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Memorias de Sexo y Juventud (02)

en Grandes Series

Valentina despertó en su cama, abochornada y cansada. ¿Qué diablos había sucedido? No recordaba demasiado, solo que había bailado y bebido con sus amigas... ¿o había ocurrido algo más?

 

- ¿Lo pasaste bastante bien ayer, eh? -le preguntó su madre, Valeria, que se vestía para ir a la clínica. En ese momento se encontraba junto a su cama, en ropa interior, con un conjunto bastante sexy de color celeste que habría revolucionado a cualquier hombre, y que a Valentina, como siempre, le ponía incómoda.

- ¿Eh? ¿Mamá? -le dolía la cabeza. No recordaba haber regresado a casa. - Ponte algo, por favor.

- Pero si eres mi hija, deja que me relaje un poco.

- ¡Exacto, eres mi madre! Dios, qué dolor de cabeza...

- Vicky y las demás te trajeron aquí, cerca de las tres de la mañana. Me hubieras llamado, en lugar de pedir un taxi -dijo Valeria, inclinándose para sacar los zapatos de la parte baja del mueble. Su hija se quedó embobada mirándola, Valeria Ginez tenía un trasero grande y redondo...

- ¿Pero qué estoy haciendo? -se preguntó Valentina, golpeándose en la cara- Mamá, lo siento, no me acuerdo mucho sobre ayer.

- Tranquila, pero recuerda, hoy es el primer día de clases. Claro, empiezan más tarde, como siempre después de que queden despiertos hasta altas horas de la noche, los de dirección no son tontos, pero eso no cambia las reglas. Ve a ducharte y vestirte, que no vas a faltar hoy aunque truene y relampaguee.

 

Al contrario de su presunción, el día estaba hermoso y brillante, con un sol cálido y vigoroso. Valentina, presa del sudor, se quitó el pijama y corrió a la ducha a bañarse. El agua estaba perfecta. Más que nunca, Valentina sentía que necesitaba mucho esa ducha... como si la limpiara, en todos sus puntos. La chica se miró el cuerpo... su cabello negro, su piel tersa y suave, sus pechos redondos, ya bien desarrollados. Su trasero era firme, perdió algunos segundos mirándolo de más mientras apuntaba la regadera a su cuello. Se sonrojó. ¿En qué estaba pensando? ¿Primero mirando el de su madre y ahora el propio? Debía estarle afectando todavía el ron de la noche anterior. Estuvo tentada a llevarse la mano hacia abajo, como hacía de vez en cuando en la ducha. Sus cortos pelitos púbicos negros estaban muy cerca de su temblorosa mano derecha… pero se detuvo. Si empezaba tardaría un montón en terminar, y no quería llegar tarde. Sin embargo, ¡se sentía desesperada como nunca por tocarse! ¡Qué frustración!

Después de estar bien limpia, Valentina regresó a la habitación y, en ropa interior (un conjunto blanco que le gustaba), se probó el uniforme escolar frente al espejo. Algo curioso le ocurrió… no le parecía tan atractivo el año pasado. Zapatos negros, medias blancas que llegaban hasta un poco bajo las rodillas, no tenían nada de raro… pero no recordaba que se viera así de bien. Modeló las piernas, levantándolas y poniéndolas de lado frente al espejo, algo ruborizada.

Valentina, de pronto, corrió a la puerta y la cerró con llave, con la respiración entrecortada. ¿Qué le estaba pasando? Volvió al espejo y se probó la camisa blanca, con la delicada y adorable corbata azul oscuro, casi negra. Solo llevaba abajo los calzoncitos, y se sintió muy sensual, marcando la silueta de sus senos con la larga camisa estirada hacia abajo. “Wow… nada mal. ¿Acaso crecí tanto en un año?”, se preguntó.

Luego se puso la falda. Era negra, un color poco común en las escuelas del país, pero que a ella siempre le había parecido interesante. Le llegaba hasta las rodillas, como se esperaba de las buenas chicas del colegio.

Ya estaba lista.

Valentina se puso algo de brillo labial, se peinó el largo y liso cabello negro hacia atrás con un cintillo, y se puso la mochila al hombro. Fue a la puerta, y rápidamente regresó al espejo. Se quitó el cintillo, dejó su pelo un poco más alborotado, dejando que cayera por encima de su seno izquierdo y parte de su rostro de una manera muy coqueta, y se subió la falda hasta un poco más arriba de la cadera, revelando casi al completo sus muslos. Se dio una vuelta completa, y su reflejo la siguió.

¡Ahora sí que estaba lista!

 

 

 

En la entrada de la escuela la esperaban sus tres amigas, que rápidamente la abrazaron, le tomaron la fiebre, y la llenaron de preguntas.

- ¿Estás bien, amiga?

- ¿Qué te hicieron?

- ¿Qué NOS hicieron?

- ¿Desde cuándo usas la falda tan corta?

- No te hagas, que tú también la subiste hoy.

- ¿Recuerdas quién fue?

- ¡Chicas, chicas! -interrumpió Valentina, acalorada ante el interrogatorio. El cielo no ayudaba, pues hacía un calor terrible que le dio unas ganas casi incontrolables de quitarse la camisa-. No sé de qué hablan. ¿Bebimos mucho ayer?

- ¿No te acuerdas? -le preguntó Vicky, su mejor amiga de toda la vida. Tenía una nariz pequeña, adornada por un piercing que se quitaba siempre ante la puerta del salón de clases; era de sonrisa fácil y de lúcidos y vibrantes ojos verdes, que hacían juego con su corto cabello escarlata, el cabello de fuego que los chicos más miraban cuando estaban cerca de ella. Era baja, de senos relativamente pequeños pero firmes, y una cintura delgada que acentuaba más tanto su trasero redondeado como sus piernas bien torneadas-. ¿No te acuerdas dónde te encontramos anoche? ¿Cómo ibas?

- Pues la verdad no, y ya me están asustando.

- Nos ocurrieron muchas cosas anoche -siguió Penélope-, a todas. Tal vez lo mejor sea hablar de ello cuando estemos listas.

- Pues yo me enteré que lo disfrutaron mu-chí-si-mo -dijo una voz cantada y sensual, que reconocían tremendamente. Las 4 tuvieron ganas de que las enterrara la tierra.

 

Ana Fakas venía hacia ellas, seguida por su séquito, la tonta de Tita Ponce, y al perra de Scarlet Cusso, a la vez que se limpiaba con un pañuelo el líquido blanco que le había quedado en el escote. No llevaba corbata, lucía la camisa media abierta, una falda cortísima que dejaba ver parte de lo que nadie podría asegurar era ropa interior de colegiala, y zapatos de tacón. En la cara todavía tenía rastros de aquel líquido pegajoso.

- Ufff, me estaba divirtiendo en la plaza con los chicos, cuando recordé que no había saludado a mis queridísimas amigas -dijo Ana, riendo al igual que Tita. Scarlet, en cambio, miraba provocativamente a los enormes senos de Penélope sin ningún tapujo.

- ¿Qué es lo que quieres? -preguntó Victoria, desafiante, hasta que notó las manchas en la cara de Ana (algo que ya le habían visto en otras ocasiones), y se ruborizó sorpresivamente. Algo había recordado.

- ¿Qué tanto miras, si ayer no estabas tan distinta, querida Vicky? Y tú, Valentina… me contaron que lo pasaste bastante bien esta noche. ¿Primera vez?

 

De pronto, Valentina recordó. Un muchacho encima de ella… entrando en ella… quitándole la ropa, besándola y tocándola por todos lados. ¡Había tenido su primera vez y no lo recordaba!

¿Había sido violada?.... No…. recordaba disfrutarlo. De hecho, estaba rememorando las sensaciones, y sintió un destello de calor entre sus piernas… ¿Cómo podía haberse olvidado de eso? ¡Ni siquiera recordaba quién había sido!

- Vaya, vaya, veo que te estás sofocando, querida. Pero vamos, cuenta el secreto, ¿quién fue el afortunado que te quitó la flor?

- Ya basta, Ana -habló por primer vez Loreto, la más serena y seria de sus amigas. Scarlet dio inmediatamente un paso adelante, pero Ana detuvo a su amiga, al mismo tiempo que lamía su propia mejilla (el gesto técnico característico de la muchacha, aprovechando su larguísima lengua) y tragaba un poco de lo que había allí.

- Qué dramática, Lolo, pero no te preocupes, lo dejaré así. Y tú, Valentina, me alegro que lo disfrutaras, espero que lo hagas más a menudo. -De pronto, Ana adoptó un tono de susurro más brusco, casi amenazador, acercándose al oído de Valentina- Pero te lo advierto: si descubro que fue Pedro el “afortunado”... si resulta que fue él… tendrás que aceptar las consecuencias, puta.

La verdad, Valentina no sabía quién había sido. O, más bien, no lo recordaba, porque estaba segura de haberlo visto en algún momento. Mientras Ana se alejaba con sus amigas, Valentina captó la mirada de Pedro Pendola, cerca de un árbol, en silencio, comiendo una manzana como todas las mañanas. Él rehuyó la mirada y se dirigió a la sala.

¿Qué había sido eso? ¿Estaba molesto con ella? ¿O estaba indiferente como siempre? ¿Cómo podía ser tan jodidamente atractivo? Era el único chico que Ana deseaba y no había obtenido, todos lo sabían… ella lo deseaba también. Valentina sintió el rubor en sus mejillas y el cada vez más recurrente (e incómodo) calor en su entrepierna. ¿Acaso ya lo había tenido? ¿Había sido él quien le quitó la virginidad?

 

 

 

Horas más tardes, las clases se habían dado con regularidad. En Biología hablaron sobre mitocondrias y en Arte sobre el puntillismo. Nada nuevo… pero ahora venía matemáticas. La clase que podría resultar jodidamente aburrida de no ser porque el profesor, Sergio Menez, era un guapetón de campeonato. Espalda ancha y recta, barbilla bien afeitada, abdominales marcados detrás de la camisa, corto cabello castaño, dientes perfectos y sensuales ojos verdes. Las chicas se la pasaban suspirando por él durante toda la clase, y se esforzaban por resolver sus ejercicios, por lo cual, de hecho, tenían altísimas calificaciones en el colegio comparado con otros.

¿Cuál era el problema, entonces? Valentina sabía que estaba entrando en calor. No sabía todos los detalles de lo que había pasado la noche anterior, pero claramente habían provocado algo en ella. Y también en sus amigas. Mientras la clase transcurría, Penélope se relamía constantemente los labios sin quitar los ojos del profesor, a la vez que resolvía todos los ejercicios en su cuaderno sin siquiera mirarlo; Loreto se abanicaba de cuando en cuando con una libreta, y le estaba encontrando el gusto a acariciar sin detenerse su larga cola de caballo. La misma Valentina se frotaba una pierna contra la otra, tratando de controlarse. ¡Pero es que era tan guapo! Un verdadero Adonis que le hacía cruzar fantasías loquísimas por la cabeza.

- Victoria, ven adelante y resuelve esto, por favor.

Las tres chicas miraron a su otra amiga, aterradas ante su reacción. Ellas podían tener un crush en el profesor, pero sabían que Victoria Lito estaba directamente enamorada de él, aunque intentara negarlo de todas las maneras posibles (algunas muy creativas)

Victoria se adelantó, caminando con una sensualidad que jamás le habían visto. Se acercó al profesor, lo miró fijamente a los ojos, y nadie pudo ver qué hizo, pero el profesor Sergio se ruborizó. Victoria tomó el marcador de su mano, y se acercó al pizarrón, procediendo a resolver la larga ecuación de una manera impresionante, inclinándose de vez en cuando, dejando que se viera parte de su ropa interior.

Vicky terminó, le devolvió el marcador al profesor, y con descaro le rozó la mano con sus propios pechos antes de volver a su asiento. Allí, ante las miradas de todos, tomó un lápiz, y se lo metió a la boca.

 

Valentina no perdió detalle de los próximos minutos, incluso fallando en algunas respuestas por la distracción. Victoria, a su lado, había masturbado y chupado ese lápiz como si fuera otra cosa. Lo más terrible fue cuando se abrió ligeramente de piernas en medio de una lección, y se tocó la vulva con la punta del lápiz, soltando un gemido que solo Valentina escuchó. En algún punto, le había dicho algo, en silencio, al profe, cuando lo tuvo cerca, e hizo un gesto que jamás le habían visto, inflando su mejilla derecha con su lengua, imitando una felación. Valentina estaba a punto de ir corriendo al baño a masturbarse ante todo lo que veía hacer a su amiga.

Al terminar la clase, las amigas salieron, pero Victoria se ofreció a llevar el libro de clases con el profesor a la sala de docentes. El profesor, siempre profesional y serio, había titubeado, pero al final lo había permitido. Conociéndolo bien, Penélope y Loreto asumieron que él iba a hablar con ella sobre su conducta, y darle un regaño o algo así. Valentina no estaba tan segura.

 

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La profesora Valentina Ginez recordaba con gusto ese día, y deseaba haber sido ella la que tuvo la valentía de acercarse y seducir así al profesor de matemáticas, como lo había hecho Victoria. Ahora, era ella que estaba al otro lado de la sala, acariciando las vergas duras y firmes de los dos alumnos que se habían quedado con ella tras el receso. Vigorosas, con las venas marcadas a lo largo y a lo ancho, claramente eran los mayores y más experimentados del colegio; la profesora movía frenéticamente ambas manos alrededor de esas pollas, haciéndose agua la boca.

También húmeda estaba su entrepierna, pero no podía tocarse con las manos ocupadas… obviamente la solución a la ecuación era lógica, y se llevó una de las vergas a su boca para ocupar la mano libre en su mojado conejo, que ya no podía esperar más. ¡Dioses, qué bien sabía ese pene!, pensó. Su lengua se estaba dando un verdadero banquete con ese enorme pedazo de carne.

- Ni se les ocurra correrse, ¿eh chicos? Miren que aún tengo mucho que enseñarles.

- ¿No será que nosotros le enseñaremos algo a usted, profe? -dijo uno de los chicos, intentando ser seductor, tomándola del cabello y jalándola hasta se metió la polla entera.

La profesora, como respuesta, se llevó la mano empapada de jugos vaginales a su camisa, la abrió para que salieran a lucir sus enormes tetas, y luego a los huevos del muchacho desafiante, sacándole un gran gemido que, la profesora esperó, no fuera oído en las salas contiguas donde otros profesores podían estar en reuniones con apoderados.

- Muchachos, hay muy poco que ustedes puedan enseñarme a mí… pero eso no significa que no podamos disfrutarlo, ¿no lo creen?

 

La profesora se quitó las bragas de encaje, se subió a uno de los pupitres y acercó con su larga y sensual pierna a uno de los chicos, hacia ella, empalmado como nunca. Sacó un condón de su bolso y se lo puso rápidamente, mostrando su experiencia, antes de dejar que se lo metieran de un empujón. ¡Qué gustazo, qué cosa más alucinante era que una polla joven la penetrara con tanta potencia!

Al otro chico, el que había hablado y ahora se mantenía callado, le agarró la polla y comenzó a realizarle una mamada de campeonato, cuidando de que en cada chupada la punta le tocara la campanilla. Se preguntó si así se lo habría chupado Victoria al profesor en esa ocasión, aunque lo dudaba. Para hacerlo así se necesitaba experiencia. Lo que no dudaba era que Vicky debió haber estado igual que ella ahora, nadando en placer mientras un pene durísimo le penetraba hasta dejarla perdida.

El muchacho que se la metía se quitó la camisa, mostrando sus pectorales de deportista, y llevó la lengua a los pechos de la profesora Valentina, que se bajó como pudo el brassier en medio de la vorágine de placer. ¡Qué gustazo!, ¡qué rico era tener dos penes para ella sola, que además se molestaban en darle esos pequeños detalles de placer!

 

Tras quince minutos cambiaron de posición, tal como había hecho durante esa noche, tantos años atrás, en medio de la oscuridad. Se inclinó sobre la mesa, se subió la falda, y permitió que el otro chico esta vez la penetrara. Se sentía diferente, pero igualmente satisfactorio. Su vagina estaba chorreando de gusto, y más cuando se puso a pajear al otro muchacho, a sabiendas de que estaba pronto a venirse. A esas alturas, ya era capaz de predecirlo.

- Te vienes, ¿verdad, cariño? ¡Ah, ah, ah, ah! Échalo todo sobre mí, no te guardes nada, deja que te enseñe como se recibe la leche para que te sientas de la mejor manera posible, hmmmmm, ahhh…. dale, penétrame más fuerte, tú...

- ¿Está segura profe? Creo que será mucho -dijo el chico, comenzando a masturbarse frenéticamente, mientras Valentina le lamía el cuello con voracidad.

- Por supuesto, ¡ah! pero prométanme, ¡ah, ah, ah! que van a subir las calificaciones…. Uff, eso, sigue así, cariño…. Si así lo hacen, esto podría volverse algo recurrente, ¿estamos claro? ¡ah, hmmm, ahhh!

- ¡Así será profe! ¡Ah! - el chico se quitó el condón, y furiosamente se vino sobre la cara y las tetas de la profe, que suspiró de puro gusto. Años atrás, cuando tuvo su primera vez, no había aprendido a apreciar el gustazo que es que se vengan encima de una, chorreando ese líquido blanco, caliente y pegajoso… pero ahora sí. Era lo mejor de la vida.

- ¿Y qué me dices tú, cariño? ¿Estudiarás más?

- Si este es el premio, ¿cómo decir que no?

- Entonces dale, bombea más duro y fuerte, libera toda esa tensión acumulada… ¡Ah, ah!

El otro muchacho se corrió poco después, al interior de la profesora, que también se vino al sentir como se hinchaba la polla adentro. Valentina se bajó de la mesa y le quitó el condón al chico extenuado, procediendo a beber todo su contenido como la puta que era, saboreando cada gota que salía de ese manantial. ¡Qué delicia!, pensó.

 

En ese momento, la profesora Valentina se preguntó si su amiga Victoria recordaría como había sido su primera vez con aquel docente tan guapo, y si había disfrutado del morbo profesor-alumno tanto como ella...