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Memorias de Sexo y Juventud (08)

en Grandes Series

Pocas eran más famosas que ellas. Las hermanas López eran celebridades importantes que llamaban la atención de quienes fueran que estuvieran cerca. Habían sido portadas de revistas de toda clase, habían aparecido en películas, eran entrevistadas constantes, eran deseadas, admiradas y envidiadas por igual. Por eso, no fue de extrañar que cuando dos de las tres aparecieron llegaron en el auto de la menor frente al bar más importante de la ciudad, y bajaran con sus cuerpos escandalosamente perfectos, no captaran las miradas de medio mundo… aunque los ojos de ellas solo estaban puestos en sus amigas.

Loreto López era la deportista más famosa del país, y ya se había hecho un nombre también en el extranjero. Con un cuerpo esculpido por los mismos dioses, un orgullo digno de una reina, y una sensualidad que la habían llevado a posar desnuda para Playguy, no se cortaba nunca y decía lo que pensaba. Era polémica, pero siempre digna y pulcra… en público. En privado, no temía ensuciarse de vez en cuando.

Su hermana menor… ella era una historia muy diferente. Había admirado a Loreto toda su vida, la había espiado para aprender de ella, conocía sus más íntimos secretos y había llegado a participar de algunos. Era la actriz más famosa del país, y cuando bajó del carro, las cámaras no tardaron en salir para fotografiarla y grabarla su perfecto cuerpo, lleno de curvas peligrosas y coronado por un rostro dulce, inocente y angelical. El mismo de cuando era más joven.

Los vítores eran estridentes. Las hermanas no podrían acercarse al pub donde las esperaban sus amigas, Victoria, Valentina, Penélope y las demás, si no les daban al público lo que esperaban. La hermana menor, Lucía López, decidió sacrificarse… y sutilmente se subió un poco la camiseta para que los paparazzis vieran lo que había debajo, y Loreto pudiera escurrirse.

Para Lucía no era nada malo… de hecho, ¡le encantaba!

 

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Loreto llegó muy tarde aquel día. Vivía en una gran casa en la parte alta de la ciudad, y llegar desde el colegio le tomaba más de una hora. Ya estaba acostumbrada, pero los días de gimnasia siempre se esforzaba de más ante la atenta mirada de la profesora de Educación Física y Deporte, Varinka Lito (la madre de su querida amiga Victoria), y por eso se volvía mucho más agotador el retorno.

Vivía con su hermana menor y sus padres, pero estos viajaban constantemente y era muy raro verlos en casa. También tenía otra hermana, la mayor, pero ella no volvería al hogar hasta dentro de algunas semanas. Era una joven piloto de la fuerza aérea, tenía sus propias responsabilidades.

Así que solo eran ella y Lucía, su hermana menor. Cuando Loreto llegó, vio a su hermana viendo televisión, una película animada de esas que tanto le gustaban, y fue a la cocina a prepararse un aperitivo.

- Madre mía, qué cansancio - suspiró Loreto, y aunque había intentado que Lucía no notara su presencia, su hermana saltó al escuchar su voz y corrió a abrazarla.

- ¡Lolo, llegaste! -Se abalanzó sobre ella, cruzando sus brazos detrás del cuello de la hermana, dándole un tierno piquito en los labios.

Lucía era rubia, igual que Loreto, pero con un tono mucho más claro, casi platinado, que generalmente ataba en dos trenzas o en infantiles coletas. Era más baja que Loreto (aunque todo indicaba que la superaría de altura cuando fuera mayor), y sus ojos eran verdes en lugar de azules. Tenía una sonrisa adorable, piel suave y una personalidad angelical, inocente, pura y siempre alegre.

En esta ocasión llevaba unas medias largas, blancas, que llegaban hasta sus muslos; una camiseta amarilla que dejaba al descubierto su cintura, y una corta falda de mezclilla. Se había puesto uno de los tantos aretes de corazón con los que contaba. Así que hacía mucho rato que había salido de su jornada escolar.

 

Después de comer ambas un emparedado y un jugo de naranja, Lucía se quedó en el living aduciendo que darían otra película de las que le gustaban, mientras Loreto subía a la habitación para descansar un poco del largo día. La verdad… era que ambas tenían otros planes.

Loreto no había dejado de pensar en lo que había ocurrido con su amiga Valentina. En esos días había estado algo seria, pero no triste… al contrario, de vez en cuando parecía muy feliz, como si le hubiera ocurrido algo maravilloso de lo que no quería hablar, pero al mismo tiempo estaba avergonzada por todo lo que la zorra de Ana Fakas le había dicho sobre su madre. Valeria, la doctora que había cuidado tanto de Victoria, Penélope y la propia Loreto cuando eran más pequeñas, parecía dulce, compasiva, femenina y correcta; no daba para nada la impresión de haber sido una actriz porno.

Valentina no confirmó ni negó nada. Simplemente andaba por ahí, caminando como si nada ocurriera y todo ocurriera al mismo tiempo. No sabía si liberaba tensiones, pues no tenía, como Loreto, alguien con quien hacerlo. Héctor y Loreto no perdían la oportunidad durante los descansos para darse un revolcón rápido en los baños o los camerinos. ¿Sería acaso que Valentina había conocido a algún chico y se los estaba ocultando? Obviamente no era Pedro…

 

 

 

El asunto era que Loreto se puso a pensar en ello, recordando cuando Héctor le hacía el amor. Era tan fuerte, sensual y maravilloso… ahora que lo pensaba, ¡no lo habían hecho ese día! La profesora Varinka siempre andaba vigilante con los cursos con quienes tenía clases durante el día, así que no habían tenido la oportunidad. Eso explicaba que estuviera ya tan cachonda.

Loreto se recostó en la cama y tomó su teléfono. Abrió Whatsapp y comprobó que sus amigas habían cambiado sus fotos de perfiles por unas selfies mucho más sensuales: Penélope se sacaba una foto desde arriba, mostrando su escote, mirando por encima de los anteojos; Vicky lucía un corto short de pijama que resaltaba sus torneadas piernas mientras se apoyaba en el muro del baño, y Valentina..

“Wow”, pensó Loreto. Valentina salía usando su traje de baño, posando de tal forma que se resaltaran sus curvas, algo que jamás se habría atrevido a hacer. “Muy bien”, pensó, “ya me puse más caliente de lo que estaba antes”.

Se quitó la falda de colegiala, se abrió la camisa, y realizó una video llamada a su novio, que le contestó de inmediato. También estaba acostado en su cama, lo que facilitaba mucho las cosas.

- Hola, amor, qué te cuent… ¡oh dios! ¿Pero qué haces? -preguntó el muchacho, desviando la mirada a la puerta de su habitación para comprobar que estuviera cerrada.

- Hola cariño -saludó Loreto, enfocando con la cámara su rostro sonrojado, su brasier negro, y los músculos de sus abdominales-, pues nada. ¿Qué voy a estar haciendo?

- Amor, te ves increíble… -Héctor se quedó embobado con la boca abierta. En cualquier momento se pondría a babear como un perro.

- ¿Tú crees? pues no lo parece, me tuviste abandonada hoy, cariño.

- ¿Qué? ¡No! Es que la profe Varinka andaba por allí y… ¿qué estás haciendo?

- Mostrándote lo que te perdiste hoy -dijo Loreto, bajando la cámara y enfocando su calzoncito negro, con un poco de encaje, debajo del cual metió la mano que tenía libre -Toooodo esto, ¿lo ves? Mira cómo me tienes, cariño, y todo porque no te encargaste de mí.

Ni tonto ni perezoso, Héctor supo qué hacer, y corrió a cerrar con llave la puerta de su habitación. Luego se quitó los pantalones y enfocó su ya dura polla con la cámara, que comenzó a masturbar con la mano libre, alternando miradas a su rostro agobiado. No se molestaba con previas.

- ¡Dios mío, estás buenísima, Lolo!

- ¿Ah, sí? Demuéstramelo. Vamos, muéstrame lo que puedes hacer y dame lo que deseo… y quizás yo te muestre algo interesante también.

Así comenzó el juego entre ellos, como era usual. Loreto miraba penetrantemente a la cámara, y al mismo tiempo deseaba ser penetrada por él, que jugaba con su verga con maestría impecable, a pesar de no ser alguien que lo hubiera hecho mismo (Héctor estaba demasiado enfocado en el deporte, y cuando necesitaba liberar tensión sexual, siempre estaba ella para él).

 

 

 

Por otro lado estaba la bella Lucía, que hacía buen rato que había cambiado de canal de televisión, desde que escuchó cerrarse la puerta de la habitación de su hermana. Puso el mismo canal que, de hecho, había estado mirando antes que llegara Loreto… el canal triple X que la mayor de sus hermanas había contratado hacía tiempo, y del que Loreto no sabía nada. Solo requería de una contraseña, pero Lucía la había adivinado con rapidez. La mayor de sus hermanas era demasiado pícara.

En el canal aparecían tres muchachas corriendo por la pradera, jugando desnudas entre sí. Había una laguna cerca, donde ellas chapoteaban y se lanzaban agua entre sí, mostrando sus increíbles cuerpazos. Era una de esas películas francesas de bajo presupuesto de principios de siglo, donde la trama era casi tan importante como la acción entre los actores y actrices, y los subtítulos que permitían entenderla.

 

La verdad era que Lucía no tenía idea de lo que realmente veía, no estaba acostumbrada a esas cosas… su vida era jugar, ver televisión y películas, y leer sobre celebridades y músicos que le importaban. Sin embargo, cuando descubrió (casi sin querer, con el uso de la contraseña) aquel canal prohibido… se había vuelto adicta a ello.

A diferencia de sus hermanas, Lucía López jamás había tenido novio, ni ningún tipo de actividad sexual, más allá de la que tímidamente, cada tarde después de la escuela y antes de la llegada de Loreto, estaba descubriendo. Habían pasado dos semanas desde aquella ocasión, en que se topó por primera vez con una película para adultos.

- Dios mío -susurró Lucía, cautivada ante la acción frente a sus ojos. Como siempre que comenzaba, sentía aquel curioso y delicioso cosquilleo entre sus piernas, y comenzaba a juguetear con sus bragas con la mano por encima. Cada vez que pasaba los dedos por aquella zona, ¡se sentía tan bien! ¿Era de lo que tanto hablaban en las clases de biología de la profesora Aki, que Lucía siempre se perdía por ponerse a leer novelas de vampiros?

Las chicas de la televisión habían comenzado a besarse entre sí, pasando las manos por sus cuerpos curvilíneos, deseando saber más de sí mismas, buscando comerse con la boca. Sus dedos acariciaban entre los labios mayores de las otras chicas, tal como Lucía estaba haciendo consigo misma. ¡Qué calor estaba sintiendo! Se imaginó que sería imposible no hacerlo cada tarde…

De hecho, ¿por qué estaba tan precavida? ¿Por qué cambiaba el canal cuando Loreto llegaba? ¿No debía ser algo perfectamente normal hacer lo que estaba haciendo? No tenía sentido que fuera algo malo si se sentía tan requetecontra bien.

 

Luego vino la escena que esperaba. Cuando aparece el chico bien dotado, con un pene larguísimo (como todos los actores de esas películas… Lucía jamás habría imaginado que había otro tamaño para sus miembros, y durante un gran tiempo se cuestionó cómo lo ocultaban sus amigos), que se mete en la laguna y reparte sus besos y caricias a las chicas, que se las devuelven poniendo especial atención en aquel gran pene que se alargaba y endurecía más y más con el paso de las escenas.

Lucía deseaba ser como ellas. ¿Qué podía ser más maravilloso que aparecer en televisión y que todos te vieran hacer algo absolutamente normal? Conocía a casi todos los actores y actrices de las películas “normales” (las que no tenían ese tipo de escenas), y siempre deseaba ser, en el futuro, así de admirada y famosa, que todos la conocieran por interpretar a distintos tipos de personas y seguir siendo ella misma. Esas actrices y el actor de la tele también lo eran… ¡¡¡y millones de personas los veían desde todos lados!!!

El solo pensamiento le causó un intenso escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Se comparó con las muchachas de la televisión, que ahora se concentraban enteramente en besar, acariciar y meterse a la boca el pene del chico, rojo de placer. No tenía el cuerpo tan desarrollado como ellas, pero tampoco iba mal encaminada. Era delgada, tenía una cintura marcada, piernas largas… sus senos ya eran bastante grandecitos comparadas con los de sus amigas. Hacía ejercicio, tratando de lucir como su hermana…

¡Su hermana! Justo cuando pensaba en ella la escuchó. Un gran gemido, un jadeo intenso que se pudo oír en toda la casa, y que súbitamente se cortó. ¿Le habría sucedido algo?

Cuando Lucía se puso de pie, notó el líquido semi transparente y pegajoso que había quedado en el sillón, salido de su entrepierna.

- Ay no, qué flojera, ¿ahora voy a tener que cambiarme? -preguntó al aire, mientras subía las escaleras para ver a su hermana. Luego, podría volver a su rutina y quizás no perderse el final de la escena, esa en la cual el chico arroja un líquido blanco en la cara de las chicas- ¿Qué tan bien se verá eso en una laguna?

 

Otro gemido.

Lucía decidió caminar de puntillas… ahora ya no había preocupación, solo curiosidad. ¿Qué estaba haciendo su hermana?

Abrió lentamente la puerta, que Loreto no había cerrado con llave… y la vio allí, acariciándose tal como Lucía hacía cuando estaba sola. ¡Su hermana también lo hacía! Estaba completamente desnuda, su ropa estaba tirada por todos lados, y su mano estaba oculta entre sus muslos, que se movían en un perfecto compás de adelante hacia atrás, rozándose entre sí. La diferencia con lo que Lucía generalmente hacía, era que Loreto lo estaba haciendo frente al teléfono… ¿se estaba grabando?

- ¿Te gusta lo que ves, cariño? ¿Te gusta cómo me toco por ti? -decía Loreto, mientras hacía gestos lascivos a la cámara, lamiendose de vez en cuando los dedos que antes habían estado más abajo.

Lucía no paraba de mirarla. Lo que más deseaba en el mundo, aparte de ser famosa, era ser como su hermana mayor; la admiraba, su valor, su forma de expresarse, su control sobre todo, el cuidado que daba a su cuerpo. Era increíble.

Pensaba en ello mientras se ruborizaba, y llevaba su mano derecha bajo la faldita a pliegues. Luego la quitó súbitamente, y se cubrió el rostro con sus coletas, avergonzada; estaba empapada, más que nunca lo había estado. Por un momento pensó que era otra cosa, pero era evidente que solo se trabaja de eso de lo que tanto hablaban sus compañeras: estaba cachonda, esa era la palabra que buscaba. Igual que las mujeres desnudas de la película que había estado viendo.

Volvió a mirar a su hermana, que se había puesto a cuatro patas y apuntaba la cámara a su entrepierna, acariciada sin parar por sus dedos… no, más que eso, se estaba metiendo los dedos, no solo cariño. ¿Podría hacer eso Lucía?

Lo intentó… notó algo en su camino, y desistió. No había prisa para ello, bien podía conformarse con las caricias en su punto más sensible. En silencio se quitó las braguitas, dejándolas cuidadosamente en el suelo, pues con lo mojadas que estaban habría hecho mucho ruido, y se llevó el dedo corazón a aquel espacio tan rico entre sus labios… aquel botón que, al tocarlo, la estremecía completamente.

 

Casi se desmaya al tocarlo, y sus piernas casi le fallan. “Qué ricooooo”, pensó, con una oleada de escalofríos que partieron en su vientre y se repartieron a sus piernas y hasta la cabeza. “Ricooooooooooooooo”, dijo esta vez en un susurro, que esperó que no fuera oído por su hermana.

Volvió a mirarla. Loreto se acariciaba los pezones con una mano y el interior de su coño con la otra. La cámara la había dejado cuidadosamente apoyada sobre la mesa de noche, lo que permitía a Héctor verla de perfil, a cuerpo completo.

- ¿Te vas a venir, amor? ¿De verdad? -preguntó Lolo, moviendo más rápido ambas manos, sin dejar de mirar el teléfono- Y lo vas a echar todo sobre mí, ¿verdad? ¿Me darás lo que merezco?

¿Dar? ¿Loreto hablaba del semen? Así como en las películas que Lucía veía, le estaba pidiendo que lo derramara sobre su cuerpo, lo que le causaba siempre una gran impresión. Su imaginación voló… algún día quizás tendría un novio. ¿Le pediría que hiciera eso también? En una pareja debía ser algo normal, y quizás ya habría ocurrido de no ser porque la propia Lucía trataba de comportarse más infantil de lo que era, para no tener que lidiar con esos sentimientos… pero ahora los deseaba. Deseaba estar con un chico, y que hiciera con ella las cosas que salían en las películas, y las cosas que hacían Loreto y Héctor.

¡Quería ser como ella! Pero… también quería que la vieran. ¿Por qué estaba tan mal que la conocieran tal como era? Que disfrutara de ser una chica, y todo lo que conllevaba… ¿estaba mal?

- ¿Cómo puede estar mal algo que se siente tan bien? -preguntó, cerrando los ojos, dedicándose solo a escuchar los gemidos intensos de su hermana, los gritos del hombre imaginario en su mente, y el sonido de sus propios dedos acariciando su clítoris, derramando jugos que en otra ocasión le habría aterrado.

- ¡Mi amor, voy a venirme, y será mucho! ¡Sí! ¡Por favor hazlo también, échalo todo sobre mí, mírame! Cariño, ah… ah, ah, ah, ¡estoy aquí para ti, Héctor, dale!

- Ay… qué rico… ah, ya no aguanto más -suspiró Lucía, dejando que la fuerza de su clímax la recorriera completamente- ¡Qué ricooooooooooooooooooo! -gritó, sin querer controlarse.

 

 

 

Loreto abrió los ojos, exhausta… miró a la puerta de la habitación, y escuchó los pasos rápidos de alguien corriendo. ¿Un ladrón?, pensó…. No, algo peor… ¡Su hermana! ¡Su hermana la había visto haciendo eso, y quizás qué aterrada debía estar!

Era culpa suya. Cuando acabó, se despidió de un agotado Héctor y se dejó estar, debió haber estado más atenta. ¿Cómo se ponía a hacer eso sin cerrar bien la puerta? ¿Con su hermanita en casa? ¡No podía estar haciendo esas cosas!

Loreto se levantó, completamente desnuda, y fue a la puerta. Consiguió ver las piernas de una apresurada Lucía dar la vuelta en el pasillo y la escuchó bajar las escaleras. Dioses, ¿ahora cómo iba a hablar con ella y explicarle? Digo, ya era bastante mayor, pero aún así…

De pronto, Lolo notó algo en el suelo. Unas braguitas húmedas que definitivamente no le pertenecían, no tenía ningún conjunto de ese estilo. Y entonces su cerebro comenzó a funcionar a alta velocidad.

- Maldita sea, ahora sí que esto se va a salir de control. Puta película esa.

 

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Lucía López era la actriz joven mejor pagada del país. Si bien tenía muchos papeles secundarios y terciarios en series y filmes, ya había participado en tres roles protagónicos, como el reboot de Supergirl que la había llevado a la fama, una película romántica de adolescentes vampiros, y un thriller erótico donde debía descubrir quien estaba atacando a sus amigas en una casa cerca de una laguna, que la consolidó como la mejor estrella en ascenso de la década.

Lo que pocos sabían era cuánto se había divertido detrás de cámaras… Lucía López no temía saltarse algunos protocolos de recato, menos desde que se había topado con aquella película que había vuelto locas a su hermana y sus amigas. Claro, ella la vio voluntariamente, y no podría haber estado más feliz por los resultados. También felices estaban sus co-estrellas y la gente de producción.

Cuando interpretó a Supergirl, usando una falda corta y un traje que no dejaba sus tetas a la imaginación, Lucía se había divertido un montón con el director, quien le había rogado que tomara el papel, a cambio de ser su propio esclavo sexual cada vez que ella deseara. ¿Y a cuántos chicos se habría llevado al camerino con la excusa de que necesitaba arreglar la capa roja? Necesitaba liberar constantemente tensiones para las escenas de acción, y los chicos nunca se negaron a probar más que solo su traje.

¿Y en el thriller? Tardaron tres horas de más en grabar las escenas de ella y sus amigas desnudas en la laguna solo porque ella no dejaba de manosear a sus compañeras. A pesar de las amenazas e intentos de demanda iniciales, ellas quedaron gratamente satisfechas y convencidas de sus habilidades, y se grabaron varias escenas fuera de libreto, en que un asesino en serie las miraba mientras descubrían sus secretos lésbicos más oscuros. ¡Cuánto se divertía sabiendo que la miraban!

 

Pero en lo que más se fascinaba era en el papel que tenía ahora, en una serie de alto presupuesto en que interpretaba a una hechicera de Camelot llegada a la época moderna para trabajar como una maga de salón. La serie estaba cargada de escenas sensuales y soft-core, en que al menos había una escena de sexo y dos de desnudos por capítulo. Por supuesto, generalmente era todo fingido… pero Lucía insistía en que no le molestaba si el actor o actriz de turno le daban algo más “real” para que se sintiera más en el papel. Estaba en el estrellato, y no le molestaba en lo más mínimo que le vieran una teta una que otra vez, más si era para salvar a su hermana, como ahora, que Loreto había logrado entrar al pub y reunirse con sus amigas.

Ella iba a tardar un poco más… debía contentar a los fans con firmas y autógrafos, preguntas que a cualquier otro le resultarían incómodas, y alguno que otro toqueteo. ¡Cuánto le encantaba esa vida de fama!

Un fan le apoyó el bulto en su trasero, mientras era rodeada de gente. Ante las cámaras, trató de apartarlo y casi se le echa la gente encima. Luego le pediría disculpas al pobre chico por el mal momento… y podrían divertirse también. ¡Sería una noche genial!