lamer lentamente para mantenerle aquel estado de excitación pero sin buscarle el orgasmo.
 
Mientras se lo lamía el fue preparando un huevo vibrador con mando a distáncia. Me levantó y me lo introdujo dentro de mi sexo y me sentó a su lado mientras le serví el café y yo le acompañaba con los postres y volvimos a nuestras conversaciones. Aquella sensación entre el plug y sus caprichos activando y desactivando provocaban que en algún momento mis palabras fuesen incoherentes.
 
Dando por terminado el café, cogió una copa y se levantó desapareciendo por el pasillo. Me quedé esperando y acudí a su llamada, avancé por el pasillo mirando en cada habitación. Le encontré con el torso desnudo en la de matrimonio. Había descorrido todas las cortinas y estaba en la puerta de vidrio que da a la galería. Me acerqué a el y cogiéndome de la mano me apoyó de espaldas a la puerta quedando expuesta mi desnudez a la vez que sus dedos y sin quitar el huevo empezaron a manosear mi sexo. 
 
Es una excitación llena de contrariedades, allí, desnuda aunque de espaldas pero en una pose inconfundible y con unos temblores que delataban lo que estaba ocurriendo, la autojustificación para tranquilizarme de que si alguien lo veía la reacción más natural es desviar la mirada. Tenía que ocurrir y habiéndole llenado la mano con mis flujos me quitó de un solo tirón el huevo, me giró y desde atrás empezó a follarme. No paró hasta que sus gemidos se convirtieron en gritos de placer inundando mi sexo con toda su eyaculación.
 
"No et moguis" y el se retiró debiendo yo relajarme sin apartarme de la puerta de cristal hasta que me llamó. El me esperaba encima de mi cama, completamente desnudo y con el miembro más vivo que muerto. 
 
Me acerqué y me tumbé a su lado mientras mi mano inició una caricia recorriendo aquel miembro que no había dicho su última palabra. Minutos de pequeños comentarios hasta que un dedo me tocó y entendí. Bajé mi cabeza hasta su miembro y empecé a lamerlo sin prisas pero con el deseo de recomponerlo y volverle a su máximo estado de orgullo.
 
En las distintas variantes del misionero empezó alternar el follarme como el hacerme el amor en mi cama intentando aguantar tanto como pudo para así obtener mis orgasmos. Cuando para su control se separó de mí fue el quien bajo y empezó a lamerme y chuparme sin atender a mis peticiones cuando le pedía que parara. Fueron boca, dedos, mordiscos, pellizcos, lamidas y alli me quedé yo estirada y recomponiéndome.
 
Le oí pasear por la casa hasta que me llamó. Estaba sentado en la parte alta de la cama de mi hija, desnudo y tocándose el miembro. Acudí, me arrodillé y siguiendo sus pasos le lamí desde el ano hasta tragarmela toda.
 
Me levantó y apoyandome en la almohada y con las nalgas levantadas empezó a palmearme con suma fuerza alternando los dos glúteos. Con aquel estado de excitación creciente dos de sus dedos me penetraron en un solo intento para ya acomodados dar dabida a un tercer dedo y al cuarto. Mis flujos rezumaban piernas abajo.
 
Mi ano seguía invadido por el plub y sus cuatro dedos parecian no querer abandonar aquel humedo y cálido espacio que les acogia, su vaivén no cesaba, mis gemidos no tenían fin. 
 
Paró pero yo no debía de moverme. Silencio. Intuí que estaba mirando a su alrededor hasta que puso una fotografía sobre la estrecha repisa de la cabecera. De un tamaño dinA5 de la cara de mi hija y del inicio de su pecho con un pequeño bikini.
 
Inmediatamente noté sobre mis nalgas el azote de su cinturón y su voz, no bajes la cabeza. Debía de mirar la fotografía mientras me azotaba y el cinturón marcaba ahora una ahora otra de mis nalgas. Fue de los pocos días que dije basta, pero el siguió y no pude evitar que mis lágrimas bajasen por mi mejilla, pero también como mi sexo se mantenía deseoso.
 
Cesaron los azotes y su miembro duro entró directamente dentro de mi, me cogió del pelo como a una yegua para mantener mi cabeza alta y sus embites eran salvajes, Sin dejar de follarme empezó a sacarme el plug y ya fuera sacó su miembro de mi sexo y este pasó a sodomizarme.
 
Se corrió en plena sodomización y manteniendo sus manos entre mis nalgas se quedó quieto un rato valbuceando palabras de satisfacción.
 
Sacándola me giró para que me sentara y me la metió en la boca y después de chuparla con fruición y aunque no mostraba todo su orgullo me tumbó en la cama de mi pequeña y otra vez en la postura del misionero me volvió a hacer el amor.
 
Cogiéndome de la mano nos fuimos al baño y allí nos duchamos juntos para terminar tomando una copa todavía desnudos en el sofá.
 
Al marchar puse en orden la casa y cumpliendo su petición no cambié las sábanas de ninguna de las dos camas.
 
Me senté y me puse a escuchar "Vistes a mar" esperando que llegasen mi marido y mi hija a quienes sorprendí proponiéndoles salir a cenar a un pequeño pero interesante restaurante que tenemos cerca de casa.