miprimita.com

Las Vírgenes de Nuria (3)

en Grandes Series

3. La Cena.

Erica resultó ser alegre y parlanchina. A Alba, más amante del silencio, le hubiera molestado tanta charla en la fuente del pueblo donde iban las mujeres a lavar, pero allí en aquella gran casa llena de mujeres extrañas y con no menos extrañas costumbres, agradeció alguien que le diera conversación.

Alba apenas si abría la boca para afirmar o negar aunque estaba segura que a Erica le daba lo mismo que la escucharan, hablaba para escucharse a si misma. De esta manera se enteró que la señora enviudó muy joven y estando embarazada de su tercer hijo, un niño menudo y escuálido que murió a los dos años de tuberculosis. Se encargó un tiempo de los negocios de su difunto marido, una empresa textil situada en Barcelona, pero pronto lo dejó todo en manos del contable, que resultó ser un canalla. Tras el desfalco de beneficios, la hija mayor de la señora, acabados sus estudios en la facultad de empresariales, se hizo cargo del negocio para gran tranquilidad de su madre. Alba se quedó sin respiración, no había oído nunca hablar de una mujer empresaria, es más, creía firmemente que las hijas de la señora estarían bien casadas y de ahí la fortuna. Erica se apresuró a corregir su simpleza. La hija mayor no sólo no estaba casada, sino que rechazaba pretendientes como quien pela vainas de guisantes y algunos de muy ricos y nobles. La hija menor, en cambio, parecía más decidida al matrimonio pero todavía no tenía la edad apropiada y mientras se formaba en un colegio para señoritas de París. Erica tuvo que explicarle también a Alba que París era la capital de Francia y sede de artistas y grandes celebridades pero la muchacha no acabó de entender cuan diferente era aquella ciudad a todo lo que ella había conocido.

Mientras el pan se cocía en el horno y Erica vertía el caldo en la sopera, sonó una campanilla en el gran salón.

- La señora está esperando la cena. Bien... quítate la ropa y llévale la sopera, cuida de no quemarte.

- ¿Quieres qué...?

- No preguntes tanto y haz lo que te digo, si se enfría la sopa, se enojarán con las dos.

Alba optó por obedecer convencida de que tal vez su ignorancia era la culpable de tanto desconcierto y de que en las casas ricas se seguían otras costumbres y maneras más acordes con estos tiempos de república y libertades.

Se quitó también las medias y los zapatos y con paso algo tambaleante por el peso de la sopera, se dirigió hacia el gran salón. Allí, en una amplia mesa encabezada por la señora primorosamente vestida de encaje negro, estaban también sentadas Martina, Ana y Maria y no tardó en adelantarla Erica, que se sentó también a la mesa. Las criadas, al igual que ella, lucían sin ropa ni calzado. Todas se la quedaron mirando mientras avanzaba nerviosa. El suelo encerado parecía un espejo y pudo contemplarse... aunque apartó pronto la vista incapaz de soportar esa imagen de si misma. Dejó presto la sopera en el centro de la mesa y esperó una indicación.

La señora le ordenó servir y así lo fue haciendo. Primero sirvió a la señora colocándose a su lado, acercándose la sopera e inclinándose hacia delante para recoger la sopa con el cazo y no verter en el mantel. Mientras Alba servía, la señora de Gelabert iba siguiendo el movimiento de sus senos. Luego siguió con Martina y Erica, ésta última había apartado un poco la silla de la mesa para observarle mejor el trasero lo que no hizo sino aumentar sus nervios. Por último atendió a Ana y María que descaradamente le acariciaban el interior de los muslos emitiendo esas ahogadas risitas de niñas traviesas. Al acabar, la señora le pidió amablemente que se sentara en el asiento libre, al lado de las rubias, y cenara sin hacer ruido con las piernas abiertas. Alba se sirvió sopa en su plato y así hizo.

A una señal silenciosa de la señora, María dejó la cuchara y se metió bajo la mesa. Alba siguió fija en su sopa aunque de reojo espiaba a Ana que comenzaba a enrojecerse por momentos y se sujetaba firmemente al borde de la mesa como si fuera a caerse. Ana suspiró con fuerza y, tras jadear unos instantes, siguió comiendo. Entonces, Alba sintió algo húmedo y caliente entre las piernas. Levantó la vista del plato y se dio cuenta que las demás la estaban mirando atentamente. Más turbada por ser la protagonista que por lo que sucedía bajo el mantel, optó por seguir con su sopa disimulando todo lo posible.

Bajo la mesa, los ánimos no se enfriaban. María estaba sentada cómodamente sobre sus rodillas y apoyaba las manos en el suelo para equilibrarse. Alba sabía que no debía cerrar las piernas. Lo que más le hubiera gustado es levantarse y salir corriendo pero no quería hacer el ridículo ante todas. Aguantaría, María se cansaría y pasaría a otra. No volvería a rendirse como le pasó en su cuarto, no ante tantas miradas. Pero lo que no sabía la inocente muchacha es que María tenía una paciencia infinita y que allí nadie tenía prisa por llegar al postre.

La lengua de Maria se movía despacio, jugaba en círculos grandes alrededor de los labios o en pequeños sobre el clítoris, luego iba de arriba abajo y de abajo a arriba como quien barre y aún tenía ánimos de jugar en la entrada enroscándose y penetrando. A Alba le temblaba la cuchara en la mano incapaz de volver a llevársela a la boca. Y María decidió ir más deprisa pues se había dado cuenta de la estratagema de Alba y quiso dejarla en evidencia. De la lengua, dio paso a toda su boca y, mientras chupaba y succionaba, movía ágilmente la punta de la lengua entre sus labios atormentando al apéndice prisionero. Alba apartó el plato con brusquedad y hundiendo la cara en el mantel con los puños apretados, sintió que le llegaba la ola de calor y que dejaba escapar un quejido entre dientes y aún dio un golpe en la mesa y jadeó un par de veces antes de dejarse caer avergonzada e incapaz de volver a levantar la cabeza.

La señora dio una palmada y le ordenó traer el segundo plato. Alba, qué remedio, obedeció. Y en el segundo turno, tocó a María cenarse a Erica y Martina. Y al acabar los postres, la señora les agradeció su asistencia y las envió a descansar, quedándose solamente María a su entera disposición.

Erica, viendo su desconsuelo, la animó:

- Es costumbre, ya ves, cenar con la señora todas las noches y que una de nosotras haga el recorrido por debajo de la mesa. De aquí a dos noches te tocará a ti quedarte a solas con la señora.

Y Alba no sólo no se animó sino que quedó aterrorizada porque no tenía ni idea de cómo satisfacer a tan peculiar señora.

Mas de Reina Canalla

La Virgen de Alba - capítulo 6

La Virgen de Alba - capítulo 5

Manual del Buen Casanova - ¡¡Examen!!

Manual del Buen Casanova - capítulos VII y VIII

La Virgen de Alba - Capítulo 4

Manual del Buen Casanova - capítulo VI

Manual del Buen Casanova - capítulo V

La Virgen de Alba - Capítulo 3

Manual del Buen Casanova - Capítulo IV

La Virgen de Alba - Capítulo 2

Manual del Buen Casanova - Capítulo III

Mademoiselle DArtagnan y los Tres Mosqueteros

Manual del Buen Casanova - Capítulo II

Manual del Buen Casanova - Capítulo I

La Virgen de Alba (cap. 1)

Ella, tú y yo

The Fucking Dead

La Fiesta Pijama

Alba & Toni (19-20-21-22)

Alba & Toni (14-15-16-17-18)

Alba & Toni (9-10-11-12-13)

Alba & Toni (6-7-8)

My Boy

Alba & Toni (2)

Alicia en el País de las Pesadillas - cuento 1

Julia (relato a tres bandas)

Alba & Toni (1) o Las Vírgenes de Nuria II

Mi amigo Clítoris (5: Exámen)

Mi amigo Clítoris (4)

Mi amigo Clítoris (3)

Click!

Mi amigo Clítoris (2)

Mi amigo Clítoris (1)

Cristal

Las Vírgenes de Nuria - capítulo final

Las Vírgenes de Nuria - Epílogo

Las Vírgenes de Nuria - La venganza...

Las Vírgenes de Nuria - El castigo

Quema

Las Vírgenes de Nuria (18)

Las Vírgenes de Nuria (15-16-17)

Las Vírgenes de Nuria (12-13-14)

El Deseo

El trío

Las Vírgenes de Nuria (10-11)

Mi niña es fuego

Sabor a sal

Cyberviolación de un Energúmeno

El dios Placer

El a-man-te in black

Oda al Orgasmo Femenino

Devorarte (1)

Devorarte (2)

Las Vírgenes de Nuria (6-7)

Las Vírgenes de Nuria (4-5)

Las Vírgenes de Nuria (8)

Cuento de Navidad

Tras el Espejo

Las Vírgenes de Nuria (2)

Baile de Máscaras

Querida Maestra

Tres a Una en la Cancha

El Viento

Las Vírgenes de Nuria (1)