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Memorias de Sexo y Juventud (10)

en Grandes Series

Al terminar la jornada, Ana Fakas iba a preguntar a Scarlet cómo había resultado la reunión con la profesora Mina. Se moría de ganas por saber si había pasado algo… le excitaban las aventuras lésbicas de Scarlet, que cogía con todo lo que tuviera genitales. Absolutamente todo. Pero no pudo, y salió corriendo sin despedirse de sus amigas… ¡Necesitaba urgente un baño de lefa! ¡Era una ninfómana sin remedio!

¿A quién podía cogerse a esas alturas? Ningún compañero se moría mucho de ganas después de un día de escuela agotador, y aún se estaba pensando si sus amigas eran una opción. Decidió hacer lo que su madre le enseñó alguna vez: “cazar tu propia comida cuando te estás muriendo de hambre”.

Así que se metió al primer callejón oscuro que encontró, tomando el camino más largo a su casa, esperando que la noche la ocultara, al mismo tiempo que se tragaba las ganas de masturbarse en algún parque o donde fuese. Y allí… oh, gran regalo de los dioses, allí lo vio. Un auto se había detenido, quizás cuánto rato atrás, junto a un edificio en pésimas condiciones, quizás abandonado, y se movía rítmicamente, haciendo gala de unos geniales amortiguadores. Era de noche, y solo un foco medio roto iluminaba el carro. ¡Era la oportunidad perfecta!

Ana se acercó y vio a una pareja de jóvenes adultos, follando como conejos. Ella, rubia, de labios gruesos y tetas grandes, estaba sentada encima de él, que la abrazaba agarrándole las nalgas. De él, un muchacho de casi dos metros, sólo podía adivinar cómo se vería su miembro… pero la verdad, a Ana nunca le había importado el tamaño mientras funcionara.

Ella le comía el cuello y se levantaba la falda para que él tuviera más que agarrar. Y lo montaba como una vaquera a su caballo. ¡Y qué rápido iban, parecían llevar un buen rato allí! Era su día más glorioso, no necesitaría ir a casa a bañarse en leche… (leche de verdad, de vaca) para fingir que era otra cosa, como en el guión de la película de mamá. Estaba como poseída.

Tocó la puerta suavemente para no espantarlos, pero no pudo evitar que la vieran en shock. La chica, probablemente universitaria, trató de abrocharse rápidamente la camisa, pero estaba atascada entre el volante y el chico, y no pudo salirse de su interior. Él estaba paralizado, tratando de verbalizar algo imposible.

Ana tuvo que actuar velozmente. Hizo gestos con las manos, para que se calmaran, y luego les sonrió con lascivia, apenas ellos se iban tranquilizando. Ana realizó un gesto con la mano, llevándola a la boca mientras, con la lengua, creaba un bulto en la mejilla, fingiendo una felación. Los dos universitarios no entendían qué pasaban, y miraban alrededor por si encontraban una cámara oculta. Ana, entonces, puso ambas palmas juntas en un gesto de súplica, y pidió que la abrieran la puerta. ¡Por favor, no paren!, les gritó.

 

Pasaron unos minutos… quizás dos. La muchacha miró al chico, y ambos sonrieron nerviosamente. La chica se inclinó y abrió la puerta de atrás del auto, y Ana rápidamente saltó al interior. Lo primero que hizo fue agradecerles, y luego repitió la petición de que continuaran.

- Por favor, no paren, o me volveré loca.

- Oye… ¿no eres de un colegio? -preguntó el muchacho, abrazando tímidamente a su montura, que inspeccionaba a Ana de pies a cabeza.

- Soy lo suficientemente mayor.

- ¿No es una broma, verdad?

- No… quiero semen, es todo.

- ¿Qué clase de chica eres? -preguntó la chica, tímidamente volviendo a montar a su hombre, lentamente, dando saltitos que pronto se volverían más rápidos.

- Una muy, muy caliente… por favor, sigan, yo solo quiero el semen de alguien sobre mi cuerpo -explicó Ana, quitándose las bragas y la falda negra, que dejó a un lado. Su coño ya estaba chorreando sobre el sillón del auto, y los dos universitarios no le quitaron la vista de encima. Poco a poco, a la vez que Ana se llevaba los dedos hacia allá, disfrutando el momento con los ojos cerrados, los dos chicos comenzaron a sonreír.

- Oye, ¿cómo te llamas, chica?

- Ahhh A-Ana… ¿y ustedes cómo se llaman? -inquirió la chica, mientras se agarraba una teta sobre la camisa de colegio con una mano, y se frotaba rápidamente el clítoris con los dedos de la otra. Abrió los ojos y miró a los dos muchachos follar sin timidez, y Ana comenzó a salivar.

- Laura -respondió la chica rubia. Sus tetas eran enormes, aunque no aparentaba ser mayor de 25 años. Sin reparos esta vez, comenzó a lamerle el cuello al muchacho.

- Yo Iñaki -dijo el muchacho alto, moreno, bien dotado. Ana no podía verle la cara, pues le daba la espalda, pero a Ana no le interesaba.

- Ok -asintió, procediendo a meterse un dedo al interior del húmedo coño, que parecía hambriento de carne, como si perteneciera a una súcubo- Sigan, sigan, sigan, son muy ricos.

 

Laura le mordió el cuello a Iñaki cuando se vino en su verga, y eso no la detuvo ni por un segundo. Siguió montándoselo con pasión y fiereza, sin quitarle los ojos de encima a la colegiala que se masturbaba en el asiento trasero, mirándolos a ellos. El carro se movía de arriba a abajo rítmicamente, con fuerza, mostrando la fuerza de los neumáticos.

Iñaki tiró, al fin, de una palanca en el asiento para tirarlo hacia atrás y permitirle a Laura salirse del interior del chico. Luego se giró y se dobló entre medio de los asientos delanteros, mirando fijamente a una Ana llena de lujuria.

- ¿Te gusta lo que ves?

- S-sí, mucho, sigan por favor..

- Es primera vez que tengo una voyerista en mi auto, ¿sabes?

- ¿Sí? Yo creo que es primera vez que estoy tan uffff… t-tan cerca d-de otra.. aahhhh, de otra pareja. O al menos, de una que no conozco -sonrió Ana, recordando cuántas veces había estado follando en la misma habitación que sus amigas. Sintiendo un calor terrible, se quitó la camisa y el sujetador, quedando completamente desnuda en el asiento, masturbándose sin detenerse.

- ¿Segura que no quieres follar un poco también?

- ¿En serio, Sargento? -preguntó el chico, aparentemente ilusionado y desconfiado a la vez. Al mismo tiempo se ubicó detrás de su chica y le penetró el coño fuertemente.

- ¡¡¡¡Ahhhhhh síiiiiii!!!!

- No, por ahora solo quiero lecheeeeeeeeeee -dijo Ana, sacando la lengua hacia afuera, jugando con ella como si tuviera una polla invisible delante.

- Como quieras, chica.

- Oye… ¿cómo que sargento?

- Soy oficial de la fuerza aérea, pero dudo que te importe eso, ¿o sí? -Laura estiró el brazo y pellizcó un pezón de Ana, que se estremeció en su sitio, soltando una serie de líquidos de su coño que se desparramaron por el suelo del auto.

- ¿C-cómo hiciste eso? -preguntó Ana, sin obtener respuesta, chorreando sus pechos con sus propias salivas.

Los otros follaron y follaron. Iñaki no dudó de darle de nalgadas a Laura, pero esta parecía tener el control total de la situación, moviendo el culo con una maestría impecable. Le recordaba mucho a la forma experta de follar de su madre, Analia, a pesar de que ella era mucho mayor que esta otra chica.

El momento del fin se acercaba, anunciado por los movimientos bruscos de Iñaki detrás de Laura, que se relamía los dedos con sensualidad. Finalmente, cuando él estuvo a punto de explotar, Laura se apartó hacia su asiento, tomando el vigoroso pene de Iñaki. ¡Era tal como Ana esperaba!

Ella se vino de solo verlo. Oscuro, venoso, grueso, bastante largo… se le hizo agua la boca, y la abrió grande a la vez que sacaba la lengua, para recibir el lechazo inevitable. Laura pajeó al chico con naturalidad y maestría, cuidando de acariciar la cabeza con el pulgar y los testículos con la otra mano. Sin fuerza ni tanta delicadeza, sino con el balance perfecto para que él lo pudiera disfrutar de la mejor manera.

- M-me voy a venir, ahhh

- Vente sobre la pequeña puta de allí, querido.

- Sí, ¡sí, por favor, vente sobre mí! ¡¡¡Lo necesito!!!

- Aquí va… ¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhh!!!

Un río blanco fue lo que salió de la punta de la polla de Iñaki, que fue a parar al rostro de Ana. Lechoso, caliente, pegajoso y abundante, cayó al interior de su boca abierta y sobre sus mejillas, nariz, frente, y un poco también en su cabello. “¡Está ardiendo!”, gritó Ana, eufórica de placer, recogiendo los restos de semen y llevándolos a la boca, buscando tragarse todo lo que había salido de los huevos enormes del chico, que cayó de vuelta en su asiento, exhausto.

Ana recogió todo con las manos y tragó gustosa de su leche, relamiéndose los dedos después de tragar como si no pudiera tener suficiente. Y probablemente no podría, jamás. Era una adicta, y no había dejado de tener su semen a diario, al menos un poco, durante muchísimo tiempo. No podía parar.

Cuando terminó, no se despidió. Como si estuviera en trance, Ana se vistió y abrió la puerta del auto, aunque no se molestó en ponerse las bragas empapadas, que dejó en el suelo. Laura e Iñaki la quedaron mirando como se alejaba, a la vez que se reponían de la intensa follada. Habían vivido una aventura extraordinaria con una colegiala, y ahora que su lujuria disminuía se preguntaban qué tan bien había estado lo que hicieron. Laura, por ejemplo, imaginó a sus hermanas menores…

 

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Años después, Ana Fakas todavía recordaría ese momento, aunque de forma difusa. ¿Cómo iba a recordar con detalle cada vez que había follado, o participado en orgías o voyerismo? Básicamente sería como recordar cada día de su vida desde que comenzó a practicar el sexo. Ni siquiera recordaba todas sus películas, solo sabía que había disfrutado de todas ellas.

Después de un día largo de trabajo, donde se comió aproximadamente veinte pollas (tanto en cámara como lejos de ella), Ana Fakas regresó a su casona en la parte alta de la ciudad. Se había ganado una mansión con el sudor de su frente (y muchos, muchísimos orgasmos, pollas y coños), y no podía esperar por meterse a la gran piscina que había pedido construir hace un mes.

Mientras conducía, recibió un mensaje en su teléfono. Era Scarlet, y Ana supo de inmediato de qué se trataba. Hacía mucho que esperaba ese mensaje. Hoy tendría una noche muy divertida, así que cambió de rumbo y se dirigió a la parte baja de la ciudad. No podía esperar. Se encontraría con Scarlet, una de las putas más solicitadas del barrio bajo, que tenía un trabajito especial: uno de sus clientes quería follar con una imitadora de la famosa actriz porno, Ana Fakas. ¿Quién mejor que la propia Ana para ello?

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En tanto, años atrás, después de su aventura con aquellos jóvenes, Ana caminó por el parque en dirección a su casa. Unos perros callejeros la olieron y le gruñeron, pero a ella no le importó. El olor a sexo, a semen y a sudor le calentaba, y le enorgullecía oler así, a hembra, a puta barata. Volvió a calentarse.

Estaba oscuro y muy poca gente caminaba a esa hora, en un día de semana. Unos hombres la vieron, y ella les devolvió la mirada. Debían tener unos cuarenta o cincuenta años, eran tres. Estaban ebrios, cargaban botellas de ron y latas de cerveza, y parecían devorarla con la mirada. Uno de ellos le dirigió la palabra mientras los otros dos silbaban.

- Ufff, miren lo que hay allí chicos, qué bombonazo, ¡oye niña! ¿No quieres pasar un buen rato?

- Hijos de puta -contestó Ana, restándole importancia a su hablar. Pasó a su lado, pero caminó con más gracia, contorneando el cuerpo, levantando el culo con cada paso para que se levantara su faldita, debajo de la cual no llevaba nada.

- Miren eso, ¿acaso no tiene ropa interior la muy zorra?

- ¡Oye, niña, ven y pasa un buen rato, vamos!

- Púdranse -dijo Ana, mostrándoles el dedo del medio con descaro, a sabiendas de lo que ocurriría. El siguiente movimiento era acelerar un poco la caminata, pero no tanto como para que no la alcanzaran. Y así ocurrió, cuando los tres borrachos la rodearon, bajo un árbol donde no llegaba la luz.

Uno, de cabello rojo y muchas pecas, le tomó de la cadera, saboreando sus curvas. Otro, con bigote y barba negra, muy sucio, le manoseó sutilmente el trasero, buscando levantarle la falda. El último, entrando en canas, pero muy atractivo, se puso enfrente, mirándole sin reparos el escote, dada su camisa abierta.

- ¿Quieren que grite, hijos de puta?

- Vamos, no te pongas así, guapa, ¿no te quieres divertir?

- Si no me dejan de tocar, les voy a reventar los huevos y gritaré muy, muy fuerte -les desafió Ana. Sin embargo, sonrió. No quiso hacerlo, pero no pudo evitarlo, aún no era tan buena actriz.

El tipo de pelo rojo le agarró una teta, y cuando ella se dispuso a fingir que gritaría, el de bigote le tapó la boca y tiró de ella hacia él. Ana pudo sentir el bulto en el pantalón del tipo. No era largo, pero sí muy grueso. A esas alturas ya podía imaginar cómo eran las pollas que tocaba, sin necesidad de verlas. También, había aprendido hace tiempo que el tamaño no importaba, sino que la hicieran sentir bien. Todas las pollas le gustaban, incluso si pertenecían a viejos como ese.

El colorado le manoseó las tetas con descaro por encima de la camisa, el barbudo le plantó la polla, debajo del pantalón, por sobre el culo, fingiendo que se la follaba. El viejo apuesto la miró fijamente. Tenía la nariz roja y parecía incapaz de concentrar la mirada en una sola parte del cuerpo de Ana, pero eso no le quitaba el atractivo varonil. Maduro. Eso le gustó. No pudo evitar relamerse los labios, lo que provocó el efecto deseado en el extraño. Se le acercó y, sin miramientos, le besó.

 

O, más bien, lo correcto sería decir que le comió la boca. No se molestó en comenzar con besitos tiernos y picos inocentes, sino que le penetró la boca con la lengua de una sola vez, sin esperar. También le dio algunos lametones en la cara, en el cuello, y luego volvía a invadir su garganta con su lengua maloliente a licor. El primer tipo le estaba pellizcando los pezones. Ana escuchó al segundo bajarse la cremallera. “Estoy muerta de hambre”, pensó… No iba a esperar.

Estaban ocultos bajo los árboles. Era de noche y se había nublado. Se escuchaba a algunas personas caminar por allí y por allá, pero lejos de su sector. Allí era donde estaban violando a Ana Fakas, la más puta del colegio. Claro, eso no lo sabían ellos. Y ella no se imaginaba siendo violada. De hecho, le excitaba mucho el asunto, le daba un morbo tremendo coger con desconocidos. ¿Y tres? Mejor aún. ¿Lo había hecho alguna vez? Algunas, recordó, pero no con tres viejos a la vez.

- Te vamos a comer, perra, y te va a encantar - le dijo el que le besuqueaba.

- Te juro que gritaré, hijo de puta - fue todo lo que Ana alcanzó a decir, poniendo cara de sufrimiento, mientras el de pelo rojo le terminaba de abrir la camisa. Tuvo que romperla un poco, pero a ninguno de los dos le importó (aunque ella fingió que sí).

- ¿Por qué no llevas bragas, puta? ¿Eh? - preguntó el barbudo que estaba detrás. Olía a muchos licores y algo de sudor, pero su verga era dura como el hierro, y muy venosa. Ana se preguntó si andaba con condones, pero para buscar en su bolso tendría que soltarse del agarre de los tres.

- Se me quedó en el cole - respondió con voz inocente, como una colegiala tímida que jamás había hecho cosas indecorosas. Eso les bajaría la guardia.

- Perra mentirosa, estás toda mojada, eres una guarra - susurró el barbudo, poniendo la polla en la entrada de su coño chorreante.

- ¡OIGAN! - gritó, y los tres se paralizaron. Fue un grito riesgoso, pues podía llamar la atención… pero lo hizo de tal forma que solo se oyera una vez, un grito ocultado por el viento - Me pueden hacer lo que quieran, hijos de perra, pero tienen que ponerse protección.

- ¿Qué dijiste, niña malcriada? - le preguntó el varonil de cabello gris, que volvió a comerle el cuello - ¿Quieres que te lo hagamos? ¿Quieres follar, zorra?

- No quiero, pero me lo harán de todos modos, ¿no?

- No te veo gritando.

- No, no me ven. - Y por primera vez, Ana sonrió abiertamente. Con lujuria, como una furcia barata. Ellos entendieron el mensaje, y rebuscaron en el bolso de Ana, donde ella les indicó.

- Póngaselos rápidos, hijos de perra - ordenó el pelirrojo, que no paraba de manosear las tetas al aire de Ana, cuyos pezones estaban durísimos, esperando que el tipo los chupara.

- Esta putita quiere que le den caña, así que será mejor que estén a la altura - logró verbalizar el de pelo gris. En realidad, todo lo que decían Ana tenía que esforzarse por traducir, ya que la borrachera les podía con la comunicación. Tampoco es que necesitaran la voz para follar, de todos modos.

- Oye, pero es una estudiante, ¿tal vez no deberíamos…? - preguntó el barbudo, dudando. Su polla perdió fervor, y Ana fue rápida para actuar, agarrándole la verga con su mano cada vez más experta, acomodándole bien el preservativo alrededor - OHhhhh… hija de putaaa...

- No se rinda antes de comenzar, señor - le dijo Ana, juguetona. Se agachó y, sin reparos, comenzó a pajearlo, así como al de pelo gris, mientras se metía la polla del pelirrojo en la boca.

- ¡Eso, no te cortes ahora, Paco! - gritó - Mira que esta puta muy de colegio será, pero la chupa como una profesional, debe llevar un buen tiempo practicando ahhhh

- Así es, y sus manos son las de una experta, ohhhh

- Sí, sí, tienes razón, disculpa Miguel, disculpa Pedrito, ahhhh síiiiii, sigues así, zorra…

Ana llevaba un minuto pajeándolos y chupando sus pollas, hasta que se dio cuenta de lo innecesario que era eso. Estaba chorreando, el solo realizar sexo oral le ponía como locomotora. Ya no podía pensar en nada más que en follar, así que procedió a llevar a cabo la formación que pensaba.

 

Se puso de pie y le indicó al barbón que hiciera lo que hacía ratos tenía ganas. El viejo dudó por un segundo, hasta que le tomó de la cintura, le levantó la falda, y se lo metió sin esperar. Ufff, pensó Ana. No sabía cuánto tiempo habría podido esperar sin una polla en el coño. Hasta de noche, detrás de los árboles, se veía sexy, pensó. El cabello húmedo cayendo por su hombro, sus tetas botando de adelante hacia atrás, la corta faldita levantada mientras alzaba el culito para que el viejo le penetrara el coño, ambos de pie. Le encantaba esa posición. ¡Le encantaban todas las posiciones! ¡¡¡Le encantaba el sexo!!!

El varonil volvió a besarla, y Ana respondió con su lengua traviesa y mojada, luchando con la del viejo, presa de la lujuria. La curvaba, la chupaba, la lamía por todos lados, e incluso se atrevió a mordisquearle el labio y el cuello. Se estaba derritiendo del placer. El tipo le dio una nalgada sonora, y Ana supo que, aunque estaba más borracho que los otros dos, era también el más experimentado y conocedor. Sabía lo que a una puta como ella le gustaría.

El pelirrojo se pajeó un rato y ajustó bien el preservativo en su largo miembro viril. Ana lo miró y lo deseó. Ya la había chupado un rato, pero había sido el que menos lengua recibió. Decidió que le daría la mejor chupada de su vida, pues era la única capaz de tal mérito. Pero le gustaba tanto la posición en la que estaba que, por ahora, se escupió las manos, y con ambas le hizo la paja de su vida.

- Ohhhhhhhh sí, qué manos tienes, puta.

- Callado, viejo, ahhhhh…. o me detendré y te dejaré, ¡oh!, con las ganas de un cerdo, ufff, ahhhh….

- Eres una furcia hija de perra, ¿lo sabías? - preguntó el de pelo gris, alto y macizo, con una polla venosa, levantada, un poco curvada hacia un lado, con una cabeza brillante y limpia tras chupársela un buen rato. Le seguía dando nalgadas mientras intercambiaba lametones en el cuello, la lengua y el lóbulo de la oreja de Ana, que no podía tener más.

- Por supuesto que sí, y por eso quiero que me den caña como me merezco.

- ¿Y no te basta con esto, chiquilla zorra? -preguntó el que la estaba cogiendo, acelerando el ritmo y siendo aún más brutal. Cualquier otra chica habría chillado de dolor. Bueno, cualquier otra chica habría estado llorando por ser violada en un parque público por tres viejos desconocidos y olorosos a cerveza y ron. Ella no. Ella era muy diferente.

- Ahhhh, lo hace muy bien señor, pero una niñita traviesa como yo no se conforma con una sola polla, ahhhhh, síiiiii, síiii, muy bien señor… ahora tírese al suelo, porfis.

Y el barbón obedeció de inmediato. Ana se levantó la falda, se agarró las grandes tetas, las chupó mientras se iba agachando, y se sentó sobre la polla erecta del viejo. Qué gustazo. Luego, tomó el pene del pelirrojo y se lo metió en la boca, tal como ambos deseaban. Le comió los huevos hinchados, le pajeó con ambas manos, y le pasó la lengua por todo el largo de la polla.

- ¡Qué bien lo haces, niña! ¿En el cole te enseñaron esto?

- No, me enseñó mi mamita - dijo Ana, sacándose la verga de la boca para hablar. Luego se dirigió al viejo de pelo gris, el alto y de rostro varonil, que se pajeaba ante la escena - Oiga usted, tanto que me insulta, ¿por qué no termina el trabajo y me llena el agujero desocupado?

- ¿Qué? ¿Estás segura, hija de puta? - preguntó el tipo, inclinándose, poniéndose de rodillas y acercando la polla a la entrada trasera de Ana, que comenzó a levantar el culo con dificultades, dado que no podía dejar de montar la verga en su coño.

- Obvio, llénenme completa, hijos de puta, fóllenme como merezco.

 

Y así fue como Ana Fakas llegó al paraíso. Si no era así, entonces se estaba acercando. El señor anal era lo más rico que podía haber, y hace mucho tiempo que había disfrutado instantáneamente, sin la dolorosa previa. Además, se limpiaba cada mañana, así que nunca tenía problemas.

Se sentía llena por todos lados, como si antes le hubiera faltado un brazo y una pierna y se los acabaran de devolver. Mientras comía y saboreaba una verga, las otras dos se coordinaban para darle caña por culo y coño. La primera vez que tuvo sexo vaginal fue a los 12 o 13, y con anal comenzó poco después. ¿Pero ambas a la vez? Eso no le ocurría a menudo, pues los chicos de la escuela no gustaban de participar con otros y que, accidentalmente, “chocaran espadas”.

Sin embargo, estos eran hombres adultos y experimentados. Maduros. Sabían cómo coger, y como dedicarse enteramente a la hembra que follaban. Sabían lo que hacían, y la tocaban como a un instrumento antiguo. Le manoseaban las tetas y el culo, tiraban de su cabello, el pelirrojo hasta le escupió la cara. Era solo una bolsa de fluidos, un instrumento para que ellos disfrutaran. Ellos tenían el control completo, ella lo perdió cuando la callaron con oleadas de placer provenientes de coño, ano y garganta. Se vino dos veces en los próximos cinco minutos.

- ¡¡¡ME ENCANTA, FÓLLENME, HIJOS DE PUTA, SIGAN, SIGAN!!! - gritó Ana, sin importarle quien estuviera cerca. De hecho, una pareja que caminaba por allí los escuchó, y salieron corriendo lejos de ellos, diciendo que llamarían a la policía.

- Oigan, ¿escucharon lo que dijo?

- Usted córrase en mi cara, no se preocupe de otra cosa, señor, ahhhhh

- Pero oye, tal vez no deberíamos…

- Cállese usted también, o dejaré de montarlo. ¡Dioses, qué buena verga tiene, señor! ¡Me corro! Por favor necesito de sus vergas un poco más, ¡ah, me corro, me corro!

- Oye puta, tendremos que acelerar las cosas, ¿vale?

- ¡¡¡¡¡¡¡¡AHHHHHHH!!!!!!! Me vine… Está bien, sean rápidos, pero no deje de darme por culo, señor… oh no, me viene otro, me vengo otra vez, ahhhh

- ¿Cuántas veces se ha venido la muy zorra?

- No sé, pero yo estoy a punto.

- ¡Yo también!

- O mierda, y yo igual.

Ana supo lo que debía hacer. No esperaba que esos cincuentones duraran demasiado, pero tampoco necesitaba más. Ella era una ninfómana que se venía casi con cualquier cosa, no le importaba el tiempo ni el tamaño de un pene, sino que la usaran bien con sus miembros, como la puta que era.

Deshizo la postura y se arrodilló en el suelo mientras los hombres se ponían de pie, quitándose los condones. Ya fuera que lo vieran en pelis porno o lo hicieran con sus parejas, sabían lo que tenían que hacer. Ana puso las manos con las palmas hacia arriba, levantadas, en actitud de súplica. Abrió bien grande la boca y sacó su húmeda y salivosa lengua, hambrienta, deseosa de semen.

- Vamos, vamos, denme su leche caliente, señores. Pajeen rápido esos penes, quiero pene, ¡quiero leche en toda mi boquita y cuerpecito!

- Oh… sigue hablando zorra, me gusta -dijo uno de ellos, que se pajeaba. No podía verlo, debido a la oscuridad, pero ya no le importaba.

- Sí, a mí me encanta también esto. Báñenme con su lefa, córranse sobre mí, no se corten, denme esos penes llenos de semen fresco, ¡denme lo que quiero!

- Ahhhhh, puta barata, gracias por esto, cumpliste mi sueño hija de putaaa, ahhhh

- Eso, denme lo que merezco, denle lechita a esta putita hambrienta, vamos. ¡Soy solo una bolsa de fluidos, solo sirvo para que me follen y me llenen de leche! Vamos, ¡¡¡EN MI CARA, EN MI BOCA, EN MI PELO, EN MIS TETAS, SOLO CÓRRANSE YA!!!

 

Y así lo hicieron. Casi al mismo tiempo. El segundo y el tercero se vinieron cuando los primeros chorros de lefa caliente cayeron sobre la cara de Ana, que estaba en éxtasis, y comenzó a saborear los restos que caían en su lengua. Fue un verdadero baño de semen, lo que ella había estado esperando todo el día.

Un poco cayó en su cabello castaño, otro en su cuello, mucho más en sus tetas, unos rastritos en su falda de colegiala, y la gran mayoría en su lengua y rostro, que cambió a un color blanco lechoso. Se sentía en la gloria completa. ¡Así quería vivir toda la vida!

Cuando acabaron, Ana se puso de pie y abrochó su camisa. Sin molestar en limpiarse, con el semen colgando de su cara y mentón, la chica se alejó de los viejos sin despedirse, y se dirigió a su casa como si estuviera en un trance. Se sentía más viva que nunca.

 

Al llegar a casa, la recibió Analia, su madre, que le sonrió tras ver la leche en su cara. La famosa actriz porno estaba solo en ropa interior, trabajando en su próximo guion en el ordenador.

- ¿Tuviste un buen día?

- El mejor. Simplemente el mejor, mamá.

- Así lo veo - dijo Analia, poniéndose de pie, y recogiendo restos de leche fresca de su rostro, que luego saboreó con gusto- ¿Cuántos fueron?

- Tres extraños en el parque, mamá.

- Muy bien… para empezar.

- ¿Cómo lo harías para manejar más pollas si solo tenemos un límite de agujeros?

- Eso es algo que se aprende con el tiempo. Hoy podríamos hacer algo… con cuatro o cinco, quizás. Déjame hacer unas llamadas. Pero primero ve a ducharte, que a ningún hombre le gusta coger a una hembra que huela a otro macho.

- Sí, mamá. ¿Puedo invitar a unas amigas a quedarse mañana?

- Claro, hija. Mientras más mejor.

Necesitaba que ellas le contaran como les había ido en su día. Y también, contarles cómo había sido el suyo. Un día cualquiera en la vida de Ana Fakas.

 

 

 

Continuará...