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Memorias de Sexo y Juventud (07)

en Grandes Series

- ¿Qué están haciendo, mamá?

- ¡Hija, por favor, deja de mirar!

La doctora Valeria Ginez era ferozmente penetrada por Musku, un misterio local de quien se decía que visitaba a las amas de casa cuando estaban solas. Era un verdadero monumento, una masa de músculos sobre músculos, alto y varonil, con la polla más espectacular que hubiera tenido adentro en toda su vida.

El hombretón no decía nada. Era silencioso y enigmático, pero por sobretodo inagotable. Penetraba a la doctora con una fuerza y pasión descomunales, sin detenerse, sin parecer cansarse, entrando y saliendo de su coño a una velocidad casi divina.

Valeria solo llevaba puesto los zapatos, la camisa abierta y el sujetador debajo. Parecía haber estado ocupada en sus quehaceres cuando rápidamente fue sometida a la voluntad de Musku, sin intentar oponerse a ello. Sin demasiado preámbulo la había penetrado, y sin siquiera esperarlo, se vino en su polla casi al instante. Nada le impedía continuar, dejarse llevar por la lujuria y los ríos de placer en todo su cuerpo; ni siquiera la visión de su hija, Valentina, que la miraba con los ojos llorosos y las piernas temblorosas.

 

Valentina Ginez no podía quitarle los ojos de encima a aquel portento físico empujando sus maravillosas caderas, coronadas por nalgas que le hicieron erizar los vellos de los brazos, al interior de su madre. Lo peor es que tampoco podía dejar de mirar a su mamá, a una mujer preciosa a pesar de su edad, sensual incluso… sexy, igual que en aquel video que la había vuelto loca, al igual que a sus amigas.

- ¿No vas a parar, mamá? -preguntó tímidamente, con las mejillas sonrojadas y surcadas por ríos de lágrimas. Tantos sentimientos complejos pasaban por su mente, contradictorios incluso. Estaba enfadada, su madre le había ocultado algo importante de su pasado, y ahora le faltaba el respeto follando con un monstruo frente a ella… y por otro lado, sus bragas se estaban humedeciendo con solo ver la escena. Se sentía asqueada de sí misma, de tratar de captar con los ojos cómo lucía la polla del legendario Musku, y de contemplar con lujuria las curvas de su propia madre.

- No puedo, hija, no puedo… ah, ah, ah -seguía gimiendo Valeria, ocultando la cabeza en los pectorales de Musku, mientras este comenzaba a respirar entrecortadamente, a apurar la velocidad, a anunciar el clímax de su placer.

La pared en la que se apoyaba Valeria parecía a punto de romperse con los golpes de la polla de Musku en ella. Valeria se sentía desfallecer, estaba muerta de vergüenza, pero también gemía como una posesa y salivaba como una perra sobre el cuerpo de Musku, que estaba a punto de darle su quinto o sexto orgamos de la sesión. ¡Y frente a su hija!

 

De pronto, un clic. Un clic en la mente de Valentina Ginez, quien, tras reprimirse por tanto rato, y ante el dolor de lo que sentía, se dejó llevar por aquella otra parte de su consciencia que había nacido hace poco. Una fuerza caótica y huracanada de lascivia que controlaba sus extremidades, movimientos y pensamientos, así como sus más íntimos deseos. Aquella persona que surgió cuando fue testiga del video en el que aparecía su madre follando con un grupo de hombres bien dotados, junto a Amira Fakas, la madre de la puta de Ana, que tenía razón al fin y al cabo.

- Mamá… ¿es verdad que tú eres la del video? -preguntó Valentina, mientras una mano tímida se iba lentamente hacia la parte delantera de su falda de colegiala, tanteando el terreno, buscando donde ocultarse.

- Ahhhh, ah, ah, ¿de qué estás hablando, hija? ¡por favor, detente, Musku, no quiero que me vea así!

El hombre, sorpresivamente, bajó la velocidad de sus embestidas… poco a poco sacó su miembro del interior de Valeria, quien no pudo aguantar y obligó a Musku, con las piernas, a entrar de nuevo en ella.

- ¡¡¡¡Ahhhhhhhhh!!!! Estoy desquiciada, no puedo parar, perdóname hija, es que no entiendes…

- Mamá, respóndeme por favor - Valentina llevó su mano debajo de la falda. Su madre no la veía… no veía a su hija comenzando a darse placer ante la escena, dejándose llevar por sus más oscuros deseos. Comprobó que estaba completamente mojada, su clítoris formaba un bulto en las bragas, y no tardó demasiado en acariciarlo con su dedo corazón.

- ¿V-video? Hija, ¡hija, no me digas que…! ¡Ah, Musku, vas a matarme! -Valeria sacó la cabeza del pecho de aquel dios de ébano, y miró a su hija masturbándose ante ella. Estaba doblada hacia adelante, con la mano debajo de la pequeña faldita negra, moviendo frenéticamente el brazo entre sus piernas cruzadas, apretadas entre sí. Y lo supo.

Había sido víctima de su pasado, otra víctima más de aquella película, “Poesía de Leche”, que había grabado en su juventud, y que había provocado que tantas personas se comportasen como su hija en ese momento. Y sintió ganas de llorar… que fue rápidamente nublado por aquellos otros sentimientos, culpa de su verdadera identidad, la de una súcubo muerta de ganas de follar, arremetida por la polla de una bestia oscura.

- Sí o no, mamá -dijo Valentina, completamente roja, con dos dedos acariciando su duro clítoris debajo de las bragas. Su otra mano ya se había ido a uno de sus pechos, sobre la camisa del colegio, y lo amasaba con fuerza, casi con enfado. No soportaba ver lo que estaba viendo, ni hacer lo que estaba haciendo, pero no podía detenerse.

- Sí, hija, ah… soy yo la del video, ah… ah, ah, ah.. perdóname, hijaaaa, ahhhhhhhhh, me corroooo

Musku aceleró. De pronto, mordió el hombro de la mujer con suavidad y una sensual fiereza. Estaba liberando su orgasmo con todas sus fuerzas, como cada vez que visitaba a alguna mujer de la ciudad. Su pareja de esta ocasión, aquella doctora de cortos cabellos oscuros y ojos azules y lujuriosos, también se estaba viniendo, empapando de jugos su pene.

Finalmente salió de ella, y se volteó hacia Valentina chorreando aquel pegajoso líquido blanco. La chica no pudo evitar relamerse los labios cuando pudo contemplar aquel monstruo de carne, jamás habría pensado que existía algo así de descomunal entre las piernas de un hombre. Era larga, gruesa, venosa, húmeda, dura, como si no acabara de venirse. Nunca había visto, ni siquiera en revistas o internet, un miembro tan extenso y gordo, y eso que estaba entrando en modo de descanso.

Valeria cayó al piso, exhausta, con los ojos salidos de las órbitas como si acabase de tocar el cielo. De su entrepierna salía un mejunje de distintos líquidos, y tenía la lengua afuera como una perra en celo. O al menos así se sentía, hasta que miró a Valentina, que continuaba tocándose.

- Hija…

- ¿Cómo pudiste hacerme esto, mamá?

Valentina salió corriendo, subiendo las escaleras a toda prisa hacia su habitación. Valeria estaba rendida… y cuando quiso pedir ayuda a Musku para levantarse, este ya había cogido su ropa (suponía que llevaba ropa en alguna parte, aunque cuando lo vio en la ventana estaba ya desnudo y erecto) y se había largado por donde vino. Como siempre. ¿Qué iba a hacer ahora?

 

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Años después, la profesora Valentina Ginez bajó del taxi y pagó solo la mitad de la carrera al driver. La otra mitad, desde luego, había sido pagada con permitirle mirarla por el espejo. Mirarla tocándose debajo de la diminuta falda que llevaba en esta ocasión, chupándose los dedos mientras lo miraba con ojos lujuriosos, invitándole a tocarse él mismo cuando se detuvieron en un callejón. La condición era sencilla: pagaba solo la mitad del viaje y ella le permitía mirarla, pero no tenía permitido tocar nada más que su propia polla.

Valentina no iba a mentirse… estaba cachonda de solo pensar en reunirse a bailar con sus amigas en aquel pub, aquel donde todo el asunto de la película de su mamá había comenzado, y podría haberse follado al conductor allí mismo, pero eso le quitaría demasiado tiempo, y no quería hacer esperar a sus maravillosas amigas. Además, si se ponía a tener sexo en ese lugar, quizás le habría disminuido el líbido cuando la noche todavía era demasiado joven.

Así que se quitó las braguitas para no mojar más que el sillón de pasajero, se chupó los dedos, y se tocó emitiendo sus mejores gemidos, mientras el hombre cumplía la fantasía de ver a una muchacha hermosa masturbarse en su taxi. Se la cascó frenéticamente durante diez minutos (más de lo que esperaba que durase, pero le permitió juguetear también un poco con sus tetas durante un rato, para que no fuera tan aburrido), hasta que se vino en medio de un mar de convulsiones sobre su mano. Luego, con una sonrisa, le dijo que había sido genial, y la llevó rápidamente a su destino, sin sobrepasarse ni por un instante. Había aceptado las reglas del juego, y así era como a Valentina le gustaba. Así se lo había enseñado su madre.

Entonces, Valentina entró al bar… y Vicky, su mejor amiga, la recibió con un húmedo beso en los labios…

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Valeria Ginez subió con prisa a ver a su hija, sin molestarse en ponerse la ropa que seguía en el suelo, asumiendo que la encontraría llorando detrás de la puerta cerrada y con seguro de su habitación. Sin embargo, entendió que ella estaba con todavía más prisas, y se había arrojado a la cama contentándose tan solo con golpear la puerta sonoramente, quitándose zapatos y calcetines, y metiéndose bajo las sábanas. Todo lo que Valeria encontró fue un bulto debajo del cobertor celeste que tanto le gustaba a su hija.

- Valentina, ¿podemos hablar?

- Déjame sola, mamá -respondió su hija, desde su escondite. El bulto de la cama se movía y se movía, como si temblara.

- Hija, solo déjame explicarte -La madre se sentó en la cama, y trató de quitar las cobijas del cuerpo de su hija, pero ésta se lo impidió, aunque no intentó alejarla de su cama.

- ¿Qué vas a explicar? ¿Que por tu culpa, la de tu puto video, estoy así? -Jamás había hablado de esa manera frente a su madre, ni se habría atrevido. Valeria, en tanto, escuchó su voz entrecortada. ¿Era por el llanto o por otra cosa?

- Cuando era joven hice cosas muy locas, hija… cosas de juventud, como cualquiera haría -Valeria trató de mirar a su hija de nuevo, y esta vez consiguió mirar su rostro… rojo, lloroso, pero también avergonzado-. Necesitaba pagarme la carrera de medicina, y trabajar en el cine fue la mejor opción que tuve.

- En el cine porno, querrás decir.. hm -gimió Valentina, y ante eso, se escondió en las almohadas. Allí fue cuando su madre comprendió lo que estaba haciendo.

- Hija, nunca quise que esto ocurriera… fue una idea estúpida que se nos ocurrió con Amira, una amiga de la niñez… es la mamá de una compañera tuya.

- Lo sé.

- Queríamos divertirnos, y se nos ocurrió vender esa película con aquel efecto hipnótico. Jamás se había hecho eso en el cine para adultos… Lamento mucho que descubrieras eso de mí, y que provocara esto en ti -Valeria removió las sábanas, y encontró a su hija doblada, en cuatro patas, con las braguitas a la altura de sus rodillas y la mano derecha debajo de la falda, incapaz de parar su frenética masturbación. Tampoco podía dejar de llorar, y con esa tristeza elevó algo la voz.

- Por favor deja de mirarme, mamá… -suplicó Valentina-. Yo no quería ser así.

Valeria también lloró, y acarició el rostro de su hija. Se parecía mucho a ella cuando joven… solo que era perfecta, bella, dulce, estudiosa, inteligente, carismática, sensible… no cometería los mismos errores que ella, tantos años atrás.

- No hay nada de malo contigo, Valentina, es solo un efecto que te libera, que te hace ser como quieras ser, sin inhibiciones. Desde que grabé esa película, la sociedad ha dejado de reprimirme, de disfrutar de… no lo sé, de ser yo.

- Hablas como si no te arrepintieses de lo que hiciste -dijo Valentina, sin ira, sino que con algo de culpa. Su cara estaba muy roja, y su mano comenzaba a meterse tímidamente entre sus labios vaginales. No podía parar, no podía controlarse… pero también sabía que, en el fondo, no estaba siendo manipulada. En realidad no quería controlarse.

- No lo hago -admitió Valeria, besando a su hija en la frente- Hija querida, lo siento tanto, pero no me arrepiento. No cambié quien soy… no quería que vieras eso, porque eres una chica maravillosa que no tiene por qué ser parte de este mundo tan perverso, pero ahora comprendo que no dejarás de ser quien eres. Aun con este calor que sientes, que sintieron todos los que vieron la película, continuarás siendo la muchacha perfecta, hermosa y maravillosa que siempre has sido para mí.

El corazón de Valentina se enterneció. Nadie la conocía mejor que su madre, que la había criado por sí sola, dado que su padre apenas y existía en su vida. Le debía todo, desde los cuidados a sus conocimientos y consejos. No podía rechazarla ni rebelarse más.

- P-pero cómo paro…hmmm,  ¿cómo me detengo? -Su coño estaba derramando líquidos transparentes sobre las sábanas, empapando sus manos que no dejaban de moverse en su interior. Suspiraba… sentía que en cualquier momento comenzaría a gemir; tal vez gritar. Demasiadas horas reprimiendo sus deseos.

- Tienes que liberar tu tensión -dijo Valeria, después de titubear. ¿Hablaba en calidad de doctora, de madre.. o de algo más?

- ¿Pero cómo? -Valentina se acercó a su madre, y le besó la mejilla. La necesitaba, quería que la protegiera de todo lo que la atemorizaba. Se sentía como una niña, pero al mismo tiempo como una joven llena de lascivia.

- Haciendo lo que tu mente te pida que hagas, cada vez que lo necesites… d-déjame ayudarte.

 

La doctora tomó el rostro de su hija. La miró a los ojos, exactamente del mismo tono azul que los suyos. La mirada de Valentina emitía súplica, desconcierto, lujuria, miedo, vergüenza… todo junto.

Se acercó a aquel rostro lentamente, y posó sus labios, con suavidad, sobre los de su hija. Casi pidiendo permiso, en silencio. Un beso corto como un destello, una mezcla entre el beso de una madre, y el de una amante. Valentina exhaló su aliento sobre los labios de Valeria, que ya se alejaban, y pronunció una palabra silenciosa, que su madre comprendió como solo ella, en todo el mundo, podría haber hecho.

“Por favor”.

Valeria volvió a besar a Valentina, esta vez más rápido, durante un poco más de tiempo. Los labios de la hija eran dulces, inexpertos, suaves… los de la madre sabían lo que hacían, sabían dónde tocar, dónde posarse, donde explorar.

El tercer beso entró en el terreno de la pasión. Valeria abrió lentamente la boca, y con ello abrió los labios de su hija, penetrándole tiernamente con su lengua. Valentina se aterró por un instante… no había dado muchos besos en su vida, y menos de lengua. Menos aún con otra mujer, jamás se había sentido atraída por alguna. ¿Y con su madre? Eso sí que habría sido impensado en otros tiempos, un tabú completamente prohibido, pero ahora se sentía amada, protegida y cautivada por su belleza. Trató de mover la lengua para compensar los cuidados de su mamá, y rozó la humedad de su lengua con la suya. Valeria comenzó a moverla al interior de la boca de su hija, y ella trató de imitar aquel baile… ¡se sentía tan delicioso que pensó que estallaría!

- M-mamá, ah… -dijo Valentina, en las nubes después de aquel beso.

- Te amo, hija, déjate llevar por favor… solo quiero ayudarte.

- Ah, ah… ¡mamá!

La doctora ayudó a su hija a darse vuelta, y apoyó su cabeza sobre sus enormes senos, para que ella pudiera ocultar la vergüenza que sentía. Valentina se dejó querer, y se recostó sobre los pechos de mamá, suaves, firmes, adornados por un bello y sensual brasier.

Luego, Valeria llevó la mano a donde estaba la de Valentina, oculta debajo de una falda completamente mojada. Pensó, con un dejo de diversión, que tendría que lavarla apenas su hijita se quedara dormida, o ella no podría llevarla al día siguiente a la escuela.

Valentina permitió que su madre guiara el río de sus emociones. Observó la mano de su madre apartar la suya, y reemplazarla en su sitio, sobre aquel clítoris robusto, hinchado y duro. Con el primer toque, Valentina emitió un gemido sonoro y se ocultó entre las tetas que tenía enfrente.

Valeria lo acarició durante un rato, sacándole a su hija los más deliciosos sonidos que hubiera oído en muchísimo tiempo. Recordó que eran iguales a los que ella misma tenía cuando trabajaba en el porno, donde jamás había fingido. Sabía reconocer cuando alguien lo estaba disfrutando de verdad.

Por eso fue que pasó rápidamente a la siguiente etapa, e introdujo con cuidado su dedo corazón en el coño de su hija, dulcemente, aprovechando lo abierto y húmedo que estaba. Luego lo sacó… y fue la misma Valentina, cuyas caderas se movieron hacia abajo, la que la obligó a entrar otra vez. No tuvo que esperar mucho tiempo hasta meter un segundo dedo.

- M-mamá, esto es…

- ¿Te gusta, hija?

- Sí mamá, mucho… ah, ah, ah, ah, hmmm, hmmmmm, ahhhh

- Eso es, cariño, déjate llevar, yo estoy aquí para cuidarte.

Nuevamente la besó, esta vez introduciendo su lengua sin demoras en la boca de Valentina, que la recibió con el jugueteo de su propia lengua, que ya estaba aprendiendo los trucos más básicos. Se retorcieron, se movieron de arriba a abajo y de la lado a lado, explorando y buscando en la cueva bucal de la hija.

Mientras que en la de abajo, la cama se inundaba, y la ropa de colegiala chorreaba gracias a los fluidos que salían de su vagina, taladrada por los dedos de la madre. Cada vez más rápido. Cada vez más profundo.

El último movimiento era el más efectivo. Valeria Ginez no recordaba con cuántas mujeres lo había hecho, pero siempre resultaba. Al mismo tiempo que metía un tercer dedo, el anular, en el interior de su pareja, acarició con el pulgar el clítoris, una bomba de tiempo. No pasaría mucho tiempo hasta que…

- Ahhhhhh, ahhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhh, hmmmmmmmmmmmmm, mamá, me corro, ahhhhh, ahhhhh, ahhhhh, hmmmmm, hmmmmm, hmmmmmmmmmmmmmmmmmm, ahhhhh, ¡mamá!

- Eso es hija, déjalo salir, tranquila cariño, déjate llevar.

El orgasmo fue explosivo. Un squirt impensado, chorreando en todas direcciones sobre la cama de Valentina, en el suelo, en la mano de su madre, y algunas gotitas también cayeron en su camisa y corbata escolar. Un desastre maravilloso.

Valentina quedó rendida sobre la cama, incapaz de abrir los ojos húmedos, ni dejar de sonreír ante aquel momento de satisfacción máxima. Pronto le entró el sueño, tal como su mamá esperaba, y dejó que se dejase llevar por ello. Valeria le dio un beso en la frente, como señal de que la dejaría dormir algunas horas, pero Valentina se lo devolvió con un fugaz piquito en los labios, antes de voltearse y cobijarse hasta arriba, muerta de vergüenza. Ambas sabían que estaba mal en muchas maneras, sabían que buscarían otras maneras de aliviar sus deseos, con otras personas… pero sabían que era significativo. Y que probablemente se repetiría.

Valeria salió de la habitación y cerró la puerta.

 

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- Vicky, cariño, a qué vino eso -dijo la profesora Valentina Ginez, en la puerta del bar, todavía abrazada por la jefa de policía, Victoria Lito, que había salido a recibirla con un delicioso beso en los labios.

- Es solo para darte la bienvenida, amiga, esto vamos a comenzarlo en grande.

- Ya veo… ¿están ya todas aquí?

- Casi todas, solo faltan las hermanas. Pero tú llegaste tarde, ¿en qué te entretuviste, puta querida? -le preguntó Victoria, dándole una nalgada que hizo a Valentina reír. Los presentes no perdían vista de la escena, la de dos preciosas y sensuales mujeres dándose afecto en el bar, bajo las luces y el ruido estridente de la música electrónica.

- Bueno, tuve que pagar el taxi, ya sabes… -Valentina se acercó a su amiga y le devolvió el beso de antes. Sin embargo, aplicó un poco más, y tal como su madre había hecho tantos años atrás, introdujo su lengua y acarició la de la pelirroja, que se sorprendió, pero no la detuvo.

Sería una noche esplendorosa. Al mismo tiempo, las hermanas llegaron, y las saludaron efusivamente también, en medio de vítores, aplausos y silbidos. Después de todo, eran las famosas hermanas López.

 

Continuará...