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Memorias de Sexo y Juventud (04)

en Grandes Series

- ¿Aló?

- A-aló…

- ¿Penélope? ¡Soy yo, Vicky!

- ¿V-Vicky? Ah, hola, hola, ufff…

- ¿Cómo estás, amiga? Suenas extraño.

- Ahhh… b-bastante bien… n-no te preocupes.

- Oye, llamaba para invitarte a salir con las chicas el sábado. Me dieron descanso en la jefatura, Valentina está de vacaciones como todos los profes, y las demás tienen libre. ¿Te apetece ir a beber algo en el Italiano y nos ponemos al día, o lo tienes ocupado en el laboratorio?

- Ufff, n-no, para nada… n-nos veremos allá, Vicky, no te preocup… a-ah, hh... hhhhhh…

- Que así sea entonces. Y, Penélope…

- ¿Sí?

- ¿...Están ricos esos dedos? -le preguntó la teniente Victoria Lito a su amiga, que conocía mejor que nadie - ¿O estás usando otra cosa, cariño?

- N-no, estoy usando un vibrador que inventé hace unos días… ah, hmmm, ahhhh… tiene un sensor de polímero que percibe con ondas de calor qué parte de tu pared vaginal necesita m…

- Ok, no me digas nada jajaja… solo llévalo ese día y me lo prestas, y ahí te diré lo que siento, porque no te voy a entender un carajo.

- O-ok… ah…. - La jefa del laboratorio, Penélope Sena, se metió el vibrador lo más adentro que pudo, y se llevó la mano libre a una de sus enormes pechos, que casi parecían a punto de reventar la blusa que llevaba la mujer debajo del delantal. A la vez, dejó el teléfono en su oído, sujetándolo con su hombro, para que Victoria pudiera escuchar cómo se venía-. M-me… me corro…

- Lo sé, amiga mía, lo oigo… espero que te sea provechoso.

- Ah, hmmm…. ahhhhhh, ah, ¡hhhhhmmmmmmmmmmmmmmmmm!

Después de venirse, Penélope se quitó el gran vibrador y le dio el visto bueno con un lametón, degustando sus propios jugos vaginales. Se vendería sumamente bien, y eso que solo lo había probado con la segunda de cinco velocidades. Si hubiera usado la máxima potencia quizás habría enloquecido… o quizás no.

Después de todo, la primera vez que usó algo similar, casi sí se vuelve loca…

 

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Penélope Sena vivía solamente con su madre, Carla, que trabajaba casi todo el día para darle educación. Penélope, para compensarle, tenía las mejores calificaciones no del curso, sino de la escuela entera, y así había sido durante todos los años que había estado allí. Y no era que fuera tan estudiosa, sino que ya había estudiado tanto que todo se le hacía exageradamente fácil. Por lo mismo, cuando no estaba resolviendo sus ecuaciones químicas, repasando las leyes de la física cuántica o simulando funciones, se divertía con videojuegos. Le encantaban los de disparos, de equipos SWAT con cuyos miembros podía tener un sinfín de conversaciones sin la incomodidad de que se le trabara la lengua por lo nerviosa que podía ponerse.

Lo cierto era que Penélope era sumamente tímida, pero también sumamente atrevida. En la escuela, mientras Valentina era la inocente, Loreto la madura y Victoria la rebelde, a ella podían considerarla la empollona, la nerd… la nerd de tetas grandes. Pues era en lo que más se fijaba cualquiera, en que tenía los senos más grandes de cualquiera en el colegio, por más que quisiera esconderlo con ropas holgadas y un par de tallas más altas. Sin embargo, ella, tímida, evitaba a los chicos y aducía concentrarse solo en estudiar. En gimnasia estaba eximida, por sus supuestos problemas de salud, y fingía que estaba pasada de peso para que no la vieran sin ropa… pero sus amigas sabían la verdad: tenía un cuerpazo de escándalo gracias a esas tetas y su cintura estrecha que las hacía destacar aún más.

Ello hacía juego con su largo, ondulado y sedoso cabello negro, sus ojos grisáceos detrás de unos anteojos que, para algunos, eran muy sensuales, y piel tersa y delicada. Como decía siempre Scarlet, una de las amigas de Ana Fakas, la “perra oficial del colegio”, era un bombonazo envuelto en una caja dentro de otra, y que por eso jamás lograría la felicidad.

 

El caso es que cuando jugaba podía dejar eso de lado. No conocía a ninguno de los que chateaba con ella mientras jugaba y disparaba en la cabeza de sus enemigos. Con varios gamers había llegado a flirtear descaradamente, utilizando un lenguaje que jamás en su vida saldría realmente de sus labios.

La situación se intensificó aún más tras la noche en que, junto con sus amigas, vio aquel video en la fiesta de bienvenida de año. Ese video que tan bien recordaba (porque no era capaz de olvidar nada), donde salían dos fascinantes mujeres en medio de una orgía, devorándose a besos y lamidas entre sí, y recibiendo lechazos unos tras otros de los hombres increíbles que las rodeaban. Esa misma noche, recordando cuánto se esforzaba su madre por ella, había salido del bar y se encontró con Marcos, el chico malo de la escuela que las había llevado a ver el video en primer lugar, orinando en el callejón… Fue esa misma noche cuando, detrás de un contenedor, y hambrienta de polla, dejó que ese hijo de puta le hiciera de todo, y lo disfrutó como una perra en celo, cosa que sólo compartiría con aquellos amantes de la violencia que compartían equipo con ella, durante esa ficticia misión en Prusia.

Al día siguiente, además, durante las clases, Victoria se había comportado como una cachonda sin remedio, y eso también la encendió. Tanto que, escondida detrás de un árbol del patio central, Penélope se tocó mirando a Marcos jugando fútbol con los otros jóvenes (a pesar de que el chico no parecía recordar cómo se lo había metido, quitándole su virginidad en medio de un caos de placer). Tanto que, el olor y sabor a su entrepierna le estaba volviendo loca, y deseó estudiar todo sobre eso. Tanto que, tras volver a casa y terminar sus obligaciones en un santiamén (tampoco es que fueran muchas para el primer día de clases), fue a la cocina y sacó el pepino más grande que encontró. Su madre llegaría tarde, pues saldría con su novio, ¡así que era su oportunidad! Lo lavó y le puso un condón que compró con una moneda en un dispensador de preservativos. Corrió a su habitación (con caminar no era suficiente, estaba completamente empapada) y encendió el videojuego del ordenador.

Penélope estaba con su pijama puesto, consistente en su camiseta más corta, de color negro, y un short diminuto de tono rojo con flores blancas. Debajo no llevaba absolutamente nada… estaba sudando, y no por haber hecho demasiado ejercicio. Tras comprobar que le gustaba cómo se veía, y pasar por el habitual rubor de mejillas, encendió el micrófono.

- Hola chicos, ¿me extrañaron? -preguntó a sus compañeros de equipo cuando ingresó. En toda su gloria, pues lo primero que hizo fue cargarse a dos “enemigos”.

- ¿Pero si no es Lupita? -preguntó uno, que le daba la impresión de tener unos cuarenta.

- Madre mía, ya la estábamos extrañando -dijo otro, más joven. Su voz siempre provocaba en Penélope un calor inusual, que la llevaba a terminar coqueteando y luego saliendo abruptamente del juego, cuando se ponía tan roja que necesitaba irse a lavar la cara. ¿Cómo lo iba a hacer cuando se topara con un hombre de la vida real? ¿Mirar otra vez ese video y buscar a alguien en un callejón? ¡Ni siquiera a sus amigas le había dicho que había tenido su primera vez esa noche, y con Marcos!

- ¿Qué cuentas, Lupita? ¿Un buen día en tu último año escolar? -preguntó el tercero de su equipo, el líder, un hombre que se pasaba la vida en los videojuegos.

Esa fue la pregunta que le hizo a Penélope pensar “bien, es el todo o nada”:

- Pues nada, que anoche fui a una fiesta con mis amigas -Penélope mató a tres soldados más con tres precisas balas-, y vimos una porno -continuó.

Se hizo el silencio. No un silencio incómodo, sino de esos silencios interesantes que, según los libros de psicología, eran tan tentadores a romperse con una pregunta tal como esperarse ser preguntada. Por un rato, solo escuchó la débil respiración entrecortada de los miembros del equipo.

- ¿Que viste qué, mujer? -preguntó el joven, riéndose nerviosamente.

- Una porno.

- ¿Y qué clase de pornografía era? -inquirió el más experimentado, un hombre de familia que solo se conectaba un rato durante la noche.

- Una buenísima, de dos mujeres en un… -le costó recordar la palabra, pero apenas la pronunció, sintió un deseo irrefrenable de tocarse el empapado chumino- bukkake.

- ¿Ah, sí? ¿Y no te… no sé, no te molestó?

- Al contrario -contestó Penélope, segura de sí misma, matando a un enemigo oculto solo ocupando la mano izquierda, mientras con la derecha sostenía el gran pepino que utilizaría en los próximos minutos. Lo estudió con entusiasmo mientras se dedicaba, con su personaje, solo a apuntar y disparar: tenía una textura semi rugosa, un largo excitante y una dureza apasionante. Definitivamente se estaba volviendo loca, analizando cuán placentero le resultaría un dildo improvisado-. A mis amigas y a mí nos quedó dando vueltas durante todo el día; yo no he dejado de pensar en eso. Ni un solo segundo.

- ¿Sí? -dijo uno, no importaba cuál ya-, ¿y en qué has pensado?

- En cómo se sentiría estar en medio de una orgía. Rony, cuidado, que te amenazan por atrás.

Lamentablemente, distraído, “Rony” murió poco después, pero siguió hablando mientras esperaba por su inminente resurrección.

- Oye, chica, ¿no estás con tu madre o algo así? No te vaya a oír diciendo esas cosas -dijo, algo perplejo, el mayor de sus compañeros.

- Ufff… d-déjala terminar, Paco, ¿no ves que nunca ahhhh… hay que interrumpir a una dama en sus relatos? -intervino el gamer obseso, probablemente el típico gordito de turno en el sótano de su madre y estudiando computación que veía en tantos lados. Sin embargo, incluso imaginar eso le puso a Penélope caliente. Ya no estaba pensando bien, al igual que Valentina la noche anterior cuando perdió su virginidad con un desconocido, o Victoria durante el día, flirteando con el profesor… pero no le importó.

De hecho, dejó el notebook en la cama y se puso a cuatro patas. Se bajó el short después de quitarse a todos los enemigos cercanos de encima (no iba a esperar que sus compañeros la defendiesen… dado el sonido de su respiración debían estar pensando en otra cosa, lo cual la entusiasmó todavía más), y examinó una última vez el pepino en su mano.

- ¿Saben? Tengo aquí un pepino de la cocina que me recuerda a la peli… y, no sé, creo que me están pasando cosas por la mente, ¿qué hago?

- ¿Qué cosas? -preguntaron los tres, casi al unísono. Rony murió de nuevo, pero no pareció importarle.

- No lo sé, nunca he hecho estas cosas… pero sabe bien. No imaginen cosas raras, no voy a meterlo donde no corresponda así como así. Por eso le puse un condón.

Dicho eso, dejó que la imaginación de esos hombres fluyera, y lamió y besó el vegetal en su mano con una glotonería que jamás había visto de sí misma. Estaba perdida.

- ¿Q-qué es ese sonido, Lupita?

- Yo comiendo -respondió sin problemas. Luego dejó el controlador de lado y se tocó la entrada vaginal. Tenía un olor fuerte, pero no desagradable. Estaba resbaladizo, muy mojado y abierto… después de lo de la noche no podía preocuparse de su virginidad, así que sin poder esperar más, se metió el pepino en su interior.

- Hmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

 

Apenas hizo contacto, Penélope se revolvió en la cama, estremeciéndose como si hubiera tenido un ataque. En condiciones normales, incluso si hubiera estado tan o más excitada que ahora, no debió haber provocado una reacción así de potente, casi se viene al primer contacto… más aún, casi se desmaya. El cerebro genio de Penélope comenzó a funcionar rápidamente, a la vez que oleadas de placer y un olor fascinante le devoraban los sentidos.

- ¿Estás bien, Lupita? ¿Qué es ese sonido? -preguntó uno de los chicos.

- m… toy… bando.... -contestó Penélope a duras penas.

- ¿Q-qué cosa? -siguió el experimentado, entre nervioso y entusiasmado por lo ocurrido.

- Que me estoy masturb... ah…. me estoy metiendo eso que les d… ah…

De pronto, la muchacha escuchó el sonido característico del fap, fap, fap en su auricular. Uno de ellos… no, dos de ellos se estaban pajeando mientras la oían gemir. Eso la hizo babear, y rápidamente debió limpiarse.

- ¿Cómo son, chicos? Sus… ah, ah, ah, ahhh... ¿cómo son sus cosas? -inquirió esta vez Penélope, dejándose llevar, olvidándose de su timidez, y al mismo tiempo investigando con la otra mitad de su cerebro por qué diablos estaba actuando así de desinhibida y calentorra.

- G-grande… (fap, fap, fap, fap)

- Grande y duro. (fap.... fap)

- Largo y gru… grueso… (fapfapfapfapfap)

“Jaja, hombres”, pensó Penélope, pensamiento que jamás había cruzado por su mente. Los tres se estaban pajeando por ella, y eso le encantaba.

El vegetal, entrando, era grueso y ocupaba completamente el espacio vaginal. La textura del preservativo tocaban el fondo del conducto, y por fuerza rozaba las cavernosas y empapadas pares de su interior. Con su mano, cada vez más veloz y frenética, tocaba de vez en cuando su clítoris, que hasta esa noche había sido su único compañero de placer, resuelta a cuidar su virginidad y pureza.

- B-bueno, eso me hmmmmm eso me agradaahhhh, ah, ahhhh, ¡hmmmmm, ah, ah!

 

Penélope se dio vuelta, recostándose sobre su espalda. Sus tetas quedaron expuestas, grandes y firmes, herencia orgullosa de su madre y abuela. Scarlet sí que se las había quedado mirando esa mañana, en el colegio… ¿acaso esa tipa quería algo con ella? Ana y sus amigas estaban completamente locas.

Allí fue que recordó que, si bien Marcos las había llevado hacia el video, probablemente era algo de Ana. Algo debía haber planeado, ella debía estar de eso. ¿Cómo un video podía provocar esas sensaciones en alguien que lo viera? La explicación más razonable tendría que ver con algún tipo de hipnosis y mensajes subliminales entre los distintos frames, que las llevaran a sentirse excitadas la mayor parte del día e hicieran cosas que jamás harían en condiciones normales. ¡Y que no tuvieran problemas con ello!

A la vez que pensaba, Penélope se seguía masturbando, gimiendo en el micrófono con más y más fuerza mientras escuchaba el fap fap fap fap de sus compañeros.

- Dios -se escuchó decir, a pesar de ser atea. Se miró las tetas que Scarlet tanto había mirado, y se agarró una con fuerza con su mano libre. Pellizcó su pezón y se retorció como una gata en celo-, pero qué cosas tremendas tengo, chicos, ah….

- ¿Qué cosas, Lupita? (fap fapfapfap)

- Mis tetas… si las vieran se volverían locos, hm, hmmm, hmmmmm

(Fap, fap, fap, fap, fapfapfapfapfap)

 

Entonces, recordó que una de las mujeres del video era… bueno, era Ana. ¿Cómo no se había dado cuenta de algo así? ¡Era Ana!

Bueno, no exactamente, no podía ser Ana, pero era idéntica a la puta oficial del colegio. ¿Acaso podía ser un familia? En cualquier caso, ella podía tener las respuestas que necesitaban, pero para ello, no podía ir sola. Se aterraría solo de estar cerca de ella y ser mirada por otros. Necesitaba a sus amigas.

Por ahora, solo le quedaba disfrutar. No le quedaba casi nada para correrse.

- Oye, Lupita… ¿no nos estarás jugando una… ah… broma, verdad? -suspiró el padre de familia, seguramente oculto de su mujer mientras se pajeaba con los sonidos de una colegiala del chat.

- ¿Te parece… ufffff, ah, hmmmm, que podría bromear con este gustazo? -Por un momento, se dejó el vegetal adentro y se meneó ambas tetas con las dos manos. No podía cubrirlas enteras… deseaba uno de los penes que tanto imaginaba allí. Uno de los penes en el video. ¡Cualquier cosa!

- Chica, voy a venirme, y va a salir mucho.

- Yo también estoy a punto, ahhh….

 

“¡Semen! Dios”, pensó Penélope, otra vez faltando a su ateísmo. Desde que era más joven, cuando comenzó a ver porno, no se interesaba tanto por la actividad, ni por quién hiciera la escena, ni el tamaño del miembro del tipo ni nada de eso… pero sentía una extraña fascinación por aquel líquido pegajoso, semitransparente, que las chicas parecían tanto disfrutar. ¿Qué olor tendría? ¿Qué sabor tendría? ¿Cómo sentiría su textura en su piel? ¿Qué tal su temperatura y consistencia? Tenía una obsesión por estudiarlo, y cuando tuvo la oportunidad, Marcos se vino en el condón que tiró a un basurero después de la increíble follada.

- Sí, semen…. semen, semen, semen.

- ¿Quieres esto, puta?

Jamás la habían insultado. Jamás pensó que se correría solo por ello.

- Sí, sí, sí, dénmelo por favor, ahhhhhhh, ah, hmmmmmmmmmm -pensó que se le podría romper la mano, pero no le importó. Chorros de un líquido blanquecino salieron de su coño, empapando las sábanas y el pobre pepino que tan bien había cumplido su tarea. Al mismo tiempo, escuchaba los gritos de sus compañeros que anunciaban su deliciosa venida… “Semen, sí, semen”, seguía pensando, como una lunática ninfómana.

Qué gustazo. Qué rico había sido.

 

- ¿Y ahora qué hago? -se preguntó Penélope, mirando el desastre que había dejado. Sus tetas rojas, pezones durísimos, cuerpo lleno de sudor, sus anteojos quién sabe dónde, sus shorts de pijamas mojados y un pepino gigante empapado y tirado en el suelo. Desconectó el videojuego y corrió a botar y limpiar todo, sumamente avergonzada y aterrada por lo que se había apoderado de ella.

Muy bien. Adelantaría sus deberes, planearía cómo contarle a sus amigas lo del video y Ana, y se dormiría. Y se olvidaría de toda esa tontería lujuriosa. ¿Cómo se atrevía? ¿Iba a distraerse con eso de lo que de verdad le importaba? ¡Jamás volvería a cometer esa locura!, pensó.

 

 

 

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Años después, la jefa del departamento de ciencias de la universidad, Penélope Sena, invitó a sus compañeros al laboratorio. Ellos la conocían perfectamente bien, era la más brillante en el lugar, y la que más se había esforzado para llegar al altísimo lugar donde estaba. Además, todo lo que creaba se vendía a altos costos, incluso aquellas cosillas que hacía de vez en cuando para lo que, a todas luces, más le importaba.

“La salud sexual”, decía ella.

- Bienvenidos a todos y todas. Hoy, les presentaré esta belleza -dijo la jefa, mostrándole a todos un par de los nuevos vibradores que hacía construido, ganándose un aplauso de bienvenida.

No eran horas de trabajo, los que no la conocían ya se habían ido a casa, pero los que estaban ahí eran los que siempre se quedaban con la científica para disfrutar de los mejores avances en liberación de tensión del país.

- Estos bebés no funcionan con batería, sino que con la energía calórica del propio cuerpo, reaccionando a lo que más desean. Las chicas presentes, lamentablemente no podrán probarlos aún, les prometí a unas amigas que serían las catadoras de lujo. Sin embargo…

Penélope se soltó el cabello, se abrió la bata, se subió la corta falda, se quitó las pantaletas, y se bajó el escote para que todos pudieran admirarla de arriba a abajo. Luego se sentó de una manera muy sensual en una de las sillas, y se llevó los vibradores a su lengua afuera, y su coño ya mojado.

- ...les daré una muestra exclusiva. Disfrútenlo, como siempre.

Y dicho eso, los presentes se quitaron la ropa mientras la observaban disfrutando de su propio cuerpo y las consecuencias de su cerebro. La orgía habitual del jueves había dado inicio.

 

Continuará...