miprimita.com

Tres a Una en la Cancha

en Dominación

Tres a una en la cancha

Siempre apurando hasta la última hora en el gimnasio. Esta noche me he entretenido más de la cuenta en el yakuzzi y casi no me ha dado tiempo de ducharme y cambiarme. Me están apagando las luces del vestuario.

Aparece la chica de recepción para comprobar si queda alguien. "En seguida salgo" le respondo. Me cuelgo la mochila del hombro y acelero el paso hacia las escaleras pero el sonido de una pelota botando en la cancha me detiene. Todavía hay alguien jugando. Son tres.

Debería marcharme, acaban de apagar las luces del pasillo. A los tres jugadores parece no importarles. Entiendo, alguno de ellos debe ser monitor y tendrá la llave de la puerta. Me han visto.

- ¡Eh! ¿Quieres jugar? Somos impares.

Sonrío asustada y niego con la cabeza. ¿Jugar yo? Desde el colegio que no toco una pelota de básquet y esos tres, por el tipo que tienen, parecen profesionales.

- No, gracias, están cerrando.

- Luego abrimos. Venga, sólo serán unas cuantas canastas.

- Es que no sé jugar muy bien.

- Mientras sepas correr y botar ya nos vale.

Se ríen y no sé si se ríen porque han interpretado que la que botará por el suelo seré yo y no la pelota. Río también, qué remedio, y me los quedo mirando unos instantes. Debería repetir que no y volver corriendo a casa. Debería, debería... No todas las noches se me presenta la oportunidad de ser el juguete de tres cuerpos perfectos. No lo pienso más, me quito la mochila y la chaqueta y salto a la cancha.

Por cortesía me ceden la pelota y empiezo a correr. Me sigue Jordi, así le llama su compañero, me acorrala, me intenta quitar el balón pero se lo paso a Carlos, mi compañero de equipo, que espera a que me desmarque para devolvérmela, dribleo como puedo, lanzo y... ¡canasta!. Y es lo único hábil que llegaré a hacer en todo el partido. Carlos me abraza para felicitarme... me estruja entre sus bíceps, tríceps, abductores, supinadores, extensores... y me siento como una muñeca de trapo.

Rafa, el que parece el monitor, pone de nuevo el balón en juego y salto para alcanzarlo sin ninguna oportunidad porque Jordi pega un salto increíble, me adelanta un cuerpo y me chorrea sudor por aspersión. Intento quitarle la pelota ya en el suelo pero el tipo driblea maravillosamente haciéndome corretear a su alrededor como ardilla histérica. Estiro los brazos para cortarle el paso pero mis brazos deberían medir el doble para abarcar esa espalda que se me antoja un muro infranqueable. A un movimiento suyo, pierdo el equilibrio y acabo en el suelo.

Rafa para el partido pero le indico que no ha sido falta y seguimos. Estoy agotada pero me avergüenza que esos tres me tomen por débil y le sigo los talones a Carlos para apoyarle en su intento de hacerse con la pelota. Se hace con la pelota y gira velozmente hacia el campo contrario pero mis reflejos no son tan rápidos y vuelvo a acabar en el suelo.

Jordi me ayuda a levantarme y del impulso choco contra su pecho. No me suelta la mano, no puedo liberarme y no es sólo su pectoral de piedra lo que siento, hay algo todavía más duro que se aplasta contra mi ombligo.

 

Rafa llama a Jordi y me deja tranquila... en realidad, intranquila porque lo único que siento de mi cuerpo es el deseo golpeándome la matriz.

Corro de nuevo detrás de los tres adonis pero ya no estoy en condiciones de ser útil en el partido. Voy a un lado, vuelta hacia el otro, me caigo un par de veces más y decido rendirme.

Me quedo tumbada en el suelo jadeando, la vista en contrapicado es impresionante: Rafa, Jordi y Carlos de pie junto a mi. Las piernas fuertes y peludas que se pierden entre los shorts, como troncos de árboles entre la hojarasca. Desde aquí puedo oler el sudor de sus cuerpos, tigres enjaulados en camisetas ajustadas, pienso, e inconscientemente junto las piernas apretando los muslos. El ejercicio ha hecho aumentar mi temperatura, la sangre circula rápido por las venas, a toda velocidad en el vientre y los genitales... para, para... Gimo, no quería pero la presión me tortura.

Me toman de los brazos para incorporarme. Se me nubla la vista, el vértigo me debilita las piernas. Me apoyo en Carlos, el caluroso Carlos, que me empuja suavemente hacia Jordi, el juguetón, que me toma con fuerza de la cintura y me hace girar hasta Rafa, el más severo, que no pierde el tiempo y me arranca la camiseta por encima de la cabeza.

Me gustaría no haber perdido el habla, decir "espera", mostrar mi lado seductor y hacerle besar por donde yo piso, pero sólo acierto a suspirar con los brazos colgados de su cuello y la cabeza hundida en su pecho. Seguro de si mismo pero impaciente, estira la goma de mi pantalón y lo desliza hacia abajo. Carlos y Jordi me levantan para facilitarle la tarea de desnudarme y ya no volveré a tocar el suelo durante mucho, mucho tiempo.

 

No me había fijado en sus manos, no me había fijado en lo grandes que eran y lo ásperas. Apoya mis piernas en sus hombros y abarcándome con una mano la cadera con la otra me presiona el vientre, descendiendo, enredando los dedos en la prenda interior que se engancha a la piel debido a la humedad. Quítamela ya... pero no, parece halagado de mi evidente excitación y disfruta estirando las tiras hasta convertir lo que una vez fue una cómoda braguita en una hiriente cuerda de algodón. Por favor... pero mis manos no llegan hasta él y en mi boca penetra una lengua dulce y solícita que silencia mis no pronunciados ruegos; Carlos, aunque no puedo verle el rostro, sólo su cuello, y sentir el calor de su pecho y un aroma profundo, fuerte, que me hipnotiza. Me asía con tanta firmeza, rodeándome por debajo de los brazos, que apenas si puedo moverlos.

Otras manos, más nerviosas, me acarician por encima del sujetador e intentan infiltrarse con torpeza. Libérame, Carlos, para que pueda enseñarle. Ah, Jordi, eras hábil con la bola pero éstas dos más pequeñas y frágiles pueden contigo. Al final consigue desabrocharlo, arañándome un poco la espalda, y se abalanza sobre sus temblorosas presas para devorarlas. Está hambriento, tal vez lleve horas hambriento, tal vez exija ser el primero... Y entonces recuerdo que soy sólo una ninfa, una ninfa de agua, entre tres titanes que podrían romperme. Es un poco tarde para las reflexiones inteligentes.

La mano hábil y algo cruel estrangula la mullida carne de un sexo no menos hambriento, lo amasa, se divierte dándole nuevas formas, abriéndolo, frotándolo... y finalmente se decide a honrarlo entrando en su interior. La mano menos diestra, envidiosa, se acerca acechando y se queda quieta estratégicamente en el monte de Venus esperando su momento pero la paciencia no es su fuerte y se hace con la primera base a un descuido de la otra. Chicos, por favor... si la cosa va de béisbol no aguantaré ni una carrera. Les da lo mismo si me vengo una como si me vengo cien, no me dejarán hasta quedar satisfechos.

A estas alturas ya les reconozco por el tacto. Rafa es el conocimiento, el control de la situación, sabe cómo y dónde apretar. Sus dedos, dos, creo, me perforan con ritmo, al ritmo de una tonada que casi puedo escuchar en mi cabeza. Jordi, en cambio, es impetuoso e irracional, totalmente salvaje y no respeta los turnos. Intenta penetrarme mientras todavía está su compañero, me hace daño, pero Rafa le permite el asalto y llega el caos a mi interior. Carlos es el ángel, tierno y bondadoso. Me consta que es el más fuerte de los tres y aún así sus manos de terciopelo parecen volar sobre mi piel.

El niño grande quiere más pero el capitán parece no estar de acuerdo, después de todo tiene que quedar para todos y es importante no romperme antes de hora. Salen de mi. Rafa desliza entre mis piernas la tira de tela enrollada, mojada y rota, la huele profundamente con los ojos cerrados como queriendo embriagarse, y me eleva la cadera hasta la altura de su boca. Carlos, bien sincronizado, me sujeta por los hombros arrodillándose y me acompaña con suavidad a la postura de boca abajo. Ahora soy Batgirl en el más difícil todavía.

La sangre desciende a la cabeza. Si me soltaran ahora, me estrellaría contra el suelo porque no siento los miembros, sólo el sexo hinchado rendido a los ávidos labios de Rafa. Mi vientre vibra, palpita ansioso... Viene a sumarse otra boca, de nuevo el desorden, pero Jordi quiere pago a sus servicios y ya se está bajando el short y me fustiga nervioso con un órgano no menos titánico que él. No puedo. Carlos me ayuda a metérmelo en la boca y guía mi cabeza. Carlos, Carlos... a mi lo que me gustaría es chupártela a ti.

 

No soy santa, aunque temo convertirme en mártir del placer, no sé hacer milagros y es imposible que ese gran falo palpitante me quepa entero en la boca. Recurro a las manos, ahora que me he acostumbrado a esta postura del mundo al revés, y a mi lengua juguetona pero Jordi no está conforme e intenta agarrarme la cabeza para utilizarme a su antojo. Carlos le aparta de un manotazo. El atento Carlos cuidará de mi.

El caprichoso se venga de mis limitaciones con la violencia de su lengua, que se contrarresta con la elegancia de la de Rafa. No los veo pero me los imagino compartiéndome, lengua con lengua, y eso me excita hasta el límite. Intento pensar en otra cosa, en la subida del Euribor... Sube... Sube... Respiro, intento aguantar... Rafa viene, Rafa va, gira y se mete por dentro. Y a mi me acaba de matar. Estallo como estalla una fuente, a borbotones. Jordi se asusta pero Rafa no cede, me saborea, me bebe sediento, me exprime.

Ha sido tan fuerte que siento pinchazos en el vientre. Necesito descansar, quiero pedir un tiempo muerto pero he vuelto a olvidar donde tengo las manos. Tampoco me lo concederían. Rafa estaba esperando este momento para entregarme al desenfreno de Jordi.

Con cuidado, invierte mi cadera. Jordi me toma de los muslos y los lleva hacia él. Carlos me aguanta de las axilas, como si fuera una niña, y me ayuda a dar esta voltereta en el aire. Todavía arrodillado, me besa para tranquilizarme, habrá visto el miedo en mis ojos. Por fin te tengo al alcance, Carlos. Le levanto la camiseta, extiendo mis palmas por toda la meseta de su pecho. Su piel quema, su corazón late con fuerza... Y entonces algo se rompe. ¡Ah! Me agarro a sus brazos de hierro, le clavo las uñas, él aguanta igual que lo hago yo. Sabía que meterme a Jordi entre las piernas no iba a ser tarea fácil y aún suerte que su entrenador le controla, de lo contrario me hubiera desgarrado. Me consuela creer que es sólo el principio, que luego será más fácil. Lo noto adentrándose, llenándome por completo, ensanchándome a su conveniencia. No puedo, quiero quitármelo de encima pero esta vez Carlos no interviene, sólo me sirve de consuelo.

Se hace eterno hasta que entra del todo, entonces me concede un minuto para que me acostumbre a su tamaño y empieza a moverse despacio. Me tiene sujeta por las caderas y Rafa me aguanta los tobillos para mi comodidad ya que mis pies no alcanzan el suelo. No siento mi peso, levito en este onírico cuento de una princesa impura y tres gigantes.

El dolor mengua y llega el placer. Me olvido de Carlos. El chiquillo gigante ya no se mueve, directamente me mueve a mi. Sé que le caigo bien, que le gusto, pero creo que ha dejado de verme como a una mujer. Soy sólo una herramienta mullida y caliente entre sus manos, con la única función de aplacar el deseo de su carne, de su duro y enorme trozo de carne. Deja de escuchar los consejos de su tutor, se vuelve egoísta y me mueve con rapidez y violencia hacia delante y hacia atrás. Vuelvo a acordarme de Carlos, de sus fuertes brazos que me sujetan y me abrazan.

La fricción me quema, estallo... esta vez en fuego. Es doloroso. Jordi también se viene, reduce la marcha. Se abraza a mi cintura y me susurra que me quiere. Yo también te quiero, Jordi, te quiero fuera de mi. Se deja caer en el suelo, exhausto, no tiene ánimos ni de quitarse la goma. ¿Y ahora?

 

Me duele el vientre, me duele mucho. Quiero abarcarlo con mis manos, acariciarlo, calmarlo; quiero tumbarme sobre el suelo frío y darle un reposo; pero me hallo todavía suspendida en el aire, sujeta por cuatro fuertes y grandes brazos que me colocan a su antojo. Rafa... por favor.

Parece escuchar mi silencio y me mima con su mano caliente mientras con la otra aguanta sin esfuerzo el peso de mis caderas y mis piernas. Se pega a mi, lo siento endurecido. Es más menudo que Jordi. No entiendo. ¿Por qué no han seguido un orden lógico de menor a mayor?

Carlos se incorpora sin dejar de sostenerme. Me abrazo a su cintura. No te escaparás. Y con la boca trato de abrirle el short y meter la cara dentro. Él trata de impedírmelo pero mi prisión es también la suya. No puede soltarme y yo no pienso soltarle.

Rafa deja de ser suave en sus caricias, me clava las uñas. ¿Qué pasa? ¿He hecho algo mal? ¿Había establecida una jerarquía? Me es igual. Todos los condenados a muerte tienen derecho a un último deseo y este es mi deseo, darle placer a Carlos, metérmelo en la boca, volverlo loco... Y así lo hago.

La rebelión me dura poco. Rafa me levanta como si nada, coloca mis rodillas sobre sus hombros, de nuevo a merced de su boca. La ley de Newton me vence, me suelto sin querer de Carlos y vengo a chocar la nariz contra la polla hambrienta de Rafa que estaba esperándome. Está bien, a falta de pan, buenas son tortas.

Rafa sabe lo que se hace. Me lame con tiento y cuidado para calmar la irritación que ha provocado Jordi con su efusividad. Carlos se aprieta contra mi, lo siento en la nuca, y empieza a lamerme también . Ahora estoy encerrada en una caja de músculos y piel, si esos dos se abrazaran, me aplastarían.

La lengua de Carlos es, al igual que sus manos, delicada. No invade el territorio de su líder, se centra en otros mundos por conquistar. Em... ¿puedo dar mi opinión? No, no puedo. Sólo hay una manera de que esos dos calmen sus ansías sin tener que esperar turno.

Ni turno ni tiempo, el besuqueo genital es breve y vuelven a girarme en el aire. Frente a frente con Carlos, cuelgo los brazos en su cuello, le abrazo con mis piernas, le susurro que me penetre. Rafa me tira del pelo. ¡Ay! Rafa, serás un genio en la cama (y en la cancha) pero también eres un tirano. Está bien, ya me estoy calladita. Cierro los ojos, me abrazo todavía más a Carlos. Su pecho caliente contra el mío. Sus abdominales duras que protegen un vientre que palpita por mi. La cabeza fálica que me saluda sin atreverse a entrar hasta recibir la orden. Sujeta por sus dos manos bajo mi trasero, me abre las nalgas como ofrenda y esperamos los dos, en silencio.

Rafa ha perdido cortesía, parece molesto por mi clara preferencia hacia su amable compañero. No tengo la culpa de haberme enamorado. Pensé que miraría de ensancharme primero con los dedos pero va directo al grano. Si su intención era lastimarme, ha fallado, porque soy toda agua, lubricante natural sin aditivos ni conservantes. Me gruñe sobre la oreja mientras se adentra. Reprime entre dientes algún insulto obsceno, lo noto, temerá la censura de Carlos, mi buen Carlos que, sin poder aguantar más, se adentra también por el otro lado.

Los siento a los dos, acompasados. Disfruto pero ya no tengo fuerzas para buscar un tercer orgasmo, sólo permanezco colgada, sujetada, penetrada una y otra vez... Rafa es el primero en venirse, hace ademán de querer sujetarse a mis hombros para ganar impulso pero desiste, se da cuenta a tiempo que soy una muñeca frágil y no apta para apretujones de ese calibre. Me deja a solas con Carlos. Tantas ganas que tenía de estar con Carlos pero mi cuerpo, agotado, va perdiendo sensibilidad.

Acaba también y me tumba despacio en el suelo. Alzo la mirada. Rafa de pie me contempla. No me gusta, ya no. Tengo frío, sus ojos son fríos. Tiemblo. Quiero levantarme pero soy una conciencia en un cuerpo dormido. Una conciencia que se va alejando... Oigo de fondo a Jordi quejándose que quiere más. Ése es capaz de follarme cadáver. Y caigo en un profundo sueño.

El balón botando en la cancha resuena en mi cabeza. Despierto acurrucada en el regazo de Carlos, cubierta por su chaqueta, que me sobra por todos lados. A mi alrededor barritas energéticas y una bebida isotónica que me ayuda a beber a sorbos. Me pregunta:

- ¿Te apetece algo más?

- Una ducha en el vestuario masculino – sonrío y apoyo estratégicamente la mano.

 

Fin.

Mas de Reina Canalla

La Virgen de Alba - capítulo 6

La Virgen de Alba - capítulo 5

Manual del Buen Casanova - ¡¡Examen!!

Manual del Buen Casanova - capítulos VII y VIII

La Virgen de Alba - Capítulo 4

Manual del Buen Casanova - capítulo VI

Manual del Buen Casanova - capítulo V

La Virgen de Alba - Capítulo 3

Manual del Buen Casanova - Capítulo IV

La Virgen de Alba - Capítulo 2

Manual del Buen Casanova - Capítulo III

Mademoiselle DArtagnan y los Tres Mosqueteros

Manual del Buen Casanova - Capítulo II

Manual del Buen Casanova - Capítulo I

La Virgen de Alba (cap. 1)

Ella, tú y yo

The Fucking Dead

La Fiesta Pijama

Alba & Toni (19-20-21-22)

Alba & Toni (14-15-16-17-18)

Alba & Toni (9-10-11-12-13)

Alba & Toni (6-7-8)

My Boy

Alba & Toni (2)

Alicia en el País de las Pesadillas - cuento 1

Julia (relato a tres bandas)

Alba & Toni (1) o Las Vírgenes de Nuria II

Mi amigo Clítoris (5: Exámen)

Mi amigo Clítoris (4)

Mi amigo Clítoris (3)

Click!

Mi amigo Clítoris (2)

Mi amigo Clítoris (1)

Cristal

Las Vírgenes de Nuria - capítulo final

Las Vírgenes de Nuria - Epílogo

Las Vírgenes de Nuria - La venganza...

Las Vírgenes de Nuria - El castigo

Quema

Las Vírgenes de Nuria (18)

Las Vírgenes de Nuria (15-16-17)

Las Vírgenes de Nuria (12-13-14)

El Deseo

El trío

Las Vírgenes de Nuria (10-11)

Mi niña es fuego

Sabor a sal

Cyberviolación de un Energúmeno

El dios Placer

El a-man-te in black

Oda al Orgasmo Femenino

Devorarte (1)

Devorarte (2)

Las Vírgenes de Nuria (6-7)

Las Vírgenes de Nuria (4-5)

Las Vírgenes de Nuria (8)

Cuento de Navidad

Tras el Espejo

Las Vírgenes de Nuria (3)

Las Vírgenes de Nuria (2)

Baile de Máscaras

Querida Maestra

El Viento

Las Vírgenes de Nuria (1)