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El reencuentro

en Jovencit@s

"El reencuentro"

La verdad que nunca me imaginé que mi primer encuentro con él sería así de apasionado, sobre todo porque lo creía fuera de mi vida, y por lo que me pude dar cuenta, él pensaba lo mismo.

Conocía a Darío por la internet y estuvimos llevando una relación medio rara de noviazgo, muy padre pero, rara. Les diré porque.

Cuando lo conocí tenía 16 años recién cumplidos; ni novio real había tenido, solo uno cyber que me había hecho pasar las de Caín, diciéndome que en cuanto me viera me iría como en feria por no querer verlo antes. Darío era diferente, muy tierno, detallista, y lo que más me gustó, su edad, no sé porque. El mismo me decía que era porque quizás me faltaba mas atención de mi padre, o que sentía que no me acercaba mucho a él o él a mí, pero eso es otro boleto.

Casi a la semana de haberlo conocido tuvimos una sesión muy padre de cyber sex que a mí me gustó mucho, pero yo no le había dicho mi edad real, me cayó bien y no quería dejar pasar la oportunidad de conocerlo mejor y creí que si lo sabía, no continuaría hablándome. No a todos los hombres mayores les gustan las chavitas como yo, él tenía en ese momento 32 años y yo le había dicho que tenía 18, así que esa ocasión y por mucho rato así fue, yo era mayor de edad para él.

En esa y varias ocasiones me limité a masturbarme mientras él me escribía líneas y más líneas calientes en los sistemas de mensajeros que solemos usar. Normalmente uso tangas de hilo dental por lo que no me costaba mucho trabajo hacerlas a un lado para poder tocar mi cosita, que solo de verlo en línea, se ponía húmeda a mas no poder.

En una ocasión él me pidió que deslizara un dedo dentro de mi vagina y así lo hice, con temor, lento, pero la sensación no me fue del todo desagradable por lo que en unos momentos mas tarde ya había empezado con el rítmico mete y saca que él me describía en la pantalla del monitor, hasta que de pronto me percate que en mi dedo había unas manchitas que observe con detenimiento y le pregunté de que se trataba. Era sangre. Me había roto el himen yo sola. En ese momento deje de escribirle y cuando reanude mi platica con él, le dije lo mal que me sentía, él me tranquilizó, me dijo que posiblemente no se había roto todo, etc. Lo que todo colmilludo le puede decir a una chavita para calmarla.

Las siguientes sesiones fueron subiendo de tono cada vez mas, hasta que llegamos a poner audio, para escucharnos, mas bien, yo lo escuchaba a el excitado, a mí me daba vergüenza que me escuchara como me ponía ya caliente.

Luego puso video y por fin pude conocerle la verga, sus 18 cm, huevos, nalgas, su pecho, todo desnudo. Eso terminó por enamorarme de él. La seguridad con que mostraba su cuerpo, como se dirigía a mí, siempre seguro de lo que hacía y decía. Vi su leche en su mano después de masturbarse para mí. Me fascinó ver su cara, al momento de venirse, el color de su cremita.

Así pasó mucho tiempo, casi dos años, a ratos nos veíamos, a ratos no ya fuera por su trabajo, mi escuela o que discutíamos como si fuéramos una pareja a quien tuviéramos enfrente. Nos llamábamos continuamente por teléfono. El mas celebre de los pleitos fue cuando le dije mi edad real. En fin. De todas formas volvimos. No cabe duda. Para el amor no hay edades... ni distancias.

Cuando creímos que todo había muerto, me toco salir a vacacionar con mis padres a una ciudad cercana a la de él. Yo tenía su celular en la agenda del mío, pero aún así no me atreví a marcarle, no quería que pensara que le andaba rogando para volver. De cualquier forma habíamos terminado de común acuerdo.

En una salida con mi familia a un centro comercial, coincidí con él. Cuando lo vi, sentí nuevamente esa extraña y agradable sensación que me venía cuando lo veía entrar en línea en los mensajeros. Nervios, excitación. Pero en ese momento lo que más sentí, fueron unas ganas enormes de llorar y despegándome de mi familia sin que se dieran cuenta me acerqué a Darío, le toque el hombro y con la cara más roja que un tomate le di tremendo beso en la boca, el se sorprendió, al primer momento quiso escaparse a la caricia pero no... ahí se quedo y al igual que Yo, cerró los ojos al besarnos.

El solo me conocía por fotografías, así que no le fue difícil saber de quien se trataba. Me abrazó, y me vio llorar y también a el le rodaron las lagrimas de la emoción.

Los "te amo" salieron al unísono. Platicamos brevemente. Y se dio cuenta de mi nerviosismo y me pregunto si andaban por ahí mis padres a lo que respondí que sí. Me cuestionó nuevamente con algo que no imaginé que diría. "¿Vamos a otro lugar a estar solos?", ¿No crees que ya es justo?". Solo respondí afirmativamente con la cabeza y lo volví a besar.

En su auto no dejamos de besarnos, nos veíamos a los ojos, nos tocábamos las manos, reíamos, nos congratulábamos por la suerte de habernos encontrado así. Mis sentidos estaban al borde de la locura y en sus manos había un temblor que, para una persona de su edad, 34 ya, era extraño. Le pregunté porque y él me dijo que era el día más dichoso de su vida. Que nada de lo que había vivido en su pasado inmediato importaba.

Llegamos a un hotel con jardineras inmensas y flores de todos los colores imaginables. Abrió la puerta de la habitación que le habían asignado, volteo a verme, me besó muy apenas por encima de los labios y me cargo en sus brazos sin dejar de besarme hacia el centro de la habitación. Éramos el uno para el otro, realmente casi no creía que él midiera lo mismo que yo. Él, fascinado con mi cuerpo, 1.75 m, 90 - 60 - 92, morena, pelo lacio, labios delgados, pechos redonditos, pezones ligeramente más oscuros que el resto de mi piel, chiquitos, y lo que siempre lo puso por demás caliente, mi cosita depilada, que todavía hasta ese momento, no conocía la sensación de una verga rasgarle los pliegues. Que se veía todavía como la de una niñita. Una sola rayita de mis labios mayores, cubriendo mi punto de máxima sensibilidad.

Nos besamos largamente al momento de irnos desvistiendo, así, parados a media habitación, sin prisas. Yo sentía que mis jugos empezaban a bajar entre mis piernas, Al sentir el roce del miembro de Darío sobre nuestras ropas.

Me desnudó poniéndose de rodillas frente a mí, mientras el se quedaba solo en bóxer. Bajó su boca hasta mis pies y los empezó a besar, subió por mi pierna izquierda, hasta la cadera, la rodeó besándola y bajó nuevamente a mi pie derecho para subir por la parte interna, hasta llegar a mi ingle. Así estuvo, besándome todo mi monte venus, sin tocar mi raja, mientras sus manos se deleitaban con mis nalgas, en una caricia que me hacia temblar las piernas. Yo lo tomaba por el pelo cuando lo tenía a mi alcance, hasta que no resistí mas y lo pegue a mi conchita húmeda, que digo húmeda, mojadísima.

Sentí su lengua abrir mis labios mayores, luego sus dedos acariciarme, abrir mis piernas, y así, de rodillas, frente a mí empezó a darme una mamada que no solo por ser la primera nunca podré olvidar. Me hacia doblar mis piernas y mis gemidos se confundían con los sonidos que hacia su boca en mi raja que para ese momento estaba mas que lista para recibirlo. No resistí mas y me vine en su boca. Le jalé el pelo, lo presioné contra mí lo mas que pude y le rogué que n se detuviera. Se paró y me llevó a la cama mientras se quitaba el bóxer.

Ahí estaba su verga. Hermosa, como la recordaba. Ya había algunas gotitas de líquido preseminal que empezaban a asomar por su cabecita. Lo detuve frente a mí y sentada en la cama. Se la empecé a mamar. Todo, como alguna vez le dije que lo haría. Subiendo y bajando con mi mano por todo su garrote hasta sus huevos. Los besé, los chupé, los rocé apenas con la yema de mis dedos, mientras él ponía sus manos en mi pelo, en mi nuca, en mis oídos, susurrando mi nombre, te amos, cosas que a veces no entendía porque me estaba saboreando esa rica verga que tantas veces había deseado tener solo para mi. Me avisó, lo saque de mi boca y derramó su lechita sobre mis pezones. Mucha, mucha y calientita, como me la había imaginado, mucha como la había visto tantas veces.

Nos tiramos en la cama, uno al lado del otro. Platicamos de lo que sentíamos por el otro, Nos besamos. Y en cada beso queríamos acabarnos nuestras bocas. No tarde mucho en sentir como Darío recuperaba su erección, así que al besarlo repegué mi cuerpo contra el suyo para sentirlo. Lo tomé en mis manos y le pregunté:

-¿Es mía?

- Si amor... Tuya... Solo para ti

Todavía con unos restos de su lechita en la punta, la tomé, me subí en Darío y deje que su cabecita rozara mi conchita, que pasara entre los labios mayores. Me estuve frotando un buen rato así sentada en ese palo que me encantaba al momento que sentía como fluían mis líquidos hasta caer a sus huevos. Darío por su parte no dejaba de acariciar mis pezones, mis senos, mi cintura, mis nalgas, ocasionalmente pasando un dedo entre ellas.

Se lo dije. No aguanté mas y se lo pedí casi en un grito.

-Cogeme, mete tu verga ya papito, yaa!!!

Me levantó por las nalgas y me dice:

-Es tuya, hazlo...

La tomé y me la dirigí a mi cosita, justo a la entrada de mi vagina y me dejé caer muy lentamente en ella. Con los ojos cerrados. Con sus manos en las mías, dejé su verga irme rompiendo los últimos vestigios de himen que mi dedo no había alcanzado a rasgar. Cuando la tuve toda dentro de mí. Me agache a besarlo. Lento, tierno, para dejar a mi puchita acostumbrarse a su verga.

Me incorporé nuevamente y el paso sus manos a mis pechos, a mi cintura y de ahí pasó un dedo a mi clítoris, y me empezó a masturbar con un ritmo que marcó el movimiento que debían llevar mis caderas para iniciar suavemente el mete y saca de su falo en mis entrañas. Me ponía en la locura la caricia de su dedo en mi cosita y el roce que producía su verga en mis paredes interiores. Mis líquidos escurrían casi en torrente y eso lo hacía prenderse mas y mas.

Me jalo con sus manos hacia su pecho y pude sentir como mis pezones lo rozaban. Dejé de mover mis caderas al sentir como me empezaba a bombear él a mí. Sentía sus piernas chocar contra mis nalgas en cada metida de verga que me daba sin dejar de besarme mientras me cogía en esa posición. De pronto bajaba el ritmo, lo hacía lento, 4, 5, 6, 7, 8, 9 veces, muy despacio para retomar, fuerte otras nueve. Me sentía morir. No quería que terminara y se lo rogaba

-No termines papi, no me des leche, aún no!!

-No lo haré bebé, no lo haré – me decía.

Se incorporó, así como me tenía, ensartada, y quedamos de frente. Yo con su verga sintiéndola muy dentro de mí, lo podía apretar, esto era algo que ya le había dicho a Darío que yo podía hacer, él me dijo que a eso se le llamaba "perrito" y él ahora lo podía sentir al mismo tiempo que se encontraba con mis tetas en su pecho. Me empecé a mover, a darme sentoncitos, a ratos lento, a ratos rápido. La posición nos permitía besarnos sin parar. Acariciarnos las espaldas. Él me tomaba por las nalgas y me jalaba para ensartarme más.

Le pedí que me pusiera en cuatro, de perrito. Que siempre me había imaginado sus huevos chocando contra mis nalgas mientras me cogía así y que quería que así me hiciera terminar, cogiendome de perrito al tiempo que su mano derecha me tocaba el clítoris y con la otra una teta, y sentir su pecho en mi espalda.

Así me lo hizo. Nunca, nunca había tenido orgasmo igual. Lo mojé. Y hasta ese rato cuando me la sacó pudimos ver que en su verga y entre mis piernas había unas pequeñas manchitas de sangre. Si me terminó de romper. Nos abrazamos muy fuerte. Lo sabíamos.

Aún lo sabemos. Nunca nos vamos a separar. Seguimos juntos.