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Memorias de Sexo y Juventud (01)

en Grandes Series

La campana resonó, eran las 8 de la mañana, lo que indicaba el inicio a clases. Los jóvenes, casi adultos ya, estaban impacientes... también algunas de las muchachas. Ya les habían indicado que tendrían una nueva profesora de biología para el semestre, el último de sus vidas, luego de que el anterior profesor cayera enfermo. Por supuesto, los alumnos en estos tiempos no se quedan solo con dichos, sino que necesitan algo más concreto... así que la buscaron en facebook. ¡Y encontraron a un verdadero bombón!

La esperaron en sus pupitres. Algunas chicas se hacían las desinteresadas. Un par de chicos realmente lo estaban. Pero la mayoría de los muchachos ya estaban encendidos, las mejillas coloradas y los pantalones abultados. Algunas chicas frotaban sus piernas una contra otra, y más cuando la profesora entró. No decepcionó a nadie.

Cabello negro azabache, amarrado en una cola de caballo que caía por delante, sobre su seno izquierdo. Ojos azules, vibrantes y brillantes como cielo despejado. Una sonrisa coqueta le adornaba el rostro de piel damasco, jugando con la perspectiva de conseguir control completo de la sala, como si no supiera que ya lo había logrado. Lucía una falda negra y ajustada, muy corta, que hacía juego con los zapatos largos de tacón, y que marcaban su cintura y trasero redondeado. Llevaba una camisa blanca y pulcra, desabotonada hasta la primera línea donde se asomaban sus grandes senos. Ni siquiera se molestó en ocultar su figura cuando, sin decir una palabra, se dio vuelta para escribir su nombre en el pizarrón.

"Valentina Ginez". La profesora se presentó con voz dulce y sensual, saboreando el momento, deseando que todo se diera como esperaba, que enseñara y disfrutara a la vez. Primero tenía que lograr una buena impresión, de manera distinta a lo que había hecho en aquella fiesta, tantos años atrás, cuando todo había comenzado... Así que sacó un condón de su bolso, junto a un consolador de color celeste como el de sus ojos. Sería una clase maravillosa sobre seguridad sexual, como pudo percibir cuando las chicas y chicos abrieron grande las bocas y ojos, entusiasmados, a pesar de que la mayoría ya tenía experiencia. Alguno que otro silbido se oyó por ahí. Siempre se podía aprender más.

- ¿Comenzamos? -preguntó la profesora, sonriendo. Se colocó el condón en la boca, y se acercó al dildo, como una demostración de entrada. Su entrepierna ardió de gusto. Devoró las miradas de sus estudiantes.

Así era ella, y así siempre sería. Cuánto había cambiado, en verdad, desde aquellos años........

 

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Valentina Ginez era una estudiante, digamos, promedio, en la Escuela del Valle de Azúcar, el principal colegio del pueblo costero de Pingapulli. Valentina tenía buenas calificaciones en inglés y las áreas humanistas, y no podía quejarse de las demás asignaturas tampoco. Le gustaba bailar y cantar en sus ratos libres, en su habitación, así como salir con sus amigas, Victoria, Loreto y Penélope.

Había tenido algunos pretendientes a pesar de no ser la chica más popular de la escuela, y conformaba una familia que no llamaba especialmente la atención, con su madre, la doctora Valeria Ginez. Sin embargo, nunca había tenido novio.

De hecho, eso era bastante llamativo. Era, sin duda, atractiva, aunque intentara ocultarlo con el uso de faldas y camisas largas, y con su constante rechazo a las pláticas sexuales que las otras chicas entablaban de vez en cuando. No le molestaba seguir virgen, pero tampoco era que no lo deseara, solo que era bastante tímida con los chicos. Su madre se limitaba a decir que "no le sacaba a su look todo el provecho que tenía"...

Pero, más allá de todo, su vida era bastante normal. Una colegiala linda, de buenas notas, que a veces se perdía en el montón. Y así fue hasta la noche del 5 de marzo, cuando se organizó una fiesta en el colegio para despedir las vacaciones de verano, pues se venía el último año escolar de sus vidas.

Valentina no quería ir. No le gustaba ir de fiestas como a las otras chicas, pero Victoria había insistido que todo el mundo estaría allí, y que hasta Valentina necesitaba relajarse un rato antes de comenzar a estudiar. Penélope y Loreto también estaban de acuerdo.

- Hasta podrías encontrar a alguien, jiji -dijo Penélope, y Valentina se ocultó tras sus manos.

- Solo hasta las doce, ¿ok? De seguro van a estar Marcos y Ana, y no quiero estar cerca de ellos.

- También estará Pedro... -insinuó Loreto, cruzando con Penélope una mirada cómplice.

- Cállense -dijo Valentina, enrojeciendo sus mejillas. Eran sus mejores amigas, lo que generalmente era un pro... pero también existía el contra de que sabían exactamente quién era el chico que tanto le gustaba. Pedro Pendola, uno de los chicos más atractivos del colegio, y también el más misterioso y silencioso... Valentina no era la primera ni la última que sentía latir el corazón fuerte cuando él estaba cerca.

- ¿A dónde vas con eso puesto, jovencita? -le preguntó su madre, horas después, cuando ella bajó las escaleras de la casa para reunirse afuera con sus amigas. Valeria era una versión mayor de su hija, con cabello negro que le llegaba un poco más abajo que el cuello, labios rojos y carnosos, senos firmes, ojos como zafiros y una montaña de papeles de la clínica que firmar.

- ¿Con esto? -preguntó Valentina, sorprendida, pues se había puesto una sencilla remera blanca, ligeramente escotada, con agujeros con forma de corazón que revelaban sus hombros, y unos jeans azules que no marcaban precisamente su figura. Comparada con sus compañeras, de seguro se vería como una nerd más.

- Es sarcasmo. ¿No deberías ponerte algo un poco más coqueto para esta fiesta? Si vas a bailar, sería mejor que llevar algo más ligero.

- Por favor, mamá, no voy a crear un nieto...

- Lo sé, lo sé, pero cuídate de todos modos. Y vamos, puedes llamarme para que te vaya a buscar.

- No volveré tarde.

- Pues deberías. No vas a tener mucho descanso en los próximos meses..

Cuando Valentina salió, la puerta de atrás se abrió. Valeria se dio vuelta, se relamió los labios, y se abrió de piernas, a sabiendas de lo que le esperaba...

Como se había previsto, casi todo el colegio estaba allí, en el bar que pertenecía al padre de uno de los chicos. Había música electrónica, alcohol, DJ, y hasta un televisor en un rincón por si alguien quería ver una película oscura con los amigos, mientras bebían y se divertían. Valentina no había asistido a muchas fiestas de ese tipo, y aunque más que ella, sus amigas tampoco a demasiadas.

Valentina buscó instintivamente a Pedro con la mirada, pero lo primero que encontró fue la presencia de Ana Fakas, la líder de las chicas populares, y la que con sus amigas llamaban "la puta oficial del colegio". Allí estaba, rodeada por otros chicos, bailando sensualmente con unas ropas que apenas dejaban algo a la imaginación, saboreando con los ojos lo que había dentro de sus pantalones, y dejándose tocar las nalgas de vez en cuando. Era todo un espectáculo el que Ana siempre montaba.

Valentina y Penélope se dedicaron a bailar entre sí, olvidándose de todo lo demás, mientras Victoria bebía y Loreto se reunía con su novio, Héctor. Valentina no permitiría que la presencia de Ana, las hormonas enloquecidas de los muchachos en el lugar que elevaban la temperatura, y su búsqueda implacable del cabello castaño de Pedro, la perturbaran... solo bailaría. Solo se dejaría llevar. Incluso se dio el lujo de beber un par de cervezas, y un vaso de ron con cola. Nada más.

- ¿Cómo lo estás pasando? -gritó Penélope, cuyos enormes senos constantemente le rozaban los suyos y la espalda. A veces era hasta incómodo bailar en su presencia, pues siempre chocaban.

- ¡Bien! Mejor de lo que pensaba, ¿y tú?

- Pues, no lo sé... hace un buen rato que Marcos me está haciendo señas.

- ¿Marcos? -preguntó Valentina, y encontró también la mirada del chico malo del colegio, el mejor amigo (y uno de los amantes) de Ana. Cortado al rape, musculoso, con barba mal cortada y ojos penetrantes, el chico le hizo un gesto también para que se acercara al televisor con varios otros que se habían apostado allí, silbando y gritando de gusto. Marcos se les acercó - ¿Qué querrá este?

- Creo que quiere que vayamos a ver lo que sea que están viendo esos chicos...

- Ah, pues tendrá que disculparme, porque ya van a ser las doce y tengo que irme.

- ¿Tan temprano? -preguntó Penélope, y lo repitió Marcos cuando llegó junto a ellas- ¿Se divierten, preciosas? Les prometo que podrían divertirse más.

Otro silbido se oyó. Otro grito le siguió. Los bailarines no se percataron, pero los que se habían reunido en torno al televisor estaban ensimismados y eufóricos.

- Qué, ¿les pusiste una porno, acaso? -preguntó Valentina, mientras Penélope se mantenía en silencio.

- No lo sabrás hasta acercarte. Es una película antigua que me prestó un amigo... es viral en internet, se dice que quien la vea sacará a la luz sus más intensos deseos, jaja

- Uff, qué interesante -dijo Valentina con sarcasmo, sacando su teléfono para llamar a su mamá, cuando le sorprendió captar a Loreto y Victoria en el grupo reunido frente a la película. Pronto, Penélope se unió a ellas, y le sorprendió oírla soltando un gemido al instante- ¡Penélope! ¿Pero qué diablos están viendo?

- Ven y velo por ti misma, cariño -dijo Marcos, tomándola de la mano y guiándola al televisor, cruzando el mar de gente que bailaba con cada vez menos inhibiciones. Algunos se besaban y toqueteaban entre trago y trago...

 

Tal como lo esperaba, era una porno. Una vintage, probablemente de los 80' o 90'. En ella salían dos mujeres, besándose mientras hacían tijeras, frotándose respectivamente sus vaginas mientras litros de semen caían sobre ellas, arrojadas por una multitud de hombres vigorosos... Valentina quiso darse media vuelta y salir de allí, sin saber por qué sus amigas no lo habían hecho ya.

Hasta que lo supo. Simplemente se desentendió de su inhibición, y su entrepierna se mojó de puro gusto. Todo se hizo blanco, y luego nebuloso... y luego negro.

De pronto, Valentina se encontró en una de las camas al interior del bar, a oscuras, bajo un hombre que no podía captar bien. El joven, sudoroso y oliendo........ muy, muy sensualmente, se había quitado casi toda la ropa, con excepción de los boxers y una camiseta ajustada a su torso. ¡Dios, olía tan bien!, pensó Valentina. Tenía unas ganas enormes de devorarlo.

Se bajó ella misma los pantalones, arrojándolos al piso. El muchacho le agarró con fuerza las tetas sobre la camiseta, lo que en cualquier otra situación habría provocado que ella saliera corriendo, despavorida, o que le diera un rodillazo en la ingle, como Victoria le había enseñado... pero no tenía control sobre sí misma. No podía detenerse. No pudo evitar agarrar el bulto en los calzoncillos del chico, siendo la primera vez que lo hacía.

Lo besó. Era una sensación maravillosa, un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Notó los calzones blancos que llevaba empapadísimos, y rápidamente se los quitó para aliviar la tensión. Ni siquiera supo dónde quedaron, pues el joven se tendió sobre ella, intercambiando besos en su cuello, sus labios y sus pezones erectos. Jamás pensó que algo así se sentiría tan bien... ¡necesitaba más!

No. No podía hacer esas cosas. No podía ser allí su primera vez, con un desconocido... buscó a tientas su teléfono. Necesitaba llamar a su madre... pero luego, se dio cuenta de que lo que necesitaba era algo en su interior. Algo que calmara su calor. ¡No sabía qué cosas estaba pensando, pero cada vez era más fácil dejarse llevar!

Guió su hombría hasta ella, sin saber cómo sabía qué hacer, pues sus clases de biología no habían sido muy educativas. "Debes parar, Vale, debes parar", se dijo, pero las venas en el miembro de su amante eran firmes, y sus latidos infinitamente provocativos. Lo necesitaba, lo necesitaba, lo necesitaba... ¿Dónde estaban Vicky, Penélope y Loreto? No... no importaba.

Él entró en ella, y ella soltó un grito de dolor y placer que le iluminó los ojos. Largo, grueso, profundo, no tenía nada que ver con sus dedos, que se metía en sus momentos secretos en el baño o en su habitación. Esto era muchísimo mejor, mucho más caliente, tan poderoso y viril... entrando y saliendo de ella, empapando las sábanas de la cama, sin detenerse a pensar.

Valentina le tomó el rostro. Con dificultad pudo ver sus rasgos. Al mismo tiempo, él levantó las piernas de su amante y las apoyó sobre sus hombros, ingresando aún más profundo a su interior. Ella gimió.

- Eres... ah.... ahhhh..... ah, ah, ah, ah, ah, ¡ah, ah!, ¡¡¡ahhh, ahhhh, hmmmmmmmm!!!

Un par de horas más tarde, Victoria, Loreto y Penélope la encontraron en la habitació, cubierta de sudor y unas gotitas pegajosas y blancas en sus senos desnudos. Ella sonreía como nunca, mientras ellas trataban de despertarla, moviéndola de un lado a otro, intentando sacarla de allí.

 

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Sí, así fue como todo comenzó, recordó la profesora Valentina Ginez, acercándose a un par de muchachos empalmados que se quedaron con ella después de clases. Se relamió los labios y dejó de lado el consolador, a la vez que desabotonaba su camisa...

 

Continuará.