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Memorias de Sexo y Juventud (06)

en Grandes Series

La profesora Valentina Ginez había terminado de revisar el último de los exámenes, y se hizo hacia atrás en su escritorio. Era sábado… al fin podría darse un descanso y salir con sus amigas de la juventud, aquellas con quienes había experimentado todo.

Estaba de vacaciones, así que había vuelto a teñirse el cabello de azul, como había hecho en su último año de colegio después de descubrir el pecado de su madre (o lo que en ese tiempo le parecía un pecado… ahora era algo digno de admiración para su hija). Le encantaba, la hacía sentir única, al igual que su curvas de modelo, sus senos firmes, sus labios seductores, sus ojos como zafiros y su cintura escultural, gracias a todo el ejercicio que hacía… tanto en el gimnasio como en la escuela. ¿Quién había sido el último que la hizo ejercitarse allí? ¿Aquel alumno tan pícaro, posiblemente? ¿O había sido el rector, con quien negoció exitosamente un aumento, gracias a un largo y efectivo ‘boobjob’? No estaba muy segura, no había pasado más de una hora entre uno y otro evento.

¡Qué bien lo pasaba en el colegio!, pensó Valentina, mientras entraba a ducharse, y dejaba que el agua la limpiara, cayera sobre cada rincón de su cuerpo como una caricia húmeda, como un beso delicioso en su cuerpo entero. Siendo profesora podía enseñar a todos, y en ocasiones también aprender de los más experimentados (siempre había alguien que sabía más de anatomía). Era tan buena en su trabajo que los alumnos siempre ponían atención, aunque la ropa ceñida también ayudaba, claro; jamás se armaban problemas (probablemente era una de las pocas profesoras en todo el país que no tenía desorden en su clase), y cuando los mayores, los del último año se portaban muy bien, listos para enfrentar el mundo laboral, les alentaba y premiaba con su boca, o con lo que había debajo de su corta falda. Ella jamás había quedado insatisfecha o decepcionada.

Sin embargo, no siempre había sido así, pensó Valentina, mientras comenzaba a tocarse lenta y sensualmente, sin querer ni poder evitarlo. En su juventud, sí sufrió una decepción frustrante, que hasta le cortó temporalmente el deseo… por supuesto, la palabra clave era “temporalmente”.

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La clase de arte transcurría casi con normalidad. Loreto no había aparecido, así que Valentina, Victoria y Penélope estaban solas contra su “enemiga”, Ana Fakas. Eso les molestaba, las tenía nerviosas, sin contar con que apenas y habían dormido la noche anterior. Según Penélope, probablemente habían sido hipnotizadas de alguna manera, convencidas de eliminar sus inhibiciones progresivamente, con aquel video.

Valentina había cambiado de silla con una compañera para poder sentarse atrás, junto a las “populares”, como les decían algunos; “zorras”, como les decían los otros. Ana, Tita, Scarlet y Marcos. Sin embargo, no se había atrevido a entablar conversación con ellos, que tomaban cero atención a la clase.

Scarlet era delgada, cubierta de piercings, tatuajes y una sonrisa macabra. Era de cabello violeta, una cintura sensual, trasero grande y ojos dorados casi aterradores. Era algo violenta, a veces.

Tita destacaba al verla: senos que bien podían rivalizar con los de Penélope, pero su cerebro no podía compararse con el de nadie… era increíblemente tonta, según las chicas. Siempre en el aire, despreocupada e infantil, era rubia, de labios carnosos, aura de niña traviesa y ojos índigo maravillosos.

Ana era rebelde, desafiante y seductora con todo el mundo. Tenía un cuerpo de estrella porno amateur, ojos oscuros, piel bronceada, cabello castaño atado en dos largas coletas, y siempre vestía con ropa dos tallas más pequeña. No tenía ningún problema de usar su cuerpo para conseguir lo que quería…

 

De hecho, cuando Valentina guardó suficiente valor para enfrentarla, encontró a Ana mirándola fijamente, con una sonrisa pícara en el rostro. Su mano izquierda, debajo de la mesa, le hacía una paja increíble a Marcos, el chico malo de la escuela, que aunque evidentemente lo disfrutaba, no emitía demasiados sonidos y lograba mantener la compostura. Parecían acostumbrados a esa práctica.

- ¿Ves algo que te guste, Vale? -le preguntó Ana, moviendo su brazo frenéticamente, con la mano como una pinza alrededor de la polla de Marcos. No parecía cansarse ni perder velocidad, y la escondía de la vista de la profesora con una maestría que Penélope, un poco más adelante y que miraba de reojo, no tardó en captar.

- ¿¡Qués estás haciendo!? -preguntó Valentina con un susurro escandaloso que, afortunadamente, no se oyó más allá del círculo que ellas formaban-. ¡Estamos en clase!

- ¿Y? ¿A que no te mueres de ganas? -dijo Ana, relamiéndose los labios, sin quitar la mirada de su rival por el “amor” de Pedro, que sentado en la parte de más adelante no se enteraba de nada. Parecía estarla desafiando con aquellos ojos oscuros-. Porque no me molestaría compartirlo, y a ti tampoco, ¿no, Marquitos?

Marcos no respondió, sino que solo suspiró y sonrió, satisfecho. Tenía las mejillas rojas. Comenzó a respirar más rápido. Iba a venirse pronto.

- ¿Qué quiere esta santurrona? -preguntó Scarlet, tocándose sin reparos la entrepierna con la punta del lápiz sobre las bragas…

No, notó Victoria, que tampoco estaba perdiendo detalles, y le estaba costando suprimir el calor por la escena. Scarlet no llevaba ropa interior…

- ¿Tal vez quiera un poco de lechita? -susurró Tita, soltando una risita tonta, y alargando la mano para tomar la parte superior del pene de Marcos- wow, está grandote grandote, ¿la quieres tú o me la tomo yo, Ana?

- Mía, no tomé desayuno.

- Ah, bueno… -dijo Tita, con cara de puchero. Valentina no podía creer lo que veía… ni tampoco por qué no podía dejar de mirar.

- Aquí viene, no te pierdas detalle Vale, querida -anunció Ana, que soltó una goma en el suelo con la mano libre -Ups… Tendré que recogerla.

Marcos se vino entre medio de un sinfín de compulsiones, justo al tiempo que la profesora salía a hablar con unos alumnos de otro curso que preguntaban sobre una prueba. La mayoría de la corrida quedó al interior de la boca deseosa de Ana, que saboreó y chupó sin reparos en medio de una clase, tragándose todo lo que podía. Un poco cayó también en sus dedos, pero pronto se pudo a lamerlos también para obtener lo que, según ella, necesitaba.

- Uf, no me canso de la leche, ¿cómo podría alguien vivir sin este tesoro? -preguntó, más para sí misma que a Valentina, a quien miraba, mientras seguía recolectando de sus dedos los restos de corrida con la lengua- Te diré algo, putita, desde hace un tiempo que no ha pasado un día, ni un solo día, en que no haya follado al menos una vez. Después de ver esa película, tú no serás tan diferente, y dejarás de creerte tanto el cuento…

- ¿Qué dijiste?

 

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La jefa del laboratorio, Penélope Sena, se preparó para su salida con sus amigas. ¿Qué se pondría? Ropa interior de encaje, de su propia manufacción, una que estimulaba sus pezones y clítoris suavemente mientras lo llevara puesto. Era de color negro, le encantaba ese conjunto, especialmente cuando lo combinaba con medias, portaligas y zapatos de tacón alto. Terminaría con una camisa blanca, bien escotada, y una minifalda azul a cuadros negros… No lucía tan diferente a lo usual, solo que no llevaba bata. Se arreglaría muy bien el cabello, eso sí, tomado arriba para que cayeras en bucles sobre sus senos y espalda. Además, luciría sus mejores anteojos. ¡Sería una noche inolvidable!

Se preguntó cómo se verían sus amigas… y que produciría eso en ella. ¿Sería correcto enseñarles sus nuevos inventos? Cuando era joven jamás se le habría pasado por la cabeza intentar algo con, o junto a ellas, era demasiado tímida. Ni siquiera podía mirar a Ana Fakas a los ojos. ¿Pero ahora? Eran mujeres poderosas, llenas de deseo, y con ganas de disfrutar la vida. ¿Cómo no iba a enseñarles sus nuevas creaciones? Si era posible, les sugeriría usarlas allí mismo.

El solo pensamiento de eso hizo volar su imaginación. Quizás, usar aquel nuevo vibrador un rato antes de salir no le haría mal.

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¿Qué dijiste?, había preguntado Valentina, ante la sonrisa pérfida de Ana, todavía con la vigorosa polla de Marcos en su mano cubierta de semen. Penélope Sena no sabía bajo qué piedra esconderse para salir de esa situación tan incómoda.

Justo en ese momento sonó la campana que daba inicio al descanso, y llegaba al rescate. Marcos rápidamente se subió la cremallera y salió con sus amigos a jugar fútbol, llevando la pelota. Antes de salir, le dio una breve nalgada a Penélope, que se había puesto de pie para hablar con Ana junto a sus amigas.

- O-oye, no hagas eso... -le recriminó a duras penas la muchacha, roja como un tomate, y con los grandes pezones visiblemente erectos a través de la camisa blanca.

- Ok, ya lo soltaste, ¿qué hay con ese video que nos tiene a todas…? - Victoria no pudo terminar la oración. No solo porque le daba vergüenza, sino porque Scarlet la miraba provocativamente, de tetas a piernas, mientras mordisqueaba su lápiz. La lapicera estaba chorreada de líquidos semitransparentes que a Victoria casi le hacen desfallecer, con solo mirarla.

- A todas… ¿qué? ¿Calientes? -preguntó Ana, cruzándose de piernas. Tita, a su lado, se rió como una idiota mientras sacaba una manzana para comer-. Esa no es la palabra, querida, lo que están es libres. Ya no tienen motivos para ocultar lo que realmente desean.

- ¿Qué era ese video? ¿Por qué nos hizo hacer esas cosas? -preguntó Valentina, mirando de reojo a Pedro, que salía en ese momento del salón. Todavía no sabía con quién había perdido la virginidad esa noche, y solo deseaba creer que había sido con él.

- Deja de mirarlo, puta de mierda -ordenó Ana, con una sonrisa falsa y aterradora, que hizo a Valentina y Penélope retroceder. Solo Victoria se quedó en su sitio, pero si se ponía a pelear con ellas saldría perdiendo, y no sabía ganar discusiones solo con palabras… ¡ese era el trabajo de Lolo!

- N-no estaba…

- Sé que lo deseas, pero te lo aseguro: cuando menos te lo esperes, Pedrito estará metido aquí -dijo Ana, abriéndose de piernas y moviendo hacia un lado el delgadísimo calzoncito blanco que llevaba-. Uf, con lo cachonda que quedé con la paja que le hice a Marcos, mejor sería si solo me quitara esta cosa mojada.

 

Ana, Tita y Scarlet se levantaron, casi al unísono, y haciendo como si las chicas no existieran, salieron al descanso. Como era usual, lo más seguro era que hubieran ido al baño a fumar, o en el caso de Ana, llevar a algún chico al cubículo del baño (al menos eso era lo que imaginaban las chicas que Ana hacía).

- ¿Qué hacemos, las seguimos? -preguntó Penélope, a lo que Valentina rápidamente le contestó:

- Ya confirmamos que esa película tiene algo… pero necesitamos saber qué.

- Yo al menos quiero saber el título de la peli de labios de esa perra, y la busco en internet y ya -acotó Vicky, abanicándose con su cuaderno. Al igual que las otras dos, estaba constantemente luchando contra aquel deseo interno que tanto les estaba costando controlar. Algo como…

“Necesito una polla”, pensaron las tres, pero no pudieron verbalizarlo. No se atrevían.

- Vamos -ordenó Valentina, pero cuando salieron, solo vieron a Scarlet entrar al baño con las manos en la fosforera, y Tita estaba corriendo a la sala de docentes, por alguna razón. Solo Ana las miraba desde el árbol de la esquina, en el patio.

Les hizo una sensual seña con el dedo, invitándoles a acercarse. Con algunas dudas, las tres se adelantaron y se reunieron con ella bajo la sombra del sauce, donde solo podían escucharse las patadas incesantes a la pelota de fútbol de los muchachos.

- Vaya que están desesperadas, ¿eh? Si no las conociera (y no me interesa hacerlo), diría que están más calientes que perras en celo, jaja

- Solo dinos lo que queremos saber, Ana -dijo Victoria, más valiente ahora que la otra chica estaba sola.

- Tú organizaste la fiesta, nos debes saber qué nos pasa -añadió Valentina.

- ¿Y tú no te acuerdas? Pensé que estarías un poco más cabreada que las demás, pero Scarlet tenía razón: no te acuerdas de lo que viste.

- ¿De qué le estás hablando? -se enfadó Victoria, apuntándole con el dedo a la chica de cabellos castaños-, ¿por qué le va a interesar que salga alguien igual a mí?

- ¿Igual a mí? Jajajajaja -rio Ana, y sus tetas se movieron como si tuvieran resortes. Debajo no llevaba sujetador- Bueno, tiene lógica, mi mamá era tan hermosa y sexy como yo soy ahora.

 

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La preciosa teniente Victoria Lito agradecía que no le hubieran dado algún turno sorpresa. Había esperado por mucho tiempo esa reunión con sus amigas, no aguantaba la felicidad. ¡Cuántas cosas tenía para contarles, y cuántas deliciosas cosas le contarían a ella también, de seguro!

Y qué mejor manera de comenzar la noche que teniendo a aquel semental esposado a su cama. Se llamaba Musku, era un hombretón salido de un sueño, en su tiempo una leyenda urbana que todavía ahora parecía irreal: no había envejecido ni un poco desde que ella lo conoció de joven, seguía tan esplendoroso, vigoroso, misterioso y bien dotado como había sido años atrás. No decía nada, y no dijo nada cuando lo atrapó entrando a la casa de una joven ama de casa unas horas antes. Sin duda era la mejor en lo que hacía, pudo doblegarlo en un santiamén… y llevarlo a su cama, ¡que esa noche iba a comenzar con todo!

- ¿Y bien, mi semental? ¿A qué vamos a jugar esta noche? -dijo la teniente, quitándose el uniforme (que se había puesto solo para la ocasión) poco a poco.

- Ah… uff… -susurró Musku. Nunca decía nada, pero sus ojos detrás de aquella maraña de precioso cabello negro azabache, estaban pegados en las curvas de Victoria.

- Has sido un chico muy muy malo, tendré que castigarte severamente - La teniente sacó una macana de juguete, y golpeó las piernas del hombre, que soltó un gemido de satisfacción- Y que quede claro… vas a tener que demostrarme que eres un buen chico. Porque esta noche me reuniré con mis amigas, y si te portas bien, mi semental, podría perdonarte el crimen y llevarte. -Victoria le quitó el pantalón, y contempló con un deseo incontrolable aquel miembro poderoso que le habían dado los dioses. Se lo acercó lentamente a la boca con su mano enguantada, mientras con la otra seguía desabotonándose la camisa de policía- Pero tendrás que hacer lo que-yo-diga-cielo.

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Las tres muchachas se habían quedado de piedra. ¿La mamá de Ana? ¿La famosa Amira Fakas que nunca se presentaba a las reuniones de padres y profesores? ¿Esa era una de las del video?

- Tú mamá… era…

- Mi mamá ES actriz porno, fue elegida como la mejor del país por cinco años consecutivos, aunque ahora se dedica más a la dirección… ¿Sorprendidas, panda de mojigatas de cartón? Y esa fue una de las mejores pelis que protagonizó, “Poesía de Leche”... vamos, que si no han escuchado del título es porque de verdad que se esfuerzan en mantener la imagen de pureza.

- ¡No nos esforzamos a nada! -exclamó Victoria.

- No vemos de esas cosas -dijo Valentina, poco convencida, lo que Ana notó al instante.

- Claro, y yo quiero ser monja… pero, en todo caso, esa serías tú, querida Vale, porque tu mamá no se regía por la misma idea.

Se oyó algo así como un clic. Penélope y Victoria se voltearon a ver a Valentina, y la primera tuvo la gran ocurrencia de detenerla en el instante de hacer algo que las podrían meter en problemas. Jamás habían visto a su amiga tan furiosa, en toda su vida.

- ¿Qué estás diciendo de mi mamá, puta de mierda?

- Oye, oye, no vas a venir con chistes de “y tu mamá” a estas alturas, que no somos unas crías -le reprochó Victoria, tratando de bajarle la gravedad al asunto, ya que estaban llamando un poco demasiado la atención. Algunos chicos se habían acercado, aunque varios lo hacían por no perder la oportunidad de tener una miradita al cuerpazo de Ana.

- No lo estoy haciendo -se defendió ésta, abriéndose un poco la camisa con toda naturalidad para que los chicos pudieran ver su escote-. Hablo de lo que, al parecer, ninguna de las tres se ha dado cuenta porque no se lo quieren creer. ¿De verdad no saben quién es la otra actriz, la que está haciendo tijeras con la mía?

- No vayas a decir una mierda, Ana -la amenazó Valentina, a pesar de que, en el fondo de su corazón, algo estúpido le hacía decir: “sabes que es así, por eso la miraste tanto a la mañana siguiente, mientras se cambiaba de ropa antes de salir a la clínica, y por eso no has podido dormir bien, pensando en ella”.

- No vas a defenderla, ¿verdad? Es una de las principales parejas de Musku, a diario, ¿de qué te sorprendes? Y ustedes, guapos, ¿a quién tengo que montarme más rato para que dejen de mirar tanto?

 

¿Musku? ¿Aquel “semental”, ese hombre extranjero infinitamente atractivo y tentador, del que las chicas hablaban en susurros, y que decían que visitaba a las mujeres durante la noche? ¿No era un puto cuento? Y para peor… la doctora Valeria Ginez… ¿una actriz porno en su pasado? ¿Qué clase de broma era esa?

Antes de que pudiera abalanzarse sobre Ana, un par de brazos férreos se le pusieron en el camino, y aunque lo intentó no tuvo más remedio que detenerse.

Una era Loreto, que al final sí había llegado al colegio. Estaba cubierta de sudor como si hubiera corrido una maratón, pero su expresión de fría calma estaba pegada en Ana; el otro era un ángel, Pedro estaba allí, protegiéndola de Ana… ¡¡¡Y escuchando todo lo que decían de su madre!!! Quiso enterrarse y llorar.

- ¿Qué tiene esa película, Ana? -preguntó Lolo.

- Pues nada, que fue idea de la madre de esta furcia, según mi mamá. Tiene mensajes subliminales hipnóticos entre los cuadros de video, que convierten a quien ve la película en una esclava de sus deseos, o más bien, en alguien libre de sus barreras lujuriosas, así como fueron nuestras madres. Cuando la vi por primera vez no pude parar… no he parado, de hecho, de follar cada día al menos una vez, y no podría ser más feliz. Sigan el ejemplo o apártense, zorras… y tú también, Pedrito, no te hagas el galán ahora, que en cualquier momento no serás más que un simple dildo más de mi colección. Y ahora, quien quiera algo de acción, que me siga.

 

Pero a Valentina no le importó dónde iba la muy puta. Tampoco le importó lo que dijeron sus amigas, o las primeras palabras que al fin le dedicó Pedro. Corrió, tomó su mochila, y salió de la escuela diciendo que se sentía horrible, y que necesitaba a su mamá (en calidad de doctora).

Y corrió. Corrió sin querer creer nada, hasta llegar a su casa. Abrió la puerta y quiso correr hasta su habitación, y lo habría hecho de no ser por los ruidos que escuchó. Gemidos… susurros, algunas risitas, pero principalmente gemidos sumamente sensuales, que le hicieron calentar la sangre.

Corrió al comedor, y allí se encontró lo que menos quería encontrar en ese momento. Su madre estaba apoyada contra la pared, con solo el brasier, una camisa abierta y los zapatos de tacón (lo demás, la falda, medias y bragas, habían sido desgarrados tirados en el piso), con las piernas alrededor del hombre más increíble que Valentina hubiera visto en su vida, gimiendo como una posesa, suplicándole que no parara de darle así de duro.

Era más que un adonis, un hombre de ébano con músculos en cada zona de su cuerpo, cabello negro y largo como una melena salvaje. No decía mucho, solo se dedicaba a besar el cuello de Valeria Ginez con una pasión que hacía juego con las embestidas que le daba a su coño. Valentina no pudo admirar en detalle lo que cargaba entre las piernas, pero su madre le dio algunas luces con algunas de sus frases: “jamás había tenido algo así de grande en mi vida, por favor sigue, no te atrevas a parar, ah, ah, ah”.

¡Era un verdadero dios! Tenía a su madre tomada de la cintura, con las piernas alrededor de sus muslos, y no disminuía la intensidad de su follada ni parecía sudar demasiado. Era un portento físico que Valentina, a pesar de su terror, sorpresa, decepción y frustración, pensó en tener entre sus piernas. Ya no le impactaba mucho eso, ya sabía que por culpa de Ana se había vuelto loca.

- ¡Sigue, cariño, dame más duro, rómpeme!

- M-mamá… -llamó Valentina, con timidez, pero Valeria no la escuchó debido a los golpes que el miembro de Musku (porque ese debía ser el famoso Musku de la ciudad) el daba.

- ¡Ah, cómo pude pasar tanto tiempo sin tu maravillosa polla, deberías verme más seguido, no me gusta compartirte con todas aquí, ah, ah, dame más, hmmm!

- ¡Mamá! -gritó Valentina, y esta vez su madre sí la oyó. La muchacha solo quería llorar e irse, pero estaba paralizada ante la escena.

Valeria la vio, aterrada… balbuceó algo, pero Musku no se detuvo. Y Valeria no pudo parar tampoco. Ninguna de las dos, ni madre ni hija era dueña de sus deseos.

 

Continuará...