Ya sólo por los orgasmos, merece la pena ser mujer...
En un momento dado tus ojos se clavan en los míos... puedo leer tu miedo, sabes que iré a por ti. Sabes que quiero cazarte... devorarte...
Extraigo los dedos mojados en ti, los saboreo y despierta mi sed...
Alba se agachó y se metió bajo la mesa. Le parecía ser una niña escondida del mundo de los adultos, excluida de lo que sucedía en la superficie, sin embargo, ella era la protagonista esta noche.
Maldito Toni, se repetía una y otra vez, maldito, maldito y maldito.
Alba desconocía que las mujeres podían tener el sexo de diferentes formas, medidas... y sabores...
Me ha parecido que se encendía una luz al otro lado del espejo... Se acerca, es ella... (Dedicado a Liska, por siempre mi Señora)
Versión bizarra del clásico de Charles Dickens.
La señora está esperando la cena. Bien... quítate la ropa y llévale la sopera, cuida de no quemarte.
Alba conoce a la señora.
Más allá del espacio y el tiempo, mucho más allá de cualquier siglo conocido, en los confines que sólo la imaginación puede ofrecer, me encontré de pronto un día viajando por caminos empedrados a bordo de un espléndido carruaje.
La señorita Rocio marcó mi último año en el instituto. Jamás podré olvidar la manera tan particular que tenía de castigarme.
Y entonces recuerdo que soy sólo una ninfa, una ninfa de agua, entre tres titanes que podrían romperme.
Gimió de placer al sentir la brisa acariciar sus ingles y su sexo cubierto solamente por las braguitas de algodón.
1932, Alba entra al servicio de una casa muy particular donde el principal requisito para una criada es ser virgen.